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Capítulo VII

Respiró profundamente una y otra vez para tratar de calmarse lo suficiente como para pensar con lucidez y no cometer una locura de la que probablemente no se arrepentiría nunca.

Tenía que reconocer que el encuentro durante el desayuno había ido mejor de lo que se había imaginado. Era cierto, que en algún momento le había dado contestaciones algo fuera de tono, pero Liseth pensaba que las tenía bien merecidas y lamentaba no haberle clavado el tenedor en una de sus elegantes manos.

Sonrió al imaginar su cara si lo hubiera hecho y eso consiguió tranquilizarla un poco como para que relajara el paso endemoniado que se había impuesto cuando salió de la casa sin un destino en concreto.

Necesitaba caminar, le relajaba y hacía que sus ideas tomaran forma. Ahora más que nunca era preciso mantener la calma porque el maldito conde de Arlington estaba allí y no iba a conseguir sacarla de sus casillas para darle motivos de enviarla más lejos aún. Su hogar estaba en aquella porción de tierra, con aquellas personas a las que quería de todo corazón y no quería ser arrancada de allí por culpa de su vivo genio.

Era tan difícil contenerse... y él no ayudaba. La miraba como si la acabara de conocer y no la hubiera ignorado durante veintisiete meses, diecinueve días y si tuviera un reloj delante podría decir los minutos exactos. Ese cálculo era aproximado, no es que llevara la cuenta ni nada por el estilo, pero era buena con los números, no lo podía evitar. Realmente, lo peor era ver en su mirada que no sentía el menor remordimiento por lo que le había hecho a ella, a Lady Pru....a su familia.

Estaba segura que todo lo que tenía de encantador, atrayente y hermoso como el mismo Apolo, lo tenía de ruhín, mezquino y egocéntrico. Había sido tan tonta al confiar en lo que su boca decía sin pensar y sin esfuerzo alguno..... Había sido una soberana idiota al creer que había encontrado al hombre perfecto. Nunca más podría fiarse de lo que su corazón le decía, al menos en todo lo que concernía al diablo de ojos azules.

Tan ensimismada iba en sus pensamientos que no le sorprendió demasiado cuando cayó en mitad del camino cuan larga era. Maldijo por lo bajo antes de tratar de levantarse. Eso también lo apuntaba en la cuenta de infortunios que Arlington tenía que pagarle. Si no hubiera estado pensando en él, habría visto por donde iba y no estaría cubierta de barro de arriba a abajo.

¿Es que ese hombre no iba a dejar nunca de meterse en su cabeza?.

Creía haberlo logrado durante un tiempo pero en el mismo instante en que supo que volvería a verlo, su recuerdo amargo volvió con más fuerza que antes. Aunque sabía que ese día llegaría de un momento a otro, había llegado a convencerse de que él no intervendría en su apacible modo de vida ya que se había desentendido por completo de ella, pero ahora había vuelto y no estaba muy segura de que no pusiera su vida patas arriba antes de que volviera a desaparecer.

Se incorporó sobre sus manos y trató de levantarse antes de sentarse de nuevo al notar que el tobillo derecho le dolía al apoyar el pie. Estupendo, ahora se quedaría allí tirada esperando que alguien pasara y la pudiera llevar de vuelta y eso si no se ponía a llover, pensó mirando al cielo que cada vez se oscurecía más. O a nevar, que era aún peor.

Tendría que intentar regresar por sus propios medios, así que miró alrededor para buscar alguna rama que la ayudara a apoyarse en ella y así poco a poco desandar lo andado pero no había nada lo suficientemente cerca. Tendría que salir del camino para buscarla y prefirió intentar la vuelta sin esa ayuda a tener que internarse en la arboleda y empeorar su situación.

Se quitó la suciedad de las manos y de la barbilla, o al menos lo intentó, y se quejó cuando pasó los dedos por la piel magullada. Volteó los ojos imaginándose el aspecto que podía tener. Su vestido estaba arruinado por completo y su maravilloso color verde era ahora marrón a secas.

Trató de mover el pie con mucho cuidado y se alegró de ver que no era tan grave como había pensado. Le dolía, sí, pero al menos no tenía que preocuparse por una rotura que le impediría moverse durante muchos días. Muy lentamente consiguió ponerse en pie y dar unos cuantos pasos pero tenía que parar cada cierto espacio recorrido porque se fatigaba demasiado.

Rechinó los dientes con determinación y se concentró en llegar hasta el recodo del camino. Después lo haría hasta la arboleda y más tarde fijaría otra meta. Era más fácil así, porque cada vez que llegaba al lugar que se había propuesto se felicitaba por ello y eso era mejor que pensar en todo lo que tendría que recorrer hasta llegar a casa.

- ¡Liseth!.

Se volteó tan rápido que perdió estabilidad y volvió a dar con sus posaderas en el suelo. Bueno, al menos, su vestido tendría el mismo color por delante que por detrás, pensó intentando verle el lado positivo al asunto.

El doctor John Grummer llegó hasta ella y se bajó rápidamente del caballo.

- ¿Se encuentra bien?. Lamento haberla asustado, pero no pensé...

Liseth le sonrió y gesticuló quitándole importancia. El doctor Grummer era un joven muy servicial y atento que visitaba regularmente a Lady Pru. Estaba sustituyendo a su tío, el viejo doctor Grummer, porque había tenido un accidente muy aparatoso que le impedía ejercer su profesión, pero ahora que estaba totalmente repuesto, su sobrino, el joven doctor Grummer, volvería a Londres a tratar de abrirse camino. Ella le deseaba lo mejor, era muy paciente y solícito y en cada visita se preocupaba de hablar con ella durante unos minutos de cosas triviales que la hacían sonreír.

- Si me ayuda a incorporarme le estaré muy agradecida.- Le tendió la mano esperando que el se la tomara.

- Por supuesto.- Se apresuró a sujetarla con amabilidad.

Grummer la ayudó a incorporarse con sumo cuidado y la miró preocupado con sus grandes ojos castaños.

- ¿Se ha hecho daño?.

- No, en esta ocasión.- Se sentía realmente estúpida.- Antes me caí y no puedo caminar bien.

El joven doctor le alzó la falda del vestido lo preciso para inspeccionar el lugar del que ella se quejaba. Liseth sostuvo la muselina en alto para que él pudiera palpar libremente el tobillo lastimado y contuvo un quejido cuando presionó sobre la zona sensible.

- ¿Le duele, verdad?. Es una torcedura, con unos días de reposo y algo para aliviarle el dolor y la hinchazón estará totalmente repuesta.- Le aseguró poniéndose en pie.- Y ahora tendré que subirla al caballo y llevarla sana y salva hasta su casa.- Sonrió con calidez.- ¿Preparada?.

Liseth asintió contenta de haberlo encontrado, aunque sabía que él tenía tiernos sentimientos por ella, nunca le había hecho la más mínima insinuación al respecto, y se lo agradecía, porque algo entre ellos era totalmente imposible y ambos lo sabían. A ella le gustaba imaginar que podía corresponderle, a pesar de no sentir nada por él, pero era un buen hombre que se merecía ser querido y si las cosas fueran de diferente manera, no le hubiera importado ser la mujer que le prodigara ese cariño.

Una vez bien instalada en lo alto del caballo, John se sentó en la silla y la rodeó con sus brazos tomando la rienda con firmeza. Liseth se sentía segura allí y lamentó de nuevo su mala suerte.

Lo que a ella le hubiera costado recorrer unas horas, lo hicieron en apenas veinte minutos. Durante el trayecto habían hablado del último resfriado de Lady Pru y ella le había contado de su encuentro con Campbell, el tendero.

Grummer aún reía cuando frenó el caballo en la puerta de la casona.

- Me hubiera gustado ver su cara cuando le amenazaste con comprar en otro lado.- Alzó los brazos y la tomó de la cintura para bajarla.

- Fue bastante emocionante, la verdad, porque no pensé que diera su brazo a torcer tan fácilmente.- Dijo sin atisbo de modestia por su parte.- Pretendía engañarme y eso es algo que soy incapaz de pasar por alto.

Grummer sonrió y con un dedo le quitó el barro seco que tenía en la mejilla.

Liseth lo miró algo turbada por su cercanía evitando hacerlo directamente a sus ojos, pero él solo la observaba como paciente.

- Tendré que curarte ese rasguño y atender tu torcedura así que...

Damon había observado su llegada y había salido dispuesto a librarse de una vez de la muchacha, pero le sorprendió ver que no llegaba sola, sino acompañada por un hombre y encontrándose sumamente feliz de ir rodeada por sus brazos.

Salió a su encuentro esperando averiguar quien sería su acompañante y cuando sus ojos se posaron en ella a plena luz del día algo se abrió paso entre la bruma de sus recuerdos. Entrecerró los ojos tratando de retener la sensación, intentando precisar ese chispazo, pero la imagen se marchó tan pronto como había llegado y le dejó con la sensación de que ella no le era del todo desconocida o de que le recordaba a alguien, pero por mucho que lo intentaba no conseguía descubrir el dónde ni el cómo se pudieran haber conocido.

- Buenas tardes, lamento interrumpir tan tierna escena.

El tono burlón del hombre más insufrible sobre la tierra llegó hasta ella e inmediatamente su humor se agrió.

- No interrumpe nada, milord.- Dijo lo más seca posible apartándose un poco de John.

Grummer los miró sin entender del porqué de tanto antagonismo y se aclaró la garganta sintiéndose fuera de lugar.

- Buenos días, soy el doctor Grummer. He venido a visitar a Lady Pru.- Se adelantó para presentarse con total cortesía.

- Muy bien, porque pretendía mandarle a llamar.- Le habló sin dirigirle la mirada a Liseth que se encontraba justo a su lado.- Soy Lord Arlington, el sobrino de Lady Pru y me interesa saber la evolución de su estado de salud, ha estado muy preocupado desde que recibí la noticia de su enfermedad.

Damon se fijó como el buen doctor miraba a Liseth de reojo. ¿Otro pobre hombre que había caído bajo su hechizo?. Esa mujer parecía tener a todos embrujados. Se había llevado toda la mañana escuchando Liseth esto y Liseth lo otro. Había esperado pacientemente que ella regresara de su paseo y ahora tendría que posponer esa conversación porque le interesaba más saber como se encontraba Pru realmente.

- Si me permite, visitaré primero a su tía y después la atenderé con gusto.

- No se preocupe por mi, doctor Grummer, yo esperaré a que termine de resolver sus asuntos y después puede hacerlo conmigo.

- ¿Se encuentra mal?.- Damon la miró alzando una ceja.-

- Una torcedura sin importancia.- Contestó sin mirarlo.-

Damon la observó con detenimiento  y comprendió porque los hombres parecían moscas a su alrededor. Tenía ese atractivo que la hacía irresistible e intocable al mismo tiempo. Un hada de los bosques, un duendecillo pícaro que podía volverte loco si no te cuidabas lo suficiente. Estaba llena de barro, desde la cabeza a los pies y no le restaba atractivo. Sonrió al verla tan incómoda por ello.

- ¿Necesita ayuda para ir a su habitación?.- Le preguntó sabiendo lo que ella contestaría.

Liseth lo fulminó con la mirada. Prefería ir arrastrándose que dejar que él le pusiera un dedo encima.

- No es necesario.- Sonrió agradecida a Grummer mientras se alejaba cojeando.-

- ¡Elisabeth!.- Damon la llamó.

- Mi nombre es Liseth.- Murmuró ella mientras se daba la vuelta para encararlo. ¿Acaso no recordaba ni siquiera su nombre o lo hacía para molestarla?. Pero cuando lo miró a través de las pestañas se dio cuenta de su desconcierto y supo que realmente no recordaba como se llamaba. Eso la enfureció aún más y cerró los puños en los costados pensando en servirle un café con sal o la comida bien colmada de pimienta.

- Sí, claro....Me gustaría hablar con usted si no es demasiada molestia.- Le sonrió con suficiencia.- En cuanto acompañe al doctor hasta la habitación de mi tía y hablé con él, tendremos nuestra pequeña conversación.

A Liseth no le gustó el tono que empleó. Parecía más una amenaza que una petición, pero no quería montar allí una escena frente al doctor Grummer que parecía querer fundirse con el paisaje.

Con un brusco movimiento de cabeza le hizo saber que estaba de acuerdo y se alejó cojeando.

***

Damon tenía que admitir que el otro hombre tenía unas manera francas y claras de hablar. Su tono era modulado y nunca decía una palabra por encima de la otra. Le caía bien.

- Entonces, me asegura que está fuera de peligro.- Quiso cerciorarse de nuevo.

Grummer lo miró a los ojos y asintió.

- Por supuesto, un catarro algo más fuerte de lo normal pero su tía es muy buena paciente y ha cumplido con mis indicaciones fielmente. En esta época del año, un catarro mal curado bien puede degenerar en algo más serio y ambos sabemos que una enfermedad pulmonar no es fácil de sanar. Si además añadimos que Lady Pru no es ninguna jovencita...

Damon sólo había retenido la palabra catarro de toda su explicación.

- Un simple catarro...- Dijo aún pensando en el término.- No sé porqué pero las noticias que tuve al respecto me hicieron pensar que había sido algo mucho más grave y que había peligro de que no llegara siquiera a verla con vida.

No lamentaba haber ido, ya que estaba allí se alegraba enormemente de ver a su tía porque había descubierto que la había echado mucho de menos pero lo preocupado que había estado durante todo el camino y saber que había sido engañado le molestaba bastante.

Tenía que haberse imaginado que sólo tía Pru era capaz de hacer algo así. Más tarde tendría que hablar con ella y aún sabiendo que no podría estar enfadado demasiado tiempo procuraría hacerle ver el error de su comportamiento.

- Sí, un catarro.- Continuó el doctor ajeno a los pensamientos del conde.- Pero afortunadamente no pasó a mayores.

Llegaron a la habitación de la enferma y Damon llamó para abrir la puerta al momento y dejarle paso al doctor.

- Buenos días, John.- Lady Pru lo saludó con afecto.- Me alegra que haya decidido venir tan temprano porque estoy deseando que me permita levantarme de esta cama.

- Y creo que lo haré, la revisaré por última vez podré dar por concluidos mis servicios.

Colocó su maletín a los pies de la cama.

- Ya me ha informado el doctor que tu catarro - Enfatizó la palabra.- está perfectamente curado.

Su tía tuvo la decencia de sonrojarse al saberse pillada en falta pero lo miró con picardía y un gesto rebelde.

- Al menos ha conseguido lo que mis cartas no han podido hacer, que vengas a verme.

- No me estoy quejando de eso tía, lo que realmente lamento es la preocupación que he tenido hasta llegar a ti.- Sonrió dulcemente para hacerle saber que no estaba enojado.

- Lo lamento.- Se disculpó sin el menor signo de arrepentimiento real y Damon soltó una carcajada ante su total descaro.

Grummer carraspeó para recordarles que él se encontraba allí.

- Bien, doctor, puede realizar su tarea y espero que no haya problema alguno en que mi tía me acompañe de vuelta a Londres.

- No le veo mayor inconveniente.- Grummer no necesitaba hacerle una revisión para saber que el viaje podía realizarse sin incidentes.

Se acercó a su paciente para tomarle el pulso.

- Yo viajaré también allí en los próximos días.

- ¿Por fin se vuelve a Londres?. Me alegro de que el viejo doctor esté totalmente repuesto de su caída.- Lady Pru había cogido mucho cariño al joven doctor.- ¿Sabe?, ya que me mudaré allí con mi sobrino bien podía seguir ejerciendo como mi doctor, el de Liseth y el de Thomas, por supuesto.- Se ofreció en un arranque de inspiración.

- Tía, yo ya tengo un doctor que bien podría atenderos a todos.

Damon no trató de contradecirla en esos momentos, pero ni Liseth y mucho menos ese perro viajarían a Londres con él.

Su tía estaba realmente mal si pensaba que un doctor se encargaría de la salud de un chucho. Le estaba preocupando cada vez más su estado mental y aunque parecía estar bien, algo no debía de ir correctamente en su cabecita cada vez que hacía alusión a Thomas. Hablaba de él como si fuera una persona, se dijo preocupado.

- Tu lo has dicho, Damon, es tu doctor. Nosotros tendremos al doctor Grummer. Me gusta y no hay nada más de que hablar.

- Le agradezco la confianza que deposita en mi y le estoy muy agradecido por ofrecerme la oportunidad.- John no sabía como demostrar su gratitud porque a pesar de que era muy optimista sabía que no le sería nada fácil conseguir clientela en Londres, tanta como para vivir con dignidad, y mucho menos a gente tan importante como Lady Pru....y Liseth, por supuesto. Entrar directamente en ese selectivo círculo de pacientes no siempre se conseguía, y nunca siendo tan joven como él era. Si realizaba bien su trabajo sería recomendado a otros del mismo nivel social. Por un momento pensó que había sido bendecido y que su vida en Londres no iba a ser tan difícil.

- No diga tonterías, muchacho, usted ha demostrado ser más que capaz en su profesión y yo le tengo absoluta confianza.

- Gracias.- Dijo humildemente John sin saber que más decir y no demostrar que tenía un nudo en la garganta.

La dama le palmeó la mano para reconfortarlo.

Damon aprovechó el momento para salir de la habitación y encaminarse hasta la de la encantadora señorita yo-encandilo-a-todos-sin-excepción.

***

Liseth cerró las cortinas de su habitación para evitar que la luz despertara a Thomas que dormía plácidamente en su cama. El cuarto quedó casi en penumbras pero no le importaba lo más mínimo.

Se sentó en una de las sillas y colocó el pie herido en alto. Le dolía más que antes y se le había hinchado bastante según pudo apreciar al quitarse el calzado. Suspiró sabiendo que la conversación que se avecinaba no iba a ser fácil pero nunca había pensado que lo fuera. Él diría cosas que seguramente no le gustarían pero ella no iba a quedarse mordiéndose la lengua y le echaría en cara su abandono y dejadez. No quería quedarse con eso guardado otros dos años o él tiempo que a él le diera la real gana de estar ausente de nuevo.

Protesto entre murmullos y repasó una a una sus quejas y reproches. No se dejaría nada en el tintero. No, señor.

La puerta se abrió sin que ni siquiera fuera golpeada para pedir paso y un conde demasiado serio entró sin cerrarla tras él. Parecía que no tardaría en volver a salir por ella.

Liseth alzó una ceja interrogándolo con la mirada.

- ¿Nadie le enseñó a llamar a la puerta de la habitación de una dama?.- Le recriminó.

- No suelo hacerlo en las habitaciones de las damas que han compartido cama conmigo.- Damon sabía que ella se retorcería con sus palabras y se regocigó cuando le lanzó dardos envenenados con la mirada.

Liseth se puso en pie a duras penas.

- No levante la voz. Thomas duerme.- Le ordenó sin modular el tono.

- ¿Cree que me importa?.- Se inclinó hacia ella como si le contara un secreto.- No he venido a ser cortes y delicado.- La miró de arriba a abajo demostrando la repulsión que sentía por personas como ella.- Me he dado cuenta de su juego.

- ¿Mi juego?.- Le preguntó sin saber a que se refería y totalmente perdida.

- Sí, ¿pensaba que no me enteraría de sus artimañas para que mi tía le fuera cogiendo cariño y aprovecharse de ella?. ¿Creía que ella no me contaría que piensa incluirla en su testamento y darle más de lo que se merece?.- Se acercaba a ella cada vez más.

- ¿Lady Pru piensa incluirme en su testamento?.- Liseth no puedo evitar mostrar su asombro.

- Conmigo no tiene porqué fingir. Usted sabía muy bien lo que hacía haciéndose indispensable para ella, para todos en ésta casa. La adoran sin excepción y no estoy dispuesto a que se aproveche de mi tía. Quiero que recoja sus cosas y se marche antes de que finalice el día. ¿Me ha entendido?.

Liseth parpadeó. ¿La estaba echando?. No podía ser cierto.

- ¿ Y a dónde se supone que tengo que ir, milord?.- La suavidad de su voz era engañosa pero el brillo airado de su mirada no dejaba lugar a dudas de su enfado.

- ¿Piensa que me importa?. Puede marcharse donde guste, siempre que sea lo suficientemente lejos de mi y de mi familia.- Damon estaba hipnotizado por esa mirada bicolor. Allí en la oscuridad de la habitación no era tan evidente la diferencia de color y si él no supiera que era real, habría pensado que era producto de su imaginación.

- ¿Y que pasará con Thomas?.- Liseht rechinaba los dientes a esas alturas.

Damon le puso un dedo en los labios y se sorprendió de su suavidad.

- No quiero volver a oír hablar de Thomas, puede llevárselo si quiere.

Liseth no se lo pensó. Abrió la boca y clavó los dientes con fuerza en ese dedo y no lo soltó hasta que notó el sabor de la sangre impregnarle la lengua.

- ¡Está usted totalmente loca!.- Damon la miró con los ojos desorbitados.- No haga que me arrepienta haberle dado tiempo para hacer el equipaje. La quiero fuera de aquí, hoy mismo.- Repitió mientras se marchaba con el dedo ensangrentado dejando un reguero de gotas allá por donde iba.

Liseth tardó en reaccionar.

¿De verdad le había mordido?. ¿En serio la había expulsado como si se tratara e una simple empleada?.

Eso no quedaría así. Ese hombre iba a escucharla aunque fuera lo último que hiciera en su vida. Se encaminó hacia la puerta pero cambió de opinión y volvió a entrar para acercarse hasta la cama y observar al niño que dormía allí ajeno a lo que acababa de ocurrir.

Era un angelito de cabellos rubios y rizados tan parecido a su padre que le dolió el corazón al mirarlo y la semejanza era aún mayor cuando abría sus ojos tan azules como una tarde apacible de verano. Incluso tenía ese pequeño hoyuelo en la barbilla. Estaba segura que cuando tuviera suficiente edad de atraer a las mujeres sería tan arrollador como su progenitor.

Lo tomó entre sus brazos y lo acomodó sobre su hombro. Si ese maldito era capaz de echarlos de su hogar quería que viera bien lo que se iba a perder al desprenderse de su hijo. Un hijo que no se había dignado a conocer desde que nació. Y eso no se lo perdonaría nunca.

***

Damon entró en la habitación de su tía esperando encontrar al doctor allí y que pudiera atenderlo. Estaba seguro que necesitaría puntos.

Esa mujer mordía con fuerzas. Aún no se creía que ella le hubiera clavado los dientes con tanta saña. Estaba loca. Completamente loca.

- ¿Qué te ha pasado?.- Lady Pru lo miró preocupada cuando vio como la sangre resbalaba por su mano alzada manchándole el puño de la camisa.

- Es maldita mujer me ha mordido.- Cogió un pañuelo y envolvió el dedo.

-¿Quien ha podido hacer algo tan disparatado?

- ¡Ella! -Gritó y se pasó la mano por el cabello apartándolo de la cara -. Esa arpía de ojos endemoniados.- Dijo más calmado.

- ¿Liseth?. No lo creo. Es la persona más cariñosa que conozco.- Lady Pru negó con la cabeza.

- ¿Buena? ¿Cariñosa? ¡Con todos menos conmigo, demonios!.

- No maldigas en mi presencia, jovencito.- Lo cortó antes de que prosiguiera.- Además, si es así, algo has debido hacerle para que ella te haya atacado.

-Lo único que le he dicho - Al diablo con no contarle nada hasta que ella se hubiera marchado.- ha sido que tiene que abandonar esta casa. No voy a permitir que abuse de tu buena fe. La culpa es mía por desatenderte tanto tiempo...

- Tu no tienes la culpa de nada,yo he vivido sola porque así lo he querido y ella no se aprovecha de mí, le doy lo que quiero darle. Liseth es la persona más desinteresa que he conocido nunca y ¿qué es eso de que la has expulsado de aquí?.- Le preguntó sin creer del todo lo que había oído.

- Lo que oyes. Tu no la ves como lo hago yo. Le tienes cariño y es normal, pero ella se marchará y no hay más que hablar.

Lady Pru miraba a su sobrino sin entenderlo del todo.

- Ella no se irá, porque, primero esta aún es mi casa y segundo es tu mujer y este es el sitio que le corresponde ya que te niegas a que esté contigo en Londres.

El silencio que siguió se hizo interminable.

- ¿Mi mujer?.- Definitivamente su tía estaba loca y habría que hacer algo al respecto.- Estás diciendo que es mi esposa, ¿verdad?.- Aclaró el termino para que no hubiera duda alguna.

- Por supuesto, que otra cosa sino. Estáis casados y no puedes hacer lo primero que te viene en gana.

Se interrumpió al ver a Liseth entrar en la habitación con Thomas en brazos.

- Tu, maldito troll de los infiernos, no pienses por ni un instante en que te librarás de mi y de Thomas tan fácilmente. Él tiene derechos y no pienso dejar que se los arrebates de un plumazo.

Damon se estaba volviendo loco. Exactamente no sabía de que hablaba pero si su tía pensaba que esa mujer era su esposa, ¿entonces el niño que cargaba en brazos se suponía que era suyo?.

Su tía intentaba hacerse oír por encima de la palabrería sin sentido de la muchacha y sus oídos le pitaban tratando de centrarse y entender lo que estaba ocurriendo.

- ¡Alto!.- Tronó sin importarle si era demasiado rudo o no.

El niño se despertó de una vez y alzó la cabeza fijando su mirada azul en otra exactamente igual y entonces Damon supo que nada en su vida volvería a ser igual que antes.

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