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14

Descansaba su cabeza con hastío sobre la mesa, sin el más mínimo ápice de motivación para llevar a cabo algún experimento o investigación en ese día. Sus ojos, rojos y sin brillo, permanecían fijos en la fotografía que Hades les había tomado, la cual ahora reposaba en un pequeño marco sobre un estante cercano.

Adalie le había suplicado con fervor que guardara la fotografía, ya que si algún miembro de su familia llegaba a descubrir aquella imagen, las consecuencias serían nefastas. Movido por la insistencia y un poco de compasión, Beelzebub accedió a resguardar tanto la foto de Adalie como la de Hades, en la que ella aparecía con un semblante desconcertado que a él le resultaba divertido.

De manera inconsciente, una sonrisa empezó a dibujarse en su rostro pálido, sintiéndose extrañamente reconfortado al contemplar ambas fotografías. Eran las únicas imágenes que tenía con las dos personas más cercanas que le quedaban en el mundo, y esa nostalgia le producía una leve sensación de paz.

Dejando escapar un suspiro, desvió su mirada hacia la mesa de experimentos, donde se apilaban ovillos de lana, algodón y agujas de tejer. Hacía poco había considerado la posibilidad de reconstruir la muñeca de Adalie, pero sabía que no era la mejor idea, pues su familia era capaz de destrozarla de nuevo en un abrir y cerrar de ojos. Por eso, prefirió dejar atrás esa idea y centrarse en otros proyectos, aunque su corazón aún latía con cierta ira al recordar el rostro afligido de su amiga al ver su muñeca destrozada.

Sentía un profundo odio hacia aquella gente que siempre había tratado mal a la pelirroja, y en varias ocasiones se había sentido tentado a exterminarlos.

La puerta se abrió de súbito, y la elegante figura de Hades se presentó en su lugar de trabajo. Beelzebub permaneció inmóvil, observando con detenimiento cada uno de sus movimientos mientras se acercaba hacia él. Con un gesto pausado, Hades se detuvo de pronto, echando un vistazo a las fotografías que Beelzebub había enmarcado, y tomó entre sus manos la que mostraba a él y a Adalie.

—Espero que no le importe, Adalie me pidió que conservara ambas fotografías...— rompió el silencio Beelzebub, incorporándose de su asiento.

Hades dejó la foto en su lugar y se volteó hacia él con una ligera sonrisa en los labios.

—No tengo ningún problema con eso— se encogió de hombros, y se sentó frente a él.

Beelzebub arqueó una ceja.

—¿Ha venido para ofrecerme un trabajo?— cuestionó confundido.

Hades se cruzó de piernas y se rascó ligeramente la cabeza, como si estuviera buscando las palabras precisas para continuar.

—En realidad, he acabado con todas mis tareas y no encontré nada con lo que entretenerme. Es curioso, siempre tengo cosas que hacer y ahora que estoy libre....— guardó silencio, con la mirada perdida en la nada —espero no importunar—

—No— Beelzebub desvió su mirada, pensativo —no es inoportuno—

—Tengo los pies congelados— se quejó Adalie, envuelta en abrigos, mientras entraba en el laboratorio junto a Beelzebub —agradezco que mi familia haya decidido pasar el día con unos amigos después de misa. Tardarán mucho más de lo esperado y...— se detuvo en seco al divisar a Hades sentado en una de las sillas, absorto en la lectura de algún libro desconocido para ella.

—¿Señor Hades?— arqueó una ceja, preguntándose qué hacía allí.

El peliplata alzó su mirada al oír su nombre y saludó a Adalie con una pequeña inclinación de cabeza, a lo que ella correspondió con una sonrisa.


—Hades tenía algo de tiempo libre y decidió pasar por aquí— explicó Beelzebub, rompiendo la tensión que se había instalado en el ambiente.

Adalie asintió, dejando que un suave "oh" escapara de sus labios en señal de comprensión. Con paso pausado, se acercó a la mesa y tomó asiento junto a Beelzebub, en un silencio reverente que parecía envolverlos a ambos. Con una sonrisa iluminando su rostro, echó una ojeada a las fotografías que se encontraban sobre la mesa.

—"No seas tan dura contigo misma, Adalie"— las palabras de Hades resonaron en el silencio, haciendo que tanto Beelzebub como la aludida voltearan a verlo con un asombro visible en sus rostros —Fue el mensaje que tu hermano me pidió que te diera— explicó, dejando su libro sobre la mesa con un gesto suave.

Los ojos de Adalie se encontraron con los de Hades, y en ellos se reflejó una emoción profunda que amenazaba con desbordarse en lágrimas.

—¿M...mi hermano?— cuestionó con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta —¿pero cómo es que usted...?—

—Él me dijo: "Vive, Adalie. No dejes que el miedo o la culpa te detengan. Sigue adelante con la seguridad de que siempre estaré contigo. Recuerda que eres amada, valiosa y mereces ser feliz. Vive tu vida al máximo, sin miedo ni arrepentimientos, con la certeza de que siempre permaneceré a tu lado, pase lo que pase"—

Las lágrimas, como diamantes líquidos, comenzaron a fluir por los ojos de la pelirroja, mientras su corazón latía con fuerza, abrumado por la amargura y la felicidad que se entrelazaban en su interior.

Estuvo anhelado escuchar esas palabras, ese mensaje de amor y esperanza que le devolvía la vida.

Había llevado consigo el peso de la ausencia de Esmond, culpándose por su muerte y dejando que el dolor la consumiera poco a poco. Pero ahora, sentía cómo la paz y la serenidad se apoderaban de su ser. 

Con la mirada anegada en lágrimas, cubrió su rostro con las manos, dejando que el llanto fluyera con una tristeza desgarradora. Hades la observaba en silencio, con una mezcla de compasión y tristeza. Para él, ella era como una niña perdida en un mundo hostil, una alma sensible y vulnerable que había nacido en un lugar donde no era valorada ni comprendida.

En el rostro de la fémina se reflejaba el dolor acumulado de años de rechazo y desprecio, de una familia que no había sabido ver más allá de las apariencias y que se había negado a aceptarla tal y como era.

Beelzebub colocó una de sus manos en la espalda de Adalie, dando pequeños golpecitos como una caricia reconfortante.

—Y también me dijo que te ama— culiminó el griego.

—Se lo agradezco mucho— sollozó ella, sintiendo una profunda gratitud.


—¿Ha ganado de nuevo? Ya son tres victorias consecutivas— Adalie protestó, rascando su nuca mientras contemplaba el tablero de ajedrez con la esperanza de encontrar algún indicio que le permitiera derrotar al mismísimo dios del inframundo.

—Parece que...— Beelzebub llevó su mano a su mentón, absorto en profundos pensamientos —Somos unos pésimos jugadores— suspiró, y con los brazos cruzados se recostó en el respaldo de su silla, resignado a aceptar la derrota.

Habían estado sumidos en las partidas con el propósito de distraerse un poco, partidas que Hades, desde el inicio, conseguía ganar con una facilidad desalentadora.

—Solo es experiencia— murmuró el de cabellos plateados, encogiendo humildemente sus hombros.

Adalie era novata en el juego, viéndose en la obligación de escuchar las explicaciones de Hades y Beelzebub previamente, explicaciones que, aunque confusas para su mente inexperta, optó por fingir comprender para no retrasar más el juego.

—Jugar con esa cacatúa debe de tener sus beneficios— susurró Beelzebub, manteniendo sus brazos cruzados y su mirada desinteresada fija en el tablero frente a él.

El suave balanceo de las fichas parecía hipnotizarlo, mientras su mente maquinaba planes y estrategias.

—¿Qué cacatúa?— repitió Adalie, sin comprender la referencia que su amigo estaba haciendo.

—Es una larga historia—  se apresuró en explicar Hades, moviendo una de las piezas sobre el tablero de ajedrez —Es crucial comprender que el ajedrez es un juego de estrategia, donde cada pieza tiene su función y su importancia en el juego— agregó.

Adalie asintió con la cabeza, finalmente comprendiendo la explicación del mayor.

—Ahora todo tiene sentido— murmuró ella —gracias—

—No hay de qué— sonrió amablemente —Entonces...¿Listos para seguir jugando?—

—No— demonio y humana se pusieron de pie al unísono.


Con ayuda de Beelzebub, Adalie se enfundó en los abrigos que la protegerían del frío infernal que acechaba fuera del inframundo. El rostro decaído de la joven había vuelto a cobrar vida en cuanto el azabache anunció que debía llevarla a casa antes de la llegada de su familia, y ese cambio tan notorio no pasó desapercibido para él.

Hades, obligado por sus deberes como rey, se había marchado apenas unos minutos antes tras recibir un llamado se su guardia, dejando a los dos amigos solos en la estancia.

—¿Qué sucede?— Beelzebub rompió el silencio al percatarse de cómo la pelirroja mantenía la mirada gacha y decaída.

Adalie llevó una mano a su pecho, frunciendo ligeramente sus labios antes de hablar.

—La misma sensación aparece... siempre que debo regresar a casa— confesó en voz baja, como si temiera que alguien la escuchara —Es como un vacío, como si...— se detuvo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.

Beelzebub la escuchaba atentamente, con una expresión casi monótona en su rostro. Sabía que para Adalie, volver a casa no era fácil, especialmente cuando sentía que no pertenecía del todo allí.

—Lo entiendo— dijo finalmente, posando su mano suavemente en el hombro de Adalie —solo recuerda que aquí en el inframundo también tienes un hogar— agregó con una sonrisa reconfortante.

Sí, quise hacer un capítulo menos triste.

Procedo a dejar esto e irme a llorar

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