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Capítulo 20

Nicholas Starling, Conde de Laughton, se encontraba en la biblioteca maldiciendo a las primas, tías y toda suerte de parientes que se presentaban sin avisar e impedían que pudiera disfrutar de su mujer.

Míraba fijamente el reloj con el ceño fruncido.

Dos horas, dos condenadas horas llevaba Meredith con Marion hablando, seguramente, de cualquier tontería sobre encajes y cintas mientras él esperaba con paciencia.

La noche anterior después de lo que consideraría un gran avance, decidió rodear la mansión y pedir el coche para volver a casa. Meredith no se sostenía casi en pie, estaba seguro de que si le retiraba su apoyo caería al suelo. Además su aspecto delataba el interludio de pasión que habían protagonizado. El peinado, si podía llamárselo así, había dejado de existir y el cabello caía por la falta de horquillas que seguramente habrían quedado en el suelo del templete.

Sonreia al recordarlo.

Los labios estaban hinchados debido a sus torridos besos....En definitiva, parecía una mujer que acababa de tener una sesión de buen sexo, aunque de él no se pudiera decir lo mismo.

La frustación lo tenía de mal humor.

Tras acomodarla en el coche mando a que le trajeran su abrigo y la capa de Meredith. No habían pasado ni dos minutos cuando ella se quedó dormida. La acomodó entre sus brazos para que descansara mejor y disfrutó de tenerla cerca. No se despertó cuando llegaron a la casa y él no quiso hacerlo, así que la cojió en brazos y la subió a la habitación.

Sanders no se sorprendió de que su largo cabello se encontrara suelto y no con el elegante recogido que tenía unas horas antes. Parecía que se estaba acostumbrando a que la señora volviera un poco desarreglada de sus salidas.

Tras decirle a Mandy que no la necesitaba esa noche, la desvistió con cuidado y la dejó con la camisola antes de meterla entre las sabanas, no se atrevía a quitársela para ponerle el camisón por si acaso su cuerpo dejaba de obedecer a su mente y se abalanzaba sobre ella como un animal hambriento.

Ella sólo abrió una vez los ojos e inmediatamente volvió a quedarse dormida no sin antes dedicarle una sonrisa que hizo que su corazón palpitara más rápido.

Nick tardó bastante en dormir. Se quedó observándola y después la acercó hacia él para que descansara en su pecho. Suspiro satisfecho porque ya se estaba imaginando despertarla por la mañana con largos y profundos besos que la hicieran derretirse y entonces el podría satisfacer el deseo acumulado de cinco largos días desde su vuelta. La mantendría toda la mañana en la cama hasta bien pasado el mediodía o quizá se levantaran solamente para abrir la puerta y pedir algo de comer.

No había contado con que Marion se presentara casi después de amanecer y solicitara ver a su prima. Meredith se había levantado sin darle tiempo a darle un beso siquiera y se habían encerrado en el saloncito verde. Incluso el desayuno lo habían tomado alli. El sólo había pedido café.

Volvió a mirar el reloj. Si no salían en los próximos cinco minutos entraría allí cogería a su mujer, se la hecharía al hombro y subiría las escaleras para encerrarse con llave en su habitación y ¡al diablo con las buenas maneras!.

Miró a su entrepierna y agradeció que en ese momento no estuviera excitado.

- Ya te tocara, tranquilo, ya te tocará.- Le dijo mientras le daba palmaditas con la mano.

Cuando se dío cuenta que le estaba hablando a su pene pensó que la locura lo había alcanzado al fin. Reclinó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.

Llamaron a la puerta y dió permiso de entrar.

- ¿Estás listo?.- Le llegó la voz de Damon.

Nick abrió los ojos y lo miró sin comprender.

-¿Listo? ¿Para qué?.-Arlington se dirigió sin prisa al escritorio y levantó la tapa de la caja de los puros.

- Bueno, si la memoria no me falla, tendríamos que salir para Dreams hoy. Habíamos quedado en que lo haríamos juntos. Gabe, irá más tarde, le ha surgido un problema y tiene que solucionarlo.- Encendió el puro y lanzó satisfecho una bocanada de humo.

Nick lo miro lamentando su olvido. ¿Le saldría algo bien ese condenado día?. Ahora no tendría tiempo para estar con Meredith hasta bien avanzada la tarde.

- ¿Has desayunado?.- No sabía porqué le preguntaba, Damon jamás decía no a la comida.

- Sí , pero no me importaría hacerlo de nuevo.- Apago el puro y salío del despacho directo al saloncito donde lo servían.

Nick lo siguió resignado. Ordenaría que prepararan un desayuno tardío. El también tenía hambre.

Meredith miraba a Marion sin comprender bien que quería de ella. Se había presentado muy temprano pidiendo verla. Al principio se quedó callada después de los saludos y alguna que otra frase de cortesia, y Meredith espero no queriendo presionarla, ya le contaría lo que fuera cuando estuviera preparada. Pero no había sido así.

Después de un tiempo considerable dando vueltas y hablando de trivialidades Meredith le habló de forma directa.

- ¿Qué es lo que te preocupa,Marion? Tu actitud de los últimos días ha sido de lo más extraña, no creas que no lo he notado, pero no quería entrometerme si tu no considerabas que podias contarme lo que te tiene en este estado. Sabes que puedes decirme lo que sea y te apoyaré.- Se acercó un poco más a ella para poder tomarla de la mano. La notaba muy inquieta pero la miró y supo que ahora si que le contaría lo que la tenía tan nerviosa.

- Estamos en la ruina Meredith.- Dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Meredith la miró incrédula.

-¿En la ruina? ¿Quienes?.- Preguntó, pero sabía la respuesta.

- Mamá y yo, por supuesto, sino me caso esta temporada lo perderemos todo.- Se limpió con una mano las lágrimas que caían por sus mejillas.- Y lo peor es que mi dote se esfumó hace mucho.

- ¿Pero cómo? No lo entiendo bien, Marion.

- Papá realizó una serie de inversiones que no fueron nada bien. Tras su muerte no sabíamos el alcance de ello hasta hace dos años. Mamá decidió no decir nada y continuar como si tal cosa esperando que a través de mi matrimonio alguien pudiera hacerse cargo de las deudas, pero resulta que al evaporarse mi dote no soy tan buen partido como antes me consideraban. Claro, siempre me quedan aquellos caballeros que no podrían, aunque quisieran, pagar a todos los acreedores pero no es la solución.- Intentó calmarse un poco.- Yo me entere de lo mal que andaban las cosas el día que celebramos el baile en casa, esperaba de corazón que tu marido se fijara en mi.- Dijo un poco avergonzada- Nunca te traté demasiado bien desde que llegaste a casa hace nueve años fui desconsiderada y altanera, lo siento mucho, pensaba que mis padres dividirían su cariño entre las dos y no comprendí que la cuestión no era esa sino que podían tener el suficiente para ambas. Mamá se dió, por supuesto, cuenta de mis celos y para no incrementarlos procuraba no prestarte demasiada atención en mi presencia. Después de los años, todos me adulaban, mi pelo, el óvalo de mi rostro, el color de mis ojos ....y me pudo la vanidad. Yo era mejor que la mayoría, pensaba, y me merecía por lo tanto lo mejor. Después de enterarme de la precaria situación en la que nos encontrábamos vi claramente que no era mejor que nadie, porque ahora a pesar de todas las cualidades físicas no tenía siquiera una por la que sentirme valorada. Con dote no importaba que fuera altiva, orgullosa, insoportablemente insoportable en definitiva.-Le costaba sincerarse de esa manera.- Pero sin dote y en la ruina el envoltorio no era lo bastante atractivo.- Calló un momento para serenarse.- Por eso Meredith, te ofrecí mi sincera amistad, porque te envidiaba. Tu siempre fuiste auténtica, no te importaba demasiado lo que pensaran de ti y mira-Señaló con un movimiento de mano la salita- has conseguido todo lo que yo soñé sin tener que ser como yo.

Meredith estaba sorprendida ¿Marion la envidiaba a ella? No lo hubiera creido nunca si ella misma no se lo hubiera confesado.

- Marion, lo que cuenta ahora mismo es como eres, y me encanta la persona que escondías. Eres la persona más sincera consigo misma que he conocido. No todo el mundo está dispuesto a reconocer que se equivoca con su actitud ante la vida y ante los demás y tu lo has hecho. No te preocupes por como te comportaste conmigo, yo no lo hago. Ahora quiero saber como habéis hecho para aparentar cierto desahogo económico si tan mal estaba la situación.

-Mamá ha estado pagando los pagarés vencidos vendiendo pepueñas propiedades, obras de arte y joyas, pero el grueso de la deuda nos exigirá vender Remington House y lo que nos queda.

Meredith estaba atónita, es cierto que ultimamente su tía no renovaba vestuario cada temporada sino que arreglaban los vestidos poniéndoles cintas, encajes nuevos y cambiándoles las mangas pero nunca había imaginado algo así.

- ¿Y saldareis por completo la deuda? Porque puedo hablar con Nick.- Se sonrojó al llamarlo por su nombre por segunda vez. La primera había sido la noche anterior y todavía le avergonzaba pensar en ello.- No creo que se oponga a que os alojeis con nosotros si yo se lo pido. Os aprecia, lo sé.

- No lo sé, pero el sólo pensar que podamos ir a la cárcel de deudores me da escalofríos.- Se estremeció confirmando sus palabras.- No tanto por mi, sino por mamá, no quiero que sus ultimos años los pase encerrada en ese horrible lugar.

Meredith le preguntó por el montante de la deuda y soltó una exclamación al oirlo.

- Pero, eso es una fortuna.Podría decirle a...

- No, Meredith, ni se te ocurra decirle nada a tu marido. Yo... tengo una propuesta -Dijo indecisa.

- Pero eso es maravilloso, si hay alguien que sabe de tus apuros y quiere hacerse cargo de ellos.- Se dió cuenta que su emoción no era compartida.- Tan horrible es como para que estés aún tan preocupada.

- No es el príncipe de mis sueños pero no puedo ser exigente.- Se acomodó en el asiento.- Y tienes razón si este caballero quiere hacerse cargo de mi y de mis deudas....Además me ha prometido que mamá seguirá viviendo en Remignton House.- Dijo más animada.

- Marion, no lo entiendo.- la miró pensativa.- Si ya tenias solucionado el problema al casarte con este señor, ¿porqué has venido aquí como si no hubiera otra solución?.

Su prima la miró con sorpresa y luego agitando la mano quitó importancia al asunto.

- Oh, Meredith, sabes lo dramática que soy. El caso es que no quería casarme aún y me he visto entre la espada y la pared. Pero por supuesto, al hablar contigo me he dado cuenta de que es lo que debo hacer y es aceptar la propuesta y así ofrecerle comodidad a mi madre.- Se levantó nerviosa.- Y ahora...¿Cuando marchamos a Dreams? Estoy deseando volver a ver a Lady Abbigail.

Meredith la vió salir de la habitación. No veía nada claro aquel asunto. Marion había estado realmente angustiada pensando que darían con sus huesos en la cárcel o en menor caso, siendo recogida por algún familiar y de pronto resulta que hay un hombre lo suficientemente rico como para desear casarse con ella y hacerse cargo de todo. Era muy extraño.

Tampoco le había dicho quien era su futuro marido.

Se levantó y la siguió preocupada todavía.

Subían las escaleras para dirigirse a su habitación para terminar de decidir los vestidos que llevaría a Dreams cuando escucharon voces en el saloncito del desayuno. Marion la miró y sonriendo volvió a bajar. Meredith puso los ojos en blanco, sabía que iría a buscar un bollo glaseado porque no había probado bocado a pesar de que le llevaron algo para comer mientras hablaban.

Bajo detrás de ella pero al escuchar la voz de Nick se paró en seco. No podría mirarle a la cara y mucho menos a las manos después de saber lo que sus dedos había hecho la noche anterior. Al pensarlo sintió su vientre tensarse pidiendole que fuera buena y se dejara tocar otra vez. Se avergonzó de sus pensamientos y el calor que la inundaba no ayudaba para nada a parecer serena.

Respiró hondo y cruzo la puerta.

- Buenos días, señores.

No miro a la cara de su marido pero sonrió tremula a Arlington que en ese momento se levantaba ante la entrada de las damas.

- Buenos días, bellas damas. Da gusto levantarse temprano, comer en casa ajena, tener unos bonitos rostros a los que mirar mientras lo hago y no el ceño fruncido de Laughton.- Concluyó mientras se rellenaba su taza.

- No tendría el ceño fruncido, si cierta persona no se dedicara a escatimar mi comida día tras día Arlington.- Contestó Nick, aunque su tono era divertido.

- Bueno, algún precio he de cobrarte por aguantar tu mal genio, y creo sinceramente que te salgo barato.

Se rieron por su comentario.

Nick miro a Meredith a través de la mesa. Estaba radiante esa mañana y quería pensar que era debido a él. El vestido que llevaba era de un tono verde que hacía que su piel se viera perlada, suave... tanto que sintió el impulso de tocarla.

Se levantó y con paso resuelto se acercó a ella.

Meredith lo veía aproximarse y comenzó a respirar con cierta dificultad. Llegó hasta ella, se situó a su espalda y le colocó las manos sobre los hombros, con los pulgares le acariciaba la base del cuello. Dió un respingo al notar sus dedos y la respuesta de su cuerpo no tardó en llegar. Los pezones se endurecieron y rezó porque la tela del vestido no dejara que nadie más que ella lo notara.

Marion y Arlington charlaban entre ellos y parecían no prestar atención. De pronto notó el aliento caliente de Nick en su cuello, sus labios besándola y su lengua dándole un lametón antes de retirarse. Se aferró a la mesa para no volverse y besarlo allí mismo.

- Meredith, si supieras las ganas que tengo de darte la lección número dos, saldrías corriendo de esta habitación para esconderte.- Le sujeto entre los dedos la barbilla y giró su cara hasta que estuvieron de frente.- o quizá no.- Y diciendo esto le besó los labios ligeramente y se sentó otra vez.

Maldito fuera, la había dejado con ganas de más y él lo sabía por la manera burlona que tenía de mirarla. Bien, a eso podía jugar también ella. Que no pensara en ningún momento que ella no podía coquetear de esa manera.

Llegaron a Dreams bien avanzada la mañana. Era un hervidero de carruajes, lacayos, equipajes y doncellas. Parecía que todo el mundo había acudido el fin de semana. Abby tenía que estar muy contenta por el éxito de su poder de convocatoria.

Miró con asombro la mansión. Era enorme, parecía más bien un palacio con sus torres. Una amplísima escalinata daba la bienvenida a los invitados y los cuidados jardines hacía que sintiera deseos de perderse en ellos.

El viaje no había durado apenas una hora y con la alegre charla siempre de Arlington y Marion que parecía haber recuperado parte de su desparpajo fue bastante agradable. Sin embargo su marido se había mantenido en el más completo silencio. Sólo interviniendo cuando se le preguntaba directamente. Ella había intentado no estar tan pegada a él pero cada vez que ganaba un centímetro él avanzaba dos, así que al final se había resignado a que sus muslos entuvieran en estrecho contacto.

En un determinado momento se quedó extasiada mirando fijamente la mano morena que él descansaba sobre una de sus rodillas. Era fuerte, grande y de elegantes dedos. Dedos que hacían que ella se retorciera, recordó de nuevo.

Su indice golpeaba continuamente la tela del pantalón y ella lo seguía hipnotizada hasta el punto que pensó que no aguantaría más su movimiento ya que le hacía pensar en otro muy parecido en cierta parte de su cuerpo. Le sujetó la mano con timidez impidiendo que su su dedo siguiera moviéndose ritmicamente pero cuando intentó retirarla él se lo impidió entrelazando sus manos. Meredith sentía el corazón golpeándole alocadamente en la garganta y no se atrevió a mirarlo pero notaba su intensa mirada sobre ella.

En el hall los recibió Abby con una gran sonrisa.

- Por fin habeis llegado. Esperaba que lo hicierais antes y así Meredith me ayudara a recibir a los invitados después de acomodarse por supuesto.- Dijo mientras besaba a uno a uno a su pequeño grupo.

Nick estuvo a punto de protestar. Quería pasar un rato a solas con Meredith pero comprendió que sería inútil insinuarlo siquiera, ya que su esposa corría escaleras arriba con Marión para acomodarse y echar una mano a su madre. ¡Diablos!, él también necesitaba que le echaran una mano y cuanto antes supiera su esposa lo doloroso que estaba siendo esa espera para él, mejor.

Con pesar se encaminó al despacho junto con Damon tras despedirse de su madre y prometerle que se verían más tarde. Una buena copa haría maravillas en su humor que a cada hora se estaba volviendo más insoportable.

El día había pasado volando con la continua llegada de los invitados. La comida se sirvió en un salón decorado en blanco y oro. Debido a que no todos habían llegado, Abby sabiamente, la había dispuesto en grandes bandejas a lo largo de gran mesa situada junto a una pared. Las carnes, pescados, verduras, postres y todo tipo de alimentos se mezclaban en una alegre combinación de colores, así cada uno podía comer cuando quisiera y a medida en la que fueran llegando.

Pasaron la tarde entretenidos en juegos preparados expresamente para la ocasión y Meredith no paraba de lanzarle miradas coquetas a Nick. Se acercaba le rozaba el brazo con el pecho y sonreía cuando notaba que su mirada se enturbiaba.

¡Ah, era tan bonito saber que al menos no era tan inmune a ella!.

Marion estaba descansando en su habitación. Meredith sabía que estaba fingiendo una alegría que no sentía pero tenía que sobreponerse y ella estaba para apoyarla. Si decidía no casarse con ese hombre no iba a permitir que nada malo les ocurriera a ella ni a su tía.

Sonrió a Cribbs que en ese momento se lamentaba de que Marion no se encontrara allí. Era una lástima que no tuviera la suficiente fortuna como para sacar del apuro a su prima. Sería un buen marido, un poco infantil, pero la adoraba y eso era lo que contaba.

Se alejó un poco de la gente para descansar en uno de los bancos que se encontraban cerca. La temperatura era muy agradable y levantó el rostro para sentir los rayos del sol. Si la viera en esos momentos algunas de las matronas seguro le regañarían por permitir que le estropearan el cutis pero a ella le encantaba sentirlos rozándole la piel y calentándosela.

- Es usted una vision, milady.

Abrió lo ojos en el acto y se encogió al ver justo enfrente a "El innombrable". Era apuesto tenía que reconocerlo pero no le beneficiaba en absoluto ese nombre, no señor.

- Muchas gracias milord, es usted muy amable.- Contestó con cortesía.

- ¿Me permite?- Señaló al banco.

- Sí, como no.- Se desplazó un poco y retiró parte de su falda del asiento.

- Es una reunión muy agradable, si me permite decirlo. Me alegro de que Lady Abbigail me invitara así puedo estar aquí con usted.- Dijo algo nervioso.

- Conmigo y con todos los demás, espero.- Sus dedos jugaban con el abanico.

- Sí, sí, claro... con todos.- Se corrigió.

El silencio se prolongó hasta que habló de nuevo.

- Puedo pedirle que me llame por mi nombre, Lady Laughton.- Dijo ansioso.

Meredith se atragantó, no podría aunque quisiera pero forzó una sonrisa.

- Es usted muy amable, pero ¿cree que sería correcto? Estoy casada y no quiero dar una falsa impresión...

- ¡Oh no,no! Jamás podría ponerla en un aprieto y en boca de todos como su marido... - Cerró la boca.- Lo siento, no debí.

Meredith sabía que, al contrario de otros, no lo había dicho con maldad y se apiadó de él.

- No se preocupe, se lo que se dice y por eso prefiero no tutearlo¿Me comprende?.- Le dió un suave apreton en el brazo y volvió a colocar la mano en su regazo.

- Lo entiendo, por eso me encantaría que me tuteara solo cuando estemos a solas, así nadie la oiría, pero yo sí. Me gustaría mucho que me llamara Townsy, si no le importa.

Meredith sintió un gran alivio porque fuera ese diminutivo de Townsed y no ese otro horrible nombre.

-No creo que fuera apropiado hacerlo sólo en esas ocasiones, porque no quiero ni pensar que alguien me escuchara y pensara que existe entre nosotros una intimidad más allá de la simple amistad.- Estaba totalmente avergonzada de mantener esa conversación pero no quería que se llevara una impresión distinta. Había intentado frenar sus avances en otras ocaciones, que por otra parte eran totalmente inocentes, pero sospechaba que no se daba por aludido.

- Claro, lo entiendo.- Murmuró.- Pero prométame que si alguna vez decide que su marido no está a la altura, hablará conmigo. Yo la quiero ¿sabe? y no puedo entender como Laughton puede portarse así con una mujer tan maravillosa como usted.- Dijo con fervor.-

Meredith lo miro fijamente. Era el primer hombre que se le declaraba estando casada, bueno el primero que lo hacía en toda su vida. Se sintió halagada pero tenía que ponerle fin.

- Soy una mujer casada, milord, y muy felizmente enamorada de su esposo. Agradezco mucho su preocupación por mi pero no es necesario se lo aseguro, si me disculpa.- Se lavantó y comenzó a alejarse de allí no sin antes escuchar su respuesta.

- Usted está enamorada, milady, pero ¿y él?.

Nick no sabía como había soportado durante toda la cena sentado tranquilamente, o eso quería pensar que veían cuando lo miraban. Apenas había hablado, tanto así, que su madre lo había sacado de su abstracción más de una vez para que participara en la conversación.

Lo había intentado pero sus ojos se volvían una y otra vez hacia Meredith que sonreía de lo más feliz a todos. Sabía que estaba siendo demasiado obvio, pero le importaba un cuerno si se adivinaba o no cuanto deseaba a su esposa. Cerró los ojos intentando calmarse por trigésima vez.

Bebió de la copa y notó el sabor del vino en su lengua al paladearlo. En ese momento Meredith lo miró y juraría que sus ojos le prometían el mayor de los placeres. Claro que puede que no fuera así porque ella no sabría como llevarlos a cabo pero de lo que no había la menor duda es de que en su mirada lo provocaba, lo incitaba y había llegado al límite de su paciencia después de que ella no parara de lanzarle miradas juguetonas durante todo el maldito día.

Terminada la cena los caballeros se retiraron y dejaron a las damas solas para volverse a unir un tiempo después. Su madre había preparado una velada musical con una soprano bastante famosa que se encontraba en Londres en esos momentos.

Meredith charlaba con Arlington cuando Marion se les unió.

- Marion, le decía a este caballero, que ya que está aquí no pierda el tiempo y busque a una esposa adecuada.- Rió sabiendo que eso le molestaba bastante al caballero en cuestión.

- No creo estar preparado para semejante suplicio, es mucho mejor tenerlas a distancia. La verdad, es que es mejor no verlas siquiera.- Refunfuñó.

- Vamos Arlington, no he escuchado que opina lo mismo de cierta dama alojada en cierta casita.- Insinuó Marion.

Damon la miró con una sonrisa traviesa.

- Ese no es un tema de conversación para señoritas y no me sacareis ni una palabra más.

Las dos rieron por el descaro que mostraba. Cierto era que una cosa era mantener a una amante y otra a una esposa pero era tan divertido pincharle con ello que no perdían oportunidad de hacerlo.

Meredith se sorprendía del grado de confianza que habían adquirido los tres para hablar de cualquier tema que en otras circunstancias no podría nunca desarrollarse en una conversación civilizada. Se hablaría del tiempo, del príncipe, de la cena, de la música, de cualquier cosa menos de amantes y su fascinante mundo.

De pronto notó su presencia detrás de ella. Su olor, una mezcla de madera, cítricos y su piel. Se situó a su lado y le pasó un brazo por la cintura atrayéndola a su costado.

Meredith colocó una mano sobre la que reposaba en su cadera para darle la bienvenida. La acarició y le gustó el calor que desprendía. El le correspondió besándola en la sien y ella rió de felicidad.

Marion la miró divertida y Damon no pudo dejar de soltar un comentario.

- Por Dios, Nick, ¿Podrías, por un minuto, dejar de tocar, mirar, abrazar o comerte con la vista a tu esposa? No sabes lo incómodo que nos haces sentir a los demás. Sobre todo cuando no tenemos a alguien que nos corresponda.

- ¡Ah, pero Arlington!.- Marion intervino rápidamente.- Pero usted si que tiene a alguien pero no aquí sino en esa casita...

- No, se hable más, señorita entrometida.- La cortó antes de que dijera algo más y Nick le cortara una parte de su anatomía con la que estaba muy a gusto por hablar de esos temas frente a las damas.- ¿Me acompaña, milady, a buscar un refrigerio?.- le dijo galante.

- ¿Ahora resulta que prefiere la compañía de las jovenes casaderas?.- Respondió burlona.

- No, pero si estoy con usted no se tiraran a mi cuello otras de las que si que quiero salir corriendo como el cobarde que soy.- Replicó con seriedad.

- Siendo de ese modo, puede considerarse que soy su salvadora por esta noche. Nunca lo habría pensado.- Le aceptó el brazo que le ofrecía mientras se alejaban charlando.

Meredith aspiró su aroma. Lo reconoceria con los ojos vendados en cualquier parte. Estaban en medio de la estancia, rodeados de otras personas, demasiado juntos pero no le importaba. En esos momentos sólo contaba el roce de su traje en su brazo, el tacto de la mano en la cadera y como su cuerpo era consciente de él. Se sorprendía de como respondía con sólo un mirada suya, como la sangre se desbocaba en una loca carrera y necesitaba un roce, una caricia para tranquilizarse y al mismo tiempo rugir pidiendo más.

Era contradictorio para ella pensar que al mismo tiempo que su agitación aumentaba, su respiración se aceleraba y se volvía superficial y todos y cada uno de los poros de su piel lo reconocían y le daban la bienvenida, a pesar de todo eso, se sentía en paz, le transmitía seguridad y confianza y eso era un regalo que él le daba sin saberlo.

Levantó el rostro para mirarlo y se topó con su tierna mirada. Notó sus dedos deslizarse por su cuello y en ese momento supo que era posible que él la amara. No mucho, no todavía, pero la esperanza se abrió paso como un potente rayo de luz y sonrió con el alma.

Nick la miraba embelesado. La sentía allí, pegada a su cuerpo y sabía que ese era su sitio, junto a él. No había estado tan seguro de nada más en toda su vida. Su piel lo calentaba como ninguna otra lo había hecho. La vió sonreir sin reservas, sólo para él, con sus labios invitándolos a besarlos.

Se contuvo. Recordó donde estaban y que estarían dando un bonito espectáculo. No importaba, tendrían que estar acostumbrados ya, porque desde que volvió las muestras de afecto habían sido algo común y el tema de conversación de los demás. Pero esa noche notaba una conexión que no había estado presente antes. Parecía como si unicamente ellos dos se encontraran en el salón y el mundo hubiera dejado de existir.

- Siento mucho interrumpir, Nick.

Meredith parpadeó saliendo de su trance y, como no, notaba la cara ardiendo. Se separó de sus brazos pero su cuerpo se quejó por ello.

- No se preocupe Stanton, no es ninguna molestia.- Dijo mientras le ofrecía la mano.

Gabe se le tomó con delicadeza para besarla.

- Bueno, Gabe, un poco tarde ¿no te parece?. Justo después de la cena.- Nick lo sermoneó.

- Tenía algo urgente que hacer, Nick. Llegué hace rato pero no me pareció del todo bien presentarme en mitad de la cena, así que pedí que me la subieran a mi habitación y lamentablemente me quedé dormido. Acabo de despertar y he decidido bajar a saludar a los anfitiriones al menos....ya le presenté mis respetos a Lady Abbigail. No podrás quejarte de mi educación exquisita.- Sonrió y sus ojos verdes brillaron divertidos.

- Apuesto lo que sea a que lo habías planeado todo para librarte de un día de campo y así sólo tener que sufrir el de mañana. Te conozco, Gabe, no lo olvides.- Nick no pudo dejar pasar la oportunidad de dejarle claro lo que pensaba de su "exquisita educación".

- Me duele en el alma que pienses eso de mi - Se llevó una mano al pecho.- Lo haría, no lo dudo ni por un momento, pero ese no es el caso.- Cambiando de tema se giró hacia Meredith.- Está radiante, Lady Laughton, Nick es un tipo con suerte.

Meredith le agradeció el cumplido con un parpadeó coqueto. Se sentía a gusto con Stanton y sabía que para él no era más que un juego.

- ¿Quieres dejar de coquetear con mi mujer a cada oportunidad?.- Nick le golpeó el hombro para que dejara de mirarla.

- Como veo que voy a ser la causa de un duelo entre caballeros, me retiro para que pueda correr la sangre sin salpicarme.- Soltó Meredith mientras se despedía con un grácil movimiento de cabeza.

Nick la observó alejarse hacia un grupo de jovenes. Ya la echaba de menos.

- No estoy muy contento, Gabe, vienes y espantas a Meredith. El cambio no me gusta.-

Stanton rió.

-Lo sé y por eso lo hago, amigo, por eso lo hago.

- Todo lo guardo aquí, Gabe.- Se golpeó la sien con un dedo.- Y lo recordaré paso a paso cuando menos te lo esperes. Te las devolveré una a una a ti y a Damon. No lo dudeis por un momento.-

Esos dos no paraban de molestarlo continuamente en lo referente a Meredith. Sabía que se alegraban por él pero sus burlas eran insoportables a veces. Aunque tenía que reconocer que Gabe era mucho más comedido que Damon.

- Querida, creo que has perdido uno de los pendientes.- Le dijo Abby.

Meredith se llevó las manos a las orejas y efectivamente, uno faltaba.

- ¡Oh, no! Tiene que habérseme caido por algún lado.- Recordó que durante la cena tuvo que colocárselo bien porque se le abría. Quizá se cayó sin que se percatara de ello.- Creo que sé donde puede estar, ahora vuelvo Abby.- Salió sin prisa para ir a buscarlo. Si no lo encontraba en el suelo quizá los lacayos o cualquier invitado lo habría hecho y entonces le preguntaría a los mayordomos por él.

Nick no dejaba de observar a Meredith. Saludaba a todos los invitados y se preocupaba que estuvieran bien atendidos, cosa que él debería hacer también, pero no estaba de humor para socializar. Miró alrededor y recordó que aun no se había preocupado de presentarse a los que no conocía y se propueso enmendar ese error.

Entonces lo vió. Un joven de unos veinticinco años, alto, de buen porte, con el cabello rubio y una mirada indecisa. Le había visto antes pero no recordaba bien. Haciendo un esfuerzo lo visualizó. Sí fue la noche de su regreso estaba justo al lado de Meredith en la fiesta y fue en él en quien se apoyó en cuanto lo vió. Lo recordaba.

Siguió mirándolo con intensidad mientras el mantenía la mirada fija en otro punto del salón. Nick se giró y se sorprendió al darse cuenta que no se perdía detalle de los movimientos de Meredith. Volvió a mirarlo pero ya no con simple interés sino con determinación. Estaba bien que su mujer fuera alguien deseable para los hombres, o al menos así lo pensaba, pero lo que no le parecía correcto es que otro hombre que no fuera él se la comiera con los ojos. Ella era suya y de nadie más.

Sorteando a los invitados se propuso llegar hasta ella pero en ese momento la vió salir y alguien lo retuvo por el brazo.

- Nick, puedo hablar contigo un momento.

- Ahora no, Damon, ¿más tarde?.- Sugirió sin apartar la vista de la puerta por la que había desaparecido Meredith.

- Vamos, solo será un minuto. Aquí Cribbs y yo estamos discutiendo sobre caballos y ya que tu eres un experto y los crías, queriamos...

Nick en ese momento vió como el joven rubio salía detrás de su mujer.

- Damon, en este momento no.-

Se marchó dejándolo con la palabra en la boca.

No había llegado aún a la puerta cuando su madre lo llamó. La ignoró pero ella volvió a hacerlo con más firmeza.

¡Mierda!

- ¿Si madre?.- Su irritación era palpable.

Abby lo miró alzando una ceja.

-Veo que no estás humor Nicholas, pero quiero que me escuches en este momento. No puedes evitarme siempre ¿verdad?.- Le dijo molesta.

Nick suspiró sabiendo que no pordría escapar. Lo mejor era terminar pronto con esto y salir a buscar a su mujer. No le había gustado que ese tipo saliera justo detrás.

.- Bien madre te escucho.- Le dijo impaciente.

Meredith entró en el salón y a pesar que la mesa se encontraba totalmente despejada de los restos de la cena, rezó porque los suelos no los hubieran limpiado con tanto esmero. Se disponía a agacharse cuando escuchó pasos que se acercaban.

Esperando que fuera Nick el que la había seguido se volvió pero el que apareció fue "El innombrable".

- No creo que ... - Intentó hacerle ver lo incorreto de que la hubiera seguido.

- Lady Laughton, sólo quiero decirle cuanto siento lo de esta tarde. Nada más lejos de mi intención que el de incomodarla, cosa que creo que hice. Le ruego que me disculpe y acepte mi amistad. No deseo nada más.

Meredith lo pensó. Su actitud hacia ella siempre había sido caballerosa y nunca le había impuesto su presencia de ningún modo. Creía sinceramente que era una buena persona y decidió darle otra oportunidad.

- Esta bien, pero mi vida conyugal no será tema de conversación entre nosotros ¿de acuerdo?.- Le dijo muy seria.

- Lo prometo, milady.- Contestó visiblemente aliviado. - ¿Que hace aquí? Si puedo preguntarlo, claro.

- Pues sí, verá he perdido un pendiente y creo que fue aquí. Me disponía a buscarlo cuando llegó usted.

- La ayudaré y así me ganaré su perdón por mis impertinencias.-

Estuvieron mirando por el suelo en la zona en la que se había sentado durante la cena pero no vieron nada.

- Quizá esté debajo de la mesa.- El muchacho retiró un par de sillas.

- Sí tiene razón...- Meredith retiró otras dos y gateó bajo la mesa procurando no golpearse la cabeza.

Miro por el pulido suelo pero en la ocuridad no pareciaba gran cosa.

-¿Puede traer aquí uno de los candelabros para iluminarme?- Pidió esperando que con la luz de las velas su busqueda sería más productiva.

Escuchó sus pasos que se alejaban y luego acercándose hasta que apareció sonriente junto a ella.

Dejó el candelabro en el suelo y gateó buscando el pendiente

Reían juntos por la situación y justo lo vieron al lado de una de las patas de una silla. Meredith lo alcanzó primero y lo miró triunfante. El le devolvió la sonrisa.

- ¿Meredith?.

Ella abrió los ojos. ¡Dios, Nick! Su voz la congeló en el suelo y fue consciente de que la situación en la que se encontraba no era muy inocente. Ella y un hombre debajo de una mesa a solas. Intentó tragar pero la garganta la tenía cerrada.

- Meredith, sal de ahí sino quieres que te saque yo a rastras.

Ese tono de voz, se lo había escuchado ya antes y había rogado por no volverlo a hacer. Era frío como todo el ártico y hacía que intensos temblores recorrieran su cuerpo.

Salió de debajo de la mesa y al poner se en pie se pisó el bajo del vestido con lo que se tambaleó. Una mano la sujetó con fuerza y ella se obligó a mirarlo.

Mejor que no lo hubiera hecho. Nick la miraba con rabia contenida, tanta, que intentó soltarse cuando el miedo hizo acto de presencia pero no se lo permitió.

Entonces levantó la mano donde sujetaba aún el pendiente y se lo enseñó como si con eso el pudiera entender toda la situación.

- Nick...yo...- No conseguía pensar con claridad.

- Si me permiten, yo puedo explicarlo.- Se ofreció "El innombrable".

Nick que hasta ahora había mantenido su ira puesta en ella le prestó entonces atención.

- Me encantaría.- A pesar de su respuesta educada todo en su postura indicaba que se estaba conteniendo a duras penas. Meredith le puso una mano en el pecho para impedir que se lanzara sobre el otro hombre.

- Es sencillo, sé lo que puede estar pensando...

- ¿Lo sabe?.- No intentaba ocultar su enfado pero mantenía el tono bajo y eso le hacía parecer aún más rabioso.

Townsy lo miró nervioso. Sus ojos intentaban no desmostrar el miedo que sentía en esos momentos pero no lo conseguía. El candelabro temblaba en su mano de forma ostensible.

- Pues sí, pero está equivocado, Lady Laughton, perdió un pendiente y yo la ayudaba a buscarlo por eso tengo el candelabro en la mano para que ella pudiera ver bajo la mesa.- Retrocedió varios pasos cuando Nick se le acercó arrastrando a Meredith con él.

-¿Cree que soy imbécil?.- Levantó un poco la voz.

Meredith se fijó en como un tic pulsaba en su mandibula.

- Nick, te aseguro que es cierto.

- ¡Cállate!.- Le dijo sin mirarla.- ¿Me podría decir su nombre al menos? Me gustaría saberlo antes de partirle el cuello.- Una sonrisa lobuna se dibujo en su cara.

El muchacho comprendió que no lo convencería y la miró a ella pidiendo ayuda.

- Por favor, nick....- Le suplicó pero él sólo le apretó aún más como respuesta.

- Su nombre...- Volvió a repetir.

- Sí claro... William Towsend...

Nick se había contenido a duras penas pero en cuanto escuchó su nombre algo se desató dentro de él. Con un rugido dejó caer el puño sobre la cara del infeliz. Lo vió caer y se lanzó tras él.

Meredith intentó detenerle sujetándole pero fue arrastrada al suelo. Cayó sobre la cadera. Intentó levantarse lo antes posible pero tenía la falda enredada entre las piernas. Escuchaba sonidos de pelea, ¡Dios mío, lo iba a matar!. Consiguió ponerse en pie y se tiró encima de la espalda de su marido para intentar frenarlo.

Nick tenía al desgraciado en el suelo bajo él. Le había dado ya unos cuantos de buenos golpes pero no eran suficientes, al estar de rodillas sobre él podía ver perfectamente como su puño se estrellaba contra su bonita cara y eso le complacía bastante.

De pronto notó que alguien le agarraba por el cuello. Meredith. Su olor le inundó las fosas nasales. ¿Venia a salvar a su amor o a él? Una risa amarga se le escapó. Por supuesto que al imbécil.

De nuevo sintió deseos de machacarlo pero frenó su puño en alto.

- Por favor, Nick, por favor. Vas a matarlo.

Meredith le rogaba que no lo matara cuando el que se estaba muriendo de celos era él . Resultaba bastante irónico.

-No vuelvas a acercarte a ella ¿me entiendes?. -Le amenazó- Nunca.

Se levantó mirándolo desde arriba.

Meredith sentía que lo peor había pasado. Entonces él la miró y supo que para ella no, que todavía tenía que ajustarle las cuentas. Tembló.

Varias personas aparecieon y se quedaron mirando la escena horrorizados.

- Se ha caido.- Les informó sin más explicaciones.- ¿Verdad, Wiilliam?.- Dijo Nick. Ese nombre le quemaba la boca.

El muchacho desde el suelo asintió.

Lo ayudaron a incorporarse y con cuidado lo sacaron de la estancia.

Cuando todos se hubieron ido Meredith intentó moverse pero Nick se colocó frente a ella.

Muy cerca.

- ¿Ya te vas? No, Meredith, me parece que aún no...

Sin darle tiempo a contestar su boca la asaltó con fiereza y determinación mientras le hacía imposible la huida con su abrazo.

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