Tlazoltéotl
Las heridas del cuerpo, muestran el sufrimiento en vida.
-Todo ahí era fuerza, magia, daban del corazón sin recibir nada a cambio, no obstante una mujer llego al lugar revivía el bosque y se perdía en el, un día un cazador entro y encontró a su presa entre los rosales y espinas grandes y hermosas rosas, como un animal a su presa cauteloso la asecho- sentí el disparó en el pecho.
Solté un pequeño gemido, mientras veía la sangre, la flecha atravesó de una manera que sentía la punta.
La flecha dio en el objetivo, pero no como lo esperaban las espinas de las rosas comenzaron a crecer a su alrededor asustando al cazador por lo que pidió perdón, pues necesitaba para comer, podia ver su muerte en sus ojos.
Una rosa cayó en mil pedazos cada pétalo, la sangre de aquella mujer aquella presa no creo nada más que naturaleza, la ira en el su amado aquel dios todo poderoso era grande ante lo que miraba, dejaba que lo consumiera, hasta convertirse en oscuridad, su sonrisa se hizo suya se entrego a algo a lo que todos temían y nadie lo aceptaba.
Una vez que supo que era mentira lo que decía las espinas y esas bellas rosas lo convirtieron en piedra mientras ella sufría agonía finalmente las lagrimas cayeron de mis mejillas y me aleje de el sintiendo más que ese dolor.
Mi poder hacia que reviviera, partes oscuras de las personas.
Después de verlo que había dentro de el, sali corriendo, corrí tan rápido como una vez lo hice no deje que la capucha se cayera y seguí corriendo, las voces, la gente, la sangre aquella flecha, esa mentira, deje de ver el camino y me perdí entre los arboles, resbalé entre las hojas esperando a que todo terminara, respire profundo y me levante.
El dolor me penetraba, la cruz, el agua, sentía un dolor, una sociedad inminente que no acaba, quería gritar, destruir y llorar.
Seguí caminando más calmada, con las rodillas raspadas y cubierta de lodo, llegue a casa y cerré todas las ventanas encendí las velas, la tormenta se dejo caer en un par de minutos después de que llegara, coloque un poco de agua al fuego, revise a Brigit ella seguía dormida, tenia gripe y una fuerte fiebre, escondí el collar, comencé a preparar una infusión hiervas y flores, intentaba recordar lo que tenia que hacer, para la gripe un poco de canela, alpaca, cedrón.
Brigit era tan hermosa como la recordaba, miraba su rostro y lo admiraba.
Hice sopa de verduras ese día , yo te pido su recuperación y su fuerza tierra mía, lo repetía y lo canalizaba, esto me recordaba y me era familiar, como mi madre lo hacia, lo acomode en una pequeña mesa de madera, se lo di con cuidado.
Brigit no era de las que pidieran ayuda o deseara necesitar de ella, se encontraba mal y lo entendía, termino el te y la sopa, le ayude a darse un baño, coloque mantas de agua fría, amaba los días lluviosos, el sonido del bosque y la lluvia.
No obstante a mi solo me recordaban el cuando llegue aquí, la mire por un par de minutos mientras dormía y poco a poco yo también lo hice.
-No es necesario mostrar a aquel que no ve, o decir a aquel que no escucha y sobre todo traicionar aquel que en ti confió son palabras sabias no lo crees- dijo Victoria después de la muerte de papá aún sin olvidar su rostro.
Y todo en mi se acabó, todo en mi termino, mi mente, mis poderes cada parte de mi caía y perdía el control, cerré los ojos ante el recuerdo y decidí volver.
Desperté sin hacer ruido o dejar alguna palabra solo abrí los ojos, estaba en una cama bastante grande, mi cabello negro, mi ropa estaba limpia, las sábanas eran de color azul, y las almohadas bastante suaves, respire poco a poco, aun gran mosquitero cubría toda la cama sin dejarme ver qué había del otro lado aunque lo sentí.
Me levanté y lo quite con cuidado mirándolo dormido, tan solo otro movimiento mio hizo que despertara.
-¿te encuentras bien?, ¿Cómo te sientes?- se levantó mientras yo me bajaba de la cama.
-¿Dónde estamos?- pregunté mirando una habitación aún más grande, había un clóset con las cosas de Mic unas ventanas enormes que me dejaban ver todo afuera.
-Estamos en el imperio del mago- observaba por la ventana, había demasiadas mujeres limpiando el jardín sus ropas eran de color azul.
-¿Desde cuándo no duermes bien?- pregunto sin levantarse de su asiento.
-Desde los 16- podia ver a lo lejos al rey hace tiempo los magos tuvieron que esconderse el nombre solo se le quedó al imperio, mis padres eran los únicos que los protegían, pero aquellos que no podían tener magia comenzaron a tener de todos los demás.
Me di la vuelta y lo vi a los ojos, un dolor profundo llegó a mi pecho como si lo estuvieran precionado, caí al suelo, caminó hacia mi intentando ayudarme.
-¿Qué hacemos aquí?- dije mirándolo.
-Vamos a celebrar nuestro compromiso, como líder de las tropas del reino del mago y del imperio de occidente me han dado la oportunidad de tener una verdadera boda - lo miré.
-Realmente crees en esto no hay una chica que te guste - dije caminando por la habitación.
-Son órdenes que debo de cumplir y prometí protegerte - me senté en la cama.
-si te dan la orden de matarte lo arias- dije levantando una ceja para ver el gran peinador que tenían.
-si son órdenes - mire un peine de esperarlas .
-Valla- trague saliva.
-Aún así te lo pregunté, ¿No hay otra chica que te guste?- se sentó a mi lado.
-hubo una chica hace mucho tiempo- contesto.
-¿Y tú?, ¿Hay algún chico?- pregunto bastante alarmado .
-No, la guerra mato a muchos- se alejo de mi.
-¿Que paso en la capilla?- preguntó.
-Nada - respondí.
-Eres mi esposa ketzaly dime qué paso, si alguien te hizo daño- negué con la cabeza.
-No paso nada Mic- respondí de nuevo.
-No parabas de decir su nombre- se alejaba y lo tome del brazo.
-¿A quien llamaba?- me tomo de las dos manos.
-A tu madre - deje de tomar sus manos.
-Sofi me dijo que el general y el párroco te querían como un hijo - soltó una pequeña risa.
-¿Por qué le preguntaste sobre mi a Sofi?- puse los ojos en blanco.
-Claro tengo que saber más sobre quién duerme en el suelo -se alejó y vio por la ventana.
-Ya te conté de mis padres- lo mire.
-Yo se que mientes Mic - lo señalé con el dedo.
-¿Por qué crees que miento ketzaly? - hizo lo mismo.
-Por que tú me esperabas, se que te conozco desde que escuché su nombre - se quedó callado y acomodo su postura.
-¿Que nombre?- no pude evitar ver un cierto cambio en su mirada, una mirada sería.
-Tlazolteotl- dije en voz bajas.
-Tu eres mestizo, como yo como la mayoría aquí - no dejo de guardar esa postura.
-Muchas veces de pequeño decían que era criollo y me habían abandonado aquí pero poco a poco el párroco amaro me dijo de dónde venía y el nombre de mi madre - me acerque a él .
-Buscaste a tu madre después - mire fuera al igual que el.
-Claro que si - respondió.
-Aunque no la encontré - se alejó hacia la puerta.
-Hay una historia que me contaba mi padre de una mujer llamada con ese nombre dice que tras la divinidades femeninas estás eran mujeres las cuales se veneraban ya que nosotras damos vida, tras la perdida de las mujeres dando a luz aquellas que morían en el parto se les llamaba divinidades
Papá decía que hace tiempo ya vivo una mujer joven y hermosa su cabello era negro como la noche, serena y llena de vida, esta mujer protegía a todas las suyas, era la dama de la verdad la pasión y todo aquello que se buscará en una mujer.
Ella las protegía.- se dirigió de nuevo hacia mi.
-¿Puedes seguir contándome?- dijo
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