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Capítulo primero

I

—Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca.

—El Señor se acuerda de su alianza eternamente —respondieron a coro los fieles asistentes.

El aspecto lúgubre de la parroquia del pueblo jamás había sido algo que agradara mucho a Anna. Siempre había sido una edificación antigua, que se alzó desde al menos veinte generaciones hacia atrás, por lo que se encontraba deteriorada a pesar de los intentos que se habían hecho para restaurarla. El altar era la zona más iluminada, adornada con unos hermosos candelabros de oro que sostenían largas velas que se mantenían constantemente encendidas, pero el resto del lugar siempre se encontraba sumido en una tenue iluminación que proporcionaban un par de lámparas de aceite y las pocas ventanas que había. Sin embargo, los padres de Anna le inculcaron desde que era una pequeña niña la importancia de asistir a su encuentro con el Señor.

La chica mantuvo la cabeza gacha, a pesar de que quería alzarla y mirar descaradamente al sacerdote. Su madre jamás lo permitiría y hasta sería capaz de golpearle en la nuca frente a todo el pueblo. De todas maneras, alzó la vista disimuladamente hacia él.

—Lectura del santo evangelio según san Juan —anunció entonces el sacerdote—. Capítulo ocho, versículos cincuenta y uno al cincuenta y nueve.

"En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre».

"Los judíos le dijeron: «Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: 'El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre'. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?»

Por un instante los ojos del sacerdote y los de Anna se encontraron, conectándose a pesar de la larga distancia que los separaba, pues la chica y su familia no habían logrado llegar a tiempo para utilizar su puesto habitual en la primera fila. Ella corrió la vista, asustada, y volvió a mirar su falda, rogando para que aquel atrevimiento no tuviese consecuencias negativas.

Trató de concentrarse en la lectura del santo evangelio, pero la voz de su interlocutor no dejaba de provocar una extraña sensación en su pecho. Su madre la habría golpeado al saber que no había entendido una sola palabra de la reflexión que posteriormente había hecho el Padre.

Pese a estar en medio de la eucaristía, comenzó a rezar. No podía alejar aquella sensación tan desconocida de su pecho, por lo que rogó fervientemente a Dios que la librara. Sentía que estaba haciendo algo completamente irrespetuoso, pues estaba ignorando las palabras del sacerdote que presentaban el pan y el vino, así que también pidió perdón al Señor.

Se puso de rodillas instintivamente cuando llegó el momento de la consagración, todavía con la cabeza gacha y con las manos entrelazadas a la altura de su regazo con tanta fuerza que se le comenzaban a poner los nudillos blancos.

—Tomad y comed todos de él —las palabras del hombre interrumpieron su plegaria—: porque este es mi cuerpo que será entregado por vosotros.

Nuevamente la asaltó el impulso de levantar la cabeza, pero terminó cerrando los ojos con fuerza en un intento de aguantar la curiosidad. Era impensable que alguien se irguiera en un momento como aquel, en el que se realizaba el milagro que convertía el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.

—Tomad y bebed todos de él: porque esto es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna. que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.

Volvió a su asiento y nuevamente se sintió culpable porque lo único que pensó fue en que ya quedaba poco para poder marcharse de allí. ¿Qué dirían sus padres si pudieran leer sus pensamientos? La hubiesen encerrado en su habitación durante una semana únicamente por cometer el pecado de querer huir de la casa de Dios.

—Vamos —le ordenó su madre cuando llegó el momento de la comunión.

Anna obedeció sin rechistar y se puso en la fila que se había formado para poder recibir el sacramento, quedando así detrás de su madre y siendo la última. Ciertamente no estaba acostumbrada a aquello, pues siempre solían sentarse adelante y eran los primeros en comulgar. Pero le tocó esperar pacientemente hasta que su turno llegó, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento.

Cuando la chica había ido al confesionario junto a su madre la semana pasada todavía estaba el Padre Paul como encargado de la parroquia. El pobre hombre, como había dicho su padre, había fallecido bajo circunstancias sospechosas y rápidamente fue sucedido por un nuevo sacerdote.

Apenas había logrado verle el rostro, pero el aire había abandonado sus pulmones cuando días atrás le había visto abriendo las grandes puertas de madera de la parroquia. Iba camino a la panadería cuando sus ojos se posaron fugazmente en aquel hombre joven y radiante de cabellos negros y ojos rasgados. No pudo evitar salir corriendo despavorida hacia su destino y darse la vuelta larga cuando volvía a casa.

Finalmente, su madre recibió la comunión y llegó su turno. Levantó lentamente la vista, encontrándose con el par de ojos oscuros que la observaron tan intensamente como si pudiese ver a través de su ser y leer la lista de pecados que había cometido a lo largo de toda su vida tal y como si fuera un libro. Se fijó entonces en su rostro, tan pueril que parecía relucir bajo la tenue luz de la parroquia con un tinte de inocencia.

Anna no creyó que llegara a existir alguien como él.

—El cuerpo de Cristo —pronunció con voz profunda, alzando la hostia frente a sus ojos.

—Amén.

El hombre acercó lentamente la hostia hacia su boca a la par que Anna la abría, depositándola justo sobre su lengua. La piel del dedo del sacerdote rozó suavemente sus labios, en un acto que a la chica se le hizo totalmente impío y que él decidió ignorar, retirando su mano con la misma suavidad que había utilizado con el resto de los fieles.

Anna volvió a bajar la vista y se giró para volver hacia su asiento. El rostro le ardía y el corazón le saltaba, pero lo que más le llamó la atención había sido el temblor que se había instalado en sus piernas. Entonces agradeció vestir siempre faldas largas, de otra manera el resto del pueblo hubiese notado cómo sus rodillas parecían flaquear con cada paso que daba.

La eucaristía terminó prontamente y la familia de Anna inmediatamente tomó camino hacia el altar, lugar donde el nuevo sacerdote estaba parado todavía, observando cómo el pueblo comenzaba a abandonar la parroquia.

—Debemos presentarnos —había decidido su padre apenas se habían puesto de pie.

Anna los siguió desde atrás, como siempre hacía, manteniendo la actitud que se le había inculcado en su crianza: sumisa, modesta y callada. Acostumbraba a mantener la vista gacha, pero en aquel momento no pudo evitar alzar la cabeza para divisar al párroco entre las cabezas de la gente. Él nuevamente estaba observándola, sin expresión alguna en el rostro.

¿Sería que se acordaba de ella y del embarazoso primer encuentro que habían tenido?

—Buen día —saludó su padre—, Padre...

El hombre abrió ligeramente los ojos, espabilando de pronto, dándose cuenta de que estaban preguntando por su nombre:

—Jungkook. Jeon Jungkook.

—Padre Jungkook —siguió su padre, con una triste sonrisa en los labios—, estamos muy agradecidos de que haya venido aquí tan rápido después del infortunio que ocurrió con el Padre Paul.

El Padre asintió con la cabeza y cerró los ojos por un momento.

—Que Dios lo guarde en su Reino.

—Amén —respondieron los padres de Anna al unísono.

—Es un agrado tenerlo aquí, Padre. Mi nombre es Samuel Martin —se giró hacia la mujer que lo acompañaba—. Ella es Olivia, mi esposa.

Los ojos del Padre volvieron a fijarse en ella tan sólo un instante, en un movimiento imperceptible para sus progenitores, y dibujó una pequeña sonrisa en la que aparecieron un par de dientes sobresalientes. Anna aguantó la respiración, sabiendo que aquel gesto iba dedicado para ella.

—¿Y la señorita que los acompaña?

Su padre se giró hacia ella y soltó una pequeña carcajada.

—Ella es Anna, mi hija —asintió con una sonrisa—. Espero que pueda bendecirla, Padre, estamos a punto de concertar su matrimonio.

El párroco se volvió hacia ella, todavía con aquella sonrisa en los labios.

—Que la gloria del Señor caiga sobre ti, Anna.

La muchacha bajó la vista y asintió con la cabeza. Hubo algo extraño en la manera en la que había pronunciado su nombre, pero nadie más pareció notarlo a excepción de ella. Su corazón no había disminuido su acelerado ritmo y por un segundo creyó que se desvanecería allí, frente a todos, pues la cabeza comenzaba a darle vueltas.

No entendía qué era lo que le estaba sucediendo, jamás había experimentado ese tipo de sensación, y estaba segura de que se debía al sacerdote que parecía no querer apartarle la mirada. Quizás era por la corta edad que poseía el hombre, parecía apenas haber recibido el sacramento del orden sagrado, pues Anna sabía que convertirse en religioso tomaba su tiempo.

La mayoría del pueblo se encontraba a la entrada de la parroquia, aprovechando del descanso dominical para ponerse al día con sus amistades. Anna no tenía amigas, sus padres jamás se lo habían permitido al no querer que su pequeña se contaminara de la vanidad de otras muchachas y por miedo a que estas le llevaran por el mal camino de la omisión, no cumplir con sus deberes morales y religiosos, como asistir a la misa dominical. Por esa razón era que todas las chicas de su edad, e incluso menores, la observaban de manera extraña cuando la veían, que resultaba ser rara vez debido a que Anna ni siquiera asistía a la escuela parroquial.

Su madre le enseñaría todo lo que debía saber para ser una buena cristiana y esposa, así había establecido su padre cuando la chica curiosamente preguntó por qué todas, menos ella, asistían a la parroquia algunos días de la semana.

—¡Samuel! —Llamó alguien por sobre la multitud.

Anna no tenía que voltear para saber de quién se trataba, pues últimamente el señor Kim había estado buscándolo constantemente con el fin de acordar lo más pronto posible el matrimonio entre sus hijos. La muchacha se alejó un par de pasos, otorgando la necesitada privacidad a los hombres de cada familia, y no tuvo más que hacer que contemplar el edificio en el que sería celebrado su matrimonio.

La parroquia no era linda, pero era lo único que había en el pueblo y el hecho de fantasear acerca del día en el que se pondría el mismo vestido blanco que había usado su madre en su boda le hacía llenar de ilusión.

—Quizás lo más rápido sería que entráramos a la parroquia y le pidamos al Padre que nos case enseguida —escuchó una voz a su espalda.

Una pequeña sonrisa se formó en su rostro y giró levemente el rostro, encontrándose con un chiquillo de cabellos ondulados y castaños. Su rostro amable había sido lo que la había terminado enamorando, sin nombrar su indiscutible belleza.

Anna sabía que las cosas no eran tan fáciles, que sus padres debían acordar la dote a pagar y aquel era el gran problema, pues la familia Martin no poseía grandes riquezas ni territorios.

—No necesito más que mi amor por ti para realizar la boda —había finalizado el chico.

—Su padre jamás lo permitiría —habló la chica por primera vez.

Las mejillas se le habían puesto rosadas e intentaba esconderlo mirando hacia otro lado. Sus ojos se encontraron con los de su madre, que la observaban escandalizada, y supo que era momento de finalizar la conversación.

—Debo irme —murmuró.

Él se quedó allí, viendo cómo Anna se alejaba calmadamente en dirección a su madre que pareció reprenderla. Era cierto, a Taehyung también le habían dicho que no debía acercarse a la chica, pero no podía evitarlo, cada vez que la veía se sentía hipnotizado por su hermosura. Además, le causaba bastante intriga porque, hasta el momento en que su padre quiso arreglar ese matrimonio, jamás había notado su existencia. Quería conocerla.

—¡Te dije que no te acerques a él hasta la boda! —Susurró su madre cuando la muchacha llegó, jalándola discretamente del brazo.

Anna asintió con la cabeza en silencio, sabiendo que aquella noche debía orar y pedir perdón por su desobediencia. Sabía que su madre sólo quería lo mejor para ella y era por eso por lo que quería controlar cada acción que Anna realizaba hasta que se encontrara felizmente casada.

Aquella tarde, cuando ya habían vuelto a casa y Anna y su madre se encontraban lavando la ropa, su padre las llamó para que se sentaran a la mesa un momento:

—La boda se realizará en dos meses.

Habían llegado a un acuerdo: Samuel Martin tendría dos meses para poder hacerse de la vaca que sería la dote de Anna. Significaría un arduo trabajo, pero al menos valía la pena para poder darle a su hija un buen futuro, pues la familia Kim tenía una buena posición económica.

El corazón de la chica había estallado en felicidad y aquella noche se había ido temprano a la cama para ponerse de rodillas a un lado de esta y decir:

—Oh, mi Dios —había comenzado con las manos entrelazadas a la altura de su boca y los ojos cerrados—, pienso en ti y mi corazón se llena de paz. Gracias por tus bendiciones conmigo, mi familia y mi futura familia. Gracias por tu cuidado durante este día que está terminando. Perdona mis errores, por favor, he desobedecido a mi madre al acercarme a Kim Taehyung, sabiendo que aquello podría afectar a la negociación de mi padre —tragó saliva cuando el par de ojos oscuros llegaron a su mente—. Perdóname por haber levantado la cabeza durante la consagración, he pecado y espero que puedas perdonarme.

Sin embargo, no pidió perdón por haber mirado de manera tan descarada al sacerdote. ¿Era aquello algo por lo que debería pedir perdón? Simplemente había sentido curiosidad.

Se recostó sobre el colchón después de apagar la vela y, en medio de aquella oscuridad, pudo imaginar claramente el rostro tan llamativo del Padre Jungkook y su bella sonrisa. Sintió que el corazón se le retorcía y se dio giró para mirar a la pared y así conciliar el sueño.

Hola holaaa

Aquí tenemos ya el primer capítulo, espero que les haya gustado. Les comento que esta historia comenzará a actualizarse los días martes (a no ser de que haya algún problema y no pueda)

Y les pido que se preparen porque esta historia no es lo que parece jeje

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