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–¡Papá, está convulsionando otra vez!
La voz de Hoseok resonó en los oídos de Taehyung, quien estaba convulsionando nuevamente sobre la mesa de los Jung.
–¡Papá! —llamó nuevamente Hoseok a su padre, pero no hubo respuesta. Seguramente había ido a trabajar temprano—. ¿Qué se supone que haga yo con él? —indagó para sí mismo.
Taehyung tenía espuma blanca por toda la boca, sus manos estaban sudorosas y su cuerpo se retorcía. Hoseok rodó los ojos. Con indiferencia se dirigió a la sala y se tiró en el sofá.
–Luego se le pasará.
Se encogió de hombros, deslindándose de cualquier responsabilidad que cuidar a Taehyung le diera. Prendió la televisión y cambió una y otra vez de canal, buscando algo bueno que ver. Modelos desnudas, comedias sin sentido, dramas cliché y muchos otros programas pasaban por sus ojos sin que siquiera uno llamase su atención. Rendido de buscar, apagó el televisor y se levantó del sofá. Arrastró los pies hacia la cocina y se sirvió soda de naranja en un vaso de cristal. Justo cuando llevaba el líquido a sus labios, un grueso alarido lleno de dolor, invadió sus oídos. El impacto del vidrio con el piso sacó a Hoseok de su estado de trance y le permitió correr a la mesa, donde Taehyung estaba lleno de heridas al rojo vivo, éstas tenían gusanos que parecían comer su piel. Hoseok pudo sentir como las hojuelas de cereal que había desayunado hace unos minutos se instalaban nuevamente en su garganta. Era asqueroso; el chico se retorcía de dolor, su mirada era un claro grito de auxilio.
Hoseok tomó unas pinzas y, con lentitud, fue retirando cada una de las larvas alojadas en las heridas. Taehyung comenzaba a relajarse a medida que los gusanos desaparecían. Reduciendo los espasmos y alentando sus respiraciones. Hoseok dejó salir un gritillo de sorpresa cuando las heridas del chico comenzaron a sanar. No había cicatrices o rastro alguno de que los cortes estuvieron alguna vez ahí. Era algo espantoso. Su cara de asombro cambió a una de horror cuando Taehyung comenzó a carcajearse con locura. Ese cinismo en sus ojos color miel era lo peor. Su rostro comenzaba a sudar y sus manos a temblar.
¿Por qué estaba riéndose el maldito?
Hoseok llevó con ira sus manos al cuello de la camisa de Taehyung y lo elevó en el aire mientras éste seguía riéndose.
–¿Qué haces, pequeño Hoseok? —preguntó Taehyung con una ronca voz.
–¿Que qué hago? Voy a matarte, maldito cínico.
La mirada de Hoseok era fuerte; estaba decidido a acabar con el castaño. Por otro lado, los ojos de Taehyung se fijaron en él de manera aterradora, parecía que podía devorarle con solo dedicarle una mirada de esos ojos color miel. Cualquiera que le viera directamente quedaba hipnotizado. En ese caso, era de esperarse que Hoseok soltara a Taehyung en el momento en que lo vio a los ojos.
–No puedes hacer nada que yo no pueda. —Taehyung se acomodó en la mesa—. Eres tan patético.
Hoseok ni siquiera pudo reaccionar a las palabras de Taehyung, pues vio como a éste le salían espinas de la carne, justo donde se le habían abierto las heridas minutos atrás. La punta de las espinas brillaba por lo filosas que estaban. Parecía que, con solo verlas, podrían hacer un corte profundo. Taehyung volvió a reírse con locura; sus carcajadas eran horrorosamente fuertes. Hoseok se tapó los oídos con sus índices y avanzó hacia la cocina, caminó por la barra, pues estaba descalzo y había vidrios del vaso con soda en el piso. Sumergió la cabeza en el fregadero, el agua fría entró por sus fosas nasales y cubrió todo su rostro. Solo en ese momento, Hoseok despertó. Se levantó con rapidez de la cama y talló sus ojos con sus nudillos.
¿Qué demonios había sido eso?
Sin duda, era algo que lo perseguiría por el resto de su vida, traumatizante en exceso.
Hoseok se encaminó de inmediato a la mesa, donde su extraño inquilino yacía dormido. Hoseok soltó un suspiro, aliviado y tranquilo. Caminó con lentitud a la cocina y se sirvió agua en un vaso. Llevó el líquido a sus labios con desespero, la pesadilla había absorbido toda el agua de su organismo. En cuanto terminó de beberse el agua, una risa, muy parecida a la de su sueño, comenzó a escucharse por la sala y el comedor. Sin pensarlo, Hoseok tomó un cuchillo del cajón y corrió con él a la mesa, en donde Taehyung estaba convulsionándose mientras reía a carcajadas.
–¡¿Cuál es tu problema, maldito enfermo?!
Era obvio que Taehyung haría caso omiso a las palabras de Hoseok y seguiría riéndose, por lo que Hoseok clavó el cuchillo en la mesa, muy cerca del cuello de su invitado.
–Escúchame, es la última vez que juegas conmigo, ¿qué es lo que quieres?
Taehyung dejó de convulsionar y se sentó sobre sus talones, tenía una mirada inocente y al mismo tiempo aterradora.
Hoseok lo miró confundido. De pronto, sintió un fuerte golpe en su nuca y cayó al piso. Un chico pálido, de cabellos negros, y algo bajito estaba detrás de él y le había dado un fuerte golpe en la cabeza con un ladrillo.
–Lo siento, Hoseok, pero no puedo dejar que lo mates.
Taehyung miró al pálido con horror. Era el chico que había visto la noche anterior en la tormenta.
No lo pensó dos minutos y se echó a correr. Salió por la puerta trasera de la casa y continuó corriendo hasta el cruce de una avenida, la sorpresa de ver los automóviles más avanzados y modernos le dejó pasmado. Analizó todo a su alrededor. Pronto pensó en lo diferente que era su entorno. La ropa de la gente, su forma de hablar; incluso las construcciones.
Por estar inmerso en su mundo y sus reflexiones, Taehyung fue amordazado por el chico que le perseguía. Pronto lo subió a una camioneta de color negro. El chico pálido colocó un pañuelo sobre su nariz, provocándole pesadez en los párpados y logrando que se quedara dormido.
El chico se colocó frente al volante y murmuró después de un suspiro: —Espero valga la pena.
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