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• SEACHD

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«SAIGHEAD BOIREANNACH»
VII. Leyendas sobre fantasmas.
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—¡Todavía no puedo creer que ese imbécil haya querido acercarse a ti de esa manera!

Elsie estaba mucho más indignada que Marlenne por los últimos acontecimientos que sucedieron en la competencia y despotricaba en contra de aquel hombre embustero. No bastaba más tiempo para que la rubia sintiera total cariño por Marlenne, es que con aquella tranquila y carismática manera de ser, la irlandesa solía ganarse el corazón de las perdonas sin mayor esfuerzo.

—Pues tu puñal fue de mucha ayuda.

—A ese tipo de hombres hay que tenerlos a raya, créeme que he conocido a muchos— declaró mientras colocaba las masas para preparar kuchenes de manzana en el horno.

Marlenne había hallado en Elsie una especie de amiga y compañera con la que podía platicar. Algo que en Down no solía hacer mucho, las muchachas del condado eran algo superficiales y siempre estaban desesperadas por hallar a un marido, por lo que sus temas de conversación solían ser banales y sin emoción para la castaña.

—Hubiera pagado por ver la cara de esos malnacidos cuando vieron que asestaste ese tiro— comentó con entusiasmo.

—Pues quise salir huyendo, no quería que pudieran seguirme y conducirlos hasta acá— declaró —, sé que los hombres suelen ser vengativos.

Elsie asintió mientras sus ojos estaban centrados en la fruta que picaba con precisión para después decorar las tartas que se cocían en el horno.
Marlenne leía un libro que se había llevado con ella para pasar el rato, siempre había deseado tener más tiempo para dedicarle a la lectura, después de todo una de sus grandes pasiones era leer y después poder escribir escritos que llenaran de emoción a las personas que posaran sus ojos en ellos.

—Dime Marlenne, ¿tu familia sabe que te encuentras en Inverness?

Pensó de inmediato en Adela, era la única aparte de Kennett quién sabía sobre dónde estaba y porqué, esperaba que aquella carta no hubiera llegado a las manos de nadie más pues no quería poner en evidencia a Adela sobre nada que no quisiera compartir.

Esperaba que Adela tampoco hubiera hablado sobre sus intenciones con Elijah, eso le ponía las cosas cuesta arriba en caso de que su prometido supiera donde se encontraba. Su futuro suegro tenía contactos y podían hallarla en un segundo en caso de que se lo propusieran como tarea.

—Sí, sin embargo dudo que eso les agrade.

—Al parecer todas las familias son así—sentenció Elsie con algo de amargura —, siempre tienen sus trabas a la hora de dejar que vueles con tus propias alas.

—¿Y tú, tu familia sabe que te encuentras en Inverness?

Elsie sonrió amargamente dejando la fruta en un tazón de cerámica blanca. Sus dedos delgados depositaron los trozos con cuidado y suspiró.

—Dudo que a mi familia le importe donde me encuentro ahora, hace mucho tiempo que les dejé por algo mejor y creo que mi vida con Josephine es mucho mejor que la que tenía junto a ellos— murmuró —. En efecto es más dura, pero es más feliz y real.

—¿De dónde es tu familia?

—Mi familia es de aquí, de Escocia; sólo que estamos mejor separados, estamos a años de ser similares entonces es mejor mantenernos así.

Marlenne asintió mientras sus ojos volvieron a posarse en el libro que leía. Mujercitas era una novela que se había publicado hace aproximadamente dos años y relataba la vida de una familia de mujeres que esperaban en retorno del patriarca que decidió ir a la guerra, allí cada una de las hermanas decidió hacer algo para poder subsistir.

Era una prosa que le llegaba en lo profundo. Pues de una u otra forma hablaba sobre ella y sus hermanas, la manera en la que tuvieron que vivir después de que sus padres se fueran. Muchas veces se sentía como Jo, siendo ruda e intrépida, tratando de ser imbatible, no obstante también se sentía como como Meg en la incansable sensación de querer ser una soñadora y tener la paz que los corazones suelen añorar.

—Veo que te gustan los libros.

—Esta prosa es una obra de arte—sentenció —, me gustaría poder escribir así algún día. Poder llegar a escribir un libro y enseñar en algún salón lo que pudiese llegar a hacer. Quisiera poder ganarme la vida y poder dejar a las dificultades de la misma. 

La cocinera notó que Marlenne solía sentir profundos sentimientos de melancolía y tristeza y en lo poco que la conocía le había caído en gracia debido a su carácter y personalidad. No sabía mucho de ella pero se percataba que no lo estaba pasando bien, sabía que podía ayudarla a hacerla sentir mejor; es lo que a ella le hubiera gustado que hicieran para ella cuando estaba sola, cuando se embarazó de Josephine. 

—¿Marlenne?—le invitó—, hoy iré a pasear con una pareja de amigos ¿Te gustaría venir?

La irlandesa sonrió, pues la verdad es que todo lo que necesitaba en ese instante era contacto humano. Nunca se detuvo a pensar que estar lejos de sus hermanas le afectaría tanto. Siempre creyó que estar sola sería fácil de aprender.

—Además puedes hacer de turista por Inverness en las zonas que no conoces, te distraes antes de la competencia final—ofreció gentil—, te aseguro que podrías conocer mucho de Escocia en estos días y llenarte de la magia de sus tradiciones.

—Pues voy a aceptar la invitación. Tus amigos, ¿quienes son?

—Un matrimonio que conocí cuando llegué aquí— le contó—, ambos tienen un restaurante cerca del Lago Ness y llegan miles de personas todos los días, a veces me ayudan a cuidar a Josephine pues no tienen hijos, son buenas personas—acotó al notar mi tono de desconfianza.

—Gracias por ser tan amable conmigo Elsie, de verdad—se colocó de pie y después de eso abandonó la cocina para ir a cambiarse de ropa y colocarse algo más apropiado para un paseo.

De un instante a otro se había comenzado a sentir animada. Le haría bien salir a sentir la brisa que corría sin cesar, sentir el frescor de las montañas y observar el resto de la ciudad. Conocía muy poco de Inverness en lo que llevaba y quería aprovechar de vivenciar experiencias y lugares todo lo que le fuera posible.

Después de unos cuantos minutos, Elsie tocó la puerta de la habitación de Marlenne; esta tomó un bolso y se colocó el abrigo y sonrió al notar que la estaba esperando lista para salir.

—He terminado, nos juntaremos con Katherine y Fillius en la plaza junto a la pileta que está calles más abajo—le invitó y Marlenne sonrió algo tímida; le causaba ansiedad conocer personas nuevas sobre todo teniendo en cuenta que en ese sitio desconocía todo a su alrededor.

Para su sorpresa el matrimonio era una pareja joven–de la misma edad de Elsie aproximadamente–, y eran de las personas más agradables que Marlenne había conocido en su vida, se podía ver a leguas que se amaban y que el amor que sentían el uno por el otro era visible ante cualquier persona.

Marlenne se sintió integrada y muy a gusto, solía sentirse apartada y fuera de lugar cuando socializaba con desconocidos. No culpaba al resto, ella siempre solía ser más callada y sus pensamientos solían diferenciarse en exceso.

—¡No puedo creer lo interesante que debe ser estar en ese concurso!

—Pues mis hermanas no deben creer lo mismo— respondió después de haberles contado el motivo de su visita a Inverness—, si les fuera posible, lo más probable sería que mi hermana Adela ya estaría aquí arrastrándome de los cabellos a Irlanda.

—Adoro Irlanda— declaró Fillius—, de no ser porque mi esposa es una escocesa totalmente patriota me hubiera ido a vivir allá.

—¿No te agrada Escocia?— preguntó Lenna sin maldad.

—Detesto que el lugar esté tan lleno de soldados ingleses. Las tierras altas ya están bajo su dominio, no es necesario estar constantemente mostrando el poderío y las nuevas adquisiciones, hay que saber en qué momento detenerse.

—Dejemos los temas lúgubres, por favor—instó Elsie—, quiero que seamos los guías de turismo para Marlenne, no que la aburramos con las tragedias que ha sufrido Escocia.

—Hay muchos sitios hermosos en Inverness—murmuró Katherine tomando de la mano a su esposo mientras caminaban—, podrías  perderte en estos terrenos increíbles.

—Y allá va de nuevo... —rió Fillius.

—¿Qué?— sonrió Katherine.

Elsie se unió a las risas, Marlenne no entendía porqué molestaban a Katherine.

—Lo que pasa es que Katherine es creyente de todo lo que digamos no tiene explicación...

La aludida interrumpió a su esposo y colocó una expresión sarcástica en su rostro ya que sus creencias no eran apoyadas por sus demás amigos. A Katherine le gustaba creer que Escocia poseía magia y que esta aparecía cada vez que alguien la necesitaba.

—No es que crea en cuentos de hadas, todas esas situaciones de las que Fillius se burla, son reales. Existen.

—Bien, bien ¿a dónde vamos a llevar a Marlenne?—Elsie murmuró algo incómoda.

—Pues creo que el campo de batalla de Culloden es un buen lugar para comenzar este día de paseo.

Decidieron tomar una carroza que los condujo hasta las afueras de Inverness, era bastante si hubieran decidido hacerlo caminando. Durante el viaje Marlenne fue en silencio, pensando en las palabras que había comentado Katherine, sin embargo para ella todavía eran poco creíbles todas aquellas tradiciones que algunos de los escoceses se esmeraban en creer.

Marlenne era una persona sumamente racional, por lo que todavía era escéptica al modo de pensar que tenía Katherine.

¿No era posible que algo que no se podía ver pudiera tener tanto poder sobre los seres humanos?

Al bajar de la carroza en la que iban se dieron cuenta de que había comenzado una leve llovizna. Este era uno de los climas favoritos de Marlenne, le gustaba sentir la brisa y las gotas de lluvia en su piel y en su cabello. No se trataría de las tierras altas si no lloviera cada cierto tiempo.

—¿No está prohibido venir a este sitio? —preguntó Lenna al ver que habían algunos guardias ingleses en la entrada.

—Sólo lo hacen para resguardar el orden, todavía existen muchos escoceses nacionalistas que vienen aquí y protestan por el término del modo de vida de los clanes de las tierras altas.

La batalla de Culloden fue un hecho histórico donde escoceses e ingleses se enfrentaron por la soberanía tras el levantamiento jacobita de 1745. Los escoceses guiados por el príncipe Carlos Estuardo, anhelaban tener a un nuevo rey Estuardo en el trono del reino, sin embargo un montón de guerreros y terratenientes fallecieron dándole fin a las costumbres de la vieja Escocia.

Desde allí se prohibió hablar el gaélico, usar el tartán, tocar las gaitas y hacer mención a cualquier tipo de alianza a los Estuardo y el antiguo modo de vida de las planicies escocesas.

—En Irlanda la mayoría de las personas han tenido afinidad por los ingleses—susurró Fillius, dirigiéndose a Marlenne—, no tendrás problemas con Scotland Yard.

Incluso habían tenido la osadía de bautizar a la policía con el nombre de la tierra que habían dejado en el suelo.

Marlenne observó el lugar y sintió un escalofrío recorrer su nuca, percibió como si una brisa estuviera rondando a su alrededor. Sobó sus brazos sintiendo las gotas de lluvia en sus manos, comenzó a caminar, alejándose un poco de sus acompañantes que ya conocían el lugar.

Frente a ella había un terreno fangoso y con maleza raída, una cabaña de adobe y madera frente a ella que tenía un letrero que indicaba su nombre, Leanach Cottage.

—Ese es un hospital de campaña—le indicó Fillius, quien había llegado tras ella—, si te das cuenta a donde se encuentran las banderas —indicó las astas donde flameaba una roja y azul respectivamente —, fue donde inició la batalla que sepultó a los jacobitas.

—¿Qué es eso?—indicó Marlenne a una alta torre de rocas que parecían un memorial.

—Es el memorial Cairn, los ingleses lo construyeron para rendir un homenaje a todos los caídos, claramente sólo para aparentar, ellos estaban felices de destruir a toda la línea Estuardo.

—¿Y aquellas pequeñas?

—El dueño de las tierras de Culloden es un granjero escocés que sin permiso de nadie las colocó como memorial. Son rocas funerarias que corresponden a darle un sentido pésame a los clanes.

—¿Y los ingleses lo autorizaron?

—Sí, en la actualidad tratan de decir que no tienen intención de pelear con sus hermanos de las tierras altas.

Marlenne comenzó a caminar por los caminos de tierras y observó los nombres de algunos de los clanes que perecieron aquel día. Se detuvo frente a uno al azar y se agachó frente a ella; analizó el bello significado que tenían aquellos monumentos.

Tocó la roca que estaba decorada por algunas flores y leyó la inscripción.

«Clan Fraser»

¿Cuántos guerreros habían fallecido en el campo de batalla?

—¡Marlenne, vamos!—gritó Elsie—, dicen que cuando va atardeciendo algunos fantasmas llegan a los memoriales, no han sabido olvidar la batalla.

—Además me gustaría invitarte a otro lado— susurró Katherine.

—¿Dónde iremos?

—Es una sorpresa, pero debes ir a casa por otro abrigo, será en la noche.

—¿Es seguro?

Mmm sí, dependiendo si crees o no en la magia ¿Quieres ir?

—Pues sí— respondió sonriendo.

Marlenne desconocía que aquella afirmación implicaría algo que cambiaría su vida. Quizás debía aprender a creer en la magia, sobretodo estando en Escocia.

Al llegar al alojamiento decidió tomar una ducha, para poder quitar la humedad de la lluvia y ponerse ropa limpia para la invitación de la noche. Mientras terminaba de calzarse las botas notó que su gajete de flechas se había caído de donde lo había guardado, se acercó a la ventana y notó que al lado del poste de electricidad había una persona.

Agudizó su mirada y percibió que era un joven de cabello rojizo parado en la mitad de la llovizna y observaba la ventana apoyado en el árbol. Desvió la mirada por un segundo para abrir la manija y ver con claridad, pero ya no estaba.

Se había ido.

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