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Capítulo siete

Ese comentario era lo único que me faltaba para tomar la iniciativa que necesitaba. Metí mis manos por debajo de su falda y los posé en los cachetes de su terso y suave trasero, gracias al tanga que llevaba podía merodear más sobre esa piel que cada vez me tentaba más. Aunque, no le iba a durar mucho porque ese hilo dental no estaba dispuesto a que me molestase más en mis planes. O se lo quitaba ella por su santa voluntad o se lo arrancaba yo con los dientes. Cuando logré aventurarme más acariciándole los muslos, noté como se le escapó un gemido bastante escandaloso.

—Es recíproco, muñeca —la empecé a besar los hombros que tenía al descubierto mientras hacía movimientos para darle más intensidad y erotismo al ambiente—. Desde en el momento en el que te descubrí, no te podía apartar de mi mente ni podía dejar de mirarte. Solo deseaba...

—¿Qué deseabas? —me interrumpió para informarse de más datos, estaba seguro que estaba muriéndose por saber qué era lo que provocaba en mí. Aunque no era muy difícil, estaba a la vista.

—Arrancarte la ropa y hacerte de todo sin miramientos —más claro, agüita*[1]—. Confieso que me encanta cuando gimes de placer —esbocé una sonrisa picarona.

—Nada te lo impide, hazlo —me ordenó—. De hecho, no pienso dejar que nos vayamos de aquí hasta que no hayamos copulado.

¿Copulado? ¿Enserio? En mi mundo se dice.."f... y lo que sigue". ¿De verdad lo dice así? Si ella es la que me ha estado provocando todo el rato y ahora va de fina. Me reí, aunque evité que no retumbara en todo el coche.

—¿En serio? Eso es como si me dices vamos a tener sexo o relaciones.

—Una ya no puede ser fina —se quejó—, ¿fornicar, follar o chingar? Elige un calificativo, don perfecto —se burló de mí la muy asquerosa.

—Hombre, lo nuestro sería más follar —medité y lo solté—. No intentes ir de fina, que esto no lo hace alguien que lo sea.

—Ni eso, aún no hicimos nada —eso me jodió, y mucho. Parecía tan puñetera que no me extrañaría que fuese capaz de dejarme con las ganas—. Además, ¿es que las finas no se trincan a los tíos o qué? ¡Pues claro que sí! Aquí todas saben lo que es un buen plátano de canarias y lo que es una buena almeja.

—Por ahora —espeté y me reí del comentario que hizo. Desde luego, esta chavala no tiene remedio—. No, si eso ya lo sé. Hasta en parvulitos ya le enseñan varias cosas, imagínate los de más edad.

—Ah, y si quieres que gima más —me lamió los labios de una forma muy cerda—, ganatelo.

La miré con los ojos ardientes y noté como cambiaba de tema directamente.

—¿Quieres que lo haga? —la desafié mientras me lamía mis propios labios para saborear sus propias babas—. Lames muy bien, ¿eh?

—Y eso no es lo único que puedo lamer —me sacó la lengua, sin ponerla en contacto sobre ninguna zona de mi cuerpo. Ya que estaba, no me hubiese importado que lo hubiese hecho. Se quedó callada por un instante mientras me miraba—. Y si, ¿tengo que implorarte que actúes ya? —se apartó el pelo lo máximo que pudo.

—Interesante, baby —le sonreí picaron—. En cuanto a lo otro, no me importa que me supliques un ratito más, tantito más. Como dice Danna Paola.

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—Me estas... —se quedó callada. Si, solo para joderme y dejarme a medias.

Hice un movimiento para apretarla más a mí y antes de que hiciera nada más, entreabrí los labios e introduje mi lengua en el interior de su boca. Le devoré la boca como si no hubiese mañana y con mucha codicia. Luego fui a arrancarle la falda pero ella me detuvo.

—No tan rápido, aquí las reglas las marco yo —me encantó su autoridad y que marcase las riendas de todo. Ella con una mano, tomó un poco de impulso de su cuerpo y deslizó el tanga hasta que se lo quitó. En décimas de segundos me lo puso en la boca y yo lo mordí.

Lo dejé caer a un lado y volví a besarla.

—Así no quería, nena —le besé un hoyuelo de la cara.

Soltó una pequeña risotada y me atrapó la cara con sus manos. Dentelleó mi labio con lujuria y me acarició el pelo, en ese instante debió de notar algo inexplicable porque le cambió la cara a un tono que mostraba deseo y lascivia.

—Ya tendremos tiempo para que lo arranques de otro modo —comentó—. Por cierto, una trompa amenaza con salir.

Solté una risa divertida por como se refería a mi miembro.

—Mucho tiempo, que no te quepa duda —le aparté las manos de mi cara y fui a quitarle la parte de arriba, otra vez me lo impidió. Gruñí por mi plan fallido—. Bonita forma de llamar a mi pene.

—¿No me digas que no viste nada de Shinchan? Se pasaba todo el rato con el trompa dichoso —se rió y a mi me encantó que lo hiciera.

—Si, lo vi pero ahora no me interesa nada lo que ese muñecajo hiciese —le miré los pechos con interés y ella observó como lo hacía.

—¿Quieres recorrerlos y comerte mis melones, no? —hizo un paréntesis antes de seguir—. Te dejo que hagas con ellos lo que quieras si... —se elevó hacia arriba y sumergió por mi paquete la mano, masajeó la zona y abrió la cremallera. Posteriormente, introdujo su mano por encima de mi bóxer para terminar desabrochando mi pantalón. Ni yo sé cómo lo hizo pero cuando me di cuenta, me lo había quitado y se había puesto de nuevo encima de mí—. Ahora está mejor la cosa —dijo y se quedó tan ancha.

—Qué poca vergüenza tienes, ¿no?

—¿Por qué? —me devolvió la pregunta.

—Tu puedes quitarme lo que se te antoje y yo no —me quejé.

Ella se colocó mejor y cuando tuve otro aliento, noté como estaba dentro de ella. Gemí con fuerza y ella no se quedó atrás porque soltó un par de exclamaciones con el fin de estimularme —por si no lo había hecho ya lo suficiente, of course—.

—No te quejes más y dame fuerte sino me dejas satisfecha. Por lo más sagrado del mundo, no volverás a verme más —dijo y a mi me hizo reírme por lo bajo. «Definitivamente, es un caso de los que no hay. ¿Ahora será beata? ¿Desde cuando las monjas van arrancando pantalones a un desconocido».

Nos dejamos llevar tanto por la pasión que ninguno se dio cuenta de que lo estábamos haciendo a pelo. Antes de darle con más profundidad e intensidad la miré.

—Creo que hemos cometido un error —le susurré. «Mierda».

Ella me miró pero no mostró ninguna preocupación.

—¿Cuál?

—No me he puesto condón —le dije sin rodeos.

—Mierda —se quedó pensativa—. No te preocupes, no puedes dejarme embarazada porque me operé de la ligadura de trompas hace años. Pero si quieres, puedes ponerte uno. ¿Tienes a mano?

Lenguaje canario

*[1] Agüita es una expresión popular canaria, muy utilizada en Tenerife, que se dice como coletilla cuando alguien lee, oye o ve algo que le impresiona o llama la atención especialmente, ya sea por su novedad, curiosidad, ironía o porque le resulta escandaloso o impactante. Además, significa cerveza artesanal canaria y así se pide cuando vas al bar.

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