Capítulo XLI
HOLA A TODOS!!
ÉSTE CAPÍTULO ESTÁ ESCRITO DESDE EL LUNES PERO WATTPAD NO ME PERMITÍA GRABARLO DESDE WORD, NO TENGO IDEA DE PORQUÉ. HOY LO HE VUELTO A INTENTAR Y POR FIN!!!!
ESPERO QUE LES GUSTE!!!
SÉ QUE HA HABIDO UN TERREMOTO BASTANTE FUERTE POR VALPARAISO ASÍ QUE DESDE AQUÍ MUCHO ANIMO PARA TODOS LOS QUE LO HAYAN SUFRIDO!!
BESOTES ENORMES Y HASTA PRONTO!!!
NOTA: QUIERO AGRADECERA A Dana Suarez LAS HERMOSAS POSTALES QUE ME HA ENVIADO DESDE DALLAS, TEXAS. HAN TARDADO PERO YA ESTÁN AQUÍ ;)
***
El ambiente estaba cargado de humedad, que junto al sorprendente día soleado hacía que se sintiera sofocada e irritable, aunque esto último, si tenía que ser sincera, no era producto del tiempo.
Se encontraba en un mercadillo benéfico al que le había animado a participar Lady Abbigail. Naturalmente todas las demás se encontraban allí también atendiendo los diferentes puestos de artesanía con los que tratarían de conseguir lo máximo posible para alimentar a aquellos a los que la vida parecía no sonreír con demasiada frecuencia. Era un deber moral ayudar en lo que se pudiera y ella no había podido negarse a hacerlo.
Pasó la mano por la frente sin importarle que el gesto no fuera apropiado, se sentía agotada y no era a causa de las dos horas que llevaba de pie vendiendo muñecas de trapo a todo aquel que quisiera pagar por ellas. En el puesto de al lado se encontraba Marion, vendiendo pañuelos bordados y un poco más allá estaba Meredith. Miró en su dirección y sus miradas se encontraron. Liseth le sonrió y atendió a unas muchachas que cuchicheaban continuamente entre sí.
-Creo que han escogido una realmente bonita.- Las animó mientras se las envolvía.- Estoy segura que le gustará muchísimo a la persona que se la regale.-
No mentía cuando aseguraba que su mercancía era preciosa. Los vestidos eran alegres y estaban primorosamente confeccionados. Ninguno era igual a otro y eso hacía que cada una tuviera su propia personalidad, si es que una muñeca podía tener alguna, claro. Ella misma se había enamorado de una y aunque era demasiado mayor para esas chiquilladas, no había podido resistir la tentación de comprarla. Al menos algo la hacía sonreír después del baile.
Dudaba si había actuado bien al ocultárselo a Damon y los siguientes días había estado con los nervios alterados al imaginar lo que Lord Ives haría cuando se diera cuenta que ella no pensaba acceder a su chantaje. Lo había pensado detenidamente y decidido que, tanto su esposo como su hermano deberían de estar enterados de lo que sucedía, pero para cuando llegó a esa conclusión, Damon no se encontraba en Londres. Había tenido que salir por unos días para ocuparse de no sé qué asuntos en una propiedad. Estaba resuelta a hablar con él, por eso esa misma mañana cuando se disponía a salir, le sorprendió ver a Damon entrar por la puerta. Cruzaron unas palabras y él la besó haciéndole desear poder quedarse con él, pero no podía dejar de acudir al mercadillo. Lo haría en cuanto regresara. No lo postergaría por más tiempo.
Verlo de nuevo le había dado la confianza que creía perdida. Era preocupante a la vez que maravilloso como el estar junto a él y saberlo cerca la hacía mucho más fuerte.
Lo había echado muchísimo de menos y por eso no dudo en alargar el beso, que en un principio era un simple roce de labios. Se pegó a él para profundizar el contacto y sus manos se deslizaron hacia arriba acariciando su pecho y pasando por sus hombros hasta llegar a su nuca y obligarlo suavemente a que la besara como era debido. Sólo estaban ellos dos y los criados que hacían lo posible por ignorarlos.
Lo besó con lentitud deliberada y casi sonrió cuando lo sintió temblar junto a ella. Adoraba a ese hombre y aún no sabía si era por sus muchas virtudes o por sus múltiples defectos. Damon la rodeó con sus brazos y le gustó la sensación de sentirse prisionera en ellos. La certeza de saber que no escaparía voluntariamente de ese encarcelamiento por mucho que a veces dijera lo contrario.
El beso se prolongó más de lo debido pero en cuanto se separaron y sus miradas se quedaron prendidas en la del otro, Liseth supo que lo amaría por siempre, pasara lo que pasara. Él era el hombre que había esperado, aún sin saberlo. El único que la hacía temblar de anticipación y que la volvía loca de deseo. No necesitaba a ningún otro porque todo lo que la completaba estaba en Damon.
Sabía que lo miraba con embeleso pero le sorprendió ver esa misma mirada en él. Le recorría el rostro con la punta de los dedos sin apartar la mirada. Pareciera que pretendía aprenderse sus rasgos de memoria. Casi dejó de respirar, perdida como estaba en ese momento, pero su cuerpo, sabio como era, la urgió a que llenara los pulmones de aire y ella obediente, lo hizo.
-¿Me has echado de menos?.- Damon le sonrió lentamente y antes de soltarla le susurró muy cerca sus labios.- Yo a ti, sí.-
La soltó con cuidado y Liseth no pudo contestarle porque las palabras parecían no querer salir de su boca debido al nudo que tenía en la garganta. ¿Acaso tenía ganas de llorar?. Se recriminó a sí misma tal estupidez y carraspeó algo avergonzada de sentirse tan sensible.
-Creo que sabes la respuesta.- La voz apenas fue un susurro.-
-¿Eso es un sí?.- Damon elevó una ceja y rió al ver el violento sonrojo que le había provocado.- Eres aún más hermosa cuando te ruborizas.-
Volvió a notar calor en sus mejillas. Era absurdo que se sintiera de esa manera con el hombre que era su esposo pero no podía evitarlo. El tono íntimo, seductor, que utilizaba a veces le evocaba otros momentos en los que habían intercambiado algo más que besos.
Damon observó el vestido que llevaba y que Liseth llevaba los guantes puestos y su decepción fue notoria. Había esperado poder estar con ella esa mañana.
-¿Vas a salir?.-
-Sí, voy a participar en una obra de caridad, un mercadillo benéfico, pero espero estar aquí pronto.- Deseaba poder estar con él pero las obligaciones no podían ser ignoradas.-
-Entiendo.- Dijo mientras se libraba de su abrigo y se lo tendía a Ambrose.- Me gustaría hablar contigo en cuanto regreses.-
Liseth se limitó a asentir y antes de que se diera cuenta estaba siendo besada de nuevo, a conciencia. Cuando consiguió recuperarse, Damon subía las escaleras silbando.
El griterío la sacó de sus pensamientos. Un grupo de niños perseguían a un perro formando tanto estrépito que la gente se apartaba de ellos dejándoles paso.
Recordó a David y a Thomas. Seguramente les habría encantado formar parte de aquel grupo.
No sabía lo que Damon tendría que decirle pero sí que sabía lo que ella tenía que contarle y no estaba muy segura de cuál sería su reacción. No la que tendría al saber lo que ese miserable pretendía, sino la que le provocaría saber que no se lo había contado al momento. Ya nada podía hacer para volver atrás, así que lo único que le quedaba era ir hacia delante.
Colocó bien las muñecas tapando el hueco que había dejado la última venta y se propuso no preocuparse más por lo que no tenía remedio alguno.
La olió antes de verla.
El aroma de violetas casi la hace estornudar pero reprimió el deseo de hacerlo y se fijó en la mujer que tenía delante. Era bastante hermosa pero su mirada de superioridad no le gustó en absoluto. La vio recorrer con su delicada mano la mercancía expuesta y a punto estuvo de decirle que no lo hiciera porque el gesto despreciativo de su rostro no pasaba desapercibido.
-¿Desea algo, milady?.- Dijo con calma.-
La dama no se dignó a mirarla y simplemente se limpió el guante con un pañuelo como si el tocar algo de tan poco valor la hubiera manchado.
Liseth rechinó los dientes. Ese olor... Sabía que muchas señoras lo usaban paro la animadversión que sentía hacia esa en concreto era visceral. Sus sentidos parecían reconocerla como la autora de las cartas violetas que habían sido escritas a Damon. Podía estar equivocada pero algo le decía que ese no era el caso.
-Lamentablemente no tiene nada que pueda interesarme....en éste puesto, claro.-
No le pasó desapercibido el tono empalagoso e insinuador pero si quería decirle algo, más le valía que fuera directa y clara.
-Lo lamento.- Le contestó con fingido pesar.- Espero que encuentre algo de su agrado. Le recomendaría ir al de encajes. Hay cosas maravillosas.- La sonrisa que lucía era tan falsa como sus educadas palabras.-
Se miraron por primera vez y la odiosa mujer fingió sorpresa al reconocerla.
-¿Es usted Lady Arlington, verdad?.-
Aleteó las pestañas varias veces y eso irritó a Liseth aún más.
-¿Nos conocemos?.-
La dama pareció algo confusa pero Liseth sabía que todo era una representación. Era muy mala actriz o deseaba que supiera que aquel encuentro no era todo lo inocente que parecía. Ahora sólo le faltaba saber qué es lo que quería realmente aquella mujer de ella.
-Me temo que no hemos sido presentadas formalmente.- Le dirigió una sonrisa de disculpa antes de seguir.- Estuve en su baile aunque llegué tarde...- Pareció dudar en decir lo siguiente pero su mirada maliciosa contradecía sus movimientos inquietos.- Damon, quiero decir, Lord Arlington me aseguró que no era el momento oportuno para que la conociera. Me aseguró que lo haría en otra ocasión dónde menos ojos curiosos pudieran observarnos. Soy Lady Isabella.-
Liseth no hizo ningún movimiento que le indicara que estaba encantada de conocerla.
Era una arpía además de descarada. Le había dado tanto a entender con tan pocas palabras que estaba completamente segura de que esa mujer había mantenido alguna relación íntima con su esposo. ¿Por qué Damon no se la había presentado?. Estaba bastante claro, porque no quería que ella lo descubriera.
Le había asegurado que ya no se veía con ella, que no tenía ninguna amante pero esa mujer parecía bastante segura de sí misma y había ido hasta allí nada más que para hacerle saber que existía.
-Creo que mi esposo me comentó algo al respecto.- Mintió deseando borrar la sonrisa satisfecha de la mujer.-
-¿De verdad?.-
- Se lo aseguro. Sabía de su existencia desde el principio. Incluso leí alguna que otra nota suya aunque después de la segunda tuve que dejar de hacerlo porque el olor me provocaba dolor de cabeza.- Aseguró dando a entender que había sido Damon el que se las había mostrado.-
La mujer se sorprendió que supiera de sus notas pero se recuperó rápidamente y una sonrisa ladina se dibujó en su rostro mientras la miraba con condescendencia.
-Lamento si se siente incómoda con la situación, Lady Arlington, pero por lo que veo es bastante comprensiva. Damon me aseguraba que usted no entendería, pero veo que no sólo lo hace sino que da su consentimiento.-
¿Insinuaba que se seguían viendo?. Le estaba costando bastante esfuerzo mantenerse serena y cordial pero no quería que esa víbora supiera cuanto le dolían sus palabras.
-Creo que está equivocada. Mi esposo me contó la breve relación que mantuvo con usted.- Movió una mano en el aire restándole importancia al asunto.- Y me ha asegurado que eso ya terminó.- Tenía que creer que era cierto. Él así se lo había dicho y estaba dispuesta a confiar en su palabra.-
Lady Isabella la miró con lástima.
-Querida, tendrá que aprender que un marido jamás aceptará ante su esposa que le es infiel y mucho menos si pretende que su matrimonio marche adecuadamente.-Le confesó en voz baja.-
¿Acaso esa mujer sabía más de lo que pensaba?. ¿Podría, Damon haberle confesado que Thomas era el principal factor por lo que aceptaba su matrimonio?.
-Sabe, el ambiente en Londres es opresivo. Este bochorno me deja agotada.- Se abanicó lentamente mientras recolocaba un encaje de su vestido.-
A Liseth le sorprendió el cambio repentino de la conversación y parpadeó algo confusa.
-He pasado unos días maravillosos en el campo. El aire es tan limpio y fresco.- Isabella continuó como si estuviera con una vieja amiga.- Claro que la compañía ha hecho mi estancia mucho más agradable. Lástima que hayamos tenido que volver tan pronto. Ésta mañana mismo estaba en agradable compañía y ahora...-
Liseth comprendió al instante lo que insinuaba. Damon había vuelto esa mañana y ella aseguraba que habían estado juntos. ¿Sería verdad?.¿De qué otro modo sabría esa condenada mujer que él había estado ausente y el momento de su vuelta?.
Calma, necesitaba calmarse y no mostrarse alterada porque eso es lo que sin duda estaba buscando esa descocada.
-Me alegro que lo haya pasado tan bien, pero ahora si me permite, tengo muchas cosas que hacer y le aconsejo que a partir de ahora se abstenga de hacer comentarios malintencionados sobre mi esposo. Le puedo asegurar que sé perfectamente con quien y para qué tuvo que realizar el viaje y si usted ha tenido que desplazarse igualmente en estos días, dudo mucho que hayan coincidido.- Se defendió a ciegas, confiando en que esa mujer estuviera despechada y sólo lo estuviera haciendo para crear problemas pero se volvía a preguntar cómo sabía que Damon se había encontrado ausente.-
- Lamento su situación pero es mejor saber a lo que atenerse con respecto a un esposo y si es nuestro querido Damon, es más que comprensible el camino que seguirá a pesar de estar casado.-
Liseth no contestó y prefirió ignorar que ella creía tener algún tipo de derecho sobre su esposo al decir "nuestro".
-Por cierto, muy romántica la historia que circula de su matrimonio. Pero eso es solo creíble para las señoritas que suspiran de amor. Ha llegado a mis oídos que lo sucedido difiere en gran medida de lo que se comenta. Que tenga un buen día, Lady Arlington.-
Liseth se mordió el labio con impotencia. ¿Tal vez Lord Ives había comenzado a hablar al no recibir noticias suyas?. Tuvo que apoyarse en uno los postes del tenderete al sentirse realmente mal. Eso no era posible porque, el muy canalla, le había asegurado que le daría algo de tiempo y que él sería el que se pondría en contacto, no al revés.
Esa mujer había conseguido que miles de dudas la inundaran de nuevo. Quizás lo cariñoso que había sido Damon esa misma mañana se debiera a que se sentía culpable por engañarla.
En cuanto volviera a casa conseguiría saber la verdad. Damon tendría que decírsela por muy dolorosa que ésta fuera.
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