Capítulo once.
Pablo y yo nos miramos, enseguida aparté la mirada por la vergüenza que me dio. «¿Pero qué me pasa? Si no es la primera vez que nos cogemos de la mano...». El megáfono nos interrumpió de nuevo —y yo se lo agradecí mentalmente y acompañamos a la puerta a Félix—.
—Bueno, ahora si debo de irme.
—Buen viaje —le deseé.
—Avísanos cuando llegues —le pidió Pablo y le dio un apretón de manos. «Muy macho todo»—. Buen viaje.
—Gracias —nos dio un apretón de manos a cada uno y se fue hacia la puerta de embarque, una vez allí. Perdimos su vista ya que ya debió de entrar a la zona que le correspondía.
El silencio hizo acto de presencia y yo me quedé mirando en un punto fijo del suelo. Él decidió romper el hielo y carraspeó.
—Bueno... ya se fue —dijo con intención de llamar mi atención—. ¿Nos vamos? —dijo nervioso.
—Claro, te sigo —le sonreí tímida.
Empezó a andar hasta que logré alcanzarlo. Una vez a su altura, me miró de reojo y yo intenté no mirarlo.
—¿Quieres cenar? —se rascó la nuca—. Por aquí, digo...
—Me da igual, ¿y a ti? —lo miré mientras andábamos.
—También me da igual, ¿qué te apetece? Pans and Company, Burguer o Pizza —me dio a elegir y yo empecé a babear porque las tres opciones me fascinaban.
—Pans, hace mucho que no voy y me apetece un bretón.
—¿Ese es el que lleva Lomo adobado, pan provenzal, queso y bacon? —me preguntó confundido.
—¡Ese mismo! —esbocé una sonrisa.
—Cuanto tiempo sin comérmelo, vamos allí entonces.
—Oye, pero no te copies —le recriminé.
—No me copio —me dio en el hombro y di un par de pasos para el lado con un poco de desequilibrio.
—¿Me quieres matar o qué? —él se rió y yo le di un empujón flojito.
—No tiene fuerza, pobre —me dio un culazo y pegué otro traspiés. En ese momento pasaba un chico joven y casi le doy por culpa de él—. Perdón.
—Disculpe es que mi novia es un poco patosa —esbozó una sonrisa y yo lo asesiné con la mirada—. Yo no soy...
Me cogió del brazo y me llevó hasta el pans.
—Ya estamos empate, tu le dijiste a Claudia que yo era tu novio y yo le digo a ese tío que tu eres mi novia —sin soltarme del brazo entramos dentro del pans y nos pusimos en la fila.
—Esa tía es una payasa —la insulté y no me importó que él estuviese delante.
—Me da que alguien está celosa... —me sacó la lengua.
Le arreé una colleja que hasta sonó en el establecimiento —y bien agusto que me quedé—. Tiempo después, pedimos —aunque fui cabezona, no me dejó pagar— y cogimos mesa.
—Qué aproveche —dijo mientras desenvolvía el bocadillo y se comía un par de patatas.
—Igualmente —hize lo mismo y empecé a cenar.
Pablo empezó a pelearse con un sobre de ketchup porque se estaba haciendo de rogar y yo empecé a reírme en mis adentros. No sé que carajos hizo pero rompió una parte del sobre, le debió de dar tal apretón que la salsa salió disparada, salpicó en la mesa y lo que menos gracia me hizo fue que me manchara la cara. Inconscientemente cerré los ojos y noté como una mano me limpiaba —reconocí enseguida la suave piel de su mano, aquella que me hacía enloquecer siempre que me acariciaba— la cara con una servilleta. Esta personita tan agradable se estaba descojonando de mi. ¡¡Menuda gracia!!
—Perdón —se carcajeó.
Abrí los ojos y cogí un poco de ketchup restante, después de esto me vengué y le manché su nariz.
—¡Oye! —me reí en su cara—. ¿Alguien de aquí tendrá un circo? Porque tengo justo enfrente un payasito.
—Te voy a... —le corté precipitadamente.
—¿Me... qué? —le reté.
—Cuando salgamos, te vas a enterar —se terminó su cena y se limpió con la servilleta la cara.
Le hice burla y me acabé mi cena. Después de ello, me levanté, tiré toda la suciedad de mi bandeja y él hizo lo mismo.
—No has soltado el bolso en ningún momento —me dijo divertido.
—Es por si me lo quitas.
—Mas bien te quitaría otra cosa —se hizo el loco y salió del restaurante.
De repente me vino un flash a la mente, recordé todos los momentos bonitos y apasionados que vivimos. Esa frase me revolvió todo de mi ser y solo me apetecía besarlo —como lo hice delante de la musaraña aquella—. Poco después estábamos en el coche rumbo a su casa.
—¿Puedo preguntarte algo? —le cuestioné con miedo.
—¿Por qué te viniste a San Mateo? —quería oírlo de su boca aunque me arriesgara a no obtener respuesta.
—¿Hace falta que te responda a ello? —se interesó y yo asentí, acto que vio por el retrovisor.
—Si, sino no te lo preguntaría.
—Para olvidarte, no quería ver todos los días aquello que me hizo feliz algún día —suspiró sincero—. Menos quería verlo sin ti a mi lado —se le escapó una lágrima la misma que me llegó al alma y se me clavó como un cuchillo.
—¿Y lo conseguiste? —seguí cuestionándole cosas que me interesaban saber. Necesitaba saber cual era el camino que debía de coger.
—¿Tu que crees? —dijo aparcando delante de su edificio. Era tan bonito como me lo había imaginado.
—Dímelo tú.
Me miró y me cogió la cara con las manos. Me miró tan fijamente que sentí que me iba a desnudar el alma si seguía mirándome de esa forma.
—No sé —lo miré con la misma intensidad que con la que me miraba él.
—¿No eres capaz de descifrar nada? —negué moviendo mi rostro.
—Pues no, no te he podido olvidar —apartó sus manos de mi rostro y se bajó del coche rudamente—. Te has metido muy dentro de mi corazón y por más que he tratado no lo he conseguido.
Lo imité para que él cerrara el coche. Entró en el edificio con mis maletas y yo lo seguí con la bolsa en la que llevaba su regalo, después de un corto silencio abrió la puerta de su piso y entramos. Una vez cerrada la puerta, encendió las luces, llevó mis maletas a una habitación —y la bolsa que yo llevaba— y se reunió junto a mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro