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Capítulo IX

Se miraron a los ojos durante unos segundos, él con determinación y ella dudando por donde empezar.

Damon estaba deseando escuchar su explicación y poder decirle del porqué no podían estar casados, pero no sabía como hacerlo sin herir los sentimientos de la muchacha. Todo ese enredo era por su culpa, de él y de nadie más,lo asumía, y ahora tendría que afrontar las consecuencias, después de todo tenían un hijo y eso no podía echarse a un lado sin más. Al principio pensó lo peor de ella pero había llegado a la conclusión de que ella se creía casada realmente y había obrado en consecuencia.

Respiró profundo al recordar al niño. Su hijo.

Liseth se apoyó en el respaldo del sillón que tenía más cerca. El tobillo le estaba matando, pero ahora lo más importante era aclarar de una vez por todas esa situación tan incómoda.

- ¿Quiere sentarse?.-

A Damon no le había pasado desapercibido su malestar y se acercó hasta ella para ayudarle a acomodarse.

Liseth tragó con fuerza cuando él le tomó del brazo y se negó a mirar toda esa piel expuesta que parecía que a él no le importaba mostrar. Su cuerpo irradiaba calor y ella lo sentía llegar en oleadas hasta su piel. Si al menos, el considerara taparse....

- Gracias.- Dijo a media voz tratando de serenarse.- ¿Supongo que ahora no pretenderá que nos vayamos de aquí como sugirió, no?.-

Arlington se acomodó en un sillón frente a ella sin importarle estar medio vestido, o más bien medio desnudo, y Liseth se obligó a mirarlo a la cara y no bajar la vista continuamente para recrearse en su musculoso pecho. A pesar de ser una mujer casada, no había tenido mucha oportunidad de ver a un hombre, al menos no a uno tan atractivo, con tan poca ropa.

Damon veía lo nerviosa que ella se encontraba y se alegró. Era poco caballeroso, lo sabía, pero lo estaba disfrutando. Se preguntó si estaría inquieta por su torso denudo o por lo que le tendría que contar. Quizá por ambas razones. Dejó los brazos apoyados a ambos lados del sillón para que su pecho quedara totalmente expuesto a ella y se sonrió cuando la vio removerse en su asiento.

¿Habría tenido algún amante durante todo el tiempo en que ella se creyó casada?. Pensó en Aaron y la confianza que parecían tener y en el doctor y la idea no le gustó. No tenía derecho alguno de exigir fidelidad, lo sabía, pero no podía evitar sentirse posesivo con lo que consideraba suyo......aunque no supiera que lo tenía.

- ¿Milord?.-

- Disculpe.-Escucharla lo sacó de sus pensamientos.- Ahora que sé lo que ocurre, creo que malinterpreté la situación.- Se acercaba bastante a lo que sentía, pero estaba seguro que ella pensaba que realmente era su esposa y entonces su idea de que se había estado aprovechando de su tía, no tenía base alguna.- Pero le puedo asegurar que no existe el lazo que usted cree que nos une. Sería absurdo que sabiéndome casado, haya pasado casi un mes buscando esposa y casi hiciera una propuesta a Rosamarie Wick. He cometido locuras en mi vida, pero me suelo acordar de todas y cada una de ellas, se lo puedo asegurar.-

- Pues obviamente se olvidó de una muy importante, su matrimonio, al menos que eso no fuera una locura y entonces si haya podido olvidarse. En lo referente a su búsqueda de esposa, solo puedo decirle, que tendrá que suspenderla, porque ya tiene una, yo, a pesar de que usted insista en lo contrario.-

Damon observaba como una de las manos de la muchacha acariciaba de forma inconsciente la tela de damasco del tapizado del sillón. Eran delicadas y de dedos finos y elegantes, con uñas de la longitud apropiada. Una imagen pasó por su cabeza. Unas manos clavándole esas bonitas y cuidadas uñas en la piel de la espalda. La miró a los ojos y volvió a sentir esa extraña sensación de no saber a cual de los dos mirar. Había pensado que era atractiva y ratificaba su primera impresión. Un duendecillo lujurioso o un hada del amor, cualquiera de esos dos seres encajaría a la perfección con su apariencia. Casi estaba seguro que sus orejas terminarían en punta y que por eso las ocultaba con el cabello.

Sabía que tenía que responderle algo pero era incapaz de encontrar en esos momentos las palabras adecuadas porque se estaba excitando. Cruzó las piernas para evitar que ella se percatara de la erección que comenzaba a abultarle los pantalones.

- Lo que no comprendo, es porqué insiste en que miento. ¿Cree que alguien podría inventarse una historia así sabiendo que podía ser descubierta?.- Liseht abrió sus ojos para enfatizar sus palabras.-

- Realmente pienso que usted cree estar casada, pero lamento decirle que no es así. Cuando se pronunció la localidad de Reading, recordé algo sucedido allí, pero es imposible que esa boda sea legal.....-

Liseth lo miró furibunda. ¿Quería decir que recordaba la boda pero que se negaba a reconocerla como esposa?.

- Le puedo asegurar que el padre Tunner nos casó. Él nunca se prestaría a hacer una burla de los votos matrimoniales.- Su mano dejó de trazar dibujos sobre la tela y clavó los dedos en ella. Damon quedó hipnotizado por el gesto. - ¿Si recuerda la boda, como puede decir que no me recuerda a mi?.-

Arlington respiró en profundidad para serenarse. Esa fierecilla y su forma de enfrentarlo estaba revolucionando su cuerpo. ¿Cuántos día hacía que no mantenía relaciones sexuales?. Él era un hombre de gran apetito carnal y por ese motivo podía estar respondiendo a ella como lo estaba haciendo, no encontraba otra explicación. Esa mujer no le enviaba ninguna señal de querer ser seducida, ni estaba siendo complaciente para despertar su deseo. Era su necesidad la que estaba jugándole sucio, sin duda alguna, porque ella a él no le gustaba en absoluto. Su cerebro lo sabía pero su cuerpo parecía hacer caso omiso de ese hecho.

- Recuerdo a una muchacha morena.- No le diría que había algo en ella que le resultaba conocido y si dejara caer el cabello hasta la cintura ayudaría a precisar la imagen que se le formaba en su mente con mayor nitidez, pero no podía acordarse de las facciones de su rostro y no quería enojarla más de lo que estaba. Comprendía que ella no lo estaba pasando bien en esos momentos, aunque se moría de ganas por seguir molestándola.-

- ¿Y nada más?.-

Liseth estaba estupefacta, patidifusa, anonadada.....condenadamente molesta.

Ese maldito sapo baboso no la recordaba en absoluto, mientras que él la había marcado a fuego. Recordaba cada gesto, cada toque de sus manos y cada palabra. Se sintió realmente mal y se llevó una mano al estómago para calmar las náuseas que sentía.

Damon lamentó haber sido tan franco, pero si tenían que llegar al fondo de ese asunto no le valían las palabras dulces y las frases corteses.

- Me encantaría que me dijera lo que recuerda de lo sucedido y así yo podría decirle en que se equivoca.-

- Yo no me equivoco, es usted el terco que no quiere admitir la verdad.- Liseth lo traspasó con la mirada cargada de furia.- Bien, creo que la única solución es hacerle una detallada descripción de todo lo ocurrido.-

Damon asintió con la cabeza y se dispuso a escucharla con atención.

***

Reeding, veintiocho meses antes.

Su salida de casa de Lord Ives debía de haber pasado desapercibida. Ese hombre no debía de haberse dado cuenta que se había marchado hasta que al día siguiente no se presentara para darles las lecciones a su hijo menor, Edmund, pero la súbita fiebre de éste la había obligado a tener que ir a buscarlo a una de las casas vecinas. Afortunadamente, no era demasiado lejos y una vez le comunicara que tenía que regresar con el doctor para atender al pequeño, se marcharía sin mirar atrás.

Arreó a la vieja yegua que tiraba del destartalado carro lamentando su suerte. Aunque por un momento había pensado en ocuparse ella misma del enfermo, sabía que no podría irse una vez que Lord Ives volviera, porque él cumpliría su amenaza de un momento a otro. Había escapado de sus manos en innumerables ocasiones pero no creía que el destino le diera muchas más oportunidades.

Se tragó las lágrimas al recordar el momento desde en el que todo había ido cuesta abajo.

Su madre y ella habían tenido que dejar la casa donde habían estado prestando sus servicios durante muchos años al fallecer la señora a la que servían, pero se había sentido afortunadas al encontrar empleo. Uno de los conocidos de la familia para la que habían trabajado le ofreció a su madre el puesto de ama de llaves y le aseguro que su hija sería bienvenida también, pudiendo ocuparse de la educación del pequeño de la casa.

Al principio su madre dudó en aceptar el trabajo, estaba demasiado cerca de Londres y temía que alguien la reconociera, pero finalmente aceptaron porque en esos momentos no tenían a donde ir.

Todo era demasiado bueno para ser verdad hasta que Lord Ives comenzó a rondarla día y noche. Se presentaba en su habitación con cualquier excusa y le ponía las manos encima de una forma que le daba escalofríos. Creía poder dominar la situación pero viendo que cada vez era más osado en sus avances decidió confiar en su madre y contárselo. Naturalmente la regañó por no haberla informado antes y decidieron abandonar esa casa antes de que algo irremediable sucediera, pero sin apenas ahorros, tuvieron que esperar a cobrar la mensualidad, y mientras tanto ella evitaba como podía al sátiro de su patrón. Su madre dormía con ella en la habitación y siempre procuraba estar acompañada por otros sirvientes de la casa.

Desafortunadamente su madre enfermó, y poco pudo hacerse por ella. Tosía sin parar y cada día tenía menos fuerzas, hasta que tuvo que quedarse en cama porque apenas se mantenía en pie. Lord Ives se ofreció a pagar al doctor y ella en ese momento solo pudo aceptar su generosidad porque su madre era lo principal, sabiendo que él esperaba que se lo devolviera de una manera que ella no estaba dispuesta a aceptar.

A pesar de todo, dos meses después, se quedó sola en el mundo. La única familia que había tenido se había marchado dejándola con un enorme vacío y echándola terriblemente de menos. Y ahí empezó realmente su calvario. El sutil acoso se recrudeció hasta el punto que temblaba todas las noches esperando que él consiguiera entrar en su habitación a pesar de los obstáculos que ponía para evitar que se pudiera abrir la puerta.

Aún sopesaba la posibilidad de ir a Londres y pedir ayuda a la única persona que podía prestársela pero dudaba que la acogiera con agrado. Esa sería su última baza y si no funcionaba, no sabía a ciencia cierta lo que sería de ella. Había pasado demasiado tiempo y no creía que su padre le abriera los brazos para darle una bienvenida cariñosa, lo más seguro es que le pateara para sacarla lo más pronto posible de su propiedad.

Una semana, siete días, desde que enterrara a su madre y se encontraba sin un penique y con sus escasas pertenencias en un carro.

Lo había pensado muy bien antes. Iría a buscar a Lord Ives para que su conciencia quedara tranquila de haber hecho todo lo posible por el pequeño Edmund, sabía que la cocinera lo cuidaría hasta que llegara el doctor, pero su padre debería de saber que el niño estaba enfermo y por eso ella pensaba buscarlo y después desaparecer.

El camino estaba en total oscuridad. Solo los faroles encendidos del carro iluminaban la noche. Septiempre había llegado cargado de lluvia y temperaturas bajas por lo que se cubrió mejor con su capa para evitar que el frío le calara los huesos.

El trote de un caballo que se acercaba, le hizo girarse y apretar las riendas, pero se tranquilizó cuando vio que era el padre Tunner el que aparecía ante ella.

- ¿Liseth?.- Le dijo sorprendido refrenando a su montura para equiparar su paso al del carro.- ¿Qué haces a estas horas por aquí y sola, hija?.-

- Tengo que encontrar a Lord Ives, Edmund está con mucha fiebre y después pienso llegar hasta Reading y buscar hospedaje.- No necesitaba decirle nada más. El padre sabía lo que sucedía, porque ella se lo había contado.- Solo pararé en la casa Beaumont para dar el recado y me marcharé.-

- Veo que has tomado una decisión. ¿Tienes con que pagar la habitación?.-

Liseth asintió sin decirle que tenía el dinero para eso y para el billete que le permitiría irse de allí, pero para nada más. Lord Ives nunca les había pagado lo debido y ahora sospechaba que lo había planeado para evitar que pudieran marcharse.

El sacerdote dudó de su palabra.

- Creo que deberías de dormir en la iglesia, después de todo es la casa de Dios, y él no permitiría que una muchacha como tú pasara la noche en la habitación de una posada. Tengo que acudir a ver a la señora Murdock, parece ser que le llegó la hora.- El pesar podía sentirse en cada palabra.- pero antes te acompañare a tu encargo, me pilla de camino y no creo que tardemos demasiado.-

Liseth se lo agradeció con una sonrisa nerviosa y ambos siguieron el camino en silencio.

El padre Tunner no dejaría que esa dulce muchacha entrara sola en aquella casa. Se decía que sus fiestas eran orgías más bien, donde los hombres se dejaban llevar por sus bajos instintos y las únicas mujeres que acudían allí eran cortesanas y mujeres de moral disipada. Su deber era proteger la virtud de la joven y eso es lo que haría.

Las luces de la casa a la que se dirigía aparecieron tras el recodo del camino y suspiró, relajándose un poco. Atravesó el portón de hierro y el sonido de música y voces llegó hasta ella. Parecía que estaba en pleno apogeo a pesar de la hora.

Tiró de las riendas, frenó el carro y con la ayuda del padre saltó hasta el suelo.

La puerta se encontraba abierta pero ningún mayordomo estaba a la vista para poderle dar el recado y poder marcharse. Entraron en el vestíbulo por donde se paseaban los invitados pero era muy extraño porque las mujeres enseñaban mucho más de lo que deberían y todos parecían simples trabajadores. Recorrió con la vista y pudo contar dos carniceros y un herrero pero su manera de moverse no correspondían con su vestimenta. Se notaba que eran nobles o por lo menos hombres educados e instruidos a pesar de que el alcohol parecía hacer estragos en ellos. Recordó que Lord Ives había comentado que la fiesta era de disfraces, pero había esperado algo más sofisticado y elegante, la verdad.

- Creo que deberíamos de separarnos, padre, y buscar nosotros mismos a Lord Ives.- Sugirió al no poder localizar a nadie para realizar esa tarea.-

- No creo que sea buena idea, hija. Si insistes en buscarlo, yo te acompañaré.- No iba a dejarla sola por nada del mundo.-

Ambos entraron en el salón donde parecía centrarse la fiesta, pero por lo poco que habían visto parecía que la casa había sido tomada por completo. Liseth escudriñaba entre los rostros para identificar al hombre que buscaba pero había tanta gente que le era imposible, además parecía que se habían quedado sin iluminación porque todo estaba bastante oscuro. La música y las risas sonoras la rodeaban. Miró al lado para asegurarse que el sacerdote seguía junto a ella y el hombre la rodeó con el brazo de manera protectora.

Una carcajada estruendosa la hizo mirar en esa dirección y abrió los ojos como platos cuando vio a un hombre sentado en una silla encima de una mesa que nalgueaba a una mujer en el trasero completamente desnudo mientras la multitud alrededor de ellos lo jaleaba.

¿Qué tipo de fiesta de disfraces era esa?. Apartó la vista rápidamente cuando sintió como se sonrojaba con violencia.

Un grupo de borrachos los empujaron hasta hacerla casi caer. Sintió como el padre Tunner se separó de ella mientras que alguien la agarraba por la cintura y se la llevaba colgada de su costado como si no pesara nada.

Gritó y golpeó hasta conseguir que la soltaran.

- Vaya, creo que ha cazado a una a la que le gusta hacerse la difícil.- Dijo un enorme pelirrojo acercándola a su pecho.-

- Y una muy bonita,sin suda.-

Liseth notó como le pellizcaban el trasero y gritó indignada.

- ¡Suélteme de inmediato!.- Exigió esperando que su voz no dejara traslucir el miedo que sentía.-

- ¿Y porqué debía de hacerlo?.- El pelirrojo bajó la cabeza y ella esquivó su beso en el último momento, pero no puedo evitar que sus labios se posaran en su cuello.-

Liseth forcejeó con fuerza y levantó una rodilla para propinarle un buen golpe donde más podía dolerle.

El hombre la soltó de inmediato llevándose las manos a su entrepierna y maldiciendo a la vez. Liseth no esperó a que se recuperara y se escabulló mientras los demás se reían con ganas de su amigo. El corazón parecía salírsele del pecho. Ya no quería encontrar a Lord Ives. Se marcharía tan pronto consiguiera distinguir la salida entre tanta oscuridad. Los rostros apenas se veían si no los tenías bastante cerca y aun así dudaba que se pudieran distinguir con claridad.

Empujó para poder avanzar algo. Pasó junto a unas mesas que sí que tenían bastante iluminación porque en ellas se jugaba al poker y se detuvo de golpe. El hombre que tenía enfrente era el ser más perfecto que había visto nunca. Rubio como la miel, con unos ojos de un azul limpio y una nariz patricia. Su rostro era demasiado atractivo y su risa....Cerró la boca porque se dio cuenta que lo estaba mirando embobada. Unos labios cincelados y un hoyuelo en la barbilla completaban la visión que la había subyugado por completo. Deslizó sus ojos por sus anchos hombros y aunque estaba sentado sabía que tendría un porte regio.

- ¡Demonios Arlington, has vuelto a ganar!.-

Las quejas de sus compañeros de mesa se elevaron y el Dios rubio sonrió de nuevo haciendo que se le cortara la respiración.

- Es mi noche de suerte. Ahora si me permiten voy a buscar otra tipo de entretenimiento .- Les guiñó un ojo y comenzó a recoger sus ganancias.-

- Tienes que darnos una oportunidad para recuperarnos...-

- En otra ocasión será, Beaumont.-

Tan abstraída estaba observándolo, que brincó cuando un brazo de hierro la rodeo desde atrás.

- Vaya, vaya, vaya, pero si es la señorita Trimble. Sabía que no me equivocaba contigo, que bajo tu aspecto pulcro y refinado, existía alguien lujurioso.-

Reconoció la voz de Lord Ives y su aliento le produjo un asco que le dejó mal sabor de boca. Intentó separarse de él pero no lo consiguió por mucho que lo intentó.

- Milord, he venido a buscarlo porque Edmund.....-

Ives la arrastraba hacia una esquina sin que ella pudiera hacer nada. Pataleó y gritó pero nadie le prestó la menor atención.

- Quieta.- La tiró sobre la pared y pegó su cuerpo al suyo.- He deseado tanto esto que ahora que te tengo no sé cuánto podré contenerme.- Le pasó las manos por los costados y ella le golpeó el rostro con un puño pero al instante él consiguió reducirla y sujetarle ambas manos por encima de su cabeza y con la otra la acariciaba sin parar.- Me has tenido totalmente loco, detrás tuya....-

Se contorsionó y solo consiguió que el pelo le cayera sobre el rostro. Lord Ives era un hombre alto, delgado pero fuerte, y no podía librarse de él como había hecho con el pelirrojo. Dejo que se acercara y cuando lo tuvo a escasos centímetros le mordió el labio con fuerza, pero a pesar de que él gritó de dolor no la soltó, sino que su mano le pellizcó con fuerza el pezón para que ella al gritar soltara su labio.

- ¿Eso es lo que te gusta? Yo puedo dartelo.- Y comenzó a tocarla de forma brusca mientras la miraba a los ojos haciéndole saber que estaba disfrutando con ello.-

***

Damon se guardó el dinero con despreocupación. Necesitaba una copa y estaba dispuesto a conseguirla así que se movió entre la gente con decisión.

Beaumont había insistido en más de una ocasión en que acudiera a sus fiestas pero ésta era a la primera vez que había aceptado. Generalmente el prefería quedarse en Londres pero al saber que se celebraría en Reading donde él tenía una propiedad, decidió aceptar. La fiesta no era tal como se la había imaginado en un principio, había llegado hacía algo más de una semana atrás, después de dejar a su amigo Nick bien casado, y feliz de ello. Su anfitrión era un hombre bastante ocurrente que los había tenido satisfechos noches tras noches con diversos entretenimientos y el de esta noche sería el colofón final.

Había organizado una fiesta de disfraces pero no una cualquiera, los invitados tendrían que ir vestidos como la gente del pueblo. Estaba seguro que la mayoría de la ropa que llevaban se las habían pedido prestadas a mayordomos y lacayos, pero también había quien se había disfrazado de leñador, carnicero y lechero. Hasta había visto a una mula cargada de Dios sabe qué. Realmente los invitados se habían tomado muy en serio su papel. Él, por el contrario, decía ir vestido de tutor, con un traje simple pero con el que se sentía cómodo.

Miró alrededor para ver si localizaba a un mayordomo pero sabía que éstos solo se diferenciaban de los que se disfrazaban como ellos, porque Beaumont le había obligado a ponerse un sombrero de copa alta.

No veía ningún sombrero cerca pero le llamó la atención un hombre disfrazado de cura. Alzó una ceja y pensó que ya no se tenía respeto por nada. La iglesia era sagrada para muchos pero parecía que para algunos no era tan importante.

Apartó a dos mujeres que se enroscaron en él. Por ahora sólo quería una copa y nada más. Sorteó a una pareja que poco le faltaba para copular allí mismo. Torció el gesto porque a pesar de que no era un mojigato, él siempre prefería la intimidad para realizar estos actos.

Si tan solo no estuviera todo tan condenadamente oscuro.....De pronto escuchó un grito y miró sobre su hombro, pero la pareja parecía enfrascada en su juego y a punto estuvo de seguir su camino cuando otro grito lo detuvo. Se fijó mejor y ella parecía forcejear con el hombre que tenía encima, pero podía ser para excitarlo, había a quien le gustaba fingir resistirse y a quien le gustaba que fingieran. Se acercó un paso más y entonces estuvo seguro que la mujer, por muy profesional que fuera, no estaba disfrutando de las atenciones del caballero.

Damon le tocó el hombro para girarlo y el hombre reaccionó lanzándole una mirada airada.

- Piérdete, amigo.-

- Creo que la señorita no quiere seguir con el juego.- Damon no soportaba a los hombres que hacían daño a las mujeres. Nunca lo había hecho y era incapaz de pasarlo por alto.-

- No es su problema. Así que lárgate.- Le escupió mientras se volvía y hundía en rostro en el cuello de ella.-

Damon sintió, más que vio, la mirada suplicante de ella.

- Por favor, por favor......- Liseth no podía permitir que él se marchara. Tenía que ayudarla.-

Damon volvió a agarrar a esa escoria pero ésta vez cuando él se volvió para encararlo, le golpeó en la mandíbula y le atizó unas cuantas veces en el estómago hasta hacerlo caer al suelo.

Los sollozos de la muchacha le hicieron reaccionar y la abrazó para darle consuelo mientras la alejaba de allí.

- Tranquila, todo paso.- Le susurró muy bajito junto al oído.-

La envolvió entre sus brazos y le acarició el cabello para calmarla. Era oscuro y suave como la seda. Sus dedos se perdían entre sus guedejas y las ondas le hacían cosquillas en las palmas de las manos. Se lo acomodó tras las orejas y le besó en la frente.

La copa tendría que esperar.

- No te preocupes, no volverá a molestarte.- La sentía temblar contra él.-

- Ahora me siento segura.-

Y era verdad, el Dios griego había acudido en su rescate y a pesar de tenerlo pegado a su cuerpo, ella no sentía el rechazo que le había producido Lord Ives. Lo olió y le gustó. Su aroma era fresco y se apoyó en su pecho dejándose consolar.

Damon sentía cada curva de ella adherida a él y le agradó la forma en que ella se acurrucaba en su pecho.

- La próxima vez deberás de tener cuidado con los hombres a los que te arrimas. No todos suelen tratar bien a las mujeres.- Le dijo con tono cordial pero por dentro estaba enfadado aún con ese miserable.-

- Yo nunca me arrimo a un hombre, ha sido la primera vez.- Liseth pensó que se refería a él y no a Lord Ives. Se apartó para dejar espacio entre ellos. Parecía que él había malinterpretado su necesidad de consuelo.-

Damon se sorprendió al saber que la muchacha que tenía delante no tenía experiencia, o por lo menos eso decía. Nunca había estado tan cerca de un hombre. Suponía que todas las que se encontraban allí sabían a lo que iban y le intrigaron sus palabras.

- ¿Es la primera vez que estás en una fiesta así?.- Le habló con ternura pero no pudo evitar pasarle los dedos por los labios llenos y sugerente.-

Lyseth mantenía la mirada baja porque no se atrevía a mirarlo debido a la vergüenza y al color de sus ojos, que solía hacer que los demás se sintieran incómodos de estar con ella. No vio su gesto hasta que sus dedos la tocaron y no pudo apartarse ante el contacto tan diferente de esas manos sobre ella comparándolo con lo que había sentido momentos antes.

Sólo pudo asentir ante su pregunta porque las palabras se negaban a salir. No podía pensar en ese momento con normalidad. Todo había sucedido tan deprisa que aún no podía creerlo del todo.

Damon sonrió sin poderlo evitar. La miró para ver de que iba disfrazada y aventuró una respuesta.

- ¿Institutriz?.-

Ella se sorprendió de que supiera de lo que había trabajado.

- Sí, milord, pero hoy mismo he dejado de serlo y ahora temo que tendré que cambiar de trabajo y sin una carta de recomendación no creo que me acepten para ese puesto de nuevo.- Se mordió el labio para evitar que le siguiera temblando al pensar en que al final quizá se vería obligada a practicar lo que le parecía que hacían la mayoría de las mujeres que se encontraban en ese lugar.-

Arlington pensó que la muchacha se había visto obligada a ejercer la prostitución y que ese era su primer trabajo. Quizá fuera virgen, o no, pero siempre la primera vez de una mujer en ese mundo debía de ser muy dura.

La miró atentamente y tomó una decisión, él sería el primero para ella y al menos haría que disfrutara de la experiencia. Estaba seguro que la muchacha había tenido algún novio antes, no era tan niña y sabría lo que le esperaba pero tenía miedo y era natural. Una cosa era retozar con alguien a quien le tenías aprecio y otra muy diferente cobrar por ello.

- Yo te acompañaré hasta que te encuentres más cómoda , ¿de acuerdo?.- Le acarició la mejilla pero ella seguía sin mirarlo. Parecía bastante tímida.- No dejaré que nadie te haga daño.-

Liseth sabía que decía la verdad. Después de todo la había salvado de Lord Ives y alguien que hiciera eso debía de tener un buen corazón a pesar de estar en ese tipo de fiestas.

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