Capítulo XXI
HOLA A TODOS!!!
COMO BIEN ME HABÉIS RECORDADO, AQUÍ EN ESPAÑA ES VERANO, PERO AL OTRO LADO DEL OCEÁNO ATLÁNTICO LAS ESTACIONES VAN AL REVÉS, ASÍ QUE OS DESEO
BUEN INVIERNO!!!
A VER QUE OS PARECE ESTE CAPÍTULO, CREO QUE OS GUSTARÁ.....SINO LO SIENTO MUCHO!!
BESOTES ENORMES Y HASTA EL DOMINGO QUE VIENE!!
***
Terminó de abrochar el último de los botones de su vestido. Había escogido el que más abrigaba porque la mañana era bastante fría, aunque llamarle mañana cuando aún faltaban sus dos buenas horas para amanecer era decir demasiado.
Después de haber intentado dormir dando vueltas y buscando la posición adecuada, y no conseguirlo, había tomado la decisión de levantarse. No podía estar más en aquella cama y aunque Lady Pru pusiera el grito en el cielo y Damon frunciera el ceño, ella se encontraba perfectamente bien, no necesitaba más reposo.
Había procurado no hacer ningún ruido porque era muy consciente de que su esposo dormía en la habitación de al lado, la puerta que conectaba las dos estancias se lo recordaba continuamente. Horas antes había comprobado si la puerta podía abrirse y casi suspiró cuando comprobó que no tenía el cerrojo echado. No fue capaz de traspasarla pero al menos sabía que podía hacerlo cuando quisiera. La había vuelto a cerrar con mucho cuidado y desde entonces no había podido pegar ojo.
Abrió el cajón superior de su escritorio. Era tan femenino como el resto de la habitación decorada en tonos rosas y blancos. Nunca le había gustado especialmente ese color pero tenía que admitir que la atmósfera que creaba le hacía pensar en princesas y castillos. Toqueteó con los dedos la superficie hasta dar con lo que estaba buscando y en cuento tocó las tapas de piel se sintió más cerca de su madre. Ese diario la hacía sentirse reconfortada y cuando más agitada estaba, le tranquilizaba leer sus páginas.
Llevó con ella el candelabro encendido y lo dejó junto a la ventana a la que había descorrido del todo las cortinas para dejar que la luz de la luna iluminara algo la habitación. Se sentó en el alfeizar y abrió el diario por su parte preferida.
Su madre no hablaba casi nunca de su marido, incluso ella llegó a pensar que su padre había muerto, pero cuando tenía unos doce años le fue revelada la verdad. Le costó bastante admitir que alguien podía renunciar a un hijo suyo y estuvo un tiempo pensando que quizá su padre tuviera razón para expulsar a su madre, pero tuvo que reconocer finalmente que ella no podía dar crédito a que aquello fuera verdad. Su madre era incapaz de engañar a su esposo, y Liseth podía decirlo porque aunque él ya no tenía ningún derecho sobre ella cuando la alejó embarazada, ella siempre le fue fiel y lo tenía en su pensamiento.
¿Como podía amarlo después de lo que le hizo?. Se lo había preguntado en varias ocasiones, en las pocas que el tema había salido a relucir, y ella siempre había dicho que no importaba lo que la otra persona te hiciera cuando tu corazón no quería reconocer el mal que te hacían y que los sentimientos no eran algo que se pudiera escoger, florecían y se enredaban dentro de ti. A veces terminaban secándose y otras seguían vivos a pesar del dolor recibido.
Su sorpresa fue inmensa, cuando años después decidieron aceptar el trabajo en Reading y se enteró de la existencia de un hermano. Según su madre, nombrarlo le dolía, y había optado por callar su existencia porque no quería recordarlo. Lyseth se enfadó muchísimo con su madre pero terminó entendiéndola y se alegro de saber que existía alguien a quien podía llamar hermano.
Su madre había insistido en que él no sabía nada de ellas y dudaba que su padre le hubiera dicho la verdad de su desaparición, pero Lyseth no entendía el porqué su madre no había intentado, de nuevo, hacerle llegar noticias suyas. Sospechaba que sabía de su enfermedad y que por eso del viaje para ponerse en contacto con su hijo. No quería dejarla desamparada cuando ella faltara, pero cuando pudo buscar información de su paradero, se encontró con la sorpresa que él no vivía en Londres, ni siquiera en Inglaterra, sino que estaba al otro lado del oceáno, en un lugar llamado Boston, en América.
Lyseth paseó la punta de los dedos por la elegante escritura de su madre. La mayoría de las páginas estaban dedicadas a su hijo Gabriel, le contaba su día a día desde que se alejó de él, sus miedos y sus alegrías, como su hermana se le parecía tanto, y que a través de ella lo llevaba en su corazón y en su pensamiento. Demostraba el amor que tenía por un hijo que creía perdido y el dolor de una madre que había intentado todo por seguir en contacto con él pero que se había encontrado con el muro infranqueable de su esposo una y otra vez.
Era consciente de que no estaba sola en el mundo, ahora tenía una familia, pero siempre le faltaría saber si su hermano la hubiera aceptado en su vida. Se mordió el labio pensando que quizá cuando los lazos con Damon fueran más fuertes, le podría contar todo sobre su familia y él podría intentar localizar a su hermano en aquel lejano Boston, pero a la vez tenía miedo de que el pudiera repudiarla al saber que su madre era considerada una adúltera e incluso que pensara que ella era fruto de ese amor prohibido.
¿Sería Damon capaz de rechazarla por algo en lo que no había tenido culpa alguna?.
Cientos de preguntas con miles de respuestas a las que esos días había dedicado demasiadas horas.
Se frotó las manos que se le estaban quedando heladas y decidió que ya era hora de hacer lo que tenía planeado.
Se puso la pelliza y con el candelabro en la mano guardó de nuevo el diario en su lugar. Abrió la puerta y con sigilo se dirigió a las habitaciones de los empleados. Sin duda Aaron estaría ya preparado para acompañarla. El día anterior le había dado el recado a Minny de que la esperara junto a la puerta de la cocina. Sadrían por la puerta de atrás. No quería que nadie la viera salir y se preguntara a dónde iba si no conocía Londres y mucho menos que llegara a oídos de Damon.
Bajó las estrechas escaleras que comunicaban las habitaciones con la cocina y se alegró de ver allí a un soñoliento Aaron que la esperaba repantingado en una silla. Se puso en pie tan pronto la vio entrar.
- Buenos días, Liseth.- El muchacho ya se preocuparía de llamarla como correspondía cuando otros estuvieran escuchando. Todos sabían que el señor se lo había recriminado al doctor y el no estaba dispuesto a pasar por aquello.-
- Buenos días, ¿Conseguiste descubrir dónde queda la dirección que te di?.- Le preguntó mientras soltaba el candelabro y se ponía unos guantes.-
- Sí.- Aaron sonrío mostrando todos los dientes.- y no sabe lo mejor. La mansión que busca se encuentra a pocos metros de aquí. Nos en contramos justo en St James Street.-
Liseth lo miró sorprendida. ¿Qué posibilidades había en que la casa dónde había vivido su madre estuviera en la misma calle de la de su esposo?. Un escalofrío la recorrió al pensar que seguramente él conocería la historia del escándalo. Estaría predispuesto a creer que su madre era culpable. Se lamentó porque ahora sabía que no podría decirle nunca la verdad, a no ser que estuviera completamente segura de que él la creería. No podía permitirse terminar como su madre, sola y alejada de su hijo. El sólo pensamiento de no volver a ver a Thomas le hizo gemir y no supo como su madre pudo seguir viviendo después de aquello. La respuesta le vino a continuación, como si alguien se la hubiera susurrado al oído. Anna tenía algo por lo que vivir, llevaba en su vientre a otra vida que necesitaba de toda su fortaleza y cariño para salir adelante.
- ¿Se encuentra bien?. La veo pálida, no creo que sea buena idea salir a estas horas después de lo preocupados que hemos estado por usted. Si el señor se entera.....-
- Le diré que te obligué porque sino me iría sola y que tu no tuviste más remedio que acompañarme.-
Liseth le tranquilizó con una pequeña sonrisa y dejó que el muchacho abriera la puerta con reticencia para dejarla salir.
Se alegraba que estuviera tan cerca su destino, así volvería antes de que todos se hubieran despertado y no tendría que inventarse una escusa para su salida.
Cruzaron el jardín y salieron por una puerta que daba a una callejón lateral. Aaron no dejaba de mirar a los lados, porque aunque esa era una zona muy elegante no quería que nada lo pillara desprevenido. Una de sus manos la mantenía entre la abertura de su gruesa chaqueta de paño. Se había hecho de un grueso madero con el que estaba dispuesto a partirle la cabeza al primero que se dignara a mirarlos con malos ojos.
Apresuraron el paso y Lyseth rió.
- Parece que somos nosotros los malhechores, Aaron, y que huimos para no ser encontrados.-
El muchacho masculló algo que a ella le pareció una maldición. Sabía que a él no le gustaba aquello pero que no había tenido más remedio que aceptar al ver que ella estaba decidida.
Apreció lo diferentes que se veían las calles a esas horas. Parecía que estaba detenido el tiempo, nada se movía a su alrededor, y nadie pasaba a pie ni en carruaje como el día en el que habían llegado. La mortecina luz de las farolas iluminaban muy poco pero el tibio amanecer estaba haciendo acto de presencia y compensaba en algo la sensación de estar haciendo algo clandestino.
- Es aquí.-
Aaron la frenó tirando de ella suavemente y durante un segundo Lyseth fue incapaz de mirar hacia el edificio que se alzaba a su derecha. Respiró hondo antes de girarse y con paso inseguro se acercó hasta la alta verja de hierro. Se agarró a ella fuertemente mientras sus ojos devoraban con curiosidad lo que podría haber sido su hogar.
Su madre le había contado que cuando había ido para intentar ponerse en contacto con su hermano, la mansión estaba en deplorable estado, pero en ese momento ante ella se alzaba una mansión regia. Grandes columnas presidían la entrada y la fachada era de piedra gris. Enormes ventanales y balcones con balaustradas blancas como la nieve. Absorbió cada detalle y cada rincón. El jardín delantero prometía ser una profusión de colores y olores en cuanto la primavera llegara y ella aspiró con los ojos cerrados como si pudiera olerlo en esos momentos. Alguien debía de haber restaurado la mansión y por lo visto había hecho un buen trabajo. ¿Sería alguien de la familia o se habría vendido y los inquilinos ya no tendrían que ver nada con los Stanton?. Sabía que pertenecía al hermano mayor de su padre que poseía un título del cual no recordaba el nombre, pero que sus padres habían vivido allí porque ambos hermanos no deseaban separarse.
Y por eso habían surgido todos los problemas que su madre tuvo después.
No podía evitar pensar en lo que hubiera ocurrido si hubieran decidido vivir en otro lugar.....pero nada podía cambiar lo sucedido. El pasado era algo que no podía alterarse.
- ¿Cree que podremos volver ya?.-
La voz de Aaron la volvió al presente y parpadeó cuando se dio cuenta de que había pasado más tiempo contemplando la mansión de lo que había imaginado. La luz del amanecer inundaba la ciudad y ella apenas se había percatado. Varios carros circulaban por las calles empedradas y se veían a alguna persona que otra caminando por la acera.
- Sí, podemos volver.-
En ese momento las puertas de la mansión se abrieron y una mujer rubia salió riendo. Lyseth se quedó mirándola imaginando que bien podía ser ella la que estuviera en su lugar. Las ruedas de un carruaje y los sonidos de los caballos se aproximaron hasta detenerse junto a la escalinata. La dama era la viva imagen de la felicidad y su bello rostro resplandecía cuando se volvió en su dirección para aceptar la ayuda que le ofrecían.
- Creo que mi curiosidad ha quedado satisfecha.- Murmuró contenta de ver que al menos alguien podía ser feliz allí donde su madre no lo había conseguido.-
***
Unos ojos siguieron a la dama y al hombre que la acompañaba.
Por fin, después de días vigilando Arlington House podía decir que habían terminado dando con lo que buscaban.
Habían sido contratado para vigilar la mansión y verificar que dicha dama se encontraba viviendo allí, pero después de casi diez días y sin señales de vida de la susodicha, estaba casi dispuesto a darse por vencido y renunciar al suculento pago que le habían ofrecido por realizar el resto del trabajo. A pesar de que habían intentado sonsacar al personal de la mansión, ninguno había querido certificar que dama alguna viviera tras sus muros.
Sus otros dos hermanos, Dick y Percey, se turnaban en la vigilancia pero ésta era muy aburrida y además tenían que estar cambiando constantemente para que no resultara sospechoso que un hombre estuviera siempre apostado frente a la puerta.
Ron, casi había decidido decirle al elegante hombre que los había contratado que la información que poseía asegurándole que la dama estaba en el interior, era falsa, cuando había aparecido ante sus ojos.
Parecía que las cosas iban mejorando para él. Necesitaba el dinero que sacaría por ese trabajito, debía demasiado a Adam Blazey, el dueño de "El Pecado Rojo", una casa de apuestas, y de más de la mitad de los garitos importantes de Londres. Se decía que nadie, jamás, había dejado a deberle nada. O pagabas o él se encargaba de que no pudieras volver a respirar y Ron no estaba dispuesto a que el oxígeno dejara de llenar sus pulmones.
Se rumoreaba que el mismo hombre era el demonio, o sino pariente cercano, una cicatriz le cruzaba la mejilla desde la sien derecha hasta perderse por el cuello. Claro que él procuraba que el pelo se la ocultara pero todos sabían que esta allí y eso hacía que le tuvieran más respeto si cabe. Nadie podía haber sobrevivido a una herida así por lo que se comentaba que cuando tuvo que dar cuenta a Dios por sus fechorías, el mismísimo Lucifer le devolvió al reino de los vivos para que le proporcionara más ánimas de los desdichados que se dejaban enredar en el juego, la bebida y el libertinaje. Su elevada estatura y corpulencia completaban una presencia intimidante que más de uno evitaba cruzarse en su camino. Ron no tenía ningún complejo en decir que cuánto más lejos mejor. Sus ojos eran fríos como el hielo y parecían traspasarte el alma deseando apoderarse de ella.
Un escalofrío lo recorrió como la mayoría de las veces que pensaba en ese engendro de satán. Esperaba que no tardaran en decirle que podía completar el trabajo, la fecha del pago se acercaba y quería tener el dinero para poder pagarla.
Cambió de sitio esperando a que Dick llegara para tomar su lugar, pero ya teniendo a su presa localizada lo único que esperarían era a que le dieran la señal para cazarla.
***
Dejó que Aaron desapareciera tras la puerta del servicio y ella se entretuvo en disfrutar un poco del aire libre. Estaba feliz de estar allí y de como su vida había cambiado para mejor aunque en un primer momento no quiso dejar Gloucester, ahora veía que había sido lo correcto y que parecía que todo marchaba bastante bien. Thomas era un niño feliz teniendo a su padre alrededor y ella....también. Estaba cansada de ponerse trabas y ambos se merecían un nuevo comienzo. No podía dejar que su miedo a que él la volviera a dejar gobernara sus decisiones y en definitiva su vida.
Sus pasos la habían llevado a la parte delantera de la mansión y no vio porqué no podía entrar por allí, si alguien la veía imaginaría que había salido al jardín delantero. En cuanto Ambrose le abrió la puerta, ella pudo comprobar que la luz del día duplicaba la belleza del vestíbulo y se le cortó la respiración al ver como los cristales de la lámpara de araña refulgían como si tuvieran luz propia. Nunca podría acostumbrarse a tanta belleza.
- Buenos días, excelencia.-
Lyseth miró el rostro del mayordomo sonriéndole y se asombró de ver que su piel era tan pálida que hacían que sus ojos oscuros destacaran demasiado.
- Puede llamarme Lyseth.- Le respondió levantando la cabeza para ver el techo decorado con escenas de dioses, nubes y......reconoció a Cupido con su arco listo para lanzar la flecha del amor y no pudo evitar reír.-
- Creo que me sería imposible llamarla así, milady.- Ambrose se mantuvo rígido a su lado.-
Allí todos eran demasiado formales, pensó Lyseth con pesar y le tendió la pelliza en cuanto se la quitó.
- Está bien, pero por favor, nada de excelencia, hace que me sienta cientos de años más vieja.-
Ambrose elevó un milímetro la comisura de la boca a la vez que hacía una inclinación con la cabeza en señal de haberla entendido. Parecía que había intentado sonreír y había fallado estrepitosamente.
- De acuerdo, Lady Arlington. Ahora si me disculpa tengo que supervisar la preparación del desayuno.-
En cuanto lo vio marchar recordó que no tenía ni idea de como llegar a la habitación donde se desayunaba, pero como no había visto casi nada de la mansión no le importó tener que investigar por su cuenta para encontrarla. Después subiría a ver si Thomas ya se había despertado para darle su beso de buenos días y un par de achuchones. El día anterior lo había visto durante unos pocos minutos solamente y lo echaba de menos.
Era la tercera puerta que abría y la habitación era tan lujosa como las anteriores. Este era sin duda alguna, el despacho de su esposo. Madera oscura predominaba en toda la habitación. La tapicería de dos sillas con respaldo alto y la de los sillones eran de color borgoña. Las cortinas, del mismo color, estaban descorridas y tras el enorme ventanal se apreciaba el jardín trasero.
Todo era muy masculino, no podía ser de otro modo. Le gustaba especialmente la alfombra Aubusson con un intrincado diseño floral.
Se acercó al escritorio y pasó los dedos por su superficie pulida tratando de imaginar allí a Damon sentado resolviendo algún que otro asunto.
La correspondencia estaba colocada para ser revisada. Le gustaría que le pidiera opinión de vez en cuando. A ella le gustaba resolver conflictos y se le daba bien la contabilidad. Podía ayudarle en todo lo concerniente a sus propiedades...si él quería, claro.
Frunció el ceño al ver el sobre lavanda que asomaba entre el resto. No era un color muy común y sólo veía una razón para que alguien usara un tono así. Sin duda era de una mujer. ¿Pero que tipo de mujer mandaba una carta así?. Si fuera de algún pariente.....No, ni siquiera ella misma mandaría a un primo suyo, si lo tuviera, una carta de un color tan llamativo.
La tomó entre sus manos y entonces descubrió que estaba perfumada, y mucho. El olor a lavanda le produjo cosquillas en la nariz y terminó alejándola un poco para poder respirar mejor. Miró hacia la puerta y después el sobre que mantenía en las manos para volver a mirar a la puerta con indecisión. Esa carta no era de ningún familiar, no había duda. Estaba tentada. Se mordió el labio, indecisa si debía abrirla o no, cuando escuchó voces en el pasillo y apresuradamente ocultó la llamativa misiva entre las demás.
Lamentaba enormemente no tener algún lugar donde ocultarla o no haber pensado con más rapidez. En ese momento la puerta se abrió y ella giró con una sonrisa nerviosa en su rostro.
- ¡Damon!.- Dijo algo sobresaltada por haber estado a punto de ser descubierta fisgoneando su correspondencia.-
Arlington le sonrió acercándose a ella y besándola en la frente mientras la envolvía en sus brazos.
- Fui a despertarte, pero me sorprendí cuando no te encontré en la cama.-
Lyseth rodeó su cintura para ceñirse a él. Olía tan bien que se olvidó del olor a lavanda durante unos segundos.
- Me siento muy bien y si me llegan a obligar a estar otra día en cama, creo que hubiera enloquecido.-
Damon se retiró lo suficiente para mirarla a los ojos preocupado.
- ¿Te encuentras realmente bien?.- La escrutó con la mirada esperando encontrar algún signo de cansancio pero pareció no encontrarlo porque volvió a ser la alegría personificada.-
- Sí, incluso he salido a los jardines a respirar, parecía que me ahogaba en esa habitación.- Ahora mismo lo estaba haciendo con él tan cerca, pero naturalmente no lo dijo.-
Damon cubrió la mejilla con su mano y le besó los labios con delicadeza. Realmente se veía tan bien, que tuvo problemas en no abalanzarse sobre ella y sustituirla por su desayuno.
-Me alegro.-
Se miraron fijamente y Liseth se mojó los labios repentinamente secos. Él siguió el movimiento y gimió cerrando los ojos.
¡Aquello le estaba costando la vida!.
Después de salir de su habitación la noche pasada había tenido que satisfacerse a él mismo... otra vez, cosa que no hacía desde que era un jovenzuelo, pero de poco le había servido porque parecía que su miembro se negaba a dejar de estar rígido. Y ahora un gesto tan simple, como era el verla humedecerse los labios lo ponía frenético, en un estado tal, que pensaba que no podría soportarlo mucho más.
- ¿Damon?.-
Liseth lo miró preocupada. Estaba clavándole los dedos en los brazos y parecía sufrir algún tipo de dolor por el gesto de su cara.
- ¿Te encuentras bien?.- Ahora fue ella la que le preguntó.-
Damon abrió los ojos y dejó que ella viera el fuego que lo consumía. Movió su cadera para que pudiera sentir a su miembro palpitante y se alegró cuando Liseth abrió los ojos entendiendo su dolencia. Caminó hacia delante haciéndola retroceder hasta dejarla apoyada contra el escritorio y sin dejar de mirarla a los ojos comenzó a desabrocharle el vestido. Agradeció que la apertura la tuviera por delante y que sus dedos fueran lo suficientemente ágiles como para realizar la tarea con rapidez.
Liseth respiraba con agitación. Era incapaz de hacer nada porque con solo mirarlo le bastaba para saber que Damon estaba más allá de lo razonable y ella lo deseaba tanto o más como para tratar de pararlo.
Cuando sintió que el último botón se desprendía, deslizó sus manos sobre la camisola que llevaba debajo. Su piel estaba caliente o quizá eran sus manos las que la calentaba, no importaba.
- Tócame.- Susurró ronco de pasión, incapaz de decir algo más.
No se hizo de rogar y Liseth se alzó para rodear el cuello con sus manos y atraerlo a su boca a la vez que curvaba la espalda para que sus manos se apropiaran de sus pechos.
El contacto de sus labios los incendió. Se devoraban usando lenguas y dientes. Cada uno trataba que el otro se sometiera a él. Lyseth gritó pero Damon absorbió el sonido y le pellizcó los pezones de nuevo para volver a escucharla gemir.
Con cada caricia la locura aumentaba. Damon era incapaz de seducirla con lentitud. Necesitaba clavarse en ella lo antes posible y hacerla suya hasta que gritara su nombre.
La sentó en el escritorio sin dejar de subirle la falda con desesperación. Lyseth lo ayudó con una mano. La otra lo presionaba contra su boca para que no dejara de besarla. Ella era como la lava de un volcán que lo arrasaba todo a su paso.
¡Dios!. Tocó la piel de sus muslos y gruñó de satisfacción. Subió acariciando, presionando y clavando los dedos en la tela de su ropa interior, tiro hasta sentir que cedía. Sus dedos buscaron lo que la tela ocultaba y casi cae de rodillas al notar la humedad entre sus pliegues. Esa mujer estaba ella para él, apenas había hecho nada para prepararla y estaba tan excitada....Se prometió que esa noche la compensaría con creces. Le haría sentir tanto que creería volverse loca de placer pero ahora era incapaz de pensar en otra cosa que en liberar su miembro y penetrarla.
Redobló su caricias y Lyseth jadeó sin control clavándole las uñas en el cuello. En cuanto le introdujo un dedo para prepararla para él, se asombró de ver como alcanzaba el climax ante sus ojos. No dejó de moverlo en su interior mientras ella convulsionaba contra su pecho.
Había sido tan rápido que apenas lo había esperado.
- Necesito entrar en ti, Liseth.- Le murmuró desabrochándose el pantalón.-
Ella asintió sobre su pecho apenas y el prosiguió mientras volvía a besarla con ansias.
- ¡Damon!.-
El grito lo congeló en el acto y por su tono, su tía parecía totalmente escandalizada.
- Lo siento...no sabía....- Lady Pru tartamudeaba sin poder reaccionar.- El desayuno está listo.- Terminó de decir mientras desaparecía a la carrera.-
Damon apoyó la frente sobre la cabeza de Liseth totalmente frustrado y la sintió reírse o llorar de vergüenza no estaba seguro.
- ¿Liseth?.-
Ella lo miró con lágrimas en los ojos. La diversión parecía predominar en su mirada.
- Creo que nos han pillado.- Se tapó la boca para evitar una carcajada.-
Damon se preocupó de bajarle el vestido. Tendría que cambiarse la ropa interior pensó a la vez que le iba cerrando botón tras botón.
- Tu puedes tomártelo a broma, pero aquí el único perjudicado he sido yo, fierecilla.- Se burló de sí mismo.-
Liseth saltó del escritorio mientras Damon terminaba de arreglarse él mismo.
- Te prometo que ésta noche te sentirás agradecido por mis cuidados.- Le dijo mirándolo de forma coqueta y lanzándole un beso mientras se alejaba dejándolo solo.-
- Esta noche.- Susurró como una promesa que no pensaba dejar de cumplir.-
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