Sadness: El fin de los días de Susan
Susan había estado pasando por un mal momento... Todos sus sueños se vinieron abajo de un solo golpe, y, la verdad, ya no le veía sentido a la palabra vida. «¿Cómo llegué a este estado?» gritó en medio de la noche, soñaba que recibiría respuesta a ello, pero era inútil... Nadie le respondería porque estaba sola.
Cuando sus padres le dijeron que estaban viajando para ir a verla en su primera presentación como la solista principal dentro del coro de su academia, no pudo evitar sentirse feliz, al final de cuentas, se había sacrificado durante mucho tiempo para lograrlo y quería compartir ese logro con las personas que más amaba.
—¡Date prisa Bill, llegaré tarde por tu culpa!
Un par de meses antes su novio y ella habían tomado la decisión de dar un paso más adelante dentro de su relación, así que compraron un departamento para vivir juntos, todo indicaba que finalmente, ella sería la próxima de sus amigos en casarse.
—Nena, vete en taxi, aún tengo que resolver unos asuntos de la oficina y no creo poder llegar antes de tu presentación.
—¿Es en serio? —preguntó la muchacha mientras retocaba su maquillaje por enésima vez.
—Si cariño, lo siento —respondió el chico de ojos miel— te lo recompensaré, lo prometo —le guiñó el ojo y le dio una palmada en el trasero.
—¡Bill! —gritó ella, entre sorprendida y divertida por aquel gesto.
—¿Qué? —respondió el aludido fingiendo inocencia—. Solo estoy marcando lo que me pertenece.
—No me tientes, Bill —dijo ella caminando para ponerse a milímetros de sus labios—. Te amo, ¿Lo sabes?
—Lo sé pequeña, ¿para siempre?
—Para siempre —dijo ella sonriendo y dándole un beso en los labios—. Te voy a estar esperando ¿Okey?, no te demores.
—No lo haré pequeña, ahora vete.
Le dio un pequeño beso y se fue... Si tan solo hubiese sabido que esa sería la última vez que besaría sus labios.
Salió del edificio de departamentos y tomó un taxi, le dio al taxista la dirección del auditorio y se colocó sus audífonos para poder escuchar la canción que cantaría y así asegurarse que no se le olvidaría la letra.
Cuando llevaba aproximadamente media hora en camino, recibió un mensaje de texto de sus padres, «Ya estamos en el auditorio querida, estamos ansiosos de verte» ella lo leyó con una sonrisa y le preguntó a quien la trasladaba cuanto se demorarían y él dijo que en menos de veinte minutos estarían allí. Asintió y decidió no responder el mensaje, les daría la sorpresa en cuanto ella llegara... Si tan solo ella hubiese sabido que esa sería la última vez que sabría algo de sus padres...
«Demoras en la avenida Washington rumbo al teatro de la ciudad, repito, demoras en la avenida Washington rumbo al teatro de la ciudad, reporte su posición». La tele operadora de la línea de taxis le pedía esa información al hombre que trasladaba a la joven solo quince minutos después de que ella recibiera el mensaje de sus padres.
—¿Qué sucede? —respondió el taxista ante la mirada angustiada de Susan, ella se dirigía a ese lugar, iba a llegar tarde a su presentación.
«Al parecer hay un incendio en el teatro, es de grandes proporciones» respondió uno de los colegas del hombre.
Susan rompió a llorar, ¿un incendio? ¿Cómo era eso posible? Hace apenas quince minutos recibió el mensaje de su padre de que estaban en el auditorio.
—Lo siento señorita, no creo poder llevarla al teatro.
-¡Tiene que hacerlo señor!, ¡mi familia está allá!
El hombre asintió y no dijo nada más, solo siguió conduciendo hacia el lugar del suceso.
Mentalmente Susan se estaba consumiendo... Sus padres ya eran personas mayores y de hecho su padre estaba en sillas de ruedas por una operación en la cadera que le habían practicado hacia unas semanas, alguien tuvo que ayudarlos a salir, la evacuación se tuvo que haber realizado con rapidez... alguien tuvo que ayudarles -se repetía mentalmente-.
—Esto es lo más cercano que puedo dejarla —dijo el hombre cuando estaban a una cuadra del lugar—, si quiere no me pague nada, lo siento.
—No se preocupe señor, tome —dijo sacando el dinero de su monedero-. Puedo caminar desde acá, pase una buena noche.
—Igual señorita, y tranquila, su familia está bien.
La chica sonrió con tristeza y comenzó a caminar hacia el teatro. Encendió su celular —lo había apagado luego de recibir el mensaje de sus padres— y comenzó a recibir mensajes atrasados.
«Susan ¿Dónde estás? La única solista que falta eres tu».
Esa era Marie, su profesora, siempre tan supersticiosa, para ella todos los solistas debían llegar mínimo una hora antes de cada presentación.
«Cariño, lo siento, te mentí, salí de casa en cuanto te fuiste, me muero por darte un pequeño obsequio antes de que te subas al escenario, tome un atajo y ya estoy acá, te amo».
Ese Bill, ¡Se las pagaría! Miró la hora del mensaje y un nudo se formó en su garganta, algo no estaba bien... el mensaje se lo había enviado justo dos minutos después del mensaje de sus padres... y trece minutos antes de que ella se enterase del incendio.
Demoró solo un par de minutos en llegar al teatro, pero para ella parecieron horas... todo el área estaba acordonada, socorristas y bomberos corrían de un lugar a otro, todo era devastación.
—¡Déjeme pasar! —dijo ella empujando a dos oficiales que la retuvieron a cierta distancia, para resguardar su seguridad—, ¡mi familia está allá dentro!
Los oficiales se dieron una mirada significativa y la acompañaron al sitio donde se habían registrado las personas heridas.
—Señor —dijo ella refiriéndose al paramédico—. Busco a dos personas mayores, Elizabeth y Mark Sullivan, y a mi novio Bill Stewart, ellos estaban dentro del auditorio principal.
El hombre comenzó a busca en la lista, no encontraba los nombres de los familiares buscados.
—¿Dónde me dijo que estaban? —preguntó el hombre con evidente preocupación.
—En el auditorio principal.
Al oír eso, el hombre se comunicó con el jefe del cuerpo de bomberos, algo en la mirada del hombre le decía que, evidentemente, algo andaba mal.
—Lo siento mucho, señorita... El incendio tuvo origen en esa área del teatro, los bomberos están trabajando para sofocar las llamas pero no pudieron rescatar a ninguno de los asistentes de la presentación que se daría en ese sitio, lo siento...
La voz del hombre comenzó a escucharse lejana, como si estuviese amortiguada por varios espejos y columnas de agua a la vez...
—¡Señorita!, ¡señorita!
Poco a poco Susan comenzó a perder la conciencia.
****************************
{Dos días después}
Lentamente la joven fue abriendo los ojos, estaba en una habitación de paredes blancas, con mucha luz alrededor, y el incesante sonido de la máquina de signos vitales le dijo que estaba internada en un hospital.
—Al fin despertó, señorita Susan —dijo una enfermera con tono amable—. Voy a avisarle al doctor Hart, ya vuelvo.
—¡Espere! —dijo ella con un hilo de voz, su garganta le dolía como si hubiese comido vidrios—, ¿sabe algo de mi familia?
La mujer le dedicó una mirada triste y no le dijo nada, solo se retiró de la habitación, no sin antes limpiarse una mejilla justo antes de salir, ¿por qué lloraba?
—¿Me puede decir que sucede? —preguntó Susan, alterada—. Primero la enfermera se marcha de aquí llorando y ahora usted me mira con lástima —le dijo al doctor—. Explíqueme por favor, que es lo que esta sucediendo...
—Señorita, la verdad es que siento mucha pena en decirle esto...
—¿Decirme qué? —gritó desesperada.
—El incendio del teatro municipal tuvo origen en el auditorio principal —dijo el hombre vestido de blanco en forma mecánica, había tenido que dar la misma noticia a otras personas y ya sabía exactamente qué decir, pero en este caso, la situación era diferente—. Al parecer, un grupo de extremistas islámicos pensaban que, al ser el teatro un edificio emblemático de la ciudad de Washington, llamarían la atención de las autoridades —la miró fijamente a los ojos—. un atacante suicida ocasionó el incendio y posterior explosión que terminó de derruir el lugar, hasta el momento los grupos de rescate no han podido sacar todos los cuerpos.
Susan no tuvo que escuchar nada más, era imposible que sus padres o su novio sobrevivieran, estaba segura de ello, por un instante ella quiso morir también pero una sensación extraña en su vientre, la misma que tenía un par de meses sintiendo la trajo de vuelta a la realidad.
—Doctor —dijo con el poco hilo de voz que sus labios pudieron soltar—, ¿Qué voy a hacer ahora?, ¡estoy sola en este mundo!
—Lo siento, Susan, si algo le sirve de consuelo, debo informarle que, al momento de ingresar al hospital le hicimos una serie de exámenes y descubrimos que está embarazada... Sé que en este momento no podrá verle el lado positivo al asunto pero, al menos es bueno que sepa que no está sola, ahora tiene a un ser que depende de usted y de su fuerza.
*********************************
Luego de recibir esa noticia, Susan trató de resistir con fuerza, debía hacerlo, su hijo o hija no le perdonarían que desfalleciera y no le dieran la oportunidad de nacer.
La fecha programada del parto había llegado, Susan estaba internada en el hospital desde la noche anterior, ella había decidido hacerlo de ese modo pues, al no tener a nadie que la ayudará o que la trasladará al nosocomio, no podía darse el lujo de que le dieran los dolores de parto en su casa.
Todo estaba ocurriendo de acuerdo a lo planeado, pero ocurrió un inconveniente: El bebé no estaba recibiendo suficiente oxígeno, así que tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia.
Todo ocurría rápidamente, solo la habían sedado desde el abdomen hacia abajo por lo que ella podía observar las cosas con lujo de detalles, las enfermeras se movían con rapidez a su alrededor, los médicos daban ordenes desesperadas, ella solo quería preguntarles que estaba ocurriendo pero no tenía forma de hacerlo: le habían tapado la boca con una máscara de oxígeno.
Cuando al fin lograron sacar a su bebé de su vientre, una lagrima de alegría recorrió su rostro, «por lo menos me dejaste algo de tu amor. Bill» pensó, pero, al ver que las enfermeras se llevaban al bebé y lo cubrían con una mantita por completo lo supo: ya ni siquiera tenía a su bebé para que le diera consuelo, todos sus sueños, sus metas, sus aspiraciones de un futuro mejor con la prueba de su amor con su novio habían desaparecido, la vida le había arrebatado a su pequeño tesoro.
Seis semanas después Susan estaba en un cuarto de hotel frío y solo, recordando con pesar los acontecimientos que habían cambiado su vida en menos de diez meses: lo que comenzó como el día en que lograría el máximo reconocimiento por su dedicación en la academia de música terminó en tragedia, unos terroristas le habían arrebatado a sus padres y a su novio ¿o eran las personas del gobierno en un auto atentado como decían las teorías conspirativas? Nadie le daba respuestas y ella lo dejo pasar. El médico que le dio esa terrible la noticia de la muerte de sus seres queridos le dio la noticia que la llenó de un poco de esperanza: Estaba esperando un hijo del amor de su vida, no entendía muy bien si eso era un milagro, una bendición o un premio de consolación, nadie le aclaraba nada y ella lo dejo pasar. Cuando iba a dar a luz, su bebé presentó problemas ¿acaso los médicos no pudieron darse cuenta antes? Eso ya no importaba, su bebé, su tesoro, su única razón para vivir ya no estaba... y eso sí que no lo dejaría pasar...
Sentir el calor de la inyección de heroína recorrer su cuerpo le hacía recordar el calor que debieron vivir sus padres y su novio al morir y eso le hacían soportarlo, cuando contactó al dealer que le vendió la droga le pidió una cantidad suficiente para que se pudieran drogar cinco personas, él no sabía que solo la usaría ella y en una sola dosis, le costó más de tres mil dólares pero no le importó, ese era un gasto menor y ese dinero no le haría falta nunca más.
Cuando la droga comenzó a hacerle efecto en su organismo y empezó a perder el oxígeno y quedarse inconsciente recordó que eso tal vez fue lo mismo por lo que paso su bebé antes de morir y eso lo hacía soportarlo.
Poco a poco la vida fue alejándose de ella y ella comenzó a reír entre sus sueños de agonía: una risa que no había podido tener en muchos meses, una risa que parecía trastornada: Si, era verdad, la vida, los terroristas, el destino le habían robado todo, a su familia, a su futuro, a sus ganas de seguir adelante, todo, pero ella aún era dueña de una única cosa y había decidido acabar con eso: Su propia existencia...
A medida que las garras de la muerte se la llevaban ella iba recordando una y otra vez las palabras que había leído en la obra de otra de teatro de William Shakespeare titulada Ricardo, la misma que habían hecho en su grupo de teatro escolar, la misma obra donde conoció a Bill, la misma obra que fue su primera vez en un escenario y donde sus padres pudieron constatar de primera fuente su pasión por el arte, y por un último instante de vida pudo concluir que esas palabras parecían salidas de sus propios pensamientos;si, a ella la habían hecho renunciar a todo lo que tenía, pero ella era todavía la reina de sus tristezas y ella había encontrado la forma de dejarse llevar por ella, no dejaría que alguien viniera a prometerle que las cosas mejorarían pues ella sabía que eso no pasaría, se rindió ante el dolor y dejó de pelear, sin oponer mas resistencia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro