Ha sido un día cansado, demasiado que pensar, demasiado que hacer, demasiado que lidiar.

Converso, pongo mi mejor sonrisa, a veces hasta intento bromear pero ¿Sabes qué? La vida pesa, pesa muchísimo.

Poco a poco encuentro la inspiración en los pequeños hilos de oro que se vislumbran en el camino. Jamás me aferro a una mujer de nuevo, el romance es la tala de nuestra propia libertad, de nuestra propia autoridad mental. No digo que algún día no me someteré a ello, pero por hoy, solo es de vuelta exprimir y huir, como siempre debió ser.

No dejo que me digan cosas bonitas, o que me canten al oído, no bailo con ellas, no les pido ramos a domicilio, no intento satisfacer sus emociones, no espero nada de ellas y espero por dios que ellas no esperen nada de mi; no puedo dar lo que no tengo.

Tampoco espero nada de los amigos que tengo, que aunque me dan a manos llenas jamás espero que no me fallen, o traicionen, o lastimen.

Mucho menos de mi familia...

Soy solo yo, una vagabunda, que hace todo por y para sus deseos. No soy vulnerable nunca más, no creo en la fidelidad de ningún tipo de relación, mucho menos en su eterna duración, ni en su obligación. No creo en los años invertidos o perdidos, tampoco en las canciones que se hacen especiales. No creo en el destino, no hay nada escrito, pero todo podría ser trazado en grafito para después borrarse y volverse a escribir.

La ingenuidad es creer que algo te une a alguien, a veces solo son momentos alegres, ni más ni menos, solo son secuencias de acciones y decisiones que generan algo de una sola vez, vuelve o no, no es un misterio metafísico, ni esotérico. No es inexplicable ni explicable, no es el hilo rojo ni el alma gemela, no es el amor de tu vida o tu mejor amigo, no es hermano o papá.

Solo es gente que te regaló un momento, y que se cobró su valor en aquel tiempo. Ni más ni menos, no nos debemos a nadie ¿No?

O bueno, yo siento que no me debo a nadie.

The harder, the stronger.

No hay mayor explicación.