13. Pechora
Skarrev pisaba con todas sus fuerzas el acelerador del coche, con la ansiedad y tensión de la situación, en medio de aquellos páramos de musgo amarillento, verde, y una combinación entre ambos colores que nadie sabría describir exactamente a causa del blanco de la nieve.
El ruso proyectaba fijamente su mirada hacia unos pequeños conjuntos de árboles en la lejanía. Aquello era insólito, puesto que los bosques en aquella región no abundaban. Lo único que se podía dejar ver, a veces, eran abetos o pinos solitarios, además de esos pequeñas zonas verdes dónde se juntaban.
Skarrev dio con otro de los innumerables charcos de agua que hacían de baches por allí y en miles de kilómetros a la redonda. Eso les hacía perder mucha velocidad.
Cuando notó el pie de Matt en su costado maldició, molesto. El chico estaba en el techo descubierto del convoy ametrellando a los siete coches que les seguían. Siete, y cada vez más.
Tras un día de descanso les habían encontrado. Y lo veían normal, en aquel lugar se veían las cosas a la legua, en el horizonte, y más en aquel momento, que no nevaba o lo hacía con muy poca fuerza.
Y de no haber sido por la ayuda de Raf e Irak reteniendo a sus tropas en el pueblo de Naryan Mar, hubieran tenido a todo el ejército rondando su posición. La realidad es que ya estaban dispersos por toda Nenetsia, y apenas había pasado un día desde el reencuentro de los cuatro.
Matt se sentó de nuevo en el asiento, cubriéndose de los disparos de sus enemigos, vociferando a todo volumen.
- ¡Estamos muertos! ¡Estamos muertos, Skarrev!
El ruso no le respondió, pero Matt tampoco esperó a que lo hiciese. Cogió rápidamente una radio portátil, parecida a un Walkie Talkie, pero de mayor tamaño y con un pequeño teclado incorporado en ella. Tocó un par de botones y habló por ella.
- ¡No sé que demonios estáis haciendo, pero llevamos tres horas dando vueltas por este sitio! ¡Cómo no os movais...!
- Teneis que esperar. - susurró al otro lado la voz de Raf. - Todavía no estamos preparados. Irak sigue discutiendo con el sargento Orson.
- ¡Voladle la cabeza a ese maldito...! - gritó Skarrev, visiblemente enfadado con ello.
- No parece que quiera irse de aquí, por lo que pueda decir Lagunov. Incluso está empezando a dudar de nosotros.
- A estas alturas, el perímetro norte y sur de la ciudad estarán bloqueados, ¿no?
- Todo el río Pechora de Nenetsia está vigilado por ellos. Por eso, la única posibilidad de que paseis es atravesar Naryan.
- ¿Ni siquiera el norte?
- El norte es el peor lugar. Han ido refuerzos de Indiga, de los campamentos que hay por allí.
Matt se calló durante unos instantes, mientras maldecía, pensativo. Él mismo había ayudado a que se estableciesen campamentos por toda Nenetsia y, en general, en el norte de Rusia. Y ahora le estaba jugando una mala pasada, volviéndosele en contra.
- ¡Escúchame, Raf! ¡Vamos a pasar por esa ciudad en veinte minutos, nos estén o no esperando! ¡Así que haced todo lo posible para que sea lo más fácil posible!
- ¡Si hacéis eso no saldreis vivos!
- A ella nunca se le pasaba por la cabeza eso.
Acabó la conversación. Skarrev y Matt se miraron. Éste último asintió, serio, y Skarrev dio un volantazo hacia la izquierda, mientras cambiaba la marcha. El coche salió incluso más rápido hacia ese pequeño bosque de pinos.
En el camino se llevaron por delante un par de vallas de madera o tres, roídas por el agua congelada. Subieron por la pequeña cuesta y se internaron en el bosque, al igual que sus perseguidores, que seguían disparando desesperadamente.
Por suerte, el convoy en el que iban no era ni demasiado alto ni demasiado ancho como para no caber entre los árboles, pero por desgracia, sus antiguos aliados y enemigos conducían el mismo modelo.
Viendo que los siete coches se dispersaban para intentar acorralarles en aquel lugar, Skarrev se la jugó, y empezó a girar bruscamente entre las ramas más bajas y los arbustos de la tundra, buscando confundir a sus perseguidores y dar marcha atrás. Oyeron disparos frente a ellos, y Matt no tardó ni un segundo en subirse al asiento y asomar el fusil por el techo. El convoy enemigo apareció tras unos pinos, y el ex capitán lanzó una ráfaga que rompió el crsital frontal y mató tanto a piloto como copiloto. Su vehículo avanzó hacia el norte, dando un ligero golpe al que habían dejado inutilizado.
- ¡Da la vuelta! - exclamó Matt. -
- ¿Qué?
- ¡Nos estarán esperando a la salida! ¡Da la vuelta!
- ¡La ciudad está al norte!
Matt, sin tiempo para discutir, cogió el volante y lo giró con fuerza hacia la derecha, ante la sorpresa y enfado de Skarrev. El coche finalmente se dirigió hacia la derecha.
- "¡Por la derecha, entonces!" ¿Es tan difícil decirlo, joder?
- ¡Seguiremos río arriba! - se limitó a responder Matt, sin más.
Skarrev le alertó, pocos minutos después, de que un coche subía por su derecha, como lo estaban haciendo ellos hasta ahora. Matt bajó la ventanilla y, ligeramente agachado, disparó con el AK al coche. Y sin embargo no pudo darle, al contrario que ellos, que sí. La chapa blindada del convoy conducido por Skarrev sonó repetidas veces por el impacto de las balas, mientras Skarrev se agachaba, maldiciendo. Eso le dificultó la conducción, y en un momento casi se acaban estrellando contra un árbol.
Sin embargo, ambos pudieron continuar, y llegaron a un punto del tiroteo en el que su convoy pasó por delante del de los otros. Matt, que estaba agachado, se levantó y tiró una granada de mano con la suficiente fuerza como para romper el cristal enemigo y que explotase en sus narices tras dos segundos.
La gran explosión sonó detrás de ellos, mientras una gran llamarada salía del coche y prendía, a su vez, los pinos cercanos.
Ya empezaba a manejar los tiempos y las explosiones como su querida Emma.
Salieron fuera del pequeño bosque.
Pero lo que vieron después nunca se lo habrían esperado.
Como era lógico, la explanada nevada de líquenes amarillentos seguía allí, también con algunos árboles desnudos. A lo lejos podían verse algunas casas de madera y algún que otro soldado, que vieron el coche con expectación, sobresaltados. Sin embargo, estaban demasiado lejos como para que supusiesen una amenaza.
Pero tras el páramo debía haber un río. Y lo único que había era una pendiente que bajaba.
Ambos, en silencio, sopesaron la situación, mientras el coche avanzaba a la caída. Matt reaccionó primero.
- Izquierda, vamos. Venga.
Skarrev giró a la izquierda como dijo, pero siguió atravesando el páramo a la misma velocidad.
- Skarrev, ¿qué haces? ¿No ves que el río está... seco?
Nunca podría haberlo imaginado. No podía haber imaginado que, tras aquellas condiciones de nieve, un río como aquel, de tanto caudal, se hubiera podido secar de aquella manera. Pero algo le inclinaba a pensar que tras aquel extraño suceso, que no podía haber ocurrido de manera natural, o por lo menos era muy poco probable de que así hubiera sido, había algo más. Y no quería acercarse mucho para comprobarlo.
Y por lo que parecía, Skarrev tenía las mismas susposiciones que él. La diferencia era que el ruso si quería comprobar que eran ciertas.
Skarrev siguió avanzando, cada vez más al borde del río seco. Matt imitó su silencio, tentado por la curiosidad de saber si lo que iban a ver sus ojos era lo que su imaginación le estaba enseñando.
Y antes de que se diera cuenta, el coche saltaba por la pendiente del río Pechora a toda velocidad. Matt asomó la mirada por la ventanilla. Lo que vio le dejó petrificado. Cuando Raf les había dicho que estaban vigilando todo el río, no había imaginado que fuera literal, hasta ese mismo momento.
Había decenas de tiendas de campaña y refugios de madera, junto con lonas, bancos de metal, y cientos de soldados. Era una base militar, y por su longitud, establecida por todo aquel río sin agua, pero embarrado. Matt pudo notar el barro chapoteando las ruedas en cuanto pisaron tierra, mientras los militares miraban la escena abrumados. Habían hecho su particular e inmensa trinchera natural de aquel lugar.
Skarrev no lo dudó ni un segundo, y puso el coche mirando al norte todo lo rápido que pudo, mientras Matt pegaba gritos por la adrenalina.
Su convoy arrasó con medio campamento enemigo, atropellando todo lo que se ponía a su paso. Algunos soldados, los que llevaban armas a mano, fueron rápidos y dispararon contra el todoterreno militar, sin resultado. Otros se apartaron y pusieron cuerpo a tierra, in extremis.
Todo los refugios, las tiendas y todo signo de habitabilidad fue aplastada por el peso de los duros neumáticos, que estaba hechos de un material especial para balas. Por ese flanco no podrían aclanzarles.
Sin embargo, los que más arresigaban y los que sobrevivían al atropellamiento tiraron granadas de mano al vehículo, que ya se perdía más adelante.
Varias explosiones sonaron detrás de ellos, y una de ellas casi hace volcar al convoy de la onda expansiva.
- ¡Dios, dios, dios! - exclamó Matt.
- ¡Mierda! - le siguió Skarrev.
Sin embargo, habían salido vivos de aquella. Iban a menos velocidad a causa del barro, pero ya nadie les perseguía. Poco a poco, según avanzaban, se iban viendo menos soldados y refugios, hasta que desaparecieron. Tan solo quedaba un camino farragoso hundido en dos pedazos de tierra, uno a cada lado.
Conducieron por aquella carretera natural durante varios minutos, mientras Matt intentaba asimilar tanta destrucción en tan poco tiempo. Allí había gente que había entrenado para que fueran militares, que había visto crecer como personas, gente con la que había hablado, que se sabía sus nombres.
Gente que... a pesar de su dolor, de su intenso sentimiento de rabia y de venganza por aquel ejército... eran un apoyo. Poco, aunque fuera muy poco, dentro de él, podría haberles considerado una familia. Al igual que lo fue Ufá en su día.
Y ahora estaba montado en un coche, atropellándoles a todos, traicionándolos y provocando un dolor en ellos por tener que enfrentarse a su antiguo capitán y amigo. Tenían que soportar la humedad del barro de aquel sitio para matarle. Y él, con tan solo la mentalidad de sobrevivir, había destrozado lo poco que tenían.
Lamentable.
Skarrev contempló de reojo la cara deprimida y culpable de su compañero desertor, y le volvió a llamar la atención.
- Nos acercamos al pueblo. Y deberías...
- Asumir las consecuencias. Lo sé. Las estoy asumiendo.
- No. - dijo tajantemente. - Las estás asimilando. Asumelas y piensa en salvarte el culo, te lo vuelvo a repetir. Asumelas salvándote el culo. Es lo único que puedes hacer. No vale castigarte de esa manera.
- Ni siquiera sabes si me estoy castigando.
- Lo dice tu cara, chaval.
Matt permaneció en silencio mucho rato, más del que pensaba que estaría, sintiendo como de dentro de él se revolucionaba algo. Algo que deseaba subir, como fuera, a su cabeza. Algo que necesitaba salir de muy dentro de él, mientras se alimentaba de pensamientos negativos, de culpa, de dudas existenciales.
Se negó a soltarlo más tiempo de lo que pensaba, pero finalmente llegó a su garganta, a su mandíbula, a sus labios. A sus ojos.
Sus ojos se enrojecieron y se llenaron de lágrimas, que recorrieron sus pómulos. Otras dos cayeron al suelo del vehículo, como si quisieran volver a llenar aquel río que estaba seco.
Sin embargo, era demasiado poco. Y demasiado tarde.
Todo lo que podría haber hecho para darle la vuelta a esa situación ya no serviría de nada.
Al ruso no le hizo falta girar la cabeza para darse cuenta de que Matt estaba llorando. Suspiró y se acarició brevemente la calva. Después pronunció unas palabras con una sutileza no muy normal en él.
- Te he visto llorar dos veces, Matt. Dos veces en los dos años que te conozco. Y las dos por miedo. Una vez miedo a mí. Y otro por miedo a ti mismo.
- ¡Fue un error! ¡Ha sido todo un error! - dijo entre balbuceos.
- Has hecho lo que creístes que era lo mejor.
- ¡He mandado a la mierda todo! ¡Todo lo que me importa! ¡Todo por tener una oportunidad para mí, para acabar con todo esto yo solo, a mi manera!
- Oye, ¡lo hecho está hecho! ¿Entiendes? ¡Aunque te repitas una y otra vez que no debería haber sido así, no vas a poder cambiarlo! ¡Asi que cállate de una jodida vez! - cambió su tono al instante. -
Matt no siguió hablando, pero continuó llorando. Ambos permanecieron callados mucho tiempo, hasta que Skarrev volvió a hablar.
- Si vas a llorar, Matt, no lo hagas por miedo. Ni por miedo a mí, ni por tí, ni por nadie. Llora por sentirte culpable si quieres. Llora por el sufrimiento de los demás. Pero no llores por tener miedo de tí mismo. Eso nunca.
- Me da igual no sentirme culpable. Es lo que hay, te guste o no. He sido un idiota, y ahora hay gente que...
- Sabes que hay una parte de ti que no le importa hacer daño a la gente. Y no puedes decirme que no, ya lo has demostrado. Lo has demostrado hace unos días. Pues ahora, utilízala para ser más fuerte y lograr llegar a tus objetivos.
- Esa parte de mi... no es buena. Nunca lo ha sido... y no debo volver a sacarla nunca más.
- Esa parte de ti hace que seas tan fuerte, Matt. Que puedas lograr cualquier cosa. Que seas tan...
"Poderoso" pensó Skarrev, pero se lo calló, viendo los derroteros de su conversación. Giró la cabeza y comprobó que Matt estaba incluso más disgusto que antes, debido a su conversación.
El río se hacía cada vez más y más ancho, y el coche cada vez cogía más y más baches. A Matt se le pasó el disgusto, pero todavía sentía una angustia interna que le inducía a un estado ausente.
Llegó un momento en el que Skarrev se preocupó gravemente de la amplitud de aquella depresión del terreno, por lo que decidió parar el coche. Las paredes de tierra que una vez pudieron describirse como la orilla del río, habían alcanzado un altitud realmente sorprendente, de casi siete metros.
Skarrev se bajó con el Kalashnikov. Matt, extrañado por aquello, tardó en hacerlo, pero no se sintió con fuerzas para preguntarle o discutir sobre el asunto.
Le vio acercarse lentamente hacia la pared de tierra y pegar su espalda en ella. Matt fue a preguntarle, pero el otro en seguida se puso una mano en los labios para hacerle callar. Al fondo se oían voces. Skarrev avanzó un poco y se ladeó al final de la tierra que se hundía.
Tras unos largos segundos volvió a su postura inicial, y se se acercó a Matt.
- La ciudad está justo encima, a unos quinientos metros. Han hecho un campamento base debajo, en toda la zona.
- ¿Y qué sugieres que hagamos?
- ¡No sé, tú eres la mente maestra en esto!
Matt suspiró y negó con la cabeza, cansado. Una mente maestra que retrocedía por momentos a la de un niño inocente.
- En primer lugar, no sé como vamos a subir.
Skarrev no respondió, pero en aquel momento sonó una voz por la radio. Era Raf.
- Eh, eh. - susurró. - ¿Alguien? ¿Matt? ¿Skarrev?
- Dinos. - contestó Matt.
- Estamos desplazando todas las tropas al norte de la ciudad. A pesar de que todavía tendreis a los vigilantes molestando, os será... algo más fácil.
- Lo sabemos. Los hemos visto. Lo que no sabemos es como subir del río.
- ¿Qué? - dijo atónito. - ¿Que ya estáis ahí? ¿Estáis en Pechora?
- ¿Por qué rayos nadie me dio un informe en su día de que las bases en Naryan Mar estaban en el puto río, Raf?
Éste se quedó callado.
- ¡Luego os preguntais que por qué me enfadaba y decía que no me tenían en cuenta!
- ¡Te tenían en cuenta, Matt, pero tú estabas tan obsesionado con que no, que no te entrabas de nada!
- ¡Sabrás tú de lo que me enteraba y de lo que no, que eres sargento!
- ¡Callos ya, dios! - intervino Skarrev para poner fin a esa inútil discusión. - Raf, necesitamos un medio con el que subir.
- Tienen escaleras en la base del río. Encontrar un modo de subir por ellas.
- Deben de haber cientos de personas. ¿Como demonios...?
Matt se calló, descodificando una idea que había aterrizado en su mente en cuanto había empezado a pensar en ello.
- ¿Matt?
- Gracias Raf. - terminó. - Ah, y conservad bien las provisiones y la munición.
Raf terminó también la conversación, y Matt se puso manos a la obra. Se asomó a los asientos traseros y empezó a buscar con insistencia por el suelo. Encontró hasta cinco pasamontañas que solían llevar sus militares en las misiones.
Con dos bastarían. Le dio uno a Skarrev.
- ¿Crees en serio que va a colar? - dijo él.
- ¿Tu has estado al mando en algún campamento de Pechora?
- No, pero...
- Pues entonces no nos reconocerán la voz.
- Pero será igualmente sospechoso. Dos soldados de cientos con la cara totalmente cubierta por pasamontañas.
Matt se volvió hacia Skarrev con el pasamontañas ya puesto y se le encaró.
- ¿Esperas que asuma las consecuencias?
El ruso no dijo nada, pero el silencio que le rodeó demostró su expectación.
- Pues entonces estás subestimándome.
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