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• NAOI-DEUG

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SAIGHEAD BOIREANNACH
XIX. Mujeres que unen su poder.
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Cuatro mujeres observaban a las otras cuatro que venían llegando a través de las aguas. Marlenne sintió el nerviosismo que siempre le provocaba conocer gente nueva, esta no era la excepción precisamente; si bien había estado trabajando en sí misma aún debía incrementar su autoestima a la hora de reconocer sus capacidades.

Marlenne percibió la cara de felicidad y nostalgia que iba surgiendo en las facciones de sus compañeras de viaje, por lo que comentaban, todas se conocía de antes por lo que la nostalgia de los recuerdos y la emoción de un reencuentro se estaba haciendo latente.

Una vez llegadas a la orilla de la costa, Blaire fue la primera en bajar de su caballo y caminar junto a él tomándole por las riendas. Una de las mujeres que aún se hallaban algo alejadas, se levantó y comenzó a caminar extendiendo los brazos al ver que Blaire iba en su dirección.

—¡Flora! —exclamó la mujer con alegría —¡Oh, Flora. Tanto tiempo sin verte!

La mujer de cabello largo y ondulado hasta la altura de la cintura, ojos ambarinos con la forma similar a los de un gato envolvió a Blaire entre sus brazos, casi logrando que esta desapareciera teniendo en consideración la altura de la anfitriona. Sin duda era muy alta para la estatura promedio de una mujer, poseía una piel bella y rondaba los cuarenta años.

—Lo que sucede es que eres una ingrata, he llegado hasta a creer que te fuiste a vivir a algún castillo con uno de esos Lairds allá en la gran Escocia —contestó sin soltar el abrazo.

—Jamás, sabes muy bien lo que pienso sobre los hombres que viven en castillos —habló con la suficiencia que la caracterizaba—, anhelaba tanto llegar y pues las chicas también querían verlas, a ti y tu hermosa comunidad.

La mujer que respondía al nombre de Flora era imponente, como si con una sola mirada fuera a comerse al mundo y con una palabra fuera a someter al más rudo de los hombres. Caitlin se acercó a ella con una sonrisa en el rostro y la mujer le abrazó con amor genuino al igual que hizo anteriormente, lo mismo sucedió con Grace.

—Veo que tienes un rostro nuevo dentro de tu clan —comentó cuando Marlenne se acercó al grupo.

Blaire extendió el brazo y lo pasó encima del hombro de Marlenne, en señal de compañerismo.

—Flora, ella es Marlenne Fitzgerald. Ha venido desde Irlanda y se instaló un tiempo con nosotras, nos encontramos por casualidad y la verdad es que estamos muy contentas de tenerla en el asentamiento— comentó, provocando que la aludida se emocionara, pues nunca imaginó que Blaire se sintiera feliz de que estuviera junto a ellas, sus palabras parecían genuinas, no como si las hubiera dicho de los dientes para fuera para poder presentarla con sus viejas amigas.

—Es un gusto, Flora. Puedes decirme Lenna.

—El placer es todo mio, Lenna —saludó la mujer besando cada una de sus mejillas —, nos pone muy contentas que cada vez más mujeres se unan en comunión, eres bienvenida a la Isla Skye.

De pronto la mujer se volvió y les hizo una seña a sus acompañantes para que se levantaran de los roqueríos.

—Estábamos buscando almejas para el cocimiento, sabíamos que llegarían hambrientas, sólo que las esperábamos para la noche —se excusó.

—El día nos permitió hacer el viaje más rápido— comentó Grace —, acampamos anoche antes de cruzar el fiordo hasta aquí.

Tres mujeres más se allegaron al grupo donde se encontraban las recién llegadas y saludaron a las muchachas con emoción y alegría, todas se habían visto en ocasiones anteriores, la única desconocida lógicamente era Marlenne, quien se hallaba algo abrumada e intimidada; a primera vista todas eran mujeres despampanantes, no físicamente hablando, eso era muy superficial, no obstante todas tenían un aire de misterio, un encanto natural que lo propiciaba quizás la misma isla y su magia.

—Marlenne— habló Flora luego de que las mujeres saludaran a sus pares antiguas —, quiero presentarte a mis más cercanas en este lugar, todas ellas son mis hermanas más leales, a quienes confiaría mi vida —recalcó —, ella es mi hija Nimué.

La nombrada era muy similar a su madre, poseía la piel más pálida, ojos verdes y el cabello negro en cascada; tenía una altura superior a la de cualquier mujer y un cinturón de cuero donde colgaban algunos cuchillos que hacían que cualquier recién llegado se intimidara. Se acercó estirando una mano en dirección a la irlandesa y esta sonrió con amabilidad, no obstante sintió cierta tensión en el apretón de manos.

—Un placer—decretó Lenna sin hacer mayores comentarios, pues sentía su mirada algo evasiva.

—Nuestra pelirroja, Enya; sin duda una de las mejores cocineras que conocerás en tu vida. Hace unos caldillos y cocimientos que consiguen que la resaca más pesada deje el cuerpo de cualquiera —comentó Flora entre risas.

—¡Hay que probar un poco! —intervino Blaire.

—Es un placer conocerte— saludó Enya, una muchacha de complexión delgada, piel pálida y con muchas pecas, ojos azules y el cabello pelirrojo que ondeaba al ritmo del viento—, sin duda no querrás abandonar este lugar.

—Y por último —mencionó Flora —, ella es Heidrun, tampoco es de Escocia, viene de tierras del norte y se ha quedado aquí con nosotras durante unos años. Sin duda nuestra mejor guerrera.

Una chica de piel blanca, prácticamente casi albina se plantó ante Marlenne, su cabello rubio platino y sus ojos grises era como ver un espejismo. Era como si estuviera viendo un hada materializada de carne y hueso, tenía un trenzado diferente al de las demás mujeres, el cual Lenna reconoció como nórdico. Llevaba un maquillaje particular y joyas de plata muy características de los pueblos escandinavos. Antes de hablar le dedicó una sonrisa.

—Siéntete bienvenida, Lenna— habló con tono melodioso a pesar de su acento particular.

—Muchas gracias, es un gusto estar con ustedes— respondió sintiéndose maravillada por la energía femenina y el paisaje rodeado de montañas, ríos y el mar.

—Han llegado en muy buena fecha, nos prepararemos para celebrar Samhain—comentó Flora—, pero aún hay tiempo para eso, ahora quiero que vengan a conocer a las demás. Hemos crecido un poco desde la última vez que estuvieron aquí.

Las mujeres avanzaron mientras conversaban entre ellas, a Marlenne le costaba un poco entrar en confianza con las personas nuevas, si bien ya casi se sentía parte del clan de mujeres escocesas, ahora estaba descubriendo un mundo nuevo.

Sus ojos se posaron en las casas de roca que estaban apostadas cerca de un grupo de grandes árboles nativos. Sin duda era el lugar ideal para un asentamiento, había protección, sitio para sembrar vegetales y una gran fuente de agua. Aquellas mujeres habían ido creciendo y no porque fueran formando familias numerosas, Marlenne se dio cuenta de que eran mujeres que por alguna razón se habían apartado de la vida en los condados, en los pueblos o cerca de los castillos y habían optado por una existencia alejada a las costumbres, tal como lo había replicado Blaire en Escocia con ellas.

Mientras caminaba se percató que al menos unas doce mujeres vivían allí, algunas con sus bebés en brazos y otras con sus hijos pequeños. Sintió una fuerte emoción, el vínculo que habían desarrollado con ese lugar, con la isla era algo que todavía no era capaz de comprender, pero que apenas llegó comenzó a obsesionarle.

¿Era posible vivir alejado de todo y todos?

Hasta el momento ella lo había hecho y no le había sentado mal, esas mujeres lo hacían y podía notar la paz y dicha en sus rostros. Inspiró profundamente y sonrió, sabía que no estaba en su época, sabía que estaba lejos de sus hermanas, pero el shock de aquellos acontecimientos y de su viaje en el tiempo habían pasado, sus ganas por conocer los secretos de la magia de las piedras estaban intactos.

¿Pero quería volver a 1870 realmente?

Allá estaba su familia, sus hermanas.

¿Pero estaba su vida en realidad?

Quizás su futuro estaba allí, cien años antes de la época en la que realmente había nacido.

Caminó hacia los calderos, allí se encontraba la mujer que respondía al nombre de Enya. Se acercó y se sentó en una de las rocas.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó de manera amigable.

—Por supuesto, si queremos comer pronto. Lo necesito —respondió con una sonrisa —, eres hermosa. Puedo notar tu acento irlandés, también soy de allá.

Marlenne sonrió mientras tomaba un cuchillo y comenzaba a pelar las patatas.

—¿Hace cuánto vives acá? —preguntó sin querer parecer invasiva—, veo que realmente disfrutan de la vida aquí.

Enya llevó sus ojos al océano, todavía existía añoranza en lo que probablemente había tenido en Irlanda.

—Hace dos años, Flora me acogió como lo ha hecho con todas las mujeres que han llegado aquí. No me arrepiento de haber dejado la vida que llevaba, no había nada para mí en Gallway ¿De qué parte eres tú?

Down, en el norte.

—Muchas veces añoro ver las aves y las playas, las casas construidas sobre madera a las orillas del mar —pronunció con nostalgia —, pero sé que estoy mejor aquí y la vida que ahora llevo es gracias a mí y estoy satisfecha.

—Me alegro por eso —comentó Marlenne, sintiendo prácticamente los mismos sentimientos que su compatriota.

Prácticamente con la conversación se habían olvidado las reales motivaciones que las habían traído a la isla. Si bien esas mujeres podían haber estado pasando necesidades, su energía no les permitía quedarse en el remordimiento o en el llanto de la pérdida.

—¿Cómo va ese cocimiento? Estoy hambrienta —dijo Grace acercándose a las mujeres que yacían entre las ollas —Mmm, huele delicioso ¿tiene comino y laureles?

—Sí —afirmó Enya al observar los ojos rasgados y luminosos de Grace, los que le parecieron sumamente familiares, no obstante no se permitió recordar las dolorosas vivencias que la habían orillado a dejar Irlanda —, es una de mis mezclas favoritas para condimentar.

—Pues déjame decirte que tienes muy buen gusto— replicó Grace —, también suelo usarlas.

Ambas comenzaron a parlotear sobre las hierbas y las preparaciones culinarias como si se hubieran conocido de toda la vida, Marlenne se quedó oyendolas en silencio, agradecida de estar presenciando esa conversación. Tenía una paz intentior tan grande que por un momento olvidó que todas allí probablemente tenían una historia dolorosa que las había alejado de sus familias, sin embargo habían secado sus lágrimas y remendado sus corazones y habían formado una nueva.

Todas parecían muy animadas y alegres, Marlenne se levantó y decidió que sería más útil llevándole alimento y agua fresca a los caballos que se hallaban unos metros alejados de ellas.

—¿Haz celebrado Samhain alguna vez, Lenna?

La voz cantarina de la chica que respondía al nombre de Heidrun resonó de la nada tras ella, sorprendiendola en la labor con los caballos.

Marlenne estaba segura de que esas mujeres tenían celebraciones muy distintas a las que ella debía de conocer, la última vez que Lenna había celebrado algo así había sido hacía algunos meses en su hogar, cien años antes, Mabon era lo que se conocía como el equinoccio de otoño y más que prender velas para agradecer las cosechas y beber ponche en la plaza pública no se hacía; esto debido a que la iglesia estaba considerando todos esos ritos muy profanos y no conjugaban con los nuevos ceremoniales.

—La verdad es que dudo haberlo hecho como asumo que ustedes lo hacen.

—Según mi opinión ninguno de estos rituales se debería perder, la naturaleza hace un ciclo durante todo el año y nosotros nos beneficiamos de su sabiduría, poder y regalos. Tenemos que rendirle un homenaje como es debido —comentó con simpatía.

No cabía duda que Heidrun era la chica que más curiosidad le causaba, tenía una mirada astuta y una sonrisa misteriosa. Marlenne no se consideraba para nada atrevida a la hora de entablar conversaciones, pero se moría por preguntarle todo lo que significaban sus joyas, su maquillaje y los múltiples tatuajes que tenía sobre la piel.

—¿Puedo preguntarte algo?

La rubia asintió con una sonrisa genuina.

—¿No eres escocesa no es así?

Ella dejó entre ver sus hermosos dientes y negó con la cabeza.

—No, respeto mucho las tierras que ahora son mi hogar. Pero vengo de lejos, vine aquí en busca de aventuras, donde no se reprimiera mi espíritu —farfulló con orgullo—, vengo de Noruega, soy una vikinga.

Marlenne sabía poco sobre las incursiones vikinga, sólo sabía que habían conquistado muchas tierras muchos siglos atrás y que habían intentado saquear Inglaterra a su antojo, sabía de la ferocidad de sus ejércitos y flotas, pero sólo por los libros que había leído a lo largo de su educación, no obstante jamás pensó que tendría el privilegio o la desdicha de estar cerca de una.

Oh— susurró asombrada —, de verdad lo pregunto porque eres tan distinta, no lo digo en mala forma. Pero tienes algo, tienes algo distinto a las demás mujeres que he conocido.

—Pues son los encantos con los que me han privilegiado mis dioses.

—¿Por qué estás tan lejos de tu tierra? Claro, si es que se puede saber —preguntó, pero se apresuró a tratar de limitar su curiosidad creciente.

La mirada de Heidrun se hizo algo lúgubre, en ese instante Lenna supo que no debió preguntar sobre aquello.

—Lo siento si fui imprudente— declaró mientras tomaba el cepillo e iniciaba a peinar los caballos.

—No te preocupes, en algún momento te lo contaré.

En ese instante, Flora se acercó a ellas y con su voz de matriarca llamó la atención de ambas.

—Heidrun, por favor. Ya habrá tiempo para que le cuentes a Marlenne todas las hazañas que tu pueblo y dioses han conseguido. Ahora necesito que se acerquen al fuego, pues vamos a saludar a la madre naturaleza.

Lenna observó con atención todos los objetos que estaban dispuestos alrededor del fuego y notó las diferencias de todos los rostros de las mujeres, niños y bebés qué convivían en la comunidad, había un banquete grande y lo que parecía ser algunas herramientas e implementos.

Flora estaba al centro y observaba el cielo con devoción, el crepúsculo estaba dando paso a la noche y la luna estaba emergiendo casi en su totalidad.

—El día de mañana es un día muy importante para todas quienes somos y vivimos para y por la madre naturaleza, para quienes nos hemos consagrado sacerdotisas de su poder —explicó con  seriedad y pasión—, es el día de retribuir, agradecer por la cosecha otorgada y dar una ofrenda, pues la línea entre quienes son de alma ligera se difumina, la línea entre el mundo de los vivos y los muertos desaparece y es el instante para conseguir que puedan darnos la tranquilidad.

Flora elevó sus manos con una copa de vino en las manos.

—Madre tierra, consagramos a tí este vino, para que con él nos otorgues el poder de la sabiduría y de la inteligencia, nos fortalezcas y nos llenes de bendición.

Tomó de la copa y después fue pasando una a una por todas las mujeres. Cuando llegó el turno de Lenna, esta miró de reojo a Blaire, quien le instó a beber con confianza.

Lo hizo, sintiendo un poder en ella que jamás había sentido antes.

—Quiero agradecer a todas ustedes, sin su presencia y sin su energía nada sería posible. Quiero agradecer a mis amigas de las tierras altas por venir en nuestro auxilio y para unir nuestras fuerzas en esta fecha tan importante.

Heidrun comenzó a tomar las copas de plata que estaban dispuestas alrededor del fuego y fue sirviendo vino en cada una para entregarle a las mujeres de manera individual.

—Cada una de nosotras tiene una mente, corazón y un cuerpo propio. Pero todas somos una, somos una con la tierra, con el cielo, con el mar y con el fuego ¡Enaltezcan su poder, eleven su energía con la de esta tierra sagrada! ¡Samhain ya está casi a las puertas de nosotras! ¡Salud!

—¡Salud!

—¡Skoll! —farfulló la rubia. Alzando la copa nuevamente y beber.

Muchas de las mujeres comenzaron a danzar alrededor del fuego, logrando que Marlenne recordara la danza en los círculos de piedra. Flora inspiró con fuerza y cerró los ojos, de sus labios comenzó a sisear una canción que todas oyeron atentamente.

«Soy la hija salvaje de mi madre, la que corre maldiciendo piedras afiladas, soy la hija salvaje de mi madre, no me cortare el pelo, no bajaré mi voz.
Busco presagios en los colores de las piedras, en las caras de los gatos y en la caída de las plumas
En el baile del fuego y en la curva de los huesos viejos
Soy la hija salvaje de mi madre, la que canta canciones paganas bajo la luz de la luna, la que baila en la oscuridad
La que mira las estrellas y renombra los planetas y sueña que los alcanza con una canción y su escoba
Soy la hija salvaje de mi madre... »

Las mujeres repitieron la canción al unísono, mientras danzaban, mientras reían, mientras aplaudían.

Mientras comían, mientras ofrendaban.

Mientras eran una sola.

Y Marlenne estaba allí, siendo una de ellas.

Sintiéndose parte de esa energía.

Sintiéndose parte de un todo.

Porque sin duda alguna era una de ellas, allí pertenecía.

Después de todo, ella era la que podía viajar en el tiempo.

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«Heidrun Heralndottir»

«Enya O'Brien»

«Nimué Anderson»

«Flora Anderson»

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Personas bellas, tanto tiempo sin actualizar esta historia; paso a dejar esta notita acá porque creo que es justo y necesario.

Primeramente pedirles perdón por todo el tiempo en que no he subido capítulo de la historia, saben que tener tantas historias me va pasando la cuenta pero no aprendo. (Inserte frase, usted no aprende Simpson) pero aquí porfin salió el capítulo y espero que lo gocen porque realmente disfruto mucho de escribir esta historia que se ha vuelto de mis favoritas a la hora de inspirarme. Esta historia será más o menos larga y en verdad adoro eso.

Segundo, quise hacer este apartado de gifs porque son personajes que entrarán en la trama y serán muy relevantes en los capítulos que vienen a continuación, si bien esta historia es ambientada en Outlander, no todo puede ser salseo y obsesión con Jamie Fraser, también tiene que haber intriga en lo que implica el viaje en el tiempo de Marlenne, pero por sobretodo es una historia sobre mujeres, por ende como han habido varios personajes femeninos, estoy pensando seriamente hacer una guía de ellos más allá del reparto, puesto que han ido apareciendo varios con el pasar del tiempo y quizás uno pueda irse olvidando. Recuerden que los gifs ayudan a imaginar el personaje y son como yo les veo en mi cabeza, sin embargo ustedes pueden imaginarlos en su mente como quieran.

Agradezco la comprensión y que sigan apoyándome.

Les quiero montoneeees. ✨🖤

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