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20. Fuego y Hielo

Matt entró en el edificio en llamas mientras se ajustaba la braga militar, de tal forma que le tapase boca y mariz, para prevenirse del humo.

La explosión había destrozado completamente la parte derecha de la posada. La parte izquierda seguía intacta, pero las llamas se propagaban peligrosamente hacia ella. Lo peor era que ellos estaban durmiendo en el segundo piso, en la parte derecha, donde había alcanzado la explosión.

Subió por las escaleras, también ardiendo, con cuidado para que él no se quemase también. Dentro de aquella terrible escena y humareda, también sentía algo de alivio por sentir por fin calor en sus huesos. Se dio prisa una vez estuvo arriba, a la vez que observaba los muebles ardiendo y los trozos de pared desprendiéndose. La explosión no solo había hecho arder la casa, si no que también había hecho volar por los aires y destrozar por completo algunas habitaciones.

Matt se encontró a Skarrev cargando con un muy malherido Raf, lleno de quemaduras, aunque el ruso tampoco escatimaba de ellas. Ambos estaban fatal. Pero faltaba Irak.

Fue corriendo a ayudarles a salir de aquel sitio, con extrema precaución, mientras Matt gritaba.

- ¿Dónde está Irak?

- ¡Le intenté ayudar...! - respondió Raf entre quejidos, con dificultad. - ¡Pero no respondía... estaba totalmente ardiendo...!

Matt miró a Skarrev, pensando lo peor, mientras salían de allí por un hueco de mejor accesibilidad en el piso de abajo. Skarrev negó con la cabeza, confirmando lo que había pensado Matt.

- La explosión le impactó de lleno.

Una vez volvieron al frío de la ventisca y salieron de la mansión quemada, Matt no pudo digerir bien la muerte de Irak. Todo le daba vueltas, mientras sentía que algo se le terminaba de romper por completo dentro de él.

Un desazón le invadió durante unos segundos, y se giró para obervar a sus perseguidores. Los todoterrenos negros y el diabólico tanque de guerra iban hacia ellos, pasando al lado de Emma, que estaba totalmente impasible.

La siguió observando como cuando estaba a varios palmos de distancia de ella, analizando cada átomo de su presencia y de sus características más notorias.

Raf le gritó algo, pero él también se quedó absorto al ver la figura de su amiga en la lejanía, mirándoles. Una vista completamente arrolladora y desesperanzadora. Emma rodeada de coches de Sagres y un tanque más grande que los cuerpos de los dos chicos juntos.

Raf se quedó largos segundos con la misma mirada de incredulidad que Matt. Skarrev también les gritó, mientras miraba también la escena, menos impactado que ellos. Les decía que corrieran de una vez.

Raf quiso avanzar unos pasos, pero Matt le retuvo, mientras daba unos pasos hacia atrás, sin poder despegar la mirada de aquel lugar y de aquella chica.

Los tres hecharon a correr, mientras varias explosiones y disparos sonaban detrás de ellos. Raf y Skarrev corrían con más dificultad, dolidos por las quemaduras y todavía conmocionados por los ataques.

Matt seguía sintiendo que todo giraba de forma muy desorbitada; que sus pensamientos, sus preguntas, eran tantas, que apenas podía recapacitar sobre cada una de ellas.

Ya cerca de la orilla del río, vieron a su derecha, algo más alejado, un puente. Corrieron en su dirección. Si cruzaban el hielo corriendo tenían todas las papeletas de que se rompiese y que acabaran con una hipotermia a causa del agua helada.

Cuando cruzaron por el puente metálico, el cielo se había oscurecido más, y la ventisca seguía igual de fuerte. Una cortina blanca tapaba el horizonte. Al otro lado, se podía vislumbrar el resto de la ciudad en la que estaban.

Cuando llegaron a ella y la atravesaron, se escondieron en el rellano de un edificio abandonado, cercano al límite de la ciudad con la llanura siberiana. Estuvieron allí durante horas, esperando a que, sus nuevos perseguidores se fueran de la ciudad, convencidos de que les habían dado esquinazo y habían continuado.

Matt estaba simplemente derrotado. Había permanecido sentado, con la cabeza hundida en sus piernas, rodeado de sus brazos, mientras sus cumpañeros agonizaban de dolor por las quemaduras. La ropa húmeda, debido a la nieve, les había privado de unas quemaduras de mayor gravedad.

Pero Matt estaba tan quemado por dentro como si hubiera sobrevivido a esa explosión por fuera, en su piel, como ellos.

Irak había muerto entre llamas, atrapado, mientras dormía, en un ataque por sorpresa, a bocajarro. Simplemente no podía creerlo. Todos los sucesos que habían ocurrido en las últimas horas bailban en su cerebro, como locas y terribles alucinaciones. Pesadillas realistas, muy realistas; junto con dolor, sufrimiento a su alrededor.

Emma...

Raf habló de ella tras mucho, mucho tiempo, con una voz suave y afligida, somnolienta. Ninguno de los que estaban metidos en ese edificio sabía cuanto tiempo había pasado. En el exterior tan solo se veía caer nieve envuelta en la oscuridad de la noche.

- ¿Qué... que ha ocurrido? ¿Por qué... Emma?

Matt no contestó, y probablemente ni le oyó, dormido. Sin embargo, al poco rato despertó. Se arrastró y se apoyó en la pared, deseando morir por el gran sufrimiento que tenía que soportar su alma.

Emma... esa era la pregunta. Estaba ahí. Había sido real. Había aparecido y, después, le había dicho que estaban muertos. Pero no sabía como interpretar aquellas palabras. No sabía si era una amenaza, un aviso, o una información completamente objetiva. Estaban muertos... Vivos, pero muertos por dentro.

Por lo menos él. Levantarse de allí y continuar con esa búsqueda que llevaba tanto tiempo haciendo era lo último que deseaba hacer. Como anteriormente tan solo había deseado quedarse bajo la nieve mirando a Emma, ahora tan solo quería quedarse allí, entre penumbrosas paredes enladrilladas y pintarrajeadas con graffitis.

Mirando al infinito, sin querer pensar en nada. Porque si lo hacía, su cordura no podría sobrevivir mucho más.

Skarrev se levantó el primero por la mañana. Despertó a Raf y después a Matt. Este, que estaba tumbado en el suelo, encogido, abrió los ojos y miró a su compañero con tristeza en ellos.

Después, Raf intentó animarse a si mismo con las palabras que le transmitió.

- Creo que deberíamos continuar, Matt.

El chico rubio suspiró y asintió despacio, con tiempo, como si aceptara lo que le decía, pero sin tener mucha prisa en ello.

Los tres continuaron por la ciudad, mirando en todas direcciones por si acaso andaban cerca. Finalmente salieron de ella y siguieron un camino de tierra, nevado, y cada vez más accidentado y cuesta arriba.

Tanto Raf como Skarrev seguían sufriendo el inmenso dolor de sus quemaduras, pero conseguían tener un alivio pasajero cuando se restregaban nieve por encima de su ropa chamuscada.

Conforme seguían andando se iban adentrando en medio del monte. Subían de altitud, y mientras, la cantidad de nieve iba aumentando también de forma extrema. A lo lejos, en la cortina de nieve que se había formado y que apenas dejaba ver una calina blanca, se divisaban enormes montañas.

Matt, al verlas, había dado por imposible aquella misión. No podrían llegar al otro lado con vida. Y menos ellos, con la ropa en su estado.

Suspiró, e hizo algo que pensó que debió hacer hace mucho tiempo.

Se quitó la ropa térmica y uno de los abrigos que llevaba puestos debajo del gran abrigo alargado militar. Después, se la dió a sus compañeros malheridos en medio de la nada y de aquella enorme ventisca, cuyas caras pedían a gritos ropa para no morir de congelamiento.

Matt se quedó tan solo con el abrigo que le había dado Emma y con ropa interior térmica, incluyendo un par de camisas y medias para las piernas, junto con los pantalones.

Aquello realmente ayudaba poco en una situación así, pero igualmente era necesario para que aguantasen algo más, hasta que encontrasen un lugar para refugiarse.

Matt sacó el mapa que llevaba Skarrev en la mochila e intentó echarle un vistazo bajo unas rocas, en la base de una de las montañas.

El chico maldijo. La cordillera era muy grande, demasiado, como para intentar orientarse de alguna manera allí. El viento soplaba ferozmente, de tal forma que les empujaba con fuerza mientras estaban allí parados, esperando a que Matt seleccionara una dirección.

Pero el viento y la nieve era demasiado insistente, y sus manos estaban demasiado congeladas, aun teniendo guantes, por lo que el mapa se le escapó de las manos en un momento dado.

Matt salió corriendo a por él en aquel paisaje tan devastador y blanco. Tan solo las rocas grisáceas y negras de la montaña podían diferenciarse de la gran nevada. El chico se tropezó en una de ellas, haciéndose daño en un hombro, pero se levantó al instante, desafiando a la naturaleza tan agresiva de la ventisca.

Avanzó con dificultad a causa del viento, pero consiguió acercarse al mapa, en el suelo, impulsándose con varias rocas de su alrededor, pisándolas. Raf y Skarrev, que le seguían allá donde iba Matt, notaron unos leves temblores que les preocuparon.

Matt también se dio cuenta de ello, pero siguió avanzando entre las rocas, que se desprendía una tras otra. El temblor aumentó, y todos miraron hacia arriba, de donde venía el sonido.

Un sonido vibrante, grave, como un eco multiplicado por cientos de veces.

Un desprendimiento. Un alud.

Raf le gritó a Matt que parase, pero ya era demasiado tarde. Cientos o miles de kilos de nieve se aproximaban hacia ellos desde la cumbre de la cordillera.

Todavía tenían unos pocos minutos para correr en dirección contraria y bajar de nuevo el desfiladero que habían subido. Sin embargo, la nieve les iba a aplastar de todas maneras.

Matt vio como el mapa desaparecía con otro gran soplo de la ventisca, y corrió desfiladero abajo junto con los demás.

Minutos después, cuando la nieve les había alcanzado y les había hecho tropezar, quedando devorados por ella, Matt se rebeló y salió al exterior con rabia.

Gritó y maldijo a toda su suerte, a pesar de que seguía vivo, mientras tiraba nieve a todas partes, iracundo. Tuvo ganas de llorar de la impotencia, pero se contuvo.

Cuando se tranquilizó tan solo permaneció mirando al horizonte, en el suelo, viendo salir a Raf de la nieve. Pero Skarrev no estaba por ningún lado. Ambos se juntaron y examinaron la zona, mientras la ventisca enfurecía más y más.

Oyeron tiros. Ráfagas de Kalashnikov. Ambos se pusieron en guardia con sus armas, apuntando a todos lados, nerviosos, y avanzaron rápidamente por la zona del desfiladero en el que estaban.

Matt casi se resbala por un trozo de bajada totalmente liso, pero gracias a ello vió a Skarrev en una zona con rocas gigantes, con la espalda apoyada en una de ellas, como si se estuviera cubriendo con ella.

Sonaron más disparos. Sobresaltados, Matt y Raf vieron que habían impactado a unos metros de ellos, en la nieve, por lo que se agacharon al segundo. Apuntaron con sus AK tumbados en el suelo, mientras observaban a Skarrev con un dedo puesto en los labios, señalándoles que no hicieran ruido.

Ambos chicos hicieron caso al ruso, y esperaron a que actuara. Entre los pequeños arbustos pudieron presenciar como Skarrev y el soldado de Sagres mantenían un pulso estratégico en el campo de batalla.

El ruso se asomó por la parte izquierda de la roca en la que se cubría, y tras avanzar un poco, pilló al otro desprevenido, cambiando de posición.

Después de tirotearle y que sus dos compañeros bajaran a su posición, empezó a quitarle la ropa, hasta dejarle solo con la ropa interior. Estiró un poco esas prendas militares negras para que se ajustasen a su talla y se las puso.

- Tranquilo, Raf, seguro que abajo encuentras para ti.

El otro se le quedó mirando sorprendido por ello, pero igualmente extrañado. ¿Abajo...?

Skarrev dijo que le siguieran.

Bajaron todavía más el desfiladero de piedras gigantes, hasta que dieron con una zona todavía más llena de piedras.

Llegaron a un punto en el que disminuyeron la velocidad mientras seguían andando por ellas, cautelosos. Skarrev se paró y oteó a su alrededor. Aunque no había nadie, tampoco hubiera sido fácil averiguralo con la cortina de nieve que caía del cielo.

No pudieron creerlo cuando vieron lo que se escondía tras tres grandes piedras clavadas alredededor del sitio.

La puerta a un búnker. Y por lo que parecía, uno grande.

La puerta estaba abierta, por lo que no dudaron en entrar, siempre alertas, con el fusil preparado. Se dividieron en tres zonas, y cada uno fue por una para inspeccionar el terreno, también atentos del compañero que tuvieran a los lados, por si necesitaba cubrirle.

Tal y como habían aprendido en la base militar.

Los tres avanzaron sin muchas dificultades por aquel gran cueva que servía de almacén, lleno de cajas, mesas y distintos dispositivos electrónicos. Sorprendentmente, allí también había electricidad. Las luces de los fluosforescentes no tintineaban lo más mínimo.

Pero no había nadie. Y aquello era extraño, teniendo en cuenta de que aquel hombre habría salido de allí al oir el alud. ¿Estaba solo él?

Matt, que iba en el medio de los tres, se encontró con una puerta algo extraña al final del alargado almacén. Al otro lado, se veían bastantes colores y luces, comparado con el color negro de la cueva almacén.

La abrió con cuidado, y Raf y Skarrev le acompañaron dentro. De nuevo, aquello parecía no estar ocurriendo para ellos. Estaban totalmente boquiabiertos.

Era una sala... una sala de estar. Un salón totalmente decorado como si estuvieran en una mansión a las afueras de cualquier ciudad.

La calefacción se notaba nada más entrar, junto con una música melódica y bastante rítmica. Las paredes, rocosas, estaban decoradas con lo que parecían ser varias gemas preciosas. El suelo embaldosado con oro hacía brillar incluso el techo de cristal, por el que se veía el segundo piso.

Y el segundo, y el tercero... y el cuarto.

Aquel búnker, sin ninguna duda, era de Sagres, y estaba construido nada más y nada menos que dentro de la montaña.

Matt, reviviendo pasiones por el lujo que ya creía completamente olvidadas, fue poco a poco experimentando una emoción irracional, incontrolable. Tocó el sofá rojo de piel sintética, la alfombra de pelos de caucho, los muebles color crema, la mesa de cristal, la televisión de plasma que ocupaba casi toda la pared.

Buscó el mando para encenderla, pero Raf le miró con cara impaciente, mientras ya se estaban preparando para subir por las escaleras de cristal opaco.

Matt se dirigió a ellos, incómodo y despertando de su repentina obsesión. Pero cuando puso un pie en la escalera de caracol, unos pasos urgentes se oyeron de fondo, en el piso de arriba.

Pero para cuando los tres hombres de Sagres se asomaron, ellos ya les estaban disparando. Uno de ellos saltó de la barandilla y cayó por el hueco, herido, buscando caer sobre uno de ellos y matarlo. Cayó sobre Matt, que se deshizo de él con un par de patadas, para después propinarle un par de disparos con su Makarov en el corazón.

Continuaron subiendo, pero tuvieron que ponerse a cubierto en seguida, tumbados, tras un par de mesas de billar y algunas máquinas recreativas.

Una lluvia de disparos intermitente sonó durante varios minutos, mientras aquel segundo piso, bastante amplio, se convertía en un campo de batalla. Skarrev y Raf rodaron por toda la moqueta aterciopelada, esquivando los disparos y devolviéndolos, mientras avanzaban y se cubrían con las esquinas de las paredes.

Matt fue el que más avanzó, hacia un mueble bar, en el que se escondió de un salto, mientras las botellas y las copas de cristal estallaban sobre él, debido a los disparos.

Los pudo contar perfectamente en dos breves segundos que asomó la cabeza. Eran cinco, y aumentando.

Los disparos seguían sonando incesantemente, pero Matt decidió continuar a pesar de todo. De pie, escondiéndose tras unas columnas de hormigón, pensó en lo que hacer.

Un par de enemigos le salieron por la derecha. Arremetió contra ellos, matando a uno y dejando herido a otro. A cambio, obtuvo un disparo en la pierna al dar una voltereta para esconderse tras una máquina recreativa.

El chillido superó incluso el sonido de los disparos. Pero Matt continuó arrastrándose hacia la derecha del mueble bar, donde había una puerta.

El baño. Salió desesperadamente de allí, maldiciendo. Siguió abriendo algunas puertas que había cerca, cojeando y sollozando del dolor.

Todo eran pequeños cobertizos normales, hasta que vio unas escaleras que bajaban.

Las bajó, con dolor, mientras la luz de los fluorescentes mezclado con el negro resplandeciente de las paredes le bañaban y abrió la puerta que había pasado el largo pasillo.

La armería. Lo que estaba buscando.

Fusiles, escopetas, subfusiles, pistolas, metralletas... y la elegida por el sanguinario chico.

Matt volvió al campo de batalla improvisado cojeando, con una mochila en la espalda y un fusil casi tan alargado como su propio cuerpo, pero distinto a cualquier otro.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, gritando de la impotencia y la rabia, deseando la muerte y la destrucción antes que nada ni nadie, corrió por toda la habitación presionando el gatillo de su nueva arma.

Un lanzallamas que vomitaba fuego de hasta tres metros de distancia.

Los cuatro hombres de Sagres que todavía estaban en el campo de batalla para combatir a Raf y a Skarrev les pillaron desprevenidos. Entre gritos de dolor y movimientos bruscos, siendo literalmente quemados por Matt, los otros dos acabaron con su sufrimiento disparándoles.

Skarrev les miró con un gesto agrio en su cara, recordando lo que un día había tenido que soportar cuando se lo había hecho Emma.

No tardaron en venir más soldados de Sagres, pero ellos tampoco se aminalaron quedándose allí. Con Matt a la cabeza y su lanzallamas acabaron por subir los otros dos pisos, que eran, respectivamente, dormitorios y otra sala de estar.

Todo se quemó. Y todo acabó de quemarse entre chillidos de desesperación y sufrimiento, muerte.

Llevaron los cadáveres con la piel completamente quemada a la sala de estar de la cuarta planta. No era una visión muy agradable, pero el olor a humano quemado era todavía más insportable. Consiguieron ropa de abrigo del dormitorio, munición en la armería y comida de reserva en la cocina, la cual era enorme, y tenía electrodomésticos de última generación.

Después de comer y beber todo lo que pudieron, se sentaron en el sofá los tres, cerca de la chimenea encendida, totalmente destrozados tanto por fuera como por dentro, fatigados.

Ninguno dijo nada, y todos se limitaron a mirar detenidamente las llamas durante largos minutos.

El primero en despertar de su letargo fue Matt, que se colocó bien la venda del gemelo que se había puesto y que había encontrando en el baño.

- En mi vida imaginé que habrían hecho esto dentro de una montaña. - rió Skarrev, incrédulo.

- ¿Te habías acaso imaginado que lo harían?

- He vivido en complejos y mansiones como esta, sí, en Siberia oriental, en una zona algo más aislada de las ventiscas. ¿Pero en un búnker? ¿En siberia occidental?

- Y se hacen llamar militares. - respondió Raf.

- Exacto. - intervino Matt, dejando de recordar en silencio todo lo que había pasado hasta llegar allí, melancólico. - Y se hacen llamar militares.





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