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∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᶜᵃᵗᵒʳᶜᵉ∆

"ᴱˡ ᵗᵒʳᵐᵉᶰᵗᵒ ᵈᵉ ˡᵒˢ ᵃ́ᶰᵍᵉˡᵉˢ
ʸ ᵉˡ ᵃᵐᵒʳ ᵈᵉ ˡᵒˢ ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒˢ."

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᶜᵃᵗᵒʳᶜᵉ:  ᑭOSIᗷIᒪIᗪᗩᗪᕮS

Pᴏᴠ. Bᴇʟɪᴀʟ

Una vez dentro de la cabaña, el estúpido animal no se despegaba de Calliel, como si pudiese percibir mis crecientes y lascivas intenciones.

Que haya decidido quedarse por propia voluntad fue inesperado, casi inexplicable. Estaba poniéndome ansioso e impaciente, jamás tuve que ser cauteloso para nada y ahora me encontraba reprimiendo mis impulsos durante meses por un pequeño y crédulo ángel.

Ahora que es libre ¿Qué pensará sobre ser tocado y profanado por una criatura como yo? Definitivamente esto era casi irreal, nuestra situación y comportamientos no eran naturales de nuestras especies. No satisfacer mis deseos en el acto era de por sí atípico para un demonio, más siendo uno poderoso, pero si él estaba en contra no querría hacerlo llorar y lastimarlo yendo contra su voluntad. 

Jodido pensamiento irracional, un demonio siendo considerado, joder que el infierno debe estar en decadencia. Hace pocos siglos estaba devastando y arrasando con centenares de humanos, pueblos enteros destruidos a base del caos, discordia y paranoia, junto a Dantalian éramos imparables.

¿Mi ocupación en este momento? Niñero de dos criaturas igual de incompetentes.

—¿Sucede... algo? —cuestionó Calliel, dubitativo.

—¿Por qué preguntas? —contesté tajante.

—Pues... —Sus orbes se clavaron en mi cola, la cual se movía de un lado al otro, la maldita traidora.

—No, absolutamente nada —gruñí restándole importancia y Gigil literalmente mostro sus dientes en una pequeña sonrisa—. ¡Te juro que... —Calliel dio un brinco por mi repentina amenaza y sus alas se contrajeron.

Parecía confundido a más no poder y suspiré. Si mato al animal, el otro animal, es decir el pichón que se hacía llamar Calliel, estaría triste. Maldito zorro con suerte.

—Que no pasa nada, eso quise decir —concluí y llevé dos tazones a la mesa dónde había verduras asadas.

Saqué del fuego la pata de jabalí y dándole un pedazo al ángel, el cual dejó en su plato, coloqué de mi lado la gran pieza de carne, era una comida moderada para mi cuerpo y él parecía dudar si podría terminar un pedacito tan pequeño como el que le di.

Miré al zorro y tiré una rebanada lejos, viéndolo correr tras ella, hambriento.

—A veces... —susurró el ángel y guardó silencio al fruncir esos carnosos labios.

—Dilo. —ordené y sus hombros se contrajeron, para seguido soltar el aire en sus pulmones y liberar el aire junto a la tensión en su espalda.

—Ahora que soy libre, puedo decir lo que pienso sin temor a represalias ¿Verdad? —indagó y mis ojos se abrieron ligeramente.

—Supongo. Es decir ¿Realmente te contenías? Creí que soltabas todo lo que se cruzaba por esa irracional cabeza hasta ahora —ironicé y acercando su silla a la mía me observó a los ojos.

Su mano en medio de la silla entre esas dos tentadoras piernas cubiertas por una de mis largas ropas, que se veía como un camisón en él, provocaba que mi atención se dispersara de la conversación inicial.

¿Estoy en celo o qué diablos pasaba conmigo? Este era el resultado de reprimir prolongadamente mis impulsos.

—No, intenté no ser insistente o irritarte —alegó con convicción en su preciosa cara.

"Fallaste rotundamente" pensé y casi río por ello, pero su seriedad me llevó a contener mis ganas de fastidiarlo. Esa charla me bajó de mi hoguera mental de lujuria y me erguí, tomando algo de distancia de ese tentador ser.

—Es entendible —articulé moviendo la mano en señal de desinterés y con la otra llevé la carne a mi boca, expandiendo esa cavidad para dar una gigantesca y monstruosa mordida, viendo cómo Calliel se asombraba. 

¿Reacción normal? Asustarse o intimidarse, de un movimiento podía arrancarle el cuello con mis descomunales colmillos.

¿Qué hizo Calliel? Sonrió. El subnormal le mostró una agradable e irresistible sonrisa a esta demoníaca criatura del infierno. 

Lo observé unos segundos más e hizo algo raro (más raro de lo que ya es de por sí): intentó darle un "gran" mordisco a su pedazo de carne y luego lo colocó junto al mío.

—Mira ¿No es gracioso? —rió, notando la indiscutible diferencia y negué con la cabeza—. Me gustaría poder preparar algo que comas con tanto gusto... —comentó y le dio otra probada su porción.

—Ríndete. Soy capaz de comer animales vivos e incluso así tu cocina tiene un sabor horroroso, no tienes habilidad, de hecho es todo lo contrario, hasta las sopas que son sencillas te las arreglas para que queden crudas o desabridas —afirmé sin percatarme de su rostro.

—Ya veo... no puedo hacer algo delicioso para ti, entiendo —contestó y mis ojos descendieron a los suyos.

Mi honestidad le rompió el corazón al pichón sin habilidades culinarias, que quería complacerme. Ladeé mi rostro y acercándolo al suyo me incliné cada vez más hacia él. 

—Tú eres delicioso para mí —susurré y levantó su rostro, facilitándome el poder probar esos exquisitos labios. 

Mi demoniaca lengua se deslizó desde su barbilla hasta el tembloroso labio inferior, donde acorté toda distancia y mordí con suavidad, oyendo un sutil y provocador quejido, mientras abría involuntariamente su boca, dándome paso a corromperla en un intenso beso.

Me separé del agitado ángel y Gigil quiso interponerse, acercandose preocupado; despertando todo mi instinto, una posesividad que ni yo conocía hasta la fecha.

El brillo asesino de mis ojos le mostró lo peligros que sería separarme de Calliel en un momento como ese.

Separarme de Calliel en cualquier momento.

Simplemente separarme de Calliel. Todo ser que lo intentara ardería y se consumiría.

El olor a muerte inundó el alma del animal y su cuerpo se contrajo involuntariamente por el terror. 

—Belial —susurró Calliel y mi mirada se clavó en él. Me llamaba. Podía sentir que me deseaba.

—Me deseas —musité antes de unir nuevamente mis labios a los suyos, tomando su nuca con algo de fuerza y llevando mi otra mano a su cintura.

La temperatura de su cuerpo aumentaba a medida que los besos dejaban de ser suficientes y tomándolo entre mis brazos me puse de pie, con claras intenciones de llevarlo a la habitación.

Se aferró a mí con sus dos manos y al ver sus pupilas estaban casi temblando, percibí el miedo esparcirse por su cuerpo y supe al instante el porqué: una poderosa criatura del infiero estaba en mi territorio, tan dentro de él que prácticamente se encontraba en mi puerta.

—No temas, conozco a esta presencia, además, aunque no fuese así, lo acabaría antes de que llegase a ti. Deja de temblar —ordené y apretó sus manos en mi ropa—. Ya veo, no confías en mi fuerza —ironicé y me empujó, casi cayendo al suelo si no fuera por el aleteo de sus alas.

—S-Sí confío —finalizó rotundo e intentó calmar su nerviosismo—. Si es tu amigo entonces no van a pelear.

¿Esa era su forma de mostrarme su confianza? Hasta sus alas tiraban y aún así quiso tragarse su inquietud, de algún modo me hizo sentir importante y sonreí, resultaba ser jodidamente lindo a veces.

No iba a pelear con el intruso, aunque admito que me molestó su interrupción, que bajó mi erección más rápido de lo que Lucifer cayó del cielo.

—A menos que me haga enojar, venir sin avisar es una especie de insulto. —La preocupación se planto en sus iris y rodé los ojos—. Que llorón. No creo discutir ¿No sentiste la presencia humana también? Seguro es por negocios. Nadie con intenciones de guerra lleva consigo a su motín a la batalla.

Miró hacia la puerta y la curiosidad lo estaba carcomiendo, pero claramente no quería causarme problemas, ya que cualquier demonio por impulso su primera reacción al ver a un ángel de improvisto es atacarlo, enemigos naturales. Una leve risa de sorpresa escapó de mis labios y le di dos palmadas en la cabeza antes de ir a la entrada.

—Puedes venir conmigo, sabe de ti —dije y con una gran sonrisa corrió a mi lado.

—¿No va a enojarse?

—Es un demonio particular, no va a hacer algo tan simple, pero no aceptes nada que te ofrezca, ni escuches sus consejos, es un bastardo libertino y no quiero tener que matarlo —comenté y una risa se oyó del otro lado de la puerta.

—¿Difamándome eh? Oh cielos, que mala reputación estás dándome con nuestro nuevo amigo emplumado —siseó eso ultimo con codicia y la oscuridad a mi alrededor aumentó—. Tuyo, tu nuevo amigo —afirmó, complaciendo mi lado arrogante y posesivo.

Calliel tomando la manga de mi brazo apareció tímidamente por detrás, viendo a Asmodeus y en ese mismo instante este se movió a un lado, descubriendo al pequeño humano detrás de sí. Era el alma que le entregué, se veía como la última vez, con su cabello rubio ceniza, ojos de un celeste opaco y piel tostada por el sol que azotaba los campos donde él comenzaba a trabajar.

—¿A qué haz venido? ¿Una devolución? —cuestioné firme, señalando con mi cola al pequeño que tembló, Calliel se sorprendió y los ojos de Asmodeus por un momento se oscurecieron con la velocidad de un relámpago.

—No —sentenció amenazante y se compuso al instante—. Solamente lo sacaba a jugar ¿"Tu mayor deseo" tendrá ganas de jugar con mi pequeño problemático? —Miré detrás de mí, Calliel estaba emocionado por la idea y asintió.

—Hola... ¿Quieres conocer a Gigil? Es un zorro y tiene muchas colas —sugirió mi ángel y el humano, desconfiado y con apariencia dura, comenzó a ceder ante la bondad de éste.

Ya a una distancia prudente de nosotros fuera de la casa, donde podíamos verlos pero ellos no eran capaces de oírnos, Asmodeus reveló la verdad detrás de su visita.

—¿Cómo diablos se te ocurre darme a un niño? Todavía ni tiene un despertar sexual, no debe siquiera pasar de 10 años de edad.

—¿Y eso debería importarme porque...

—¡Pues porque lo presentaste como si fuese un joven, hasta pensé que sería adulto por un momento! ¿Me crees esa clase de asquerosidad que toma bebés y niños? Ni que fuese Moloch.

—La perversión personificada tiene estándares ¿Te aplaudo?

—No toco niños. No tienen degeneración, perversión ni deseos sexuales, son puros, lo opuesto a mí. Me jodiste bien jodido con él, ya que tampoco quiero venderlo o entregarlo a otro demonio.

—No es como si les prestara tanta atención a los humanos para tomar en cuenta sus edades, su tiempo es tan corto que me cuesta distinguirlo, al pestañear ya murieron —sentencié irritado—. E independientemente de ello, su alma es tan pura que si no la aceptaba cuando la ofreció, cualquier otro demonio hubiese hecho algo para obtenerla.

—Eso es cierto, es cierto —recapacitó con cierta frustración—. Por primera vez, en tantos siglos, siento que el tiempo pasa lentamente. Quiero que crezca, pero a su vez, cada día que pasa, es un día que se acerca más su muerte.

Mi rostro se transformo en una mueca de asco y asombro.

—Si quieres su alma, que su muerte se acerque es bueno... ¿No es eso lo que deseas? —Miró sus manos y seguido a los dos inocentes que jugaban en el césped.

Jamás imaginé que siquiera pensaría en algo como esto, pero cierta preocupación por este imperturbable demonio cruzó mi mente. 

—No es como si estuvieras en mejor posición que yo, deseando lo que nunca nos será concedido. Dios no lo permitirá, jamás lo aprobará o nos los entregará. Nuestro destino y el de ellos siquiera debió cruzarse, amigo mío.

—No necesito su jodido permiso, solo el del ángel y decidió por su cuenta quedarse a mi lado. —Se atoró con su propia saliva y me miró fijamente.

—¿Cómo lo conseguiste? ¿Un ángel puro te eligió?, ¿a ti? ¿Qué carajo pasa? Infiernos, no puedo entenderlo, es tan extremo que me ocasiona migraña intentar comprenderlo o racionalizarlo.

Todo el orgullo que estallaba dentro de mi pecho, regocijándome al pensar que despertaba emociones y sensaciones en Calliel; hasta que el desgraciado de Asmodeus continuó, haciéndome ver una abrumadora posibilidad:

—No lo has hecho tuyo aunque te di tan buenos consejos... —susurró y levanté una ceja, desconcertado.

—¿Cómo lo sabes? ¿Tu percepción es tan buena? —sonrió frívolamente y apreté la quijada.

—De hecho sí, pero no es por eso que lo supe —presionó sus labios y se acercó a mi lado—. ¿Cómo crees que reaccionará su angelical cuerpo al tuyo? También has oído leyendas de demonios violando ángeles y cómo dicen que terminan, uno de los dos no lo resiste.

—Son mitos, tampoco he sabido de ninguna evidencia o testigo fiable de la intoxicación que insinúas —alegué al instante.

—Si no muere, tengo la creencia que caerá. Caerá como los demás ángeles corrompidos llenos de inmundicia que voluntariamente ceden a la maldad, manchando su blanco corazón, tiñendo sus alas de negro o perdiéndolas. La verdad no sé qué pasaría concretamente, porque solo conocí demonios y ángeles que cayeron en la provocación de los humanos, pero jamás entre sí... quizá le pase algo todavía peor. Tu esencia podría ser veneno en su interior.

—Él... —suspiré— No lo sé. Cree que no estamos rompiendo ninguna regla, es inocente de todo a su alrededor, ¿cómo podrían castigar a una criatura tan inocente? Si Dios lo expulsa, es todavía peor que Lucifer. Y de todos modos, si ese es el caso, con más razón yo me quedaré con el ángel, estará seguro bajo mis alas.

Dije eso, como si tuviera completa seguridad de mis afirmaciones, sabiendo que en el fondo de mi cabeza el eco de su voz se repetía, dudando de lo que le provocaría nuestra unión a su cuerpo, a su alma.

¿Y si al conectar nuestros cuerpos termino con su vida?¿Si pierde sus alas y no puede volver a ver a sus amados Gabriel y Rafaél, quedándose en el exilio sufriendo por su ingenuidad?

Asmodeus no solo vino a quejarse de su desgracia, también tenía curiosidad de qué ocurriría conmigo y Calliel. Apostaría que no esperaba ver al ave revoloteando a mi alrededor sin ser devorada, ni yo lo creía todavía.

—Ya es tarde —sentencié tajante y comprendió, regalándome una inquietante sonrisa.

—Mis palabras te atormentarán hasta que sacies tu duda al descubrir la verdad... en cambio a mí... —Respiró hondo y tomó la tela de su túnica, justo en el centro—. Presiento que tus acciones provocaron algo que me atormentarán tanto que llegaré a odiarte.

Sonreí con suficiencia y desplegué mis grandes alas, estirándolas para recibir esa brisa que aumentaba.

—Tú aceptaste, aunque todavía estás a tiempo de deshacerte de él —solté sarcásticamente y la intensidad a su alrededor comenzó a pesarme.

—Tienes razón, ya es tarde —evadió el ofrecimiento por segunda vez y supe que aceptar esa alma, que parecía ser una excelente desición para Asmodeus, resultó ser su perdición.

Pero no soy quién para juzgar, ya suficiente tenía que analizar mis propios asuntos sobre mis malas desiciones.

—Los humanos son atormentados por demonios y a su vez eso es un suplicio para los crédulos ángeles, que también temen caer en la tentación, entonces, siguiendo esa cadena ¿Qué es lo que atormenta a los demonios? ¿Qué nos martiriza a nosotros? —cuestioné retóricamente, casi riéndome de nuestra propia desgracia.

—Existir —finalizó sin siquiera dudarlo.

Fruncí mi ceño y estiró sus alas, mientras su larga y sedosa cabellera se movía con el viento, por un segundo pareció un extenso río negro como el abismo, ondeado libremente.

—Todos tienen un rol, un papel que cumplir, una razón de existir: lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo deplorable, la recompensa y el castigo. Si no existieramos, los humanos no tendrían a quién temer y no buscarían de Dios... Aún así, sin haberlo elegido, nos juzgan por nuestra naturaleza. ¿No les estamos haciendo un favor?

—Eres bastante cínico cuando estás deprimido. —Me miró sobre su hombro y respiró profundamente.

—Los demonios  y  ángeles no somos los protagonistas de este mundo, somos solo el mal necesario y los emplomados lo opuesto. Por eso me gustan los humanos, son tan apreciados y codiciados, y no obstante caen ante mí como insectos hacia el fuego —rió nuevamente y el viento sopló con fuerza—. El tiempo no es un buen aliado cuando hay tantas cosas sin respuestas ¿No crees?

—Si no tienen respuestas, no me interesa hacer las preguntas. Con tu lógica, si soy tan insignificante en este vasto mundo, eso quiere decir que puedo hacer explícitamente lo que se me antoje, de todas formas a nadie le importa, nadie más que a mí. Con más fuerza viviré como quiera mis días junto con quien desee —aseveré rotundo y caminé hacía Calliel.

Éste se encontraba jugando, tomaba las manos del joven y cuando el humano saltaba, Calliel lo elevaba con su vuelo, mientras ambos reían como críos pequeños.

—Keanu, vámonos, esta refrescando —demandó el demonio y sin tener ninguna opción el humano le siguió—. Espero verlos pronto.

—Te veo más que a mi propio reflejo últimamente, así que seguramente nos veremos —dije irritado por la semilla de incertidumbre que plantó en mí.

Tarde o temprano era algo que averiguaría y, ciertamente, no podía estar completamente seguro de preservar la integridad de Calliel en el proceso, pero eso no era aceptable.

Con esta incesante falta de certezas ¿Qué debía hacer? Sin contar el hecho de que mi cuerpo ardía ansioso por degustar y tomar cada parte del ángel, sin dejar ninguna brecha, curva o cavidad fuera de mi alcance.

—¿Iremos a dormir? —inquirió con esa desbordante inocencia y tragué en seco.

Eligiese lo que eligiese me arrepentiría de cualquier desición.

—Maldición... —mascullé sin despegar mi Vista del apetecible gorrión frente a mí—. No, no dormiré en absoluto.

Efectivamente, me arrepentiría de esto en la mañana.

Cσɳƚιɳυαɾά...

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