23. El chico con perfil alto
Al otro lado del cristal el trabajo se sentía pesado, cargante, pero igualmente ilusionante. De alguna manera, Mateu Oliver sabía distinguir quien aportaba ganas e ilusión aunque el trabajo fuera obligatorio o cuestión de vida o muerte. Kraus silbaba y estaba de buen humor. Emma ojeaba las páginas de un libro, seria, pero igualmente concentrada en dar una solución a un problema que tenía con un ácido. A su alrededor había un montón de probetas, algunas vacías y otras llenas de líquido. El lugar parecía una fusión entre el taller de un mecánico y un laboratorio químico.
Emma se dio cuenta de que al otro lado el cristal de la estancia alguien la miraba. Le mantuvo la mirada a Matt durante unos segundos. Redirigió la mirada hacia Sagres, que apareció al lado de Matt poco después.
- Es una mala idea, Matt. Reconsidéralo.
- ¿Reconsiderar qué?
- Hacer lo que quieres hacer.
- Hacer lo que tú nunca tuviste los cojones de hacer.
- ¿No? ¿Y por qué crees que tenía este laboratorio aquí, en Dubai? ¿Crees que para mi no era ilusionante? No te mentí por mentirte, Matt.
- ¿Entonces por qué no quieres que lo haga?
Ambos miraban al otro lado del cristal, sin establecer contacto visual, viendo como los dos compañeros de trabajo estaban enfrascados en sus labores junto con su equipo de 20 ingenieros.
- Cuando empecé a reunir alquimistas, a hacer que trabajasen, soñaba con lo mismo que tú sueñas ahora. Pero me di cuenta de que podía utilizarlos para atraer a gente como tú, Matt. A gente que tiene estos sueños, y sumirles en uno mucho más profundo, como el que tuviste en Rusia. Yo no quiero el oro, ni la plata, ni el bronce. Yo quiero a gente que lo quiera, para utilizarlos en mi propio beneficio. No seas como ellos, Matt. Has aprendido mucho, muy rápido. No tienes 18 años ya.
Emma volvió a mirar a la cristalera unos segundos.
- Voy a hacerlo. Quieras o no quieras. - se palpó la herida que tenía en la ceja.
Sagres permaneció unos segundos mirando cómo Kraus cambiaba de herramienta en la pesada máquina que estaba arreglando y continuó pasillo adelante sin mediar más palabra. Matt sabía que si seguía adelante nada sería lo mismo. Sagres sabía que, si efectivamente aquello seguía adelante, no sería lo mismo, y tendría que emplear todo su poder para que no fuera así. Una vez más, Mateu Oliver había vuelto a poner en jaque no solo a ese líder enmascarado tan difícil de creer su existencia, como un Dios; había puesto en jaque a medio mundo, al trabajo de toda una vida recorriendo rincón tras rincón del ancho mundo.
A partir de ese momento todo iba a ser rápido y letal. Los golpes se sucederían uno tras otro porque uno tenía el mundo a su merced y el otro la capacidad de enfrentarse a él sin ningún tipo de escrúpulo. Luego quedaban los dragones Güell y su necesidad de meter las narices en el apogeo de las mejores obras de Matt, ya con suficiente poder y dinero. Ya no era una cuestión de defender la libertad y transparencia en el mundo. Ahora solo primaba lo personal por encima todo.
El canal que había puesto en la televisión del laboratorio dio paso a las noticias. La presentadora de la BBC explicó lo ocurrido con un video viralizado de Mateu Oliver. En él aparecía el chico atado de pies y manos en un avión, de rodillas, hablando a la cámara, con una brecha chorreando sangre en la ceja.
- Al parecer, según lo que se puede ver en el video, Mateu Oliver habría sido secuestrado por los dragones Güell y la historia estaría dada la vuelta completamente. Las últimas declaraciones del chico, declarando que Ken Hachiro habría tenido contacto con Sagres y su círculo, y que por tanto los dragones trabajarían en secreto con él obteniendo así beneficios económicos y protección, habría propiciado este secuestro que confirma el propio Oliver. Dalia Hachiro ha sido preguntada por nuestros compañeros a su salida de las oficinas de la interpol en Francia, donde se ha revocado su condición de colaboradora, al igual que su organización.
"Es una maniobra sucia, como suele ser habitual en esa persona. Es una forma de reirse de mi y de la vez que él me secuestró, solo para que mi reputación y la de mi padre queden en el aire y nos quiten la oportunidad de trabajar por esta causa en la que ya llevamos muchos años. Justo cuando más a tiro tenemos la verdad, cuando Sagres está contra las cuerdas, ocurre esto. Creo que es más que obvio que es un teatro, que son ellos quienes han secuestrado a Emma Yakolev, pero la interpol no lo ha querido ver así. Es una pena. No, mi padre nunca se ha visto con Miguel Ángel Sagres. Es rotundamente falso."
Emma volvió a mirar a la cristalera cuando la pieza de Dalia hablando con la prensa se acabó. Ya no estaba.
En ese momento su jet privado despegaba hacia Tokio. Poco a poco los recuerdos se hacian mas claros en su mente. Dalia corriendo hacia él antes de embarcar, la sensación de volar entre turbulencias, recordando el sacrificio de Ken para salvarles después del incidente. Las cosas ahora eran mucho más distintas. Ahora se dirigía a Tokio, en vez de salir de él. Iba a quedarse allí, y por una buena temporada.
Nadie sabía donde estaba, y no habían más noticias de él, ni videos virales. Todos señalaban a Dalia Hachiro y a Ken Hachiro, pidiéndoles explicaciones, estando en el punto de mira de todo el planeta. Mateu Oliver solo se escondía en una ciudad en el extremo oriental, alejada de todo el barullo europeo y del sur tailandés, mientras Sagres movía hilos para que el ejército informático no estableciese conexión con sus servidores y que los rumores de quien podía ser Sagres parasen, porque nunca habian tenido tanta repercusión ni fuerza.
Todo por culpa de él.
Cuando Sagres le empezó a buscar solo pronunció cinco palabras a su séquito: El chico con perfil alto. Con esas cinco palabras, toda la red de contactos de Miguel Ángel empezó a buscar a Mateu Oliver para secuestrarle, esta vez sin teatros ideados por fantasias egocéntricas. Amordazar al chico, atarle y enseñarle por las buenas o por las malas a bajar el perfil si quería estar en su círculo de contactos. Si no, la muerte era una opción que contemplaba muy seriamente. Quizás no todo lo que le hubiera gustado, muy en el fondo.
Mateu se topó con siete de sus hombres en un centro comercial. A estos le costaron reconocerle por el look tan estrafalario que llevaba, con ropas de cuero y accesorios de góticos. Iba con un grupo de hombres occidentales de la misma tribu urbana que había conocido en una aplicación para salir y hacer una vida "normal" mientras estaba en el exilio absoluto y Emma terminaba la bomba de sus sueños. A pesar de ello, no se imaginaba vivir una vida así a largo plazo, y que uno de sus hombres le reconociera mientras ojeaba una máquina arcade le sentó, por una parte, como un gran alivio.
Mateu huyó por todo el centro comerical, buscando la salida como un ladrón. La seguridad se pispó de esto, confusa, y algún disparo de táser hubo, sin damnificados. Esos disparos provocaron la alerta de los hombres de Sagres, que dispararon de vuelta. Y entonces Japón ya estaba en el punto de mira del mundo, porque había un gótico con una cara sospechosa que la había liado en un tiroteo, en un centro comercial.
Mateu dejó de ser gótico y pensó abandonar el país, pero en pocos días los dragones Güell ya estaban allí, e hicieron de la ciudad japonesa un queso gruyere entre disparo y disparo. La ciudad se llenó de policía y de dos ejércitos enfrentados en una especie de guerrilla entre bandas, a las que se sumó la ya conocida Yakuza. Tokio vivió en sus calles un auténtico infierno, uno de esos infiernos que había vivido Mateu ya durante muchos años, en muchos sitios. Pero nunca caminando por la calle se había sentido tan inseguro como en ese momento.
Alguien le asaltó por la calle a las 3 de la madrugada, cuando la cosa estaba más calmada por el centro de la ciudad y podía salir a comprar comida a las tiendas 24 horas. Durante el día se quedaba en su hotel viendo las noticias japonesas, sin enterarse de nada, pero observando las imágenes con detalle.
Le puso la pistola en el cuello.
- Vete de esta ciudad, Mateu. Vete ya.
- Pégame un tiro si quieres pero es lo más maravilloso del mundo.
La otra persona, una mujer, se quedó congelada mirándole a los ojos. No movía ni un hueso. Poco a poco movió la cabeza hacia la izquierda, y se percató que había alguien con un francotirador que les apuntaba en un tejado. Se movieron un poco, y justo en ese instante impactó una bala en uno de los ladrillos del edificio más próximo donde estaban.
Se escondieron en una calle más profunda de la urbanización donde estaban. La mujer le volvió a apuntar.
- Vete joder. Te quieren matar.
- Ya lo sé. Todos. - rió. - Es maravilloso. ¿Cómo es posible que me tengan tanto odio todos?
- Por querer joder a Dalia, porque te apetece. Ahora si que la tienes cabreada de verdad, no como en la azotea de Roma.
- Milenka, soy una persona con principios. Y si me los tocan, los cojones digo, tiro los principios a la basura. SI quieres acabar conmigo adelante. Pero tú que vas a saber, claro. Sagres te tiene en el punto de mira por tus traiciones, camarada.
- Te he venido a avisar. Deberías estar agradecido con la única persona en este puto mundo que todavía te tiene algo de aprecio.
- Porque me conoces poco personalmente. Eso te hace especial. - le acarició la cara mientras lo decía, con voz condescendiente por su inocencia.
- Pides mucho que acaben contigo pero luego te escondes como una rata.
- No es mi culpa que la gente no acabe con la plaga que llevo dentro.
- Exiliate. Olvidate del mundo. Hazte mayor en Palaos. - le enseñó un pasaporte falso y se lo ofreció.
Matt lo cogió para ojearlo, sorprendido.
- Vaya. No sabía que me tenías aprecio... tanto aprecio, me refiero.
- Simplemente me gusta resolver las cosas sin sangre de por medio. Pero para eso necesito que el chico con perfil alto baje. Baja un poco, Matt, acabemos con esto. Solo te pido una cosa.
- Se lo que es. Eres más inteligente que los demás, Milenka. Me alegro haberte conocido. Un poco. Aunque solo haya sido un poco, ya sabes.
- Dirige tu rabia a otros y todo acabará. Dame tu palabra.
- Mientras dirige mi rabia, te doy hasta mis ahorros. - rió. Le dio la mano.
Sonaron las pisadas urgentes en la lluvia de tres o cuatro personas que se acercaban. Milenka gritó que huyese de allí, y al ver que el chico reaccionaba despacio, sin que le importara mucho, ella disparó primero cuando vio al primero de los hombres de Sagres en aparecer. Matt empezó a andar rápidamente mientras escuchaba el tiroteo. Al girar la cabeza vio como Milenka caía de bruces al suelo.
Al dia siguiente, a primera hora y ya dando esquinazo a los hombres de Sagres que le perseguían, Mateu se coló en un carguero rumbo a Palaos, isla en mitad del mar de las Filipinas. En el trayecto, escondido en medio de dos cajas gigantes, miraba el pasaporte que le había dado su excompañera como si fuera la primera vez que veía uno, recordando los grandes momentos que había tenido en el ejército ruso. La memoria iba aflorando en él, pero su cabeza había traspasado una barrera en la que era muy difícil volver a desandar lo andado.
Palaos también tenía ese aire oriental al que ya estaba acostumbrado en su estancia en Bagnkok. Los dos primeros días en los que se asentó y consiguió habitación en un apartamento, gracias al pasaporte falso que le había dado Milenka, se dedicó únicamente a tomar el sol en la playa. Ese ejercicio tan vacacional tenía, además, otra función: decidir si corresponder al regalo que le había dado o no. Cumplir el favor de Milenka o quedarse en Palaos hasta que cumpliese los 90 años. Las dos cosas, que era lo que la rusa tenía en mente, era complicado de hacer.
Porque era el chico con perfil alto. No le serviría de nada poner en jaque a Sagres si quería quedarse aislado del mundo. Simplemente no sabría, y por muchos rayos uva que disfrutase, el rencor era una losa de la que Mateu no podría desprenderse nunca. Y por primera vez, el rencor iba dirigido a todos lados, como una bomba estallando.
Al tercer día fue a la playa de noche, en el norte de la isla, donde la gente escaseaba más. Recogió un montón de leña e hizo una hoguera allí, dónde pensó tirar el pasaporte de Milenka.
No lo hizo. Cogió una rama pequeña y buscó una zona dónde hubiera menos arena.
Empezó a dibujar y a escribir. Acabó una semana más tarde, con 2 helicópteros, 7 drones y 5 lanchas con periodistas. En una playa del norte de Palaos había aparecido, con la firma de Mateu Oliver, la información más valiosa y clasificada de Miguel Ángel Sagres.
- "El nombre falso que utiliza como ciudadano español es Rafael Sastre Higueras" - decía una mujer periodista en las noticias de última hora. - "Así empieza la gran revelación que firma Mateu Oliver, al parecer huido de su secuestro por los dragones Güell. En la playa de Palaos también ha aparecido, escrito en la arena, el modus operandi de Sagres, que utilizaba una tecnología avanzada de blockchain con un equipo de informáticos de élite. En palabras sencillas, el dinero que manejaba Sagres era compartido con más de la mitad del tejido empresarial y criminal del planeta. Él conseguía el beneficio a través de extorsiones para que se incorporasen a su red y pagar comisiones multimillonarias según se iba extendiendo. También ha aportado los domicilios de las casas y sedes de Sagres en todo el mundo."
Cuando quisieron explorar Palaos en busca de Mateu no lo encontraron, pero las investigaciones les hicieron pensar que había estado allí al cien por cien. En menos de 72 horas todo el mundo buscaba a Miguel Ángel Sagres, alias Rafael Sastre. La foto de Sagres empezó a circular por todos los medios de comunicación y redes sociales, de tal manera que ya se le podía poner cara al hombre que habían estado buscando durante años.
Su imperio estaba desmoronándose. Y todo gracias a un chico al que no tenía que buscar: porque su ruina también era la suya. Y los dos eran, previsiblemente, de los que morían en el barco cuando se hunde. Si Mateu estaba en el mar, planeando el sabotaje a su barco, él volvería a montarse en él para volver a hundirse. Lo simbólico rallaba lo enfermizo en la mente del chico, y Sagres no estaba dispuesto a ello.
El hombre con más dinero del mundo no solo era el único que se buscaba con vida. También era Mateu Oliver, y cuando bajó del avión de clase turista y tiró el pasaporte a la papelera más cercana, se encontró con un aeropuerto completamente desalojado. No había ni un alma, y por un momento se sintió como aquel fatídico dia en Púlkovo, después de haber sobrevivido a la caída de un avión y haberse encontrado con Emma días después, sin ninguna opción de supervivencia.
Todo el ejército de Arabia Saudí se presentó ante Mateu y los viajeros del vuelo, que fueron desalojados inmediatamente por los soldados árabes. Sólo quedó el general y el rey de Arabia en la zona de llegadas del aeropuerto internacional de Dubai. El rey se dirigió a él.
- Buenas tardes, Mateu Oliver. Me gustaría que respondiese a esto con diplomacia, al igual que lo ha hecho en esa playa.
- Vengo del ejército también. - miró al general. - La gente comprometida con un país no suele ser muy tolerante. ¿Me equivoco?
El general se mantuvo callado.
- Si se entrega a las fuerzas de autoridad internacionales lo que empezaste se acabará.
- Acabará, si. Y también para mi, alteza. Me llevarán de vuelta a España y lo siento, pero alli no son tan tolerantes como usted.
- Aquí se te fusilaría, chico. - dejó de tratarle de usted.
- Me encanta Arabia. Perdone, pero, ¿después de ayudarnos tanto tiempo va a dejarme así, con el culo al aire?
- Las cosas han cambiado. Y lo sabes. El señor Miguel Ángel me ha llamado para que lo veas con más claridad.
- Huh. Lo veía todo claro como el agua desde hace tiempo. Se lo aseguro.
- Solo me hace falta su aprobación y una llamada a Lyon y al consulado español para que vengan a este mismo aeropuerto.
Mateu sacó su smartphone, tecleó algo y se la enseñó.
- Se va a quedar con 0 en el banco si sigue embaucando a la gente con dinero. - sonrió, teniendo pena por él. - No hay dinero que compre mi silencio, Mateu.
- No quiero su silencio, majestad. Quiero su país.
Al rey árabe se le borró la sonrisa de la cara. Diez palabras hicieron que aceptase ser nuevo administrador único de los servidores blockchain de Sagres: "Ese traidor de mierda debe estar haciendo las maletas ya"
Arabia Saudita por la mayor fortuna y poder del mundo, de la que Mateu sabía el usuario y la contraseña. Sellaron el pacto con un apretón de manos y Mateu salió escoltado del aeropuerto por coches blindados con las ventanas tintadas. Conforme iba avanzando por la salida del aeropuerto hacia la autopista, observaba las caras de asombro e intriga de la gente, conjurada alrededor del aeropuerto después de que se les pidiera que lo abandonasen. Conforme avanzaba, iba viendo el rostro de cada persona como si fuera suyo. Veía las palmeras a los lados de la carretera como suyo. La arena. El asfalto.
No dudó en acompañar esa sensación enferma con dos tiros de cocaína en el baño de la sede laboratorio. Detrás de él apareció Kraus. Matt levantó la cabeza y le miró a través del cristal que tenía en frente.
Kraus sonrió, asintiendo. Empezó a reir poco a poco. Las pupilas de Matt, ya de por si grandes, se hicieron incluso más grandes al escuchar su risa. Se dio la vuelta y le miró a los ojos, todavía sin creerselo.
Empezó a gritar "Aleleuya" tan alto como pudo y Matt empezó a reir y a repetir aleluya. Salieron del baño, agarrados por el cuello, totalmente exaltados de felicidad. Cantaron aleluya con todos los ingenieros que se encontraban por el pasillo.
Un milagro había ocurrido en el país de Mateu Oliver.
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