• DHÁ
________________________
«SAIGHEAD BOIREANNACH»
II. Haleg-monath
________________________
El equinoccio de otoño era una de las festividades más importantes en Irlanda, ahí es donde se hacían ofrendas a la madre naturaleza y peticiones para que la tierra brindara buenas cosechas.
Era una época para dar gracias, compartir y esperar que los seres querido fueran bendecidos en el mes sagrado. Haleg-monath o Mabon, como se le conocía en términos coloquiales; era la festividad favorita de la menor de las Fitzgerald, quien disfrutaba de pasar su tiempo entre las caléndulas y los árboles con frutas de estación. Aquel día Madeleine se levantó muy temprano con la finalidad de ir viendo quiénes eran al igual que ella, los más entusiastas del condado de Down con los preparativos de la fiesta que se llevaría a cabo en la noche.
Al llegar a casa se quitó la bufanda y el abrigo y de inmediato se dirigió hacia la habitación de Marlenne, pues necesitaba que despertara cuanto antes para comenzar con las preparaciones que se requerían para el presente día. Se percató de que su hermana aún estaba dormida; yacía en la cama tapada hasta la cabeza como siempre solía dormir. Madeleine abrió las cortinas, permitiendo que los rayos de sol se colaran a través de los pulcros vidrios.
—Marlenne, despierta— susurró con apremio—, hoy es Mabon—declaró sin poder ocultar su entusiasmo—. Necesito que me ayudes con la huerta y todo lo demás.
No obstante Marlenne siguió entre las sábanas y edredones sin siquiera haber percibido que su hermana le había intentado despertar. Madelaine bufó por lo bajo y muy a su pesar tendría que utilizar otros métodos para conseguir que su hermana saliera de la cama con prontitud. Colocó sus manos sobre la espalda de la contraria y la remeció sin ejercer fuerza, pero sí de manera insistente.
—¡Despierta ya, Marlenne!— se quejó divertida al ver que al fin comenzaba a removerse.
Marlenne por su parte sacó la cabeza de entre las frazadas y al notar la luz del sol, se llevó inmediatamente la mano a los ojos pues no quería por nada del mundo perder el hilo del sueño que plácidamente estaba teniendo. A pesar de lo terrorífica que había sido la noche anterior para ella; había conseguido conciliar un sueño reparador y sin difareos nocturnos.
Advertir la presencia de su hermana pequeña, en pie; con las vestimentas puestas y la sonrisa de satisfacción no le causaba agrado. Le provocaba un terrible sensación de fastidio y sintió deseos de mandarla al demonio debido a su inapropiada aparición. No debían ser más de las siete de la mañana.
—¿Qué pretendes, Maddie?— criticó con molestia, reprimiendo un bostezo—¿tendrías la gentileza de cerrar las cortinas?
—¡Claro que no! Si lo hago vas a seguir durmiendo hasta el mediodía y tenemos mucho que hacer.
Sabía a lo que se refería, desde hacía varias semanas, Madelaine estaba totalmente obsesionada con el hecho de que sería la celebración del equinoccio de otoño y claramente el día había llegado. Eso explicaba su insistencia y ansiedad latente. Tuvo ganas de volverse y nuevamente taparse, no obstante Maddie ya se encontraba sentada a su lado y la abrazaba de manera cariñosa, llenando su cara de besos suaves.
—Evidentemente, no veo el motivo para salir de la cama a estas horas, Mabon no irá a ninguna parte por desgracia— murmuró con hastío y sin ninguna intención de ocultar el hecho de que no le interesaba la festividad en ningún plano.
—¡Vamos, tenemos que ir a la huerta para cosechar! ¡Hay que hacer el altar! ¡Llevar la comida a la mesa comunitaria!
—¿Tantas cosas en un sólo día?—preguntó Marlenne, sólo para molestarla, pues conocía muy bien las tradiciones y qué había que hacer en los días de celebración. Eso lo había aprendido de sus padres y abuelos desde muy pequeña. Hubo un tiempo en la que disfrutaba de las festividades, era la época en la que aún vivían y no sentía la soledad.
—¿Dime por favor que vas a cantar en la fiesta de la noche?
—¿Dices que cante delante de todo el condado, Maddie? , eso nunca. Eso es algo que haría Anabella, no es algo propio de mí.
—¡Anda, tu voz es hermosa! —suplicó la más pequeña y Marlenne sonrió con agradecimiento. Le era difícil negarle algo a ella, pues no había cosa más importante en su vida que hacer feliz el corazón joven de Madelaine—, sabes que es así, disfruto mucho al escucharte cantar.
—Anda ya, no me sigas adulando o no saldré de la cama.
—Está bien, no insistiré. Pero deberías pensarlo; eso haría feliz a muchas personas. Incluso a Kennett.
Kennett era un vecino mayor que siempre decía que Marlenne era un ángel cuando cantaba y un demonio cuando se enfadaba. Era uno de los vecinos que más les habían apoyado desde la partida de sus padres, no fingía ser quien no era, se mostraba rudo pero en el fondo era muy buena persona. Era sin duda una de las personas favoritas de la joven.
—Hay mucho silencio ¿Hay alguien en la casa?
—Anabella se encuentra en el baño aplicando todos esos menjunjes que le gusta ponerse en el cabello, Adela se fue muy temprano a casa de los Thompson; sabe que tiene que volver a casa temprano para la celebración y no puede deshacerse de esos mocosos ni en los días de fiesta.
Marlenne se incorporó con dificultad, mientras tallaba sus ojos y asintió ante las palabras de Maddie, quien se fue vociferando cosas en contra del trabajo de su hermana mayor. Adela era institutriz y repartía sus tiempos en dos casas con la finalidad de educar y enseñar todos sus conocimientos a los hijos de los hacendados ricos del condado, aunque a todas luces aquellas familias se aprovechaban de su condición de soltera para que pasara más tiempo con los niños de lo que lo hacía cualquier institutriz que fuera casada o tuviera hijos propios.
Antes de salir de la cama, se tomó unos instantes para poder notar el exterior. Era un clásico día de septiembre; las hojas comenzaban a desnudar a los árboles, la tierra se hacía más húmeda, se percibía el frío desde las primeras horas de la mañana y el sol calentaba con rayos débiles.
Con resignación salió de la cama y se dirigió al cuarto de baño para asearse. Asumía que tendría un día ajetreado pues su hermana no le daría tregua en ningún momento; debía nacer de ella cambiar su actitud y sentirse entusiasmada con la celebración que tenían por delante.
Sin embargo no comenzaría a hacer nada sin tomar una buena taza de café y comer un buen pan con huevos revueltos. Al salir del tocador se dirigió a la cocina, donde ordenó un poco y notó que la mayoría de las cosas que allí habían tiradas las había dejado Anabella.
Al verla asomarse, lista para realizar su vuelta al mercado la observó detenidamente y como no vió interés en acercarse al desastre, le llamó mientras se servía desayuno.
—Ana, ven aquí— le gritó desde la cocina —¿piensas dejar todo esto aquí?
—Pues debo ir al mercado— siseó con fingida inocencia—, Adela me dejó la lista del mandado.
—Pues no saldrás de aquí hasta que limpies esta mugre— siseó sin alterarse.
Anabella solía tener actitudes de chica mimada. Una persona que realmente no era, si bien era una de las hermanas menores, solía convencer al resto de las personas para que resolvieran su vida.
—¡Vaya, Lenna! ¡Qué humor! Hoy vas a ver a Elijah en la fiesta de la comunidad. No debieses estar tan malhumorada, después de todo vas a casarte.
Otra cosa que le molestaba a Marlenne era tener que quedarse callada ante los disparates de su hermana. Solía mantener un carácter calmado, con leves estallidos de vez en cuando; Anabella estaba siendo acreedora de un regalo por su parte.
—¡Ana, basta!— le gritó, consiguiendo que Madelaine se asomara por la puerta de la habitación, desconectada—, me tienes harta con tus tonterías, quizás Adela te tiene más paciencia, yo no—bufó, notando la sorpresa en el rostro de su hermana, pues casi nunca alguien solía ponerle límites.
—Lenna...
—Vas a limpiar el desastre que dejaste ahora— le regañó—. Irás al mercado y no vas a pasear horas por ahí, vendrás a casa apenas tengas todo y ayudarás a Maddie en lo que necesite.
La mirada asustadiza de Anabella observó fijo los ojos de Marlenne.
—Otra cosa, no quiero que vuelvas a nombrar a Elijah, eso me implica nada más a mí, eres una niña y no sabes nada de la vida para que opines con tal propiedad ¿Me oíste?
Anabella trató de contener su frustración al máximo, no le gustaba que las cosas no salieran a su modo; por lo que limpió con desagrado, mientras le lanzaba miradas resentidas a Marlenne, quien se hallaba terminando su desayuno en el espacio que había despejado de trastes y vajilla.
Tras unos minutos de tensión, Marlenne se levantó y fue a la despensa para comenzar a hornear todo lo que le había prometido a Maddie, se sentía a gusto cuando podía cocinar en calma y no de último momento. Por lo que se dedicaría a hornear panes y pasteles en lo que restaba del día.
Sin haberlo notado comenzó a tararear una de sus canciones favoritas, sus manos fueron sumergiéndose en la harina que empezaba a mezclar y sus pensamientos fueron liberados después de varios días en los que no podía despejar su mente. La voz de Marlenne era angelical, dulce y plácida. Transmitía confianza y una calidez inexplicable. Sin duda era uno de sus dones, las personas cuando la escuchaban solían estar en calma, tranquilos, deleitándose en paz mientras se transportaban a otro lugar por el sólo hecho de escucharla.
—Tus tartas y tu cantar son la mejor combinación—señaló Maddie al entrar en la cocina con una cesta con frutas de la estación.
—No me adules tanto— refutó Marlenne—, para Ana no debo ser su persona favorita en estos momentos.
—Pues debe aprender a no ser tan irritante—sonrió Madelaine—, pero volvamos a lo importante ¿Me acompañas a cosechar las verduras para el altar?
Ambas hermanas se sonrieron y después que Lenna dejó panes y tartas enfriando y horneando respectivamente, salieron a la huerta familiar para recolectar las verduras que colocarían para la celebración.
—No entiendo porqué debes colocar las verduras más maduras y verdes allí, con eso Adela podría realizar platillos deliciosos—murmuró la mayor.
—No seas terca, Lenna— respondió la aludida mientras sacaba de la tierra una gran col verde—, tienes que ofrecer lo mejor para así poder recibir lo mejor que puede traerte la festividad. Deja esa actitud de poca creencia, ya verás cómo la magia va a conducir el camino de tu existencia, nadie puede huir de ella.
Marlenne siguió las instrucciones de Maddie con sumo cuidado, no quería romper ninguna hortaliza o verdura y que su hermana mencionara todos los maleficios que podrían caer eventualmente sobre ella si ofendía a alguna deidad durante Mabon.
Una vez llegado el mediodía Adela llegó a casa con algunas bebidas para la celebración, le llenó de felicidad ver a sus hermanas en la huerta, pues había significado un arduo trabajo todo el año transcurrido. Dejó sobre la terraza su chaqueta, su bolso y su sombrero para ir a ayudar.
—No debo preguntar a dónde se encuentra Ana, ¿no es así?
—La he regañado en la mañana por el desorden que deja sobre la mesa todos los días, salió al mercado hace horas y no ha regresado.
—Ya va a ver cuándo regrese, me va a oír esa malcriada— bufó en voz alta— Gracias chicas, lamento dejarles todo el trabajo de la mañana, siento haber tardado.
—No te preocupes, sabemos que tienes mucho quehacer allí.
Adela asintió desviando la mirada, continuó ayudando a sus hermanas a sacar las patatas y las cebollas para la ofrenda y las preparaciones. Ninguna tenía la afición de Maddie para Mabon, sin embargo todas querían que este año hubiera prosperidad y buenas cosechas, eso era todo lo que importaba.
Cuando la tarde se dejó caer, Anabella se hallaba realizando el altar en conjunto a Madelaine, Adela le había regañado frente a Kennett que había ido a dejarles leña y no había tenido más opción que callar su lengua mimada y colocarse a trabajar junto a su hermana. La festividad no tardaba en comenzar y las hermanas mayores después de un largo día de afanes con las tareas domésticas por fin podían arreglarse un poco para lucir acorde a la celebración del condado.
Marlenne no ponía mucho esmero en lo que la belleza implicaba, solía cuidar de su cabello y su piel porque Adela ponía especial cuidado en que anduviera presentable, no le gustaba que los demás emitieran juicios o habladurías contra sus hermanas. Por ese motivo le había comprado en la casa de las telas un vestido precioso con el que podría haber comprado carne para varias semanas; lo había aceptado sin chistar, pues si hacía algún reclamo debido a aquello, probablemente Adela le azotaría.
—¡Te ves radiante!— señalaron sus hermanas una vez hubo aparecido en la sala—, ya ves porqué siempre te digo que tienes que destacar tus atributos— sonrió la mayor—, eres hermosa, como mamá.
Ninguna quería ponerse emotiva, por ende salieron todas juntas hacia donde se hallaban las mesas comunales con vituperios, bebidas y se percibía la música que comenzaba a hacerse notar entre los asistentes.
Irlanda se caracterizaba por los bailes y la cerveza y estos no estaban exentos en ese momento donde se partía la fiesta de acción de gracias por otro equinoccio más. Toda la población se había volcado a las calles y a la plaza para celebrar y estar cerca del ambiente estival, las risas resonaban entre los pobladores que parecían felices e ilusionados.
—Iré a dar un paseo—dijo de inmediato Anabella al notar al hijo de los Gallaway merodear cerca del puesto de cervezas.
—No quiero que te alejes con ese chico—le advirtió Adela—, no quiero que después de hoy no tengas reputación ¿me oíste?
—El día de hoy me han regañado demasiado ¡ya no soy una niña!—chilló antes de ir a hablar de forma amena con el joven en cuestión.
Marlenne se acercó a sacar uno de los panecillos de queso que había traído una de las vecinas, se deleitó con el sabor y con la gran cantidad de comida deliciosa que había frente a ella. Todos habían cooperado y llevado la calidez de los hogares a la plaza principal, tomó una bebida de calabaza mientras observaba a Maddie jugar con el perro de los Damish, sonriente y vivaz.
—Marlenne—una voz peculiar la llamó e identificó de inmediato que se trataba de Elijah Robinson.
La nombrada se volvió y sonrió de manera cordial y educada; pues por dentro sintió como si hablara con la persona más indeseable que viviera allí. Elijah no era una mala persona o eso era lo que se repetía para tratar de aceptarlo, suponía que no podía ser tan fácil en vista y considerando que ahora era su prometido y no le tenía un poco de aprecio.
—Te ves muy bella esta noche.
—Gracias, aunque preferiría que tratases de usar otros adjetivos para describirme, sueles decirme lo mismo y las palabras no suelen conquistarme tan fácil, Elijah.
Él sonrió, se avergonzó un poco por el hecho que ella lo increpara de forma tan directa. Marlenne era conocida por tener carácter de temer y no quedarse en silencio frente a opiniones que no eran de su agrado.
—Pues lamento que mi cumplido no haya sido de tu agrado.
—No espero cumplidos tampoco— sonrió de manera irónica.
—Pues entonces permite que te conozca mayormente—dijo mientras cogía su mano—, déjame ser quien descubra todos los secretos de tu corazón.
—¿Por qué piensas que quiero compartirlo?
—Porque seremos esposos, serás mi mujer. Una mujer no tiene que tener secretos para con su marido.
Aquellas palabras fueron como fusíles travesando su corazón. El nivel de posesividad que desprendían sus palabras aún sin haberse casado fue un caos total en los pensamientos de Marlenne. En ese instante Maddie se percató de la mirada de horror que tenía su hermana al sostener esa copa, sin poder huir del que prácticamente quería comprar su amor.
Se dirigió hacia ellos y tomó una copa al momento que empezó a hacerla titinar, todas las personas que se hallaban cerca la observaron atentos, Madelaine era querida por las personas que vivían en Down debido a su gentileza y buen corazón.
—¡Quiero que todos presten atención, ya que mi hermana Marlenne nos va a deleitar con su dulce voz!
Marlenne la observó con apremio y desagrado, no obstante la había salvado de Elijah para lanzarla a los lobos de la multitud que de inmediato comenzó a aplaudir. La joven cantaba en la iglesia y siempre disfrutaban de sus líricas, se aclaró la garganta y después de eso inspiró para llenar sus pulmones de oxígeno.
Acomodó su vestido y su cabello mientras los ojos de los demás aguantaban con ansias.
—Soy una mujer de Balnain
La gente me ha robado otra vez..
Aquella era la canción favortita de Marlenne.
Las piedras parecían decir
que estaba sobre la colina, y el viento se levantó
Y el sonido de un trueno rodó por la tierra..
Siempre se deleitaba cuando los trovadores la interpretaban.
Puse mis manos sobre la piedra más alta y viajé a un lugar lejano , tierra lejana
Donde viví por un tiempo entre extraños que se convirtieron en amantes y amigos..
La letra era mítica. Poética.
Pero un día, vi salir la luna y el viento se levantaba una vez más
Así que toqué las piedras y viajé de regreso a mi propia tierra
Y tomé de nuevo con el hombre que había dejado atrás...
Los demás estallaron en aplausos cuando terminó y la sonrisa se puso en sus labios cuando se dirigió hacia el altar para dejar su vela. Al llegar las doce de la noche debías colocar una vela en el altar general para demostrar gratitud.
—¿Disculpe señorita, podría decirme dónde puedo obtener velas para el altar?—. Una voz masculina provocó que ella viera por encima de su hombro.
—Debe ir por allí, en la mesa de la comunidad podrá hallarlas.
—Gracias— pronunció con tintes varoniles escoceses.
Al volverse su corazón latió con fuerza, al lado de su cuerpo había percibido el cuerpo de un joven más alto que ella, no obstante cuando se giró, no había nadie.
No obstante, esa voz quedaría guardada para siempre en su inconsciente, sin que supiera el porqué.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro