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TRAICIÓN

Malditos los condenados entre los vivos, ¿por qué los muertos ya no sufren?

La carroza cayó junto con bolsas de oro. El collar que tanto quería Itzel, solo me quedé paralizada. Eliot tomaba el oro gustoso, mientras escuchaba las voces alrededor. El viento movía las hojas alrededor; al igual que las nubes comenzaban a cubrir el lugar donde estábamos, una tormenta se acercaba.

—Es una trampa - me di la vuelta y comencé a correr. No miré atrás, los árboles cubrían la salida, se movían, mientras escuchaba los gritos de dolor de Eliot, no muy a lo lejos, gritos de dolor y miedo.

—Deja de correr - dijo Itzel a mis espaldas con una espada.

—Traidora - respondí dándome la vuelta.

—No intentes nada, cariño, a la próxima apoya tu sexto sentido - no dije nada, sí, pues sí le había hecho caso, cuando sentí un golpe en la cabeza.

Podía verla, su cabello suelto y negro, las plantas la rodeaban y se movían por el aire, su sola sonrisa y una puesta de sol hermosa, entre el bosque se escondía como un fantasma. Su sola silueta me traía recuerdos, papá, dije en mi mente cuando cerré los ojos inconscientemente.

Podía recordar el sonido de los pájaros por la mañana, el color de un vestido azul mientras corría por el jardín de mamá esperando a papá, una estrella en vuelta en fuego aún más grande y brillante casi como un animal, paso sobre mí iluminando mis ojos, mi cabello se volvió a su color natural, como el de mi abuela según contaba papá, aunque el cabello de mamá era negro.

Lo recordaba ante mis ojos, un animal brillante que bajaba del cielo, mi madre y mi padre lo vieron, perdida en el bosque como una niña jugando, las hadas jugaban haciéndome cosquillas, una serpiente se enredaba en mi brazo sin lastimarme, mis ojos brillaban de un color azul intenso, podía sentir a mamá y a papá sus latidos del corazón y sus expresiones ante lo que veían.

—¿Qué es lo que ve Ketzaly?- dijo papá tomándome de los hombros.

-Libros junto con una escalera en espiral, todos del cielo y una luz celestial, la diosa en el centro llamándome las serpientes como falda, sus ojos brillantes, alrededor de ella el resplandor de él, oscuro y tenebroso, les pone a sus pies las estrellas, las galaxias y los planetas, pero no tienen su corazón completo.

—¿Qué más? —Tragué saliva y comencé a llorar gotas de sangre.

-Ellos sufren, están juntos, pero se pueden tocar, él la cuida y la protege - me quedé callada al acercarme y darme cuenta de que era un espejo, me asusté y caí en los brazos de papá.

- ¿Qué viste que fue? -— papá me tomó de las mejillas y limpió las lágrimas, la sangre salía por mi nariz y al poco tiempo caí enferma.

— Olvida tus raíces, olvida lo que fuiste, sé y eras aquello que podrás crear sin pasado, sin marcas ni familia. Respiré profundo y podía ver a mi madre, pero jamás olvidaría, de la manera en la que fui elegida.

—Tienes que olvidar —abrir los ojos y respiré profundo. Los sueños y mis recuerdos regresaban, pues me resistía a olvidar. Parecía estar viendo mi vida pasar por mis ojos, algunos no los reconocía, pero se conectaban unos a otros como una red.

Poco a poco me daba cuenta de que no importaba lo mucho que me hubiera resistido, algo de lo que había hecho mi madre me estaba afectando, pero aun así no me daba por vencida.

EL DOLOR RECORRE POR LOS HUESOS Y TE HACE CREER QUE morirás; SIN EMBARGO, AL DARLE LA MANO, te DICE QUE ESTÁS CON VIDA.

La memoria se conecta con las estrellas, no obstante, poco a poco mueren con el tiempo.

No había nadie en el lugar, el caldero, ante el fuego de la chimenea, olía bien, me acostumbraba al olor a humedad.

—Despierta arriba — escuchó decir, no muy a lo lejos, como un susurro que me perforaba el oído.

-Ketzaly despierta —comencé a oler algo asqueroso y me desperté.

-que asco- solté cuando miré a mi alrededor, estaba atada de los brazos colgando del techo, podía ver un caldero y a tres mujeres cubiertas, junto con un xiloc mamá los llamaba así eran criaturas abundantes tenían un cuerpo parecido al de los humanos, pero más flacos parecían casi calaveras sus ojos oscuros y piel de igual color

—- Toma esto, niña —dijo uno de ellos acercándose a mí, me resistí a hacerlo y claramente la criatura se molestó.

—Si no lo haces, tus heridas, no sanarán - comentó molesta—, respiré profundo y la miré de la misma forma.

- ¿Qué es lo que quieren? - Intentaba quitar la cadena, pero no podía. Una de las mujeres se retiró la capucha Itzel.

—No te preocupes, cariño, no sufrirás ni un dolor —la miré con desprecio.

-Maldita traidora - dije cuando se lanzó sobre mí, me tomó de las mejillas, encajando sus uñas.

—La traidora real en este lugar eres tú, aquí todas tenemos sangre bendita de nuestros ancestros, tu nombre lo lleva y no haces más que unirte a ellos—. Miré al otro lado y pude ver el rostro de Eliot.

—¿Qué le hiciste? —la miré con desprecio y asco

—Mi querida Ketzaly tú nunca lo vas a entender, él solo era una plaga que vino aquí, condenó a los nuestros y estaba intentando terminar con cada uno de nosotros, únete a nosotras - la xiloc me molestó de nuevo la bebida.

—Yo sé cómo perdiste a tu familia gracias a ellos, como mendigabas por las calles, ambas nos cuidamos y protegimos —me miró a los ojos.

—-Únete a nosotras-—, apenas podía ver a la otra mujer acercándose a ellas.

—-Mi querida niña- la escuché y me puse alerta. El solo sonido de su voz me puso los pelos de punta.

-Dayana-— intenté soltarme de nuevo.

— verdad Itzel ella no es más que una farsante, ella no tiene raíces o acaso traicioneras a los tuyos, Dayana cuando te conocí nos odiabas que fue lo que pasó- Dayana sonrió y se quitó la capucha, la mitad de su rostro estaba desfigurado, algo que me dejó sin palabras.

—Yo aré lo que sea necesario para terminar con esos inútiles, te unes a nosotras o no—. Podía sentir el enojo que tenía la venganza en su sangre acumulada, abrió el ojo y pude ver la oscuridad en ella, había cruzado el límite.

—Ya veo—, me quedé callada y la xiloc me hizo beber lo que tenía.

—Un bello, muy bello sacrificio serás — comenzó a reírse, sabía horrible y tenía un aspecto oscuro. Intenté vomitar y escupirlo, tenía un olor horrible y estaba completamente batida.

—-¿Sacrificio? - dije mientras me sentía mareada.

—Un sacrificio para mi querido Dios oscuro, mi dios oscuro lo agradecería, tú serás, tú lo serás y nos salvarás, un año más de vida nos darás. Volví a reír y me desató las manos, me sentía cansada, y bastante mareada.

—¡El señor oscuro! —La mujer me tomó del rostro y me limpió mientras veía cómo Dayana e Itzel se alejaban.

-Es una linda historia, si de verdad eres de aquí tienes que conocerla-. Podía sentir cómo la xiloc me tocaba y acomodaba el cabello.

Podía verla, mi cuerpo estaba completamente paralizado, mis pies y mis manos nada se movía, me tocaba el rostro, me peinaba y no podía hacer nada, parecía una muñeca de trapo y los vi a lo lejos.

-Lirios morados - dije mientras la xiloc me tomaba junto a otras mujeres, todas vestidas de negro me colocaron un velo blanco y me llevaron afuera.

De un momento a otro podía ver el fuego. Cada una que llevaba antorchas eran demasiadas, hasta para mí no podía reconocer caras, pero si sentía a cada una de ellas, mis ojos se cerraban.

Las historias cuentan de muchas maneras, aunque se sienten diferentes para cada una de las personas que las escuchan.

Mi respiración era lenta, sentía el viento en mi cara y las miradas de cada una de ellas, me llevaron a la colina del dragón. Podía recordarla por las flores a su alrededor, los bellos lirios de mamá.

-Cuando el sol salía, aunque sean unos cuantos rayos, su calor era inminente, pero la oscuridad siempre los recogía. Una de las mujeres me dio unos pequeños golpes en las mejillas.

Vamos a cruzar el puente, querida, dijo arrastrándome mientras veía el fondo de aquella colina; nunca me dejaban entrar a ese lugar.

Cuando de repente los truenos de una gran tormenta comenzaron a asecharnos, el cielo se nubló por completo y apagó el fuego, el viento, las nubes y comencé a ver. Toda la cueva tenía lirios morados pintados que comenzaban a brillar ante mis ojos, aunque sabía que ninguna de ellas lo notaba.

—Estamos aquí reunidas, queridas hermanas — dijo Dayana con una daga en el brazo.

—Para unir a esta bella luna nueva con todas las demás - levante el rostro y comenzó a llover, el agua caía en mi cara y todas comenzaron a sonreír felices.

—Abundancia para todas mis hermanas, ella es la elegida —Intenté dar un paso, pero dos mujeres me tomaron de los brazos e hicieron que me detuviera.

-Sangre de mi sangre, luna nueva, luz en la oscuridad y muerte en aquel que tema, danos vida, abundancia y gloria, danos poder —se cortó y después lo hizo conmigo. Me dio la mano otra mujer que llegó con un lazo bendito y nos unió a las dos.

—Eres parte de nosotras como hermana y mujer, serás juzgada por nuestro bien y la salvación de cada una de nosotras—. Nos soltamos y por fin me soltaron las otras dos mujeres.

No podía levantarme, Dayana levantó las manos junto con aquella daga. Al igual que todas las demás mujeres, comencé a arrastrarme cuando sentía cómo me detuvo.

—Adiós, mi querida niña — sentí su pierna, abrí los ojos y caí por el puente hacia la oscuridad. Su rostro desfigurado fue lo último que vi, no sé cómo simplemente dejé de pensa

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