Capítulo 31
Encontré a Draco hablando con varios consejeros, les estaba pidiendo explicaciones sobre porqué habían votado a favor de mi plan. Era demasiado inteligente, ¡maldita sea!, si seguía indagando descubriría mi influjo. No podía enfrentarme a él, me atosigaría con sus sempiternos discursos paternalistas moralizadores, ¿cómo hacerlo?. Poroka y los suyos se acercaron a mí para saludarme, el bueno de Poroka... qué bien me venía.
- Saludos reina dragón – me dijo mientras su amiguito alado daba varias vueltas a mi alrededor. Pena de matamoscas en ese momento.
- El rey ha revocado mi título, por el momento solo soy jinete.
- Te lo devolverá, tu rey no es hombre que sepa estar sin su reina.
- Si tú lo dices...
- Mi hijo está entre los escogidos para la misión. Gracias. Su muerte será una gran honra para los hijos de Toka. – abrí la boca sorprendida, mira que llegaban a ser raros los Toka. Pero debía seguir fingiendo, parpadeé varias veces y agaché la cabeza como si llorase, miré por el rabillo del ojo a Draco... bien, me había visto.
- Lamento haceros pasar por esto, – hipé lloriqueando y puse más dramatismo si cabía – si pudiese no mandaría a tu hijo ni al mío... - vi como Draco empezaba a despedirse de los consejeros con prisas para venir hacia mí.
- Confiamos en tu juicio y en ti, reina dragón, nuestra lealtad es incuestionable. – Poroka a veces se pasaba con el rollito de la lealtad, pero se acercó a mí para cogerme de la mano y apoyarla en su pecho de piedra y yo solo tuve que sollozar como si me estuviese diciendo algo malo.
- Gracias, amigo mío, tu lealtad significa mucho para mí – terminé la conversación. Por un momento le miré a los ojos y vi en ellos tanta sinceridad y devoción que me supo mal utilizarle así... ¿desde cuándo me había convertido en una hipócrita que utilizaba a los demás para su propio beneficio? ¡bah! no era el momento de pensar en eso. Nos despedimos y vi avanzar a Draco hacia donde estaba yo, solo tuve que irme deprisa hasta una sala vacía y sentarme en una silla a sollozar, no tarde en escuchar a mi dragón que entraba y cerraba la puerta detrás de él. Me rodeó con sus brazos para consolarme y me apoyé en su pecho. Conocía bien a mi dragón, y si algo no soportaba Draco era verme sufrir, sabía que vendría y yo me valdría de esto para ponerlo de nuevo a mi lado.
- Pequeña, ¿qué ha ocurrido?, ¿qué te ha dicho Poroka?
- Nada... - sollocé – todo... Mandaré a su hijo a una misión probablemente suicida y yo... Draco, ¿qué he hecho?. Tú me odias, el rey me odia, yo misma me odio...
- Nadie te odia, pequeña. El rey me explicó tus motivos, pero mi conexión contigo es igual de fuerte que la que tienes con Caram, déjame ir a mí. – En eso tenía razón, mi conexión con mis dragones era incluso más profundas que con mis hijos pero necesitaba a Caram, la mente de Draco era demasiado fuerte para caer en mi influjo, la de mi hijo no... si no podía manipular la mente de mi hijo para alcanzar la de la reina Surt nada de esto habría tenido sentido, si mandaba a Draco este sabría que el original estaba detrás de mí, y además... necesitaba a Draco a mi lado para la otra parte de mi plan, por lo que mentí nuevamente. – Caram es un Morlan como yo, el único Morlan, solo con él funcionará la piedra que encontré. Si hubiese otra opción... - le miré a los ojos, era el momento – Siento mi comportamiento, quería hacerle daño al rey y te utilicé, sé que no me lo perdonarás, pero lo siento.
- No debí reaccionar así. Me sentí herido por tu proposición, pero puedo entender en qué situación te encontrabas. No pienses más en eso, pequeña, está olvidado. – me abrazó con fuerza y cerré los ojos, me sentí terriblemente mal por engañarle y manipularle así, ¿estaba haciendo lo correcto con todo....? Una vez más mi furia vino a mi rescate. ¡Les destruiré!, me dije, morirán todos los que nos amenazan y yo volveré a mi vida junto a mis dragones y mis hijos, todo volverá a ser igual, entonces ya no tendré que volver a mentir a Draco, a nadie. – Debemos prepararnos, en breve volveremos al reino. Ve a lavarte un poco, te espero fuera. – dijo dándome un ligero empujón para que me moviese, le besé en la mejilla y me fui.
- 'Cuentas con la lealtad de todos, jinete rojo.'
- Es por ellos por quien hago todo esto, defenderé a los míos y a mi reino, por encima de todo, de todos...
- '¿Estás segura de llevar a tu dragón hasta Odín? Sabes lo que ocurrirá después.'
- Le necesito, lo sabes. Sin Draco seremos nosotros los que no llegaremos hasta Odín.
- '¿Qué harás con él cuando llegue el momento? No dejará que ejecutes el plan que tienes diseñado para Odín.'
- Ya lo decidiré, estate preparado.
Sobrevolamos el mar para llegar al castillo, allí como siempre una multitud de criados, jinetes, dragones y consejeros nos esperaban en la gran explanada. Vi a Slar que había llegado antes que nosotros y a su lado a mis cachorros, no pude evitar mirar hacia Arco que volaba a mi lado. No habíamos intercambiado palabra y me estaba empezando a poner nerviosa aquel silencio.
Aterrizamos y enseguida me vi envuelta por los cálidos abrazos de mis hijos, yo misma les abracé y luego pasaron a los fuertes brazos de su padre. Todos nos daban la bienvenida con cariño.
- ¿Cómo has decidido enviar a los chicos a esa misión sin consultarme? – me dijo enfadado Slar al oído cuando me abrazo. ¡Vaya! Las noticias vuelan...
- No puedo hacer otra cosa.
- Son unos críos, ¿en qué piensas?. Deberías haber hablado conmigo primero, soy su tutor, tengo derecho a expresar al menos mi opinión. – me separé entre avergonzada y enfadada con Slar que me miró como si deseara comerme de un bocado... ¡genial! otro más para el saco.
- Convocad un consejo, en menos de una hora quiero estar en el salón del trono. – dijo el rey echando a andar hacia nuestros aposentos. Todos me miraron extrañados porque normalmente salíamos los dos y la comitiva real nos seguía y hoy...
- Oye Slar – le dije a mi gárgola – Hablamos luego, ¿vale?, tengo que ir a ver a Brom – no quería que las noticias le llegasen de otra modo que no fuesen por mi boca si iban tan deprisa.
- No hemos terminado...
- Lo sé, dragón mío, pero necesito hacer esto.
- Madre, ¿qué ha ocurrido?, nos convocan al consejo y padre está enfadado – me dijo Tarco interrumpiéndonos.
- Preparaos para el consejo como os han dicho, cariño, voy a ver al abuelo.
- Pero, ¿qué ocurre?. Me han llegado informaciones de que hay monjes zombies en la superficie de nuevo. – me insistió mi hijo.
- Tarco, no ahora, por favor. – dije cortándole un poco bruscamente.
- Venid conmigo, alteza. Debemos prepararnos para el consejo – le dijo Draco apartándole de mi suavemente. Imaginé que se había dado cuenta donde iba y quería darme tiempo.
Salté al precipicio para agarrarme de un estribo que una de las águilas Morlan había dejado caer, volé por encima de las copas de los árboles y aterricé cerca de la casa del corregidor. Di las gracias a mi amiga que regresó a sus montañas. Debía enfrentarme con esto... Llamé a la puerta y esperé, la profunda voz de Brom me hizo reaccionar.
- Está abierto, entra, estoy en la cocina. – entré para ver a Brom que estaba lavando los platos, cuando me vio sonrió con ternura y se secó las manos antes de abrirme sus brazos para abrazarme. - ¡Mirlo!, has vuelto. Te haré una taza de té, ¿quieres? – asentí tímidamente. - ¿Qué tal ha ido todo? – Esperé a que los dos estuvimos sentados enfrente de humeantes tazas de té para contarle todo lo que se podía contar.
- Brom, yo..., no sé ni cómo empezar. – me miró con cariño.
- Empieza por el principio, parece que tienes cosas que confesar.
- El rey me ha despojado del título de reina – Brom hizo una mueca sorprendido pero no dijo nada y me dejó continuar hablando – Desperté a los zombies de nuevo, Brom, he negociado con los monjes para usar a sus zombies y que nos ayuden a defender el planeta.
- ¿Es... seguro eso? – pensé en el original pero no le mencioné.
- Es seguro, ellos quieren volver a la superficie y no les importa sacrificar a los zombies para conseguirlo. Nosotros necesitamos carne de cañón para defendernos de los hijos de Surt, son demasiados, demasiado feroces, demasiado violentos... Necesitábamos algo para contrarrestar todo eso.
- Entiendo. – solo dijo.
- El rey me ha castigado por no contárselo y por no haberle pedido permiso para hacerlo. Por lo que ya no soy reina...
- Ya veo. – me miró y vio lágrimas en mis ojos, me acarició la mejilla secándolas. - ¿Qué es eso que me tienes que contar que te duele tanto, mirlo blanco?
- Necesitamos secuestrar a la reina Surt para obligar al mismo Surt a negociar la paz, solo así conseguiremos parar esta locura de guerra. Pero para ello... tengo que mandar a mis propios hijos en esa misión. – Vi como el dolor se instalaba en los ojos de Brom.
- ¿Estás... estás convencida? – me dijo con la voz temblorosa.
- No me queda otra opción.
- Son unos cachorros.
- Lo sé, Brom, sé que son jóvenes pero necesito que vaya Caram y sé que Tarco hará todo lo posible para proteger a su hermano.
- ¿El rey?
- Enfadado, muy enfadado... creo que... Brom, creo que mi matrimonio se ha acabado. – confesé por fin hundiendo mi cabeza entre mis brazos. Sentí cómo la mano de Brom acariciaba mi pelo intentando reconfortarme.
- Sé que quieres a tus hijos, Mirlo y sé que si estás tomando esta decisión es porque ves que es la única salida. – levanté la vista para ver la tierna mirada de Brom.
- ¿Tú no estás enfadado conmigo también? – vi como negaba con la cabeza. – Hay veces que creo que todo esto no tiene sentido y otras solo veo que si no acaba no podremos sobrevivir.
- Confío en ti, mirlo, sé que harás lo correcto.
- Ya no sé qué es lo correcto, Brom.
- Mira en tu corazón, déjate guiar por él. Te he visto correr miles de peligros, enfrentarte a situaciones imposibles y siempre salir airosa por tu gran corazón. Síguelo como has hecho hasta ahora y todo seguirá saliendo bien. No conozco a nadie con un corazón tan grande como el tuyo y una bondad tan poderosa, mirlo, sé que triunfarás como siempre, pero recuerda siempre confiar en tu corazón.
Subía por la gran calzada que llevaba hacia el castillo rumiando mi conversación con el antiguo herrero, en la mano llevaba una bolsa de esponjosos panecillos que me acababa de dar la panadera y caminaba entre los aldeanos y la gente que iba y volvía del castillo. Unos niños felices me rodearon jugando entre ellos mientras su madre horrorizada me pedía disculpas, hice un gesto con la mano a la madre para que no se preocupase y le di a cada niño un panecillo que fue recibido con grandes muestras de felicidad. Más adelante vi un labriego que tiraba pesadamente de un carro él solo, me puse a su lado y con mi esencia le ayudé a subir la empinada cuesta que daba al castillo.
- Gracias, jinete, tengo la mula coja hoy, gracias. – sonreí y cuando llegamos a la entrada del castillo me despedí de él.
Nunca había necesitado mucho para ser feliz, me gustaba mi vida sencilla en el castillo, me gustaba trabajar duro y la satisfacción de ese trabajo bien hecho. Nunca me había importado el poder, o los beneficios del trono, solo quería irme a dormir cada noche sabiendo que había conseguido dar lo mejor de mí misma aquel día, con la conciencia tranquila de haberlo intentado. Hacía muchas noches que no me sentía así...
El salón del trono ya estaba lleno de gente cuando entré. Me senté al lado del maestro de jinetes evitando el trono puesto que ya no era considerada reina. Dorc me saludó con la cabeza y me hundí en la silla esperando al rey. No tardó en entrar seguido de la comitiva, en ella iban mis hijos que se sorprendieron al ver el lugar donde me había sentado. El consejo empezó, se explicaron mis planes para el secuestro de la reina y tuve que ver la cara asustada de mis hijos ante la posición que ocuparían en el plan.
- Como capitán de la guardia del rey acataremos las órdenes del Jinete Real – dijo Caram levantándose para hablar al consejo – Estaremos preparados para entrar en combate. – Todos los aprendices asintieron en su dirección.
- Solo hay un cambio – dijo el rey levantándose y le miré extrañada por su interrupción – Yo ocuparé el lugar de Tarco, hijo de Calem. – grandes voces se alzaron y me sentí como si me hubiesen tirado un jarro de agua fría encima.
- ¡Padre! No lo permitiré. – gritó Tarco también levantándose, pero el rey hizo un gesto y mi hijo enmudeció.
- Seré yo quien acompañe a Caram en su misión, la guardia del rey hará honor a su nombre y me protegerán, así como los segundos del jinete real – ni siquiera ante mi mención me miró.
- ¡Majestad! Os perdimos una vez, ¿queréis volver a dejarnos? – preguntó un consejero.
- Mi hijo ha hecho un magnífico trabajo como regente, lo seguirá haciendo mientras estoy ausente.
- Entonces yo también iré – dijo Slar levantándose, como siempre era leal al rey.
- Pequeña, ¿no vas a decir nada? – dijo Draco mientras se inclinaba hacia mí. Pero yo no podía decir nada, sabía que Arco hacía un gran sacrificio, por primera vez sacrificaba a su reino en favor de su propio hijo, pero con él a su lado, Caram tendría posibilidades de volver, habría esperanza de que mi hijo volviese con vida y yo...
Salí corriendo sin mirar atrás antes las miradas sorprendidas de todo el consejo, corrí impulsada por mi esencia dejando atrás el castillo y crucé rauda el bosque en mi alocada carrera. Las lágrimas inundaban mis ojos y no veía nada, solo quería desaparecer, quería convertirme en la misma nada, me tropecé con una rama y caí por fin en medio de hojas y de la hierba y allí me quedé acurrucada, llorando.
Unas manos me auparon con delicadeza y me apretaron contra un pecho negro y duro, rodeé la cintura de mi marido y lloré.
No sé el tiempo que pasamos así abrazados hasta que fui capaz de reaccionar, cuando no me quedaron más lágrimas seguí abrazada a él como si me fuese la vida en ello.
- Gracias. – dije cuando pude hablar. Arco no me contestó pero tampoco me soltó. Las estrellas empezaron a brillar por encima de nosotros y suspiré con terrible tristeza.
- Protegeré a nuestro hijo y le traeré de vuelta a casa, te lo prometo. – le abracé más fuerte si cabía.
- No quería esto, Arco, daría lo que fuera por no haber tenido que llegar a esto.
- Te amo Senda, más que a nada en el mundo, ¿me sigues amando tú a mí? – alcé la mirada rápidamente.
- ¡Sí!, ¿Cómo puedes preguntarme eso?, ¡claro que sí!
- Entonces no sacrifiques ese amor en tus ansias de venganza, no merece la pena. Tú misma me lo enseñaste.
- Arco, yo... solo quiero proteger a nuestra familia, al reino – encogí los hombros – No quiero volver a vivir aquello que pasamos. ¿Acaso no te acuerdas del miedo, de la indecisión, de la tortura?. Surt no tendrá compasión de nosotros y Odín y los suyos no nos protegerán, nos utilizarán de escudo si pueden, ¿quién nos va a defender sino nosotros mismos?
- Sé que crees que haces lo mejor para nosotros, pero al mismo tiempo nos estás condenando. Senda, somos dragones, no lo olvides nunca. Nosotros no buscamos venganza, sino justicia. No imponemos a nadie nuestro estilo de vida ni sobrevivimos a costa de otras razas, aquellos que nos siguen lo hacen porque están convencidos de que somos la mejor opción y si quieren abandonarnos para buscar su propio camino les apoyamos. – me deshice de su abrazo y me levanté para caminar despacio unos cuantos pasos.
- Odín me habló de una profecía, estoy condenada a realizarla.
- Somos dueños de nuestro propio destino, querida mía, no de profecías ni ideas preconcebidas, nosotros forjamos nuestro futuro, no nos viene impuesto.
- Ellos no se detendrán, no lo harán. – intenté convencerle una vez más.
- Lucharemos.
- No ganaremos, no contra ellos.
- Prevaleceremos, como siempre lo hemos hecho, somos dragones, lo haremos. – me contestó y yo negué con la cabeza.
Le besé con ansia, no quería que se fuese, ni que volviésemos a discutir. Solo quería tenerle para mí, dentro de poco estaría lejos con mi hijo, estarían los dos a merced de aquellas bestias, sin que yo pudiese protegerles y mi corazón sangraba de dolor. Sabía que todo aquello era necesario pero...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro