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• SÈ FICHEAD

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SAIGHEAD BOIREANNACH
Sentimientos inesperados
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Las mujeres se quedaron observando con una sonrisita en los labios mientras Marlenne se alejaba fuera del salón junto al pelirrojo escocés.

—Creo que alguna de nosotras debe vivir el sentimiento de andar por las nubes —manifestó Blaire, cogiendo una copa de vino para luego alejarse a platicar con Letitia Mackenzie —. Me alegra que Lenna tenga más suerte que nosotras.

—Salud por eso— respondió Nimué, quien cogió una copa con remish, aquel licor qué abundaba en el salón.

—Tendremos que disfrutar sin ella, creo que podemos entretenernos mientras bebemos y hacemos tonterías en la pista de baile —anunció Heidrun—, ya sabes que Blaire no se separará de la esposa del amo ni de sus amigas hasta que todas le hayan mandado a hacer algún vestido, aprovechemos antes de subir hasta el cuarto.

—Hecho, vamos a disfrutar de esta noche.

Nimué y Heidrun se mantuvieron bebiendo los tragos y bailando al ritmo de la música que los hombres de la orquesta tocaban, evidentemente los hombres se quedarían hasta altas horas de la madrugada celebrando sin motivo. Los escoceses solían ser muy asiduos a la buena mesa, el alcohol y las reuniones sociales, por ende, no se necesitaba de una gran causa para poder iniciar un festejo.

Nimué no estaba acostumbrada a trasnochar y mucho menos a beber de esa manera, por lo que después de un rato comenzó a sentir que su cabeza giraba y sus párpados tenían el peso característico del alcohol haciendo de las suyas en su sistema, no obstante lo estaba pasando tan bien en compañía de las personas del castillo que no se percató todo lo que había bebido.

—Heidrun— siseó en su oído —, creo que me sentaré un momento. Me siento algo mareada.

—¿Quieres vomitar?

—No, no. Pero debo calmarme un poco, me sentaré allí y comeré algo que encuentre en la mesa —terció sin poder ocultar que se encontraba mareada debido a la bebida.

La muchacha avanzó hasta la mesa, sin embargo su cuerpo se sentía pesado y no podía dimensionar los espacios en concreto. Se tropezó con un hombre que bebía sentado a orillas de la mesa donde se hallaba, derramando el líquido que llenaba la jarra de este mismo.

—Maldición— escupió la mujer, reparando en el escocés de cabello castaño, barba abundante y ojos enmarcados en unas pobladas cejas. Tenía un aspecto hosco y malhumorado y probablemente le causaba mucho más mal humor el hecho de que ella hubiese derramado su vaso con alcohol—, lo lamento mucho, estoy algo ebria. Buscaré un trapo o algo para limpiar tu tartán.

El hombre tenía una expresión enojada, no obstante al notar la presencia de Nimué se suavizó de forma inexplicable. Murtagh Fitzgibbons no era por nada la persona más amigable del mundo, era violento, usaba malas palabras y solía escupir con frecuencia. No era nada normal que no se alterara porque alguien derramaba su trago, puesto que de haber sido alguno de los hombres del clan, le habría lanzado al menos unas cuantas malas palabras.

—No, no te preocupes muchacha—terció con el ceño fruncido, algo preocupado—¿Te encuentras bien? ¿Quieres agua o algo para comer? Te ves algo pálida y a punto de vomitar. 

—Sí, creo que me he excedido con las copas de remish— dijo como excusa—, siento que tu ropa haya tenido que sufrir las consecuencias.

Murtagh no solía relacionarse con las mujeres del castillo de Leoch, en realidad no solía relacionarse con las mujeres en general, menos con las invitadas de Colum Mackenzie, puesto que eran estiradas y soberbias en la mayoría; el escocés disfrutaba de una buena conversación y por lo general, las invitadas de Letitia, osea las esposas de los terratenientes, no tenían temas muy interesantes de los que hablar.

—Ten—le entregó una canasta con sándwiches de carne y queso—, eso te ayudará a pasar el malestar del alcohol en la sangre. 

—Gracias—contestó Nimué, viendo a Heidrun bailar con algunos niños que aún no se iban a la cama—, me sentarán bien, no había comido demasiado antes de lanzarme a beber. 

Quizás lo que más le sentaría a esa chica era volver a sus aposentos, no obstante se veía lo bastante mayor como para decidir por sí misma; no quería causar un malentendido por ofrecerle llevarla a la habitación y que fuera a pensar que quería propasarse con ella debido a su estado de ebriedad. 

Pero esa muchacha le causaba intriga y se atrevió a entablar conversación con ella. No tenía más que hacer, Angus y Rupert estarían por allí buscando mujeres y alcohol y Jamie se había ido con la chiquilla que cantaba para Colum, por lo que no tenía muchas opciones además de beber y oír las gaitas resonar al ritmo de los músicos.

  —No es por ser entrometido, pero ¿vienes con alguien o eres invitada del amo Colum?

—Estoy aquí porque soy amiga de la trovadora. Ella nos trajo consigo porque es su primera vez en Leoch, la acompañamos porque sabemos muy bien como son algunos hombres aquí.

El hombre supo a lo que se refería la joven y torció una mueca de incomodidad.

—La verdad es que me pareces familiar, algo en tus facciones...¿Vienes de la isla Skye?

—Asumo que conoces a mi madre—dejó escapar ese comentario con algo de tedio y sarcasmo.

—¿Quién es tu madre?

—Flora Anderson, es quien cuida de la isla Skye, asumo que sabes de su fama como sanadora y curandera. 

Murtagh había conocido a Flora hacía algunos años, cuando los hombres del clan Mackenzie solían irse de cacería cerca de la isla Skye, Flora los curaba y les entregaba comida y un lugar para descansar; además no era oficial, pero era un secreto a voces de que Dougal Mackenzie había compartido la cama con varias de las mujeres de la isla, entre ellas Flora hacía ya muchos años. 

—La conocí años atrás, pero hace mucho que no sabía de ella.

—Mira, qué curioso, a mi madre le encanta que las personas sepan sobre ella, que estén a su alrededor y ser el centro de atención en todas las ocasiones. Nadie sabe sobre las demás personas en la isla Skye, sólo ella es quien importa. 

El hombre hizo una media sonrisa, jamás había oído escuchar a nadie referirse así sobre Flora Anderson, sin duda era lo que él pensaba, nadie era completamente bueno en la vida y no le caía bien la gente que se esforzaba en aparentar tener solo un lado de luz en su existencia. Todos tenían luz y oscuridad en el interior y Flora se esmeraba en ocultar sus errores, lo que causaba el enojo y aplomo de su hija. 

—¿A qué te dedicas tú? Disculpa ¿podría saber tu nombre?

—Me llamo Nimué, soy herrera.

La cara de sorpresa de Murtagh fue evidente, una sonrisa surcó sus labios. Tampoco era común que las mujeres supieran ese tipo de oficios que eran por lo general para los hombres, nada más que en la isla sólo vivían mujeres, por lo que era imperioso que se obtuvieran esos conocimientos. Aunque fuera debido a la fuerza mayor.

—¿Siempre has vivido en la isla?

—Desde que tengo memoria, me gusta la vida en la isla, estar con el resto de las mujeres, ayudarlas, formar una comunidad, es una vida buena, aunque tengo que admitir que me gustaría tener algo más. Vivir más allá de lo que ofrecen estas tierras —susurró mientras volvía a coger una copa de vino esta vez—, pero no me has dicho tu nombre ¿o sólo yo soy quien debe presentarse?

El hombre extendió su mano y le dedicó una mirada directa.

—Murtagh Fitzgibbons Fraser, mi lady—respondió con respeto—, a su servicio. Siéntase tranquila, nada va a sucederle aquí en el castillo mientras esté aquí.

—¿Por qué lo dices?

—Hace poco dijiste que acompañaste a tu amiga porque conocías la clase de hombres que aquí vivían—mencionó—créeme que no soy ese tipo de hombre. 

Nimué sintió un pálpito extraño, no sabía que los hombres realmente podían poner atención a los relatos de una mujer, siempre había algo detrás, siempre había una doble intención. No veía que Murtagh tuviese una para con ella, aparentemente era algo mayor en relación a su edad y no parecía impresionarse con facilidad, sintió que de cierta forma podía bajar la guardia, al menos durante aquella conversación. 

—Pero conozco la clase de hombres como Dougal y Rupert Mackenzie, sobre todo del primero —añadió al final. 

—¿Rupert Mackenzie te ha hecho algo? —preguntó el montañés con incomodidad.

—Nada que sea digno de mención ahora, pero si lo suficiente como para saber que los hombre no entienden un no como respuesta.

—No es que importe mucho. Pero espero que disfrutes de tu estancia en Leoch, aunque sea breve, estando yo aquí, estarás segura. Quizás no lo necesites —dijo al notar la daga —, pero es algo.

—Las hago yo, esta la hice particularmente para defender a las mujeres que viven junto a mí.

—¿La has usado en alguien?

—Hasta ahora solamente para animales —dijo sonriendo.

—Bueno, ya sabes que si funciona con un animal, funcionará con un ser humano, ojalá sea con un inglés —recalcó —, un casacaroja para ser exacto.

—Un brindis por eso —declaró Nimué—, esos bastados deberían ser degollados.

Aquella frase bastó para que los ojos de Murtagh se iluminaran y que el remish le supiera aún mejor.

Marlenne observó los ojos azules de Jamie en profundidad, aún en la oscuridad podía distinguirse el tono encantadoramente profundo de su mirada. El escocés había palabreado muchas cosas con toda la intención de halagar a la irlandesa mientras la conducía por los jardines del castillo Leoch, quería llevarla a su sitio secreto, al lugar donde se escondía de niño.

Era especial y según la impresión que a simple vista y en lo profundo de sus pensamientos le entregaban; Marlenne era especial aunque aún casi no tuviera idea de muchas cosas de su vida.

No obstante, Lenna había estado sumergida en el pozo profundo de su mirada, de sus ojos azules.

—¿Me estás escuchando, Marlenne?

Ella tuvo que salir de la ensoñación que su ensimismamiento le produjo por unos instantes. Sonrió de manera nerviosa y se sintió muy estúpida al respecto.

—¿Acaso parecía que no? Te aseguro que lo hacía.

—Parecía que estabas observando a tu alrededor, fascinada. Como si fueses un hada.

Aquellos cumplidos.

Aquellas palabras.

La estaban volviendo completamente loca, estaba yendo en contra de todas las advertencias que le habían hecho los libros de romance que había leído a lo largo de su vida, puesto que los caballeros solamente existían en los cuentos, pero tenían uno que otro defecto, algo que lograba que no fuese perfecto.

¿En la vida había algo perfecto?

Sólo que desde que Elijah Robinson le había pedido matrimonio, había rehuido de los hombres y de sus intenciones, fueran de cualquier índole, con cualquier intención. Ahora con Jamie todo estaba siendo diferente, estaba completamente cautivada, asombrada puesto que jamás había conocido a un hombre como él, era como uno de esos hombres salidos de una novela.

Y no quería equivocarse, de verdad que no lo quería.

—¿Has visto a un hada alguna vez en tu vida? Si dijeras eso frente a alguna persona incorrecta, diría que estás loco o que eres un blasfemo.

—¿Sólo una de ellas te lleva a la horca no es así?

Ese humor negro también era algo significativo.

¿O es que era un coqueteo?

La locura aún no es un crimen capital.

—Creo que si las hadas fuesen reales, se verían como tú, cantarían como tú...

De pronto sus miradas habían caído en entregarse una vertiginosa mirada, Marlenne sintió su abdomen contraerse, la proximidad con el escocés le erizaba los vellos de los brazos y la boca se le secó repentinamente.

Deseó ser más atrevida y abierta para expresar sus deseos, para dejar en claro cuales eran sus intenciones. Para hacerle ver a Jamie que él le atraía como una polilla a la luz.

Pero no lo era, desvió la mirada y observó a su alrededor.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, mordiendo sus labios y sobando sus manos en un gesto ansioso.

Jamie torció el gesto, no quería incomodar a Marlenne y ella parecía algo asustada, sin saber qué hacer o hacia donde mirar.

Tal vez simplemente no sentía lo mismo.

Probablemente estar a solas con él, ponía en jaque su reputación y su honra y este no estaba contribuyendo a que eso no sucediera.

—Este es el sitio a donde suelo venir cuando quiero pensar, donde me oculto cuando no quiero que mis tíos me encuentren. Es tranquilo y alejado del castillo—anunció —. No me malinterpretes, por favor. Sólo quise compartirlo contigo porque quería alejarme del bullicio del castillo para poder platicar con calma.

—El castillo es hermoso, pero este lugar aún más. Puede sentirse el silencio y la luna se ve tan radiante, las estrellas tan resplandecientes— comentó Marlenne mientras ambos se acomodaban en una roca junto al pequeño lago que reflejaba las luces del cielo.

 —De niño venía aquí cuando me enojaba con los demás chicos del castillo, o cuando algo me colocaba triste y no quería que nadie me viera. 

—No eres muy bueno para compartir tus sentimientos, quieres demostrarte fuerte siempre. 

Jamie sonrió de medio lado, asombrado por lo fácil que le era a Marlenne leerlo. 

—A un hombre no le gusta la lástima. El hombre debe brindar protección, ser seguro, inspirar fortaleza, si es que vamos a derramar algunas lágrimas, por lo general va a ser en soledad. 

—¿Podría saber porqué ?

—Pues, es algo difícil de explicar. No puedo generalizar, pero estoy hablando por mí. Creo que no me gusta que las personas me vean como si fuese un animal herido. Pero ya basta de hablar de mí ¿Te colocas nerviosa al cantar frente a tantas personas?

La irlandesa nunca lo había pensado, habían muchas cosas que la ponían ansiosa, pero cuando oía las melodías y estas salían de su voz, era como si fuera una con las canciones.

—Creo que en mi vida soy buena para dos cosas, para cantar y para tirar flechas. Es algo que he hecho desde niña para ganarme la vida.

—Se nota, pues lo haces muy bien.

Jamie notó que el viento comenzaba a ondear los cabellos ondulados de Lenna y que a su vez, esta se estaba sobando los brazos para entrar en calor.

—Estás temblando, mujer —indicó quitándose el tartán que atravesaba su pecho y colocándolo sobre la espalda de la chica.

Marlenne sintió que el aroma a tierra mojada y almizcle inundó sus fosas nasales y cerró los ojos de manera instintiva, dejándola en evidencia.

Fue en ese instante en el que Jamie pudo percibir que no era incomodidad lo que ella sentía cuando estaba con él. Parecía ser que sentía el mismo deseo de acercarse y pues esos gestos la ponían en evidencia.

Uno de sus mechones de cabello comenzó a hacerle cosquillas en el mentón, poniéndolo todavía más inquieto, logrando que su calma se derrumbara un poco. No quería dar pasos en falso con Lenna, no deseaba ahuyentarla, pero ella estaba tan cerca, que casi podía sentir su respiración acelerada y su aliento cosquillearle en el mentón.

—Tienes un cabello travieso—declaró al cogerlo entre su dedo pulgar e índice —Me gusta, me gusta que sea intrépido —susurró acercándose con cautela a su rostro, primero observando el sitio a donde depositaría el mechón y luego a sus ojos avellana.

Pudo percibir la inquietud antes de tomar la decisión y acercarse por completo. Quería besarla y deseaba con fervor que ella recibiera sus labios con agrado e intensidad.

Sólo que vaciló intentando descifrar su reacción. Por más evidente que esta fuese.

—¡Jamie! ¡Sabía que podía encontrarte aquí!

La voz familiar de Loaghaire perforó sus oídos y desintegró la atmósfera de intimidad que tanto le había costado instaurar. Observó a Lenna sobresaltarse y alejarse de inmediato, intercambiando una mirada avergonzada y de disculpa, de haber podido hubiese salido huyendo.

Los ojos verdes de la joven recién llegada se posaron en ellos y de inmediato supo de qué se trataba la situación. Ella había buscado a Jamie desde que se perdió del salón y el único lugar en donde no le había buscado era en su sitio favorito. El escocés se sobresaltó cuando los brazos de Loaghaire estuvieron alrededor de su cuello para fundirse en un rápido abrazo.

—¡Te estaba buscando! Quería ver si podíamos —hizo una pausa —, ya sabes... Hablar como lo hicimos el otro día —acotó omitiendo por completo la presencia de Marlenne —. Pero veo que estás ocupado.

Jamie se aclaró la garganta, realmente era una situación que no pensó vivir. Hace unos segundos estaba a punto de besarse con Marlenne y ahora ella le veía con un sentimiento que no podía identificar, pero claramente había recelo en su mirada.

—Pues sí, señorita Mackenzie —mencionó para marcar distancia —, estaba hablando temas con Marlenne.

—Perdón, no sabía que estaban ocupados o que existiese tanta cercanía entre ustedes— farfulló la rubia con toda la intención de hacer sentir mal a Marlenne —, no quise importunar—dijo rozando de forma sutil, pero muy coqueta, el brazo de Jamie.

Lenna supo de inmediato lo que sucedía.

Lo más seguro es que en algún momento de sus vidas, ellos se hubiesen involucrado; de lo contrario no comprendía el motivo de esa intromisión. Loaghaire Mackenzie había ido a marcar su territorio como si de un animal salvaje se tratase y lo camuflaba de una manera excelente.

Inclusive la cara incomoda del pelirrojo se lo comprobaba. Él se veía como si quisiera que la tierra se abriera y se lo tragase.

—No lo somos, si tienen que hablar pues los dejo —siseó Lenna, percibiendo como algo se resquenrajaba en su interior —, que tengan buenas noches, señorita Mackenzie, James.

La manera en la que había pronunciado su nombre no era ningún buen indicio, Jamie lo supo inmediatamente. Quiso evitar que se alejara, pero la mujer se había movido rápido y no había dado cabida a una intromisión o a dejarse persuadir.

Murtagh tenía razón, lo había arruinado.

Más rápido de lo que fue consciente.



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SIIIIIIIIII PORFIN UN NUEVO CAPÍTULO.

No pensé que había pasado tanto tiempo desde la última actualización. Lo lamento mucho, pero como saben esta historia significa mucho para mí y no la dejaré por nada del mundo.
Espero que disfruten del capítulo y que sea de su agrado, desde ya agradecida por el crecimiento de la historia.
Les mando un abrazo enorme.

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