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22. Reminiscencia

El joven capitán, convertido después en el general de su propia revolución, continuó tirado en el suelo todo lo largo que era, después de haber andado otros cientos de kilómetros tras las explosiones.

Después de que se hubieran llevado a Raf frente a sus propias narices. Después de cientos de alucinaciones y pesadillas sin sentido.

El contacto de su cara con la nieve apenas le dejaba respirar, pero no le importaba.

Ni si quiera le importaba morir allí mismo. De hecho, esperaba pacientemente que la ventisca le devorase, como en aquel fatídico aeropuerto por el que tantas veces se había lamentado.

Pero, al contrario que allí, esta vez no se iba a levantar.

Sus ojos, cerrados, notaban en la oscuridad como su cuerpo sufría poco a poco de congelamiento. Notaba que algo le hacía girar como una ruleta. Navegar en el vacío del espacio.

Le agradaba esa sensación de mareo, mientras su piel abrasaba por el hielo de las bajas temperaturas.

Su respiración empezó a disminuir. A apagarse.

El sueño le llevaba.

Pero algo, unas voces, le mantuvieron con la conciencia alerta un poco más de tiempo.

Justo como en Karmaskaly. Justo cuando Emma Yakolev le salvó de morir de hipotermia. Todo igual.

La voz de la chica sonó. Y, extrañamente, la suya propia también, aunque no estuviera hablando.

Abrió los ojos y levantó un poco la cabeza.

Estaba, precisamente, en el mismo lugar en el que desfalleció.

En Karmaskaly.

Su mente no podía reaccionar bien a lo que estaba viendo. No podía razonar, darle una explicación a aquello.

Frente a él, la casa de huéspedes enladrillada donde ambos habían estado.

Sintió unas ganas extremas de levantarse y entrar en aquella casa, y así lo hizo. Se levantó y se movió con una ligereza que ni siquiera le sorprendió, incomprensible por su estado segundos antes.

No sentía frío, dolor. No sentía nada. Todo fluía muy despacio y livianamente para Matt. Y todo parecía increiblemente real, solo que él no parecía tener conciencia de nada de ello.

Entró. Y se vio a si mismo y a Emma discutiendo, hablando de forma desconfiada el uno con el otro.

Aquello ya había ocurrido.

Escuchó la conversación. Y solo entonces pudo razonar algo de lo que estaba pasando.

- ¿Qué quieres de mí? ¡Yo solo sé que está en Moscú, nada más!

- No está en Moscú. Nunca sabes dónde puede estar.

- ¡Ves! ¡Te has descubierto tú sola! ¡Estás detrás de él!

- Pero si ayer dijiste que era imposible que supiese nada sobre el tema ¿no?

- He cambiado de opinión.

- Mira, será mejor que te quedes aquí, mientras voy a Ufá y vuelvo con un médico. Hay suficiente alimento para...

- No, no, no. Ni soñando me quedo aquí. Voy aacompañarte, y me aseguraré de saber quién eres y que no planeas nada contra mí.

- Ah, ¿es que tienes miedo de estar solo?

- ¡Pues claro que no! ¡Y deja de reírte! Me parece muy sospechoso todo.

- ¿Sospechoso? -

- Sí. Que sepas hablar español, que conozcas el caso Sagres y que tengas contactos cerca. Me da que pensar sobre el "accidente" de mi avión, ¿sabes?

- Si estás insinuando que yo hice que tu avión se estrellase, tienes una imaginación preocupante.

- Pues no creo. Quizás me hayas tomado por tonto, pero soy más inteligente que tú, eso seguro.

Tras un poco más de discusión, el otro Matt subió por las escaleras, y el Matt que había presenciado la escena subió también por ella.

El piso superior se lo encontró totalmente ardiendo. Estaba él mismo allí, tirado en el suelo, llorando, asustado, cubriéndose con los brazos. En frente Emma, que apuntaba con un arma a Skarrev y le dedicaba unas palabras.

- Sabes que podría pegarte un tiro perfectamente, tío Skarrev. Pero prefiero que sufras antes de morir. Considéralo mi propio ajuste de cuentas.

Le pegó un tiro en el pie, tal y como había ocurrido en el pasado.

Pero, de repente, para el Matt espectador solo existió una ventana en aquel piso. Se sintió extrañamente atraído por ella, curioso.

Se acercó y miró.

En el exterior había una carretera. Una furgoneta volcada.

Raf. Grigory. Emma. Él.

Él estaba de rodillas, con los brazos pegados a su espalda. Emma estaba delante de él, también de rodillas. Sin embargo, ella extendía los brazos en cruz, mientras Raf les apuntaba con una Kalashnikov.

Bajó el arma.

El otro Matt habló con él, y después vio como se dirigía a Emma.

Matt balbuceaba algo con dificultad. Emma le miraba con una mirada tan abrasante como las ascuas de su cabello; tan irritada y escocida como su efecto en la piel.

El Matt que observaba todo aquello desde la distancia se giró, y encontró unas escaleras que nunca habían estado en esa casa.

Subió por ellas.

Un gran ático con forma de balcón se extendía ante él. Un cielo nocturno y estrellado le cubría, y una brisa primaveral soplaba en el ambiente.

El otro Matt y Emma estaban apoyados en el balcón, hablando. El Matt ajeno a ello se apoyó también en el balcón para admirar la ciudad de Ufá iluminada por las piras de fuego.

Emma hablaba.

- Tú nunca has visto un diamante al microscopio, no sabes si es verdad o no.

- Tú tampoco. Pero la diferencia es que tú te crees una científica muy importante.

- Y tú un borde, pero en realidad das lástima.

- Bueno, mira quién dice lo de borde.

- Te lo buscas tú solito, no dejas de ir en contra de lo que digo.

- Solo soy realista. ¿Cómo va a tener un diamante la misma forma que un copo de nieve?

- ¿Acaso has visto un copo de nieve al microscopio?

- Pues no, en persona no. Pero he visto imágenes.

- ¡Son espectaculares! Seguro que has visto lo simétricos que son. Sus formas geométricas y puntiagudas... parece increíble que lo haya hecho la naturaleza.

- Tanta... perfección ¿verdad?

- ¡Sí, justo eso!

- Pero que sea tan perfecto e inconcebible no significa que todo sea igual. Un copo de nieve es agua en estado de congelación, hielo agrupado en cristales. Y el diamante es un mineral, no tiene nada que ver.

- Mi padre me dijo que sí.

- Cuándo eras pequeña, ¿verdad?

-  Sí.

- A todos nos cuentan historias de fantasía cuando somos pequeños.

La conversación se agravó.

Tal y como había ocurrido.

Emma se fue y justo antes de desaparecer, formuló la pregunta mágica.

- ¿Hasta dónde serías capaz de llegar?

El Matt del futuro volvió a mirar por el balcón, pero esta vez no se encontró con las vistas nocturnas de Ufá, si no con un bosque moviéndose a gran velocidad.

Giró su cabeza hacia la derecha, y vio que se encontraba dentro de un coche en movimiento.

Emma y Matt volvían a hablar. Aquella era la discusión previa a que Matt se encontrase con Sagres. Emma volvía a hablar.

- Porque no se trata de Sagres. Ni de mi. Se trata de ti.

- Esto no está llevando a ningún sitio. Así que no sé a donde voy a llegar.

- ¿Crees que no puedes fiarte de mi? ¿Verdad? Te propongo un motivo por el que preguntarte hasta dónde llegar. ¿Hasta dónde serías capaz de llegar... con tal de fiarte de mi?

- Pero... si no sé si me beneficia o no fiarme de ti, ¿cómo esperas que llegue a algún lado a ciegas?

- Hasta ahora lo has hecho.

Las vistas desde el coche se fueron transformando. Todo cambió de estar en movimiento a estar estático. El blanco pasó a ser un azul oscuro, casi verdoso.

El agua entraba por todos lados del coche, mientras se hundía lentamente. Matt se vio a si mismo riendo junto con Emma, hasta que salieron del coche.

Matt también salió del coche, sin notar que estaba bajo el agua. Respiraba con normalidad.

Tampoco notó el suelo del lago de Kazán, que se transformó en metal al instante. Un metal que se tambaleaba de un lado a otro, y que, debajo de él, esperaba una caída de metros y metros de altitud.

Frente a él, el otro Matt. Frente al otro Matt, Emma, colgando de la plataforma, con los pies suspendidos en el vacío. El otro Matt la miraba fijamente, pero de forma alejada, inmovil.

Tras unos segundos, el otro Matt se acercó a ella lentamente y le dió la mano para ayudarla a subir.

El Matt del futuro miró hacia atrás, y vio a su doble esta vez de rodillas, suplicando, hiperventilando, mientras Emma se acercaba a él con una granada en la mano.

Después de tirarla y besarle, las paredes del laboratorio de agua se transformaron en paredes de yeso y baldosa. Aparecieron cristales de colores en las ventanas. Un ambiente con eco, sordo y silencioso paró el sonido mecanizado de las turbinas de agua.

Matt se vio a si mismo y a Emma tumbados en el suelo.

Matt terminaba de contarle su pasado, y Emma estrechaba su mano, convalesciente de la enfermedad.

Salió de la iglesia. Delante de la salida, lo primero que vio fue un descampado enorme con aviones ardiendo. Lo atravesó, viendo a cada una de las personas y familias que se congregaban entorno a las piras.

Vio un aeródromo a lo lejos y entró.

Miro a los lados, y se vio a sí mismo junto a Emma y los médicos de allí.

Vio de nuevo a Jason. A Jason hablando con él.

- ¿Y no crees que se podría haber evitado? Quiero decir, hay veces que me gusta ver las cosas desde una perspectiva distinta. Analizar las causas de algo que ocurre. Me hace sentir mejor, y me ayuda en ocasiones futuras.

- Bueno... teníamos que entrar en aquel sitio sí o sí...

- Pero vete más atrás todavía. ¿Merece la pena arriesgar tu vida y la de tu amiga por este viaje y esta misión?

- Tenemos que rescatar a una persona importante para ella y para el destino de Rusia. Y acabar con Sagres es...

- ¿Tarea vuestra?

- Sí. De alguna manera. Pero... esto es algo que decidí por mi cuenta, porque me importa mucha gente que está aquí, sobreviviendo. Me importa ella.

- ¿Pero te corresponde a tí entrometerte en lo de Sagres? ¿O te corresponde a tí... por su culpa?

- Nadie tiene aquí la culpa de nada. -

- Quizás culpa no. Quizás causa. -

El aeródromo se convirtió en una gran sala redonda, con cristaleras. Al otro lado, altura. Estaban dentro de una torre.

Humo. Llamas.

Matt tenía cogido del cuello a Emma tras hacer explotar la radio de la torre. Ella hablaba a duras penas, hasta que Matt la soltó, enfadado. Ella habló.

- No vas a ayudar de la misma manera si te vas y nos abandonas.

- ¿Me estás tomando el pelo Emma? ¿Me estás vacilando? ¡No sé ni como hemos salido vivos de tantas cosas en las que nos hemos metido! ¡No puedes reprocharme eso ahora!

- Vas a desertar. Y no te lo voy a permitir.

- ¿Que voy a qué? ¿Que voy a desertar? Si vuelvo ahí fuera, en cuanto diga dos palabras de Sagres van a venir y no solo nos van ayudar, si no que van a arrestarle.

- No me vale con que le arresten. Hay que matarle... Solo he hecho lo mejor para ti y para los dos. Este sitio te ha hecho cambiar, lo sé. He visto como ha sacado lo mejor de tí como persona. Y eso... si te vas... si hubiera dejado que siguieras hablando por esa radio... se habría esfumado.

- ¡Cállate de una vez! ¡Estás mal de la cabeza y no quiero volver a escucharte ni a verte más! ¡Vete!

- Matt, escucha...

- ¡No, escúchame tu a mí! ¡Has destrozado lo único que me ha dado alegría durante mucho, mucho tiempo! ¿Crees que eso me hace ser fuerte mentalmente y continuar con mi cambio de actitud? Existen límites, y los has superado por mucho. Durante mucho tiempo, demasiado. ¡Búscate un psicólogo y aprende a como relacionarte con las personas! ¡No a utilizarlas!

- Deberías estar agradecido por todo lo que he hecho por tí.

- ¡Deberías estar tú agradecida por no matarte ahora mismo con mis propias manos!

- ¿Consideras lógico exterminar a todos los habitantes de un país solo por su propio beneficio?

- ¡Considero que sabe ganarse a las personas que le rodean! ¿Y tú que? ¡Tú has salido del manicomio!

- Te ha manipulado.

- ¡Y tú no! ¿Verdad? ¡Sabes perfectamente que me has manipulado y me has fastidiado todo lo que has querido!

Tras la discusión, Emma bajó las escaleras y se fue.

Matt la siguió, dejando atrás al otro Matt, y mientras lo hacía, notaba como un temblor sacudía todo. La angustia volvía a él. Sentía dolor en su cuerpo, tristeza, ganas de expresar su frustración ante lo que había visto.

Esas amargas sensaciones volvían a él poco a poco. Volvía a tener conciencia de las cosas, a pensar con raciocinio sobre ellas. Pero la tortura no se iba. Iba a más.

Y Emma se alejaba andando por la nieve.

Cayó al suelo, derrotado por el estremecimiento, mientras oía el motor de un coche.

Levantó y giró la cabeza, pero tan solo había un helicóptero en el suelo, moviendo las aspas.

Sin embargo, el ruido del coche seguía sonando. Todo seguía temblando, como un terremoto.

Giró de nuevo la cabeza, completamente tumbado en el suelo, y vio a Emma parada. Se fijó en su derecha.

La figura de Sagres sobresalía por uno de los aviones de aquel aeropuerto de Púlkovo.

Lo miró fijamente, con curiosidad, sin poder levantarse ni hacer nada.

Nunca le llegó a ver en ese momento, en el pasado. Pero ahí estaba.

Miguel Ángel Sagres movió los labios, y aunque estaba muy alejado, pudo escuchar perfectamente lo que le decía.

- Somos tan transparentes y frágiles... que nos engañan con gran facilidad. Y tú, Matt, tienes tanto potencial...

Matt no pudo evitar quedarse sin fuerzas al oir eso.

Vio como Emma se giraba para mirarle, sonriente. Esa sonrisa que había visto muchos días antes, después de mucho tiempo.

Pero su cabeza cayó al segundo, al igual que sus ojos. Sin embargo, todavía podía escuchar a Sagres. Todavía podía escuchar parte de la conversación que tuvieron cuando se conocieron en aquel bosque.

- Ten cuidado con diferenciar lo que es real de lo que no, incluso con esa chica...

Sus ojos se entreabrieron.

Estaba tumbado en lo que parecía ser la parte de atrás de una pequeña furgoneta todoterreno en marcha.

Se volvieron a cerrar.

Efectivamente...

No había tenido cuidado.

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