Capítulo tres.
Indira
Eran las seis de la tarde y me acababa de despedir de todas mis alumnas. Directamente, me fui a mi cuarto de baño privado —después de haber arreglado el salón donde impartía las clases, en el que contaba con una ducha privada y una especie de camerino para cambiarme de atuendo antes y después de las sesiones, además justo al lado tenía una especie de habitación donde guardaba todo el material que necesitaba para dar mis clases y la ropa necesaria para todas mis alumnas. Nada más entrar, encendí la luz, cerré la puerta y dejé caer todas las prendas al suelo. Me metí bajo de la ducha y vi al señor y hasta juré ver a Jesucristo superStar. El agua resbalando sobre mi piel me refrescó de una manera que sino fuera porque había quedado con mi amor a las siete y media de la tarde para ver otra posible casa, me hubiese quedado encantada durante unas horas bajo esta lluvia tan maravillosa. Hasta los dolores musculares que tenía me los quitó así que fijarse lo mucho que aliviaba una buena ducha. A parte de eso, tomé una decisión de última hora y también me raccioné el tiempo para lavarme el pelo, hacía mucha calor y llevarlo húmedo también me ayudaría. A los pocos minutos, salí de la ducha enrrollada en una toalla. Me sequé bien el cuerpo y mi cabello rojizo, nada más terminé me puse la ropa con la que había llegado antes de iniciar las clases. Arreglé el baño, metí en una bolsa la ropa sucia para lavarla en casa, me peiné dejándome unas ondas naturales en el pelo y por último me maquillé. Una vez estaba lista, apagué las luces y salí del lugar donde estaba mi puesto de trabajo. Nada más estar en la puerta miré a los lados de las dos aceras para ver si veía el coche de mi chico, como no lo vi miré la hora y cuando estaba a punto de enviarle un Whatsapp a Pablo, un coche azul clarito empezó a acercarse y tocó el pito. Sin levantar la vista aún supe que era mi príncipe el que se aproximaba porque lo primero conocía ese pitido del coche y segundo como cada vez que venía a recogerme desde la esquina ya me estaba silbando en modo de tirarme los tejos. Estar con él y que me recogiese de vez en cuando, era otro de mis momentos favoritos.
https://youtu.be/U94ZYiaNE-o
—¡Esa sirenita guapa! —me vitoreo desde el coche. Guardé el teléfono en mi bolso al alzar la vista y crucé mi mirada con la de él. No era por alardear pero cada vez que lo veía, el contacto visual que teníamos era electrizante. Cada día me enamoraba más.
—¡Ese castaño potentorro! —lo halagué yo también y dos señoras me miraron raro por gritar a los cuatro vientos y sin importarme quien me escuchase.
Pablo apeó el coche un segundo, se bajó y nada mas estuve a unos pasos de él me abrazó con todas sus fuerzas.
—Estos chicos de hoy en día, están loquitos —cuchicheó una abuelita a otra y para colmo yo la escuché perfectamente. La verdad es que no era la primera vez que vivía una situación semejante, algunas eran graciosas como en esta ocasión pero también dimos con algún amargado que les molestaba ver a las parejas tan acarameladas. ¿No se habrían enamorado nunca? Porque sino no me lo explicaba, se estaban perdiendo vivir en las nubes a diario.
—Si, estoy loquita por él —le cogí los mofletes a mi niño y me lo comí a besos—. ¿A qué no es guapo mi príncipe?
https://youtu.be/WCisFFHDVOI
—Muy loquitos —nos miró la otra señora—. Si, es guapísimo.
—Gracias señoras, ustedes también son muy guapas —dijo halagador mi castañito—. Pero mi pelirrojita, también es preciosa y también estoy loquito por ella.
Pablo se empezó a sonrojar y yo moría de amor cada vez que se ruborizaba por algún comentario que le dijese alguna persona desconocida. Aunque a veces era muy echado para adelante, tenía un punto de timidillo y cortadito que me volvía loca. Esta última faceta no la conocí cuando estábamos en Corralejo sino aquí en la Vega de San Mateo, para que luego digan que no se pueden descubrir cosas positivas a diario y más si eran relacionadas con la persona que amabas. ¡Lo adoraba cada día que pasaba, más y más!
—De nada —nos dijo una de las mujeres—. Cuidaros mucho, el amor es como un rosal hay que regarlo con agua todo los días y saber darle todo el amor que necesita.
—¡Ay cuando yo empecé con mi Antonio con quince años! Ya llevamos setenta y cinco años juntos y jamás me cansaré de haberlo elegido —comentó la amiga—. Nos salieron unos hijos más agraciados.
—Dímelo a mí, yo llevo cincuenta años con mi Rigoberto y aunque ya no lo quiera como el primer día, no puedo vivir sin él —al escuchar el nombre del segundo marido y de el comentario de que ya no lo quería como antes, nos miramos Pablo y yo. Con solo una mirada ya las palabras sobraban, ambos estábamos aguantándonos la risa por el nombre que escuchamos. Siempre habíamos bromeado con los nombres de nuestros futuros niños y justo ese nombre, casi siempre lo lanzábamos al aire en plan coña.
—Bueno, Chari, vámonos que el pariente ya me pide la merienda a las seis y media. Si no llego a tiempo, se pone de mala ostia —le metió prisa a la otra.
—Es que lo tienes muy consentido, Marisa —empezó a andar y nos miró—. Cuidaros mucho, cuando tengais nuestra edad y veais vuestros hijos con familia. Lo agradeceréis.
—Mucha suerte, simpáticos —se despidieron de nosotros y lentamente desaparecieron de nuestra vista.
Pablo y yo nos miramos muertos de la risa.
—¿Has escuchado los nombres que han dicho? ¿En especial uno? —me preguntó Pablo.
—¡Claro, como la de Aqui no hay quien viva! Lastima me dio cuando falleció la mujer, era mi ídola de pequeña —se descojoné—. Hasta lloré cuando me enteré.
—Bueno tampoco te pilló tan pequeña, ¿eh? —me dio un arrechuche de osito y me besó.
—Ni tu tampoco, niño bonito —le mordí el labio—. ¿Y qué opinas con el Rigoberto? ¿Te sigue gustando para nuestro bebé?
—Descartado mi llorona sentimentaloide, por culpa de estas mujeres ahora me suena a abuelo así que descartado —bromeó mi amor eterno.
—¡Ay, cómo eres! —le di un codazo en el abdomen en plan de cachondeo—. Jo, no me digas sentimentaloide.
—Si es que lo eres mi vida, por eso me encantas —me cogió de la cara y depositó sobre mis labios un beso muy dulce.
—Ains, y tu a mi cariño —le sonreí—. ¿Vamos?
—Si, mi amor —me cogió de la mano, nos acercamos al coche y en cuestión de un minuto ya estábamos en el interior del vehículo.
Enseguida Pablo puso el coche en marcha y salimos zumbando. Estábamos tan emocionados que empezamos a canturrear a todo pulmón en cuanto encendí la radio. La canción que estaba sonando en ese momento molaba un huevo, era uno de los nuevos lanzamientos de Lola Indigo, Danna Paola y Denise Rosenthal el cual se titulaba Santería. Aunque el mensaje no nos pegaba nada, estábamos liándola parda que hasta los conductores de los coches que pasaban por nuestro lado nos miraban con cara de póquer.
—¡Soy inmensamente feliz! —grité en cuanto bajé la ventanilla del coche.
Pablo me miró por el retrovisor y se le escapó una sonrisa que me encantó —y obviamente yo la capté enseguida—.
—¡Y yo! —gritó con mucha fuerza.
Empecé a moverme sobre mi asiento para comenzar a bailar, sin titubear me contoneé sobre el asiento y empecé a hacer movimientos graciosos —pero sensuales a la vez— y empecé a cantar de nuevo. Así transcurrió todo lo que duró todo el trayecto. Un rato después, aparcamos el coche donde nos señaló un representate de la inmobiliaria y salimos del vehículo. Luego, lo acompañamos hasta la entrada del chalet que había elegido mi hombre para ver.
—Bienvenidos, debéis de ser la pareja interesada sobre la casa, ¿verdad? ¿Pablo y Indira? ¿O me equivoco? Aunque bueno, ya habíamos hablado anteriormente por teléfono.
—Si, somos nosotros —dijo mi chico—. Encantado, soy Pablo.
—Claro cariño, pinta de Indira no tienes —me metí con él de cachondeo y mi comentario se vio que le hizo gracia al representante porqué se rió con nosotros.
—Bromista es mi niña —me achuchó.
—Soy Indira, encantada —achuché a mi marido.
El señor nos dio la mano a los dos educadamente.
—¿Listos para verla por dentro? —nos propuso.
—Si, claro —accedí yo—. Pero antes podríamos ver toda la parte de fuera, digo sería lo suyo.
—Por supuesto —el hombre muy amable nos abrió la puerta principal de la entrada del chalet, justo al lado había otra que era para que los coches accediesen al recinto. Tuve que reconocer que aunque no me entusiasmó por fotos era muy bonito porque contenía un jardín que no me disgustó en absoluto. Luego de enseñarnos las afueras, abrió la puerta principal de la casa y nos invitó a pasar.
—No quiero pecar de curiosa pero... tengo una pregunta —dije sin soltar de la mano a mi Pablito.
—Dime —me incitó el hombre a que le preguntase y Pablo se quedó mirandome sin saber la intención que realmente tenía.
—En este jardín, ¿podríamos construir una piscina mediana? ¿O el terreno no lo permite? —Pablo abrió los ojos como platos y eso que no sabía la sorpresa que le tenía preparada.
—Si claro, sin ningún problema —me sonrió.
—Bueno saberlo, veamos la casa pues —una vez pisamos el rellano, nos encontramos con una sala de estar bastante ostentosa pero decorada con muy buen gusto. A los lados habían tres puertas que aún no estaba segura de a donde comunicaban, dos a la derecha y otra a la izquierda, también había una escalinata que no era demasiado ancha. Esta era de un diseño escalera volada Pasos en madera roble natural Barandilla y pasamanos en hierro negro junto con un suelo microcemento gris. Bastante bonita y las puertas eran de un color cerezo, una tenía cristales translúcidos como la de la entrada que también tenía la misma tonalidad.
—¿Y esa pregunta a qué vino? —se acercó lentamente a mi oreja Pablito para susurrarme la preguntita del millón.
—¿Qué pregunta? —quise hacerme la despistada.
—La última que le has hecho pillina —siguió susurraándome y me estaba entrando un no sé qué qué sé yo sintiendo su aliento sobre mi piel. ¿Cómo se atrevía a hacerme esto en público el muy cabrito?
—Ah, pues simple curiosidad —le sonreí.
—Ya, ya —me respondió y luego miró al hombre que el pobre se había quedado como un pasmarote tras ignorarlo durante un periodo corto de tiempo. Tampoco había sido tanto... si uno se paraba a pensarlo.
—Disculpa, empecemos la ruta —me disculpé con educación, qué menos.
—Seguidme, por favor —el asalariado nos abrió la puerta de la derecha después de cerrar tras nosotros la puerta principal. Esta nueva comunicaba a un salón comedor enorme que contenía en su interior otra puerta con las mismas características que las anteriores y una puerta de cristal que llevaría a algún otro lugar de la casa
Mientras mi amado y yo contemplábamos nuestra nueva casa y recalco ese adjetivo tanto porque era parte de la sorpresa que le tenía preparada a mi Pablito. Esta era la casa de sus sueños, este era el salón que siempre idealizó cada noche de las que nos quedabamos en vela.
La verdad es que él desconocía mis intenciones, todo el rato le hice creer que finalmente elegiríamos la casa que a mi me gustaba. ¿La realidad? No iba a ser así puesto a que si esta era su casa ideal. Se lo pensaba cumplir a toda costa. Es más, cada milímetro que iba descubriendo, me gustaba más. Hasta ya empezaba a idealizar como iba a estar distribuido el salón y el resto de la casa —la primera casa que tuve fue la que compartí con mis niñas, la segunda fue mi piso de Fuerteventura, el mismo que compré con la herencia que recibí. Este penúltimo aún lo mantenía por si nos tomábamos algún día esporádico de vacaciones o para que mi familia fuera. En otras ocasiones, iban allí de escapada—. De repente, sentí que estaba en mi hogar y junto al hombre que más he amado —porque para ser sincera, jamás había amado a nadie antes de él— en toda mi vida. Sin previo aviso, lo miré y pude observar ese brillo especial que tenía mis ojitos bonitos. Esa atención que le prestaba al trabajador. Esbocé una sonrisa fascinada e involuntaria y él la captó al vuelo sin esperarmelo. Acto seguido, se acercó a mí y me pasó el brazo por la cintura, luego aprovechó nuestra cercanía para darme un besito en la mejilla. Sutilmente, le pedí que me disculparan un minutillo de nada . Necesitaba con urgencia quedarme con el encargado a solas para poder darle un cheque —el cúal Pablo desconocía de su existencia— , este contenía la suma de dinero de la entrada de la vivienda.. Amablemente, ambos me disculparon.
—¿Ocurre algo? —me preguntó entre susurros mi amor.
—No, cariño —le contesté con ternura mientras me alejaba unos pasos de mi irresistiblemente castaño.
Saqué de mi bolso mi teléfono y le escribí un WhatsApp a mi amigo del alma. —el mismo que tenía que estar de mi hasta los mismisimos huevos. Mi Félix querido era el mejor confidente y aliado que podía tener en común con mi bendición. Y que conste que yo lo conocía de más tiempo así que era más mío que suyo—. Sin él ni Eva, esto que estaba viviendo con Pablo no hubiese sido posible. Aunque en el fondo, lo habría conseguido por mis santos cojones.
.«Código rojo, código rojo», empecé a escribirle. Inmediatamente recibí un mensaje en la app. Bendito modo silencioso que tenía activado para que no me sonaran los mensajillos en un momento como este.
«Hombre pelirrojita, ¿qué ocurre?¿En qué lío me metes ahora? Desembucha que me tienes más intrigado que el mejor programa de cotilleo donde pongan una exclusiva de los reyes de España», me hizo gracia ver que recibí dos mensajes en uno.
«Hermano, llama ahora a Pablo. Invéntate cualquier excusa. La que sea, por cierto me encanta tu comparación», le adjunté un emoji.
«¿En qué lío te has metido ya?».
«En ninguno, hombre de poca fe. ¿Te acuerdas de la casa que él quería?», le pregunté.
«Si, claro. Dime, así no meto la pata. PD: Sabía que te iba a encantar mi comparación».
«Qué bien me conoces, jiji. Pues estamos aquí viéndola, la semana que viene tenemos cita para ver la que me gustaba a mi pero me da que no será necesario».
«¿Por qué? ¿No te encantaba? ¿O es que ahora te ha hechizado el Pablo's Palace? PD: Ni te lo imaginas».
«Y me encanta pero ya he empezado a idealizar todo en su opción favorita, y además, tengo que admitir que he sentido una conexión especial. Y no me preguntes por qué. Sentí que la palabra hogar volvía a tomar más fuerza que nunca aquí. No sé si me entiendes pero seguro que te ha pasado alguna vez en la vida».
«Amiga y hermana. Entonces si has sentido eso, no te lo pienses más y elergirla Las cosas suceden por algo y si tus planes se dieron la vuelta, es porque ese lugar es vuestro lugar. PD: Lo sentí cuando tuve delante de mí a mi esposa y cuando decidí que mi destino era emprender una vida junto a ella».
«No es por aguar la fiesta pero y si ahora que te decantas por esa, ¿quiere la otra?», intentó picarme el payaso mandando otro mensaje.
«Félix, por dios. No me siembres dudas maldita sea, que ya lo tengo más que claro. No me seas cabrón», le contesté de inmediato y a continuación, le escribí otro mensaje más.
«Ves, me entiendes a la perfección. Oh, oh para siempre y más allá. Qué amor tan bonito. Amor más bonito que el vuestro no lo he visto jamás. O bueno... si. Como el de Pablo y mío. Otro que no tiene ni punto de comparación», me vengué con caritas burlonas.
«Ña, ya na. Si no es la protagonista ella... no se queda agusto. PD: Era bromita, idiota».
«Serás idiota... Bueno, a lo que iba. Voy a darme prisa porque tampoco quiero que empiece a sospechar. Quiero entregarle un cheque al empleado para el próximo día o ahora mismo. Así si puede ser, firmar el principio del papeleo. Qué pasa... que con él aquí pues no puedo porque me descubriría el pastel».
«O sea, tus planes son pagarlo y llamarle para formalizar el trámite y así darle la sorpresa».
«Exacto, mira que eres listo cuando quieres».
«¿Lo dudabas? Tss, me debes una hamburguesa que lo sepas», bromeó.
«Te debo lo que tu quieras. Entonces, ¿puedes?».
«Si, tranquila. Suelta el teléfono y en cinco minutos le llamo».
«Mejor que sean veinte minutos así terminamos de ver la casa, si te viene bien, claro».
«Mira que me das por culo, ¿eh? Anda que sí, así quedamos entonces».
«Gracias, petardi».
«A ti, bombón. Un abrazo de mi parte y de mi niña».
«Otro para tu princesa. Muak, muak».
«Eso y a mí que me den», sonreí tras leer el mensaje y guardé mi móvil. Minutos después seguimos el recorrido de la casa.
—¿Todo bien? —insistió mi pequeño.
—Si, luego te cuento.
—Te vi escribiendo mucho de soslayo. ¿Con quién hablabas? —me interrogó Pablo.
—Em... —justo cuando iba a buscar la mejor excusa que pudiera existir. El agente inmobiliario cerró la puerta de nuestra habitación, que previamente vimos.
—Pues eso es todo, ¿qué tal si bajamos a la primera planta?
—Perfecto —asintió mi rey sin dejar de mirarme por el rabillo del ojo.
—Si, vamos —aprobé yo también su decisión y en el muy fondo de mi ser, intentaba que los nervios no florecieran exteriormente.
Ring, ring. Suspiré aliviada al escuchar la melodía de la llamada del móvil de Pablo.
—Un segundo, me adelanto y voy abajo mientras. Disculpad —me dio un beso en los labios y empezó a descender las escaleras.
Cuando mi ojitos desapareció, el encargado me hizo un gesto para que bajaramos también pero justo iba a poner un pie en el primer escalón. Lo detuve.
—Espere, por favor —le pedí con los ojitos de corderito degollado.
—Dime, Indira. ¿Hay algo con lo que estés disconforme? —me preguntó con la duda.
—Todo está en órden pero tengo que comunicarle algo —dije sin titubear y bajando el tono de la voz por si aparecía de repente Pablo y nos escuchaba.
—Te escucho pero vamos abajo y hablamos más tranquilos —me volvió a invitar a que bajasemos la escalinata.
—No, es que no quiero que Pablo se entere de momento.
—Pues, cuéntame —bajó la voz él también—. Ya os diré mañana el día que concertaremos para ver la próxima casa —añadió y yo sutilmente me mordí el labio debido a los nervios.
—No hará falta concertar una nueva cita
Mario —así era como se llamaba— se quedó mirándome ya que era de esperar que no se esperase mi respuesta aún sabiendo que mi elección se decantaba más por la otra opción.
—¿Y eso? —formuló una corta pregunta.mirándome.
—Esta es nuestra casa, quiero darle la sorpresa diciéndoselo yo si me lo permites. Es más... —saqué del bolso el cheque con el dinero acordado y se lo tendí en la mano—. Por mí firmaba ahora mismo —afirmé.
Él se quedó sorprendido y se guardó el dinero en una carpeta.
—Te comunico que es la decisión más acertada que has tomado. La otra es preciosa pero con el tiempo y contando con que la familia crezca, espacio tendréis de sobra. Y de verdad que no lo digo por vender, esta incluso es un poco más económica que la otra —me abrazó y yo le correspondí ilusionada—. Y cuando me digas,tomamos las medidas para construir la piscina. Aviso de que no tienes de qué preocuparte, te adelanto que eso va incluído dentro del precio.
—Muchísimas gracias, de verdad —esbocé una sonrisa—. Y también pienso que tenéis razón y que es la mejor opción. En cuanto a las medidas,lo miraremos cuando sepa la noticia. Así lo debatimos junto a él.
—Acuérdate de las ventajas, es tan cálida que en las estaciones del año que nii en invierno ni en verano necesitaréis utilizar aire acondicionado ni calefacción..
—Qué maravilla, todo son ventajas —exclamé sin pensar en el tiempo que había transcurrido desde que Pablo había descendido la escalera.
—Eso es, ahora sí vamos abajo no vaya a ser que empiece a sospechar que tramamos algo —me dio un juego de llaves de toda la casa y me la guardé.
—En eso estaba justo yo pensando —me reí y provoqué que a él también le naciera una carcajada.
—Tu primero —me hizo un gesto para que bajase.
Antes de hacerlo me quedé mirando el cuarto de al lado del nuestro y le comenté los planes que tenía para la otra habitación —le comenté que quería mirar muebles de bebé y todos los accesorios necesarios, además le dije que estaba embarazada y me felicitó feliz por la tremenda noticia—.. Ya visualizaba todo.
Escasos minutos después ya estábamos en el salón, inmediatamente apareció Pablo por la puerta.
—Perdón, este Félix que se enrolla más que las persianas —me acurrucó en él y nos observó a ambos.
—¿Qué quiere? —disimulé haciendo una pequeña actuación—. ¿Pasó algo?
—No, no. Solo contarme algo... luego te cuento —me miró con ternura—. ¿Nos sentamos en el sofá?
Mario se dirigió hacia nosotros.
—Me parece bien —cogí su mano—-. Ok, luego más tranqui.
—Sentaros vosotros, en cuanto pueda sacaré este sofá viejito que pusimos de muestra —señaló el sofá que tenían de prueba para que los inquilinos vieran el efecto—. Enseguida vuelvo —Mario me guiñó el ojo y yo ya sabía perfectamente a dónde iba.
—Está bien —Pablo tiró de mí y tomamos asiento en el sofá. Sin mediar palabra, nos sentamos lo más acaramelados y compenetrados que estábamos—. Ahora me vas a decir tu a mi... qué hacíais allí arriba que tardabais tanto. No creas que yo no me dí cuenta que no bajasteis detrás de mí, ejem. Eh, pillina —me tocó la naricilla para llamar mi atención.
—¿Pues qué crees que íbamos a hacer? —intenté hacerme la loca.
—Anda... no disimules, que nos conocemos pelirrojita mía —me tentó el muy cabrón mordiéndome el labio.
—Si no disimulo —me hice la inocente.
—No cuela, nada pero nada —volvió a insistir. «Si es que es más listo mi niño».
—Bueno... está bien, voy a confesar —lo miré cabizbaja pero evitando que me saliera una carcajada—. Te estaba poniendo los cuernos, es que este señor es tan atractivo —bromeé.
Pablo frunció el ceño y me dio un golpecito en el hombro.
—Eso es mentira, tu no lo harías —me asombró su firmeza pero más me encantó su confianza en mí después de todo lo que le hice en un pasado. Estaba más que claro que ambos habíamos evolucionado como tal Pokemón—- Ni yo tampoco.
—Quién lo hace una vez... —dije bajito pero seguía de broma.
A mi amor se le cambió un poco el semblante y esta vez me miró más serio. ¡Piiiiiiii, piiiiiii, piiiiiiii! ¡Hora de descubrirse!
—Qué no, jo —lo abracé fuertemente—. Jamás te haría eso, eres el amor de mi vida castañito mío.
—Tonta, me has asustado —me respondió afligido y correspondiendo a mi abrazo—- Mala.
—En la cama, mucho —me mofé—. Pero en realidad soy más buenecita que el pan.
—Has dicho una verdad como una catedral, ahí toda una fiera pero tanto como eso de buenecita... —carraspeó—. Permíteme dudarlo.
—¡Eh! —bramé y le di una colleja—. ¿Cómo que dudas eso, so idiota?
Pablo se carcajeó de mi y me achuchó.
—Qué es broma, mi amor —me besó en los labios—. Como tu me has picado, ¿por qué no iba a hacerlo yo también? —levantó las cejas.
—Pues no deberías de hacerlo —me hice la ofendida—. Aquí la mujer soy yo, tú tienes que comportarte como un corderito degollado.
—Ains, cariño mío —me acarició el rostro.
—Eso digo yo, ains —me defendí de su ataque.
—Ahora enserio, dímelo.
—¿Y porqué lo debía hacer, en? —Como adoraba hacerle la puñeta a este hombre.
—Yaaaaaaaa, vaaaaale —alargó tanto las palabras que acabamos riéndonos simultáneamente.
—Tengo una sorpresita para ti —le adelanté.
—¿Cuál?
—Permíteme un momento —metí la mano en el bolso y le puse una cajita sobre una mano. La cuál la cogí antes para dárselo en mano.
—¿Y esta caja? —Pablo se quedó anonadado—. ¡Ay! —exclamó—. No me digas que me estás pidiendo matrimonio.
—Eh, no bonito. Sé que soy muy moderna pero esa parte te toca a ti, so guapito de cara —me desternillé.
—¡Qué aguafiestas, has roto todas mis ilusiones! —y ahora se burló él de mi—. Bueno, vale lo haré yo aunque no hubiese estado nada mal que lo hagas tú.
—Pero lo ideal es que te lo curres tú, tramposo. Yo ya sé que tengo una mente asombrosa y llena de ideas pero a tu coco también hay que exprimirlo de vez en cuando —lo piqué—. Anda, déjate de ilusiones y abre eso que verás que también te hace ilusión.
—Malaje eres, tranquila que te pienso sorprender y muchísimo —hizo una mueca ocultando una sonrisita de lado. «Me mata».
—No me cabe la menor duda.
Pablo sujetó muy bien la cajita y a cámara lenta, la abrió. Me miró confundido y con los ojos llenos de ilusión, si no era muy cortito sabría adivinarlo.
—¿Y estás llaves? ¿De dónde son? —me preguntó.
—¿Ni te lo imaginas de dónde pueden ser? —quise ponerlo a prueba a ver si encajaba piezas del puzle.
—Supongo que es de una casa, pero... no puede ser la nuestra porque aún no la hemos elegido.
—Si la hemos elegido, entre los dos —recalqué.
—Entonces... —se quedó pensando ilusionado.
—¡Bienvenido a nuestro hogar, mi vida! —exclamé ilusionada y llena de lágrimas—. ¡Esta es la casa elegida!
Mi castañito empezó a llorar como una parra y me comió a besos.
—Gracias, mil gracias mi pelirrojita —me agradeció felizmente—. ¿Pero estás segura? Mira que yo voy a la casita que a ti te guste, lo importante es estar Irresistiblemente unidos, no lo olvides tesoro mío.
Como una parejita feliz, nos secamos las lágrimas mutuamente.
—Estoy muy segura, es más. Ya le dí la entrada a Mario y podremos empezar a mudarnos en cuanto queramos —le comuniqué radiante.
—Ay qué ilusión más grande, por eso os quedásteis solos y seguro que por el mismo motivo me llamó Félix para distraerme. Ya me estaba volviendo loco con tanta tontería que decía —se rió y me contó de lo que hablaron de forma breve.
—Si por eso mismo, y lo de Félix también me declaro culpable.
—Qué habré hecho en esta vida para merecerte —me besó de forma lenta y sentida.
—Qué habré hecho para que la vida me premie contigo —intensifiqué el beso aún más—. Te amo.
—Yo te amo aún más —me cogió de las manos y me las besó, acto seguido jugueteó con las llaves, las besó y las guardó en mi bolso.
—Igual, vida mía —sonreí acaramelada a él.
En ese mismo momento, apareció Mario con una carpeta y nos tendió los papeles con un par de bolis mientras se sentaba.
—Supongo que ya sabes la noticia —comentó con una sonrisa.
—Si, si es que no la puedo querer más —respondió ilusionado como un niño. Con esa ilusión que sienten cuando ven a acercarse a los reyes magos por primera vez.
—Cuídala mucho, mujeres como ella no se consiguen de la noche a la mañana —me halagó de tal forma que por primera vez, sentí que realmente me merecía a mi niño. Estaba dispuesta a hacerlo lo más feliz del mundo el resto de nuestras vidas y lo mejor, que sabía que este sentimiento era mutuo.
—Lo haré —sonrió mirándome ilusionado.
—Gracias por tus palabras de verdad, yo también pienso cuidarlo —le cogí de la mano.
—Entonces, no nos distraigamos más. A firmar se ha dicho —nos incitó a que firmasemos todo el papeleo.
Pablo y su servidora firmamos cada papel que nos indicó el agente. Después de hacerlo, se lo tendimos a su merced.
—Bueno, con esto estaría todo firmado ya. Solo nos faltaría ver las medidas de la piscina y en cuanto la forma de pago, ya sabéis que podéis pagármelo poco a poco con confianza.
—¿Eso quiere decir que la casa ya es nuestra? —le pregunté cogiendo unas copias de los papeles que firmamos.
—Eso es, entera es vuestra a no ser que la quieras por fásticulos. Si es así, miramos que los pagos y la casa se te entreguen más lentamente —bromeó.
—No, no yo la quiero completa como a mi pelirrojita —se tronchó.
—Faltaría más —musité.
—Y en cuanto a la piscina, ¿qué me he perdido?
—Hemos acordado Indira y yo que construiremos una piscina en el jardín, si queréis vamos a tomar las medidas ahora mismo —nos animó mientras guardaba todo el papeleo.
—Mírala, como se salió con la suya —me dio un pico—. Ahora si que será perfecta, reúne todo lo que queremos los dos.
—Así es cariño y tú con la tuya —le contesté feliz mientras me levantaba y lo ayudaba a él. Después lo hizo nuestro vendedor.
—Vamos a ver las medidas —dijo mi hombre—, y aunque no sea tan atractivo como la casa os enseño algo del garaje que os atraerá bastante.
—No se hable más, ya aprovechamos y sacamos el sofá que habrá que tirarlo.
Los tres sacamos un pequeño sofá que había en el interior del salón y guardamos en un rinconcito las copias de nuestra propiedad. Más tarde acordamos las medidas de la piscina y pudimos descubrir que el garaje —a parte de ser una pasada— contenía un espacio para una sala de juegos y una bodega más grande que el palacio de Buckingham.
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