12. Desertores
Matt encendió un cigarrillo mientras se sentaba en el porche de la cabaña.
Iba a celebrar que ya era, oficialmente, un desertor del ejército de la resistencia rusa contra Sagres.
Celebraba su victoria ante Lagunov y el hecho de que le hubieran puesto precio a su cabeza. Le gustaba pensar que le quisiesen matar, tanto como él había deseado romper en pedazos ese ejército, tal y como lo había hecho, sembrando la duda y el caos.
Celebraba que le tenían miedo. Que había demostrado que no solo era el joven capitán con aspecto grave y firme que había pasado cosas muy malas en los últimos dos años. Había demostrado que era una bestia tiránica capaz de destruir todo lo que pasa por sus manos; que un chico débil, inocente y acomodado podía causar la pira más monumental en el lugar más frío e inhóspito del mundo.
Podía romper el alma de una persona necesitada, como Arina, tal y como se lo habían hecho a él. Podía hacer que los demonios de la culpa y de la impotencia se transformasen en mentiras y que atacasen de vuelta a la persona, como a Lazar, tal y como le había ocurrido a él.
Pero se había adelantado a todos y a cada uno de los pasos que habían ido dando sus adversarios y aliados.
Todos. Y allí estaba, como un buen maestro de escuela, enseñando a los niños pruebas evidenciables de los mayores que no debían hacer: mentirse a uno mismo. Porque si uno se mentía a uno mismo, tarde o temprano acabarías por ansiar la verdad que tú mismo estabas escondiendo, cada vez con más fuerza.
Hasta lograr lo que había hecho él. Una absoluta monstruosidad.
Le dio otra calada al cigarro, mientras su cabeza le ametrallaba con pensamientos. Se acarició la poca barba que tenía, y después el pelo corto, que cada vez crecía un poco más.
Volvió a pensar en Arina. Intentó sentir o imaginar el dolor emocional que estaría pasando en esos momentos. Había sido uno de los sacrificios más difíciles de hacer. Jugar con los sentimientos de otra persona estaba mal, pero jugar con la necesidad de sentirlos... era incluso peor. Y, aunque claro que se sentía culpable, algo en él tranquilizaba esa culpabilidad, mirando al futuro, sin pensar en nada más que en ser preciso como la aguja de un alfiler entrando en la tela. Nada más podía turbarle, tan solo podía el pálpito de no conseguir aquello por lo que luchaba, por lo que pretendía conseguir.
Matar a Sagres con esa pequeña oportunidad que le habían brindado. Porque él tenía que hacer sacrificios para conseguirlo, pero Sagres también debía sacrificar su escondite para quitarse de encima un peligro aún mayor.
Pero la realidad es que le subestimaba. Podía encargarse de él perfectamente. Y salvar a Emma y a su padre...
Aquella noche, la de las bengalas rojas, no la vio. Estaba casi seguro de ello. Habría sido cualquier otra cosa, el reflejo de las balas al salir, la chispa de las armas de fuego... Pero el rojo que vio no era de ella. Y Grigory había muerto por su culpa. Otro sacrificio más del que no se pudo ni despedir, teniendo en cuenta que seguramente le incineraron y esparcieron sus cenizas por el mar cuando no estaba él, como hacían con todos los soldados caídos en combate.
En aquel caso, un sargento con el cual había compartido mucho, al igual que con Raf. No podía decir que tuviese una amistad mucho más fortalecida con él que con Raf o con Irak, pero igualmente le había apreciado mucho y había aprendido mucho de él. Y podría haberle salvado. Pero prefirió arriesgarse a que su visión fuera verdadera que salvar una vida, tal y como lo habría hecho ella.
Movió la cabeza, negando. No. Se equivocaba. Ella nunca habría dejado morir a Grigory.
Se estiró, cansado por el viaje. Era complicado deducir que habría hecho Emma en esa tesitura.
Se tumbó en el porche y giró la cabeza hacia su izquierda, viendo como nevaba, cada vez con más intensidad. Poco a poco el ritmo incesante de los copos le hipnotizó, y fue cerrando los ojos lentamente.
Se relajó y se sintió muy cómodo de repente. El frío ya no era excusa para no dormir. Se había acostumbrado a vivir a esa temperatura tras tanto tiempo soportándola, a pesar de ser perjudicial y poder coger una neumonía como la que pilló Emma en su día.
La verdad era que no había dormido nada, conduciendo durante toda la noche, y en ese momento sus párpados tiraban desesperadamente hacia abajo.
El ruido de un coche le hizo abrirlos de nuevo, sobresaltado, pasada más de una hora. No se notaba demasiado descansado, probablemente a causa de estar en el exterior, soportando el frío. Pero por lo menos le había servido para dormir un rato.
Alarmado, se puso de pie de un salto. Hizo un ademán de andar para meterse a la casa y ocultarse. Sin embargo, se quedó a medio camino, pensativo.
Tragó saliva, y se notó la garganta inflamada, lo cual le fastidió en un segundo plano. No tenía armas con que enfrentarse a nadie. No tenía absolutamente nada preparado por si ocurría aquella calamidad para él.
Estaba atrapado, sin salida. Si salía corriendo, o en el coche, no tardarían en alcanzarle. Si uno de ellos andaba cerca, entonces le estarían acompañando veinte más, acorralándole. Si efectivamente iba a ocurrir eso, estaba muerto.
Pero cabía la posibilidad de que fuera la persona que estaba pensando. Y, sin embargo, no tenía la absoluta certeza de que fuera a ir a su encuentro.
Matt se quedó delante de la puerta de la cabaña mirando como el coche se detenía tranquilamente frente al que le había llevado hasta allí. Sintió que, por primera vez en mucho tiempo, sus piernas temblaban, y no precisamente de frío. Por primera vez en mucho tiempo tenía miedo de que le mataran y que acabase todo, después de tanto esfuerzo y de tantos riesgos que había corrido.
Y cuando Skarrev salió del coche, toda la tensión se fue de él con un suspiro que duró largos segundos.
Aparentó seguir igual de frío e impasible que siempre, pero Skarrev notó sus emociones en cuanto se acercaron. El ruso fue hacia él riendo, y Matt esbozando una sonrisa. Se dieron la mano.
- No creía que fueras a esperarme en el exterior. Debes haberte cagado cuando me has visto con el coche.
- Nah. - dijo Matt, aunque luego se retractó. - Bueno. Un poco quizás.
- Globo de oro al mejor actor, ¿eh?
- Has estado bien.
- Me refiero a ti. No puedes imaginarte la locura que se ha desatado en ese sitio. Lo nunca visto. Han llegado a haber peleas entre gente que estaba de tu parte y gente que estaba de parte de Lagunov.
- Eso no era lo que esperaba. - dijo extrañado.
- Bueno, es lo de menos, han sido muy pocas personas. La mayor parte del ejército está de acuerdo en que se la has jugado pero bien.
- ¿Has traído lo que te pedí?
- Lo que me ha dado tiempo, pero es bastante.
Le hizo una seña para que le acompañara, y fueron al maletero de su todoterreno. Allí había siete fundas con Kalashnikov, cargadores, y varias cajas con comida.
- ¿Para cuánto tiempo es la comida? ¿Tres semanas, más o menos?
- Más o menos, sí.
Cerraron el maletero y fueron a sentarse al porche, mientras Matt sacaba su habitual caja de cigarrillos y cogía uno. Skarrev también le pidió uno, y ambos disfrutaron de las caladas tras aquellos días de infarto, mientras charlaban sosegadamente.
- No puedes hacerte una idea de como estaba Lagunov. Nunca lo he visto así. Parecía que le iba a estallar la cabeza. - rió.
Matt también rió, pero no pudo evitar soltar un pensamiento profundo, mientras contemplaba lo que tenía delante, pensativo.
- Es increíble como uno puede jugar con la mente de los demás en situaciones límite. Cuando sienten tanta necesidad de algo, o de alguien.
- Hay mucho de político corrupto en ti, chaval. - volvió a reir. - A esto me refería en el pasado, en todo el tiempo en que nos conocimos. A esto.
Matt giró la cabeza y le miró fijamente, interpretando sus palabras, las cuales no le habían gustado demasiado.
- Estás insinuándome...
- Solo te digo, una vez más, que te pareces mucho a él. Nada más. Hubieras sido un gran aliado y un gran apoyo para él.
- Venga, Skarrev, por favor. Puedes ahorrarte toda esa mierda, ahora que no estás de su parte.
- No te estoy diciendo nada más que una suposición. Que de no haber conocido a Emma, y de que no se te hubiera metido en la cabeza arriesgar tu vida por este país, hubieras sido alguien espectacular a su lado.
- "Si no hubiera" "Si no hubiera" Me recuerdas al idiota de Jason.
- Era muy parecido a ti.
- ¿Me estás llamando idiota?
- Te podría llamar muchas cosas menos eso, precisamente, después de la que has armado, y con que perspicacia. Te lo digo porque él también tenía muchas dudas de lo que hacía.
- Lo sé. Pero me da igual. ¿Me ves a mi con alguna duda? Podría haberme rendido ante Sagres, pero soy mucho más inteligente que él. Sé que si no hubiera hecho todo lo que has dicho antes, probablemente hubiera seguido huyendo de mí. Y en vez de eso, apareció para decirme que era muy fan mío, pero que metiese las narices en otro sitio. El muy...
Matt estrujó el cigarro con la mano de la rabia, quemándose un poco, y lo tiró al suelo. Skarrev vio hacerlo pensativo. Después permaneció callado un tiempo.
- ¿Has visto como está el temporal?
- ¿Eh?
- Probablemente, en pocos días, llegue "el día".
- ¿Es porque hay días que no nieva?
- Sí. Estos últimos días ha estado haciendo un tiempo irregular, con menos nevadas.
Volvieron a quedarse en silencio, hasta que Matt habló.
- Ojalá nieve más.
- ¿Qué? ¿Y eso?
- Cuando nieva... cuando hay ventiscas... puedo oírla. Puedo oir como canta.
- Venga Matt. Ya sé que estás enamorado y todo eso, pero no hace falta que me subas la intolerancia al azúcar. Nunca he sido de tener sentimientos, ya lo sabes.
- No. No solo estoy enamorado. Sin ella... solo soy esto. Esto que he hecho en la península. Estoy muerto por dentro. Soy un salvaje.
- Eres alguien que sabe hacer las cosas. Y alguien que está dispuesto a hacer lo que sea para conseguirlas.
- Pero eso que me dijo Raf en la playa... Nuestra nueva familia, nuestro nuevo hogar, aquel ejército... ¿Cómo era posible que quisiese destruirlo de aquella manera, con mentiras, con odio...? Es por eso que la necesito. Para que me recuerde que los demás están por encima de cualquier cosa...
Skarrev no respondió hasta pasado un rato.
- ¿Pero si sabes eso... por qué no lo pones en práctica? ¿Te hace falta esa chica para ser así y hacerlo?
- Sí. No lo puedo evitar... Me supera. Sé que está mal pero... es una tentación que no puedo evitar si ella no está ahí, si no siento que ella forma de alguna manera... parte de mí. Si no siento su presencia, su comprensión, su forma de revolucionarlo todo. Su forma de hacerme ver las cosas con cada decisión que toma. Yo la sigo y ella me sigue, nos complementamos y nos hacemos uno estando separados, sabiendo que queremos lo mejor para cada uno.
- Muy bonito todo. ¿Cuándo es la boda?
- Cállate. - dijo medio riendo.
Skarrev hizo caso de la orden de Matt, pero volvió a hacer otra pregunta.
- ¿Crees que vendrán?
- No. - respondió solamente.
Y pasaron las horas, mientras, irónicamente, les esperaban. La esperanza era lo último que perdía Matt en aquellas situaciones. Pero la realidad es que les había mentido muy gravemente. Pero les había mentido muy gravemente sobre un hombre que igualmente había mentido.
El sonido de otro vehículo fue poco a poco inmiscuyéndose en los tímpanos de los dos compañeros fumadores. El silbido del viento ya no era el único capaz de callar al propio silencio.
Se miraron, y de nuevo las dos opciones posibles aparecieron en la mente de Matt. O les habían encontrado o aquellos eran...
El coche apareció por el largo camino de tierra, a lo lejos, casi en el horizonte, en su dirección.
Matt se levantó primero, con urgencia, y Skarrev le siguió. Se dirigieron al maletero y lo abrieron para hacerse con un AK47.
El sonido de los cargadores entrando en el arma se diluyó en el tenso ambiente.
Lo cerraron y esperaron pacientemente a que el vehículo llegase allí. Mientras, a Matt le volvían a temblar las piernas, su estómago volvía a dar vueltas sobre si mismo, y los peores pensamientos inundaban su cabeza. La tensión, por algún motivo que desconocía, empezaba a hacerle estragos en esas situaciones.
Justo cuando menos lo necesitaba.
Skarrev le vio en ese estado y, con malestar, no dudó en llamarle la atención.
- Matt.
El chico le miró con una cara de visible preocupación.
- ¿Vas a comportarte como ese monstruo que dices ser? ¿O no?
- Estoy tranquilo...
- No, no lo estás. Tranquilízate y asume lo que has hecho. Pensar en Emma no te va a salvar el culo ahora. Piensa en ella, pero después. Ahora piensa y siente como lo has hecho hasta ahora. De la misma manera con la que has organizado todo esto.
Skarrev le había dicho eso con la seriedad y contundencia de un exigente maestro a su aprendiz, como si realmente le molestase ver así al que consideraba un digno, como mínimo, competidor de Sagres.
El chico se intentó relajar, adoptó una postura más segura y rezó por que se tratara de las personas que estaban en su mente.
El vehículo convoy, tras varios minutos, aparcó en la explanada de delante de la casa de madera. Cuando Matt y Skarrev vieron quienes bajaban de él, una parte de ellos volvió a respirar. La otra parte siguió aguantando la tensión inicial.
Irak y Raf salieron y avanzaron unos pasos hacia ellos. El silencio se hizo palpable entre los cuatro. Incluso el viento dejó de soplar durante esos instantes. Todos tenían la intención de hablar, pero el impulso de observar a los de enfrente, especialmente a Matt, se imponía a sus deseos. Tanto el capitán como el sargento querían observar fijamente los ojos de aquel niñato mentiroso y extremadamente enrevesado, del que no podían negar que les daba un poco de miedo. Sabían de lo que era capaz, y lo conocían perfectamente. Pero no hasta el punto de engañarles para engañar a terceros. A todo un maldito ejército.
Matt se dio cuenta de que no iban armados, y eso le dio tranquilidad. Empezó a hablar él.
- No pensaba que vendríais.
- Y nosotros que no nos querías en tu bando. - respondió Irak.
Matt dejó escapar un suspiro y bajó la mirada.
- Era necesario.
- ¿Ah sí? ¿Para qué? Porque yo no le encuentro necesidad. No le encuentro la necesidad de que no nos contases que ibais a hacer todo ese teatro. De que el CD estaba manipulado.
- Para que todo saliese bien. Para que presionaseis a Connery, para que no os fuerais de la lengua. Para que no me mataseis por mentirles a todos. - miró a Raf. - Porque sabía que, como mínimo, no me dejaríais hacerlo.
El chico alemán negó con la cabeza sutilmente, indignado y dolido. No le salían las palabras.
- Miradme. Vamos, juzgarme. - insistió el español. - No me da miedo que lo hagais. Me da igual, no os mentí por miedo. Os mentí porque era necesario hacerlo.
- ¿De verdad has llegado tan lejos por esto, Matt? ¿De verdad merece tanto la pena acabar con una esperanza por cambiar el rumbo a otra mucho más arriesgada?
- ¿Merece la pena dejar que otros paises se repartan y gobiernen Rusia? ¿Merece la pena dejar el poder de elección a una persona que es capaz de hacer cualquier trato con tal de conseguir un objetivo?
- Entonces estoy hablando con esa misma persona a la que describes.
Matt apretó los dientes, irascible.
- No me compares con él.
- Sois iguales. Lagunov y tú sois iguales.
Matt hizo un ademán de levantar el arma, pero se detuvo.
- Os repito que era nec...
- Estamos aquí porque sospechábamos que hay una verdad en tus palabras. Y vamos a luchar por esa verdad, no porque queramos unirnos al rebelde, o al que cree que tiene la justicia en su cabeza.
- ¿Cuál? - dijo Skarrev, curioso.
- Emma. - respondió Raf. - Si efectivamente no nos habías mentido sobre ese lugar al que debíamos ir después para organizarnos todos en privado, estaríais aquí. Si efectivamente Emma estaba en peligro, estaríais aquí. Y tú lo sabías perfectamente. Sabías que dudaríamos sobre si aquella era verdad o no. Porque podrías mentir en muchas cosas, pero sobre Emma sabemos que te sería dificil o imposible hacerlo.
- ¿Y por qué no probar? No perderíamos nada. - aclaró Irak, sin ningún atsbo de amigabilidad en sus palabras.
- Lo comprendo perfectamente, pero...
- No. Déjanos hablar, Matt. Creo que a ti ya te ha dado tiempo a hacerlo en la base que has puesto patas arriba. - dijo en tono despectivo Irak, interrumpiéndole de nuevo. - Sabemos que tú, Skarrev, estás siempre del lado del más fuerte. Te queremos recalcar esto: estamos aquí por Emma. Porque realmente está en peligro. Y porque si no, no habrías hecho esto.
Matt abrió la boca para responder, pero tan solo inhaló aire cuando se dio cuenta de que Irak iba a seguir hablando.
- Pero como sea otra mentira más... como hayas llegado a ese punto... - Irak, enfadado de tan solo pensarlo, no llegaba a terminar la frase.
- Te volaremos la cabeza en cuanto menos te lo esperes. - terminó Raf con una contundencia y frialdad que dejó helado a Matt. Realmente le había impactado oir eso de uno de los que consideraba un amigo. Sin embargo, ya no lo era tanto.
Tras un silencio de duda en el que Matt no sabía si hablar o no, finalmente lo hizo.
- Bienvenidos a bordo, pues. Porque lo de Emma es verdad.- dijo con una inseguridad y tristeza que dejó sorprendidos a los tres. -
Una nueva resistencia se había formado en el exterior de aquella cabaña, justo donde se había encontrado con Lagunov en el pasado, tras su viaje de "negocios".
Una nueva resistencia en el que ahora el general era él.
El general Oliver.
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