Capítulo XII
HOLA A TODOS!!
ESPERO QUE ESTÉIS DISFRUTANDO DE LA HISTORIA Y DE MIS LOCAS IDEAS Y QUE TAMBIÉN OS PONGÁIS EN EL LUGAR DE DAMON PORQUE A PESAR DE QUE TODO HA SIDO CULPA DE ÉL, NO PODEMOS OLVIDAR LA SITUACIÓN EN LA QUE SUCEDIÓ TODO ......CREO QUE SIEMPRE ME PONGO A FAVOR DE MIS NIÑOS JAJAJAJA.
SIN MÁS QUE DECIR.......¡BESOTES ENORMES!
***
No quedaba un lugar libre donde colocar nada. Liseth se giraba buscando una superficie con el suficiente espacio para colocar la décima hornada de magdalenas que sacaba del horno y casi sonrió cuando descubrió el alfeizar de la ventana.
Se sacudió las manos con satisfacción y se dirigió de nuevo hasta la mesa repleta de harina, azúcar, huevos y todo lo que hasta ahora había necesitado para hacer que la rabia que sentía se atenuara, pero hasta entonces no había tenido mucha suerte con ello. Cocinar la tranquilizaba, siempre lo había hecho, y le ayudaba a encontrara solución a los problemas pero esa vez parecía que no surtía el efecto deseado. Estaba algo más tranquila pero sentía que bullía por dentro y los pensamientos que tenía no eran para nada misericordiosos. Todos y cada uno de ellos tenía que ver con retorcer y dañar alguna parte de la anatomía de ese presuntuoso y arrogante hombre que alguna vez pensó que era perfecto.
Se acercó cojeando hasta la mesa y esparció harina sobre la masa que estaba preparando para hacer empanadas de carne y frunció el ceño imaginando que cada golpe y cada presión que ejercía sobre ella era el rostro de Arlington. Una sonrisa de malvada satisfacción se dibujó en su rostro y amasó con más fuerza.
- Si sigue frunciendo el ceño de esa manera le saldrán arrugas.- La señora Copton no apartó la vista de las patatas que pelaba pero sabía que Liseth no se encontraba en su mejor momento.-
Ella la miró por un instante pero no cambió la expresión y la mujer suspiró con resignación esperando que la tormenta pasara pronto. Todos en la casa sabían lo que había ocurrido porque la discusión en la habitación de Lady Pru había sido bastante fuerte como para que se escuchara hasta en los establos y aunque no entendían como el señor podía haberse olvidado de su casamiento, su apoyo incondicional era para ella. Desde que llegó a aquella casa se había comportado amigablemente con todos y hasta en más de una ocasión les había sorprendido ayudándoles en quehaceres que no eran los propios de una condesa. Esa muchacha era la persona más servicial y desinteresada que había conocido. Los cuidaba como si fueran familia y se preocupaba por cada uno de ellos y ahora le sucedía esto....no había derecho, no señor. Hundió el cuchillo en la carne del tubérculo una vez más deseando poder ser libre de expresar su opinión al señor conde.
Liseth buscó con la mirada a Thomas que se encontraba sentado en una sillita que Aaron le había hecho y solo con mirarlo consiguió relajarse lo suficiente como para sonreír. El niño metía el dedo en la magdalena que sujetaba a duras penas para quitar las pepitas de chocolate y metérselas en la boca con satisfacción. Tenía la ropa llena de migajas porque desmenuzaba el dulce y sólo se comía lo que le gustaba.
Thomas saltó de la silla y colocó los restos de la magdalena en la mesa poniéndose de puntillas.
- Otra....quero otra.- Dijo con su media lengua.-
Liseth no pudo negarse a su pedido y más si lo acompañaba de aquella sonrisa....que le recordó al instante a otra.
¡Maldito fuera mil veces!.
- La última, Thomas, o no cenarás nada.-
Le tendió al niño lo que pedía y le besó en la coronilla mandándolo con un cachete cariñoso en el trasero, de nuevo a su asiento.
Estaba cansada, tenía que admitirlo. El día le había traído demasiadas sorpresas y a pesar de que el doctor Grummer había esperado pacientemente para vendarle el pie y aconsejarle reposo, ella era incapaz de quedarse en la cama.
Se había metido en la cocina y había comenzado con la preparación de una tarta de manzana, otra de zanahoria y por último una de calabaza. Incapaz de serenarse lo suficiente había seguido con las magdalenas y con una tarta de melaza que ahora, se encontraba en el horno, pero en cuanto terminara con la empanada de carne tendría que ir a refugiarse en su dormitorio porque realmente necesitaba pensar a solas.
Había sido tan tonta que no podía evitar reñirse a ella misma. Tenía que haberse imaginado que algo sucedía para que él no diera señales de vida en todo ese tiempo pero cómo podía imaginarse la verdad. Había creído que él había contraído matrimonio por alguna razón que se le escapaba por más que intentará adivinarla, y que tras mandarla a Gloucester había decidido ignorarla por completo. Algunos nobles se comportaban así y sólo visitaban a sus esposas en contadas ocasiones, mientras que hacían su vida en la ciudad.
Apretó los dientes ante ese pensamiento porque, aunque ella nunca se había planteado qué podría estar él haciendo, en el fondo sabía que no le estaría siendo fiel. Desde luego, no después de tanto tiempo, pero como decía el refrán, ojos que no ven corazón que no siente. Y ahora se presentaba allí, desmontando lo que ella siempre había creído. Diciendo que para él la boda no fue real, que la había confundido con una.....,fue incapaz de decir la palabra porque se atragantaría y terminaría muerta por asfixia. Incluso había dicho que muchas mujeres habían pasado por su cama como para acordarse de ella.
Le encantaría que una manada de caballos salvajes le pasaran por encima y lamentó que sus golpes no fueran lo suficientemente fuertes como para dejarlo incapacitado de por vida. Si fuera un hombre lo retaría a duelo....aunque si fuera un hombre no estaría casada con él.
Se limpió las manos en el delantal y se giró para tomar un vaso de agua. Tenía la garganta seca.
- ¿Querías algo?.- La pregunta le salió con más brusquedad de la que deseaba y lamentó que Minny la mirara dolida por su tono, así que le dirigió una mirada de disculpa esperando que eso le bastara. Ella no tenía la culpa de su mal humor.-
La muchacha miró a Thomas que apenas se dio cuenta de su presencia, concentrado como estaba, esta vez, en sacudirse con las manitas llenas de chocolate la camisa blanca que llevaba.
- Milord, me ha pedido que le lleve a Thomas.- Dijo sin saber muy bien cual iba a ser la reacción de ella.-
Liseth estuvo a punto de decirle que si él no la consideraba su esposa, el niño tampoco podía ser su hijo, pero sabía que eso era una rabieta infantil porque por mucho que él lo negara, ellos no iban a dejar de ser lo que eran, su familia, y cuanto antes lo aceptara, mucho mejor.
- Esta bien.-
Dejó que Minny se llevara de la mano al pequeño y fue a aconsejarle que le cambiara la ropa y lo lavara un poco antes de que su padre lo viera, pero cambió de idea. Tendría que verlo tal como estaba, era un niño, y los niños se manchaban continuamente.
Se preocupó por aquel encuentro. ¿Y si resultaba que Damon no era paciente con Thomas?. ¿O cariñoso?. El niño merecía tener un padre que apreciara la alegría y el cariño que su hijo podía dar. Se retorció las manos al pensar en lo que podía ocurrir. Quería con toda su alma que lo aceptara, no por obligación, sino porque el lazo entre padre e hijo comenzara a formarse. Damon le había amenazado con buscarla si ella decidía desaparecer con el niño y eso tenía que significar que él estaba dispuesto a cumplir con su papel de padre porque en caso contrario no le habría importado lo más mínimo lo que ella decidiera hacer. Incluso le había dicho que se casaría de nuevo con ella por Thomas. Eso le dolía más de lo que quería admitir porque significaba que ella no tenía peso alguno en aquella decisión. Se sintió miserable al pensar así, su hijo era lo primero y él tendría que hacer muchos méritos para que ella se dignara a perdonarlo cuando descubriera que el padre Tunner realmente los casó.
Se imaginó la situación al completo. La forma en la que él se lamentaría de su error y como ella lo miraría con el más profundo de los desprecios.....
- Liseth, niña......-
Lady Pru estaba frente a ella mirándola con preocupación.
- ¿Te sucede algo?.-
- No, nada que no pueda solucionarse.- Trató de sonreír pero sabía que no lo había conseguido por la forma en que la dama alzó la ceja mirándola con incredulidad.-
Se dirigió al horno para evitar su mirada y poder recomponerse un poco.
Tomó unos paños para sacar la bandeja caliente y comenzó a buscar un lugar donde colocarla.
- Veo que hoy has decidido preparar dulces para todos.- Lady Pru miraba a su alrededor con asombro.- Huele bastante bien. ¿Qué es eso que tienes en las manos?.- Se acercó para verlo mejor.-
- Tarta de melaza.-
A Lady Pru le brillaron los ojos y sonrió divertida.
- Venía para ver si te apetecía charlar un poco. Me encuentro mucho mejor y he decidido levantarme pero me aburro enormemente y te agradecería la compañía.-
Las dos sabían que lo que le pedía es que le dijera qué había ocurrido durante su encuentro con Arlington.
- Me arreglaré un poco y ahora mismo me reuniré con usted.- Quizá le vendría bien hablar con alguien, pero ese alguien era la tía de la persona a la que pensaba censurar por sus actos. ¿Hasta dónde podía la dama soportar que criticara abiertamente a su sobrino?. Esperaba saber parar en el momento oportuno y no dejarse llevar por su lengua rápida y sus ideas descabelladas.-
- Está bien, te esperaré en el saloncito.- Miró la bandeja que sostenía Liseth en las manos por última vez.- Damon estará deseando probar la tarta de melaza en cuanto sepa que la hiciste. Es su favorita.- Dijo distraída mientras se marchaba.-
Liseth contó hasta diez tras verla desaparecer y abrió los dedos dejando caer lo que tenía sujeto.
Sintió una maligna satisfacción de saber que él no llegaría a probarlo.
***
Damon miraba a través de la ventana. Parecía un hombre disfrutando relajadamente de las vistas pero si alguien se fijara en sus manos, a las que mantenía unidas en la espalda, se daría cuenta de la presión de sus dedos.
No era lo que el había planeado, era cierto, pero eso no desmentía el hecho de que tenía un hijo y no pensaba perder más tiempo del que había perdido. Desde ese momento se preocuparía de conocerlo y conseguir que el niño le comenzara a tomar confianza y el cariño que debía de tenerle ya.
¿Sería verdad que ella le había mandado esa carta?.
Una única carta que podía haberle cambiado la vida. Pensó en como era él en ese tiempo, no mucho más diferente de lo que era ahora, pero aunque no podía decir que hubiera hecho en ese entonces, sabía que en este momento no daría la espalda a su responsabilidad.
El niño era su viva imagen y él se aseguraría de que supiera quien era su padre.
Pensó en la madre del pequeño y no pudo evitar sentirse culpable por todo lo sucedido. Tenía una parte de culpa, lo admitía, pero no iba a aceptar más allá de eso. Si él hubiera sabido que ella no era una de las muchas mujeres que estaban allí para entretener a los invitados, jamás le habría propuesto toda aquella locura. Entendía que ella estuviera molesta con él, aunque molesta era una palabra muy suave para definir la forma en que lo había mirado cuando él le había confesado la verdad. Pero que debería de haber hecho, ¿mentirle?. Siempre había pensado que se debía de ir con la verdad por delante y en ese caso consideraba que era mejor aclararlo todo que edulcorar lo que había ocurrido. Él necesitaba explicar el porqué no la recordaba y aclarar todo lo sucedido durante aquella maldita fiesta.
Ella se creía casada, lo seguía creyendo aún cuando él le había dado las razones por las que no podía ser cierto.
¿Y si ella llevaba razón?. ¿Sería posible?.
Negó con la cabeza varias veces. Si tuviera que ser sincero no lo creía factible y hasta que no llegara hasta el fondo de aquel asunto no se sentiría tranquilo. Después le propondría matrimonio y todo solucionado. A pesar de que apenas la conocía, sabía que no se ajustaba a lo que buscaba. Era obstinada, orgullosa, guerrillera y con un carácter demasiado fuerte para su gusto pero al mismo tiempo se sentía atraído por ella porque a pesar de todo sabía reconocer el control que mantenía sobre sus emociones. Se había mantenido firme en sus ideas y sólo había estallado cuando se sintió ultrajada.
A ninguna mujer debía de gustarle que la confundieran con una meretriz y encima que su supuesto marido la negara como Pedro negó a Jesucristo.
- ¿Milord?.-
Damon se volvió y bajó la vista hasta el niño que la muchacha llevaba de la mano.
Se miraron a los ojos y se sorprendió cuando éste le sonrió con la confianza que un crío de apenas dos años podía tener. Le devolvió la sonrisa sin apenas darse cuenta.
- ¿Puedo preguntarle algo?.- Damon se dirigió a la criada pero no apartó la vista de su hijo.-
- Claro que si, milord.-
Ella se acercó a él dejando antes a Thomas sentado en un sofá y ofreciéndole un caballo de madera para que se entretuviera.
Damon tenía que averiguar algo sobre el crío antes de lanzarse de cabeza a conocerlo. Nunca había tratado con niños. No es que el se codeara con mujeres llevaran a sus hijos a citas clandestinas y aunque su amigo Nick tenía a dos, su experiencia con ellos era limitada. Cierto era que su ahijada Violet lo adoraba, como él a ella, pero apenas estaban juntos más de un par de horas a la semana y nunca completamente a solas, siempre tenía a su alrededor a Meredith, la madre, y a la nodriza, eso como poco.
- ¿Dígame, a mi hijo le gustan los caballos?.- Fue lo primero que se le ocurrió. Todos los hombres de su familia se caracterizaban por ser unos magníficos jinetes.-
- Le encantan, milord.- Dijo Minny entre risas.- Pero todavía no le permiten acercarse demasiado a uno de verdad. Es muy pequeño aún.- Aseguró con convicción.-
- No lo creo. Mi padre solía llevarme con él a recorrer la finca.-
Damon recordó los largos paseos sentado sobre la montura delante de su padre y lo libre que se había sentido aún sabiendo que si no estuviera sujeto firmemente por su progenitor no podría mantenerse sobre el caballo él solo. No sabría decir con precisión la edad que tendría cuando pudo manejar a un poni sin ayuda pero a su madre le gustaba contar que se subió por primera vez a un caballo con apenas un año y que desde entonces había sido imposible que su padre saliera sin tener que llevarlo con él, aunque fuera por un corto trayecto.
- Ya es hora que sigamos con la tradición.- Susurró para sí ansioso por comenzar las clases.- Gracias, puede retirarse.-
Miró durante un largo minuto esos rizos rubios y la cara manchada de lo parecía chocolate y se acerco a él para sentarse a su lado.
Estaba algo nervioso y se rió por la bajo. El niño lo miró al escuchar su risa y lo imitó uniéndose a la diversión. Damon no pudo dejar de sorprenderse del parecido y respiró profundo para tranquilizarse un poco.
Estaba emocionado y le daba vergüenza admitirlo.
Le tocó la cabeza revolviéndole el cabello. El niño aprovecho para ofrecerle el juguete y él lo aceptó dándole las gracias.-
- Thomas.- Pronunció su nombre lamentando que no llevara el suyo propio.-
Era increíble lo que sentía por ese crío sabiendo solamente que era parte de él.
- ¿Te gustaría montar a caballo?. Uno de verdad conmigo....con tu padre.-
¿No se pondría a llorar, verdad?.
¡Por todo los demonios!. Tenía un nudo en la garganta que le costó tragar. Nunca se había considerado un hombre con deseos demasiados hogareños, pero por lo visto se había equivocado y era más sentimental de lo que pensaba. Siempre era bueno conocerse un poco más a uno mismo y si para ello tenía que admitir que era un sensiblero llorica lo haría.
- No le cuentes a nadie que tu padre se emociona de esta manera.- Lo sentó sobre sus piernas y dejó que con sus manitas llenas de chocolate le tirara del pañuelo.- Es un secreto entre tu y yo.-
- Sequeto...- Confirmó Thomas como si entendiera del todo lo que Damon le explicaba.- Quero caballos.- Levantó con determinación la barbilla y a Damon le recordó a su madre en ese momento.
- Eso es, campeón. Un secreto.-
Se levantó con el niño en brazos dispuesto a darle su primer paseo a caballo. Le gustaba tenerlo apretado contra él y escuchar la cháchara del niño y las risas que le producía al hacerle cosquillas en los costados. Ahora entendía a Nick cuando le decía que lo que se sentía por un hijo no se podía expresar con palabras.
Lo entendía perfectamente bien.
***
Liseth no dejó de observar a Damon que cargaba con Thomas hasta que no desapareció de su vista. Se giró hacia Lady Pru y se alejó de la ventana.
¿A dónde iría?.
Los establos se encontraban en esa dirección y esperaba que fuera lo suficientemente responsable como para no dejarlo solo allí. Thomas era muy bueno, pero como todo niño, tendía a ser curioso y a hacer travesuras. Tenían que tener mucho cuidado con él ahora que caminaba solo.
- No te preocupes, Damon sabrá cuidarlo.-
Liseth se lamentaba de ser tan transparente. Estaba preocupada sí, pero también había sentido celos. Hasta ahora Thomas era solo suyo y ahora tenía que compartirlo con él. Era ilógico, lo sabía. Siempre había querido que su hijo tuviera a su padre al lado para darle amor y enseñarle todo lo que un hombre debería de aprender y ahora sentía que no quería compartirlo con nadie más.
A veces ella no se comprendía pero tenía que aceptar que ahora había alguien más en la vida de Thomas y que esa persona sería la que tomaría las decisiones importantes para el futuro de su hijo. Ella intentaría que se la tuviera en cuenta, no iba a dejar que la relegaran. Era su madre y si alguna vez consideraba que lo que él decidía no era lo correcto no dudaría en hacérselo saber.
- Ven y siéntate a mi lado. Se te ve agotada.- Palmeó el espacio que había junto a ella en el sofá y dejó que Thomas, el perro, saltara a su regazo.-
Liseth se acomodó lo mejor que pudo con un suspiro. Sabía que esa conversación tenía que producirse pero hubiera preferido dejarla para más tarde.
- Y ahora cuéntame, querida.- Lady Pru la animó con una sonrisa pero al ver que ella era incapaz de relajarse comenzó a preocuparse.- ¿Tan grave es?.-
- No sé por donde empezar.- Liseth se vino abajo en ese momento y tuvo unos deseos enormes de llorar y gritar pero se contuvo a duras penas.- ¿Le cuento primero como su sobrino pensó que yo era una mujer.....ligera de cascos?.- Lady Pru abrió los ojos sorprendida.- ¿O prefiere que empiece por como mi marido cree que no estamos casados porque soborno al sacerdote para que fingiera la ceremonia?.- Se lamentó de haberlo dicho cuando la dama a la que tanto cariño tenía se quedó más blanca que la nieve ante sus palabras.-
- Bien.- Consiguió decir, apenas, Lady Pru.- Creo que deberías de empezar por el principio y así me puedo hacer una idea de lo sucedido.- Se recostó en el respaldo del sofá a pesar de que no era muy propio de una dama y nada elegante, pero sabía que no podría escuchar el relato completo sin sentir que no podría caerse de la impresión.
¿Qué habría hecho Damon en esa ocasión para que Liseth estuviera tan enojada?. Nunca, en los seis meses que llevaba allí, la había visto de esa manera, así que esperando oír cualquier cosa se dispuso a escucharla con atención.
A medida que ella hablaba su asombro aumentaba. Más parecía una novela que algo real, pero sabía que era cierto porque estaba hablando con la afectada. Si eso lo llega a oír en un salón repletos de señoras, pensaría que eran rumores malintencionados.
No la interrumpió ni una sola vez, y no porque no lo deseara para saciar aún más su curiosidad, sino porque era incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Se limitó a asentir una y otra vez y a palmearle al mano, como si con ello pudiera aliviarla en algo. Hasta Thomas había sentido que Liseth estaba con el ánimo por los suelos y había abandonado su regazo para subirse en el de la muchacha.
- ....y aquí nos tiene, a los dos. Cada cual creyendo en su verdad y hasta que no encontremos al padre Tunner, no saldremos de dudas.-
- Estoy segura que todo se solucionará, no debes de preocuparte.- Le animó.- Damon te ha prometido matrimonio y nadie tiene por que saber cuando lo contrajisteis.- No estaba segura se esas palabras eran lo que esperaba oír pero aún se estaba reponiendo de la sorpresa que le había causado escuchar la historia de la boda de su sobrino.-
- Tengo que creer que el matrimonio fue real, porque ¿qué me quedaría, entonces?. Pensar en que se burló de mi, me usó para después olvidarme por completo es algo que no estoy dispuesta a aceptar. Si ocurrió, al menos que sea real, porque así no me sentiré sucia al saber que me entregué a un hombre que en ningún momento sintió nada más por mi.- Trataba de explicar lo que sentía pero no le era fácil ponerlo en palabras.- No pensé que me amara. Nos conocíamos de unas pocas horas, pero creí que había visto algo en mi...algo especial, como para proponerme matrimonio. Yo lo había visto en él, como para aceptarlo y a pesar de mis circunstancias no lo habría hecho si no hubiera sentido esa atracción tan poderosa. Soñaba con que aparecería de un momento a otro y cuando el tiempo pasó y me supe embarazada, no sabía ni donde tenía que escribirle.- Se sentía angustiada al confesarlo pero también se encontraba mejor al hacerlo, por lo que continuó hablando.- Tuve que entrar a hurtadillas en la oficina del administrador para buscar su dirección, me avergonzaba pedirla y que supieran que mi marido no había tenido a bien comunicarme donde localizarlo.- Se tocó la mejilla cuando sintió que algo resbalaba por ella y miró sorprendida como retiraba los dedos humedecidos por lágrimas. Estaba llorando y no se había dado cuenta.- Y volví a esperar a que, al menos, me respondiera. La carta nunca llegó y tuve a Thomas y seguí esperando.- Se levantó tan deprisa que Thomas saltó rápidamente para no caer al suelo.- Esperar, esperar y esperar. No he hecho otra cosa que esperar a que el me escribiera, se presentara, se comunicara conmigo de alguna manera.- Pateó el suelo cada vez más enfadada.- ¿Y qué consigo cuando lo tengo enfrente?. Nada. Absolutamente nada porque él no me recuerda.- Llegados a éste punto no pudo evitar que un sollozo escapara de su garganta.- No me recuerda, ¿lo entiende?. Pudo ser cualquier otra, daría igual. Para él no soy más que una.....-
- Ni te atrevas a decirlo, jovencita. Eres su esposa y como tal tendrá que respetarte. ¿Acaso piensas seguir dejando que te ignore?. Te creía con más agallas, Liseth. No puedo decir que él no tuviera culpa, pero también está metido en ésto por error y ahora ambos tendrán que asumir las consecuencias de sus actos. Si tu hubieras ido a buscarlo en vez de conformarte con quedarte aquí....No creas que no sé que ahí mandó tu orgullo, que no podrías hacerlo sin sentir que mendigabas su atención, pero eso hubiera solucionado mucho antes todo este lío. Los dos son responsables de haber llevado este asunto tan lejos y ahora tendrán que hacer todo lo que puedan para que funcione lo mejor posible. Ese niño es real y no creo que ninguno de los dos quiera privarlo del cariño de uno de sus padres.-
Liseth aceptó la regañina porque sabía que tenía mucha razón, pero dolía.
Dolía demasiado.
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