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Capítulo dieciséis

Durante diez minutos andamos sin descanso, me paré en seco y la hice mirarme.

—Por favor, suéltame —sus ojos se ensombrecieron—, me estás haciendo daño —mintió.

—¿Y no te has parado a pensar el daño que me has hecho a mi? —le cuestioné con lágrimas en los ojos.

—Pero es que no puedes reprocharme nada, desde que empezamos todo quedó claro —me recordó—. Yo nunca te he querido hacer daño.

La solté con frialdad, saqué del bolsillo una mini cajita y de la cartera una foto —la cual la había echado cuando todo iba bien, quería tenerla conmigo y verla cada vez que estaba lejos de ella. Se la puse ante tus ojos—. ¿Sabes qué es esto?

Ella empezó a temblar y me secó las lágrimas de mi facciones.

—No.

—Tu foto, la que te echaba muchas veces para sentirte más cerca. Para que por las noches o momentos del día en los que no te podía ver, pudiese sentir tu mirada y tu risa —escupí con dolor—. Desde que empezamos, esta foto estará aquí —proseguí y le puse la foto delante de tus ojos—. Pero tranquila, porque eso ya no va a seguir así —la rompí ante esos ojos que había amado durante todo este tiempo.

Indira bajó la mirada y yo lancé los pedazos de su foto al mar.

—No llores, por favor —me suplicó y dirigió la mirada en la caja de mi mano—. Eso... eso, ¿qué es? —preguntó con la voz entrecortada.

Abrí la caja delante de ella. Se trataba de un anillo precioso con esmeralda en plata y verde. Sin parpadear se echó la mano sobre el pelo y me miró.

—Esto era para un plan que te tenía, el que ya no se ejecutará —bufé desesperado—. El idiota de mi te había preparado una sorpresa para pedirte que fueras mi novia. Porque a mi si me importan tus sentimientos, y a pesar de todo hubiese hecho lo que fuese por ti. Hasta esperarte —callé un momento y proseguí—, pero por lo visto eso ya no va a hacer falta.

Indira estaba en shock, fue a coger el anillo y yo lo lancé al mar con furia.

—¿Qué haces? ¿Estás loco? —me preguntó abrumada.

—¿Qué pretendes, que encima te lo dé de premio? No, bonita —negué con la cabeza—. ¿Por qué eres así? ¿Qué derecho tienes tú para jugar con la gente de esa manera?

—¿De verdad lo quieres saber? —su mirada se endureció y me miró con tonos de dolor.

—A estas alturas, nada me pilla de sorpresa así que di lo que tengas que decir —respiré hondo e intenté tranquilizarme.

—Si soy fría, si evito ciertas cosas y si da la impresión que no me importa nada estar con uno o con otro es por algo —empezó a sincerarse—. Por años vi a mi amiga pasarlo mal por un hombre, éste jugó con ella y la hizo añicos. Hasta se atrevió el grandísimo hijo de puta a maltratarla durante tres años, con amenazas y miles de cosas más Por suerte logré capturar momentos en los que la agredía y lo refundimos en la cárcel. Estuve esos años con ella y ni te imaginas cómo dolía verla así. Juré delante de ella que jamás iban a hacernos daño a ninguna de las dos. Ahora sería nuestro turno, nosotras seríamos las que jugaríamos con ellos —se sinceró y podía notar dolor en su cara—. Desde ese día dejé de creer en los hombres y solo los utilizo para divertirme.

—Pero yo no tengo culpa de eso, ¡no he sido como ese en ningún momento! —ahora empecé a entenderlo todo pero aún sabiendo el motivo, no la justificaba—. Yo nunca te he tratado mal, al contrario. Ni nunca sería capaz de hacerte eso, ni a ti ni a nadie.

—No tendrás culpa pero, tú también piensas con el pene —me lo escupió en la cara.

—Esto es increíble —me giré para coger aire y la volví a mirar—, soy un hombre, si pienso muchas veces con eso pero también pienso con esto —puse mi mano a la altura de mi corazón—. Con este he pensado en ti muchas más veces, y la prueba la pudiste ver con el anillo y la foto. Un tío que solo te quiere de objeto sexual, te aseguro que eso no se le ocurre ni a tres leguas. Era capaz de hacer todo por ti.

—Porque yo no me complico, como te explico, yo solo quiero pasarla rico —mencionó la canción de JBalvin.

https://youtu.be/KHAgoT4FZbc

Aplaudí ante su oración. «Bravo».

—Mírame a los ojos y atrévete a negarme en mi cara que anoche no te acostaste con otro que no era el de antes —la desafié.

—Lo niego —intentó engañarme nuevamente.

—¡Pero cómo puedes ser tan mentirosa!

—¡Deja de llamarme así, basta ya! —se defendió sin razones.

—Me estás mintiendo en mi cara y por dos veces —recordé el momento con el cerdo anterior—. Antes lo negaste y ahora que te di una oportunidad de sincerarte conmigo, ¡también! Ni por la mejor serie de Netflix lo haría yo.

—Que no, joder.

—¿Estás segura? —le cogí el mentón y clavé en sus ojos los míos.

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