Capítulo 7
Damon silbó con admiración y sonrió a Nick. Acercó la cajita de terciopelo rojo a la ventana abierta de su despacho para que la luz le permitiera ver en todo su esplendor el anillo que su amigo le pensaba regalar a Meredith Carrington por su compromiso.
Era impresionante por su delicadeza y elegancia. Oro blanco con un gran rubí rodeado de pequeños diamantes. Cerró con sumo cuidado el envoltorio de la joya y se la devolvió a Starling.
- Bueno, parece que te has desprendido de parte de tu fortuna. Me alegro por ella claro está. He visto esta mañana en la prensa el anuncio de tu compromiso -Sonrió con picardia y se dedicó a encender su puro.- Más de una señora se disgustará contigo por no haber elegido a su propia hija ¿no crees?.
Nick, sonrió y con la copa que tenía en la mano hizo el ademán de brindar. Se la llevó a los labios y paladeo el aterciopelado licor.
Desde que dejó a la bribonzuela en su casa esa mañana se había dedicado a buscar un anillo que le satisfaciera. No podía ser uno cualquiera, sino uno que le recordara a Meredith cada vez que lo mirara que estaban comprometidos, que se casarían y esperaba que la hicieran olvidarse de querer anular por todos los medios el enlace.
Cuando vió ese anillo, le recordó al fuego de su pelo y supo que era el adecuado. Se sintió un poco nervioso pensando si a ella le gustaría también, aunque no tenía la menor duda, pero dado al talante negativo que demostraba ante el compromiso no lo tenía tan claro. Suspiró con resignación.
- Bueno, creo que esas damas podran poner todo su empeño en tu persona, aunque claro, yo era muchísimo mejor partido por no decir que más apuesto.- Contestó Nick.
Los dos rieron con ganas
-Querido amigo, tu tan modesto como siempre. Déjame decirte que no tengo la menor intención de dejarme cazar al menos en los próximos diez años. Brindo por ello.- Y ambos levantaron sus copas en señal de conformidad.
Se conocían desde la infancia, ambos estudiaron juntos y siguieron frecuentándose durante las locas salidas de sus veinte años. Después de la desgracia de la hermana de Nick, se separaron unos años debido a que Laughton se fue de Inglaterra, pero eso no había impedido que ambos siguieran en contacto, incluso Damon había viajado en varias ocaciones a Sevilla, una ciudad al sur de España, para visitar a su amigo. Allí Nicholas Starling poseía una gran finca dedicada a la cría de caballos andaluces, ya que eran muy valorados, además de reses bravas y varios negocios de importación. No, no había perdido el tiempo, se dedicó en cuerpo y alma a trabajar para olvidar la rabia que sintió la perder a su única hermana. Tenía fortuna propia y además un título que lo hacía bastante atractivo para las mujeres, siempre que no se fijaran en él por su físico, aunque eso era bastante improbable.
- Sabes Nick, nunca pensé que llegaría el día en el que te tendría que felicitar por tu inminente boda.- Soltó una sonora carcajada.- ¿Que tal lo llevas, amigo?.
- Que quieres que te diga, no me siento como un hombre atado, cosa que me sorprende porque hace dos días si me lo llegas a decir hubiera cogido el primer barco que salía del país con rumbo desconocido, sin embargo aquí me tienes.- Calló y dejando el tono ligero con el que habían hablado hasta ahora se sincero con la única persona que siempre había estado a su lado.- Se podría decir que estoy ...feliz.- Lo dijo sorprendido como si al decirlo descubriera en ese momento que era cierto.
Damon carraspeó, porque sabía que su amigo no era dado a hablar de sentimientos y sospechaba que se sentía incómodo al decir aquello.
- Eso no está mal, teniendo en cuenta que conoces a la chica desde hace dos días.- Le sonrió.- Nick, la boda no tiene porque celebrarse con tan poco tiempo, pienso que quizás deberías esperar un par de meses para que os conociérais mejor y después cuando os sintierais más a gusto el uno con el otro uniros en matrimonio.
Laughton esbozó una media sonrisa y bebió otro trago. Dejo la copa sobre la mesita y se levantó del elegante sillón orejero. Se encaminó hacia el escritorio que estaba junto a su amigo y apoyó la cadera en él.
- La Señorita Carrington no quiere casarse conmigo.- Cruzó los brazos sobre su ancho pecho- Ha puesto tantas excusas como se le han ido ocurriendo, así que me veo en la necesidad de acelerarlo todo, aunque fui yo el que propuso la fecha luego pensé lo mismo que tu, que ambos necesitábamos tiempo para conocernos mejor,pero ante la insistencia de ella en poner impedimentos para que yo renuncie al enlace, temo que sea la Señorita Carrington la que busque un barco para alejarse de mi.
Damon lo miró por unos instantes esperando confirmar que su amigo bromeaba, pero a pesar del tono superficial que había empleado, intuyó que se sentía dolido por el rechazo.
-¿Me estás queriendo decir que entre todas las mujeres que suspiran por ti has ido a elegir a una que no quiere hacerlo?- Lo miró de hito en hito, no creyéndolo del todo.- Amigo, siempre me sorprendes. En todo momento buscas la manera para que lo que haces sea mas emocionante, pero esta vez creo que te has superado.- Sin poder dejar de sonreir, se estaba divirtiendo bastante, golpeó la espalda de su atribulado compañero.- ¡Ay, estas mujeres no dejan de sorprenderme!. Dime que es lo que te ha llevado a pensar que no quiere casarse contigo, porque me perdonarás mi curiosidad ¿verdad?.
Y el Conde se dedicó a explicarle todos los intentos de su prometida para dejar de serlo. Conforme le iba contando, el desgraciado de Damon, más se divertía, cosa que por otra parte le estaba poniendo de mal humor.
- Vamos, querido Nick, no es para tanto. Lo único que le pasa es que está un poco asustada. Hay que comprender que tu das un poco de miedo, con esa cara, tu me dirás.....Ejem, vale,vale. .- Levantó las manos en señal de paz al ver que la paciencia de Starling estaba a punto de agotarse.- A ver si te he entendido. Quieres casarte lo más rápido posible para que a ella no se le ocurra una locura y te deje plantado en el altar, ¿es eso?
Starling, afirmó con la cabeza, escuchándoselo decir a otra persona, sonaba como si no quisiera perderla y no era eso en absoluto, claro que no, lo único que sucedía era que él sabía lo que le convenía a esa testaruda. Y eso era casarse con él lo antes posible, por supuesto. Si ella no era capaz de verlo alguien tendría que enseñarle el camino correcto. O sea, él.
-¡Señorita Meredith! Ya ha llegado, la espera abajo. ¡Oh, es tan guapo! ¿No está emocionada? Yo me moriría de la emoción, si me permite decirlo, si un hombre tan apuesto como ese me estuviera esperando a mí.- Suspiro- Con esos brazos, esa cara, ese cuerpo...- otro suspiro- Pero que le voy a contar a usted que no sepa, porque ojos tiene para mirar, sí señor, no es que esté ciega, ni Dios lo quiera..-Sarah, se dío cuenta que parloteaba demasiado como siempre y cerró la boca, hizo una pequeña reverencia y salió de la habitación como un torbellino, tal y como lo hacía todo.
Meredith estaba muy nerviosa, su prometido, porque podía llamarlo así después de todo, le había mandado una nota en la que le indicaba la hora en la que pasaría a recogerla para dar un paseo por Green Park.
No sabía como le iba a mirar a la cara después de lo de la pasada noche. Volvía a sentirse ruborizada.
- ¡Maldita sea!.- La hacía sonrojarse más veces que lo que lo había hecho en toda su vida.
La culpa la tenía ella, claro estaba, si no se le hubiera metido en su dura cabeza visitarlo, sino se hubiera bebido un par de copitas, o algunas más si tenía que ser sincera consigo misma, sino se hubiera dejado llevar de nuevo por la delicia de sus manos, de su boca, ahora no se encontraría con la certeza de que el matrimonio era un hecho.
Y eso la llevaba a pensar en su tía.
Lady Remington se había personado en su habitación. No la había mandado llamar para hablar con ella después de lo ocurrido durante la noche, no. Había ido personalmente y la había despertado.
- Meredith, querida, despierta. Es hora de que te levantes.- Se sentó en el filo de la cama y esperó a que abriera los ojos.
Intentó hacerse la dormida, no quería enfrentarse a su tía porque sabia lo que le diría. Ella misma se había encargado de echarse un buen rapapolvo cuando se despertó unas horas antes. Pero no había tenido el valor de levantarse y enfrentarse al día, así que como una vil cobarde había permanecido en el refugio seguro de su cama, de su cuarto.
Sintió como se sentaba en la cama y al saber que no tenía ninguna intención de irse abrió los ojos y la miro.
- Lo siento, no sé que otra cosa puedo decir. Lo siento de veras.- Sentía que las lágrimas estaban a punto de salir, pero las contuvo. De pronto sintió que todo en su vida había cambiado y que no podría hacer nada para impedirlo.
-¿Merdith, tan desagradable te resulta el hecho de tener que casarte?- Le tomó con torpeza una de sus manos y se la apretó. Lady Remington no era muy dada a las muestras de cariño y ese gesto sorprendió a la muchacha.- Verás, sé que pensarás que no te profeso ningún afecto y que incluso he visto esta oportunidad y la he aprovechado para librarme de ti.- La miró un poco nerviosa.- Pero quiero que sepas que no es así, Cuando entré en la biblioteca y os vi allí pensé que gracias a Dios nadie me acompañaba y así tu reputación quedaría intacta, pero cuando le dije a Laughton que me visitara a la mañana siguiente, esperaba de verdad que se negara, después de todo nada había pasado..o eso creo.- Se tocó la falda de su vestido alisándola.- Me sorprendió cuando se presentó aquí y me pidió tu mano. Pensé que era un magnífico partido que no podía dejarlo escapar ya que tan amablemente se había ofrecido.- Le cogío la mano de nuevo, pero esta vez no se la soltó.- Tienes que entender que quiero lo mejor para ti, lo mismo que para Marion. Creo sinceramente que os llevareis bastante bien y que no podrías encontrar nada mejor. ¡Un Conde por amor de Dios! ya quisiera yo uno también para mi propia hija.- Increíblemente su tía le sonrió ante la pequeña broma.- Después de todo somos familia ¿verdad?. Bueno y ahora hablemos de lo que ocurrió anoche......
Meredith, sabía que era demasiado bonito como para que durase y se armó de valor para el sermón que Lady Remington le tenía en exclusiva.
Bajó con cuidado las escalera, lentamente, no tenía prisa por encontrarse con él, después de todo lo vería todos los días de su vida. Suspiró y cuadró los hombros para darse el valor suficiente de mirarlo a la cara sin correr a esconderse en la cocina o en algún otro lugar de la casa.
Escuchaba su profunda voz en el salóncito verde, estaba hablando con su tía, y un escalofrío la recorrío al recordar la noche anterior. Menos mal que su ángel de la guarda había acudido en su rescate y la cordura le hizo poner un alto. Bueno más bien el miedo a lo que ocurría entre un hombre y una mujer. Los besos estaban muy bien pero había escuchado a las muchachas del servicio hablar entre ellas de dolor, sangre y lágrimas. Y eso la asustaba, Después estaba la parte que no entendía del todo, si tan desagradable era para la mujer, porque por lo visto el hombre si que disfrutaban, ¿porque algunas de esas mujeres tenían amantes por voluntad propia? Había llegado a la conclusión lógica, o eso pensaba ella, que era porque aunque era imposible acostumbrarte a lo que fuera que se hiciera en el lecho conyugal, muchas de ellas lo deseaban para saberse queridas.
Dejó de lado esos pensamientos y con una sonrisa, que esperaba que fuera deslumbrante saludó.
-Buenos días... tía.....milord.- realizó una lígera reverencia y el estómago se le hizo un nudo. Perfecto, pensó, eso es lo que necesito en estos momentos.
Nicholas se encontraba en ese momento de espaldas a la puerta. Cuando la escuchó hablar se volvió en el acto. Se acercó y tomándole la mano le rozó apenas con los labios los nudillos.
-Señorita...Se ve muy descansada esta mañana.- La miró a los ojos con burla.
Descarado, sabía que no era así ni mucho menos. Se apreciaban unas ligeras ojeras debido a las pocas horas de sueño y a los nervios que no la habían abandonado dese que lo conociera.
-Sí, gracias. He dormido divinamente.- dijo con todo el aplomo del que fue capaz.
- Bien, bien,....Querida, Sarah , te compañara. Ahora tengo que dejaros, me reclama la señora Ponfrey.- Miró con complicidad a Nick y saló por la puerta.
Meredith lo miró de reojo, esperando que el hablara y así sabría si estaba enfadado con ella o no, aunque el recibimiento que le había dispensado no amenazaba tormenta.
- Antes de salir a dar nuestro paseo, me gustaría darle algo.- Se metió la mano en la chaqueta y sacó una cajita de terciopelo. La abrió y la giró hacia ella para que viera el contenido.
Meredith, no podía apartar los ojos del anillo. Era lo más bonito que había visto en su vida....y era para ella. Levantó la vista para que se lo confirmara y vió su gesto solemne.
-¿Me permite?.- Nick cogió el anillo y sujetando su mano, se lo deslizó por el dedo hasta ajustarlo. Se retiró sintiendo que era un paso más para que le perteneciera, ahora todos sabrían que esa mujer tenía dueño.
Se quedó con la mano levantada, admirando como la luz hacía que destellara y se sorprendió en lo bien que ese anillo quedaba en su mano.
Le dirigió la primera sonrisa verdadera desde que se conocieron y él quedó deslumbrado.
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