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Primera parte:
the inception
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El colegio Chadburn siempre fue una mierda.
Un paso dentro, y te caía una condena de cinco años a seguir la lista de seiscientas reglas ortodoxas y descaradamente destinadas a beneficiar a toda criatura mágica que estudiara ahí. Del reglamento, podías contar con los dedos las que mencionaban explícitamente a los seres oscuros (que no sea para maldecirlos, obviamente, porque de esas sobraban).
Tenía sentido, de alguna forma. El viejo reglamento de Chadburn fue escrito apenas unas décadas después de la Gran Guerra contra los Seres Oscuros, la que hizo que criaturas mágicas y seres del inframundo convivieran en paz en Cradaia, pero que dejó en todo habitante un sabor amargo en los labios al pensar en personas del otro bando.
La escalera social del Chadburn también estaba organizada de acuerdo a los viejos tiempos. Demonios y vampiros a la izquierda, hechiceros y ángeles a la derecha. Y, que el Gran Demonio te perdone si cruzabas al otro lado, al lado prohibido, porque ellos definitivamente no lo iban a hacer.
No Park Jimin, eso estaba claro desde el segundo uno.
Aunque llevo pensando desde primer año que fantasea con tenerme entre sus piernas mordiéndole los muslos.
Siendo justos con él, ¿quién no desearía lo mismo?
—¡Oye, Jimin! —le grito, desde el otro lado del patio. Se voltea, con esa ceja rapada arqueándose sobre esos ojos ámbar. El resto de su grupo también se gira a verme— ¡Basta una palabra para que te lleve a la cama, ángel!¡No tienes que devorarme con la mirada todo el tiempo!
Bufa, sonriendo con tinte socarrón, y pasándose la mano por el cabello cobrizo— ¡En tus sueños más podridos, Belcebú!
—¡Belcebú es un demonio, tarado! —algunos de sus amigos se ríen, pero él solo pone los ojos en blanco— ¡Solo admítelo y todo será más fácil!
—¿Por qué no te metes un incienso por el culo, si estás tan aburrido? —ya no está gritando, porque seguramente se cansó de atraer atención y porque me he acercado lo suficiente a su mesa como para escucharlo— O una estaca —me mira de abajo hacia arriba con semblante aburrido—, Nosferatu. Quizás así te mueras por fin.
—Preferiría ser quien te meta esa estaca —me inclino hacia adelante cuando lo tengo frente a frente. Sus amigos se están planteando si intervenir o no, principalmente porque he cruzado la línea que divide el área entre criaturas mágicas y oscuros. Es una suerte que no haya ningún maestro. Jimin traga saliva—. O quizás otra cosa. Lo que tú desees —hago una reverencia, alzando un poco la cabeza para mirarlo—. Soy un vampiro dispuesto a cumplir todas tus fantasías.
—Púdrete, Jungkook —escupe, con el ceño tan fruncido que una arruga profunda se marca en su entrecejo. El resto de sus amigos también me miran con desprecio, y una chica rubia sentada en la esquina de la mesa (creo que su nombre es Sana) ya está levantándose para echarme a patadas.
Pero aún con la cálida bienvenida, puedo notar que el rostro de Jimin se tiñe paulatinamente de un rojo tan intenso como la sangre cuando lo veo, que le tiemblan las manos cuando sonrío. Levanto ambas manos en un gesto de evidente rendición. Jimin chasquea la lengua y aparta la mirada.
—Lo lamento, ¡lo lamento! Me iré ahora —doy media vuelta, mirándolo sobre mi hombro—. Solo no olvides llamarle cuando eso —señalo con el mentón su entrepierna—, tenga curiosidad por las... habilidades de un vampiro.
Alcanzo a ver como se enrojece aún más y empieza a balbucear incoherencias antes de levantar el dedo del medio en mi dirección, y empiezo a correr hacia los dormitorios sin poder aguantar las risas.
Solo tengo que acorralarlo en el momento indicado (sería preciso que no esté con el grupo de idiotas mágicos a los que llama amigos) para que se derrita entre mis dedos. Es uno de los deseos en mi lista de cosas que quiero hacer antes de graduarme en Chadburn: Acostarme con un ángel.
Y acostarme con cualquier criatura mágica u oscura que este establecimiento asqueroso pueda ofrecerme. Tengo a los vampiros servidos en bandeja de plata (mordemos mucho, y aún tengo marcas en todo el brazo de mi encuentro fugaz con Park Sunghoon en los baños del edificio C), y he tenido momentos memorables con unos cuantos humanos (Im Nayeon casi deja que la drene por completo en una esquina de la biblioteca. Evidentemente, no lo hice).
En segundo año, logré de alguna manera convencer a un hechicero de seguirme después de la fiesta de despedida para los de último año. Los hechiceros son una presa complicada, pero mi única experiencia (Yoon Jeonghan, un pelirrojo de tercer año) me brindó información más que interesante: Balbucean hechizos aleatorios cuando están alcanzando el orgasmo. Jeonghan hizo que un limonero creciera por las paredes del hotel. Pasamos toda la mañana intentando sacarlo.
Así que solo faltan dos entradas de mi lista, y ya estoy en último año, así que estoy un poco desesperado.
Ángeles y demonios. Los dos puntos más altos de la jerarquía del Chadburn.
Y, mierda, cada vez estoy más y más cerca de poner mis manos sobre la cintura minúscula de Park Jimin. No puedo dejar de pensar en el tipo de expresiones que pondrá cuando estemos en ese momento. Seguramente me insultará durante todo el camino, pero el solo imaginar esas manos tan blancas jalándome del cabello... Por el Gran Demonio, es demasiado.
He escuchado rumores sobre el sexo con ángeles. Dicen que expulsan magia a borbotones ante el más mínimo contacto, y que un solo beso (importante que sea uno con lengua) es suficiente para llevarte, de la forma más literal y terrenal que puede haber, al paraíso.
Pero, si soy fiel a mis impulsos, tengo más curiosidad por el sexo con un demonio.
Aunque me produce cierta clase de temor la posibilidad de que intenten... dominar la situación.
Porque podré ser un vampiro, y podré estar en la parte más baja de la pirámide. Pero también es cierto que soy Jeon Jungkook y que, sin importar quién sea la otra persona, yo seré quien domine, en todos los sentidos.
He oído que los demonios son... difíciles de tratar.
Son intimidantes, y no es solo el hecho que la mayoría de ellos miden en promedio unos dos metros, sino que toda su aura resulta arrolladora.
Si los ángeles te llevan al Edén con un roce, los demonios te llevan al infierno con una simple mirada.
Incluso con esas lagunas negras que la mayoría tienen por ojos.
Y los cuernos no suelen ayudar a alivianar su imagen.
Aún así, aún así, son sexys. Y he pensado más de una ocasión en esa situación hipotética, en la que consiga escabullirme en la cama de una de esas bestias de dos metros. Y morderlo justo por debajo de la clavícula (¿qué tal sabrá la sangre de un demonio?). Y hacer que ese monstruo que parece dominar la cadena alimenticia se estremezca bajo mis manos.
Escuché en una fiesta de esta habilidad oculta de los seres oscuros. Algo que pueden hacer, con el poder y la concentración suficiente: Generar nuevas extremidades. Como nuevos brazos, o piernas, u otras cosas, de un color oscuro, aparentemente elaborados con la energía negra que habita en sus cuerpos. Como tentáculos que salen de su espalda y pueden controlar a su antojo.
Eso suena mucho más interesante que un ángel.
Cuando estoy por llegar a la puerta de los dormitorios, cuando las nubes grisáceas se arremolinan sobre el Chadburn, me detengo en seco al ver a una figura desgraciadamente demasiado familiar, parada junto al umbral. La inspectora Pusset está de pie justo en la entrada, con los brazos cruzados sobre ese atuendo que parece sacado de una novela victoriana. Se acomoda los lentes redondos, y se le tuercen los labios resecos al verme. Le sonrío de la forma más inocentona que un vampiro (que acaba de insinuársele a un ángel) podría. Ella luce asqueada.
—Señor Jeon, me parece que le he llamado la atención lo suficiente esta semana como para que le haya quedado claro que no debe sobrepasar los... límites.
—Sí, por supuesto, señora Pusset. Estoy completamente consciente de eso —doy una reverencia fugaz—. Prometo que no volveré a hacerlo.
—Tres veces, señor Jeon—las arrugas del entrecejo se le marcan aún más. Tiene los iris completamente grises, casi blancos e invisibles, pero alcanzo a ver esa pupila casi imperceptible ardiendo con un desprecio impresionante. No es justo que un hechicero esté a cargo de disciplinar a los seres oscuros, porque nunca será imparcial. La mano arrugada toma con fuerza la vara de madera que usa para golpear estudiantes y, de vez en cuando, lanzar hechizos—. Han sido tres veces en un lapso de siete días —arquea aún más la ceja—. Asumo que sabe lo que eso significa.
Aprieto los labios, fingiendo que estoy completamente desorientado. Como si no hubiera pasado los últimos cinco años de mi vida atrapado en esta prisión, como si no supiera la ubicación y la razón de cada uno de los lugares del colegio Chadburn.
—No, en absoluto. Ilumíneme, señora Pusset.
Se está aguantando las ganas de golpearme con la vara de madera. Esto es divertido.
—La habitación del Diablo, señor Jeon.
Los ojos grises se le encienden aún más cuando ve como el rostro se me descompone. Creí que ese lugar era una leyenda de mal gusto contada por maestros para que los seres oscuros se calmen un poco. ¿Es justo que nosotros tengamos nuestro propio recinto de tortura organizada, y que las criaturas mágicas no? La señora Pusset vuelve a acomodarse los lentes.
Mierda. Mierda, mierda.
Por el Gran Demonio, esto no es bueno.
¡Más vampiros! ¡Más demonios!
Es mi primera vez escribiendo este tipo de cosas, y es mi primera vez narrando desde la perspectiva de Jungkook. ¡Así que me disculpo de antemano por cualquier error!
¡Bienvenidos a Sacrilegious!
¡Nos leemos luego! ♡
[ Noduru, 2023 ]
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