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7. Ufá

Notó de repente una tenue y cálida sensación, algo pesada, a la vez que algo húmeda en el hombro derecho. El olor del cabello de Emma le embriagó, y por un segundo pensó en recostar su cabeza sobre la de ella. Sin embargo, avergonzado por ello, despertó de su aletargamiento al instante. Matt, incómodo por la situación, carraspeó y se incorporó en su sitio, intentando despejarse. Emma también pareció despertar de su propio estado de somnolencia y reincorporó su cabeza.

- Entonces, ¿alguien puede explicarme qué demonios pasa aquí? Y necesito una explicación ya.

Aquello le salió de sopetón, muy de dentro, como si lo llevase guardado. Con su perfecto español y su acento catalán. Con la manera más natural y expresiva del mundo. Como si le estuviese hablando a un grupo de amigos. Solo que no era su grupo de amigos, precisamente, si no una posible mafia rusa que les tenía secuestrados a él y a una chavala demente que nunca había salido de aquellos campos euroasiáticos.

No lo soportaba más. Daba igual la situación en la que estuviese; si lo entenderían o no, si le matarían por hablar, si finalmente se lo contarían o no... Lo importante era que tenía que decirlo, expresar su frustración una vez más.

Los dos hombres que iban en el asiento de delante se giraron y le miraron tan estupefactos como Skarrev. Pasaron unos segundos antes de que uno de los hombres hablase por fin.

- ¿Eres español? - dijo en el propio idioma. -

Matt les devolvió la mirada de sorpresa.

- Pues claro que soy español. De Cataluña. ¿Cómo... sabéis...? ¿Vosotros también...? - miró a Emma durante un rato y después a su alrededor, como buscando una respuesta a miles de dudas en su mente. - Me vais a volver loco entre todos.

El silencio se hizo en el vehículo; tan solo se oía el intenso motor quemando combustible entre los pequeños baches de la carretera. Aprovechando la extraña pausa que hubo, uno de los hombres de los asientos se agachó y sacó una botella de Vodka que compartieron entre ellos.

- Íbamos a pegarte un tiro de un momento a otro, pero igual le resulta interesante alguien de su misma zona. Igual te perdona la vida y todo, aunque no creo.

- Espera. - dijo Matt levantando la cabeza poco a poco, con la misma expresión de unos minutos antes. - ¿Que has dicho?

- Que nuestro jefe también es español. Creo que de Barcelona.

Una persona, noventa por ciento. Español y de Cataluña, ochenta por ciento. Nombre y apellidos... noventa y cinco por ciento. No quería adelantarse a lo que estaba pensando, pero todo parecía encajar. La sonrisa se le iluminó en la cara, y los hombres que le miraban pasaron de tener rostros incrédulos a extrañados. Emma soltó un suspiro y seguidamente empezó a hablar, cortando a Matt cuando se disponía a decir algo, visiblemente enérgico. Ambas voces se entrelazaron por un momento.

- Sí, es lo que piensas. Son ellos. Son estos de aquí. - dijo con una resignación pesarosa, pero con voz alta y firme. - Son los hombres de Sagres. Sí, Miguel Ángel Sagres existe. Y sí... mi padre trabajó con él.

Matt observaba a Emma con los ojos tan desorbitados que no podía percibir la decepción y amargura que se reflejaban en los de ella. Con una sonrisa de idiota en la cara, mitad de asombro y mitad de felicidad, se sentía en las nubes, soñando con alcanzar el sol y todas las estrellas de la galaxia. Si hubiera tenido fuerzas suficientes habría soltado un gran grito de júbilo en ese momento.

Por fin se había confirmado. Era real.

De repente Skarrev empezó a hablar.

- ¿De qué te sorprendes tanto? - su voz sonaba ronca y entrecortada, pero todavía tenía energías para forzar las cuerdas vocales. -

- Llevo... llevo años... ¡Todo el mundo lleva años queriendo saber quién es, y ahora me encuentro con la gente que trabaja para él! Al final sí. Al final era el último paso, Rusia era...

- Sí, te lo puedo asegurar yo, que le conocí desde que era un recién adolescente. - Skarrev siguió hablando, obviando al chico, con la actitud de quien quiere hablar, pero necesita, a su vez, que los demás se callen. - Tiene a profesores por toda Rusia enseñándonos español. ¿Te lo puedes creer? Quiere que sea un idioma universal. De locos.

- ¿Pero y lo que te paga? Ahí no te podrás quejar. - le dijo uno de los hombres. -

- Pues no, la verdad es que no. -

- ¿Cómo es? - intervino Matt, ilusionado. -

- Te puedo decir lo que no es, un tipo normal. - le respondió Skarrev, cogiendo la botella de Vodka y echándole un trago. - El pecado convertido en persona. Sangre de hielo. Lujo y excesos en estado puro. El lado más material de la vida. No tiene ni un atisbo de humanidad, pero sabe cómo tratar a las personas. - los miró a ambos con desprecio, pero se ensañó con Emma, mientras se acercaba a ella, intimidante. - Un magnífico diablo que quiere viva a un despreciable ángel como tú. Te aseguro, Emma, que si no me lo hubiera dicho explícitamente...

Se volvió a sentar, conteniendo las ganas de mandarla al otro mundo con sus propias manos. Miró hacia otro lado para tranquilizarse. El copiloto habló alto para que se escuchara detrás del todo, provocando el inmediato salto de Skarrev ante lo que le dijo.

- ¿Has comprobado si lo sigue llevando?

La mano del hombre rapado se abalanzó sobre el cuello de la chica, y buscó por sus clavículas la cadena plateada de un brillante medallón, el cual era de un plástico azulado que parecía cristal, en forma de copo de nieve. En el centro de este había sujeto una minúscula esfera dorada que brillaba tanto o más que el resto del medallón. Skarrev se lo arrancó bruscamente y lo observó detenidamente. Después, llevó su mirada hacia la de Emma y la atravesó duramente con ella.

- Que inepto tu padre. Escurriendo el bulto a su hija. ¿Para qué? ¿Para que perdamos tiempo? - rió con sorna. - ¿Es eso?

- El inepto eres tú, teniendo que engañar y manipular para sobrevivir a su costa. No te pesan los años, ni la experiencia. El mismo imbécil desde que naciste.

- Vuelve a decirme eso...

Skarrev volvió a encararse peligrosamente a ella, pero la voz de Matt desvió la atención y los estados de ánimo de los dos, que estaban bastante caldeados.

- ¿Queréis contarme por qué demonios quiere Sagres eso? ¿Qué ocurre?

- ¡Mierda! - gritó seguidamente el conductor, elevando su voz por encima de la de los demás. -

En cuestión de segundos el vehículo empezó a dar vueltas de campana por el asfalto. Las personas que iban dentro veían todo girar y sentían dolor por todas las partes del cuerpo que chocaban contra el interior del coche.

Finalmente, el coche paró de dar vueltas, y los siguientes diez minutos de calma parecieron pasar como meses. Un pitido empezó a sonar en la cabeza de Matt, mientras este luchaba por mantener la conciencia despierta. Se sentía cansado, muy cansado. Tenía la posibilidad de levantarse y salir huyendo de allí, pedir ayuda, aunque fuera en vano. Pero estaba cansado de tener que lidiar una y otra vez con infortunios, estrés, magulladuras. Sangre.

Se tocó la cabeza, y la mano se la encontró llena de sangre. Pensó durante un largo rato en no moverse de allí. El pitido seguía sonando en su cabeza, como cuando una bomba explotaba cerca de él. Y, sin embargo, no había tenido ese ataque de ansiedad fóbico tan extremo que le ocurría al percibirlas. Sentía una especie de hormigueo, como si de un momento a otro no fuera a controlarlo. Pero finalmente no pasó.

Se levantó y miró a su alrededor. El coche había quedado inconcebiblemente en su postura normal, pero todos desordenados de sus sitios. Él estaba en medio del asiento del conductor y del copiloto, que había salido disparado por el cristal. Había hasta cuatro cuerpos en los asientos traseros, incluyendo a Skarrev, que yacía inconsciente. Podía notar levemente su respiración.

Vio el arma tirada encima de él, y se apresuró a cogerla. Sin embargo, una puerta se abrió a su lado, y una figura alargó el brazo hasta cogerle por el hombro y llevarle hacia el exterior con fuerza.

Mientras el frío hacía tiritar sus músculos y los copos de nieve manchaban la herida de su cabeza, casi sin poderse poner de pie, unos ojos marrones y una cara morena le observaban con una curiosidad amenazante. El pelo del chico que le miraba era de color azabache y rizado. Otro se le acercó por detrás, este muy flaco y con el pelo blanquecino. Ambos llevaban los fusiles en guardia.

Mantuvieron una conversación en ruso, en voz alta, y entre delirios a Matt le pareció que discutían. Intentó decir algo, aunque fuera un murmullo, ya que parecía un idiota mirándolos allí, de pie, embobado y mirando a la nada. No le dio tiempo más que a eso, puesto que el chico albino, con brusquedad, cogió el fusil, empujándole y amenazándole para que se pusiese de rodillas con las manos en la nuca. Matt sabía que ese era su final. Lo había repetido tanto en las últimas semanas que ya le parecía hasta tranquilizador, puesto que al final seguía vivo para contarlo. Pero aquello parecía tan claro que su imaginación no recreaba lo que ocurriría después.

El chico moreno intentaba convencer al albino de no disparar, bajándole el cañón del arma con la mano, pero este se revolvía contra su compañero, totalmente decidido a hacerlo. Posiblemente uno fuera el instructor del otro, y también tuviera más edad. El moreno de unos veintitrés, y el albino de la edad de Matt.

Ya estaba apuntándole para disparar cuando un milagro en forma de chica pelirroja entró en la escena, tirándose al suelo y perdiendo el equilibrio, mareada, justo delante de Matt. Lo hizo de una manera tan violenta y ruidosa que impresionó hasta los dos jóvenes armados. Levantó los brazos en forma de cruz, protegiéndole, y bramó algo en ruso, entre atisbos de nervios y disgustos en su voz. Matt la había visto ir corriendo hacia donde estaba él. Parecía tener una pequeña cascada de sangre por un lado de la cara.

Después de unos segundos en los que hablaron más ruso entre ellos, Emma bajó la cabeza, rendida por la fatiga. El chico moreno se dirigió hacia Matt.

- ¿Inglés? - le dijo, tendiéndole la mano, la cual aceptó Matt.

- Sí... sí lo hablo. - dijo, con dificultades para poner su mente en orden después de aquello. -

- Lo sentimos mucho. Pensábamos que eras uno de ellos. Aunque yo tenía dudas, y prefería consultarlo con Emma cuando estuviese más... en el mundo real. Estaba a punto de desmayarse. Menos mal que ha reaccionado justo a tiempo.

Matt la echó un vistazo rápido. Seguía en el suelo de rodillas, inmóvil, con la cabeza gacha. El albino permaneció rígido y mudo al lado del de piel morena, mirando a Matt con desconfianza todo el rato y con pinta de enfadado.

- ¿Qué...? ¿Qué ha pasado?

- Vimos la furgoneta a lo lejos. Somos asaltantes, por decirlo de alguna manera. Es la única forma de sobrevivir aquí.

- Vale...pero ¿cómo... cómo habéis...?

- Aprovechamos la curva para disparar a las ruedas de los coches y hacer que derrapen y vuelquen. A veces funciona y a veces no.

Matt escuchaba en silencio lo que decía aquel tipo, aún un poco atolondrado, pero entendiendo perfectamente cada palabra.

- Mi nombre es Raf. Y este es Grigory. Yo soy alemán y se inglés, pero él solo ruso. De todas maneras es bastante desconfiado y agresivo con los extraños, así que si necesitas algo mejor que confíes en mí.

- Un hospital.

Raf rió.

- Va en serio. - volvió a hablar Matt. -

- Lo sé, lo sé. Tienes la cabeza chorreando sangre, habrá que mirártela.

- Llevo como dos semanas chorreando sangre por muchos sitios.

Matt pensó enseñarle las heridas, pero lo pensó mejor y no lo hizo. Raf se le quedó mirando unos segundos con curiosidad, y volvió a asentir con buen humor.

- Tranquilo, tenemos médico, cirujano y todo lo que necesites en Ufá. Iremos allí en cuanto terminemos con esto.

Matt no se dio cuenta de qué era aquello que tenían que terminar. Tenían que terminar con las vidas de los hombres de Sagres que dormían inconscientes en el coche.

Mientras iban sacándolos, Matt se acercó a Emma por la espalda y apoyó su mano en el hombro de ella, dubitativo. Le había vuelto a salvar la vida una vez más y sentía que debía, por lo menos, agradecérselo. Sin embargo, le resultaba realmente difícil hacerlo.

Emma se giró tras unos segundos, fijando la vista en los ojos de Matt. El chico fue a pronunciar las palabras de agradecimiento que estaban pendientes de salir por su boca, pero no le salieron en el instante que quiso. Tan solo se limitó a asentir, incómodo, mientras se fijaba en las gotas de sangre cayendo por su frente. De no ser por su color algo más oscuro, las habría confundido completamente con mechones de su pelo rojo.

- Bien, eh, gracias.

Emma siguió mirándole en silencio durante un rato, hasta que se levantó por su propio pie. No le respondió, pero Matt notó un ligero brillo de escozor emocional en su mirada que le sorprendió. No solía tener remordimientos de aquel tipo, pero notó que esas sensaciones punzantes le recorrían en forma de culpabilidad.

Oyeron una serie de disparos cercanos, y tanto Matt como Emma se dieron la vuelta rápidamente en la dirección de donde provenían. Grigory estaba ametrallando a uno de los hombres que les habían secuestrado, mientras Raf miraba la escena tras él.

- ¡Eh, eh, eh! - gritó Matt al mismo tiempo que iba corriendo hacia ellos. - ¿Que estáis haciendo? ¡No los matéis!

La oración le salió directamente en español, por lo que tuvo que volver a repetirla en inglés para que Raf la entendiese, tras darse cuenta de ello.

- Pues claro que tenemos que matarlos. Son el enemigo. Si les dejamos vivir al final lo llevarán a cabo.

- ¿Llevar a cabo el qué? ¿Por qué nadie me explica nada de lo que está pasando aquí? ¡Maldita sea! -

Matt elevó demasiado el volumen mientras lanzaba improperios y manifestaba su impotencia, por lo que Raf le cogió por los hombros y le zarandeó para que se tranquilizase. Matt contraatacó con un fuerte empujón que no llegó a desequilibrar al alemán.

- ¡Si te callas y no sigues gritando te lo contaremos todo! ¡Pero deja de gritar como un loco y razona!

- ¿Me vas a mandar callar? ¿Tú a mí? ¿Después de todo lo que he pasado?

- No sé lo que has pasado, pero te aconsejo que mantengas la compostura.

- ¡Me da igual mantener la compostura! ¡No hay ni una cosa bien, ni una! ¡Ni una que me haya salido bien!

- Salvo estar vivo.

- Mira, - dijo, con la tensión de una impotencia contenida – en realidad me da igual lo que estéis haciendo aquí. Sí, me tiene que dar igual. Me da igual si tenéis algo en contra de Sagres. Me parece muy bien. Pero yo necesito encontrarle. Es lo único por lo que sigo aquí hablando con vosotros. Esos hombres de ahí – los señaló – es el único medio que tengo para encontrarle. Y los necesito vivos.

Los dos chicos y Emma, que estaba detrás de Matt, se miraron con cara de circunstancias, intentando encontrar una solución a aquello.

- ¿Entonces estás con él o con nosotros?

- Oye, Raf, o como te llames. Yo no estoy con nadie, yo...

- Pues no tiene sentido que sigamos con esto.

- ¡Déjame terminar! ¡Dios! ... ¡No estoy con nadie porque no sé de qué estáis hablando!

Raf le habló a Grigory con unas palabras en ruso, probablemente traduciendo lo que había dicho Matt a rasgos generales. El albino le contestó, a juzgar por su cara, no muy convencido de lo que le había dicho Raf, además de algo enfadado, pero con su particular, monótona y fría manera de expresarse.

Raf miró a Emma también, pero esta no dijo nada ni movió un músculo. Su cara estaba inmutable.

Salvarás a uno de ellos. - dijo finalmente Raf tras un tiempo en silencio. - A los otros los mataremos.

- ¿Qué? - respondió, como si aquello le hubiera sorprendido se sobremanera, mostrando su incredulidad. - No puedo creerlo. Son tres matones y un oficial. Cuatro oportunidades de sacar información interrogándoles. ¿Y los vais a matar? ¡Pensad con la cabeza!

Grigory pareció ver en Matt unos aspavientos demasiado agresivos, por lo que levantó el arma y dio unos pasos adelante. Raf le paró con la mano.

- Salvarás a uno de ellos. - repitió el alemán. - Y no hay más.

- ¿Que iba a hacer tu amiguito? ¿Asesinarme? ¿Ese saco de huesos? No sabéis una mierda de negocios, no sé para qué me esfuerzo.

- Te lo voy a repetir...

- ¡No hace falta que me lo repitas una vez más, tengo la cabeza como un bombo! ¡Lo he pillado, me quedo con el viejo!

No sabrían de negocios, pero ellos estaban armados y él no. No le convenía forzar la situación, aunque su rabia se lo implorase.

Y a pesar de que Emma tuviese una historia complicada con Skarrev, era indudablemente el líder del grupo y el que más contacto había tenido con Sagres. Parecía incluso un milagro que hubiera sobrevivido a ese accidente con su edad, pero lo cierto era que se conservaba tan bien que parecía tener menos años a la hora de la verdad.

Pusieron a Skarrev en la parte de detrás de la furgoneta. Justo después de que Emma y Grigory se montaran en el coche, Raf pilló a Matt desprevenido para hablar con él en privado. Le puso una mano en el hombro y empezó a hablar con susurros de advertencia.

- Ten mucho cuidado con tus actitudes. No te voy a quitar la vista de encima.

El otro miró directamente su mano, serio, y movió el hombro para que la apartara.

- No te molestes y mátame si es lo que deseas. - se enfrentó a él. -

- Si no vinieras con Emma no dudes en que ya estarías acompañando a esos. - señaló los cadáveres. -

- ¿Y si no acompaño a ninguno de los dos? - dijo con una frágil sonrisa cínica. - ¿Podrías soportar la presión?

- ¿Es cierto eso? - dijo tras una pausa tensa. -

- Depende de lo que te diga tu intuición.

- La intuición me dice que hay algo que no cuadra.

Se dio la vuelta para irse, pero Raf le volvió a retener del hombro.

- Escúchame: o vas con nosotros o contra nosotros. No hay término medio. Todo apunta a lo segundo y ya sabes lo que les pasa a los que eligen eso.

- Yo que tú no me la jugaría.

- Eso debería decírtelo yo.

- No. Te diré lo que deberías: cerrar la boca de una vez o contarme lo que está ocurriendo, no perder el tiempo con este juego de críos. Me aburres con tus conversaciones secretitas, y me importa una mierda todo este circo barato que habéis montado, ya te lo he dicho. Así que sí. Yo que tú no me la jugaría. No sabes quién soy.

Raf se sentó al frente del volante, todavía algo extrañado y molesto por la conversación con el joven rubio. El coche, por fortuna, seguía funcionando después de aquel siniestro que había salvado la vida a Matt y a Emma. Los cinco partieron por fin hacia Ufá.

Al joven español se le olvidó reclamar la respuesta a la ansiada pregunta que se estaba haciendo tiempo atrás. El mullido tacto del asiento le había hecho caer en las garras del enorme cansancio que arrastraba. En tan solo un momento, pocos minutos después de subirse al coche, había empezado a dormitar, mientras aquellas vivencias que había tenido en las últimas horas se alejaban de su conciencia como pesadillas sin billete de vuelta.

Al despertarse, le pareció que había pasado mucho más tiempo del que realmente había pasado. El coche estaba en funcionamiento todavía. Miró a un lado, por el cristal de la ventanilla medio rota, y vio casas, urbanizaciones. Había calles, aceras, edificios que se erigían gigantescos a lo lejos y una autopista totalmente recta por la que circulaban. Los grandes almacenes, polígonos e industrias que dejaban atrás las tapaba una gruesa capa de nieve y hielo, al igual que el suelo y sus alrededores.

La tripa le rugió y se sintió, además de hambriento, mareado y aturullado. Su cuerpo se movía en el vaivén cansino del vehículo, que a punto había estado de destrozarse por completo. Un par de ruidos mecánicos de no muy buena confianza rompían el silencio cada pocos segundos, consecuencia de alguna parte interna del coche dañada.

Miró hacia su otro lado, y encontró a Emma con sus ojos puestos en él. Parecía estar en una especie de trance que le hacía mirar al infinito. Matt sostuvo la mirada, aún somnoliento, comunicando a través de ella una sensación distante y desagradable. Arqueó una ceja. Ella se dio cuenta y quiso seguir sosteniéndole la mirada, pero la apartó tras unos segundos.

- ¿Dónde estamos? - dijo con un hilo de voz tras un rato, desperezándose. -

Nadie respondió. Dejó pasar un rato antes de volver a formular la pregunta con algo más de resquemor.

- He dicho que si alguien tendría la amabilidad de decirme dónde estamos. -

- En Ufá. - dijo Raf, de mala gana. -

A la vez que el alemán respondía a su pregunta, el joven español miraba, a través de la ventanilla, el puente sobre el que estaban cruzando. Había un gran río, el cual estaba prácticamente helado por los lados, menos en el centro, donde aún podían verse algunas grietas de agua. Aquel paisaje, con el cielo grisáceo de fondo y los pequeños rayos de sol queriendo atravesarlo, le pareció realmente bello.

Pero seguía nevando. Siempre nevaba. Echaba mucho de menos el calor del mediterráneo. Y ya hacía mucho tiempo de ello.

Llegaron al otro lado del puente. A Matt le dio la impresión de que allí, en otros tiempos, tuvo que haber mucha vegetación. Sin embargo, ahora solo quedaba la madera de los árboles resistentes al frío y pequeños hierbajos de tundra, como en cualquier otro lugar de aquella Rusia congelada, que lo estaba tanto en el tiempo como en el ambiente.

Avanzaron un poco más por la carretera, ya en la ciudad, hasta que una construcción de enormes proporciones y belleza apareció en escena, acercándose cada vez más a medida que se acercaban ellos con el coche. Una mezquita, con cuatro ostentosas torres a su alrededor terminadas en pico, se extendía ante ellos, apuntando al cielo. En su cúpula de piedra resplandecía una media luna dorada a modo de decoración. Podría haberse dicho que era el edificio más espectacular de toda la zona.

El coche salió de la autovía por una calle contigua a la fantástica obra arquitectónica, y se estacionó cerca de esta, en una especie de aparcamiento de tierra, donde había más coches. Los cuatro salieron del vehículo y se encontraron con un grupo de cinco personas que habían salido a recibirles. Uno de ellos, de los más mayores, de unos cuarenta años, se acercó rápidamente al ver a Emma, y ambos se abrazaron.

- ¡Emma! ¡Estás viva! Qué alegría que estés aquí de nuevo.

- Ha sido un viaje largo. Muy largo.

- Pero... ¿tu padre? No le veo.

- Se entregó a ellos. - dijo, negando la cabeza. -

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Me dio el oro a mí.

- ¡Agh! Ese idiota de Aleksey... ¡A quién se le ocurre! Se pensaría que estarías más segura si se entrega. Pero no de que pudieras sobrevivir cuando se dieran cuenta. ¿Te persiguieron?

- Sí. He estado sobreviviendo todo este tiempo para llegar hasta aquí.

- ¿Casi un año y medio? ¿Desde dónde?

- Desde el este de Yamalia, aproximadamente. Allí se entregó, en un pueblo abandonado.

- Increíble. - dijo realmente atónito. - Sigo sin poder creer que estés viva; es un alivio. Todos creíamos que habíais muerto. Tienes que contarnos muchas cosas. - ladeó la cabeza para mirar a Matt, que les observaba en silencio. -

El hombre tenía unas barbas negras descuidadas y largas, moreno, pero con ojos que transmitían raciocinio, sabiduría y una calma emocional, al igual que su suave voz. A primera vista, a pesar de las pintas algo descuidadas, parecía bastante buena persona y alguien en quién confiar.

A Matt le había parecido aquello mientras hablaba con Emma. Pero su percepción cambió cuando se dio cuenta de que se dirigía a él con un rostro completamente serio y firme, rígido, sin ninguna mota de la ternura y confianza que le había proyectado su ser antes.

Con sus ojos completamente fijos en los de Matt, lanzó una pregunta que permaneció, durante unos segundos y a pesar de no ser real, como un grito de ira en su cabeza. No entendió ni una sola palabra de lo que le dijo.

- ¿Y quién eres tú?

Matt permaneció unos segundos sin responder, intimidado por el potente idioma ruso. Le empezaba a doler la cabeza y sentía que no podía mantenerse casi en pie. Se imaginó el motivo de su pregunta. Pensó en contarle toda su historia, a él y a todos, que le contemplaban expectantes. Sin embargo, ya estaba realmente harto de todo aquello. Ni siquiera su espíritu huraño podía encontrar ganas de enfrentarse a los demás. Y tampoco era una solución inteligente; él había llegado hasta allí buscando a Sagres de forma amistosa y ellos, por lo poco que sabía e intuía, eran sus enemigos. Así que, a menos que uno de sus compañeros de viaje les dijese...

- Busca a Sagres. - se aventuró a decir Raf, en ruso. - Es español. Habla inglés, no es mudo.

Matt le miró, interrogante y molesto. Raf le respondió su mirada con una de extrema seriedad. Estaba claro que intervendría de cualquier manera para fastidiarle en todo lo que pudiese. Lo veía lógico: al fin y al cabo, el alemán no había querido tener una conversación producente. O lo que era lo mismo para Matt: no tenía ni una neurona.

- Soy alguien que necesita un médico y hacer unas llamadas. Que busca a Sagres, se ha hecho daño, necesita un médico y tiene que llamar. No llamar a Sagres, ni a nadie relacionado con ello. A mi familia. ¿Contentos?

Los que no entendieron el inglés que chapurreó, sin demasiada viveza, se miraron extrañados. Los que sí que sabían inglés y lo entendieron, imitaron la reacción de sus compañeros no angloparlantes.

- Viene conmigo. - intervino Emma. -

- Tienes suerte de que te ampare esta chica. Hace ya tiempo que no acogemos invitados. Yo soy Irak, el que gestiona todo esto. Eres bienvenido.

El hombre corpulento que le hablaba no cambió ni un ápice su rostro, serio y gélido como el lugar donde se encontraban, pero le tendió la mano amigablemente. Matt le sorprendió esto durante unos largos segundos, pero después la estrechó sin ningún problema, sin cambiar tampoco su seriedad, pero aliviado por dentro. Raf torció el gesto y Matt se volvió sobre sí mismo para sonreírle.

Todos entraron al recinto de la mezquita, donde había un pequeño campamento base en su patio, mientras Emma le contaba a aquel hombre como había conocido a Matt y por qué no era, en principio, un peligro para ellos.

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