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Capítulo 14

Caímos por el portal chocando contra el suelo con dolor, me levanté dolorida y miré hacia el cielo y vi cómo el portal se cerraba tras de nosotros. Arco había sido hecho prisionero, ¿qué iba a ser de él?. El dolor en mi corazón me aseguraba que seguía vivo pero... ¿por cuánto tiempo?. Debía volver, saber dónde estaba y rescatarlo, pero ¿cómo?. ¡Maldita sea! ¿por qué se había complicado tanto todo? Si solo tenía una oportunidad de rescatarlo, era ésta, debía recuperar mis recuerdos, debía saber qué encontrar en este mundo que me fuese de utilidad para poder rescatarlo.

Las arenas ardientes nos rodeaban, no había nada a la vista salvo un monstruoso desierto a nuestro alrededor. En el cielo brillaba un único sol que nos quemaba los ojos al mirarlo, debía ser una estrella medianamente joven por el poder que emanaba de ella.

- Movámonos – le dije a los demás. – No podemos quedarnos aquí, debemos buscar un lugar donde resguardarnos de este infierno.

- ¿Qué lugar es este? – preguntó Roth. – Creía que el mundo original de nuestros padres era un hermoso lugar lleno de verdor y vida, ¿es por este motivo por el que se fueron?, ¿Por qué el planeta murió?

- Roca viva. – simplemente contesté.

- ¿Qué? – se volvió para mirarme sin entenderme.

- Debo encontrar roca viva para poder trazar un mapa sobre dónde estamos, una vez que tengamos el mapa sabremos dónde dirigirnos y donde encontrar agua.

- ¿Vamos a morir aquí? – preguntó Helmi con temor.

- El portal está en el cielo, no en la tierra como los demás portales, ¿cómo es posible? – preguntó uno de los soldados de Roth mirando todavía hacia arriba.

- Los originales pueden volar, ¿recuerdas? – me dirigí a él. - ¿Dónde colocar un portal si no es en el cielo?. Vamos, no os entretengáis.

- ¿En qué dirección? – dijo Roth señalando con el brazo todo el desierto.

- Allí veo montañas – dijo otro de los soldados. Me fijé en la dirección que señalaba y unas tenues sombras se marcaban en el horizonte.

- Lo mismo son montañas como que son otra cosa, pero si no tenemos más andemos hacia allí – dije, cubrí mi cabeza con mi túnica para protegerla del incesante calor y comenzamos a andar.

- ¿Qué sabes de este planeta, vestal? – me preguntó Roth mientras igualaba mi paso.

- Nada, los sacerdotes no sabían tampoco mucho.

- ¿Crees que encontraremos a los tuyos? – me volvió a preguntar y le vi preocupado esperando mi respuesta.

- Estoy segura de ello. – mentí una vez más.

La verdad es que no estaba segura de nada pero en aquel terrible desierto era mejor estar acompañada que sola y ellos no dudarían en dejarme atrás si sospechaban que no sabía lo que nos íbamos a encontrar. Cada poco tiempo nos encontrábamos con vapor venenoso manando del suelo, definitivamente, este lugar era sinónimo de muerte. Las montañas se abrieron ante nosotros, se las notaba viejas y desgastadas y tan desnudas de vegetación y de vida como el mismo desierto por el que habíamos caminado. Me acerqué corriendo a la primera piedra que encontré y puse mi mano sobre ella...

La información empezó a fluir de las vibraciones que emanaba la roca, las sentía tan familiares... como si hubiese hecho eso mismo miles de veces. Vi lo que ocultaban en su interior, una extensa red de túneles que las horadaban sin compasión. Vi el agua que andábamos buscando, una fuente manaba cerca de allí y podríamos saciar la sed y reponernos. Vi un sitio seguro para pasar la noche y no dudé en avanzar en aquel caótico mapa que trazaba buscando más... Una mente poderosa surgió a mi encuentro, ¿quién...?

- Laptuarón... - pronuncié en voz baja.

Indiqué a los demás dónde estaba la fuente y donde podíamos dormir, al poco tiempo nos hallábamos acostados sobre el frío suelo del desierto. Escuché las respiraciones de mis compañeros y caminé descalza sobre la arena que la fría noche había tornado helada. Los chasquidos se hicieron poco a poco audibles hasta convertirse en ensordecedores.

- 'Has regresado' – me habló en su mente aquel extraño ser.

- ¿Me conoces? – le pregunté.

- 'Nos perteneces. Perteneces a nuestras camadas.' – la oscura noche empezó a iluminarse cuando aquellos seres abrieron sus fauces y pude ver el fuego que había dentro de ellos. A pesar de lo terrorífica de la visión no sentí miedo y cuando el enorme largarto empezó a rodearme extendí mi mano para tocarle.

- Me siento en casa – dije acariciándole.

- 'Tu mente y tu cuerpo están cautivos por uno de nuestros ancestros'.

- Soy hija de Odín, es a él a quien pertenece mi mente y mi cuerpo. – le expliqué mientras me acurrucaba cerca de su boca. Su pútrido aliento llegó hasta mí y sorprendentemente me reconfortó en vez de asquearme.

- 'Traes a nosotros un nuevo peligro. Más grande aún que aquel que nos unió' – froté mi cara contra su rugoso párpado.

- Debo encontrar aquel que aprisiona mis recuerdos. ¿Puedes ayudarme? – en su mente vi un lugar y supe que había encontrado lo que buscaba.

Los varanos aprisionaron a Roth, a Helmi y a los demás durante la noche tal y como les pedí, ni siquiera quise preguntar por qué me obedecían y tampoco hice caso a los juramentos, a los gritos del guerrero y a los lloros de la valquiria... Los chasquidos que oía en mi mente eran suficientes, aquellos monstruosos seres retendrían a mis acompañantes sin hacerles daño. Ellos habían cumplido, ahora me tocaba a mí hacer el resto. Laptuarón puso a mis disposición un varano y monté sobre él con rapidez me llevó a través de las montañas hasta el lugar que me había indicado el enorme lagarto. Una vez que llegó me bajé y continué sola sin mirar atrás.

Aquel horrible lugar se llamaba el Olvido de las Tierras Yermas según los varanos, desde luego era un buen nombre. El lugar era el sitio más árido y seco donde había estado jamás, al menos que recordase, y el suelo estaba impregnado de un vapor que me suponía era venenoso y a la larga mortal, ¿quién podría vivir aquí?. El sol brillaba con inclemencia sobre mi cabeza pero no dejé que me afectase, seguí avanzando a pesar del calor y las molestias. Delfos tenía razón, podía sentir aquello que tenía mis recuerdos, debía recuperarlos de la sangre del que me los había arrebatado, por lo que estaba dispuesta a matar si era preciso. Llegué hasta las montañas tras una agotadora caminata, las huellas de los animales me llevaron hasta un pequeño pozo donde bebí agradecida agua antes de ponerme a escalar las formidables paredes graníticas que me rodeaban. ¿Quién podría vivir tan arriba?. Tras un duro ascenso llegué hasta un saliente que formaba una pequeña terraza en una de las montañas, una cueva profunda se adentraba dentro de las entrañas de la montaña, lo sentía... estaba allí dentro. Desenvainé mi espada y en silencio me acerqué para recuperar lo que me habían robado.

Me sorprendió no ver a nadie, me esperaba una emboscada u hombres ocupándola, pero la cueva estaba vacía, al menos lo que podía ver. Me interné un poco más, lentamente para dejar que mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad, aunque una extraña visión borrosa me daba ventaja en aquella completa oscuridad, pero ni con eso pude ver vida alguna, allí no había nada.

Tardé en darme cuenta que lo único que moraba aquel extraño lugar era un hombre, estaba sentado en una piedra, con la cara entre las manos como si estuviese cansado o peor aún, se hubiese derrumbado. Miré nuevamente alrededor de nosotros, en la cueva también se filtraba agua y vi un pequeño caño con un gracioso salto de agua que me produjo sed, pero lo principal era matar a aquel extraño, él era el que tenía mis recuerdos, podía sentirlo y yo debía recuperarlos de su sangre, no había nadie más, él debía ser el culpable.

- Levántate y enfréntate a mí, extraño. – le dije extendiendo mi espada hacia él en un intento por justificar su asesinato. Por un momento le vi confuso y con gran esfuerzo levantó la mirada, cuando lo hizo me miró con sorpresa y se levantó rápidamente, se acercó dos pasos hacia mí como si no creyese lo que veía y por fin pude ver su rostro con la difusa visión que tenía. - ¡¡¡Tú!!! – grité sorprendida, ¡era el hombre que había visto en ocasiones en mi mente!!, el hombre que me había perseguido durante mi cautiverio, ¿era él que me había robado los recuerdos? - ¿cómo es posible?, ¡¡eres tú!! – grité sin creérmelo.

- ¡Senda!, ¡grandes ancestros!, ¿eres tú de verdad o me estoy volviendo loco definitivamente? – volvió a acercarse a mí pero esta vez sí que retrocedí.

- Devuélveme lo que me has robado, ¡ladrón! – le grité agitando mi espada frente a él. Era tan alto como Arco y sorprendentemente se parecía físicamente, pero... volví a gritar – No me importa de quién tengas el rostro, ¡devuélvemelos!

- ¿Pequeña? ¿eres tú?, dime que eres tú – me preguntó y supe por la sorpresa de su voz que era cierto.

- ¡Mis recuerdos! Delfos me dijo que debía arrancártelos de tu misma sangre y por los ancestros que ¡lo haré! - grité abalanzándome hacia él. La rapidez con la que se movió me sorprendió aún más cuando me desarmó y me quedé encerrada entre sus fuertes brazos que me abrazaron con fuerza.

- ¡¡Eres tú!! Mi pequeña, mi jinete – decía con voz ahogada mientras apretaba aún más su presa.

- ¡Suéltame! – intenté zafarme – ¡¡devuélveme mis recuerdos!!! – grité casi histérica. Me vi liberada al instante y me miró con intensidad mientras me cogía por los brazos sin que pudiese hacer ningún movimiento para escapar.

- ¿No recuerdas nada?

- Tú lo sabes mejor que nadie maldito, ¡te los llevaste!! Y los arrancaré de tu sangre cuando mueras – ¿cómo podía moverse con aquella rapidez?, solo Arco era capaz de moverse así. Pero me cogió la palma de la mano mientras seguía aferrándome contra él.

- Ese Delfos no te mintió, pero no necesitas matarme para recuperar tus recuerdos, solo tienes que unir tu sangre a la mía. Eres mi jinete, recuerda Senda, eres un jinete de dragón. – me quedé con la boca abierta, ¿quién...? - ¿confías en mí, pequeña? – la verdad es que no, no confiaba en nadie, pero sorprendentemente entre sus brazos estaba cómoda, como si ese fuese mi lugar. Sentí dolor en la palma y vi como manaba mi sangre de una pequeña herida que me había infligido con la uña de su garra, di un grito pero él solo me cogió más fuerte, luego hizo lo mismo con su otra mano y vi cómo brotaba sangre de la suya – Juntos, pequeña, otra vez, juntos.

Unió su mano a la mía y nuestras sangres se unieron con celeridad, sentí un ardor en mi palma que se trasladó al resto de mi cuerpo y una explosión me sacudió, fue como si se abriese una ventana en mi mente y lentamente fuese deslizándose los recuerdos hacia mí.

- ¡¡Draco!! – grité e inhalé aire como si nunca hubiese respirado, me giré para ver cómo me sonreía benevolentemente. - ¡estoy en casa!, ¡estoy contigo!, ¡grandes ancestros!, ¡¡soy yo!!!.

Por fin recordaba quién era yo, un jinete... un jinete de dragón y ese hombre... ese hombre era ¡mi dragón! Algo subió dentro de mí al recordarlo, un ansia que me consumía, una sed increíble de tenerle junto a mí y me abalancé hacia él para besarle en los labios. Jamás había sentido esa necesidad de estar junto a nadie, era como si estuviese sedienta y solo él pudiese mitigar mi sed, como beber hidromiel en el desierto... Sentí que a él también le invadía la misma ansia como a mí, de unirse a mí como mi dragón, habíamos estado tanto tiempo separados que necesitábamos volver a unirnos, mental y físicamente... Me empezó a desnudar con rapidez mientras yo acariciaba todo su cuerpo intentando poseerle. Nos estrellamos contra una pared y algo negro y viscoso surgió de mí envolviéndonos mientras que frenéticos nos movíamos de un lado a otro. Caímos al suelo de la cueva con nuestros cuerpos desnudos entrelazados y sentí como entraba dentro de mí, nos movimos al unísono, jadeando y con nuestras respiraciones entrecortadas para que luego un orgasmo nos sacudiese. Le oí gritar de placer y de gozo mientras que mis recuerdos empezaban a manar como una fuente sin control dentro de mi cerebro. Por un momento nos quedamos parados pero enseguida me puse encima de él para volver a poseerle, quería de nuevo aquello y lo conseguí... una y otra vez a lo largo de la noche.

La luz del amanecer se filtraba perezosa en la cueva cuando por fin parecí salir de aquel limbo, Draco estaba abrazándome mientras me miraba con una tierna sonrisa en los labios.

- Hola pequeña – me dijo quedamente, le besé largamente en los labios.

- Hola dragón – repetí con una sonrisa en mi rostro. Miré a mi alrededor extrañada. - ¿Qué hacemos aquí?, ¿por qué te he encontrado aquí? – le pregunté.

- Vengo aquí de vez en cuando desde que desaparecisteis, fue en las Tierras Yermas donde os vi por última vez, no perdí jamás la esperanza de que volvieseis al mismo sitio, pequeña. – lo dijo con tanta pena que el corazón se me partió - ¿Por qué has venido tú sola?, ¿dónde está el rey?

- Solo estoy yo, Draco, perdí al rey, le han cogido prisionero – Dije con vergüenza mirando hacia su pecho, apoyé allí la cara y le besé.

- ¿Qué ha ocurrido, pequeña? – me preguntó preocupado, negué con la cabeza, todavía quería más y me senté a horcajas encima suyo.

- Iremos nuevamente a la guerra, Draco, volveremos a pasar nuevamente por el infierno que vivimos. – le acaricié el pecho mientras notaba cómo contenía la respiración ante mi contacto. – Volveremos a ser los guerreros que fuimos, pero antes... - bajé la cabeza para empezar a besarle el pecho mientras descendía hacia su abdomen – Antes quiero esto.

Me moví lentamente entre sus brazos mientras despertaba, Draco dormitaba y acaricié su cuerpo antes de levantarme, caminé desnuda hasta la entrada de la cueva, por fin recordaba quién era, recordaba quién era Arco y recordaba lo que nos había hecho Odín y su maldita cohorte. La prisión que siempre me envolvía y que no dejaba salir mi esencia había desaparecido al recuperar mis recuerdos. El poder que tenía Odín sobre mí se había esfumado, ya no sentía mi mente prisionera, volvía a ser libre. Pronuncié mi nombre en voz alta hacia las grandes montañas yermas.

- Soy Senda, Jinete de Dragón.

Dejé fluir mi esencia por mi mano y reía como una niña pequeña, ¡qué bien sentía volver a ser una misma!. Volvía a ser yo, mi furia se removió con placer dentro de mi pecho, volvíamos a estar unidas.

Estuve un rato mirando al horizonte viendo como la luz se había asentado en las escarpadas cumbres que nos rodeaban, todo era tan yermo y árido como me sentía yo en esos momentos. Y entonces lo comprendí, comprendí por lo que habíamos vuelto a pasar, comprendí lo que nos había quitado Odín, comprendí a lo que nos enfrentábamos. Y allí mirando a la nada me di cuenta que podría volver a perderlo todo, volvería a perderlo todo, pues nos enfrentábamos a nuestra extinción a manos de los Surts. Un frío inmenso se instaló dentro de mí, poco a poco sentí como el odio se extendía como un virus dentro de mi alma. Un odio tan profundo y violento como jamás había sentido, odiaba a todos aquellos a los que había dejado atrás, a los que me habían arrebatado a Arco, a los que me habían separado de mis hijos. Dejé que el odio me envolviese como una fría manta y por primera vez en mi vida lo alimenté, lo saboreé. Mi furia se removió dentro de mí como una vieja amiga, a ella también la había hecho prisionera, sentí cómo se iba despertando alimentada por ese odio que me envolvía.

Unas manos se deslizaron por mi pecho y mi abdomen y Draco me abrazó por detrás mientras me besaba la sien, sentí su cuerpo desnudo pegado al mío y no pude evitar querer sentirle otra vez dentro de mí.

- Me lo han arrebatado, Draco, se sacrificó por mí, para mantenerme a salvo.

- No esperaba menos de nuestro rey. – respondió asintiendo.

- El Imperio de los hijos de Surt amenaza la galaxia, son como langostas hambrientas que devoran planetas, la Tierra está en su camino de destrucción y miseria. – me volví hacia él con el odio asomando en mis ojos – Recuperaré a mi rey, salvaré a mi reino y al planeta y los destruiré a todos, todos caerán bajo nuestro embate. Odín y Surt comprenderán de una vez que la Tierra no les pertenece, es nuestra por derecho, nadie la reclamará. Ellos empezaron el Ragnarök, yo seré quién lo termine. El fin del mundo llegará pero por mis manos y con sus muertes.

- Pequeña... el odio nunca es bueno – me miró perplejo como viendo algo por primera vez. Me volvió hacia él y yo le besé con ansia sintiendo aquella sed que me abrasaba por dentro.

- Protejo aquello que es mío, protejo mi reino y a mis hijos y si para ello tengo que acabar con toda la maldita galaxia, así lo haré.

Algo dentro de mí se había roto, mi alma se había resquebrajado y mi odio la había vuelto a unir. Volveríamos a la guerra, volvería a luchar por los míos. Mis ojos ardieron con la furia que vivía dentro de mí...

Draco se transformó en dragón y subí sobre él con lentitud. Había hecho aquello miles de veces, pero aquella vez fui consciente de lo mucho que había echado de menos volar. Sentí el aire que me envolvía y la velocidad con la que el dragón se movió me impresionó. Nos alejamos de la Tierra Yermas con rapidez y vi el mundo pequeño bajo mis pies, esa sensación, volar, ese era mi lugar, entre las nubes y el mar, entre el cielo y la tierra, allí pertenecía, era un jinete de dragón.

Volamos raudos y por fin vi a lo lejos el castillo, la gran explanada vacía de gente salvo por aquel que nos esperaba. Bajé de Draco con la gracia de una bailarina de ballet y me estrellé contra el pecho de mi otro dragón.

- ¡Tentación! – dijo Slar emocionado – cuando abriste la conexión no pude creérmelo. ¡Estás aquí! De nuevo entre mis brazos. – me reí mientras Slar me abrazaba con fuerza demoledora haciendo que mis costillas se resintiesen, aspiré su aroma de gárgola y por un momento a mí también se me empañaron los ojos.

- ¡Slar! Grandes ancestros, otra vez junto a mí, te necesito tanto Slar... dragón mío, estar a tu lado hace que me sienta completa. – dije yo también emocionada, el corazón me palpitaba de dolor y de emoción a partes iguales. – Te necesito, dragón, necesito tenerte junto a mí. – Me abrumó los sentimientos tan fuertes que sentí por la gárgola, me ahogaban como si no pudiese despegarme de él. – Slar, no sabes lo que... - mi voz falló en un sollozo y sentí aún con más fuerza sus brazos a mi alrededor. – Necesito volver a probar tu sangre. – le dije con urgencia y vi que asintió nervioso mientras abría su palma y hacía lo mismo con la mía, justo donde Draco me había cortado. Nuestras sangres se unieron con la misma violencia que la primera vez, aquella vez había sido la explosión de un misil lo que nos había unido y esta vez casi parecía que podíamos volver a sentir el fuego a nuestro alrededor nuevamente. Apoyé mi cabeza en su pecho y le abracé por la cintura feliz de estar a su lado. – Slar, estoy completa, te he recuperado al fin dragón. Estoy completa.

- Tentación, creí haberte perdido una vez más, si no hubiese sido por los chicos no podría haber seguido adelante. – me seguía apretando con una fuerza descomunal que hizo crujir mis costillas.

- Slar... tu... abrazo... - se separó de mí y cogí aire angustiada, siempre hacía lo mismo pero me gustó sentirme entre sus brazos. - Siempre el mismo bruto – los dos nos reímos pero volví a abrazarle y a dejar que me abrazase durante largo rato. Slar era una parte tan importante de mí que sin él no tendría sentido mi vida. Sentí cómo contenía los instintos que hacía que quisiese unirme a él físicamente, Draco hacía tiempo que no era capaz de contenerlos pero Slar como siempre era fuerte. – Te quiero dragón, no quiero que te vuelvan a separar de mí.

- Te lo prometo, tentación, no habrá fuerza ni humana ni divina que me separe de tu lado. – Draco nos miraba emocionado y cerré los ojos aspirando nuevamente el aroma de la gárgola. Mis recuerdos habían vuelto y mi amor por mis dragones había regresado. - ¿Por qué solo me has convocado a mí? ¿dónde está el rey? – me preguntó preocupado deshaciendo el abrazo y tragué saliva dolorosamente.

- Perdí al rey, lo han hecho prisionero.

- ¡¿Qué?!

- Pretendo recuperarle así como mantener el planeta a salvo, pero para ello dragones – miré a Draco y a Slar muy seria – necesito que me apoyéis en todo frente al consejo y a la asamblea de razas unidas.

- Pequeña...

- En todo, Draco, sin dudas ni recriminaciones.

- Te apoyaré tentación y el estirado también lo hará. ¿Iremos a la guerra? – sonreí de medio lado, que bien me conocía Slar.

- Destruiremos aquel que se ponga en nuestro camino, gárgola, mataremos a todos los que se interpongan. – Vi que Draco me miraba preocupado.

- Entonces tentación, yo estaré a tu lado.

- ¿Draco? – le miré con intensidad, si él no me apoyaba yo... pero asintió.

- A vuestro lado, mi reina, siempre a vuestro lado.

- Bien, entonces digamos a todos que su reina ha regresado.

Alcé mi mano y tracé un perfecto semicírculo enlazando a todos. Escuché en mi mente numerosas exclamaciones de sorpresa, pero solo había dos mentes que esperé con ansia.

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