• FICHEAD
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SAIGHEAD BOIREANNACH
XX. El secreto de la causa jacobita.
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A pesar de que Samhain indicaba el inicio del invierno, el sol todavía podía deleitar a las personas con sus rayos penetrantes y cálidos. El asentamiento de la Isla Skye yacía desde muy temprano preparando todos los últimos detalles para la celebración en cuanto la luz del sol abandonara el cielo. Desde muy temprano habían sentido el ruido de los galopes pasar por el fiordo que separaba la isla de las tierras altas, no obstante eran hombres de algún clan que probablemente se dirigían al castillo McDonald.
Todas las mujeres yacían en alguna labor, Enya y Grace se encontraban buscando frutas y las hortalizas para comenzar con los cocimientos, Blaire con su habilidad yacía preparando algunas enaguas de lino y seda que se usarían en el banquete, Caitlin y Flora estaban procurando cuidar del ganado y de que el resto de los animales no estuviesen contagiados con aquello que mató al que recién habían perdido. Nimué se encontraba en la pequeña herrería y maderería aperándose de leña para las fogatas de la noche. Heidrum había desaparecido en el bosque a buscar algunas flores y hierbas que necesitaba para llevar acabo algunas de sus tradiciones nórdicas, mientras tanto, Marlenne se encaminó al bosque para poder cazar animales y tener carne para los días siguientes.
Debía reconocer que se encontraba completamente maravillada por el estilo de vida y que esta pequeña villa de mujeres le parecía encantadora; muchos de los niños -hijos de otras mujeres que aún no conocía del todo bien- reparaban en sus flechas y añoraban tener la posibilidad de acompañarle a cazar, algo a lo que Lenna se rehusó completamente pues era demasiado peligroso, sin embargo gustaba también de correr con ellos y de jugar a las escondidas. Podría decirse que en esas horas se había sentido más miembro de ese sitio de lo que se había sentido parte toda su vida en el Condado Down.
¿Qué estarían haciendo sus hermanas? ¿Acaso celebrarían Samhain sin ella? ¿Participarían de las festividades del pueblo?
Esperaba que lo hicieran. Detestaba la idea de que sufrieran a pesar de que sabía que lo hacían, sólo que las conocía, todas necesitaban salir adelante y no refrenar sus vidas debido a que ella no estaba en casa. La existencia de las personas no se paralizaban sólo por el hecho de que una importante partía o desaparecía de sus vidas.
Marlenne caminó con cautela, notando las huellas y rastros que los conejos. Si hallaba un cerdo salvaje o un ciervo sería ideal debido a las celebraciones, sólo que pensaba que era mucho pedir teniendo en consideración que no conocía del todo los terrenos de la isla. Escuchó atentamente los ruidos del ambiente y se sintió completamente conectada con la naturaleza, luego del ritual de la noche anterior donde les dieron la bienvenida, sintió como si algo dentro de ella se conectara, como si siempre hubiese sido una con la tierra y con las chicas que yacían en la isla.
Sus ojos percibieron la sombra de un ciervo, por lo que rápidamente se escondió tras un árbol; de cierta manera quería mostrar sus habilidades y contribuir con las mujeres que le estaban dando abrigo y prácticamente una identidad. Junto a ellas estaba dándose cuenta de quien era realmente y todo lo que era capaz de lograr por sus propios medios. Tensó la cuerda de su arco y la flecha dio justo en medio de los ojos del animal que cayó entre las hojas inmediatamente.
—Vaya, sí que eres buena—Una voz salió de entre los arbustos logrando asustarla momentáneamente hasta que reconoció las vestimentas y la silueta de Heidrum, quien cargaba una canasta tejida de mimbre en sus manos —, lo siento, no quise asustarte— mencionó al notar que la muchacha se tensó al verla aparecer de modo repentino.
—No sabía que te encontrabas aquí. Suelo cazar en sitios donde no hayan personas en las cercanías. Por evidentes razones —contestó Marlenne.
A la irlandesa seguía costandole un poco socializar, pero aquella chica le causaba mucha curiosidad; su manera de expresarse, el modo en que se vestía y decoraba su cabello y rostro, hasta le gustaba mucho el acento en su voz. Sólo que no quería parecer una acosadora.
—¿Piensas cargar el venado en tus hombros? —preguntó con la sonrisa en la cara.
—Bueno, honestamente no pensé que iba a conseguir una bestia tan grande, creí obtener conejos y liebres y estos serían una bendición.
—Hay que agradecer por este animal en el ritual de la noche. Sé que Enya y Grace lo prepararán de forma deliciosa —musitó— ¿quieres que te eche una mano?
—Te lo agradecería —contestó correspondiendo a la sonrisa —, no seré capaz de llevarlo sola. Atemos sus patas a una rama gruesa y caminemos con él.
—Me parece bien —replicó y de inmediato sacó su hacha del cinto de cuero anudado a su cintura y con cuidado cortó una rama más o menos de un grosor adecuado —¿crees que sirva?
—Definitivamente— acotó Marlenne mientras empezaba a atar las patas del animal a la madera redondeada de la rama.
—Eres muy habilidosa con el arco ¿cómo aprendiste?
Lenna recordó a su padre y sonrió.
—Cuando era niña mi padre salía de caza para poder conseguir presas para las comidas que le gustaba hacer a mi madre. La carne preparada de los carniceros distribuidores era muy costosa y no podíamos pagarla —señaló —papá tenía un juego de cacería que siempre llamó mi atención y cuando tuve edad suficiente me colaba a escondidas a ver cómo cazaba a los animales —comentó con nostalgia—. En un principio él no estaba muy convencido con que le acompañara, mi madre no quería que fuera una mujer masculina —dijo riendo —, él no quería tener problemas con ella, pero se dió cuenta de mis habilidades y nos hicimos compañeros, eso hasta que enfermó...
Heidrum sintió la emoción de Marlenne al evocar esas memorias. Comprendió que los padres de la joven ya no estaban vivos e intentó consolar lo que el recuerdo provocaba.
—Es curiosa la manera en la que nuestros padres nos marcan, nos guían y dejan su legado en nosotros. Eso es involuntario— mencionó —, estoy segura que cada vez que sales de caza piensas en él. Si haces eso, estás honrando su memoria, siéntete orgullosa de sus enseñanzas y no te abandonarán.
—Por supuesto— reconoció— ¿me acompañas de vuelta al campamento?
—Claro que sí —siseó.
—¿Para qué son todas las cosas que llevas en la cesta?
—Pues son para hacer maquillaje y algunas coronas de flores para la noche de Samhain. Son una tradición acá en las tierras altas y en todas las comunidades que celebran el calendario pagano.
Cada vez, Marlenne se sumergía más en las costumbres y tradiciones que esas mujeres tenían. Quería consultar qué significado tenía cada uno de los ritos que harían, sentía que debía conocer sus historias y convertirse en alguien digno de ese lugar.
Ambas mujeres llegaron al campamento, los niños revolotearon a su alrededor en el instante en que divisaron que traían un venado al hombro. Sin duda era un signo de abundancia que había que agradecer, pues tendrían un festín enjundioso en la noche una vez que el rito iniciara.
—¡Agradezcan a Marlenne que tiene una puntería gloriosa! ¡Estás bendecida por los Aesir y sus dones! —exclamó Heidrum.
—¡Qué maravilla!— dijo Flora juntando sus manos en señal de agradecimiento —, es una bendición, no todos los días podemos comer ciervo ¡Enya, Grace! Vengan, tienen trabajo por delante.
La algarabía de las mujeres era notoria y la alegría en sus rostros reconfortó el campamento inmediatamente. Muchas comenzaron a pedirle a Marlenne que les enseñara a tirar, pues una vez que abandonaran la isla tendrían que volver a las trampas y estas no siempre daban resultado. La plática de las flechas y la cacería fue cortada con el resonar de unos caballos acercándose a las cercanías del campamento.
Flora, Blaire y Heidrum observaron de inmediato a tres caballos que avanzaban en dirección al asentamiento. No eran casacas rojas, eran jinetes masculinos que se acercaban cada vez más. Una vez que les divisaron, Flora se acercó a ellos, no había rasgos de sorpresa en su rostro, al parecer les conocía – al ser quien llevaba el campamento, sería la que hablaría–. Por la expresión de su rostro, aquel hombre no le era agradable.
—Dougal Mackenzie —resopló —¿A qué debo el honor de tu visita?
Marlenne reconoció al hombre de inmediato, él estaba en el castillo Leoch y era el hermano del Laird. Por la forma en que observaba a las chicas, era evidente que había alguna historia detrás, se conocían.
—Madame Anderson, le presento mis respetos a usted y a todas las mujeres que le acompañan —declaró observando a su alrededor, Heidrum tenía una postura altiva y mantenía su mano en la empuñadura de su cuchillo —, con algunos miembros de mi clan pasamos por sus tierras durante las primeras horas de la mañana, no queremos importunar.
—¿Qué necesita, hay algo que pueda hacer por ustedes?
—Estamos en el castillo McDonald, sin embargo hace mucho que no tienen a un sanador y algunos de mis hombres, por no decir estos zoquetes que vienen conmigo, tienen una especie de gripe estomacal de los mil demonios porque no pueden mantener sus bocas lejos de las botellas de whisky— explicó el hombre.
—¿Entonces lo que requiere es alguna medicina, Dougal?— preguntó entornando los ojos de manera felina.
—Si no fuera mucha la molestia, estaría completamente agradecido. En la noche tenemos una reunión importante y no puedo permitir que anden regando vómito por los salones de nuestros anfitriones —siseó con tedio.
—Por supuesto que puedo ayudar, iré a preparar infusiones —farfulló —, pero voy a tardar algunos minutos.
—Puede tomar su tiempo. Gracias por concederme el favor.
Flora dejó la estancia para entrar en una de las cabañas. Blaire sonrió y se acercó a Dougal para conversar y distender el notorio ambiente de tensión.
—Hoy es día de celebración ¿qué puede ser más importante que eso, señor Mackenzie? —le interrogó Blaire aprovechándose de la confianza que tenía con los miembros del clan.
Dougal entornó sus ojos y fue inevitable que estos desprendieran un dejo de coquetería y virilidad. El hombre era fornido, musculoso y a pesar de que se notara mayor, era muy apuesto, galante e imponente, como debía ser un jefe de guerra.
—Pues sabes que mis intereses van más allá que invocar fantasmas y buscar a los muertos, Blaire— murmuró —, hay asuntos de Escocia que no pueden posponerse sólo por un puñado de tradiciones viejas, los hombres como yo tenemos otras ocupaciones.
—¿Y cuáles serían esas ocupaciones? Que yo sepa tus dominios no están en este lugar ¿tienes rentas extras por estos lugares?
—Algo así, sólo que no puedo dar más detalles. Nunca sabes cuando un forastero puede hablar de más con los casacas rojas —declaró analizando a todas y cada una de las mujeres, reparando en Heidrum y en Marlenne.
Los ojos verdes del hombre repararon en la irlandesa y la reconoció enseguida.
—Veo que aún está tu invitada ¿le das un paseo intenso por las tierras altas?
—Sí, ella puede quedarse cuanto quiera—contestó cortante.
Dougal se volvió hacia Marlenne.
—Mi hermano Colum requiere de tu presencia en el castillo —dijo con sus astutos ojos entornados en su rostro —, mi sobrino le ha hablado de lo bien que cantas y que puedes ser trovadora de Leoch los días en que Gywllyn descansa. Había enviado a Jamie a por ti, ahora veo porque no te encontró.
Marlenne no sabía que decir al respecto de eso. Sólo había intercambiado unas pocas palabras con Colum aquella noche de celebración a la que había sido convidada.
¿Realmente Jamie había hablado con su tío sobre ella y la forma en que cantaba?
El día en que ellos se encontraron en la iglesia negra le había oído brevemente, no pensó que en verdad este se hubiera tomado las molestias de recomendarla para un trabajo tan importante como el entretenimiento en Leoch.
Flora apareció y se acercó a Dougal para entregarle una bolsa de tela que contenía los artilugios necesarios para lo que el hombre había solicitado. El jefe de guerra sacó de su bolsillo unas monedas de plata y se las entregó para posterior agradecer.
—Un placer, señoritas.
Marlenne le observó alejarse y todas las mujeres volvieron a sus labores.
—¿Qué crees que está haciendo? —le preguntó Lenna a Blaire —¿por qué vendría a la isla en un día tan ajetreado?
—Pues para no levantar la atención de sus verdaderas intenciones —contestó —Dougal está juntando fondos para ayudar a Carlos Estuardo a volver al trono, quieren formar un ejército para desafiar a los británicos y que el verdadero rey vuelva al trono jacobita —le explicó.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque cree que lo hace en secreto, pero es un secreto a voces que el jefe de guerra de los Mackenzie es un jacobita que detesta a los ingleses. Sienten que el rey Jorge es un usurpador del trono y que los Estuardo deben volver en gloria y majestad al lugar del que no debieron ser movidos.
—¿Y por qué todos aquí se pusieron tan tensos al verle?
Flora le hizo una seña a Blaire y tuvieron que dejar la platica inclusa. Marlenne era muy perceptiva, sabía que había una historia relacionada con ellas y ese hombre que había dejado los ánimos algo bajos entre el grupo de mujeres y obviamente quería averiguarlo.
De pronto se vio sin nada que hacer debido a que el ciervo se lo habían llevado Enya y Grace para trozarlo y cocinarlo a base de hierbas y especias que solamente ellas sabían como utilizar. Heidrum aún se paseaba por el límite de lo que ellas consideraban sus tierras, sabía que con ella podía obtener algo de información y no dudó en acercarse esta vez.
—¿Te encuentras bien? ¿Pareces algo intranquila?
Ella respondió con otra pregunta.
—¿Ese hombre te conoce de algún lugar? Porque si es así debieses tener cuidado, saber qué es lo que trama e ir un paso adelante que él. Dougal es la clase de hombres que debes alejar en cuanto se insinúan.
¿Ella habría tenido un problema con él?
—No lo conozco particularmente, sólo fui al castillo Leoch en una ocasión. Conozco a su sobrino y a algunos miembros de su clan, pues son conocidos cercanos de Blaire ¿acaso él te hizo daño o algo parecido?
Heidrum parecía dudar, no estaba segura si hablar de aquello, pues Flora era una persona muy pragmática y no le gustaba que la gente hablara de temas que consideraba personales o que se conversara de personas que allí no se encontraban. Sin embargo Marlenne estaba con las chicas de la campiña escocesa y eran de confianza, por lo que decidió que ella confiaría en la castaña.
—Dougal Mackenzie es un adúltero, le encanta perseguir mujeres más jóvenes y arruinarles la vida —murmuró con rencor.
Por un segundo Marlenne pensó que el hombre había actuado de forma incorrecta con ella. Sólo que asumía que de ser así, habría habido un enfrentamiento.
—¿Por qué lo dices?
La vikinga suspiró y amasó su vestido con algo de nerviosismo.
—Antes aquí vivía una chica, ella era una persona muy dulce, era muy bella. Trabajaba como lavandera en el castillo de Leoch y solía visitar la Isla Skye debido a que le gustaba mucho venir aquí —comentó —Un día nos pidió alojamiento y Flora aceptó de inmediato. No sabíamos qué había sucedido hasta que después de unas semanas notamos que estaba embarazada y que su familia la había echado a la calle debido a que no estaba casada.
Marlenne asintió, no obstante aún no conseguía unir todas las piezas de la historia.
—Cuando tuvo más confianza con nosotras, nos contó que había tenido una aventura con Dougal Mackenzie, pero que su esposa lo había descubierto pues había viajado a Leoch de forma imprevista —señaló —Elsie estaba enamorada de Dougal y él quiso que huyeran juntos, sólo que no estaba dispuesto a separarse de su esposa para casarse con ella. Cuando nació Josephine, Dougal quiso quitarle a la niña para que creciera en el castillo, pero ella no lo permitió y huyó, hasta el día de hoy no sabemos donde está.
En la mente de Marlenne encajó todo a la perfección. No podían ser tantas las coincidencias. Elsie no era un nombre muy común en Escocia, pero lo más sorprendente era que no todas las Elsie tendrían una hija llamada Josephine. Recordó a la amiga que había hecho en Inverness, lo breve que había hablado sobre su pasado y que estaba mucho mejor en ese momento.
La Elsie que ella conocía era la misma persona de la que Heidrum hablaba.
Elsie y su hija eran unas viajeras del tiempo, igual que ella.
—¿No crees que deberíamos infiltrarnos en su reunión y saber qué es lo que está tramando hacer?
—¿Lo dices enserio? —interrogó Marlenne—, esta noche estaremos ocupadas.
—Sí, pero no hasta que sea medianoche —declaró —. El hombre se veía apresurado, no creo que fuera a perder tiempo ¿te atreves a ir hasta donde los McDonald y averiguar cómo está persuadiendo a las personas para que contribuyan con su causa?
—¿Por qué quieres hacer eso? Flora no estaría muy contenta.
—Pues Flora necesita tener información importante en caso de que Dougal y sus hombres vuelvan a molestar y a hacer preguntas sobre Elsie y Josephine —expresó —, esta vez, cuando los vi creí que venían a preguntar a por ellas. Dougal cree que vienen cada cierto tiempo para saludar y que tiene oportunidad de llegar a Elsie por medio nuestro. Saber qué es lo que trama es una manera de sacarnos de encima su presencia, es una carta bajo la manga ¿Me acompañas?
Evidentemente Marlenne se había convertido en una mujer más intrépida, pues antes no se habría lanzado a la aventura en tierras inexploradas sin tener ningún motivo que la afectase a ella o a alguien que le importara. No obstante ahora iba corriendo por los senderos entre risas y oyendo los cánticos de una muchacha que al parecer no le tenía miedo a nada.
¿Debería hablar con Heidrum sobre Elsie?
¿Debería contarle sobre su paradero, o al menos que se encontraba a salvo?
¿Cómo hacerlo sin tener que contar su propia historia y las circunstancias de su estadía en Escocia?
Decidió que sería algo que pensaría con claridad después de aquella noche. Probablemente después de infiltrarse en una reunión donde no habían sido invitadas y los problemas que eso acarrearía, ambas mujeres serían mucho más cercanas.
Heidrum conocía bien las tierras de los McDonald, por lo que no le fue dificultoso atravesar los muros que protegían los fuertes y el castillo; no es como que fueran a hacer un acto criminal, sólo querían averiguar qué era lo que Dougal Mackenzie se traía entre manos, además la joven de cabellos rubios era conocida en la zona, por ende no creían tener dificultades para entrar y guarecerse detrás de alguna muralla que les permitiera oír.
—Mira, ahí están entrando unos hombres— indicó Marlenne con su dedo en dirección a una caballeriza.
—Vamos— murmuró la aludida y avanzaron prácticamente agachadas todo lo que sus piernas y espalda permitieron—, escucho voces. Deben estar dentro.
Las chicas se quedaron analizando el entorno hasta que dieron con una ventanilla pequeña que les permitiría ver y escuchar la plática. Ahí pudieron observar que el terrateniente hablaba en gaélico y que para sorpresa de Marlenne, estaba junto a Jamie y este se notaba abrumado y molesto, como si estuviera a punto de saltar como un gato y arañarle la cara a alguien.
—No entiendo tanto, sólo pude entender la palabra Estuardo— aclaró Marlenne.
—Dougal entrega un inspirador mensaje sobre devolver a Carlos Estuardo al trono del Reino Unido. De Inglaterra y Escocia— le murmuró poniendo atención—, ahora habla sobre los casacas rojas y lo que son capaces de hacer.
En ese instante ambas jóvenes observaron que sin ningún previo aviso o permiso, el hombre rasgó la camisa de Jamie, haciendo que la vergüenza se hiciera visible en el rostro del escocés. Ambas mujeres, desde su sitio intercambiaron una mirada de incomprensión, hasta que el pelirrojo se volvió y Marlenne notó las profundas cicatrices que surcaban la espalda del joven.
¿Qué era lo que le había sucedido?
Quien lo había hecho sin duda había volcado toda su furia contra la piel del pelirrojo y ahora tenía el recordatorio para siempre.
—¿Qué demonios?— siseó Heidrum—¿acaso eso se lo hicieron los casacas rojas? ¿estás bien?
Marlenne no podía contener el impacto de ver esas marcas, sintió un hueco en su estómago pues no entendía cómo podía existir tanta crueldad en el mundo. Si las personas eran capaces de cometer esos actos, no se podía esperar nada bueno de los seres humanos.
De pronto el pelirrojo se volteó e intercambió una mirada con Marlenne, puesto que había mirado justamente el punto donde ellas yacían escondidas. Rápidamente el joven quiso ponerse una camisa y se escabulló entre las personas.
—Nos ha visto— dijo Heidrum—, debemos irnos.
—Le conozco—murmuró Marlenne—, creo que no debimos ver lo que vimos, no me refiero a lo de Dougal, me refiero a lo que este le hizo a él. Está usando lo que probablemente le hicieron para inspirar la lástima de las personas.
—Y a ningún hombre le agrada ser sujeto de compasión— siseó la muchacha.
Cuando ambas mujeres avanzaron, Marlenne divisó los rizos rojos de Jamie y se quedó de pie, sin saber que decir, Heidrum comprendió perfectamente que debía dejarles a solas, que ambos se conocían y quizás hubiera algo entre ellos. La rubia le dedicó una sonrisa y mencionó que la esperaría para volver al asentamiento.
—Creo que te debo una disculpa—la irlandesa comenzó a hablar sintiendo como la cara le ardía—, no debimos estar mirando aquella reunión no estábamos invitadas, sólo que Heidrum tiene ciertas desconfianzas con respecto a tu tío y su visita al campamento.
Jamie caminó hacia ella con una mirada suave, Marlenne no sabía la manera exacta en la que este reaccionaría. Tampoco quería decir explícitamente lo que había visto, asumía que era algo personal.
—No sabes cuántas personas desconfían de Dougal Mackenzie, no es una novedad. Además él también desconfía de muchas personas. Suele ser parte de su personalidad.
Hubo un silencio incómodo que fue interrumpido por Marlenne.
—Lo siento, enserio que no debí...
—¿Ver mi espalda?— entrecerró los ojos y sacó a relucir aquella sonrisa encantadora —, créeme que no es algo que me afecte.
—Parecías muy molesto.
—Pues lo que me pone mal no es que las personas vean mi espalda, si no que mi tío saque provecho de ello para que las personas le den dinero.
Marlenne asintió sin saber muy bien qué decir, los pensamientos de sus compañeras eran acertados, él buscaba formar un ejército.
—¿Acaso el clan Mackenzie está en quiebra?—bromeó para disminuir la tensión.
—No, Dougal es un gran guerrero, es un nacionalista lleno de ilusiones que quiere nuevamente a los herederos legítimos de Escocia. Sólo que no puede hacerlo frente a Colum, eso sería traición y el clan enfrentaría la ira de la corona inglesa.
—¿Ese fue tu castigo por lo que me contaste en la otra ocasión? ¿cuando estuvimos en la iglesia negra?
—Sí, la verdad es que el capitán Randall estaba algo iracundo conmigo, me azotaron dos veces seguidas. Me desmayé en la segunda ocasión— murmuró con tristeza, haciendo que Marlenne notara que había mucho más en esa historia, cosas que no contaría en ese momento y lugar.
—Creo que no merecías ese castigo—murmuró—, no...
Lenna no era capaz de contener sus emociones ante las injusticias.
—Si ya no me afecta a mí, no tiene que afectarte a ti— siseó ladeando la cabeza—, no tienes que hacerlo. Aunque me llama la atención, ya no existen las personas que son empáticas, las que sienten los dolores ajenos.
—No sé si eso es bueno o malo.
—No cambies esa manera de ser, es muy dulce.
—¡Jamie!—la voz de un hombre con cabello hasta los hombros, barba y bigote interrumpió la conversación—, debes venir acá.
El aludido frunció los labios con hastío, solían interrumpir sus conversaciones y eso comenzaba a cansarlo.
—Creo que yo también debo volver al campamento, celebraremos Samhain— le contó con entusiasmo.
Antes de que ella pudiera irse, el pelirrojo cogió una de sus manos y la atrapó entre las de él, logrando que el corazón de ambos se acelerara.
—¿Volveré a verte, Lenna?
—Eso no lo sé, no sé cuando volvamos al campamento en las tierras altas.
—Deberías ir a cantar a Leoch— dijo con galantería—, sé que mi tío ya te dijo lo que hablé con Colum, no era la idea que te enteraras de esa forma, creo que quiso ridiculizarme de una u otra forma.
—Agradezco que me propusieras no lo esperaba y la verdad es algo que necesito. Probablemente lo acepte, pero primero debo conversar con el jefe Mackenzie.
—¿Entonces volveremos a vernos?
—Seguro que sí, podrías venir acá otro día y pasear por la isla— ofreció Marlenne.
—Creo que esa idea me gusta mucho más— respondió dejando un beso en el dorso de su mano.
Fue inevitable que sintiera mariposas en el estómago, jamás había sido tratada así por ningún muchacho pues la mayoría del tiempo solía ser invisible ante los ojos de los hombres que buscaban otro tipo de belleza. Heidrum se levantó de la raíz en donde se había sentado y su rostro expresó curiosidad.
—¿Qué? —instó Lenna.
—¿Vas a contarme quién es ese apuesto hombre?
—Sólo es un conocido del castillo Leoch.
—Pues para ser un conocido te trata bastante bien, sólo dime algo ¿le volverás a ver? porque si no lo haces, dejarás escapar un hombre muy guapo.
—Creo que nos veremos cuando volvamos a la campiña.
—Toma la iniciativa, eres hermosa, eres poderosa y si quieres algo, ve a por ello.
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