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Capítulo 5

Ingresó en la estancia y se concentró en mantenerse serena. Sí, eso es Meredith, camina como si nada ni nadie pudiera interferir en tu vida, como si un hombre al que no conoces más de un día estuviera hablando con tu tía sobre tu futuro y no tuvieras nada que decir.

Levantó la vista y la fijó en la mesita del té. Se veía incapaz de mirar a los ojos a ninguno de los presentes. Realizó una pequeña reverencia y no sabiendo como dilatar más el asunto se dirigío a su tía.

- Sarah, me ha comentado que me esperabas.- Ignoró al Conde, sabía que por ello más tarde sería reprendida, pero no se encontraba con la suficiente fuerza para encararlo.

Lady Remington le sonrió y levantó su mano para que su sobrina se acercara. Se la veía feliz, y eso hizo que el ánimo de Meredith cayera hasta el suelo. Eso no podía ser bueno para ella.

-Querida Meredith, has llegado justo a tiempo.- Y le dirigío una mirada cómplice al Conde.- Acércate querida, justo en este momento estábamos cerrando los últimos detalles ....

Nick se había puesto en pie en cuanto Meredith abrió la puerta y la saludó con una leve inclinación de cabeza ya que ella no se había dignado a mirarlo siquiera. Le molestó. No pensaba que fuera el centro de su vida pero, ante las circunstancias, debía al menos de reconocer que se encontraba allí. Le clavó la mirada esperando....

Meredith se obligó a caminar hacia su tía. Notaba los ojos de él taladrándola. Sabía que estaba siendo en gran medida descortés, pero si lo miraba sabía que se moriría de la vergüenza y no habría poder sobrehumano que le hiciera cambiar de opinión.

- ¿Detalles?. Bueno tía, ya que el Conde se encuentra presente me gustaría.... eh, sí, claro....me gustaría que.....-Se irguió cuanto pudo, cuadró los hombros, respiró y sin apartar la mirada comenzó de nuevo.- Tía, siento mucho la escena que presenciaste ayer en la biblioteca, lo siento de verdad, y te prometo, no, mejor te juro que no volverá a ocurrir. Sé que no fue lo correcto pero al fin y al cabo no hay nada que reparar y ya que nadie más nos vió, creo sinceramente que, con las disculpas del Conde se puede dar por cerrado el asunto.- le dirigió una mirada suplicante y esperó que su tía aceptara sus más que sincero arrepentimiento.

Se giró hacia Nick, con una gran sonrisa en su cara, la cual no engañaba a nadie, esperando que éste le apoyara, que dijera exactamente lo mismo, y así podría irse a su casa, al club, o donde sea que lo estuvieran esperando, porque en lo referente a ella, no pensaba volver a verlo en los próximos cincuenta o cien años, eso estaría bien, sí, muy bien.

- Buenos días Señorita Carrington, sí, me encuentro muy bien gracias.- y diciendo esto le cogío su mano y la besó levemente.- Bonita mañana, ¿no es cierto?. Su encantadora tía ha tenido a bien recibirme...claro que si llego a pensar que mi presencia no hacía falta, quizás y sólo quizás hubiera pensado en no acudir a la cita. Pero como he podido concluir, tras hablar con Lady Remington, creo que ella no opina lo mismo, así pues aquí me tiene....todo suyo.- Y diciendo esto con un movimiento de su mano le indico que tomara asiento.

Meredith, se sonrojó hasta en aquellas partes que no se encontraban visibles. Le había hecho ver su falta de educación al no saludarlo como era debido y al mismo tiempo le decía que no estaba de acuerdo con ella en eso del "beso", porque ya lo llamaba así , no sabía porqué pero lo que hacía poco más de una hora era un asunto sencillo de resolver ahora se le antojaba que no iba a resultar tan fácil. Ella no quería casarse, bueno sí quería, pero no con él. No con alguien a quien no conocía, por obligación, alguien que tenía fama de calavera, mujeriego...aunque claro, bastante guapo, con una sonrisa que podría derretir a las piedras, seguro de si mismo....Movió la cabeza queriendo desterrar ésos pensamientos lejos, pero que muy lejos. Se concentró en escuchar la voz de su tía, en oir lo que decía, aunque era lo último que quería en ese momento. El fuerte dolor de cabeza estaba comenzando a taladrarle la sien.

- ..., así que mi querida Meredith, el Conde cree oportuno que la ceremonia se realice de aquí a dos semanas. Gracias a que no habrá que esperar a las amonestaciones, porque pedirá a una licencia especial.....-

Meredith, agrandó los ojos, desencajó la mandíbula. No, no podía ser. Eso no le ocurría a ella. No a Meredith Carrington. Se sentía tensa, no hubiera podido mover su cuerpo ni aunque se declarara un fuego en la casa. Estaba clavada al asiento. Miró en dirección al Conde y vió que el clavaba sus ojos en ella. Su cara era una máscara de granito. ¿Estaba enfadado? !Claro que estaba enfadado!. El, al igual que ella, no quería ese matrimonio. ¿Porqué diablos iba a quererlo?. Nunca la habría escogido a ella, y ahora tendría que cargar con una esposa que no daba la talla socialmente, no destacaba en nada. Pensó en Marion, ella sería un condesa excelente, siempre sabía que decir y como comportarse, hacía que todo el mundo se sintiera a gusto, especial, ella era perfecta para ese papel.....

-¿Le ocurre algo Señorita Carrington? No tiene muy buen aspecto....

Meredith enfocó la mirada en el Conde, abrió la boca pero no le salían las palabras.La cerró y volvió a intentarlo.

-No, no me ocurre nada milord, sólo que no quisiera que esto llegara tan lejos.- No lo veía a través de las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Se negaban a salir, pero allí estaban, delatoras de que su vida se había vuelto un caos.

Nick, no podía, creerlo, simplemente no podía, en que momento había dejado de ser un soltero codiciado y se había convertido en alguien no apto para un buen enlace. No es que le importara en lo más mínimo, pero maldita la gracia que le hacía ver a una mujer, su futura mujer por cierto, llorar porque se tendría que casar con él. Le dolía la mandíbula de apretarla para que la furia que había sentido al ver como esa condenada muchacha trataba por todos los medios de deshacerse del compromiso, no estallará. Porque había tenido ganas de agarrarla por su precioso cuello y apretar hasta que por lo menos le hubiera dicho que sí, que se casaría sin poner más objeciones. Al fin y al cabo el era Conde, un par del reino, tenía posición, fortuna...no era un mequetrefe...cualquier mujer se sentiría honrada de convertirse en su esposa, claro, pero doña "no quiero casarme" no solo no se sentía feliz, sino que lo miraba como si fuera en engendro del infierno mismo. Aunque en ese momento estaba que lo llevaban los demonios.

Notó que el carruaje se detenía y antes de que lo hiciera del todo, ya había abierto la puerta y se dirigía con paso enérgico al Club. Necesitaba una buena dosis de Cognac, era lo único que necesitaba. Empezaba a pensar que su vida no sería tan tranquila como el esperaba.

Meredith se paseaba por el saloncito de Laughton House, era casi medianoche y el Conde aún no había vuelto. Esperaba que nadie se diera cuenta que no estaba en su habitación, porque si era así, se vería en una situación muy comprometida. No podía decir simplemente que había ido a visitar a su prometido a su casa y sin compañía, agregándole además la hora de la visita. Aunque claro, que si la descubrían allí, si llegaba a oídos de su tía, no sólo tendría que casarse en dos semanas, sino que lo haría al día siguiente si eso fuera posible.

El mayordomo que le abrió la puerta no quería dejarle pasar, pero al insistir tanto, y decirle que era su prometida, el pobre hombre no había sabido que hacer y accedió. Dos horas y media llevaba allí, tanto había deambulado por la habitación que le sorprendía que la alfombra no mostrara signos de desgaste por donde ella pasaba. Le habían servido un jerez, que seguía intacto. Tan nerviosa estaba que le dolían las manos de apretarlas entre sí.

Volvió a mirar el reloj. Dios, que llegara pronto, tenía que convencerlo que ese matrimonio era una locura, un completo disparate. Cogió la copa y la bebió de un trago. Comenzó a toser, pero esto tenía que calmarla en cierta medida. Levantó la botella y se sirvió otra. Intuia que la espera sería muy larga.

-Buenas noches, milord.-

Nick correspondió a su mayordomo con un simple movimiento de cabeza. Le entregó los guantes, y el abrigo. Se pasó la mano por el cabello y se dirigió a las escaleras.

-Milord....eh, le están esperando en la salita.....-

Eso detuvo su marcha, se giró y levantó una ceja en señal de interrogación. Vió como Sanders le rehuía la mirada, algo impropio en él y sintió curiosidad. ¿Quien podía estar esperándolo a esas horas?. Bajó los pocos peldaños que había conseguido subir y se dirigió a las puertas que lo separaban de su visita.

La escena que presenció lo dejo sin palabras

Meredith, se encontraba acurrucada durmiendo plácidamente en el sofá, cosa que le extrañó de por sí, pero lo que lo hizo voltear los ojos fue la botella casi vacía de jerez que se encontraba en la mesita, claro que no podía ser...pero cuando lo pensó mejor sintió que la ira lo inundaba. Trató de controlarse, antes de despertarla. ¿En que pensaba cuando decidió realizar esta visita? Si la encontraban en su casa a esas horas de la madrugada....y entonces se relajo. Bueno, lo más que podían exigirle era que la desposara y eso ya lo iba a hacer en poco tiempo, pero de todas manera no quería que la futura Condesa de Laughton estuviera en boca de todo el mundo.

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