Nota Autor: Disfruté mucho escribiendo está parte. Espero que vosotros también disfrutéis leyéndola.
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Con una hermosa piel de porcelana, ojos azules como el cielo y cabello tan negro como el carbón, nadie se atrevía a dudar que Tom Riddle era una belleza sin igual. Pero solo la belleza no habría hecho destacar a un joven de orígenes tan humildes. De entre todos los alumnos prominentes del colegio, Tom era el que más se destacaba, no solo por su amplio conocimiento, sino también por la fuerza de su núcleo mágico, que rivalizaba incluso con el de los mayores. Sabiendo todo esto, nadie podía negar que Tom Riddle se convertiría en alguien importante en el futuro.
– ¿vendrás a la reunión de hoy? Todos están ansiosos por verte – dijo una joven con vos coqueta.
Tom apenas había salido del aula de encantamientos cuando fue rodeado por sus admiradores. Todos buscaban saber si asistiría a la reunión mensual de Slughorn. No. Lo que en realidad buscaban era saber con quién iría Tom a la fiesta y si había alguna posibilidad de que ellas pudiesen ser escogidas.
Tom les dio a las jóvenes una sonrisa gentil y con voz dulce respondió.
– Temo que no me he sentido bien estos últimos días, por lo que no podré asistir a la reunión, tal vez será en la próxima ocasión – los gimoteos de decepción no se hicieron esperar.
A pesar de la decepción, les llamó la atención el hecho de que el agraciado Tom Riddle estuviese enfermo, por lo que muchas de ellas comenzaron a preguntar por su salud, ofreciendo pociones, libros e incluso una fue tan descarada que propuso hacerse cargo ella misma de Tom como su enfermera personal. Aun con todo esto, Tom mantuvo su actitud gentil y con esa misma gentileza agradeció los buenos deseos, rechazando las distintas propuestas.
Miró hacia la persona que estaba detrás de él. Abraxas asintió y junto con Avery funcionaron como un escudo para que Tom al fin pudiese alejarse de toda esa pestilencia.
El joven huérfano no desperdició ni un segundo para marcharse. Su paso era firme y agraciado, era imposible no fijarse en él. Incluso hubo un tiempo en el que el rumor de que Tom tenía sangre veela se extendió por el colegio. Rumor que fue rápidamente extinguido por los amigos del joven.
En su camino, Tom Riddle mantuvo su expresión gentil e incluso saludo a algunas personas. Pero una vez que llegó a la sala común su expresión se volvió fría como el hielo y las pocas personas que aún estaban allí mantuvieron la cabeza baja al no querer ofenderlo por error. Abraxas y Avery se despidieron y cada uno fue por un camino distinto.
Tom ignoró a estas personas como si estuviesen hechas de aire y entró a su habitación, ventajas de ser el favorito de Slytherin, era que podía tener su propio dormitorio, lo que era muy conveniente para mantener su pequeño secreto. Dejó caer su bolso junto a su cama, arrastrando ligeramente los doseles verdes. Luego procedió a retirar la túnica externa de su uniforme y una pequeña serpiente siseó al quedar expuesta al aire.
Alrededor del brazo izquierdo del adolecente una serpiente negra se encontraba enroscada de forma protectora. La serpiente abrió sus ojos verdes y volvió a sisear hacia Tom, extendiendo su lengua viperina, dio una lamida a la mejilla del virtuoso joven y este solo levantó una ceja ante su acción. Esto pareció decepcionar a la serpiente, quien rápidamente se deslizó hasta el suelo para luego deshacerse en una neblina oscura que se extendió hasta la cama y para cuando Tom volvió a parpadear, el demonio le sonreía recostado sobre las colchas de verde esmeralda.
– ¿así que el virtuoso Tom Riddle también puede sentir malestar? Nunca lo hubiese pensado – Tom solo rodó los ojos ante el tono irónico del demonio. Pero Harry aún no había terminado – ¿no sientes nada por haber desilusionado a tantas jóvenes? Te he visto romper tantos corazones en los últimos años que los súcubos podría sentir envidia.
– ¿hablas por ti mismo? – Harry le dirigió una mirada desagradable.
– no me rebajes al nivel de esos parásitos, además ¿Por qué debería envidiarte? Soy más poderoso y hermoso de lo que tu jamás serás, además, viviré incluso cuando tus huesos ya se hayan convertido en polvo.
– si todo sale bien esta noche, puede que eso no sea tan cierto, cariño – se acercó a la cama y acarició la mejilla morena, Harry se apartó con un bufido. ¿De quién había aprendido ese niño a ser tan descarado?
Probablemente de él, pero Harry estaba más a gusto maldiciendo al joven mago para notar la mala influencia que podía ser.
Mientras Tom entraba al baño, Harry se quedó recostado sobre la cama abrazando una de las almohadas que estaban dispersas a su alrededor. Su mirada en cambio estaba puesta sobre la puerta donde el humano había desaparecido.
Cuando conoció a Tom, pensó que se convertiría en un monstruo de la magia y en efecto, no lo decepcionó. Solo necesitó dos años para tener a todo el colegio de magos a sus pies, tanto alumnos como maestros veneraban al humano, aunque claro, habían excepciones, como ese extraño profesor de Transformaciones que era la razón por la que Harry no podía andar de forma descuidada por el colegio. Los magos tienen ojos especiales que les permiten ver cosas que los muggles no pueden ver, como fantasmas, pero solo unos pocos magos entre todos estos tienen la capacidad de ver a los demonios. Harry no pensaba que su suerte sería tan mala como para toparse a uno de ellos como profesor y que justo ese profesor fuese el encargado de buscar a Tom y "presentarle" el mundo mágico, además, por el aspecto del hombre dedujo que alguno de sus ancestros había sido un exorcista, lo que lo ponía en un aprieto.
Al final no le quedó más remedio que tomar su forma de serpiente casi la totalidad del tiempo porque Tom, ese pequeño diablillo, aun no levantaba su orden a cerca de que Harry no debía apartarse de él. Llevándolo entre los pliegues de sus túnicas a las clases e incluso a sus incursiones en el bosque prohibido junto a los caballeros de Walpurgis.
Aunque Tom no le impedía asustar a sus caballeros de vez en cuando. Le gustaba especialmente asustar al niño Abraxas, cuyos chillidos eran realmente divertidos de escuchar ya que le recordaba al sonido que hacían las reses cuando les apuñalaban el cuello durante los antiguos sacrificios. Lastimosamente esos niños estaban creciendo, acostumbrándose a su presencia y aprendiendo a controlar sus expresiones a un grado tal que parecía que estaban hechos de mármol. Aunque claro, solo eran niños y todavía había cosas que podía usar y explotar.
Escuchó el sonido de la regadera viniendo desde el baño, así como el leve jadeo del hombre joven. Harry rodó sobre sí mismo haciendo tintinear las joyas en su cuerpo, a la par que las almohadas caían de forma desordenada al suelo de piedra.
Harry lo había notado.
Como las acciones de Tom hacia él se volvían cada vez más íntimas y como sus ojos azules brillaban con posesión cada vez que lo sujetaba en las noches al dormir. Una costumbre que habían adquirido desde los años en el orfanato.
Harry no podía entender que tan roto debía estar su invocador para considerar a una criatura tan corrupta como lo es un demonio, alguien ideal para depositar algún tipo de afecto.
Tal vez, simplemente, Tom estaba corrupto de nacimiento.
Como él.
Una sonrisa surgió de las memorias del demonio, pero este sacudió la cabeza rápidamente, apartando aquel recuerdo. Volvió entonces a abrazar una de las almohadas, aunque no eran tan suaves como las que él tenía, eran reconfortantes.
Tom al fin salió del baño, usando un conjunto que el mismo Harry había preparado para él. Las túnicas parecían ligeras y simples, siendo de un color azul, pero estaban cubiertas de distintos hechizos que protegerían a su usuario del calor, el frio y algunos ataques tanto mágicos como físicos. Lo que destacaba era el colgante de oro frio que nunca abandonaba el cuello de Tom.
Harry lo observó de pies a cabeza y Tom sonrió de forma arrogante, luciendo como una bestia que vislumbra a su presa.
Mocoso pretencioso.
El demonio sacudió su larga cola como un látigo, atravesando el aire con un chasquido antes de golpear contra la suavidad del colchón.
- es hora de irnos – Tom no ocultaba sus miradas descaras por el cuerpo del demonio.
Había buscado en todo el colegio y en los bailes de las familias de sangre pura, pero jamás había encontrado a alguien que igualara la belleza del demonio. Se sintió ligeramente decepcionado cuando Harry se cubrió a si mismo con una túnica tan negra como la noche, hecha de fina seda.
- impaciente – los ojos del demonio se hicieron más intensos, con un brillo etéreo y místico.
La puerta fue asegurada con todo tipo de hechizos, incluso cuando ya había advertido que nadie debía acercarse a su dormitorio, Tom no podía confiarse demasiado. La paranoia estaba impregnada en sus huesos y cualquier cosa que no estuviese en su rango de visión, era un riesgo posible, de hecho, esa era la razón de aquel viaje.
Harry había revelado algunos secretos con el paso de los años. Tesoros mágicos escondidos en diversos rincones del mundo. Hechizos en lenguas y formatos extraños que lo empujaría a nuevos niveles. Incluso historias sobre importantes personajes de la historia que harían llorar a varios historiadores de decepción.
Entre todos ellos había un objeto, un anillo que le permitiría contactar con otros demonios y hacer tratos con ellos. Eso claro, si el anillo lo consideraba lo suficientemente digno. Harry le había explicado esto con una sonrisa, pero Tom tenía un presentimiento con respecto al anillo que le decía que no tendría problemas para controlarlo.
- Recuerda. Dentro de ese mundo no puedes hablar, ni tocar nada que yo no te señale. Cubre tu rostro en todo momento y por Tártaro, nada de rabietas si el anillo no te quiere cerca – agregó con el ceño fruncido.
- estoy seguro de que no tendré problemas con ello – Tom lo escuchó mascullar en voz baja en una lengua muerta, probablemente lo volvió a llamar "pretencioso" o "cabeza dura" que eran sus insultos favoritos últimamente.
El demonio caminó, aun descalso, hasta la alfombra afelpada en el centro del dormitorio y la retiró con un movimiento brusco.
Tallado en la piedra había diversas runas en un circulo de sangre y bilis negra, formando así una poderosa matriz que apestaba a magia demoniaca. Pero Harry ya se había adelantado, agregando otras matrices más pequeñas que contendrían el hedor dentro de su propio dormitorio. Ni siquiera los elfos podrían entrar sin su permiso.
Harry acercó su rostro a la formación y susurro el último encanto. Al instante, las runas y los círculos comenzaron a brillar, señal de que estaba activo al fin. Harry se alejó mientras que las runas comenzaban a difuminarse en su propia luz, moviéndose más y más rápido, hasta formas un remolino que se hundía en el suelo y más allá de lo que la vista podía alcanzar.
El demonio lo miró con sus bonitos ojos verdes, antes de cubrirse con la capucha de su túnica. Tom hizo lo mismo, asegurándose de cubrir bien la mayoría de sus facciones.
Entonces, Harry tomó su mano con fuerza y lo jaló más cerca del portal.
- Una última regla, pase lo que pase, sea lo que sea que veas. No me sueltes – dijo con seriedad. Tom solo asintió mientras entrelazaba sus dedos.
El demonio volvió a murmurar (maldecir) en voz baja, para diversión del mago, solo para saltar tan rápido que Tom calló irremediablemente junto con él.
Fue como hundirse en una piscina, solo que, en lugar de agua, era magia pura lo que los empujaba más y más hacia lo profundo del túnel mismo. Era cálido y frio. Suave y duro. Era todo y era nada. Tom jamás sentiría nada igual.
Harry abrió los ojos y se vio a si mismo en un amplio desierto de arenas doradas. El calor familiar de los granos de arena rozando contra sus pies envió un cosquilleo por su columna vertebral. Inconscientemente apretó su mano en busca de conformidad, solo para encontrar un gran vacío.
¡¿Dónde carajos se había metido el mocoso?!
Miró a su alrededor, pero todo lo que había eran dunas y cielo azul hasta donde acababa su vista. No había rastro de Tom. Ni siquiera huellas en la arena que pudiesen darle alguna dirección.
Maldición. No era el primer humano al que llevaba a ese lugar, pero a los demás los había perdido cuando no siguieron sus indicaciones y fueron devorados por los espíritus y monstruos que habitaban aquel mundo. Pero ahora mismo había estado seguro de que estaba sujetando la mano de Tom. ¿Cómo podría haberse ido, así como así?
Sintió los primeros signos de pánico, como su corazón acelerado.
¿Cómo no iba a estar en pánico?
El mocoso todavía tenia su collar puesto. Su alguna bestia se lo tragaba iba a quedarse atrapado allí dentro también. No. Definitivamente no iba a quedarse en ese espejismo más de lo necesario. Encontraría a Tom, irían a por el anillo solo para desinflarle el ego cuando viera que el anillo lo rechazaba y regresarían a los dormitorios de Slytherin con una travesura bien realizada.
Dos grandes alas de murciélago surgieron a través de la túnica, rasgando la tela preciosa. Pero que importaba la simple tela cuando su libertad peligraba (y también el mocoso).
Se alzó hacia el cielo infinito a una velocidad vertiginosa, elevándose lo más posible para observar todo su entorno. Solo había arena quemándose bajo el intenso sol, siendo levantada por las corrientes irregulares como un gigantesco mar dorado.
El demonio observó con cuidado, en busca de cualquier cosa que no cuadrara con el ambiente.
Entonces a lo lejos vio un punto negro, moviéndose alrededor de algo. Harry voló rápidamente hacia él, con la esperanza de que fuese Tom. Pero para su decepción, solo era un escarabajo carnívoro comiéndose a otro de su misma especie, pero más pequeño. Aunque esto era solo un decir, ya que eran tan grandes como aun auto.
Harry gruñó, malhumorado.
Alzó su brazo y sus uñas crecieron hasta convertirse en poderosas garras, con las cuales desgarró al escarabajo como si estuviese hecho de papel. La sangre y las vísceras destacaban en rojo y rosa en medio del mar dorado.
Una perdida de tiempo.
Harry volvió a subir y sobrevoló los alrededores en busca de Tom. No sabe cuanto tiempo pasó exactamente, cuando en medio de su búsqueda, se topó con algo que podía asegurar que no estaba allí antes.
Era una especie de templo hecho de mármol blanco- Los muros eran columnas minuciosamente talladas y el suelo estaba tan pulido, que uno podía ver su propio reflejo en él. Era tan grande como el propio castillo de Hogwarts y cada dos pilares, había estatuas de bestias monstruosas hechas de oro y plata, pero que estaban destrozadas, mayormente decapitadas, con miembros cercenados limpiamente.
A penas puso un pie dentro del templo un sentimiento de angustia lo invadió y quiso irse de inmediato. Pero descubrió que no podía moverse. Todo su cuerpo estaba tan rígido como las propias estatuas, tampoco podía hablar, solo podía abrir y cerrar los ojos.
Se escucharon pasos rápidos que provenían desde lo profundo del templo y que acercaban cada vez más en su dirección.
Harry se volvió más desesperado en sus intentos de escape, pero no importaba cuando intentara alzar sus alas o invocar su fuego infernal. Estaba completamente atrapado. Como un insecto en una telaraña.
Los pasos se escuchaban más cerca con cada segundo que pasaba. Harry esperaba ya cualquier cosa, todo menos lo que en verdad sucedió.
Lo que apareció no era más que un niño, vestido con túnicas blancas y joyas de oro que destacaban sobre su piel bronceada. Risos negros se agitaban con el viento a cada paso del niño. El menor no pareció ver a Harry, en su lugar se acercó al limite del templo y miró con anhelo hacia el amplio desierto, como si esperara algo o a alguien.
Harry no podía ver el rostro del niño, pues estaba de espaldas hacia él, pero no necesitó hacerlo. Ya recordó donde estaba.
El menor golpeteo el suelo rítmicamente con su pie, impaciente.
No lo hagas.
Sombras aparecieron una tras otra en el horizonte y la expresión del niño se volvió alegre de nuevo. Comenzó a saltar sobre el mismo lugar, y agitó sus manos, dándole la bienvenida a la caravana que se acercaba al templo. Aunque a esa distancia, probablemente no podían verlo todavía.
El grupo de camellos pronto llegó a la entrada del templo, llevando consigo oro, plata, jemas y hermosas sedas que eran un regalo para el templo, pero al niño no le importaban ninguno de esos tesoros. Su atención estaba centrada en un hombre entre el grupo. A diferencia de los otros que vestían túnicas coloridas de algodón, este hombre usaba una túnica blanca muy similar a la que usaba al niño y portaba una corona de oro incrustada con rubíes.
Deja de mirarlo.
No lo adores, no lo mires con ojos soñadores.
Él te traicionará.
El demonio se llenó de furia cuando el hombre con la corona se aceró al niño y acarició su cabeza con cariño. La visión del niño disfrutando de las caricias como un pequeño cordero le enfermaba.
El niño entonces sacó una pequeña caja que presentó al otro hombre con emoción. El hombre sonaba complacido, pero Harry no podía decirlo, porque no podía ver la expresión en su rostro, porque no tenía rostro.
Harry no entendía el porqué de esto. Sabía quién era, conocía su nombre, entonces ¿Por qué no recordaba su rostro?
El hombre sacó de la caja un anillo de oro puro y se lo probó, le quedaba perfecto.
Por supuesto que lo hace. Lo planeó durante semanas.
Ahora, el hombre tomó al niño y lo cargó entre sus brazos, susurrándole palabras de agradecimiento que hinchaban el corazón del niño con alegría. El menor se sujetó con fuerza y sonrió con las mejillas sonrojadas cuando el hombre besó su frente.
Repugnante.
El niño volvió al suelo, pero estaba enfurruñado por esto. Peor el hombre ya lo conocía y sabía como contentarlo. Le mostró el anillo y alagó su gusto y le dijo que también tenía algo para él. Esto llamó la atención del niño, quien volvió a emocionarse. El hombre soltó una suave risa con su voz grave y llamó a otro de los hombres, quien presentó ante ambos un estuche con muchas joyas hermosas.
El hombre con la corona tomó una de ellas, un hermoso collar de oro con una esmeralda incrustada en el centro.
NO. NO. NO.
No lo sigas. No le sonrías. No lo admires.
El niño dejó que el otro hombre se lo pusiera y lo abrazó como el valioso tesoro que era, no por las joyas ni el metal precioso, sino porque venía de la persona que más amaba en el mundo.
- te queda bien – dijo el hombre sin rostro, pero Harry sabía que sonreía.
- gracias, prometo que lo cuidare mucho – dijo el niño antes de abrazar al hombre una vez más.
El hombre continúo acariciando su cabeza amorosamente, con el niño acurrucando entre sus brazos.
Luego, el niño se apartó. Miró al hombre con sus inocentes ojos verdes y sostuvo su mano para besar el anillo de oro que le había obsequiado.
- Siempre serviré con gusto a mi Rey.
Harry no soportó seguir viendo y cerró los ojos con fuerza.
Entonces, se sintió mas ligero. La presión que lo mantenía prisionero en su sitio despareció. Solo quedando un ligero cosquilleo en su mano.
Abrió los ojos y allí estaba otra vez en medio del mar de arena, pero esta vez Tom estaba su lado, aun sosteniendo su mano de la misma forma que cuando saltaron y observaba fascinado el anillo dorado que descansa en su otra palma.
Harry lo miró sin saber que decir. ¿Cómo Tom había obtenido ese anillo?
- tal parece que si soy digno – le dijo Tom con una sonrisa oculta bajo su mano, mientras le enseñaba orgullosamente la joya.
El demonio solo lo observó sin decir nada. Tan solo abrió el portal de regreso y los empujó a ambos dentro una vez más.
Incluso en la privacidad del dormitorio, Harry no habló. Quemó las runas suelo y volvió a cubrirla con la alfombra.
Se quitó la túnica y miró con ojos furiosos al humano.
- ¡¿Cómo fue que lo obtuviste?! ¡dime! – gritó con voz distorsionada mientras lo sostenía del cuello de la túnica.
El aire se volvió pesado por la ira del demonio, pero Tom no podría lucir más despreocupado. Quitó la capucha de su cabeza y sonrió con una ceja arqueada al demonio.
Al instante un dolor agudo atravesó al demonio, quien no tuvo más remedio que soltar al humano antes de caer al suelo. El dolor era al que no podía moverse. Gimió y gritó angustiosamente, pero el dolor no paraba.
- Eso no fue muy amable de tu parte, Harry – dijo Tom.
Harry dejó de sentir dolor con el fin de la maldición, pero todos sus nervios habían sido dañados y todo su cuerpo temblaba en consecuencia. Ni siquiera podía moverse de la posición en la que había caído.
Antes de perder la conciencia, sintió los brazos de Tom levantándolo del suelo, apegándolo contra él y depositándolo en la suavidad del colchón.
La oscuridad reclamó su conciencia justo después.
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Nota Autor: ya vemos un poco más de luz en la historia. Pero ahora me interesa leer sus teorías.
Gracias por Leer.
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