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Capítulo ocho.

Mientras discutiamos y jugabamos mediante bromas, Félix se quedó mirando el letrero del edificio "San Mateo Gym", lentamente bajó la mirada a las escaleras y vio salir a Pablo con una chica. Estos hablaban animadamente.

—¿Qué ocurre? —le interrumpí al ver que no me miraba a mi ni tampoco me prestaba atención.

—Mira al frente —me dijo.

Miré y lo ví junto a una chica. Mi alma se vino a abajo —aunque me alegré de verlo bien. «¿Qué esperabas, que estuviera demacrado y con ojeras? ¡Para nada, estúpida!»— y de repente sentí unas ganas de llorar. Estaban en la entrada hablando y noté como Félix me daba un codazo.

—Indira, ¿a qué carajo esperas? ¡Ve a por él! —me ordenó.

—Y si, ¿tiene algo con esa chica? —dije con miedo.

—No lo sabras sino te acercas, asi que levanta ese culo y sal corriendo pero, ¡YA! —me gritó por lo bajito—. Corre, yo me quedo con todo aquí escondido.

Me levanté indecisa y lo único que logré coger fue la bolsa del regalo. Crucé la calle dando largos pasos hasta que quedé a unos pocos metros de él —estaba justo detrás de su espalda—.

—Bueno, nos vemos la semana que viene, Clau —le dijo a la chica rubia que estaba junto a él.

—Si, nos vemos y seguimos con el entrenamiento personal —«¿Era entrenador personal? Pues la tipa esta no quería conseguir ese servicio de él. Por cómo lo mira esa quiere acostarse con él. ¡Sobre mi cadáver! Ese irresistiblemente castaño, es mío y solo mío», me taladré mentalmente.

—Perfecto, ya me llamas si no puedes —le comunicó él. «Eso, eso que te llame y te espere en la cama en porretas, ¡no te jode!».

—Claro, guapo —le guiñó un ojo—. Ya nos haremos ese favor que tenemos pendiente. «¿Un favor? Cómo te haga yo un favor te voy a dar tal ostia que te voy a poner la cara del revés. ¡Pedazo de cerda! Deja a mi hombre, quita bicho».

Ella se acercó y le dio dos besos en la comisura. Cuando vi ese gesto se me nubló todo y no tuve control sobre mí, me acerqué más y la miré a ella. Acto seguido, lo cogí de la mano y me puse a su lado, éste giró el rostro hacía mi y se quedó blanco como el coche que estaba aparcado en la bocacalle. No esperé ni a que dijese nada ni reaccionara, Le cogí con las manos su rostro y le planté un beso apasionado. Durante el beso noté como intentó apartarse pero yo fui más fuerte y no se lo permití. Antes de separarme de él, me quedé bien satisfecha de que gracias a eso, lo dejé sin palabras.

—Hola, mi amor —le sonreí y le dediqué a ella una mirada asesina—. Soy Indira, la novia de Pablo —le tendí una mano a la zorrona.

—Claudia —me dio la mano—. Esto... bueno, me tengo que ir —se fue echando chispas y yo que me alegraba. Miré de soslayo a Félix y este me hizo un gesto de que lo hice de diez, yo lo miré triunfal aunque ahora venía lo peor.

—¿Se puede saber que cojones haces aquí? —me chilló sorprendido.

—¡Venir a por lo que es mío! —di un paso hacía adelante para acortar distancias y él retrocedió—. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.

—¿Cómo mierda has conseguido esta dirección? ¿Quién te lo dijo? —cerró el puño con fuerza.

—Eso no importa ahora —le reprendí.

—¿Cómo te atreves a besarme y decir que eres mi novia? ¿Con qué derecho te crees? —me gritó por lo bajito.

—Con el derecho de que... —me interrumpió.

—Lárgate por donde has venido. No quiero verte, no quiero estar cerca de ti así que si aún sientes un poco de cariño por mi —señaló la calle—. Vete de mi vida, para siempre. Déjame rehacer mi vida, sin ti —rectificó—. Ah, no si ese sentimiento nunca lo sentiste por mi.

—Fíjate que no, no te pienso dejar hacer eso —le advertí—. Te estás equivocando y mucho.

—¿Quién fue la que me echó y apartó de su vida? —me señaló poniéndome un dedo cerca del pecho—. Tu, ¿quién fue quien me despreció después de lo vivido? Tú, así que lo mínimo que puedes hacer es irte por donde has venido y dejarme en paz.

Empezó a andar en dirección contraria pero logré interponerme por su camino.

—Perdóname —lo cogí de las manos aunque llevaba la bolsa conmigo—. Fui una estúpida, me comporté como una hija de puta y tu no te lo merecías. Solo te pido que me escuches y si luego no quieres saber nada de mí, me iré —le dije aunque esto último era mentira. Ahora que estaba aquí, no pensaba dejarlo estar y tampoco dejaría de luchar por él.

Intentó deshacerse de mi agarre pero no lo dejé.

—Suéltame y lárgate ya, ¡maldita sea! —me exigió—. No quiero escucharte, ¡entiéndelo! Bórrame del mapa como yo lo hice contigo —me mintió en toda la cara y era consciente.

—No me da la gana, ¿vale? —le dejé claro—. Al menos no hasta que me escuches.

En ese momento actual vi como Félix se acercaba a nosotros y él lo miró. Como cuando me vio a mi, así se quedó.

—Fuiste tu quién le dijiste dónde podía encontrarme —le recriminó.

—Si, yo no tengo culpa de que tu seas un cabezón y te hayas negado a escucharla durante todo este tiempo —se aclaró la garganta—. Y que sepas que, con tal de que tu seas feliz, haría lo que sea. Sin importarme si estás de acuerdo o no.

—¡Pero tu fuiste testigo de lo que pasó! Ella no puede hacerme feliz, al contrario. Me hizo un desgraciado —siguió recordando todo y yo bien que me lo merecía.

Me dolía escucharlo con ese resentimiento y ese dolor pero, tenía que aguantar este trago amargo por muy duro que me estuviese resultado. Quería creer que aunque eso no fuese un cuento de hadas, si tendríamos un final feliz.

—Me arrepiento y no sabes cuanto —elevé la voz.

—Y también soy testigo de lo que ella sufrió sin ti, ni te imaginas por todo lo que ha pasado —ahora el que elevó la voz fue él.

—Pues que se lo hubiese pensado, no te jode —me miró—. No mientas, no te arrepientes de nada. Solo te queda la culpabilidad y por eso estás aquí pero nada más. Cuando te largues todo volverá a ser como antes.

—Te estoy diciendo la verdad —dije sincera.

—Con la crueldad no se llega a ninguna parte, ¿sabes? —lo miró con furia con intención de que admitiese que me amaba y aceptara hablar conmigo—. Tu bien te alejaste de todo y ella se quedó allí con toda la mierda. Es verdad que ella lo hizo fatal y no merecía tu perdón pero, después de todo se merece la oportunidad de hablar que en ese momento no se tuvo.

—Esto es increíble que aún la defiendas —se quejó.

—No la defiendo solo a ella sino a los dos, ¿sabes porqué? Me importais, sois mis amigos y lo único que quiero es que hableis —intentó abrirle los ojos—. Si surge, daros otra oportunidad y sino pues lo que deba de ser. Sed amigos aunque sea, no lo tiréis todo por la borda.

—Como si fuera eso tan fácil —escupió por la boca como un dragón—. Ella fue quien me echó de su vida, no yo.

—Pero ella ahora está aquí para aclarar las cosas y buscar una solución, si tu supieras lo que pasó quizás no serías tan cruel —dijo Félix.

Alarmada lo miré, sabía por dónde iba y no quería que se enterara. No ahora, ni nunca.

—Callate Felix —le exigí.

—No me voy a callar, él me va a escuchar —me miró y lo volvió a mirar a él.

—No, no que lo diga —incitó a Félix a que lo hiciese—. Después de tantas mentiras, por una más ya me da igual.

—Esto no es mentira —le comunicó.

—Por favor —me acerqué a mi amigo.

—El desgraciado de su jefe, intentó violarla anoche —este comentario hizo que Pablo se acercara a mi, me cogiera de los brazos y me mirara algunas marcas que el desgraciado me dejó durante el forcejeo.

—Félix, no —miré a Pablo. Me estaba mirando preocupado y después de hace mucho, me acarició la cara.

—¿Estás bien? A ese desgraciado me lo voy a cargar, ¿cómo se atreve a tocarte? —sin esperarlo, me abrazó y Félix me sonrió. En ese instante entendí que él no lo hizo para herirme sino para que Pablo reaccionara y cediera un poco.

Sin soltar la bolsa que llevaba aún ni el bolso, lo abracé y enterré mi rostro en su cuello hasta el punto de poder inhalar ese perfume que tanto lo caracterizaba.

—Si —admití.

Nos dejamos de abrazar poco a poco y dirigió la mirada hacía Félix.

—¿Le hizo algo? ¿Llegó a...? —le preguntó con la voz temblorosa.

—Por suerte no —negó con la cabeza—. Carlota y Diana me avisaron, pude sacarla rápido y me las llevé. A ellas las dejé en la casa de mi tía y a ella me la llevé conmigo y con Eva —narró como si fuera una novela policiaca—. La muy loca pretendía venirse a ciegas a buscarte sin saber nada de tu paradero y para que no la siguiera el hijo de puta ni nadie, me vine con ella.


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