Capítulo catorce
Yoongi rápidamente agarró del cabello a Taemin y lo metió dentro de otra puerta, el reo que acompañaba a mi compañero de celda se adentró junto a mi amigo, dejándonos a nosotros tres en la primera sala horrorosa y escalofriante. El jefe se fue alejando de mí, manteniendo su mano sobre su espalda, ocultando el dolor de su rostro de la vista de Yoongi y la mía. Afirmó su mano sobre la pared y gritó tan fuerte que volví a retroceder dos pasos.
—¿Quieres que me encargue yo? —le preguntó Yoongi—. Mejor ve a tu celda y descansa, aún no te recuperas del todo
—Quiero que pague, no sólo por TaeHyung —le ordenó con tanta rabia en sus palabras, que, por un segundo, agradecí no ser Taemin en este momento—. Y tú, Jeon—me miró—. Ni se te ocurra meterte, sabes que lo que hizo merece castigo y fueron dos grandes faltas.
—Lo sé —y tenía razón, Taemin se había pasado del límite, no debió meterse, en algún momento yo iba a separarme del jefe, claro, cuando mis sentidos hubieran vuelto a mí.
—Yoongi, iré a enfermería, esto me está matando —si iba a ir a la enfermería, claramente le dolía, así que el jefe también sufre, pero ¿Por qué no puedo disfrutar de su dolor después de todo lo que me ha hecho? —. Ya sabes qué hacer —abandonó la sala quejándose y maldiciendo a todos, Yoongi me observó muy confundido y dudoso, por lo que me despedí y abandoné el lugar. Caminando hacia las celdas, vi al jefe doblar hacia el pasillo que lleva directo a la enfermería. En ocasiones los seres humanos solemos hacer cosas estúpidas, muy estúpidas y yo comienzo a creer que soy el rey de los estúpidos, ya era tarde para arrepentirme.
—Puedes afirmarte en mi hombro de nuevo —a su lado, éste dudo un momento, pero terminó por obedecerme.
—Deberías dejar que sufra, es más, si fuera tú estaría contento y disfrutaría del dolor ajeno.
—Esa es la diferencia, no eres yo —le respondí sin mirarlo, ayudándolo a caminar hacia enfermería—. Y te sigo odiando por... aquello, pero no soy una mala persona y no disfruto con el dolor ajeno.
—Ahora entiendo por qué estás aquí, Jeon—sonrío, poco, pero lo hizo—. Y, entiendo porque Key me hizo prometer que no te mataría.
—¿Cómo? —lo miré, encontrándome muy cerca de su rostro, siendo penetrado por su intensa mirada—. Quiero decir... ¿De qué hablas?
—De nada, sólo vamos de una vez, me duele mucho —desvió su mirada de la mía, mostrando un semblante extraño en sus ojos que acababa de tener a pocos centímetros de los míos.
Jimin POV.
No entendía qué pasaba por la mente de Jeon mientras me ayudaba a dirigirme a enfermería. Sinceramente, si fuera él, habría dejado que me muriera de dolor, pero no, él no lo hizo y ahora me está ayudando ¿Cómo puede estar a mi lado, después de aquello? No puedo pensar en una explicación, en ese momento deseaba con cada célula de mi cuerpo y sobre todo mi polla, estar dentro de su culo, gozar de él, disfrutarlo y poseer su ser hasta que se me diera la gana. Lo dejé bastante mal, ensangrentado y con su orgullo de hombre debajo de cinco metros de tierra, en lo más profundo, oscuro y pisoteado, pero ¡Él está aquí, ayudándome!
No puedo decir si es muy amable y generoso o el estúpido más grande que se tropezó en mi vida. No tiene lógica, definitivamente Jeon no es el tipo de chico que merece estar dentro de este infierno. Tenerlo cerca me pone de los pelos, mirarlo fijamente a los ojos y penetrarlo en ellos me pone incómodo de cierta manera extraña. Me odia, lo sé, su mirada lo delata, pero aquí está, ¡Ayudándome! No lo entiendo y creo que jamás lograré hacerlo. Hace rato, sabiendo de las reglas y de que no puede ayudar a otro reo, me desafío, se atrevió a tenerme cerca de nuevo porque sí, noté muy bien como evita el encontrarse conmigo, me evita en todos lados, pero ahora no. Ayudó a Taemin, se acercó a mí y me habló, pidiéndome por ese chico que claramente oculta cosas y, sobre todo, le oculta secretos o más bien, la verdad a Jeon. Me molestó que lo defendiera, por ello me abalancé y le callé la boca con un beso, el cual... había estado deseando desde hace tiempo. Quería probar una vez más sus labios, adentrarme en ellos y jugar con su jugosa, áspera y deliciosa lengua ¿Por qué? No tengo ni la más puta idea, sólo sé que lo deseo cada día más, pero sé que él jamás me dejará volver a tocarlo, y no es que la primera vez me haya dejado, pero seguro ahora estará alerta y no dudará en defenderse.
—Llegamos —me sacó de mis más profundos pensamientos y deseos, alejándose de a poco de mi cuerpo, por lo que de un movimiento rápido lo evité, aferrando mi brazo por su cuello, tal como estábamos.
—Ayúdame a entrar —le ordené, por supuesto bufó, pero aun así lo hizo, ayudándome a dirigirme a la camilla.
—Jeon, puedes volver a tu celda, yo me encargo de Park —le ordenó un guardia y lo miré enojado por aquello, dentro de mí, quería que se quedara, no sé por qué.
—Está bien —sin voltearse a verme, se marchó, dejándome solo cuando el doctor regresó a la enfermería para atenderme.
Se fue, se marchó, se alejó y me abandonó con mi dolor que aumentaba cada vez más, el maldito de Taemin me debería una muy grande. La paliza que me dio Monster por la violación hacia Jeon fue excesiva, jamás en mi vida me habían golpeado tan fuerte, tanto que aún tenía secuelas, precisamente en la espalda, por ello no daba tantos castigos y se los dejaba a Yoongi, ya que, tengo que recuperarme, ahora quizás hasta cuando tendré que meterme las malditas pastillas para el dolor. El doctor me pidió que me acostara en la cama boca abajo, tocando y provocando dolor, por lo que me aumentó la dosis de las pastillas y aplicando una crema, según él, para evitar una lesión más grave, pero a mí no me engaña, bien sé que nosotros, los reos, le importamos una mierda a este doctor maricón, sólo le importa que le paguen y si llegamos a morir, se sentiría mejor.
El guardia me dejó descansar en enfermería y ya anocheciendo me llevaría hasta mi celda. Las pastillas me adormilarían, cosa que agradecí pues el dolor desaparecería al cerrar mis ojos.
—No debiste hacerlo Jimin —¿eh? Esa voz... la reconozco—. No debiste dañar de esa forma a JungKook —¿Dónde estás? Porque sólo te escucho, pero no te veo—. Sabes que él no se lo merecía y aun así lo violaste.
—Cállate, Key —miré a mi alrededor y sólo veía oscuridad, una vez más, una maldita pesadilla.
—¿Lo matarás? ¿Volverás a jugar con él? Prometiste no dañarlo y ya lo destrozaste —su voz sonaba dolida y traicionada—. ¿Por qué sigues guardando ese pedazo de tela? Llevándolo a dónde vayas ¿Por qué?
—Lo tiré a la basura —respondí, llevando mi mano dentro del bolsillo de mi pantalón de la pierna izquierda.
—¡Oh! Lo guardas ahí —luz, luz, por favor, comienzo asfixiarme—. ¿Sigues masturbándote con ese pedazo de tela? Eres un enfermo Jimin, deseas a JungKook y finges odiarlo.
—¡Ya cállate, Key! —grité tan fuerte, que desperté de la pesadilla, sudando tanto, que las gotas de sudor se deslizaban desde mi frente hasta mi cuello, pareciendo lagrimas... ¿lagrimas?
El guardia me miraba confundido e indiferente, pude haber muerto mientras tenía mi pesadilla y poco le importó, no me despertó ni nada, soltando una sonrisa de burla, de superioridad, satisfecho de que, por fin algo me atormenta. Miré hacia mis manos y luego dirigí mi vista a mi polla, recordando el día en que violé a Jeon. Desde ese día no he dejado de pensar en ello y no puedo evitar terminar haciéndome una paja que me lleva hasta el mismísimo paraíso, aumentando mi deseo sexual por el cuerpo maravilloso de ese hombre, pero sumándole otro sentimiento, culpabilidad sin arrepentimiento.
Ya de noche, en mi celda, acostado en mi cama, observando las asquerosas paredes de cemento frío y desgastado, pensando en cosas que no debería, como, por ejemplo: mi pasado en Gyeongsang, en aquel reformatorio donde comenzó todo. Las pastillas me ayudaron a dormir, pero volví a tener otra pesadilla, en la que estuvo presente el nombre y cuerpo de Jeon, ese tipo... ¿Por qué está tan metido en mis pesadillas y pensamientos?
—¡Jimin! —alguien me llamaba, pero ¿Quién? —. ¡Jimin! —otra vez ¿Quién me llama? —. Anda, despierta.
—Hmm... —me moví en mi cama, abriendo con pesadez los ojos.
—Hasta que despiertas —tenía el rostro pálido de Yoongi frente a mí, con clara molestia—. ¿Sabes que son pasado el mediodía y tú sigues metido aquí, en tu cama?
—¿Pasado del mediodía? —me senté en mi cama, frotando mis ojos con molestia—. ¿Desde cuándo duermo tanto?
—No lo sé, pero ya levántate, que alguien te busca —se alejó un poco de la puerta de mi celda, dejándome ver el cuerpo... del dueño de mis pesadillas.
—No quiero ver a nadie —comportándome como un niño pequeño, me tapé completamente con las sábanas—. Váyanse, los dos —ordené. Ni yo mismo me estaba reconociendo por mi actitud frente a él. Frente a Jeon.
—Yo me quedo —le escuché responder, Yoongi gruñó y se marchó, la puerta se cerró y ese maldito deseo volvió aparecer, siendo algo que ya no logró controlar—. Park —¿me llamó por mi apellido? —. Park ¿Podrías levantarte y escucharme?
—Ordené que te marcharas junto con Yoongi —contesté sin moverme—. Vete, no quiero ver a nadie.
—No me iré hasta que hablemos, Park —maldición, a este tipo le gusta llevarme la contra ¿Acaso olvidó que puedo lastimarlo cuando quiera? —. Park...
—jefe —me senté sobre mi cama, mirándolo enojado, pero su rostro no mostraba ni un poco de miedo—. Para ti soy jefe, no Park.
—Me llamas por mi apellido, es justo ¿No crees? —permaneció sin moverse, mostrando confianza y nada de miedo.
—¿Me estas contradiciendo, Jeon? —me levanté de la cama, notando un pequeño sonrojo en sus mejillas al ver que no llevaba polera y sólo mi bóxer puesto—. ¿Acaso quieres que te enseñe a respetarme y que debes llamarme jefe?
—Taemin —retrocedió dos pasos, ahora nervioso—. Déjalo libre, sólo es un niño, no sabe bien las reglas. Perdónalo esta vez, por favor —su mirada volvió a cambiar, siendo esta vez segura e insistente, no se iría hasta que cediera ante su petición.
—Así que, estás aquí en mi celda, después de todo lo que te he hecho para pedir clemencia por otro reo ¿Es que eres idiota acaso? —caminé hacia él y retrocedió chocando con la puerta que él mismo cerró, su error número cuatro—. ¿Qué me darías a cambio? Y, no es un niño, ya está bastante grandecito para saber lo que hace y responsabilizarse por sus actos.
—¿Eh? —se sorprendió ante mi pregunta, pude notarlo ya que, sus ojos se abrieron un poco más de lo normal—. ¿A cambio?... —tragó saliva y mi polla ya comenzaba a ponerse dura, esperando diversión.
—Claro, no esperarás que haga lo que pides, sabiendo que eso me podría costar mi propia vida. Para ganar algo, debes dar también, así ambas partes ganan y nadie se queja.
—¿Y qué seria...ese a cambio? —volvió a tragar saliva y mi erección se notó, y él lo vio, pues volvió a tragar, pero con pesadez, notando como sus piernas y manos le comenzaban a temblar.
—Creo que ya pudiste notarlo —desvié mi mirada a mi polla y luego la volví a Jeon—. Dejo libre a Taemin, pero a cambio, quiero tu culo.
—¡Eres un maldito enfermo pervertido! —me gritó y yo sólo me reí al ver su miedo, eso me excitó de sobremanera, le quería dar, lo quería tocar y besar, invadirlo con mi lengua en su boca deliciosa y penetrarlo con mi polla en su culito, deseoso de mi verga, porque muy en el fondo de mis pensamientos, eso era lo que esperaba de él.
—¿Es tu última respuesta? —retrocedí varios pasos, recogiendo mi uniforme de reo del piso para vestirme—. Entonces espera a Taemin unas...Hmm... ¿Dos, tres semanas? Claro, contando los días que deberá pasar en enfermería, porque a ese maldito hijo de puta no le volverán a quedar ganas de meterse conmigo después de hoy —le advertí con odio, dejándole claro que no estaba jugando—. Ahora vete, antes que comience contigo.
Abandonó rápidamente mi celda, terminé de vestirme y colocarme las zapatillas. Me dirigí al comedor a por algo de comida, mis tripas me lo pedían a gritos y yo les obedecería. Agarré mi bandeja y me senté lo bastante cerca de la puerta, esperando que Jeon apareciera, pues él, tanto como yo y los demás reos debemos comer ¿No? Varios comenzaban a llegar al comedor, agarrando sus bandejas en fila y sentándose donde habitualmente lo hacen, muchos observándome y otros siendo indiferentes. Yoongi llegó, agarró su bandeja y se sentó frente a mí, sin dirigirme la palabra, pero muy bien que tiene preguntas, muchas, sobre todo por el beso que presenció ayer, el beso que le robé a Jeon. Y, el nombrado en mis pensamientos, hizo presencia acompañado de Jonghyun, quien se ha vuelto cercano a él por el recuerdo que dejó Key en ambos, al menos Jeon no está solo... ¿Qué mierda? Definitivamente, algo no está bien conmigo.
—Opino lo mismo, algo no está bien contigo —¿acaso dije eso en voz alta? Yoongi tenía el ceño fruncido y una cara de "dame respuestas"—. ¿Podrías explicarme qué fue ese beso que le robaste a Jeon? ¿Qué? ¿Acaso te volviste maricón también?
—Cuida tus palabras, Yoongi, nada me costaría golpearte aquí mismo —amenacé y él bajó el tono de su voz y palabras.
—No entiendo qué pasa contigo, ¿Por qué lo besaste?
—¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones a ti? —dejé mi cuchara sobre mi plato de sopa, con mucha molestia—. ¿Crees que porque al principio follamos un par de veces ya te vuelve mi novio? ¿Estas celoso acaso?
—¿Desde cuándo dices tanta mierda junta, Jimin? —lo cabreé. Genial, terminaríamos peleando, ya lo veo venir—. El que folláramos no fue precisamente porque yo quisiera ¿Ya olvidaste que al principio me obligabas?
—Lo terminabas consintiendo a la mitad —me defendí, pues sólo he violado a una persona y ese es quien me observaba con miedo y pensando en mi propuesta de hace rato o al menos eso creo por su mirada.
—No me quedaba de otra —desvió su mirada, topándose con la de Jeon, lo miró unos segundos y fueron los suficientes para entender toda la mierda que paso—. ¿Violaste a Jeon?... ¡Lo violaste! —gritó, llamando la atención de la mayoría—. ¡Maldición, Jimin! Me ordenaste muchas veces matarlo... Me golpeaste porque te desobedecía y ahora me sales con que te lo follaste.
Tiré de mi bandeja al piso, cabreado de todo lo que salía de la boca de Yoongi, me abalancé sobre él, golpeándole el rostro y su puta boca para que se callara. Cegado por la rabia de que me recordara mi delito, manchando mis puños con su sangre, sin darle la oportunidad de defenderse.
—¡Déjalo! —unas manos familiares para mis brazos me agarraron y empujaron al piso, ese cuerpo, el cual no estaba del todo trabajado, ni con muchos músculos, pero fuerte estaba protegiendo y ayudando a Yoongi—. ¡¿Estás loco?! —me gritó furioso, quería golpearme, lo quería y yo también, tendría un motivo para castigarlo, para saciar mi deseo—. ¿Estás bien, Yoongi? —lo miró, limpiándole la sangre de su rostro con la manga de su uniforme.
—Déjalo Jeon, él se lo buscó —le ordené, pero este no me obedeció, es más, ignoró completamente mis palabras—. ¡Que lo dejes! —le grité, agarrándolo del cuello de su uniforme, acercándolo a mi rostro—. Cuando ordeno algo, debes obedecer, Jeon.
—Y si no quiero, ¿qué? ¿Vas a golpearme? ¿Vas a castigarme? ¿Vas a.... violarme otra vez? —me odia, me detesta, me aborrece, me quiere lejos, le doy asco, me quiere fuera de su vista y de su vida. Lo sé, lo puedo ver y sentir, me cabrea ¿Por qué me cabrea?
—Vendrás conmigo ¿Quieres que te castigue, golpee y viole? Pues bien ¡Te daré eso y más! —agarrándolo fuertemente de su cuello, lo arrastre conmigo hacia el corral.
JungKook POV.
¿Es que nunca puedo obedecer cuando se me prohíbe algo? En el infierno, cada uno vive por sí mismo, se protege y sobrevive, pero ¡No! Soy un idiota al cual le gusta recibir castigos y golpes por todo el cuerpo, que lo marquen tanto, que no distinga una cicatriz de la otra. El jefe es de los tipos que no le importa el sufrimiento de los demás, a quien, podría jurar que llega a disfrutar ver el dolor de otro, quien podría sentir hasta placer de ver a otro llorar y eso lo puedo afirmar, porque él disfrutó, gozó, y se llenó de placer cuando me... violó. Aunque haya pasado tiempo desde ese día, sigo sintiéndolo como si sólo hubiera pasado ayer, mis pesadillas por las noches y el miedo que vuelva por mí son infinitas, vivir con miedo no es vivir. Y si sigo de esa manera, terminaré muerto en vida.
—Por favor jefe, no otra vez —le rogué mientras me arrastraba hacia el corral, porque si, el camino ya me lo sabía de memoria.
—Cállate, Jeon, tú lo pediste y yo te lo daré —me apretó con un poco más de fuerza, dificultándome el poder hablar o respirar con normalidad, comenzando a llenarme de miedo—. Puedo oler tu miedo, Jeon—me miró de reojo y pude ver una sonrisa maléfica en sus labios.
—Por favor... —se detuvo y me dio un fuerte golpe en el estómago, cortándome por unos segundos el poder respirar, me lleve las manos al abdomen, pero enseguida fueron alejadas, pues agarró ambas con tanta fuerza, pegándome a una pared, cerrando una puerta con su pierna derecha, ya estábamos dentro del corral—. Por favor... no otra vez... por favor —las lágrimas estaban por aparecer, mi voz comenzó a ponerse temblorosa, mi cuerpo sudaba frío y un dolor enorme me vino a la cabeza, acompañado de nauseas.
—Eso, ruégame, me excita —dijo cerca de mi oído derecho, soplando en él, causándome un escalofrío desde mi cabello hasta mis pies—. Vamos Jeon, pídeme que no te folle, no sabes lo duro que me pone ver tu cara de miedo.
—No te rogaré —no lo haría, pero el miedo de pasar por lo mismo me invadió y podía ceder en cualquier momento.
—Me gusta cuando te pones difícil —llevó sus labios a mi cuello, pasándolos con suavidad, sintiendo algo húmedo, ¿Acaso era su lengua? Recorría mi cuello, llegando a mi clavícula, sí, era su húmeda lengua. Siguió recorriendo, subiendo por mi cuello y terminando en el lóbulo de mi oreja derecha, repitiendo lo mismo con la izquierda—. Eres delicioso Jeon—soltó uno de mis brazos, pero sujetándolos con su diestra con fuerza, sin dejarme defender. Su mano izquierda agarró mi rostro, mirándome fijamente, penetrándome con su mirada. Deseo, lujuria, sensualidad, sexo, pero, sobre todo, deseo, eso era lo que podía descifrar en su mirada—. Me gustaría escucharte gemir, escuchar un gemido salir de tu exquisita boca —relamió su labio con la punta de su lengua, sin quitar su mirada de la mía—. Eso, mírame de esa manera, no sabes lo duro que me estoy poniendo por ello —acercó su cuerpo al mío, dejándome sentir su polla, la cual, como él dijo, se ponía más y más dura contra mi pierna derecha.
—No quiero... ya no me destroces más, por favor Jimin —le pedí, le rogué, dejando atrás mi estúpido y pisoteado orgullo, pero no quería sentir ese dolor una vez más, no de nuevo—. Por favor Jimin, no lo hagas.
—Ruégame, ruégame más —fue acercando su rostro, disminuyendo la distancia entre ambos, dejándome sentir su agitada respiración, deseándome en su mirada tan profunda—. Anda, quiero escucharte rogar. Ruégame que te folle Jeon, hazlo o te aseguro que te forzare.
—No quiero... —y silenció mis palabras con un beso, un beso feroz, salvaje y apasionado al cual forcejeé, evitando su cometido, evitando que penetrara mi boca con su lengua, obligándome abrirla para adentrarse y adueñarse de ella—. Basta... por favor —le pedía entre los besos que me robaba, pero sólo provocaba que gruñera sobre ellos y apretara su polla más en mi entrepierna, lastimándome con su dureza—. Jimin...
—¡Dios! —gritó contra mis labios—. Dilo de nuevo —su mirada destellaba emociones indescriptibles para mí, no podía descifrarlas porque no entendía que estaba pasando con él—. Anda, llámame por mi nombre, hazlo, Jeon, hazlo —volvió a besarme, siendo brusco, mordisqueando mis labios para adentrarse a mi boca. Me mordió un poco más fuerte, por lo que solté un pequeño grito y se introdujo dentro de ella, tomando mi lengua, uniéndola a la suya—. Eso, vuelve a gemir —comentó entre besos... espera ¿Yo gemí? Imposible, no lo hice o si... ¿Lo hice? —. Anda, gime y di mi nombre.
De pronto su beso fue dejando de ser salvaje para ser atento y suave, no me mordió, pero si podía sentir como mi lengua se movía al compás con la de Jimin, ambas estaban convirtiéndose en una y eso me enfureció porque me estaba dejando llevar. Mi mano sujeta por él dejó de forcejear, aunque seguía temblando por el miedo, pero una mezcla de emociones me invadía. Su lengua se deslizó por mis labios, introduciéndola tan fuerte en mi boca que volví a gemir, sí, gemí y le di en el gusto involuntariamente.
—Ya no aguanto... estoy tan duro que me duele Jeon—me confesó entrecerrando sus ojos—. Por favor... te lo pido, déjame follarte, no quiero forzarte, pero si me veo obligado, lo haré.
—No quiero —le respondí mientras volvió a unir nuestras bocas, compartiendo su saliva con la mía, intimando con nuestros labios—. No sigas... por favor.
—Por favor tú, Jeon—agarró mi rostro con ambas manos, mirándome fijamente—. ¿No entiendes? ¿No lo sientes? Te deseo con tanta fuerza que me duele.
—Pero... no quiero, no otra vez —sus manos comenzaron a acariciar mis mejillas, por lo que temí que a continuación me golpeara, pero no, sólo me acariciaba mientras me besaba, llegando a ser... cariñoso y atento—. Detente.
—Te deseo y no aguanto más Jeon—me penetró una vez más con su lengua, metiéndola tan fondo que se la mordí, llenando mis oídos con un gemido fuerte provenir de su boca, lo cual me hizo sobresaltarme sin saber por qué—. Tengo que tocarte, tienes que tocarme y llenarnos de gemidos placenteros, Jeon—volvió a mirarme, esta vez, rogándome con la mirada—. Dices que no puedes evitar ayudar a los demás cuando estos sufren ¿Acaso no puedes ayudarme a mi ahora?
—No con esto... de verdad no puedo —y era cierto, pensar en el simple hecho de tenerlo una vez más en ese lugar prohibido para él y cualquier hombre, me atemorizaba. Volver a ver mi sangre, volver a ser tocado sin quererlo, ser forzado a algo horrible y pensar en la simple posibilidad de no poder superarlo y terminar... matándome, no, no podía permitirlo.
—No me obligues a forzarte, de verdad no quiero —lamió el lóbulo de mi oreja y lo mordió con suavidad, tirando de él y volviendo a lamerlo—. Eres delicioso donde sea que te toque... quiero lamer todo tu cuerpo —aquello me estremeció y él lo sintió, sonriendo por ello—. ¿Comienzas a desearlo, cierto?
—Sólo deseo... que me dejes ir —cerré con fuerza mis ojos al sentir su erección en mi entrepierna—. Basta...aléjalo de mi —le pedí, pero me silenció con otro beso, pero uno lento, como si quisiera aprenderse de memoria la textura y sabor de ellos.
—Siéntelo y deséalo —una de sus manos abandonó mi mejilla y la fue bajando, acariciando mi abdomen, descendiendo por mi ombligo, metiéndola por debajo de mi pantalón y bóxer, llegando a mi miembro—. Estas duro, Jeon ¿Acaso no lo sientes? —abrí tanto mis ojos por ello que forcejeé para que me soltara, pero a cambio lo agarró con su mano y lo apretó, haciéndome gemir otra vez—. Vuelve hacerlo, me gustó escucharlo.
—Déjame, no quiero —no podía permitírselo, no podía ceder a su petición, no le ayudaría con algo así, no dejaría que volviera a tocarme como lo hizo aquel día, jamás—. ¡Que me dejes! —lo empujé con tanta fuerza que cayó de culo al piso, cambiando su mirada, dándome miedo, mucho miedo, lo iba hacer, me iba a violar... de nuevo—. Jimin...
—¡jefe! ¡Que me llames jefe! —se levantó con tanta rapidez que no me dio tiempo de reaccionar, dándome otro golpe en el estómago—. ¡¿Por qué no me puedes ayudar?! ¡¿Por qué a todos menos a mí?! ¡¿Tanto me odias?!
—¡Si! —le grité, no sé en qué momento mis lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, sólo sé que ya estaba llorando—. ¡Te odio con todo mi ser! ¡Jamás podré perdonarte por lo que me hiciste! —arremangué las mangas de mi polerón, dejándole ver las cicatrices de mis muñecas, dejando al descubierto mi intento de suicidio—. ¡Esto es lo que me hiciste! ¡Me das asco, me doy asco! ¡Todo esto es tu culpa, solo tuya!
—Vete —me soltó sin ser capaz de mirarme después de ver mis muñecas—. ¡Vete, maldición! —gritó tan fuerte, con tanta rabia en sus palabras que pude ver la vena notarse en su cuello, rojo, a punto de explotar, por lo que abrí la puerta del corral y abandoné el lugar corriendo, huyendo, salvándome.
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