24. Errores
Emma seguía observando al padre de Matt unos metros más alejada.
Este giró la cabeza un poco hacia ella, intuyendo que alguien fijaba mucho la mirada en él. La sonrisa que tenía dibujada desapareció en un rostro de seriedad y preocupación.
- Miguel... Ángel. Miguel Ángel... - repitió, hasta que Sagres se dio la vuelta para hacerle caso, dejando de reir con Skarrev. - Tengo que... irme. Acabo de acordarme que tengo que revisar unas cosas.
- Ah, por cierto, ¿conoces a Emma? - dijo extremadamente jovial, sin darse cuenta de la repentina tensión. - Siempre estás de aquí para allá, trabajando y haciendo de padre, ¿eh? - rió. - ¡Vamos, relájate! ¡Es un día de celebración! ¡Hoy somos un poco más ricos gracias a nuestro estimado Matt!
- De verdad que... aprecio todo esto pero...
- Tú... - dijo Emma. - No puede ser... Tú fuistes...
Carlos, con el pelo algo más oscuro que Matt, alborotado y con una chaqueta de cuero marrón, no llegaría a los cincuenta de edad. Sus facciones incluso le aparentaban muchisima menos edad de la que tenía, y se parecía a Matt especialmente en los ojos, curvados, y en los finos labios.
- Tú fuistes quien mató a mi madre.
En el momento en el que esas palabras salieron de Emma Yakolev, el ambiente enmudeció dentro de la sala durante larguísimos segundos. Matt se retorció en su silla y se giró para ver la escena, incrédulo.
- No... Te debes estar confundiendo... - río nerviosamente. - Yo no te he visto en mi vida, y menos a tus padres...
- Lo recuerdo perfectamente. Tú fuistes quién la tiroteó con el fusil. En aquella calle cuesta abajo del pueblo... Con esa misma... con esa misma chaqueta...
Sagres maldijo por lo bajo, y aquella fue la primera vez que Matt vio a Sagres estar en una situación incómoda e inesperada. Su rostro, que mostraba una mueca de enfado consigo mismo, lo decía todo.
Se preguntaba una y otra vez lo mismo.
Cómo era si quiera posible que se le hubiera escapado aquello.
Emma sacó su Kalashnikov y recargó, mientras Sagres lo intentaba solucionar.
- Ey ey ey ey, señorita Yakolev. Será mejor que guardes ese arma, que te tranquilices y hablemos esto...
Emma no se andó con rodeos, y disparó al techo y a las lámparas que colgaban de él durante mucho, mucho tiempo. Para cuando acabó, todo el mundo ya estaba escondido bajo las mesas que había en el despacho. La voz de la pelirroja sonó con una garra abrumadora y tenebrosa.
- ¡Ve pensando en como quieres que te corte los malditos brazos cuando estés muerto!
Matt, que ya tenía algo de libertad para actuar, agradeció a todas las suertes que aquello hubiese ocurrido.
Se levantó, cogió la silla, que estaba atada a sus esposas, y quiso golpear a Emma por detrás con ella. Sin embargo, Emma se giró en el momento adecuado y detuvo su golpe. Cogió la silla con las manos y le dio un puñetazo en el estómago a Matt. Después se acercó a él, en el suelo, y le dió una patada en la cara.
Emma volvió a girarse, totalmente encolerizada, buscando con la mirada al asesino de su madre.
Por otra parte, aprovechando el momento de caos, Raf se las ingenió para agacharse y darle una patada en la espinilla a su vigilante, que no se libró tampoco del posterior cabezazo que le dió en el estómago. Cogió su Kalashnikov y le fusiló como pudo con las esposas puestas.
Rebuscó con nerviosismo y con las manos manchadas de sangre de su enemigo las llaves. Las encontró y se las quitó.
Tras ello, se acercó al chico español atontado en el suelo, sacó las llaves de las esposas y se las quitó también.
Mientras Emma disparaba a todos los rincones de la habitación, gritando, insultando y amenazando a todo el mundo, fuera de sí, Carlos Oliver y Sagres avanzaban a gatas tras las mesas y mobiliario.
La chica pelirroja, tirando a patadas las sillas y las mesas, escudriñaba con la mirada hasta la última mota de polvo.
Oyó disparos cerca suyo, pero en seguida cesaron.
Era Raf, y a duras penas Matt, que dispararon contra algunos soldados de Sagres que seguían en la habitación y que pretendían disparar a Emma.
La chica les miró, y ambos correspondieron su mirada, mientras se alejaban hacia la salida.
El mundo pareció pararse para ella. Su respiración fue mas despacio. Destensó los músculos.
Observó a Carlos y a Sagres por un hueco, detrás de algunas estanterías de metal.
Después volvió a mirar a Matt y a Raf.
Saltó de la mesa a la que estaba subida y se acercó a ellos de forma amenazante.
Recargó el arma mientras se acercaba. Ellos la miraron de forma desafiante, mientras hablaba.
- Vámonos de aquí.
Atravesaron la puerta del despacho de Sagres con urgencia, justo cuando Skarrev salía de su escondite con el fusil, listo para dar caza a esos tres.
Para entonces, las tropas ya se habían preparado en el piso inferior, al haber escuchado disparos.
Se encontraron con una lluvia de balas que a punto estuvieron de impactar contra ellos en vez de contra la barandilla.
Agachados, pero corriendo, atravesaron todos los pasillos de aquellos pisos subterráneos, busando un ascensor que les llevase a los pisos superiores, a la vez que se cubrían entre columnas cuando se topaban con un tiroteo.
Emma, de vez en cuando, lanzaba alguna granada de fragmentación que llevaba en su cinturón, y que hacía temblar los cimientos de aquel lugar, arrasando también con los soldados de alrededor.
Ningún ascensor funcionaba. Habían cortado la electricidad, por lo que tuvieron que idear otra forma de subir. El hueco de las escaleras que subían estaban completamente llenas de soldados, que hacían guardia, esperando a los rebeldes.
Encontraron un método bastante bueno para avanzar mientras uno se dedicaba a cubrir las espaldas de los demás, en este caso Raf. Matt y Emma rompían unos cristales cercanos a las paredes que daban al hueco de las escaleras. Se colaban por ahí y sorpendían al enemigo.
Sin embargo, aquello era muy grande y había muchísima gente.
En un descuido Raf casi se queda atrás, intentando subir unos escombros resquebrajados por una explosión de Emma. Matt fue el primero en volver a por su amigo y ayudarle antes de que los escombros siguieran cayéndose.
En ocasiones los tres se paraban. Emma tiraba la bomba, e instantes después de que explotase, continuaban corriendo, aunque el techo se les cayese encima, y más con el peligro de estar en el hueco de las escaleras.
Skarrev les seguía el rastro continuamente, pero por más que corría no llegaba a alcanzarles. Su agilidad cada vez iba siendo más torpe. Varios trozos de techo cayeron a su alrededor, mientras se desprendía parte del suelo, cayendo por un pequeño balcón al piso inferior.
Quedó atrapado por los escombros durante unos segundos, pero inmediatamente más escombros como aquellos cayeron y le partieron la pierna.
No obstante, se levantó, se quitó el peso de encima y continuó, cojeando, hacia unas escaleras de emergencia secundarias: un atajo.
No tardó demasiado en pillar desprevenido a Matt cuando pasaba al lado de las escaleras, escondidas. Le agarró de la ropa y le tiró al suelo, y antes de que pudiera defenderse apretando el gatillo, ambos se enzarzaron en una pequeña pelea por extrangularse al otro.
Matt se consiguió levantar, pegar un par de golpes a Skarrev y llevarle hacia el balcón del piso para tirarle.
Sin embargo, Skarrev volvió a tomar ventaja empujando a Matt, tirándole y avalanzándose sobre él para ahogarle.
Y esta vez pareció durar mucho esa ventaja. Matt ya no parecía tener fuerzas para quitarse de encima las manos de lagunov.
Emma fue la primera en darse cuenta de la situación y mirar hacia atrás.
Sacó rápidamente un explosivo y quitó la anilla. Contó los segundos exactos, tensa, mientras a Matt se le acababa el aire.
Y la lanzó hacia arriba, hacia su dirección.
Una parte del piso de arriba se derrumbó, y uno de los escombros le dió a Skarrev en la cabeza, dejándole inconsciente. Matt se pudo cubrir con su cuerpo, hasta que con un esfuerzo sobrehumano empujó a Skarrev hasta tirarlo por el balcón.
Se quedó mirándolo unos segundos, jadeando, totalmente sucio de polvo, sudor y sangre, al igual que sus dos compañeros.
Skarrev...
Su figura estaba ahí, rígida e inerte.
En ese momento no podía preguntarse nada de lo que estaba pasando o de lo que estaba haciendo.
No podía darse cuenta de toda aquella locura sin sentido.
No podía recordar todos los momentos vividos con su antiguo aliado. La confianza que había puesto en él. Su amistad. La manera en la que sentía su cercanía paternal.
Tan solo quedaba en él un dolor espinoso en el pecho que se hacía más y más fuerte mientras le miraba con disgusto, allí debajo.
Se intentó mentalizar.
Debía salir de allí y ponerse a salvo, mientras el sitio se venía abajo por culpa de los explosivos de Emma.
Los tres chicos fueron directos a unos laboratorios en la parte este del edificio, donde encontraron al padre de Emma. La chica y los demás se ocuparon de tirotear a los soldados que le vigilaban por la zona.
El padre de Emma tenía un aspecto realmente curioso. El pelo largo, completamente liso y negro, con mechas violetas. Llevaba gafas, una camisa blanca y unos tirantes negros, tal y como se llevaba hacía muchos años, además de una pajarita roja.
- ¡Emma! ¿Que...? ¿Estás bien?
- ¡Vámonos de aquí! ¡Tenemos una oportunidad!
- No... no podemos... nos van a matar.
- ¡Esta vez es diferente papá! ¡Por favor, hazme caso!
Fnalmente, Aleksey Yakolev, con un mar de dudas sobre sus hombros, rememorando a su esposa fallecida, decidió coger uno de los fusiles de los soldados y acompañar a los chavales.
Por fin tuvieron la oportunidad de salir. El lugar estaba hecho un desastre; el caos reinaba en los pisos que daban al exterior. Cientos de soldados iban y venían mientras daban órdenes y escuchaban órdenes.
Sin embargo, allí podrían avanzar algo más escondidos, con sigilo, entre tanta algaravía.
Encontraron una puerta de emergencia al fondo del edificio, por la cual no parecía que pasase nadie.
En el patio exterior, de kilómetros de longitud, en plena ventisca, habían treintenas de helicópteros negros y varios aviones y avionetas subiendo a gente y también dejándola en tierra firme.
Emma, tras la puerta de emergencia, buscaba insistentemente algo con la mirada, preocupada. Cuando lo encontró, miró a Matt y lo señaló, seria.
Matt miró en su dirección, pero no veía nada más que una manada de helicópteros negros con las hélices girando y generando más viento del que ya hacía.
Pero había uno que no se parecía a los demás. El que señalaba Emma.
El que llevaba la figura del Drac Güell de Barcelona en su puerta.
En el que a su lado estaban Ken y Dalia, esperando, muertos de frío, a que apareciesen.
Emma le cogió de la muñeca y tiró de él, pero Matt tiró más fuerte que ella y consiguió que le soltara. Como antaño, Matt la miró con desconfianza y asco.
- ¿Qué es esto? ¿Qué se supone que piensas que voy a hacer? ¿Hacerte caso después de haberme jodido la vida?¿Y encima con ellos también?
- ¿Prefieres morir entonces?
Emma le volvió a coger de la mueñca a Matt, pero no tiró de él, y este se quedó mirando su figura, absorto por una serie de curiosidades azarosas en su mente.
Tanto como los cambios de actitud de la chica.
Su rostro dejó de estar tenso en cuestión de segundos.
Observó los pequeños cambios que habían tenido sus facciones desde la última vez que se vieron. Observó que su seriedad la hacía parecer más seria, más mayor incluso. Su locura la hacía parecer más loca aún. Su forma de mirar en cada segundo de tensión era incluso más tensa que la propia situación.
Observó su pelo rojo teñido, más rojo que nunca, y cómo le tapaba la cara a causa del viento. Observó como ahora sus pecas, por la luz, eran incluso más ocuras, como su propia alma.
Era más alta. Más fuerte. Más incisiva y valiente.
Había cambiado tanto, en tantas cosas, que ahora se le presentaba a Matt como si fuera una persona completamente nueva.
Pero Emma Yakolev no había cambiado nada en una sola cosa.
En la manera que tenía de tocarle.
Los cuatro avanzaron con extrema velocidad hacia el helicóptero del dragón barcelonés, atravesando los helicópteros que había entre medias.
Algunos se daban cuenta tarde de que aquellos eran non gratos para Sagres. Otros simplemente les daba igual quienes fueran, y no se lamentaban de no haber podido dispararles.
Pero finalmente, los cuatro llegaron al helicóptero sanos y salvos. El vehículo se elevó, con problemas a causa de la ventisca.
No fue hasta pasados unos minutos que Matt se dio cuenta de que, al menos de momento, estaba a salvo. Suspiró larga y profundamente, mientras se frotaba los ojos.
Soltó un par de risas, mientras miraba el tendido.
- Bienvenido a bordo, Matt. - dijo Dalia, de copiloto.
- Sí, claro. Bienvenido a bordo. Bienvenido. - rió - ¿Qué...? ¿Qué demonios está...? - rió de nuevo. - ¡Que alguien me explique...! Dios... ¡Voy a volverme loco! ¡Despertadme de esto, sea lo que sea, un sueño o una alucinación de las graves! ¡Estoy en el psiquiatrico! ¡O a punto de morir! ¿Verdad que sí? ¡A quien sea que pueda oirme, sacar todo esto de mi cabeza! ¡Pegadme un tiro!
No podía parar de decir aquellas cosas en alto, angustiado, y a la vez riendo de lo absurdamente aturdido y confuso que estaba. Su corazón y su cabeza no iban a poder durar mucho más con tantos acontecimientos que daban la vuelta a todo en cuestión de segundos. Se había dejado llevar hasta esa situación sin pensar un segundo en lo que estaba sucediendo, sin tiempo para recalibrar las cosas en su mente.
Cuando se hubo calmado, se dirigió a la pelirroja.
- ¡Si estabas fingiendo todo esto desde que me capturaron, enhorabuena por tu actuación, pero podrías haberme liberado cuando tuvistes la oportunidad, en vez de intentar estrangularme!
- Matt. - dijo Emma. - Creo que soy yo quien te debe explicaciones en primer lugar. - se pensó sus palabras de forma larga y tendida antes de continuar. - Todo lo que te contó Sagres es cierto. Intenté... ahogarte de verdad en ese pasillo. Si hay algo cierto de mí que has podido saber en todo este tiempo es que no soy muy prudente con las situaciones...
- ¿Qué? - gritó él.
- Escúchame. Yo... puedo jurarte por lo más sagrado que en todos los años que me he criado junto a él he tenido dudas, muchas dudas de lo que hacía. Siento admiración hacia él, como tú, y... desde pequeña quiso que sus palabras me calasen bien hondo. Entonces me encomendó este gran plan... este plan impensable para extorsionarte... No solo era por el dinero. Quería hundirte en lo más hondo como persona. Porque hundir a un multimillonario y conseguir todo lo que tiene es un gran éxito para él. Lo más grande. Y especialmente tú, con esa personalidad que tienes y que has demostrado al mundo mientras le buscabas.
Hice de actriz durante todo este tiempo que he estado contigo. No fui yo. Fui otra persona que quería engañarte. - se dirigió ahora a Raf. - Al igual que a ti, Raf. Pero a ti te llevo engañando desde que... desde que eramos críos. Me enseñaron a manipular, a hacer creer a los demás mis mentiras. Me enseñaron que era algo normal. Pero siempre he sabido que era algo muy malo.
Y no fue hasta que te conocí y me enamoré de tí... cuando hice este papel de mi misma que desconocía... que comprendí mi error. Te vi tan reflejado en mi como persona... éramos tan iguales... tan igual a Sagres... que no pude evitar contagiarme de mi propio papel de actriz. Aquella Emma tan risueña, tan tierna, que al final resultaba ser mentira... acabó siendo muy verdad sin darme cuenta.
Una parte de mi quería seguir sirviendo a Sagres. Por eso me empeñaba en seguir con ese teatro manipulatorio. Maté a gente que conocía. Quemé vivo a Skarrev y lo traté mal. Sagres y yo improvisamos la mayoría de mentiras con cada situación...
Pero otras no. Porque tú no eras el único que estaba en contacto con él.
Pero... por otra parte... casi de forma inconsciente... quería sentirme parte de tu bando. Y no podía evitar que la realidad y la ficción se mezclasen entre ellas.
Volví a tener dudas cuando estabas en el ejército... Esa parte de mi rebelde quiso avisarte. Fui a la batalla de las bengalas rojas. Dejé dinero y dejé que me vieras para alertarte, para hacerte pensar que no era buena idea... seguir detrás de mi. Todo fue real.
Tenía dudas hace... unas pocas horas, recordando el humillante papel que me tocó vivir por tu intuitiva desconfianza... todas esas discusiones...
Pero volver a ver a ese hombre tras tantos años...
Apretó los puños con una rabia incontrolada, mientras mostraba un gesto agrio al recordarlo.
Matt, mientras trataba de aceptar que Emma nunca había sido como tal Emma, si no una persona del bando enemigo con dudas sobre lo que hacía, habló con un hilo de voz, algo más calmado.
- Tienes... tienes un problema, Emma. Un problema mental.
La chica bajó la cabeza, mientras se le escapaban las lágrimas.
Dalia se dio la vuelta y exclamó su disconformidad con las palabras del chico.
- ¡Matt!
- ¡Ah, no, perdonad! ¡Lo teneis todos los de aquí! - dijo algo enfadado. Después se dirigió a Emma y la consoló. - Tranquila... Ya está. Ya ha pasado.
Tras un breve silencio, continuó hablando.
- Ese hombre es mi padre. Y sigo sin creérmelo del todo.
- ¿Tu... padre...?
- Sí, Matt. - intervino Ken. - Tu padre ha trabajado siempre con Sagres.
- Pero... ¿cómo es que no me dijo nunca nada?
- No es como si os solieseis contar muchas cosas, ¿no?
Hubo otros minutos de silencio. Raf se había quedado sin palabras tras las confesiones de su amiga. Su relación, su historia, su propia persona había sido una mentira, desde el día que se conocieron. Una mentira realizada únicamente para quitarle todo lo que tenía a Matt.
- Nosotros también te debemos una explicación... supongo. - dijo Dalia, bastante disgustada con aquella situación. - Nosotros no sabíamos tampoco que tu padre trabajaba para Sagres, hasta que nos llamó y nos lo contó todo. No solo debíamos obedecerle al ser la familia que os servía, si no que si nos negábamos a ello Sagres hablaría con la mafia japonesa... y nos encontrarían. Así que te debemos una gran disculpa...
- Sí. Supongo que disculpas aceptadas.
Matt miró a Emma tras decir esas palabras. Ella miraba hacia abajo, decaída, sin poder devolvérsela. Estaba casi inmóvil, mirando al infinito, como preocupada por lo que pudiera pasar en el futuro.
Matt habló, y cuando lo hizo, pareció que lo hizo para todos los pasajeros del helicóptero. Sin embargo, seguía mirando a Emma fijamente.
- Pero por muchas disculpas que se hagan, por muchas justificaciones... No voy a poder confiar en vosotros de igual manera.
El silencio de los pasajeros volvió a asolar el helicóptero, que tenía continuas turbulencias.
- Tampoco espero que lo hagas. - respondió finalmente Emma, devolviéndole la mirada. Ambas se cruzaron durante mucho tiempo.
Matt sabía por qué lo decía, no hacían falta intercambiar más palabras.
Sonrió, y ella también lo hizo.
Su relación no se basaba en la confianza, ni en el amor eterno, ni si quiera en una amistad. Ambos se sentían el uno al otro como si fueran la misma persona. Y ambos querían sobrevivir en aquel mundo egoísta con o sin mentiras. Con o sin engañados.
Era una relación de total empatía. Y quizás no solo Emma era víctima de un problema psicológico. Tan solo esperaban un futuro en el que ambos consiguiesen su propio beneficio. Y que, a pesar de todo, siguiesen juntos, intentando amarse. Avanzando, superando cualquier adversidad que se cruzase en sus caminos, separados, pero a la vez juntos. Juntos, porque eran iguales.
Después dirigió su mirada a Raf, y este se la devolvió. Ambos formaron media sonrisa. Tocaba dejar atrás tiempos oscuros y extraños, y empezar de cero. Tocaba empezar a asumir al otro tal y como era. Aceptarle y apoyarle para formar un mejor futuro juntos.
Pasó su mirada por Dalia y por Ken. Ellos dos giraron levemente su cabeza hacia un lado. El pasado debía ser el que impulsase al presente tener un futuro esperanzador. Y ellos representaban el pasado más que nada; sus inicios, su evolución como persona, sus problemas, sus soluciones... Y ahora más que nunca debían ser las soluciones a sus problemas.
Nada de confianza. En aquella historia la confianza en el otro no era necesaria.
Matt cogió la mano de Emma y la estrechó.
Era necesaria la valentía para seguir adelante, aunque la confianza en el otro falte. Era necesaria la confianza en uno mismo para que la de los demás se fusionen con ella.
- General Oliver. - dijo orgulloso Ken. - ¿Cual es el destino?
Matt pensó decir "a casa"
Pero, ¿qué significaba "casa" para él?
- A donde el sol brille de nuevo. - respondió finalmente.
Era necesaria la esperanza.
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