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• OCHD-DEUG

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SAIGHEAD BOIREANNACH
XVIII. Viaje por las tierras altas.
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Blaire, Caitlin, Grace y Marlenne se hallaban comienzo lo que podía llamarse una cazuela de carne, el aroma que emanaba de la olla era delicioso y concentraba todos los ingredientes que Caitlin había mezclado en ella.

—Está delicioso, Caitlin —murmuró Grace comiendo hasta el último trozo de carne —, espero que una vez llegadas a la isla Skye lo vuelvas a preparar.

—Eres una mimada— recalcó Blaire con una sonrisa —, te aprovechas de la buena voluntad de Caitlin.

—No es necesario que montes un problema por aquello, sabes que Grace es como una hermana pequeña para mi —respondió Caitlin sorbiendo el caldo.

—Y se aprovecha porque sabes que siempre cedes en lo que tiene que ver con ella —recalcó Blaire con aire divertido.

Las jóvenes estaban proporcionando energía a su cuerpo, les esperaba un largo viaje de camino a la isla Skye, las cabalgatas eran agotadoras y extenuantes, sobretodo teniendo en consideración que llevarían algo de carga. Marlenne nunca había llevado a cabo un viaje de esas características y debía admitir que se encontraba emocionada, no por el hecho de tener que cabalgar horas y horas por las planicies extensas, si no porque sentía que estaba encontrando su energía y fuerza de vida.

La idea de viajar con mujeres, de su edad, sin tener que dar explicaciones o estar bajo el ojo de la sociedad puritana conseguía que su emoción subiera a niveles insospechados.

—Marlenne, debes llevar ropa cómoda y abrigadora— Blaire volvió sus ojos hacia ella —, aquí en Escocia te habrás dado cuenta de que el clima es cambiante, asumo que Irlanda era similar, lo más seguro es que debamos cabalgar con lluvia o acampar bajo las ramas de los árboles para protegernos de alguna helada.

La aludida asintió, totalmente conmovida ante el hecho de que Blaire ya la estuviera considerando parte de su grupo de mujeres. No solía ser muy sociable, nunca hizo grandes amigas en su ciudad natal, por lo que ahora tener estas opciones era algo inexplicable para ella.

—Lo tengo en consideración, ¿hay algún inconveniente en que dejemos este lugar sin supervisión alguna? —preguntó con curiosidad.

—Tengo algunos amigos que vendrán a alimentar a los pollos y cuidar una vez al día, es lo importante de tener conocidos en la ciudad a los que puedas pedirles favores —acotó.

—Bueno, sabemos que es lo que querrá Angus Mohr a tu regreso— murmuró Caitlin.

—Y es algo que jamás podrá tener, él lo sabe —recalcó poniéndose de pie —, terminen de comer, alistense y ensillen a los caballos, nos iremos en unas horas.

Marlenne conocía muy poco de Escocia, nada más lo que había recorrido antes de su misterioso viaje en el tiempo y alguna que otra playa cuando era una niña. Se sentía como una niñita pequeña a punto de ir a un gran paseo, conocer el mundo siempre había sido uno de sus sueños a pesar de que sabía que su destino era quedarse eternamente en el verdor del césped de su jardín. Ahora que sus fronteras se habían expandido no entendía porqué tardó tanto tiempo en salir de su zona de confort.

Terminó de comer y lavó los trastos con cuidado, estarían bastante tiempo en desuso pues no tenía idea cuando regresarían de aquella aventura por la campiña escocesa. Su equipaje no era muy grande, tenía unos cuantos vestidos, abrigos y zapatos, además de su gaveta con las flechas; por ende no tenía mucho que empacar y se divirtió observando a Grace y la forma en que decidía que llevar y que cosas dejar en casa.

Todas esas chicas veían ese campamento como su hogar, no conocían la vida histérica y superficial de un pueblo y si lo habían vivido, se habían cansado de ella; estaban felices de no tener esas ataduras pues se veían dichosas con aquellas llamadas a la aventura.

—¿Estás preparada? —preguntó Grace.

—Pues sí, he de admitir que me siento como una cría a la espera, ansiosa.

—El sitio te va a gustar, las chicas a las que visitaremos tienen una comunidad muy pequeña, muy parecida a la de nosotras y han vivido en armonía con los lugareños, nos mantenemos en contacto pues no siempre encontramos ese tipo de mujeres en los caminos, el tipo de vida desarraigado cada vez es menos usual, muchas veces hay que insertarse en el pueblo y eso conlleva a algunos problemas. No siempre las mujeres de sociedad aceptar que algunas seamos tan independientes.

—Creo que lo que hacen es muy valiente. Sobrevivir solas.

—Pues ahora también lo estás haciendo. No tienes nada que envidiarle a ninguna de nosotras, tienes la fuerza y la convicción de un alma libre, de una mujer atrevida o de lo contrario no habrías sobrevivido ni un día en un asentamiento alejado de las comodidades de un hostal o un castillo.

Una vez que los caballos estuvieron ensillados, se dedicaron a cerras algunos gabinetes, apagar el fuego, guardar ciertas pertenencias y dejar alimento suficiente para las aves.

—Es hora de irnos, tenemos que avanzar lo que más podamos antes de que anochezca— manifestó Blaire con su característico tono de liderazgo —, ¿todas se encuentran bien?

Las mujeres asintieron y comenzaron una cabalgata lenta para que los caballos se aclimataran a la actividad física. El viento que corría meneaba sus cabellos y refrescaba sus rostros de la abrasadora luz del sol de media tarde. Marlenne dejó que su mente volara por unos instantes, perdiéndose en sus pensamientos y en sí misma. Rememoró las facciones de sus hermanas, pensó en la voz dulce y tenaz de Adela, en los rizos rubios y definidos de Anabella y la curiosidad incesante de Madelaine.

Deseaba volver a verlas, deseaba tener la posibilidad de volver a abrazarles y decirles cuanta falta le habían hecho.

Se sentía egoísta, egoísta por no haber hecho nada hasta ahora por volver a su tiempo.

Había un grado de miedo e intriga en su corazón, cómo podría decirle a alguien la experiencia que había vivido sin que pensaran que necesitaba de un loquero. Sabía a la perfección que las enfermedades mentales en esa época sólo eran catalogadas como obra del demonio y las cacerías de brujas aún eran comunes.

¿Pero cómo volver? ¿Cómo llegar nuevamente hasta las piedras imponentes que habían obrado en ella?

Quería preguntar sin que levantara sospechas y la única que podía responder a sus interrogantes sin que intuyera su real intención era Grace, no porque no fuera inteligente, si no porque tenía la inocencia a flor de piel y no le interesaba inmiscuirse en la vida de las personas más que por mera curiosidad.

Quizás este viaje le entregaría a aventura que le faltaba a su vida y desde ahí podría tomar el valor que le faltaba para retornar y afrontar su destino en su época.

Con el caballo se fue acercando poco a poco a la pelirroja, quien también iba ensimismada. Era el momento ideal, pues debía aprovechar de hacerlo ya que Caitlin y Blaire iban hablando animadamente de lo que harían una vez llegando a la isla.

—¿Hay algo fuera de lo común en la isla Skye? —preguntó Marlenne —, lo digo porque Escocia está llena de sorpresas.

Grace la observó risueña y de inmediato tuvo la disposición de sumergirse en una amplia conversación acerca del lugar en cuestión.

—La isla Skye es conocida por su magia —sonrió —, se dice que todos los valles, las colinas, los acantilados y las cascadas han sido creados por la mano de las hadas. Se dice que las mujeres que llegan ahí, es porque tienen que reconciliarse de alguna u otra forma con su interior y la isla es la encargada de mostrarles el camino hacia lo que el destino les depara en realidad —aclaró.

—Escocia está llena de mitos, llena de leyendas sobre seres mágicos e historias de fantasía ¿tú crees que eso realmente existe, Grace?

La pelirroja suspiró y sonrió alegre.

—Pues si no existiera nosotras no estaríamos juntas en este momento. Ninguna tenía idea de lo que sucedería con nuestra vida, coincidentemente tuvimos pasos por la isla y ahora estamos aquí, juntas. Existen otros puntos donde la magia converge, donde la magia está presente —declaró —, somos mujeres que nos regimos por la naturaleza, nuestra vida está entregada por entero a esa forma de existencia, la madre tierra y las creencias han dado forma a la manera de nuestro vivir en estos momentos.

—¿Por qué lo dices?

—Todas tenemos una conexión con la tierra, la magia ha conducido nuestro destino hasta donde estamos ahora. Somos hijas de la tierra, la vida nos ha mostrado cómo todo es parte de un perfecto engranaje. Tú también vas a darte cuenta a su tiempo, cuando estés lista para afrontar al destino o lo que este te tenga deparado.

—Yo no sé, honestamente cuál es mi meta en la vida ¿tú sabes cuál es la tuya?

Observó la forma en que el sol se comenzaba a poner en el horizonte.

—Todavía estoy en su búsqueda, pero creo que cada vez me acerco más a ello. Cada vez estoy más cerca de saber quién soy realmente.

Habían muchas historias detrás de las palabras de Grace, Marlenne prácticamente no conocía todos los secretos que esas mujeres albergaban, así como ellas desconocían todo acerca de su origen, de lo que la llevó hasta allí, de la verdad que guardaban sus pensamientos y corazón. Se quedaron un minuto en silencio hasta Grace volvió a hablar.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro que sí.

—¿Qué hay entre Jamie y tú? —La curiosidad de la joven era uno de sus mayores defectos y una de sus más grandes virtudes. Desde que había notado la atención del pelirrojo para con su nueva amiga no podía evitar pensar en que había algo sucediendo entre ellos.

Marlenne dejó escapar una risita nerviosa.

—No hay nada, él sólo no puede evitar ser un caballero cuando se encuentra conmigo.

—¿Enserio?

—No entiendo porqué te sorprende tanto, apenas le conozco.

—Mira, te aprecio mucho, Marlenne. Aunque no lo creas te considero una amiga —replicó —, jamás había visto merodear a Jamie Fraser con tanta frecuencia nuestros caminos si no hasta que apareciste —recalcó —Tengo entendido que el joven Jamie estuvo mucho tiempo fuera, en Francia para ser exacto y al volver se ha relacionado poco y nada con los dependientes y aparceros del Mackenzie, eso debido a su condición con la corona, pero es tan guapo, tan galante, me es intimidante y jamás lo he visto tan cerca a una chica como lo he notado contigo.

—Créeme sólo es amabilidad— terció Marlenne, convenciendose a ella misma no creer nada que tuviera que ver con la conversación que tenían en ese momento —, así como dices; él es muy cordial, muy caballeroso, nada de lo que hace debe tener una doble intención, además es imposible que no haya una chica en su corazón teniendo en consideración sus atributos físicos, cualquier mujer estaría contenta de frecuentarle.

—¿No te gusta, Marlenne? ¿Acaso tu tienes novio?

¿Acaso era el momento de contarle su historia y lo que tenía que ver con su huida?

No, no tengo novio. Tuve un compromiso pero se disolvió.

—Lo lamento mucho, enserio —contestó la muchacha, notablemente arrepentida de haber comenzado ese tema —, no quise entrometerme, siempre termino hablando tonterías y preguntando lo que no debo.

—No lo lamentes, simplemente no era mi destino, no era lo que estaba dispuesto para mi. No creas que eso me hace sentir triste —siseó con una mirada astuta y pícara.

Grace correspondió a su gesto y terció.

—Entonces este viaje definitivamente te hará bien. Las hadas van a conducir tus pasos hacia donde estos deben dirigirse.

Una vez que anochecido, las mujeres se quedaron agazapadas entre las ramas largas de los árboles, estas formaban una especie de cueva y las resguardaban un tanto del frío. El camino era difícil y agotador, las cabalgatas eran extensas y los caballos también tenían que comer y beber agua para reponerse; por lo que caída la noche no les quedaba más opción que hacer una fogata y calentarse.

A pesar de estar durmiendo en la interperie, Marlenne tuvo una noche sin sueños, descansando como si de un tronco se tratase; pues no supo en qué momento la noche las dejó atrás para dar paso a los primeros rayos de luz de la mañana, se despertó cuando las gotas de rocío cayeron en su rostro, provenientes de las ramas que habían sido su cobijo. Se quedó quieta por un instante, cobijada entre las mantas que la arropaban a ella y a Grace, más allá se encontraban Caitlin y Blaire. Al parecer era una zona tranquila, pues ninguna parecía haber tenido inconvenientes para dormir, los ojos castaños de la irlandesa se fueron acomodando a la luz natural, pronto sintió el frío traspasar la densa capa de lana y piel de las cobijas, pues probablemente había lloviznado en algún punto de la madrugada.

Se levantó teniendo cuidado de no remover mucho a Grace, sin embargo Blaire abrió los ojos de golpe, ya que su cuerpo percibió los movimientos cerca de ella.

—Maldita sea, ya amaneció.

—Tenemos que movernos o cogeremos una pulmonía. Debe haber llovido pues estoy algo húmeda —respondió Marlenne —, encenderé el fuego para calentarnos un poco.

—Bien, prepararé el desayuno en lo que despiertan las chicas —farfulló Blaire, incorporándose y estirando los músculos de su espalda — ¿habías dormido antes en el piso?

Marlenne negó.

—Debo admitir que es una experiencia que no me desagradó.

Blaire le sonrió, una de las primeras sonrisas reales que le concedía.

—La libertad es muy gratificante, Marlenne —comentó —, si me preguntaran si quisiera volver a la vida que tenía antes de la que llevo ahora, probablemente respondería que nunca.

En ese instante, la irlandesa no sabía si oír nada más o hacer otra pregunta.

—¿Llevas mucho tiempo viviendo con las chicas?

—Somos compañeras hace varios años y aunque no las conozco de toda una vida es como si la hiciera. No me gusta recordar la vida antes de ellas.

—Cuando encuentras tu lugar no es necesario nada más o eso fue lo que ayer hablamos durante la travesía con Grace.

—Esa chiquilla tiene una imaginación y un espíritu soñador que no puede controlar. A veces creo que es superior a su propio bien, imagina cosas que van más allá de las posibilidades. Sin embargo es como una hermana, no sé cómo sería la vida sin sus ocurrencias fantasiosas sobre el amor y la amistad.

Esa era una de las pocas platicas que ambas mujeres habían tenido sin que Blaire estuviera a la defensiva o en pie de guerra. Era como si porfin esa coraza, esa muralla que construía ante los desconocidos fuera desvaneciéndose y dando paso a su real personalidad.

—¿Qué hora es? —se removió Caitlin entre las mantas.

—Hora de que te levantes, ya hemos dormido demasiado y hoy tenemos que llegar a como de lugar.

—¿Cuánto tiempo de viaje nos falta? —interrogó Marlenne, mientras colocaba una olla pequeña con líquido a un costado del fuego.

—Un par de horas, ya llegaremos a la costa y de allí debemos pasar entre un fiordo que sólo se abre paso entre la marea pasado el mediodía y antes del crepúsculo— respondió —, así que arriba, debemos llegar allí a más tardar a mediodía o estaremos varadas otra tarde y no es bueno acampar al lado del mar, hace demasiado frío en la noche.

—Acabamos de despertar y tú hablas como si fuera a anochecer en una hora, Blaire —se quejó Grace desde el calor de las mantas.

—Anda, levántate antes de que pierda la paciencia contigo.

La energía femenina era vigorizante, había una esencia especial en el aire. Podía sentirse la paz y la calma de un viaje, la sabiduría de las mujeres y el proceso de que todo el trasfondo va cambiando una vez que el sol aparecía por los valles verdes infinitos. Marlenne no había galopado con tanto brío y fuerza en su vida, sentir el aire fresco en la cara y moviendo su cabello conseguía que su espíritu se energizara, estaba viviendo cosas que jamás creyó que tendría oportunidad de hacer. Las nubes que viajaban, la hierba mojada emanando su aroma y la calidez de los rayos del sol provocaban que ese fuera un viaje exquisito. 

Hasta que de pronto la caballería de tres jinetes con chaquetas escarlatas comenzó a verse en la frontera, demasiado lejos todavía, pero muy lejos para cambiar el rumbo. Marlenne agudizó su vista y reconoció la cabellera negra y ondulada de cierto oficial con el que días atrás se había encontrado en mitad del mercado. Aquel que era idéntico al que sería su prometido y esposo en su época. 

—Señoritas, qué placer ¿podría saber hacia donde se dirigen?—Thomas Robinson solía mostrarse como un caballero, no obstante, Marlenne no tenía idea si es que realmente sus intenciones eran tan gentiles como intentaba demostrar.

Blaire se sintió con el derecho y necesidad de hablar antes de que cualquiera de sus compañeras emitiera palabra.

—Nos dirigimos hacia donde unas parientes, aguardan a por nuestra ayuda, sargento.

Blaire y las chicas conocían muy bien a los casacas rojas, a los oficiales y los hombres de mayor rango. También sabían de cuáles debían cuidarse y con quienes podrían llegar a ciertos acuerdos. Ninguno era de fiar, a los ojos de Blaire, Thomas Robinson era un hombre más del montón que haría lo que fuera con tal de colgar una medalla en su chaqueta.

El aludido agudizó su mirada y se quedó observando a Marlenne, quien no había querido levantar la cabeza en su dirección.

—¿Acaso usted no es el lirio irlandés que conocí en el mercado semanas atrás? Qué alegría volver a verla, señorita Farrell— pronunció con delicadeza, acercándose con su caballo hacia ella, dejando atrás a sus compañeros e ignorando por completo la contestación de Blaire.

—Señor Robinson— Marlenne fingió sorpresa y una sonrisa educada, teniendo que reprimir la irritación que le provocaba ver el rostro lúcido y tangible de su prometido Elijah —, qué coincidencia volver a encontrarnos.

—No tenía idea que usted todavía estaría en Escocia, pensé que una dama irlandesa volvería rápidamente a la hermosura de su tierra— decretó—, tampoco pensé que su estadía en las tierras altas estaba siendo llevada a cabo en una residencia tan informal como el campamento de mujeres nómadas como las presentes. 

Marlenne pudo sentir el sarcasmo y algo de burla en sus palabras, seguramente ese era el tipo de comentarios solapados y machistas que podían esperarse de una persona que era parte del ejército del rey en esa época, no muy distinto o alejado a lo que ella estaba acostumbrada a oír.

—Le aseguro que mi estadía está siendo maravillosa al lado de mis parientes— terció con la mirada algo más oscura, detestaba que las personas fueran descorteses—, tampoco pensé que usted tuviera labores que tuvieran que mantenerlo tan lejos de las centrales de operaciones del ejército de dragones de su majestad— respondió dejando en claro que él tampoco estaba teniendo un trabajo tan elegante si había sido enviado a patrullar los sinfines de la campiña.

—Es rutina, nada que me complique, toda labor para el rey es honorable. 

—Ya lo creo, todos los súbditos y parajes son igual de importantes y prestigiosos— acotó con astucia y suspicacia. 

—Bueno señoritas, les recuerdo que en estos caminos abundan los forajidos y hombres que tienden a ir en contra de la ley, por favor ruego que tengan cuidado, si necesitan escolta no tenemos inconveniente en acompañarles a su destino— recalcó. 

—No habrá inconveniente— repuso Blaire—, conozco estas tierras hace años, quizás desde antes de que usted se hiciera parte del ejército. Eso sucede cuando uno debe crecer sola, puede tener dificultades, pero también muchos beneficios.

—Pues que tengan un buen viaje— replicó, evidentemente molesto, sólo que esas mujeres no estaban violentando ninguna ley que le hiciera poder reprenderla por aquella lengua hipócrita —, Señorita Farrell— se volvió hacia ella nuevamente—, deseo que su experiencia en Escocia sea muy confortable, asumo que debe estar durmiendo en alguna cabaña o tienda, quiero invitarla a que se quede en algún fuerte del regimiento, le aseguro que tenemos mucamas y servidumbre de alto nivel, donde podrá tener todas las comodidades.

—Estoy muy a gusto en el campamento de mis parientes, señor Robinson, aunque créame que ante cualquier evento que se presente, le tomaré la palabra y acudiré a usted para pedir su ayuda— contestó, tensa y fastidiada de fingir un tono amable.

—Ha sido un placer verle nuevamente, créame, mis ojos están totalmente conmovidos por la belleza de las tierras irlandesas. 

Eso era lo que hacían los hombres como él.

Los hombres como Elijah. 

Sólo se fijaban en lo físico que podía entregarles el cuerpo de una mujer. 

—Le agradezco, que tenga un buen viaje al pueblo— comentó y rápidamente le dio unos toquecitos a las riendas para poder partir y no seguir prolongando aquel encuentro. 

Los demás soldados se despidieron con un asentimiento de cabeza y las mujeres avanzaron entre ellos a todo galope con sus caballos. Una vez que estuvieron a una distancia prudente, Blaire se acercó a Marlenne, ansiosa de saber de su encuentro con el sargento. 

—No sabía que tenías vínculos con el ejército.

—¿Acaso es algo malo?— preguntó con precaución.

—No, pero el sargento Robinson no es un hombre de fiar, no queda mal ni con Dios ni con el diablo, hay rumores sobre él. 

—¿Qué se dice?

—Que le gusta seducir mujeres, vuidas o solteras que buscan una oportunidad de casarse, obviamente para aumentar el renombre y su riqueza, sin embargo se dice que ha dejado a algunas a punto del compromiso, incluso se rumora que fue trasladado aquí a Inverness para acallar los rumores de un hijo ilegítimo con una ricachona del sur, aparentemente tuvo un idilio con ella y el esposo le pidió el divorcio, fue un escándalo del que no se hizo cargo alguno.

—Lo conocí fortuitamente en el mercado el día que fuimos al castillo Leoch. 

—Ten cuidado, pues aquel hombre demostró mucho interés en este lirio irlandés.

—Aunque no lo creas, sé como cuidarme Blaire. 

—Se que llevas el arco y las flechas, pero muchas veces los hombres son unos malnacidos que saben como salirse con la suya. 

Ella tenía razón y lo más seguro era de que hablaba desde la experiencia. 

Cuando llegaron al límite del mar, los caballos aminoraron el paso, había que cruzar un archipiélago de baja profundidad, la isla se podía vislumbrar desde la orilla, no era un gran espacio entre ambos pedazos de tierra. 

Marlenne pudo vislumbrar un grupo de cuatro mujeres que estaban en la playa y se levantaron a hacerles señas respectivas. 

Otra comunidad. 

—Te presentamos la Isla Skye, Marlenne. Tierra de las hadas— replicó Blaire con una media sonrisa.

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