Capítulo dos.
Pablo
Vega de San Mateo, Gran Canaria.
El lugar que me vio nacer, en el que me formé profesionalmente y en el que inicié una vida con la persona que amaba. Hace poco más de año y medio —quizás un poquito mas—, decidí que mi lugar estaba aquí —y no en Fuerteventura— y es dónde debería de construir mi futuro. A pesar de que mi vuelta no se produjo por un simple gusto o para avanzar en algo que yo quisiera —incluso fue por estar cerca de mis seres queridos—, cambiar de aires nuevamente me vino estupendamente bien. Para ser sinceros, volví con el objetivo de no ver nunca más a mi Irresistiblemente pelirroja y poder olvidar todo lo que sentía por ella, pero todo fue en balde. Hasta en San Mateo, la imaginaba aún siendo producto de mi imaginación y sueños. Mi llegada aquí se volvió cada vez más inaguantable y desesperante, el no poder verla, abrazarla o tocarla me hizo enloquecer y estuve a punto de cometer más de una locura. Aunque era consciente del daño que me había hecho, era incapaz de sacarla de mi cabeza y mucho menos podía arrancarla de mi corazón. La pelirroja, se había adueñado de mi ser, mis entrañas y para colmo se apoderó de todos mis sentidos —por mi fortuna o mi desgracia—. Por mucho tiempo me negué a escucharla, no quería saber de su existencia, no soportaba ni leer su nombre, ni que mis amigos —David y Cristian— me la nombrarán pero todo cambió cuando salí un día del trabajo. Recuerdo que estaba hablando con una alumna y de repente apareció ella —trayendo de aliado a su compañero y amigo, Félix. Este chaval si que merecía la pena tener cerca—. Tenerla nuevamente tan cerca de mi me provocaron un sinfín de contradicciones. Una parte de mi deseaba abalanzarse sobre ella para besarla con toda mi alma pero la otra parte mía era mas severa, solo deseaba gritarle lo mucho que la odiaba. Finalmente mi parte blanda venció, ella dejó todo —incluyendo sus amistades y trabajo— por mi. Se arriesgó a perderlo todo con tal de luchar por estar conmigo y en un lugar donde no contaba ni con un lugar donde vivir ni con un puesto de trabajo que le permitiese sobrevivir. Después de meditarlo mucho y sin tiempo para reaccionar —la opinión de nuestro cupido influyó mucho, la verdad—-, comprendí que este Irresistiblemente castaño no era nada sin su Irresistiblemente pelirroja. Comprendí que aunque fuese lo que deseamos, no podíamos estar ni un minuto más separados por eso desde el momento en el que volvió, decidí y estaba súper dispuesto a luchar por ella y por nuestra relación. Mi objetivo era que estuviesemos Irresistiblemente unidos para siempre y para toda la vida.
Inmediatamente ella se mudó a mi casa para vivir juntos, poco a poco la ayudé a encontrar un trabajo y además inició la formación que tanto anhelaba tener. Gradualmente mis padres la conocieron y para mi suerte se hicieron uña y carne —o uña y mugre como dicen los latinoamericanos—. Más tarde, me tocó a mi conocer a mis suegros. Aunque si era cierto que eran un poco sargentos me cayeron bien pero igualmente no compartía con ellos la actitud que tenían tan autoritaria de imponerles las cosas a mi amada. Ella ya era mayorcita para decidir sobre sus decisiones actuales y futuras, si su sueño era formarse para bailarina y profesora. ¿Quién tenía derecho a impedírselo y a cortarles las alas? Nadie. Después de todo esto un buen día le planteé de volver a empezar desde cero, donde vivíamos era muy acogedor pero yo ya empecé a pensar cara a un futuro no muy lejano. A mi parecer, la casa se nos quedaba algo pequeña si deseábamos tener descendencia. Mi sueño era tener una parejita, a la niña me la imaginaba con una melenita rojiza, con la piel blanca como la leche y con la belleza tan natural de su madre y al niño con carita de pillín —Ingrid diría que seguro saldría como yo pero, exageraba un poquito si yo me portaba mejor que el cura de la iglesia. Todo un santito, para que decir que no—. Por suerte, ella también quería lo mismo que yo, asi que por ese motivo empecé a buscar nuevas opciones de casas para elegir entre un par de candidatas. Mañana mismo empezariamos a visitarlas, entre visita y visita nos llevaría aproximadamente dos semanas verlas todas así que cada vez teníamos mas cerca la elección final. Si por mi fuera, ya lo tendría más que claro y ya hubiera comprado un chalet que vi de dos plantas, con un garaje no muy grande pero suficiente para meter mi coche y el de mi niña sumado de un jardín —quise mencionar también que además de formarse, se sacó el carnet de coche y pudimos hacernos con uno baratito para que pudiese manejarse por el pueblo con total de libertad—. En cambio, ella se enamoró de un chalet no muy grande pero solo tenía una planta, un jardín con piscina y un pequeño porche para meter los coches —bastante diminuto por cierto—. Aunque la elección no nos vaya a resultar tarea sencilla, lo único que quería ahora mismo era vender la propiedad donde vivíamos —lo pusimos en venta en cuanto encontramos una inmobiliaria de fiar y si dios quería, muy pronto la habremos vendido. La verdad es que compradores no le faltaban y el precio que le pusimos no era muy elevado, lo suficiente para que se vendiese a un precio bueno y que nos generara gran demanda. Durante las últimas semanas, ya lo habíamos enseñado como tres veces y las tres personas, estaban muy interesadas en quedarse con nuestra casita —aunque deba de reconocer que en el fondo me daba penita abandonar mi casita por todas las cosas que viví en ese lugar. Pero como bien dicen, las cosas siempre perdurarán en nuestros corazones sin importar dónde nos encontremos—. Asi que si no salía mal el trato, pronto deberíamos de salir de ahi para vivir en algo mucho mejor y un lugar con más espacio—. Solo soñaba con que llegase el día de mañana. Uno de nuestros días más esperados.
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