14. Partida
Matt llegó a donde sus compañeros, se despidió de ellos uno a uno y se montó en la furgoneta con Emma. Ella era la conductora, la que pensaba arrancar el motor del vehículo y atravesar la ciudad de Ufá dirección Kazán. A su edad una persona no podía sacarse el carnet ni conducir, al menos en España, pero en aquellas circunstancias daba igual y su padre le había enseñado lo suficiente.
La vida útil de la furgoneta con la gasolina la calculaban para unas seis o siete horas como máximo, así que con suerte podrían dormir dentro la primera noche, ya alejados del hogar de la mezquita. Llevaban todo tipo de suministros, dos armas para cada uno y algunas granadas de fragmentación que Matt no había podido ni tocar ni mirar.
La conversación y el puñetazo de desahogo a Skarrev le habían dejado con dudas sobre su compañera, que en ese momento iba al lado suyo. Aunque probablemente fuera una treta inútil para que le perdonase la vida, cada vez que hablaba con Skarrev las dudas y los recelos por lo que hacía y por donde estaba resurgían. Y lo peor es que lo que le decía solía tener sentido. No había sabido nada de la alquimia y de los planes de Sagres hasta que se lo dijo él, ya que todos lo callaban, evadiendo el tema hasta que un líder se erigiese como salvador. Emma claramente no era su líder, si no otra esclava más de ese mundo feliz y despistado en el que habían formado una familia, mientras esperaban el final de sus vidas de un momento a otro.
Y, quien mejor que el ruso para explicarle como era Emma, si al fin y al cabo la había visto crecer. Todavía no sabía bien los detalles de la relación entre la familia Yakolev y Skarrev, pero parecían tener bastante importancia. Lo que estaba claro es que notaba ciertas paranoias siniestras en ella, como había dicho él, quizás no tan evidentes, pero sí una especie de intuición que le invitaba a pensar en ello.
Pero, ¿de ahí a manipularle? ¿Sólo por diversión? ¿Tan chiflada estaba? ¿Hasta dónde sería capaz de llegar? La oración sonaba una y otra vez en su cabeza, buscando una salida, una respuesta, un lugar donde llegar y dejar por fin descansarla.
Ciertamente sonaba a frase manipulatoria, con un fin escondido entre palabra y palabra.
Matt la miró de reojo. Observaba al tendido mientras conducía, en silencio, seria. Apenas habían hablado desde el comienzo del viaje. Ya habían salido de Ufá, y poco a poco dejaban atrás las pequeñas ciudades del extrarradio que la rodeaban.
Era imposible que tuviera intención de manipularle. La chica había estado toda su vida luchando y huyendo, viviendo en sus propias carnes la agonía de ser perseguida junto a su familia durante dieciséis años. Sonaba extraño, pero a pesar de todos los tipos de desorden mental que probablemente tuviese, no creía que pudiera soltar mentiras solo por tener un entretenimiento. Porque sabía que haría daño al otro. Y estaba convencido de que Emma era una de esas personas que, aunque viviese en un mundo imaginario para defender su propia felicidad, cuidaba la de los demás con todo su esfuerzo y cariño.
El sol estaba cayendo, escondido entre las heladas nubes grises, y en aproximadamente dos horas ambos se encontrarían con el manto de la noche tapándoles, junto a las ya conocidas nieves.
Matt no dejaba de pensar en lo que le había dicho Skarrev y maldijo haber ido en su encuentro justo antes de salir. Ahora debía rezar para que Emma no se diera cuenta de su silencio y le preguntara algo relacionado con la conversación que había tenido con él. Por desgracia, la chica le habló, mientras Matt pensaba urgentemente un tema de conversación.
- Estás preocupado. Y creo que sé por qué es.
- No ha sido nada. Tan solo me ha amenazado, el muy idiota.
La chica ladeó la cabeza y le miró. Matt intentó no ponerse nervioso y le aguantó la mirada. Unos segundos después, Emma emitió una pequeña risa.
- Me sorprende lo mucho que te conozco ya, a pesar de haber estado tan poco tiempo juntos.
- Es cierto.
- No, si te creo. Pero también deberías contarme que te sugirió no fiarte de mí.
El chico se quedó callado, sin saber que decir.
- Vamos, es lógico.
- ¿Y puedo fiarme de ti?
La pregunta no tuvo respuesta, y Matt pensó muy seriamente en dos opciones si aquel silencio significaba un no: tirarse con el coche en marcha o pegarse un tiro en la sien. No tenía sentido seguir viviendo en ese sinsentido. Sin embargo, Emma respondió tardíamente, al cabo de unos minutos, justo después de unos susurros a sí misma.
- Pues parece que esta es una ruta más larga. Debí haberlo examinado mejor en el mapa. ¡Tú y tus rollos de liderazgo para el pueblo me desconcentraron! ¿Decías?
Matt suspiró. Era imposible que aquella chica manipulase nada, porque en ocasiones como aquella parecía estar en otro coche y en otra situación distinta. Pero en otras, parecía controlar al milímetro el ritmo con el que se movían los parabrisas. No tenía nada claro si era una despistada o no, si le escuchaba, si no le escuchaba o no quería escucharle.
- Decía que qué significa aquello de "¿Hasta dónde serías capaz de llegar?"
De nuevo no contestó. Era otra de las cavilaciones que había estado rondando su cabeza y que prefería sacar a la luz para evitar hablar sobre lo anterior. Matt dedujo que no contestaba porque estaba pensando en otra cosa, como la otra vez. Pero al mirarla se dio cuenta de que no era así. Su cara se había tornado más seria de lo normal.
- No entiendo lo que me quisiste decir. ¿Llegar a dónde? ¿A Sagres?
- Es algo que solo tú puedes saberlo, Matt.
- ¿Qué? ¿Y cómo se supone que lo voy a saber si no me dices...?
- Porque no se trata de Sagres. - le cortó. - Ni de mí. Se trata de ti.
Se quedó unos segundos callados, asimilándolo.
- Esto no está llevando a ningún sitio. Así que no sé a dónde voy a llegar.
- ¿Crees que no puedes fiarte de mí? ¿Verdad?
Él fue el que no respondió esta vez, sorprendido por el cambio de tema. Emma volvió a hablar.
- Te propongo un motivo por el que preguntarte hasta dónde llegar. ¿Hasta dónde serías capaz de llegar... con tal de fiarte de mí?
- Pero, si no sé si me beneficia o no fiarme de ti, ¿cómo esperas que llegue a algún lado a ciegas?
- Hasta ahora lo has hecho.
Con esas últimas palabras Matt se perdió. Estaba tan perplejo que se le olvidó lo que le iba a decir a continuación. La miró con cara de no haber entendido nada, pero Emma no movió ni un músculo de la cara.
Todo aquello le parecía una adivinanza mal hecha en la que Emma tenía la omnipotencia absoluta. Un juego de críos para el coche, en un viaje familiar. Se estaba riendo de él.
- ¿Ahora resulta que lo sabes todo sobre mí? ¿Eh? - dijo claramente molesto.
- No es difícil averiguarlo.
- ¿No? - rió, socarrón. - Vale. Según tú soy tan simple que no hace falta ni conocerme para saber lo que mantengo en secreto, lo que he hecho y lo que soy. Pues te equivocas, ¡porque no sabes nada!
- ¿Cómo es que te vuelves tan mezquino con tan solo un comentario?
- ¡Porque parece que me trates como a un idiota que no sabe nada de la vida y que lo ha hecho todo mal!
- ¿Qué?
- ¡Me importa una mierda que quieras manipularme o que quieras hacerte pasar por la diosa de las idioteces psicológicas!
- ¡Cálmate, Matt!
- ¡No sabes una mierda de mí! ¡Y si he ido a ciegas es porque era lo único que podía hacer para seguir adelante!
- ¿Y no crees que es hora de seguir adelante de nuevo?
- No quiero escuchar tus charlas esquizofrénicas más. Para el coche.
- ¡No voy a parar el coche, idiota! Cálmate. ¡Lo único que quieres es evadirlo todo!
Matt no volvió a hablar, porque sabía que si lo hacía las cosas irían a peor. ¿Evadir todo? ¿Y se lo decía ella a él?
Se quedó recostado en su sitio, apretando los puños hasta hacerse sangre con las uñas, rezando para que parase el coche y él se fuese andando hacia más allá del horizonte, sin volver a verla más ni escuchar sus parloteos.
Ambos discutían bastante por cosas minuciosas o por comentarios del uno o del otro, aunque casi el cien por cien de las veces era Matt quien se enfadaba primero. Poco después acababan olvidándolo. Y luego estaban las situaciones calmadas y alegres que tenían. Emma contagiaba su risas y comentarios risueños a Matt, que le hacía olvidarse de todo lo que pasaba a su alrededor.
Ambos amaban evadirse de aquella forma entre los dos. Pero también odiaban que uno le recriminase al otro hacerlo.
Pasó mucho tiempo, más de una hora. Era de noche ya y el manto de nubes grises no cedía su afán de soltar millones de copos al segundo. Un viento ligeramente fuerte también había empezado a soplar. A pesar de que la situación era tensa, Emma le volvió a hablar, siempre con una atención especial a la carretera, que la recubría un finísimo estrato de hielo.
- ¿Crees acaso que te haría esa pregunta si lo supiera todo de ti? Es fácil intuirte, pero no saberte.
- Me fui de casa de mis padres con tu edad. Y no he vuelto a saber nada de ellos desde entonces.
El silencio del motor y el del viento impactando en los cristales sonó como una orquesta durante un largo rato.
- En ese momento, justo en el momento en el que cerré la puerta de su casa, me sentí yo mismo. Pero no pasó ni un año y de nuevo sentí que ya no lo era. No puedes llegar a saber lo que duele la soledad.
- Sí lo sé.
- No, no puedes. No con dinero de por medio. Tú tienes a gente, que se preocupó por ti en Ufá. No puedes imaginar lo que es estar totalmente confuso, perdido, sin saber que todo lo que te rodea está vacío.
Matt, agotado, apenas levantaba la voz. Tan solo estaba apoyado en la ventana, mirando por ella. Cada vez que ambos querían ahondar en los comentarios del otro surgían dudas que se traducían en silencios incómodos como aquel.
- ¿Qué... te pasó con tus padres?
Matt tardó en responder, y cuando lo hizo, su tono transmitía a gritos el malestar con la pregunta.
- Nada especial. Que ellos perdieron. ¿Cuándo piensas parar?
La conversación volvió a acabar ahí, y no fue hasta una hora más tarde cuando se acercaron a otra pequeña ciudad a la orilla de un río, cuando volvieron a intercambiar palabras.
- Nos estamos acercando a Chelny. Mejor que paremos en algún lugar alejado por si hay alguna colonia de gente agresiva.
Giró con brusquedad el coche hacia un camino de tierra, a la izquierda de la autovía. Emma no había demostrado ser precisamente una conductora nata. La mayoría del tiempo iba dando pequeños acelerones y frenadas, además de la brusquedad con la que tomaba las curvas y hacía demás movimientos. Tenían suerte de que no hubiese casi ninguna probabilidad de toparse con algún coche por toda Rusia.
Aquel camino tenía a ambos lados un campo nevado gigantesco. Al final se veía un bosque que tenía pinta de ser bastante espeso. No era nada que no hubiesen visto antes.
Emma paró en la entrada del bosque, queriendo ocultar el coche entre la maleza. Aún les quedaba algo de gasolina, pero preferían pasar la ciudad de día y dejar el coche al otro lado del río.
- Haces tú el primer turno y después yo el segundo. Llámame a las... cuatro y media.
Sin mediar más palabra, ella se fue a los asientos de atrás, y Matt, todavía inmerso en sus caldeados pensamientos, siguió mirando por la ventana. Que qué le había pasado con sus padres... "Que ellos perdieron" había respondido. Se podía resumir en aquello. Y no era él quién había ganado.
Pero no le importaba. Había sufrido mucho por el dinero; perdió muchas cosas por él. Le había cambiado la manera de ver el mundo. Pero, gracias a él, también había ganado motivos para entusiasmarse y avanzar en la vida.
Y Emma podía excusarse con lo que quisiera, pero realmente parecía que lo hacía a posta para hacerle pensar sobre sí mismo y preocuparle. Y lo peor, lo decía como si escondiese algo o tuviera miedo a decírselo. Él le había dicho de forma clara, sin tapujos, que debían partir para parar los pies a Sagres y salvar a su pueblo, incluso aunque él mismo tuviese dudas. Y ahora le salía con que siempre iba a ciegas, sin preocuparse en confiar en algo o en alguien. Si le había acompañado en ese viaje no era porque le apeteciese, precisamente. Significaba que había apostado por ella, aunque no lo supiese ver.
Durante unos breves segundos creyó haberse dormido. Despertó sobresaltado, ateniéndose a la responsabilidad que tenía que ejercer hasta las cuatro y media. De todas maneras, la ventisca soplaba con mucha intensidad y no parecía haber nadie por los alrededores.
Mentía. En una fracción de segundo, en cuanto lo vio, algo pareció ir deteniendo el tiempo con cada suspiro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro