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8. Títere y titiritero

Mateu Oliver se despertó al día siguiente con resaca, en la misma habitación y en la misma cama en las que lo había hecho cuatro días atrás.

Miró a su derecha, donde estaba Arina, mirándole pensativa y con curiosidad. Después se examinó el cuerpo. Estaba encima de las sábanas, vestido de cintura para arriba y completamente desnudo de cintura para abajo. Empezó a toser, y su rostro expresó la extrañeza que le producía aquella situación.

Volvió a mirar a Arina.

- ¿Qué...? - le salió una voz ronca.

- No tengo ni idea. Lo único que sé es que vinistes de beber toda la noche con Skarrev, gritando cosas sobre lo que era o no correcto, y después... - Arina bajó la mirada, y Matt fue poco a poco recordando pequeños momentos. -

- Ah, lo siento. No quería despertarte y menos...

- No, da igual. No pasa nada. - dijo riendo, algo sonrojada. - ¿Pero estás preocupado por algo?

Matt se incorporó de la cama con un dolor de cabeza terrible, mientras se frotaba los ojos con sueño, pero eso no le impidió responder.

- ¿Es que acaso alguien no lo está en este sitio?

- Tu manía de responder a preguntas con preguntas llega a molestar, ¿sabes? - bromeó.

- No, no estoy preocupado. Confío plenamente en nuestro gran y alabado general, nuestro salvador. ¿Contenta?

- Matt...

- ¿Qué?

- Dime que te preocupa.

- Que tú también dejes de luchar por lo que crees.

Ella calló, comprendiendo lo que quería decir.

- Quieres que le presione para elaborar un plan de ataque en Utjá.

- Si es lo que crees, sí.

- Es lo que creo. Pero no funcionará.

- ¿Te dijo alguien que este ejército funcionaría para salvar Rusia?

- El día que dejes de hacer preguntas incómodas habrá paz en el mundo.

- No te lo niego.

El joven capitán se levantó con dificultad, quejándose por el dolor que le producían sus entumecidas articulaciones.

- Iba a preguntar si fue bien la conversación de ayer, pero algo me dice que no.

- Me llamó mentiroso a la cara. Me reservé mi opinión, le llamé señor y de usted, como él quería, y me trató como una mierda. Como siempre.

Arina suspiró.

- Una vez que pierdes su confianza es muy difícil recuperarla.

- Es tan injusto... He tenido que reprimir todo lo que pienso, mis ganas de que todo salga bien, solo por que cree que sabe "quién soy"... Yo solo quiero que me escuchen, nada más. Solo quiero... que me crean.

La voz de Matt se tambaleaba falsamente de la emoción con cada palabra de decía. Tranformaba su fuerte rabia y su odio a Lagunov por la impotencia débil y deprimida de un chico harto. La vestía de gala para manipular a su voluntad a la capitana Slavik.

- Lo sé, lo sé. - le abrazó. - Hay veces que no sabe darse cuenta de las cosas, como todos. No te lo tomes así.

Matt la apartó bruscamente y se levantó, mareándose en el acto.

- ¡Me dijo que me iba a echar del ejército! - gritó. - ¿Crees que eso es no darse cuenta de las cosas? ¡No le sirvo para nada! ¡Soy un estorbo incluso esforzándome por no querer serlo!

- Matt...

- Estoy harto Arina. Me iré yo, no voy a permitir que Lagunov me expulse. Intentaré enfrentarme a Sagres por mi cuenta.

- ¿Qué? No digas tonterías. Te necesitamos más que nunca. Incluso él te lo dijo. Pero tiene que tener mucho cuidado en las cosas que le dicen para tomar las decisiones adecuadas.

- ¡Y una mierda! ¡A él le da igual todo!

- Matt... si te vas y te enfrentas a su ejército solo... morirás. Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo sin ayuda.

El capitán, sentado en la cama con la cara apoyada en sus manos, sonrió, de espaldas a Arina.

- Me da igual, conseguiré ayuda del exterior. Lo que sea.

- ¿Crees que nosotros habríamos llegado tan lejos sin ayuda del exterior?

Parecía que el chico no era el único que respondía con preguntas. Matt giró la cabeza, con curiosidad, con los ojos rojos, a punto de derramar lágrimas de cocodrilo. Arina Slavik suspiró de nuevo.

- ¿Ayuda?

Ella dudó en responder, pero el chico sabía que lo haría. No quería ver a su amante sufrir de aquel modo por Lagunov, así que para verle feliz y que así ella también lo fuese, debía sacrificar el secreto que le había confiado guardar. Una vez más, todo giraba en torno al sacrificio y la felicidad que daba hacerlo, fuera o no la decisión correcta. Una vez más, todo llegaba al egoísmo.

- Sin las ayudas de los países del norte de europa... no podríamos haber llegado a tener las armas que tenemos ahora, ni los uniformes, ni la ropa, ni las provisiones, ni si quiera gran parte de nuestros soldados. Si Lagunov no hubiera contactado con esos gobiernos... este ejército no hubiera sobrevivido.

Matt se levantó al instante, con un rostro aparentando total indredulidad, con las manos en la cabeza. "¡Vaya giro de los acontecimientos, dios mío!" pensó en tono burlón. Por la madre de cristo, aquello lo llevaba sospechando desde el primer día que vio todo lo que tenían montado allí. Estaba casi convencido de que, si no era justo eso, sería algo muy parecido.

- Pero... ¿qué...? ¿Por qué?

- Es una cuestión muy delicada como para que se sepa así a la ligera. Nadie lo sabe, excepto nosotros tres.

- Lo... entiendo, supongo. Y sabía que... algo no cuadraba. Pero nunca me habría imaginado algo como eso...

- Matt, es muy importante que lo mantengas en secreto. No queremos que la gente empiece a sospechar cosas que no deberían. Tenemos que mantener la esperanza que les hizo unirse a este ejército, sin que importe nada más.

- No te preocupes. - dijo al instante, mientras pensaba justo lo contrario. - Sé el malestar y el desequilibrio que puede ocasionar algo como eso en el ejército.

- Pero te digo esto porque confío en ti, y porque creo que es justo que conozcas la verdad. Quiero que veas que vale la pena morir por este ejército, porque va en serio, y porque ha luchado y se ha convertido en lo que quería.

- ¿Y si no me dejan, Arina? - la miró con pena. - Quiero formar parte de este ejército.

- No soy la general, en eso no puedo hacer más por ti.

Matt se levantó y se vistió en aquella habitación, como cada día. Miró por la ventana, suspiró y se despidió de Arina. Salió a la calle mientras se ajustaba la braga militar y miraba a todos lados de la playa, sin ver a nadie rondar cerca.

Se empezó a reir, y duró así un par de minutos.

Vaya mierda de persona era.

Ya tenía una confirmación al cien por cien de lo que pasaba en aquel pueblucho de gente jugando a la guerra y a los soldaditos, financiado por otros países. Ahora, si Slavik finalmente no lograba convencer a Lagunov de atacar Utjá, idearía otro plan para hacer lo que los siervos de Sagres le pedían. Pero de todas maneras empezaría con ello en poco tiempo, ya que siempre se adelantaba a los acontecimientos, y normalmente le salía bien la jugada.

Sentir que lo controlaba todo, que manejaba cada situación y a cada persona como marionetas en un teatro. Aquella sensación podía con él. Le llenaba de una forma inmensa y le hacía sentir vivo, pero a la vez le desgarraba por dentro. Años antes de llegar a Rusia se había dado cuenta de lo bueno que era en ello y de los resultados tan satisfactorios que le daba. Pero después conoció a Emma... y todo cambió.

Andó hacia el nucleo central de casas de la playa. Por el camino se encontró con dos soldados que le saludaron militarmente, algo nerviosos, con prudencia. Dijeron su nombre, en señal de que querían hablar con él. Matt avanzó un poco más allá de ellos, pero finalmente se paró y se dio la vuelta.

- ... ¿Capitán Oliver...?

- ¿Sí?

- Señor... eh... - pareció dudar de si decírselo o no. - Nuestra tropa y el sargento Milojevic está lista para que nos dé órdenes en la siguiente expedición y se clarifiquen los objetivos...

Matt esbozó una sonrisa y se acercó a ellos. Les puso una mano en cada hombro y contestó, animado.

- No os preocupeis. Relajaos. Dentro de poco os sentireis culpables. Sí, muy culpables. Sentireis que todo esto no ha servido para nada, y que el esfuerzo no tiene recompensa. Por eso, antes de que os sintais así... parad. No hagais caso de nada ni nadie. Sed libres.

- Pero señor... lleva sin presentarse en nuestro cuartel desde que volvió...

El soldado le habló al aire, puesto que el capitán ya se marchaba antes de que el otro pudiese terminar la frase. Ambos se quedaron mirando, totalmente impactados y extrañados, como continuaba su camino hacia otro cuartel que no era el que tenía asignado.

Matt entró en una de las casas más grandes que había en la playa, y una de las pocas construida con yeso y cemento. Allí dentro, nada más entrar, se podía ver banquetas por todos lados, armarios para las armas y alguna que otra pizarra. Continuó por la habitación hasta el final, donde se extendía un pequeño pasillo que se dividía en otros tres y en varias habitaciones.

Otro par de soldados se asomaron andando por allí, cruzándose con Matt. El capitán siguió andando por el interior de la casa, por el pasillo central. Llegó a una especie de vestíbulo con muebles antiguos, varias alfombras antiguas y paredes decoradas con cuadros de mal gusto. A la izquierda había una escalera que subía al segundo piso, y hacia allí fue.

Matt subió y se encontró con una habitación al final de otro pasillo más. Abrió la puerta, pero no había nadie en lo que parecía ser el despacho de un capitán. Pensativo, cerró la puerta y volvió a recorrer el pasillo hacia las escaleras para bajar al piso bajo, donde volvían a pasar un grupo de cinco soldados. Volvió a internarse en uno de los pasillos, pero esta vez giró a la izquierda para internarse por otro, esta vez más estrecho. A los lados habían varias habitaciones, pero el chico continuó recto, hasta que se encontró con alguien que salía de una de ellas.

Irak se quedó sorprendido cuando vio a Matt a unos metros de él.

- ¿Matt?

- Irak. - dijo sin más, saludándolo.

- No esperaba tu visita. - sonrió, mientras se acercaba a él. - ¿Que tal estás? Apenas hemos hablado desde que volvistes de allí.

- Bien, bien. Ya estoy mejor.

- Me alegro. ¿Alguna novedad entonces?

- Sí. Una.

- Ajá. Pues dime. Interpreto que es por lo que has venido, ¿no? - se acarició su voluminosa barba.

- Voy a tomar el poder del ejército.

Irak no pudo mover ni un músculo cuando oyó eso, mientras escudriñaba a Matt de arriba a abajo, preguntándose si lo que había oído lo había escuchado bien. No pudo creerselo en un primer momento pero, a juzgar por la apariencia seria y ruda de Matt, lo decía completamente en serio. Y teniendo en cuenta su actitud durante los últimos meses, lo veía totalmente lógico.

- Matt... no creo haber comprendido bien...

- He dicho que voy a acusar a Lagunov de traición y alianza con el enemigo. Y por eso necesito que me ayudes. Y que escuches y comprendas bien todo lo que sé y lo que he pensado hacer.

- Oye, oye, sé que has pasado por algo terrible y que todavía tienes secuelas de ello. Sé que todavía le tienes algo de inquina a Lagunov, y lo veo lógico, todo queremos que esto salga bien y es normal tener diferentes puntos...

- No se trata de puntos de vista, Irak. Si te estoy contando esto es porque no soy idiota y sé que comprendes perfectamente que la toma de poder de esto no sería hacer ninguna locura. Sabes donde estamos y lo que hay. Pero no lo sabes todo.

Irak le miró sin saber que decir durante mucho tiempo, pensativo y algo desconcertado. Era cierto que comprendía a la perfección a Matt. Porque él mismo le había contado la historia de su pasado en el ejército ruso. Le contó la manera en la que tuvo que luchar contra militares corruptos, desertores y espías en la frontera con Kazijstán. Como llegó un momento en el que tuvo que tomar el poder de su cuartel, de su escuadrón y de todas las tropas que trabajaban en la frontera.

- Que comprenda lo que sientes no significa que la situación sea igual.

- Lagunov está utilizando la ayuda militar de los países del norte para traer estos uniformes, convoys, soldados, provisiones... todo.

Irak miró al frente y a su espalda, además de a sus costados, por si algún oído indiscreto quería escuchar la conversación.

- Eso es mentira. Consigue todo de dentro del país, de los restos que dejó el ejército ruso al irse. Las provisiones nos la proporcionan los campamentos que hay en las ciudades y en los pueblos.

- No. No es así. Me lo ha dicho hoy mismo Arina.

- Pues Arina miente.

- Te aseguro que dice la verdad, y yo ya me la imaginaba desde hace mucho tiempo.

- ¿Cómo estás tan seguro de ello?

- Simplemente lo estoy. Lagunov ha sido sospechoso desde el principio, no me lo negarás.

- Yo no me dejo llevar tan fácilmente por las sospechas. Necesito pruebas.

- Cuando todo ocurra, no solo te enseñaré a ti las pruebas. Las verán todo el mundo, y podreis ver por fin lo equivocados que estábais con él. Pero necesito que me prometas que harás lo que te digo una vez las veas.

- Si tan seguro estás, no veo por qué no. Pero recuérdalo bien, no me posicionaré con nadie ni contra nadie hasta que vea justicia en una de las dos partes.

"¿Justicia?" se preguntó Matt para sí mismo, mofándose. "¿Quieres justicia? Pues entonces no deberías fiarte de lo que te digan que es justo..."

- No te preocupes. Te posicionarás en seguida en cuanto veas que el señor Lazar Lagunov ha tenido un contacto muy directo con Sagres.

Ninguna cara de incredulidad podría haber superado a la de Irak en ese momento.

- ¿Qué? - dijo tras asimilarlo durante unos segundos mudo. Dejó caer los brazos, rendido a aquellas acusaciones, ya fueran verdaderas o falsas.

- No voy a permitir que sigan jugando con la esperanza de millones de personas que siguen en este país maldito, ni con las vidas de los soldados que están aquí. Ni hablar.

- ¿Eso te lo ha... dicho también Arina?

Matt asintió, mintiendo de nuevo, e Irak bajó la cabeza, intentando imaginarse toda aquella parafernalia.

- Eso... eso es... - volvió a decir Irak, musitando. - No puedo creerte. ¿Te has oído? ¡No tiene sentido!

- Trabajamos para Sagres a través de los países que le suministran.

- ¡Estamos luchando contra ellos! ¿Cómo demonios vamos a estar trabajando para ellos?

- No lo tengo claro, pero me temo una cosa. Y al igual que me temía lo de la financiación extranjera, puedo acertar perfectamente. Es posible que Sagres haya deshechado la idea de transformar Rusia en oro, y tan solo quiera el control político del país.

- ¿Cómo? - Irak elevó la voz. - ¿Por eso nos han estado atacado? ¿Por eso? ¡No tiene sentido, Matt!

- ¿Estás seguro de que nos han atacado ellos? Yo creo que lo único que hemos hecho ha sido expandir nuestro terreno donde no había rastro de Sagres, añadir más soldados y más cuarteles generales y atacar nosotros. ¿Con que resultados? ¿Puedes decirme alguna batalla en la que no tuviésemos que dar la retirada?

Irak no obtuvo respuesta a su pregunta.

- Exacto. Da exactamente igual que unos cuantos soldados o nosotros mismos nos matemos entre nosotros aun estando en el mismo bando, si eso sirve para engañar a la población. Entonces ya empieza a tener más sentido.

- Eso pueden ser perfectamente elucubraciones. Y ya te he dicho que no creo en elucubraciones.

- Me da igual. - dijo moviendo los hombros. - Me basta con que me creas cuando lo veas todo y que hagas lo que te pido para tener una oportunidad.

- Una oportunidad... ¿de que?

- De salvar a Emma. Si no hago lo que me dicen, ella y su padre están muertos.

Irak se terminó de derrumbar del todo, y le dirigió a Matt una mirada de preocupación intensa.

- No...

- Cuando me apresaron, no solo me interrogaron. Me dijeron que debía atraer al ejército hacia un lugar concreto. - le explicó. - Hacia Siberia. Allí es donde se encuentra Sagres.

El capitán con la barba larga y descuidada calló, y se la acarició durante un largo rato, pensando.

- ¿Y por qué te pidieron eso?

- Imagino que porque han decidido que este juego debe terminar ya.

Ambos se quedaron en silencio, comprendiendo la situación. Matt volvió a hablar.

- ¿Me ayudarás?

Irak le miró fijamente.

- Solo si veo que es lícito hacerlo.

- Pues empieza por convencer también a Raf y a Skarrev.

Matt le contó a Irak su plan al detalle en ese mismo pasillo del cuartel.

Después, el chico maquiavélico y su marioneta se despidieron de su encuentro secreto, yendo cada uno por su lado.

La preparación de su obra maestra estaba en su punto de apogeo.

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