Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Comunicado

No nevaba.

El cielo estaba gris, incluso más que de costumbre. Tampoco parecía haber signo alguno de humedad en el ambiente. No iba a llover, o habia poca probabilidad de ello.

Matt observaba impávido como voces de miles de personas se entrelazaban entre ellas, avisando a quien las oyera de que el general Lagunov tenía que dar un comunicado urgente.

Los soldados iban de allí para allá, corriendo, llamando a la puerta de las casas, gritando a pleno pulmón. En cuestión de una hora, todos los miembros del ejército se habían enterado de lo que acontecía. Lagunov iba a hablar a todos los presentes en uno de los lugares centrales del nucleo de casas.

Un soldado se dirigió a Matt para avisarle, pero antes de que pudiese decir nada, este le dijo que ya tenía constancia de todo lo que decían aquellos gritos.

Pero él sabía lo que iba a ocurrir ese día antes que ninguno de ellos.

Antes de ir hacia allá, dio una vuelta por el conjunto de cuarteles. Miró detenidamente cada una de las casas, de lo que había a su alrededor. Pareció triangular la posición de cada una de ellas con tan solo observarlas, con una profunda seriedad y concentración.

Por el camino se encontró a Irak, con el cual se saludó.

- ¿Hoy es el día, no? - dijo el capitán con barbas.

Matt respondió con una risa, mientras seguían caminando en silencio. Exactamente. El día del juicio final.

Arina se les cruzó también, buscando a Matt, preocupada, y se unió a ellos.

- ¡Matt! ¡Menos mal que estás aquí! Pensaba que finalmente te habías ido, sin decir nada...

- Lo siento Arina. - dijo el chico evitando su mirada, mientras aceleraba el paso. Ella también lo aceleró, quieriendo alcanzarle.

- No pasa nada... solo estaba...

- Lo siento por todo. - volvió a decir el chico con brusqudad, tragando saliva con dificultad.

Arina redujo el paso, extrañada por las palabras del capitán, y este e Irak llegaron antes a la zona central de aquella base militar.

El lugar estaba abarrotado de soldados y sargentos. Podían contar más de quinientas personas. Normalmente, ese tipo de charlas tan abruptas que daba Lagunov significaban movimientos de última hora por decisión suya. Y lo mismo había ocurrido cuando se fue medio año, supuestamente, al sur de Rusia.

Ambos se hicieron hueco para estar de los más cercanos a Lagunov. Delante de ellos permanecían unas vigas de metal gigantescas puestas una encima de otra. Pero no había rastro del general por ninguna parte.

Tras largos minutos en los que se incrementó el volumen del rumor de la gente, apareció por un lado Lagunov junto a un hombre parecido a Skarrev en el físico orondo, pero robusto, con una edad similar, de no ser porque tenía unos años menos que él.

Era uno de los capitanes y el subgeneral del ejército. Era como la mano izquierda de Lagunov en cuanto a organización allí, siendo la mano derecha Arina Slavik.

A pesar de su edad y experiencia, cualquier mínima preocupación hacía estallar a aquel hombre lleno de dudas y miedo. E inconcebiblemente Lagunov le había concedido la responsabilidad de que le sustituyese cuando no estuviese él. ¿Que sentido tenía eso? La lógica y los ideales de Lazar Lagunov era formar un ejército con los más fuertes, experimentados y valientes.

Lazar se subió a lo alto de las plataformas apiladas con ayuda de varios soldados. Una vez arriba, su figura se mantuvo erguida, con las piernas y los brazos ligeramente separados y estirados, como exponiéndose totalmente a su público.

Su pelo negro y su ropa se ondeaban al viento con suavidad. Su mirada se mantenía firme hacia la multitud; su rostro serio, heroico. Poco a poco las últimas voces callaron, y el silencio se apoderó del lugar.

Todos los miembros del ejército hicieron el saludo militar, incluido el propio general, que comenzó a hablar.

- ¡Soldados, sargentos y capitanes! ¡Os he reunido a todos hoy aquí porque debo partir una vez más!

Algunos susurros entre la marbunta volvieron a sonar.

- ¡Debo partir hacia las tierras del sur para concretar y preservar ciertos nucleos militares que en mi anterior viaje no pude! ¡Y sé que vuestro general ha estado mucho tiempo fuera ya, pero no os olvideis que el futuro y la esperanza es el alimento que nutre nuestra formación! ¡Y yo cada día me desvivo por ello, asi que es completamente necesario que no esté ahí con vosotros cuando batalleis! ¡Pero justo por eso debeis tener en mente que vuestro general os apoya en cada paso que deis!

Hizo una pausa para mirar detalladamente a todo el mundo, y señalando al subgeneral Connery, siguió hablando.

- ¡El capitán y subgeneral Connery estará al frente de mi puesto de general, tal y como ocurrió en el período anterior!

- ¿Y dónde se supone que va esta vez, señor?

La voz de Matt se alzó entre el silencio y dio unos pasos adelante, acercándose a las vigas de metal. Lagunov se le quedó mirando, irritado y sorprendido a partes iguales por dirigirse a él así.

- Voy a las tierras del sur de Rusia, ya lo he dicho.

- Eso ya lo sabemos. Pero creo que sus soldados, sargentos y capitanes se merecen saber un poco más de sus aventuras fuera de este lugar.

El general le siguió mirando fijamente, en silencio, con el rostro serio e inmutable.

- No voy a permitir que me hable así, capitán Oliver. Se está acercando peligrosamente a lo que hablamos el otro día.

- Le estoy hablando de usted, señor, sin faltarle el respeto, no se que hay de malo en ello... ¿Y ahora es usted quien saca las conversaciones privadas en las públicas?

Lagunov torció el gesto, y reprimiendo una profunda rabia, una vena se remarcó en su cuello.

Se bajó de la plataforma de un salto y se encaró a Matt.

- Sí. Porque usted acaba de dejar de pertenecer a mi ejército.

- Dejé de pertenecer a él hace mucho más de lo que crees, Lazar.

- Fuera de mi vista y de esta base militar.

- Me iré en cuanto les expliques a tus curiosos subordinados a donde tenias pensado ir, con quien tenias pensado hablar y que tenías pensado hacer.

Lagunov, que seguía reprimiendo la ira que le producían las palabras Matt, miró más allá de su cabeza, a la multitud que miraba la discusión con expectación. Lo que decía era cierto. Esperaban una respuesta, y él estaba en jaque por ello.

- ¡Voy a ir a Kazán y a Moscú para reunirme con los líderes de las resistencias esparcidas por allí! ¡Hablaremos de su integración en el ejército, no hay más!

- Pensaba que eso ya lo había hecho, general.

- No tengo nada más que hablar contigo, Matt. Ya he dado las respuestas que me has obligado a dar, aunque fueran confidenciales. Ahora, si no te importa, me gustaría que no intoxiques más mi ejército.

- Tu ejército... - susurró el chico para sí.

Lagunov se dispuso a irse del lugar con paso firme, atravesando el gran corrillo de gente que les rodeaba a ambos.

- Lazar, no me gustaría que te fueras tan rápido. Creo que tienes cosas que contarnos.

Los ojos de matt se cruzaron con los del general, que se giró, enfadado, cuando volvió a hablar Matt. Y fue en ese preciso instante cuando el capitán se dio cuenta de que Lazar ya sabía lo que iba a pasar a continuación.

Lagunov le observó con una mezcla de temor y enfado en sus ojos, que estaban casi desorbitados.

Después, mirando a su alrededor, a la gente que les escuchaba, empezó a gritar de forma casi desesperada, algo completamente inusual en él, siendo normalmente una persona tranquila y pacífica con los suyos.

- ¿Por qué no lo dices, Matt? ¿Por qué no les dices que todo esto lo llevas planeando durante años para quitarme del poder?

Matt negó con la cabeza, riendo por dentro, sabiendo que el general estaba en las últimas. Gritaba mucho, con una aparente seguridad en lo que decía, mientras que en realidad el miedo le estaba acorralando cada vez más.

- ¡Vamos! ¡Di que lo que estás haciendo es meter mierda porque nunca hicimos lo que querías! ¡Porque siempre has estado a la sombra de este lugar, empeñado en conseguir las cosas a tu manera!

- No me gusta que me mientan, Lazar.

- ¡Estás con ellos! ¡Lo sé! ¡Estás colaborando con Sagres!

"Perfecto. Justo lo que quería oir. La verdad." Pensó.

- Me preguntó quién estará colaborando con quién y quién está realmente en la sombra del ejército.

Sudores más fríos que el propio clima recorrieron el cuerpo de Lagunov cuando vio que Matt sacaba unos papeles doblados y grapados de su bolsillo.

Arina sintió que cada músculo de su cuerpo se convertía en una fina y frágil lámina de hielo, compacta y helada. Su rostro enseñó el terrible impacto que había sufrido su persona al ver aquello, al escuchar las palabras de la única persona a la que quería de verdad en aquel sitio. Se sintió humillada y culpable, muy culpable. Sufría en un silencio sombrío, olvidado.

Los estiró y se acercó para enseñárselos. Lagunov vio aquellos papeles firmados por su puño y letra, sabiendo perfectamente lo que significaban y lo que en ellos había escrito. Torció aun más el gesto conforme pasaban los minutos, en un silencio tan denso como la humedad.

- ¿Que significa esto, general? ¿Aquí pone que... ha estado usted negociando con estos países para que financiase al ejército?

Lazar siguió en silencio.

- Suecia... Finlandia... Noruega...
Cesión de armamento militar, de soldados, vehículos, provisiones... ¿General? Pensaba que todo esto lo había conseguido de dentro del país.

Matt se volvió hacia la gente ante la nula respuesta del general. Elevó los papeles para que todos pudiesen verlos. Lagunov, en shock, dirigió su mirada a la vez que la mano del chico alzaba la mano con los papeles.

Después, se subió a la plataforma, compartiendo una mirada desafiante con el general, y empezó a leer en voz alta el documento. Cuando llegó a la parte final, los soldados vociferaron aún más alto sus reiterados susurros.

- "El ejército rebelde al ejército ruso, liderado por el general Lazar Lagunov, se compromete a utilizar la cesión militar de los tres países firmantes en pos de sus intereses territoriales."

Cuando terminó, el subgeneral tuvo que intervenir.

- No, Matt, no, por favor. Sabemos que has tenido tus más y tus menos con el general, pero te agradeceríamos que no hicieses las cosas más difíciles.

El subgeneral Connery parecía realmente contrariado por la situación, pero a pesar de ello intentaba hacer razonar a Matt y tratarlo con cautela, convencido de que lo que decía no era verdad. Era un hombre bastante más mayor que el resto, pero sin superar la edad del propio Skarrev, con poco pelo, de estatura baja y de complexión gruesa.

- Ioseph... no hago las cosas más difíciles. Intento decir que el que era nuestro general no solo nos había mentido sobre la procedencia de todo esto, si no que también había vendido el propio país de Rusia a esos países. Estamos luchando para nada. ¡Estamos luchando para él! ¡Para Sagres!

- ¡Eso es una absurda infamia! ¡Una mentira de los pies a la cabeza! - saltó Lagunov.

- ¿No se lo cree, capitán subgeneral? Yo se lo enseño.

Matt se bajó de la pila de metal y le enseñó los papeles a Connery, que los examinó detalladamente, con asombro.

- ¡Dimelo otra vez a la cara si tienes lo que hay que tener! - dijo de nuevo Lagunov, que se acercó amenazante.

- ¡Nos has vendido a Sagres! ¡Y todo esto es un juego de mierda para repartirte el pastel con él! - se encaró el otro

El general le cogió del hombro agresivamente mientras replicaba, pero Matt puso resistencia e hizo que le soltase.

- Niñato mentiroso... no vales nada. ¡Nada! Sí, he tenido que negociar con otros países para que esta resistencia no se quede solo en eso y que tengamos una mínima posibilidad contra ellos. Y si he tenido que ocultarlo es porque necesitamos que la gente tenga esperanza. Que crea que los fusiles que cargan son de Rusia, de un soldado que cayó; que crea que los uniformes donados, la comida reunida, la gente que se incorpora es el sacrificio que hace este lugar por un futuro mejor en él. Necesitamos mentir a la gente para que sean más fuertes ante esta adversidad. Que se engañen a sí mismos.

Las últimas palabras que pronunció le dolieron a Matt como millones de astillas clavándose en todos los nervios de su cuerpo. No le producían rabia o impotencia. Tampoco alimentaban el odio contra la persona que tenía en frente. Simplemente se sentía débil, triste, resignado a que las palabras le pesasen en el corazón. Simplemente se acordaba de Emma y lo que le había enseñado.

- Lazar... esto... no era necesario. - dijo de repente Connery.

Matt sonrió para sí mismo, y la multitud cuchicheó todavía más.

- Necesito opinión de esto, la verdad. Es... es inconcebible... - siguió hablando, mientras miraba con insistencia a su alrededor. - ¡Capitanes! ¡Necesito a los demás capitanes! ¡Que vengan, avisadles!

Connery vio a Arina y se acercó a hablar con ella, pero la mujer tan solo pudo balbucear algo sin sentido, no dando crédito a lo que veían sus ojos, incluso ya pasados unos minutos. Se dio la vuelta y se marchó, dejándole con la palabra en la boca al subgeneral, extrañado. Segundos después se giró, oyendo una algarabía de voces alarmadas.

Matt y Lagunov ya habían llegado a las manos. Ambos se intentaban golpear a traición y tirar al suelo, pero el general estaba en clara ventaja, ya que su contrincante había tenido el día anterior otra pelea, y su cuerpo todavía se resentía por ello. Un grupo de soldados los separaron antes de que la cosa fuera a peor. Matt, enervado por la pelea, gritó a los cuatro vientos, mientras le retenían por los brazos.

- ¡Este sujeto trabaja para Sagres! ¡Y puedo demostrarlo! ¡Puedo demostrarlo!

Lagunov, por su parte, contestaba con más gritos. Ambos oficiales habían perdido completamente las maneras y el juicio.

- ¡Una artimaña de rata podrida para joderme la vida! ¡Eso es solo lo que querías, verme así desde el principio, desde que pusistes un pie aquí!

Tras unos minutos se calmaron, y el subgeneral se acercó a Matt.

- Matt, escúchame, ¿dices que puedes demostrar que trabaja para Sagres?

- Sí.

- ¡Ioseph, por el amor de Dios! ¿No le irás a escuchar, verdad? - gritó el otro, algo alejado.

- Con pruebas cien por cien verdaderas y razonables, supongo.

- Tal y como lo dices.

Connery se acercó entonces a Lagunov.

- Lazar... sé que esto es duro. Pero hasta que no sepamos completamente tus intenciones cuando acordastes esto... con todas las mentiras que has dicho... Entiéndelo.

- No hay nada que entender, capitán. Me estás arrestando por querer un ejército con valores, por hacer que moleste a los que tenemos que derrotar. ¡Sin mi, todo esto no existiría! ¡No habría ninguna oportunidad!

- Subgeneral al mando. Ahora soy subgeneral al mando, no solo capitán.

Lagunov, atónito con la actitud tan desconfiada de su amigo, negó con la cabeza, resignado.

Ioseph Connery se giró y llamó a Matt.

- Enseñanos esas pruebas, chico.

Matt se adelantó y el subgeneral al mando avisó a los soldados.

- ¡Atención! ¡Quien quiera venir como testigo, puede acompañar al capitán Oliver y a un servidor!

Y así, más de una treintena de soldados, el subgeneral, el capitán Oliver y un Lagunov vigilado y con las manos atadas se dirigieron hasta un punto específico de la playa. El búnker de la electricidad.

- ¡Señoras y señores! - dijo Matt de repente, al llegar al lugar. - ¡Bajo este gran tablón de madera se encuentra uno de los secretos mejor guardados de nuestro queridísimo y sacrificado Lagunov! ¿El por qué? Yo sigo sin encontrarle explicación. Y creo que Raf, testigo del descubrimiento, aquí presente, tampoco lo sabe.

Raf asintió, preocupado. Había llegado de los últimos y estaba junto a Irak observando la escena.

Tiró de la anilla y bajó por las escaleras que había tras la trampilla. Los demás le observaron hacerlo con dudas sobre si seguirle o no, pero finalmente un valiente Connery, asumiendo definitivamente la responsabilidad de su nuevo rol, se internó en la oscuridad.

Los integrantes del cuerpo militar allí presentes ya estaban desconcertados y estupefactos por la existencia de aquel luagr, pero cuando cuando vieron, a tientas, que Matt se dirigía a una palanca de electricidad, no salieron de su asombro.

- Abracadabra. - soltó Matt al tirar de la palanca.

La luz se encendió, y cegó durante unos segundos a todos lo que estaban allí. Murmuros de incredulidad estallaron por todo el lugar, rebotando en las paredes, con eco.

- ¿Qué... qué demonios...? No... no puede ser. - dijo Connery.

- No voy a negarte la oportunidad de explicarnos por qué había electricidad, y no poca, en un lugar como este, escondido, y por qué lo ocultastes.

Lagunov, con la cabeza gacha y claramente desmoralizado, no quiso dar muchos detalles, pero lo aclaró.

- No sé como has terminado encontrando esto... pero si quieres que te de una explicación, es porque no lo necesitábamos. Tan solo necesitábamos concienciarnos de lo que debíamos hacer. Nada más. Si la hubiéramos necesitado en un momento dado...

- Yo la necesitaba.

Lagunov le miró fijamente.

- Tú lo que necesitas es una cura de humildad y solidaridad, maldito bastardo. No tienes escrúpulos.

- Mira quién fue a hablar.

- Voy a matarte.

Tras intercambiar varias palabras de odio entre los dos, todos avanzaron hacia la sala repleta de ordenadores. Connery y los demás tardaron en reaccionar, pero cuando lo hicieron se fijaron en Matt, que sostenía un CD.

- Bien, señores. Es momento de que descubramos el contenido de este CD que tomé prestado en Púlkovo, y las pruebas de porqué este hombre colabora con Sagres. - a continuación se dirigió al general atado.- Vas a presenciar lo que nunca pensabas que verías, ¿verdad? Yo enseñándote este CD. Que pena que sea contra ti.

- Que pena. - respondió el otro, totalmente serio.

Matt puso el CD en uno de los ordenadores y esperó a que se cargase. Una carpeta cifrada apareció dentro del apartado del disco externo. Sin embargo, aquello no era más que una carpeta normal con la apariencia de que estaba cifrada, por lo que Matt puso letras y números al azar para desbloquearla.

Una vez con acceso a ella, la abrió, y aparecieron hasta quinientos documentos y doscientas carpetas. Seleccionó unos en concreto que tenía apuntados, y llamó la atención del subgeneral para que mirase. Eran fichas de Lazar Lagunov que describían su trayectoria en el ejército ruso, el contacto que había tenido con Sagres, su misión de infiltración y manipulación, e imágenes de él vistiendo las prendas negras habituales de su ejército, junto a su amigo Yakim Petrov, el que le había "interrogado" mientras estaba en Utjá.

Lagunov vio a lo lejos las fichas y pretendió defenderse con fuerza e indignación. Pero sus palabras tan solo le salieron con tono débil y cansado.

- Eso está editado, manipulado. Yo no tengo nada que ver con todo eso que dice...

- ¡Escuchadme todos! ¡Incluido tú, miembro del ejército de Sagres! - exclamó victorioso, mientras se levantaba de su silla y se subía a ella.- ¡Esto es sencillo: nos han engañado a todos! ¡Lagunov se ha financiado de Sagres por medio de los países del contrato, para que no quedase constancia de ello! ¡Ha simulado una guerra! ¡Ha simulado que podíamos combatir contra su propio aliado, cuando en realidad lo único que hemos hecho ha sido ayudarle a conquistar politicamente Rusia!

- ¡Eso no tiene sentido, te contradices! - alzó la voz de nuevo Lazar. - ¡Ellos quieren transformar el país en oro! ¿Por qué querrían conquistar militarmente todo el país?

- Ellos no. Vosotros. Y es porque vosotros ya no quereis hacerlo. Ahora quiere ser el emperador de Rusia.

- ¡Eso no se sostiene! ¡Es imposible que haya cambiado tan rápido y bruscamente de opinión!

- Léelo tu mismo. Mentiroso. - señaló el monitor, donde venían varios documentos relacionado con esa nueva idea del multimillonario a seguir.

Lagunov se quedó sin ideas con las que contraatacar, mientras negaba con la cabeza de la frustración e impotencia, y Matt sintió una felicidad tan grandiosa que pocas cosas podrían haber estado a la altura. Era paz, satisfacción completa, suspiros de placer.

- Mentiroso. - volvió a decir el heroico capitán.

Y en ese momento, el ego de Matt volvió a renacer de sus cenizas. Volvió a ser el que no perdía, el que ganaba a toda costa, el que no se daba cuenta que, a pesar de llamar mentiroso a alguien, él también lo era. El que no sabía diferenciar una mentira de otra. Era el niñato engreído que llevaba mucho tiempo callado y que finalmente había estallado, cansado de esperar, dolido por dentro por la injusticia del mundo, de alguien superior que lo controlaba todo, incluso a él.

- Lazar... - se acercó Connery a él. - Siento decirte esto pero... ya no perteneces a este ejército. Quedas expulsado y bajo vigilancia, como preso de este cuerpo militar.

- No sabes lo que haces, Ioseph. No sabeis a quién escuchais. Estais haciendo caso a un monstruo que trabaja para ellos, él es el culpable de todo esto, no yo. Yo intentaba ayudar, por favor...

- Lo siento. - dijo sin más. - De momento, es lo que hay. - habló después con los soldados que le vigilaban. - Quitarle las armas, los distintivos y meterle en el sótano calabozo.

Matt vio como todos se iban poco a poco del lugar, hasta que quedaron Irak y Raf allí. Los tres se dirigieron hacia fuera mientras hablaban, tensos.

- ¿Cuánto tiempo dices que tenemos que dejar pasar? - dijo Raf.

- Mañana. - respondió Matt.

- ¿Mañana? Es muy pronto, ¿no crees?

- Lo suficiente.

El capitán se giró hacia Irak.

- ¿Contento?

- Precisamente contento no. Sorprendido.

- Me conoces lo suficiente como para saber de lo que estoy seguro y de lo que no, Irak. No niegues que te lo esperabas.

El otro capitán tardó en responder.

- Estar seguro de algo no significa querer maniobrar con ello. Por eso me soprendo. Y por cosas como esta creo que todavía no te conozco ni lo más mínimo.

Y tras ello, Mateu Oliver y sus compañeros salieron de nuevo al exterior.

Seguía sin nevar.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro