Capítulo dos
Era sábado por la noche y estábamos bailando encima de la tarima. Más bien, era una exhibición con poca ropa porque también hacíamos una especie de striptis, Carlota y Diana bajaron del escenario junto a más compañeras para bailar sobre los clientes —como el jefe nos ordenó aunque yo no acaté sus órdenes y porque no me daba la gana. Solo le bailé a él y no pensaba bailarle a nadie más— y yo me quedé sobre el escenario bailando. Cuando estaba en mi mundo dejándome llevar, noté de refilón como el jefe me miraba bastante mal y con un cabreo de mil cojones pero lo ignoré. ¡Para que darle bombo a un depravado que tiene cincuenta y pico de años, sin mujer ni hijos y solo buscaba tirarse a todas sus empleadas —porque no tenía nadie más en la carta para poder chingar—. Por suerte yo fui la más fuerte y no consiguió nunca su objetivo, antes muerta que liarme con ese por un puesto de trabajo o dinero fácil, antes prefería estar en la calle y sin nada que comer. Como muchas hacían solo por ganar algo extra, tenía tan poca vergüenza que le vendía el alma al diablo y hasta tenía a varias chicas prostituyéndose en una zona de la discoteca solo para obtener más beneficio. ¡Puto asqueroso! Su hermano —el antiguo dueño del local— era un amor y no sabía cómo él podía ser tan opuesto a este cerdo. Nunca entendí porque lo dejó en el mando y nunca se supo nada más de él. Solo habían rumores de que se fue a Madrid para expandir el negocio. Con él en el negocio, todo iba sobre ruedas. Así que la única situación de ahora, era una auténtica pena.
Cerré los ojos para evadir la realidad y proseguí el baile más sensual que había dado en el establecimiento. Cinco minutos más tarde, me dispuse a abrir los ojos lentamente para mirar al público, pero mi vista se centró en una silueta masculina que me dejó patidifusa y esto ayudó a que todos mis músculos del cuerpo se atrofiaran y se quedarán como garrote —como diría Martín Berasategui, un gran cocinero y amigo de Karlos Arguiñano—. Debí de abrir mucho los ojos para dar crédito a lo que estaba viendo, sin decir nada y por impulso, me bajé acelerada de la tarima y me fui tras él ya que él se estaba alejando y saliendo del establecimiento. Era él y de eso estaba segura, tenía que pararlo como diese lugar pero todo se quedó en un sueño fugaz porque él desapareció de la nada. De repente se me vino todo encima y mis lágrimas empezaron a deslizar sobre mis mejillas, nada más girarme ví a Diana y a Carlota detrás mía —debieron de salir detrás mía al verme salir de esa manera—. Se acercaron a mí para darme consuelo pero cuando iba a coger impulso para hablar, volví a salir corriendo. Entré dentro y me encerré en mi camerino, una vez dentro apoyé mi espalda en el armario y me desplomé hasta quedar sentada sobre el suelo. Mi llorera cada vez era más intensa, me tapé la cara con las manos y en ese instante, mis compañeras se pusieron a mi altura y me abrazaron.
—Nena, ¿qué ocurre? ¿qué pasó? —me preguntó Diana preocupada.
—Cuéntanos por favor, ¿por qué saliste corriendo de esa forma?
—Te juro que si te ha hecho algo el degenerado ese soy capaz de matarlo con mis propias manos —cerró una mano en un puño Diana.
Negué con la cabeza y ellas se sentaron a mi lado. Me quitaron las lágrimas con lo primero que encontraron y se quedaron mirándome.
—¿Entonces? —intervino otra vez Diana.
—No llores más cariño, tranquilízate y desahogate —me apartó un mechón del pelo de la cara, me levantó lentamente la cabeza y me hizo mirarlas.
—Era... era él —tragué saliva y dejé de llorar poco a poco—. Por favor, tenéis que ir y pararlo no se puede ir —me levanté con intención de salir por la puerta pero me lo impidieron. Me volvieron a sentar junto a ellas—. Nos debemos una conversación, le debo una explicación.
Diana y Carlota se miraron.
—¿Pablo?
—Esto... —se rascó la cabeza Diana—, ¿no te lo habrás imaginado?
Negué con la cabeza con efusividad.
—No, estoy segura de que lo vi —afirmé aunque mis ideas se empezaron a nublar.
—Si era él, volverá —me acarició la cabeza.
—Claro, nena —asintió Diana—. Además, si vino será por algo, ¿no?
—Eso es, ¿sino para qué viene? —me miró y yo negué con la cabeza.
—Buscarlo por favor —insistí.
—Ahora iremos pero antes, tienes que estar bien —Diana intentó animarme pero su gesto no me produjo ninguna mejora.
Se produjo un silencio que duró unos cinco minutos más o menos, cerré los ojos e intenté tranquilizarme. Carlota se debió de levantar porque al mirarla me estaba tendiendo un vaso de agua junto a un tranquilizante —después de cogerlo, se volvió a sentar a mi lado—.
—Cógelo, te vendrá bien —me ofreció Carlota.
Me hice del vaso y me bebí todo el contenido junto a la pastilla. Alargué la mano y en una estantería baja que había, dejé el vaso para así no tener posibilidad de que se caiga.
—Chicas, id a trabajar —las miré—. Por favor, no quiero que tengáis problemas por mi culpa.
—Yo no me pienso mover —dijo Diana.
—Y yo menos —apoyó Carlota a Diana—. Tu eres primero, si el show está en pausa que haga salir al resto. No te jode.
—En serio, os lo digo —susurré casi sin fuerzas.
—Hemos dicho que no —se unió Diana.
Resople resignada y agaché la cabeza derrotada.
—Hoy hace justo un mes que no lo veo —dije instantáneamente y sin pensar.
Carlota enarcó una ceja.
—¿A quién?
—A Pablo, so corta —atacó Carlota a Diana.
Asentí sin fuerzas.
—Necesito verlo, necesito encontrarlo pronto.
—¿Pasó algo? —preguntó Diana.
—Hay algo que no os he contado.
—No me jodas que hiciste alguna locura —exclamó Carlota.
—Pero la voy a hacer —este comentario las alarmó y esto produjo que me miraran con más intensidad.
—¿El qué? No me asustes —comentó Diana.
—¿En serio no sabes nada de nada?
—No, llevo todo el santo mes llamándolo y estoy igual que si fuese una llamada perdida —añadí—. No da llamada porque está apagado, es muy raro que ni una vez en todo este tiempo de un toque.
https://youtu.be/Kt2jOv6rs9A
—¿Has probado a ir a su casa? —se quedó pensativa Diana—. Igual, allí lo encuentras.
—He ido y no está —suspiré—. Está cerrado y según los vecinos, se ha mudado pero no saben dónde.
—¿Y si contratamos un detective privado? —se le encendió a Carlota una bombilla.
—Muyaya, eso debe de ser muy caro —espetó Diana—, pero si fuese necesario. Me ofrezco a pagarlo.
—Y yo también —se unió Carlota.
—No es necesario chicas —alcé la mirada y las miré.
—Tengo otro plan.
—¿Qué plan? —curioseó Diana.
—Me tenéis que ayudar a conseguir algún número de teléfono de los amigos que venían con él, en el caso que no se consigan —hice una pausa—. Voy a obligar a Félix que me lo diga, son amigos así que tiene que saber dónde está o al menos me tiene que dar el número. Esto huele a que se lo ha tenido que cambiar.
—Cuenta con nosotras, además te conoce bastante así que con más razón te debe de ayudar.
—Pero si son tan buenos amigos... no será fácil —se quedó dubitativa Carlotita.
—Ya me las ingeniaré para que me diga algo —suspiré.
—Lo que necesites, nos dices —dijo Carlota un poco preocupada.
—Cuenta con nosotras, somos los ángeles de Charlie —hizo una mueca—. Bueno no, los ángeles del Spectrum retro bar.
Las tres nos reímos y unimos nuestras manos poniendo una mano encima de la otra. Carlota tenía la mano encima de la mía y la de Diana estaba apoyada encima de la de mi otra amiga.
—Anímate va, lo vamos a encontrar —dijo Diana con aire esperanzador.
—¡Tengo una idea! —parloteó Carlota así de golpe que del susto quitamos las manos y ya no quedó ninguna unión entre nosotras.
—Ay, qué susto —se quejó Carlota.
—Nos vas a matar —comenté—, si no eres tú va a ser el cerdo.
—En el caso que sus amigos no quieran darnos el teléfono, tengo la idea perfecta para conseguirlo —volvió a insistir.
—¿Y cómo? —pregunté.
—Si no nos lo dan, Diana tendrá una cita y una noche loca con uno de ellos —sonrió maquiavélicamente.
Era raro que siendo ella no se le haya cruzado antes por la mente. Diana y yo la miramos con la boca entreabierta porque no nos esperábamos esa objeción.
—Claro, claro —se burló de Diana—. ¿Y porqué no la tienes tú?
—Porque yo la tendré con el otro amigo —esbozó una sonrisa como si hubiese tenido una idea de la ostia.
Dentro de este drama, tuve que reírme.
—Mira, al menos has conseguido algo bueno —me miró Car.
—Algo es algo, un avance mini pero es un avance —sonrió Diana—. Bueno, si son esos que ví no me importa. Están bien potentes.
Le dí un codazo a Diana y ésta pegó un saltito estando sentada.
—Au, es verdad —asintió con todas las de la ley.
—Sí, lo están —movió la cabeza de lado a lado—. ¿Por qué crees que lo he sugerido? Si fuesen feos que se los tiren sus madres.
Hice una mueca con repugnancia y mi otra amiga, también.
—Por dios, qué asco —apostillé.
—También es verdad —reconoció Diana.
—Bueno, lo vamos a conseguir y eso es lo que cuenta.
—¡Por supuesto! ¿Tú con cuál te quedas? —alzó un poco la vista Carlota para tener mejores vistas de Diana.
—Con el rubio, ¿y tú con el moreno? —propuso Diana.
—Me parece bien, es el que más me atrae —aprobó mi otra amiga.
—Mientras no le pongáis los ojos al castaño, yo feliz —parafraseé.
—Ah no, ¡ese es intocable! —manifestó Car.
—¡Hombre que sí lo es! —aseguró Di.
Mis amigas me volvieron a abrazar y yo tuve un momento de debilidad. Me volví a echar a llorar porque no me las merecía.
—Gracias por todo, chicas.
—Para eso están las amigas —agregó Diana.
—Y además, tienes a Ava así que no estás sola —amplió Carlota—. ¿Has hablado hoy con ella?
—No, pero ya será mañana —me sequé una lágrima con la yema de un dedo—. Me ha tocado la lotería con vosotras.
—Y a nosotras contigo, ¿le dijiste lo de Pablo?
—Sabe la historia, si —afirmé.
—¿Y sabe que estás hasta las trancas por ese tío? —apostilló Diana.
—Bueno, hasta las trancas no Diana —arrugó la nariz—. Lo que está es enamorada.
—¡Eso no es cierto! —medio chille—. Yo no estoy enamorada de él. Sólo... sólo quiero verlo para aclarar lo que pasó y nada más. Por supuesto que quiero tener contacto con él, pero ya. Nada carnal, sólo amistad —medio mentí porque me costaba hablar de mis sentimientos. Quería tenerlo en mi vida, pero aún no sabía de qué manera.
—Si tu lo dices... —apoyó en el armario la cabeza Carlota.
Las lágrimas salían sin cesar, nos quedamos calladas y este momento de paz fue interrumpido por alguien indeseable.
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