David se mantuvo callado y le hizo un gesto a Cristian para que no tensara la cuerda.

—La verdad es que está buena... —le susurró David a Cristian.

Cristian lo miró fulminándolo con la mirada y éste se dio cuenta.

—Enserio, ¿tu también? —exclamó Cristian.

—¿Qué? Joder tío, está buena. No lo niegues.

Sin yo darme cuenta mis amigos estaban mirando a la misma dirección que yo.

—Es mona, pero nada se compara con mi rubia —espetó Cris.

—Permíteme rectificarte —se acarició David el mentón—. No es tu rubia so coquetón.

—Eso está por verse —contestó de forma chulesca Cristian mientras David negaba con la cabeza.

La música cada vez sonaba más fuerte en la discoteca y de repente tres bailarinas bajaron del escenario. Una de ellas, mi pelirroja. Las otras dos eran castañas y se abalanzaron sobre dos clientes que se creerían que estaban en el olimpo con esas chicas tan exuberantes sobre ellos, estaban dando un show erótico flipante. O las tenían muy pequeñas y no les explotaba el pantalón o eran de piedra. »Ninguna como ella, ojalá me hiciera a mi lo mismo«. Cuando reaccioné y la busqué con la mirada casi se me salen los ojos de las órbitas porque si esto era un sueño, no quería que se me borrara jamás de la mente. Cabello color de fuego se estaba acercando a mi sin dejar de bailar. Sin apartar la mirada de esos ojos que desprendían fuego, se subió encima de mi y me empezó a bailar cuerpo con cuerpo. Sus movimientos eran lentos pero desprendían puro fuego, de nuevo me pilló por sorpresa cuando inhaló un poco de aire y fue a parar en mi cuello. Empezó a besarmelo mientras me acariciaba la espalda con una mano y con la otra me sobaba el pecho. Por un momento deseé que no hubiese nadie, solo me limité a dejar que me hiciera delante del público lo que quisiese.

Me mordió detrás de la oreja cuando me tocaba el pelo, cuando fui a poner mis manos sobre su trasero y su cuerpo hizo un amago para evitarlo a la misma vez que me miraba fijamente a los ojos. »Me está volviendo loco«.

—Ciérralos —me soltó sin más.

—¿El qué?

—Los ojos —acercó tanto sus labios a los míos que notaba su aliento de maravilla. Le hice caso y cerré los ojos.

Estaba convencido que me iba a besar pero no, se limitó a rozar mi boca contra la suya pero no daba el paso. A continuación noté como se levantaba y tiraba de mí hasta la pista. Empezamos a bailar siendo la envidia de todos, danzaba deslizando su cuerpo de arriba a abajo y de lado a lado, cada vez que me daba la espalda algo en mi interior notaba. Al volverse de nuevo pegó su pelvis a la mía y me rodeó por el cuello, mis manos aprovecharon y esta vez si la agarraron bien para no dejarla ir.

—Espérame —me ordenó.

—¿Dónde?

—En quince minutos acabo mi turno —dijo en susurros—. Nada más salir, iré a despedirme de mis compañeras así que podremos irnos donde tu quieras.

—¿Vas en serio? —me dejó tan loco que creí que no era cierto.

—O lo tomas o lo dejas —volvió a rozar nuestros labios sin besarme.

—Lo tomo —respondí decidido—, solo espero que en privado no me dejes con la miel en los labios porque te juro que no voy a responder de mis actos.

La pelirroja me mordió el labio inferior y no sabía cómo era capaz de tenerme de pie.

—Me vuelven loca los tíos decididos —hizo tal movimiento que nuestras partes íntimas chocaron—. Solo espero que no te desates antes de tiempo, estamos en público.

—Sé controlarme aunque me lo estés poniendo difícil.

—Escápate y vente conmigo —me volvió a susurrar antes de despegarse a mi y lanzarme contra mi silla, fue tan calculadora que hasta sentado caí. En ese momento, abrí los ojos y vi como desaparecía entre la muchedumbre

Me eché el pelo hacia atrás para quitarme el sudor que me resbalaba. Sacudí la cabeza y miré a mis amigos, éstos se quedaron mirándome alucinados.

—Eh, ¿se puede saber qué fue eso? —me interrogó David.

—Tío, casi nos enseñas el miembro —fingió poner cara de asco.