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Capítulo doce

Nos sentamos en el sofá el cual estaba en un pequeño saloncito que tenía y se quedó mirándome.

—¿Para cuánto tiempo has venido? —no entendí su pregunta, ahora menos que logramos estar como antes hace unos momentos. Me daba miedo arruinarlo todo.

—No he venido para un tiempo, he venido para quedarme para siempre —le dije con firmeza.

—¿Algún trabajo te hizo venir? —me preguntó el muy estúpido. No sabía si se estaba haciendo el loco o es que realmente era corto.

—Tu, tu eres el motivo por el que estoy aquí.

Lo solté sin andarme sin rodeos.

—Lo dudo —me respondió—. Tu eres la chica que no se enamoraba de nadie, lo tienes prohibido.

—Eso era antes, ya no —le contesté bastante segura de lo que le acababa de decir.

—¿A sí? —me cuestionó sin creerme.

—Fíjate que sí —fruncí el ceño y lo miré fijamente—. Ya no me prohíbo enamorarme de nadie.

—¿Qué es lo que ha cambiado para que ya no seas como antes, eh? —no supe si esa pregunta era como un reproche o porque realmente vio algo diferente en mi—. ¿Has conocido a otro, no? ¿Vienes a restregarme en la cara que estás enamorada de otro tío y a hacerme ver que yo jamás logré despertar eso en tí?

Otra vez ví el dolor en sus ojos y eso cada vez me rompía más.

—¿Te quieres callar de una vez y dejarme hablar? —me preservé.

—Habla, nadie te lo está impidiendo —me hizo un gesto con la mano para que continuara.

—Te pido perdón por el daño que te hice, sé que no hice las cosas bien —cogí aliento—. Tu fuiste un amor conmigo y nunca me juzgaste, pudiste tratarme como una zorra por acostarme contigo el primer día y por permitir que siguiera ocurriendo. En ese tiempo tenía muy presente lo de mi amiga y pues, ya sabes lo que me hizo hacerlo —asentí—. Soy consciente de que no debí de pagarlo todo contigo porque eres el único que me ha demostrado que verdaderamente me quiere y no me ha tratado solo como un objeto sexual.

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—Para mí, nunca fuiste un objeto sexual —intentó acercar su mano a mi rostro pero no sabía el que, pero algo se lo impidió—. Yo, me enamoré de ti hasta las trancas. No te quería solo para pasar el tiempo ni para tener sexo. En ti vi a mi futura mujer, a mi novia, a mi amiga, a mi todo —empezó a desahogarse y los ojos empezaron a derramar lágrimas.

—Lo sé que no fui solo eso para ti, perdóname —estiré mi mano para alcanzarle la cara y le quité con las yemas de los dedos las lagrimas—. No me dejaste explicarte, después de que te fueras te llamé, te busqué por todos lados y nada. No encontraba ningún rastro tuyo, tu amigo me trató como una cualquiera y el único que fue capaz de ayudarme fue Félix, sino fuese por él no te hubiese encontrado —fui sincera—. No lo culpes ni te enfades con él, por favor. Solo quiso ayudarnos.

—Como voy a enfadarme con él, si te ha traído hasta mi —mis ojos empezaron a verter lagrimas conforme lo escuchaba—. Te quiero odiar pero no puedo, te juro que aunque lo intente soy incapaz. Cuando pasó eso no quería saber nada de nadie, solo quería estar solo y cambiar de aire —procedió a explicar cómo se sintió—. Quizás fui un cobarde, pero la primera vez que me engañaste. Te vi con mis propios ojos, estuve esperando horas para que salieras pero nada, me empecé a desesperar hasta que decidí preguntar por ti. Al no obtener respuesta tampoco decidí buscarte y fui a parar por casualidad en el baño. Allí fue donde reconocí tus gemidos, tu voz, tu piel. Sé que debí arrancar la puerta de cuajo y enfrentaros pero te di una oportunidad para que te sinceraras. Al no hacerlo, ahí pudiste ver lo brusco y seco que fui. En ese momento te quería perdonar porque al fin y al cabo tu me decías que no teníamos contrato, pero todo cambió cuando te vi con el otro. No pude más, Indira.

—No te culpo Pablo, pero esto no es para excusarme ni nada. Estaba ciega y no te valoré —suspiré—. O quizás si lo hice, pero ya era tarde. Ese fue mi gran error.

—El pasado ya no se puede cambiar —espetó él—, pero al menos puedo hacer algo por tí.

—¿El qué?

—Intentar perdonarte —dijo confundido—. Este tiempo sin verte fui muy fuerte pero al tenerte de frente otra vez, mis muros se derrumbaron pero siento que... no puedo —se levantó y me dio la espalda llorando.

Levanté la mirada hacia él pero no me moví de mi sitio.

—Voy a luchar por ti y cueste lo que me cueste voy a conseguir que vuelvas a confiar en mi —afirmé—, porque...

—¿Porqué qué? Eso no es fácil para ninguno de los dos —me respondió pero sin volverse para mirarme

—Lo sé pero lo conseguiré, jamás me he rendido y mucho menos lo voy a hacer ahora —continué diciéndole cual era mi verdadero propósito al estar aquí—. He dejado mi trabajo, he dejado todo por ti. Me he venido sin nada en el bolsillo y a un sitio al que no conozco para estar contigo, para empezar de nuevo y para tener una segunda oportunidad. Aunque me eches de tu lado o de tu ciudad, no me pienso ir. Nos quedan muchas cosas por hacer juntos.

—¿Para qué, Indira? Si te vas a quedar, si por casualidad de nuevo hay algo que de eso no estoy tan seguro, y te vas a enrollar con otro. Lo siento mucho pero no quiero eso, no otra vez —me comunicó—. Paso de ser tu follamigo de nuevo, así de claro te lo digo.

—Todo eso no va a pasar, jolín.

—Pues dime el porqué, las personas no cambian de la noche a la mañana —expresó y tenía razón, pero en mi había una excepción.

—Porque te amo, porque me enamoré de ti sin darme cuenta y hasta hace poco no me percaté de lo que sentía —miré al suelo porque ahora no era capaz de mirarlo—. Fuiste el único que consiguió despertar esto en mí a pesar de que jamás me lo plantee.

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