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Capítulo seis

Tras pasar los cinco minutos que me dijo, noté como se removía del asiento. Se elevó un poco para mirar todo aquello que nos rodeaba y al sentarse su mano se quedó justo encima de mi zona sensible, para colmo hizo presión —como si fuese a ayudar en algo eso—. Volví a tragar saliva y a respirar hondo para no cometer una locura, menuda atacadera*[1] llevaba encima por culpa de esta chocha*[2]. Justo un instante después interrumpió mi sofoco de golpe, casi me dio un patatús porque jamás me hubiese esperado esa reacción tan repentina.

—Allí, entra por allí —me señaló los árboles.

—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —la miré de reojo mientras disminuía la velocidad—. No me dirás que por ahí detrás se va a tu casa.

No, tonto —hizo una pausa—, hazme caso. Ahora lo verás —y otra vez me dejó con la duda.

Miré el terreno con cuidado antes de meter mi lindo cochecito leré por ese caminito que no se veía ni tres carajos. Conforme iba accediendo detrás de los árboles, ella se sentó bien en el asiento y yo aparqué el coche sin entender porqué quería que parara ahí. «Maldita manía que se gastaba». Bufé para mis adentros.

—¿Y ahora? ¿Qué hacemos aquí? —la miré fijamente mientras me acomodaba en el asiento para verla mejor. Apartó la mano de mis partes y se apoyó en uno de sus propios brazos —el que se encontraba apoyado en el cristal del coche, el otro estaba posado encima de su regazo. Nos deshicimos de los cinturones de seguridad— .

—¿Lo quieres saber? —se interesó coqueta mientras se apartaba de una forma elegante el pelo de la cara.

—Claro —le respondí.

—¿Ni te lo imaginas? —la velocidad de su pecho cada vez subía y bajaba con más intensidad.

—No —repliqué sincero y confundido.

—Okey...—añadió dejándome más confundido.

De un impulso, se subió encima de mí. Acomodó sus piernas encima y me miró a los ojos con mucha intensidad. Absolutamente, estaba en el aire*[3].

—Me debes algo, ¿no crees? —me acarició el cabello y yo aproveché para pegar su pelvis contra la mía. A continuación, bajó sus dedos hacia mi cara hasta llegar a mi mentón.

—¿Yo? ¿Deberte? —me hice un poco el loco, me moría de ganas por saber cuál era su propósito. Moría por provocarla—. Que yo sepa nada.

—¿Estás seguro? —dejó caer su aliento sobre mi cuello. Empezó a morderme como si fuese la presa que estuvo esperando hace mucho tiempo. Esta mujer lograba estremecerme de pies a cabeza.

El roce de su cabello cerca mía me tenía en una tesitura bastante provocadora y tensa: Una completa locura. De una buena vez la rodeé por la cintura con fuerza para evitar que se apartara de mi, si se le llegaba a ocurrir. Noté como un pequeño gemido salía de su boca al rozarse nuestras partes íntimas —aunque estábamos con ropa—, empezó a moverse sobre mí a la vez que besaba mi cuello. Momentos después, deslicé mis manos sobre su espalda para dejarme llevar. Ahora que la tenía encima, no iba a desaprovechar la oportunidad ni aunque me mataran.

—Sí —le contesté con el aliento entrecortado. El panorama cada vez estaba más ardiente y seguí magreandole sobre la ropa cada rincón de su espalda aunque me lo impidiera una tela fina y delicada.

Con brusquedad, tiró de mi pelo y quedaron nuestros rostros a escasos centímetros uno del otro.

—Dímelo a la cara —me desafió.

—Con que esas tenemos, ¿no? —la provoqué mordiéndome el labio.

—Obvio —se remangó la falda y noté el contacto de su hilo dental —llámalo tanga o tirachinas— contra mi paquete escondido por un pantalón resistente. ¡Dios! No sé en qué irá a parar esto pero, como no pare. Esto va a explotar a la misma vez que nos reiremos como Ja-Pon. Nótese el chiste malo.

—Más bien, me debes tú —le mordí el labio suavemente y cuando iba a besarla, ella retrocedió un poco para que no lo hiciera. Encima se hacía de rogar, ¡no podía más!

La jovencita soltó una carcajada y empezó a provocarme con pequeños gestos y movimientos encima mía.

—No te flipes, anda —se puso chulita la nena.

—Tu fuiste quien me provocó e invitó a que me viniese contigo, tu fuiste quien me sacó de allí en cuanto tuviste oportunidad —me interrumpió—. Tu provocaste que dejara tirados a mis amigos por venirme contigo. Tú fuiste quién provocó lo que está ocurriendo justo en este momento.

—No te hagas el santo, tú lo deseabas tanto como yo —intenté besarla pero volvió a esquivarme—, así que no me vengas con esas. Preferías mil veces estar ahora conmigo que con tus amigos, chaval. A ti te apetece que yo esté encima tuya, así que no te vistas que no vas.

https://youtu.be/M2xw_0biAaQ

Con desesperación y sin frenos, apoyé su cuerpo rudamente sobre el volante y mi cuerpo se puso pegado al de ella. Como sentía su respiración, notaba sus pechos pegados a mí.

—Y tu no te hagas de rogar más, aquí ninguno es un santo y ambos sabemos lo que queremos —afirmé contundentemente.

—¿Y qué se supone que quiero yo? —volvió a enfrentarse a mi.

—Que te haga mía —ratifiqué con mucha veracidad.

—¿Y tú qué sabes? ¿Acaso estás en mi mente? —seguía provocandome esa bandida.

—No sé mucho de ti, pero sé reconocer cuando reacciona tu cuerpo cuando estoy cerca de ti y que es lo que pide a gritos —dejó de estirar de mi pelo y me rodeó por el cuello—. Te reto.

Rozó nuestros labios y me dio un beso en la comisura.

—Cuantos pajaritos tienes en la cabeza.

—Niégalo, ese gemido te delató —esbocé una sonrisa triunfal.

—Cállate —me ordenó apretando los dientes.

—No me da la gana —aparté sus brazos de mi cuello y le mordí su cuello, cada vez con más ritmo. Noté como estaba agitada y como nos resbalaban gotas de sudor a los dos.

—No te imaginas cuanto te deseo —me susurró e inició un baile muy sensual encima de mí.

Lenguaje canario

*[1] Atacadera es calentura.

*[2] Choca es tía buena.

*[3] Estar en el aire es estar pasmado o alelado.

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