17. Yámburg
Corrieron como diablos en cuanto oyeron de nuevo el motor de los coches.
Se internaron en el parque lleno de árboles que habían visto en su llegada allí, pero de todas formas sabían que los coches estaban por toda aquella ciudad. Los convoys de su ex ejército sonaban por todos lados, mientras corrían entre árboles, por caminos de tierra devorados por la nieve que subían y bajaban.
Escuchaban una y otra vez, en la oscuridad de la noche, a los coches dar vueltas como tiburones esperando a su presa.
Se acercaron al otro lado del gigantesco parque, pero vieron las luces de dos coches acercándose, por lo que decidieron girar a la derecha y seguir corriendo hacia esa dirección. Sin embargo, aquella zona del parque era más despejada, y en cualquier momento podían darles caza.
Terminaron cruzando la calle a toda velocidad, mientras otro de los coches se asomaba por su derecha, después de girar en una calle. Sonaron disparos, y ambos se metieron entre varios bloques de edificios. Estuvieron a punto de toparse con un callejón sin salida, pero pudieron reaccionar a tiempo y volver sobre sus pasos antes de que fuera demasiado tarde.
Salieron a una rotonda con un globo del mundo en su centro que cruzaron sin pensárselo ni un segundo. Pero pronto se encontraron con que varios coches más les seguían el rastro, y otros tantos subían hacia su dirección por la carretera principal de la ciudad, por donde efectivamente iban ellos.
Giraron a la izquierda para internarse en otro barrio de bloques de casas. Orientarse en plena madrugada, sin una sola luz que les alumbrase su camino, salvo la luna, era difícil si no imposible. Seguían corriendo entre calles anchas de edificios grandes y bajos, mientras no dejaban de escuchar el motor de los coches rompiendo el silencio de la noche.
Sin embargo, también escucharon disparos. Ambos pararon de correr y miraron a su alrededor. No había ningún convoy militar a su alrededor. Los disparos habían sonado igualmente lejos, como el sonido de los vehículos rugiendo. Pero no tenía sentido, ¿a quién disparaban entonces?
Salieron de los pisos del interior de la ciudad y se asomaron a lo que parecía ser otra carretera principal de la ciudad, grande y totalmente recta. Extrañados, vieron como siete coches se disparaban entre sí con fuego cruzado, mientras más coches pasaban raudos más allá, al final de la carretera, persiguiéndose entre sí.
Lo que estaba claro es que aquella ciudad estaba oficialmente conquistada por la resistencia rusa. Era un hecho que había soldados y convoys por todo el lugar. Pero, ¿desde cuándo estaban ahí los hombres de Sagres? Eran todoterrenos negros, por lo que sin lugar a dudas tenían que ser ellos. Quizás les estaban dando una oportunidad de la trampa mortal que había resultado ser pasar por aquella ciudad, obviando el patético intento de engañarles con una "colonia" de personitas.
Obviamente, desde el primer momento a Matt le había parecido aquello una gran estafa. ¿Qué sentido tenía que hubiera una colonia de personas en un lugar tan aproximado a la zona enemiga: siberia? Las colonias sabían perfectamente lo que era Sagres y a lo que se enfrentaban quedándose allí, pero aquella no. Los hombres de Sagres habían amenazado e intimidado cada una de las colonias que sobrevivían allí, en Rusia.
Y también odiaban a los militares rusos por encima de todo su ser. Porque todos se fueron de aquí y no les importó lo que pasara con el país. Pero aquella pequeña "civilización" estaban encantados de recibir a dos militares que lo único que querían era información sobre ellos, espiarles. El plan les había salido mal, y a Matt no le había dado ninguna pena colocar esas bombas en los aldeaños del hotel y disparar a aquel hombre. No había lugar para los débiles y corderitos al servicio de los de arriba.
Ayudar a esos militares era caer engañados en un futuro por el cual definitivamente no luchaban. No se habían quedado en Rusia para que Noruega, Suecia o Finlandia les gobernasen. No. Se habían quedado porque había una opción de acabar con Sagres, o por lo menos, de alejarle de Rusia. Y esa opción, para mal o para bien, aunque algunos les molestase mucho, era él y solo él. Mateu Oliver. Y ningún civil podía estar por ecima de eso.
Nadie podía estar por encima de él, ni engañarle de aquella manera, como un idiota, como si de verdad estuviera equivocado.
Continuaron su camino hacia el final de la ciudad, y tras unos minutos, pareció que dieron con él. La carretera se expandía mucho, se dejaban de ver edificios altos y a lo lejos se divisaba un horizonte nevado.
Agachados, vieron al otro lado de la carretera que cruzaba de izquierda a derecha una explanada de arena gigante. En ella se vislumbraban grúas oxidadas, edificios a medio hacer, tabiques de hierro, de ladrillo... Era una zona de obras, a medio construir, obviamente.
Cruzaron y se metieron entre varias casetas alargadas, para después salir completamente expuestos en el descampado arenoso y nevado. Fueron agachándose entre pilones y pilones de ladrillos, mientras avanzaban hacia una zona de fachadas de casas que se veían más adelante, en ruinas.
Finalmente se escondieron tras la fachada de uno de los edificios. Miraron con sigilo a la zona de explanada del otro lado...
Y encontraron a Irak junto a dos coches mirando a su alrededor con insistencia. Ambos salieron tras unos minutos, intuyendo que no había peligro rondando cerca. Se acercaron a él, e Irak resopló al verles.
- Oh, dios, menos mal que estáis vivos.
- ¿Está todo listo? - se aventuró a decir Skarrev.
- Sí. He hecho todo lo que me dijistes. - se dirigió a Matt. - Pinché tu conversación con Raf, la grabé y se la di a Lagunov. Se puso como una fiera, y cuando supo que Raf ya había huido, más aún.
- Genial. - dijo Matt claramente algo tenso, intentando disimularlo. - Entonces... ya se dirige hacia las coordenadas, ¿no?
- Sí. Ya se dirige hacia las coordenadas. Y Raf está bien, sigo teniendo contacto con él por radio.
- Entiendo... debería juntarse con nosotros entonces... cuanto antes. Le podemos esperar en la ciudad más próxima a esta, escondidos...
- ¿Y por qué no directamente en el lugar de las coordenadas?
Matt tragó saliva con dificultad. Se movió en el sitio, nervioso.
- Es demasiado arriesgado. Deberíamos ir todos juntos, mientras tú nos vas avisando de lo que hagan ellos. Después nos podemos encontrar todos en...
- Mierda... - le interrumpió Irak, mirando por encima de su cabeza. -
Ambos se giraron y miraron en su dirección.
Pero pocos segundos después sintieron un fuerte golpe en la zona baja de la cabeza. Todo se volvió negro para Matt al instante, cayendo al suelo completamente inconsciente. Skarrev duró más, por lo que Irak tuvo que darle con la culata de su AK de nuevo en la cabeza, para que dejara de responder a estímulos.
Horas después, Mateu Oliver despertó con un gran dolor de cabeza, mientras oía el sonido de un motor en marcha. Todo estaba oscuro, pero incluso la imagen tan penumbrosa de su alrededor le daba vueltas en la cabeza.
Intentó orientarse. Estaba tumbado de lado, con los pies atados y las manos atadas, además de tener una bolsa de tela puesta en la cabeza. Tosió, mareado por el dolor y el malestar que sentía. Intentó incorporarse, pero le fue en vano permanecer más de dos segundos con la espalda recta. De todas formas notaba su propio cuerpo extraño. Tenía los oídos taponados, y un sexto sentido le indicaba que estaba en movimiento, en un suelo metálico y frío.
Emitió unos gemidos de rabia, desfogándose así también del dolor. Nadie le respondió, y el silencio le envolvió durante muchos, muchos minutos.
Hasta que oyó una puerta abrirse y, posteriormente, cerrarse.
- ¡Eh! ¿Quién es? ¿Irak?
- Hola, Matt. - dijo él.
- ¡Quítame esto! ¡No veo nada! ¿Donde estamos?
- Tranquilo. Aun tenemos viaje por delante.
- ¿Por qué cojones me has puesto esto en la cabeza?
- Para que te calles esa boca que solo hace que soltar basura.
- Irak... fue por una buena razón...
- Dije que no más mentiras. Me dan igual las razones. Tú y tu mentiras compulsivas para hacerlo todo a tu manera. Da igual a quien tengas que manipular para conseguirlo.
- Lagunov morirá de todas maneras en Siberia.
- ¡No, Matt! ¡Deja de justificarte como un idiota y recapacita! Estoy traicionando a mi general para que su ejército quede inutilizado, salvar a Emma y hacer las cosas a tu manera, no para que le asesinen a sangre fría. Ese no era el trato.
- ¡El trato era que podía confiar en vuestra lealtad, joder!
- No entiendes nada. Aquí no hay lealtad. No después de lo que has hecho. Nos has mentido, después de decir expresamente que no lo harías, solo para sentirte orgulloso de matarle de una vez por todas, ¿no es cierto? Quieres darte ese gusto.
- Tan solo eres un traidor de mierda.
- Y tú eres el mismo niñato caprichoso que llegó a Ufá hace mucho tiempo. No has cambiado nada.
- Dímelo a la cara, traidor. Y cuando te digo traidor, te digo traidor por las dos partes. Estás solo, no mereces la confianza de nadie.
- Ahora sé a quien le debo confianza.
- A ti mismo, Irak. A a tu orgullo. A tu orgullo herido por una mentira que no lleva a ninguna parte, y lo sabes. No comprendes que necesito vengarme de ese hombre.
- Si crees que para vengarse de algo se necesita matar a una persona, estás muy equivocado. Vengarse era decirme las coordenadas correctas, acabar con el ejército de Lagunov, con él e intentar acercarse a Sagres. Esa era la manera correcta.
- ¿La manera correcta? ¿Hay una manera correcta en todo este lugar, lleno de gente hipócrita y mentirosos? Esto es lo que me han enseñado... No. No me lo han enseñado. Pero lo que si han hecho es que saque lo peor de mi. ¡Es culpa de este sitio, Irak, no mia!
Irak se acercó a él, a regañadientes, y le quitó la bolsa de tela de la cabeza. Matt comprobó que estaba en una especie de almacén extraño que se movía con insistencia.
Había una pequeña ventana cuadrada en una puerta, por la que miró. Nubes grisáceas que se movían. No se lo pudo creer. ¿Estaba en una avioneta? ¿Por qué siempre que se quedaba inconsciente se despertaba en un avión volando, maniatado?
- ¿Dónde...?
- Volvemos a casa, Matt. A la base central. Cuando vuelva Lagunov se va a llevar una grata sorpresa.
- ¿Estamos en una avioneta...?
- Sí.
- Irak... todo esto no es necesario. No tienes porque darle la vuelta a todo. Solo conseguirás darle más tiempo para que obtenga lo que busca.
Irak rió.
- Me da igual. Me da igual todo con tal de verte fracasar. Porque no lo mereces. Mereces que te mate, y lo podría hacer perfectamente, pero no lo voy a hacer. No voy a utilizar tus artimañas inhumanas para conseguir lo que quiero.
- Pues entonces eres hombre muerto en este lugar.
- No. Entonces hago algo positivo por los demás. Como ella, Matt. Aquella que dices que quieres recuperar.
- No tienes ni idea de cuanto, para dejar de hacer estas cosas.
- Mírate. Hablas como un niño pequeño.
- ¡No me llames así!
- Claro que no. Haré caso al omnipotente Mateu Oliver. Aquel que siempre tiene la razón.
- Que te den.
Irak se fue del pequeño almacén de la avioneta y volvió a abrir la puerta de la cabina para entrar. La dejó entreabierta.
Matt miró a su izquierda. Skarrev estaba tumbado de lado, todavía inconsciente. Le siguió mirando fijamente durante unos minutos, pensativo, intentando encontrar una solución a sus enrevesados problemas.
Se acordó del mechero que tenía y que apenas funcionaba. Lo tenía en el bolsillo del pantalón, pero llegar a él iba a ser más complicado de lo que pensaba.
Con las manos en la espalda, atadas, se fue quitando el pantalón poco a poco, retorciéndose por el suelo, hasta quedarse en calzones. Con los pantalones por los tobillos, intentó girar la cintura del pantalón, retorciéndolo, consiguiendo meter la mano en el bolsillo y sacando el mechero.
Lo encendió, pero casi no salió chispa de él. Siguió intentándolo, queriendo quemar el nudo de las cuerdas con las que estaba atado. No lo conseguía. Y Matt temía que Irak volviese y le quitase las pocas opciones de liberarse y cambiar el rumbo de la situación. Y de la avioneta.
Finalmente, el fuego del mechero se encendió. Al mismo tiempo, la conversación que tenía Irak con el piloto se elevó por encima del ruido de la propia avioneta, alertando a Matt.
Tras un par de minutos, el chico ya estaba totalmente desatado de las manos. En cuanto pudo se subió los pantalones con una rapidez sobrehumana, mientras oía a Irak cada vez mas cerca de la puerta.
El hombre finalmente la abrió y pasó por ella. Matt estaba tumbado, ligeramente inclinado para mirar a Irak, con las manos atrás, simulando que las seguía teniendo atadas.
- ¿Cómodo?
- ¿Voy a morir, Irak?
El hombre se le quedó mirando, serio.
- No vas a morir. Te va a matar.
- Pues si voy a morir prefiero que me mates tú. Aquí y ahora. Con tus propias manos. La persona que me traicionó.
- No voy a permitirme ese gusto. Lagunov será quien lo haga, en nombre del ejército que representamos.
- Venga, sabes perfectamente que todo esto no gira en torno a un colectivo. Gira en torno a lo que quieres tú. El individuo.
- ¿Desde hace cuánto que hablas como ellos...? No te reconozco... - dijo con asco.
- Sabes perfectamente que matarme sería la mejor venganza que podría tener tu ejército. Darme de mi propia medicina. Que me mate la persona que me traicionó y a la que la traicioné. La misma historia que con Lagunov. Piénsalo.
Irak se acercó a él. Se agachó y le habló cara a cara.
- Precisamente por eso. Precisamente porque te daría tu propia medicina no pienso hacerlo. Es algo que nunca entendiste ni entenderás, Matt. Porque eres un pedazo de escoria humana. Y eres incluso peor que él.
Matt, con un grito de rabia, sosteniendo un pedazo de cuerda entre sus manos, se abalanzó hacia Irak. Rápidamente le rodeó el cuello con la cuerda y tiró de ella, buscando ahogarle, mientras Irak se buscaba el Makarov que llevaba en uno de los bolsillos.
Matt le dio una patada en la tripa para que se dejase de resistir, pero aun así Irak siguió luchando. Finalmente el ruso pudo coger la Makarov e intento dispararle, pero Matt se lo impidió agarrándole del brazo.
Ambos se tambalearon hacia la izquierda, después a la derecha, mientras intentaban placarse el uno al otro forcejeando. Matt abrió la puerta de emergencia, enfurecido, e intentó tirar a Irak de todas las maneras posibles. Sin embargo, el capitán barbudo, al tener más cuerpo y ser más fuerte, podía perfectamente con Matt.
Le tumbó en el suelo de un empujón, mientras ambos jadeaban. Volvió a sacar su Makarov y disparó varias veces a las piernas de Matt, sin resultado. Matt ya se había movido. En agilidad y reflejos el chico le superaba por mucho.
Sin embargo, hizo una temeridad. En menos de un segundo se abalanzó hacia Irak desde un costado, cuando no le veía, y una bala le rozó la oreja, dejándole sordo unos minutos.
Volvieron a forcejear cerca de la puerta de emergencia, abierta. Matt se apoyó en la puerta cuando Irak le empujó, y el chico contratacó con un puñetazo en el rostro. Irak también le golpeó, y esta vez Matt pudo agarrarse por muy poco a la pared de la avioneta antes de caerse por el hueco de emergencia.
El piloto salió de la cabina con otra Makarov en mano, pero Matt, que en ese momento volvía a forcejear con Irak por el control de la pistola, empujó el brazo de Irak para que apuntase directamente al piloto. Contra la voluntad de Irak, Matt se las ingenió para presionar el dedo del ruso y disparar el gatillo, propinándole dos disparos en el cuello al hombre.
Irak, todavía más enfurecido, se apartó a Matt de una patada y fue a recuperar la Makarov del asesinado. Sin embargo, Matt volvió a recuperarse rápidamente del golpe en en pecho, y de nuevo utilizó una de las cuerdas para agarrarle por el cuello. Irak, a medio extrangular, se cayó al suelo, y soltó la Makarov.
Matt se abalanzó a por ella, pero ya era demasiado tarde. Se había deslizado por la puerta abierta de emergencia, fuera del avión.
Irak volvió a coger la Makarov del hombre, y disparó varias veces a Matt, sin apuntar, cegado por la rabia. El chico, agachado, se fue cubriendo ágilmente hasta volver a enfrentarse a Irak cara a cara. La pelea de forcejeos continuó unos minutos más, mientras ambos intentaban hacerse con la única y ansiada pistola.
La pelea llegó a la zona de la cabina. Ambos ya estaban realmente cansados por su pelea. Irak, finalmente, pudo empujar a un fatigado y dolido Matt al asiento del copiloto, tras unos golpes.
Cogió la pistola y le apuntó en la cabeza. Segundos después se lo pensó mejor y lo hizo a la pierna derecha.
Apretó el gatillo.
Pero la Makarov no disparó.
Irak, extrañado, sacó el cargador, y comprobó que estaba vacío. "Será idiota..." pensó el capitán sobre el piloto ahora fallecido. Fue a buscar las balas a un cajón cerca de los dos asientos, pero Matt se abalanzó a los mandos a la velocidad de la luz para darles la vuelta. El avión giró levemente, pero Irak le empujó y volvió a poner los mandos igual.
Ahora el forcejeo se encontraba en girar los mandos del avión para dirigir la avioneta al objetivo de cada uno. El avión quedó en descontrol absoluto. Al mover los mandos, habían desactivado el piloto automático, y ahora las turbulencias se sucedían cada dos segundos. Entre la pelea por los mandos, los puñetazos y los empujones, acabaron tocando todos los botones y mandos que había por la cabina.
La avioneta empezó a ir hacia abajo muy peligrosamente, pero despacio. Las turbulencias hacían que ambos no se pudiesen poner de pie durante más de cinco segundos, por lo que reptaron por intentar controlar la situación y golpear al otro.
Irak fue el primero que llegó al cajón de las balas. Las puso en el cargador de la pistola y apuntó a Matt con ella, que se intentaba poner de pie desesperadamente para alcanzar a su ex compañero. Apuntó a Matt largos, largos segundos después de hacerlo por primera vez, mientras apretaba los dientes y negaba con la cabeza.
No quería hacerlo...
Pero su espera terminó en nada, puesto que Skarrev le pegó una patada a su mano, y la Makarov se alejó de él. Instantes después puso su pie sobre la cabeza de Irak.
- ¡Matt! ¡Cógela y mátale! ¡Yo subo el avión!
Matt cogió rápidamente la pistola y sustituyó a Skarrev, solo que apuntándole con la Makarov en la cabeza a Irak.
- ¿Sabes pilotar?
- Lo básico. - dijo el ruso.
Skarrev puso el avión en condiciones de nuevo tras varios minutos. Volvieron a coger altura y lo dirigió hacia el este, las coordenadas que tenía pensadas Matt para acabar con Lagunov. Habían ganado.
Tras media hora, Matt seguía en la misma posición, apretando la pistola en la sien de Irak. Estaba de pie, encorvado y tambaleándose. No se había movido un ápice desde que había relevado a Skarrev.
- No le vas a matar, ¿verdad? - dijo por fin Skarrev, rompiendo el hielo.
Matt no respondió, pero se sentó en el suelo segundos después, completamente exhausto. Tuvo ganas de llorar, pero por alguna razón, las lágrimas no le salieron. Una barrera se había interpuesto entre sus sentimientos, o lo que quedaban de ellos, y la realidad. No servía de nada llorar. Lo hecho estaba hecho, como bien decía el hombre que pilotaba el avión en aquellos momentos.
Estaba asumiendo las consecuencias, quizás.
Pero eso no quitaba poder perdonar la vida a un viejo amigo.
Un viejo amigo convertido en enemigo.
Tras dos horas y media aterrizaron en su destino: Yámburg.
El lugar donde mataría a Lazar Lagunov.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro