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∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᶤᵈᵒ́ˢ∆


"𝔈𝔠𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔩𝔬𝔰 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬𝔰 𝔡𝔲𝔢𝔯𝔪𝔢𝔫,
𝔩𝔬𝔰 𝔞𝔫𝔤𝔢𝔩𝔢𝔰 𝔰𝔢 𝔡𝔦𝔳𝔦𝔢𝔯𝔱𝔢𝔫"

ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᶤᵈᵒ́ˢ : ℍ𝕆ℝ𝕄𝕆ℕ𝔸𝕊

—¿Terminar con qué?

—Este viaje —sugirió denotando cierta melancolía—. Fue agradable... magnífico y fue suficiente. Sería lo óptimo que el bebé naciera en casa.

Belial miró a su alrededor con una obviedad implícita y Calliel negó con la cabeza.

—No me refiero a cualquier casa, sino nuestra casa. Nuestro hogar.

Guardó silencio, sujetó ambas manos del menor y estuvo a punto de besarlo, pero rodó los ojos cuando escuchó un rasguño en la puerta del lugar.

—Nos alcanzó el animalejo —comentó portando falsa molestia y Calliel corrió hacia la puerta.

—¡Gigil! Lo lamento, estaba tan conmocionado por todo que me distraje de tu ausencia, lo siento, mi pequeño zorro —se disculpaba a medias que abrazaba el ahora crecido cuerpo de la bestia.

Tenía el considerable tamaño de un león promedio, hasta podría decirse pequeño, siempre y cuando no enfureciera hasta verse más alto que un caballo y monstruosamente demoníaco. Pero en su edad bestial no era más que un cachorro grande, similar a la etapa cercana a la pubertad en los adolescentes humanos. Su melena había crecido como colmillos, garras y colas que portaba orgulloso y elegante.

El zorro infernal se había vuelto un ejemplar espléndido y de gran porte. Criado a base del amor incondicional de un ángel y el cuidado silencioso de un demonio.

—Zorro —lo nombró el mayor—. ¿Puedes sentir algo inusual? Busca, búscalo en Calliel.

La criatura del Averno comprendió que el demonio quería que hallará algo, pero no el qué y comenzó a olfatear, haciéndole cosquillas al ángel, sin éxito, ladeando su rostro con confusión y rascando su oreja al no darle importancia a aquello.

—Parece que no puede percibirlo —admitió Calliel y llevó ambas manos a su vientre—. Tú fuiste el primero en descubrirlo.

El orgullo nato en él se regocijaba e inflando su tórax con aire en sus pulmones y sonrió altanero.

—Por supuesto, soy de una clase muy alta y pura de demonios, no me sorprende en absoluto —se jactó y Calliel casi ríe por lo bello que era ante sus ojos los momentos donde Belial se volvía egocéntrico a un punto que lo enternecía.

El menor ladeó su rostro y llevó las manos del demonio hacia sus labios, besándolas con amabilidad.

Belial lo observó ante aquello y sus ojos se encontraron, disfrutando la alegría y calma que percibía en Calliel.

—Entonces, regresemos.

Calliel Asintió y Belial continuó:

—El viaje directo nos llevará un mes si vamos despacio, pero...

Estuvo todo el trayecto de ida evadiendo territorios enemigos, con auras angelicales, devastados por encuentros bélicos o tribus caníbales, pero ahora iría por el camino más corto, obviando lo demás.

Se desharia de lo que se interpusiese y el ángel tendría que aceptar que el mundo tiene ciertos lugares oscuros y peligrosos, pero que es necesario atravesarlos para llegar finalmente a un sitio seguro y reconfortante al final del camino.

—¿Cuánto tardará en nacer? ¿Puedes volar? ¿Sabes cómo funciona tu cuerpo en esos casos? —lo bombardeó de preguntas repasando la situación y su falta de tiempo en el caso de que fuese una gestación corta.

Calliel miró a la nada e hizo una expresión de saber la respuesta, llamando la atención del mayor.

—No tengo idea —admitió al fin y Belial casi se cae al suelo.

—Idiota, pensé que sabrías algo.

—¿Cómo es entre demonios?

—¿De qué servirá? Eres un jodido ángel, literalmente el lado opuesto de mi existencia —contestó tocando su inmaculada ala izquierda con dos de sus garras, arrancando una de sus plumas en el proceso.

—¡Auch! —se quejó y Belial contuvo su risa burlesca, acariciando sus mejillas, jugando con sus reacciones—. Quiero saber de todos modos.

—Pues... —dijo estirando sus brazos y aceptando su petición a fin de cuentas—. No tiene nada que ver con los partos de la tierra, el demonio lleva a la criatura dentro de sí el tiempo necesario hasta que el feto esté enteramente formado y el gestante fuerte como para invocarlo. El tiempo varía, pueden ser meses como pueden ser dos años o más, aunque oí que suele tardar dependiendo de la fuerza de la madre. No hacen toda esa mierda de gritar y pujar para expulsar al demonio por su sexo, es algo más simple, instintivo, como un conjuro, pero también conlleva gastar energía, por lo que la madre guarda fuerzas y poder para ese día durante la gestación y si ella no es fuerte, puede morir el bebé... El bebé sale como si fuese invocado, sin sangre y esa mierda, es mucho mejor que un parto aquí.

—En el cielo oí de un nacimiento entre dos ángeles, eso ocurrió después de pasar mucho tiempo cerca de humanos y sus sentimientos se volvieron más... físicos entre sí. No supe bien cómo, ya que Gabriel era muy reservado con esas enseñanzas, pero como el guardián del primer cielo sabe mucho del tema al estar en constante contacto con humanos.

Esa anécdota le dio una perversa idea a la imaginación del demonio.

—Si eso es así ¿Él no estará influenciado por esos sentimientos humanos también?

Calliel sonrió y negó con la cabeza.

—La entereza de Gabriel sobrepasa a la del resto de ángeles que he conocido, por eso es un arcángel tan poderoso, aunque es relajado en el exterior, sin duda no cae ante la tentación, tiene un gran sentido del bien y el mal, sin dejar su criterio propio ante situaciones ocasionadas por humanos...

—Mierda, ya empezó —farfulló Belial masajeando sus sienes, ya conocía ese lado adulador del ángel hacia sus dos arcángeles favoritos.

—Por otro lado, Rafael es más ¿Espontáneo? Mmh, me cuesta describirlos. Creo que tiene un encanto diferente, aunque parece ser más serio que Gabriel, es lo opuesto, siempre lo hacía enojar por algo y después Gabriel lo perdonaba... Aunque a veces es más estricto también, así que creo que en el remoto caso de que Gabriel hiciera algo poco ético para nuestra especie (como involucrarse con humanos románticamente o matarlos sin motivo), Rafael iría tras él y haría algo al respecto para evitar que Gabriel fuese castigado o algo malo le sucediera. Se aprecian demasiado.

—¿Seguro que esos no cogen en el cielo, verdad?

El ángel se vio confundido e incluso con el movimiento de sus mano negó esa posibilidad.

—Claro que no, no existe el deseo sexual.

—Pero Rafael puede bajar eventualmente y Gabriel se la pasa jugueteando cerca de la tierra si no oí mal, es de los que más bajan a parlotear y ayudar a la gentuza.

—Esto... Sí, pero no. Es decir, no tendría sexo porque no ama a nadie de ese modo como para anhelar ser uno con esa criatura... que yo sepa.

—Que aburrido —dijo sin más—. Es irreal tanta resistencia, es imposible convivir de ese modo con humanos por tanto tiempo y que no fuera afectado por sus emociones.

—¿Algo como más que amar? —El demonio se encogió de hombros—A mí me ama...

Cada vello en él se erizó y sus garras, colmillos y ojos se volvieron amenazantes.

—Pero no así, no de nuestra manera de hacerlo, es más como... ¿Amistad? Podría ser lo más cercano a "paternal" que puedo describir  —finalizó y su posesivo demonio se relajó.

Seguido sonrió accidentalmente al pensar que ese dulce ángel era feliz en el cielo y ahora lo estaba siendo en la tierra.

Él se encargaría de que así fuese.

—Vámonos —demandó y tomando su mano se dirigieron rumbo al puerto más cercano—. ¿No sientes nada extraño? ¿Seguro que puedes andar?

Calliel ladeó un poco su rostro y pensó en ello.

—No... Además de los mareos y malestar estomacal, no. Nada diferente, solo que sé que hay algo dentro de mí, pero físicamente nada —soltó sin más.

Belial se encogió de hombros, si Calliel estaba bien, todo estaba bien.

Ya cerca del anochecer se encontraban a bordo de un barco, los marineros y navegantes acogieron al par gustosos, en ese sentido, Belial notó que Calliel parecía atraer a buenas personas a su alrededor.

Estaba tan acostumbrado a la inmundicia, codicia y maldad humana a donde sea que fuera, que este viaje alivianó mínimamente el rechazo que el demonio sentía por esta raza tan inferior.

Por ello dejó que Calliel se acercara a esta tripulación sin objetar, pero como siempre desconfiado de todo a su alrededor, vigilando atentamente al menor y manteniendo a Gigil cerca del ángel por su propio bien.

El pequeño zorro ahora se veía como un gato callejero bicolor, pequeño e inofensivo. Y no existe cosa más peligrosa que creer que algo es inofensivo y bajar la guardia, por lo que la bestia en miniatura rondaba a su amado ángel siempre listo a destrozarle la garganta a quien no tuviste buenas intenciones con él.

Los humanos se sorprendieron de que Calliel fuese hombre e hicieron innumerables bromas al respecto, diciendo que si fuese mujer, podría fácilmente ser confudido con una sirena, hablando de leyendas y supersticiones marítimas con voz fuerte y gestos exagerados.

Calliel fascinado por las anécdotas y cuentos fantásticos que rozaban más con la ficción que la realidad, se unió a la ronda bajo la cubierta y acompañó a esa tripulación con sus cantos de ebrios.

Todo bajo la mirada del gigantesco Belial fingiendo ser humano, con su piel tostada, cabello azabache y conservando sus ojos dorados con la misma expresión de fastidio y altivez de siempre.

Ellos no cantaban para ningún Dios, deidad o espíritu, simplemente cantaban cómo buenos borrachos alegres. Por ello, Calliel aceptó unirse y parándose sobre una de las mesas sujetó el brazo del tripulante más jóven y delgado, un chico de catorce años ligeramente más delgado que él, y ambos hicieron una especie de baile dando leves saltitos los cuales el ángel aprendió rápido.

Rechazó todas las veces el beber alcohol y a mitad de la diversión su estómago lo traicionó, generándole náuseas y corriendo hacia la cubierta para liberar lo que había ingerido en el basto océano.

Todos rieron y se jactaron de que era un pésimo bebedor y que por ello estaba descompuesto, sin siquiera imaginar la verdadera razón.

Belial subió detrás del ser celestial y una vez éste aligeró su estómago, vaciandolo por completo prácticamente, cayó de rodillas y respiró con dificultad.

Belial se alteró por aquello, pero Calliel levantó su mano en señal de que detuviera todo tipo de pensamiento negativo, ya que solo eran vómitos como los que estuvo experimentando últimamente.

Belial liberó su larga cola y sujetando un balde lo llevó hacia el océano, recogiendo agua salada y así Calliel enjuagó su boca, escupiendo nuevamente fuera del barco.

—Será un viaje largo —dijo al apoyar el costado de su rostro sobre el pecho de Belial, sintiendo su mano acariciar sobre su nuca.

—Lo haremos lento, no hay apuro realmente, ya que ni siquiera los embarazos humanos son tan cortos, hasta que nazca eso tenemos como mínimo cinco meses, ¿quizá?... Calculo que en un mes llegaremos, contando las paradas y descansos, así tendrás el resto para relajarte apropiadamente.

El menor sonrió y depositó un casto beso casi rozando su cuello.

—Ver lo mucho que te preocupas por mí me reconforta, no dejo de agradecer cada vez que lo haces... Sé que ha pasado mucho tiempo desde que dejaste la hostilidad a un lado, pero se siente como la primera vez cada vez que eres gentil, porque eres tan especial para mí.

Los ojos de Belial se suavizarón y tomando el rostro del menor guio su barbilla hacia su dirección y unió sus labios a los suyos. La suavidad y calidez en esa pequeña porción de su rostro parecía fuera de este mundo para el demonio, casi imposible que algo tan insignificante como un beso le ocasionara tantos sentimientos.

Succionó sin apuro el inferior y lo degustó con su larga lengua antes de introducirla en esa jadeante cavidad, aumentando el roce y la ficción entre ambos, dejando atrás cualquier tipo de inocente beso.

En medio de esa fría noche un pequeño marinero subió en busca de su "nuevo amigo", preocupado porque lo creía descompuesto o enfermo.

Se llevó una gran sorpresa cuando lo encontró  plácidamente dormido en los brazos de ese gigantesco sujeto. Portaba la postura de un noble, la soberbia de un rey y la impiedad de un verdugo sin compasión alguna.

Su rostro hacia el frente, una de sus piernas apoyada sobre el largo cajón que contenía provisiones que olvidaron bajar a la bodega y donde estaba sentado. Todo su cuerpo parecía envolver y acunar al diminuto Calliel, mismo que mantenía una de sus manos en su vientre y otra en el pecho del supuesto hombre.

Sus pupilas parecían adentrarse en el océano y más allá de éste, analizando los territorios hasta ahora desconocidos para él, molestándole la profundidad de esas aguas, con ligera cautela y determinación en sus facciones, sabiendo que su mundo entero estaba ahora mismo entre sus manos.

Sin importar su exterior, la soberbia del demonio del orgullo latía a su alrededor, misma mirada tajante que se clavó en el humano intruso.

—L-Lo siento —susurró el joven—. Solo quería ver si estaba bien —dicho esto Belial asintió sin dejar de mirarlo e intimidado, pero ya tranquilo por ver a su amigo sano, regresó al lugar del festejo.

De ese modo el barco realizó varias paradas y gracias a sus pergaminos el ángel pudo resistir los mareos por el movimiento constante, pero esto gastaba demasiada de su energía y durmió gran parte del trayecto.

Desembarcaron momentáneamente para reponer provisiones y estirar las piernas (como dijeron los tripulantes), todos menos Gigil que se quedó a dormir en la tranquilidad del silencio una vez todos descendieron.

Belial aprovechó para adentrarse al pequeño bosque a un costado del camino para cazar un pequeño jabalí que prácticamente devoró en un instante, acción que hizo a Calliel devolver la poca comida que ingirió en la mañana.

—A este paso el parásito no crecerá—dijo a modo de broma y Calliel se preocupó.

—Lo siento... Es que no puedo mantenerla en mi estómago —admitió sacando un pequeño paño de su bolsito de tela para limpiar la comisura de su labio, recibiendo una caricia en su mejilla por parte del demonio.

Le restó importancia al besar su frente y acariciar con su barbilla esa zona, viendo cómo retiraba el pergamino santificado que se encargaba de manter su apariencia humana y lo guardaba para cuando regresaran a la civilización, admirando sus preciosas cuatro alas resurgir.

—Ya, ya... no llores, Mirlo albino —susurró contra su piel—. Veremos qué hacer —continuó, pensando en posibles soluciones— ¿Conoces algún conjuro que alivie el malestar estomacal?

—La verdad sí, pero no quiero hacerlo, usar pergaminos durante muchas semanas no debe ser... Es decir, no sé hasta qué punto puedo gastar energía en pergaminos y no afectar a mi cuerpo negativamente. Sería contraproducente...

—A veces eres tan listo que no puedo creer que seas la misma criatura que me preguntó si "fornicario" era una especie de ave.

—E-Es que no sabía qué era eso, lo oí de un pueblerino y... Que malo —refunfuñó y se dirigió ruborizado hacia el bosque, siendo seguido por Belial, mismo que sonreía maliciosamente por haber avergonzado al ángel.

Caminaron más y después de varios metros de deambular, el menor halló lo que buscaba.

—Albahaca, es genial que esté aquí, esto es bueno para las náuseas —comentó emocionado y Belial se sentó debajo de un árbol frente a esa abundante vegetación, viera a donde viera todo era natural, armonioso y sereno.

A veces la tierra era un buen lugar.

—Recoge todo lo que quieras, yo me recostaré hasta que acabes tus cosas —finalizó y se colocó la capucha para cubrir sus ojos de la luz a su alrededor.

Calliel sonrió y continuó en su labor.

Respiró hondo y disfrutó de la paz, los pequeños pájaros emitiendo sonidos agradables, insectos cargando hojas, el viento soplando entre las ramas como si fuese una melodía perfectamente diseñada para relajar sus músculos.

El mundo que Dios creó para los humanos era perfecto.

Una vez recogió lo necesario se acercó al demonio, pero cuando lo observó tan apacible descansando, se recostó a su lado, buscando cobijo en su costado izquierdo, siendo atraído por la gran mano de Belial que lo tomó por la cintura y le permitió hallar refugio en el hueco de su cuello.

Ahora sí, nada podría ser mejor que aquello.

Belial despertó de repente, sobresaltado, pero no por algún extraño rondando, sino por su propio ángel interrumpiendo su quietud.

Calliel estaba agitado, con su respiración irregular como su pulso y lo que más lo desconcertó fue que estuviese sobre él. Podía percibir su cuerpo contra el suyo, cada pequeño movimiento, el calor que emanaba y lo desenfrenado que latía su corazón.

—B-Belial —gimoteó su nombre con una voz suplicante y deseosa—. Por favor, quiero...

No fue necesario continuar la frase, ya que el movimiento de su cadera contra la suya y el espasmo que esto le causó fue suficiente para saber qué quería obtener el ángel.

—Vaya... —pronunció extasiado— Estás tan caliente, pero no es fiebre, es simplemente... excitación.

Removió sus piernas, todavía sobre Belial, eso lo hizo bajar la mirada involuntariamente a la parte inferior de Calliel. Agudizó su olfato, prácticamente degustando el exquisito aroma de presemen que amenazaba con mojar esas finas prendas elevadas por la semi erección del ángel.

—¿Soñaste algo inapropiado en nuestra inocente siesta? —soltó aquella pregunta con un latente sarcasmo y su voz más gruesa de lo usual.

Sus labios se fruncieron, encogiéndose de hombros, ligeramente cohibido al momento de asentir.

—No era inapropiado, s-solo recordé varias cosas y de repente yo... —susurró como si le costase articular frases coherentes.

Terminó apoyando ambas manos en los hombros de Belial, elevó su cadera unos centímetros para así levantar apropiadamente su larga túnica y se posicionó mejor sobre la entrepierna ya despierta y semi dura que parecía endurecerse gradualmente a medida que Calliel se removía intranquilo.

—Dijiste que no querías que tu cuerpo temblara por mi causa... —siseó deslizando sus dedos sobre el muslo interno del ángel, contrayéndolo violentamente—. Y aquí estás: temblando por mí.

—Es diferente —sentenció sin notar la satisfacción en el rostro del demonio—. Mi cuerpo arde, la ropa es incómoda —dijo de manera lastimera cada palabra e intentaba torpemente deshacerse de ella— Te necesito, muy dentro, por favor —suplicaba incoherencias y la oscuridad reinó en el lugar, la claridad del día era consumida por la energía destructiva del demonio a medida que se esparcía.

—Tentandome de tal manera, que osadía —saboreó cada palabra antes de liberar su miembro de su encierro y con su otra mano sujetó la cadera del ángel, dirigiéndose peligrosamente hasta la mejilla izquierda la cual presionó y separó de la otra a su antojo, oyéndolo gemir.

Introdujo su demoníaca cola allí para así preparar esa zona estrecha y los jadeos pasaron a ser gemidos agudos, disfrutando libremente el ser estimulado. El sentir eso que tanto parecía necesitar, su cuerpo estaba pidiendo a gritos ser tomado por Belial y el demonio no iba a hacer esperar a su impaciente ángel, mismo que le rogaba que entrara en él.

—Nunca te vi tan ansioso... siempre soy yo quien te hace caer en la tentación, ahora eres tú quien me arrastra hacia el pecado.

—No es un pecado... Es una bendición —decretó aferrándose a esos anchos hombros y descendiendo voluntariamente sobre la gruesa erección del demonio, sorprendiendo a este último de tal medida que no tuvo tiempo a siquiera retirar su extremidad que continuaba dentro de Calliel.

—Ohh, carajo, estás muy... Joder —maldecía sintiendo su cola y miembro siendo aprisionados por las húmedas paredes del ángel, que lentamente descendía cada vez más y más, acompañado por gemidos casi agónicos de la criatura que estaba empalándose de esa forma.

Se sujetó de uno de sus cuernos y mantuvo su otra mano fija en su hombro. Subió y bajó su cadera, lentamente iba más abajo en cada vaivén, chocando su aliento contra los jadeos de placer del demonio, una y otra vez.

Sus alas prácticamente flotaban al estar extendidas, tan ligeras, al compás del movimiento de su cuerpo y parecían danzar suavemente.

El sonido del chapoteo aumentó cuando la leve resistencia de su entrada cedió, adentrándose hasta lo más profundo y ese grueso miembro cubierto de venas fue devorado por completo. Allí se detuvo de golpe y soltó un gemido agudo sobre sus labios, haciendo al egocéntrico principe del infierno relamer sus labios.

Sin olvidar que su demoníaca cola continuaba arremetiendo contra ese dulce punto en su interior simultáneamente y sonrió cuando el ángel se estremeció con lágrimas en sus ojos.

Estaba sorprendido y encantado en partes iguales por la iniciativa de Calliel.

Con su pecho agitado, apoyó una de sus manos sobre la pierna izquierda de Belial y otra permaneció en su hombro, subiendo y bajando lentamente su cadera, tiritando incluso por dentro, tan apretado que la quijada del mayor se trabó en un gesto repleto de éxtasis.

Calliel levantó su rostro hacia los árboles y no pudo moverse por más que así lo deseaba, sus piernas no cooperaban con su mente en llamas, pero su demonio no iba a dejar a su pichón insatisfecho y sujetándolo de la cintura comenzó su tortuoso vaivén.

Lo subía y bajaba con tal facilidad que parecía prisionero entre sus grandes manos, las cuales se volvieron demoníacas y dejaron atrás esa falsa aparecía humana.

Calliel lo sentía tan adentro de sí gracias a la posición, que con cada estocada perdía el aliento y cuando su cuerpo subía daba una gran bocanada en busca de oxígeno.

Buscó desesperadamente sus labios, parecía fuera de sí, completamente dominado por la excitación y el deseo. Sus hormonas se descontrolaron hasta un punto donde no supo cómo manejar sus impulsos, calmándose únicamente cuando parecía cerca del climax.

Curvó su espalda por completo y su miembro vibró, Belial lo percibió y lo rodeó con sus dedos, bombeando duramente hasta que ese líquido familiar cayó sobre ambos y sus alas se desplegaron, fue tan abundante y fuerte que por poco manchaba el pequeño bolso que permanecía a un lado de ambos.

Eso pareció traer de regreso el raciocinio al ángel y pestañeando varias veces sonrió, seguido dejó un beso sobre los labios del demonio y lo único que salía de sus labios era un continuo "gracias".

—¿Por qué me agradeces? —preguntó al dar una fuerte estocada y provocar que las extremidades del ángel se entumecieran pocos segundos al contraerse.

—Ah, es... Por todo... P-Por elegirme. Por coincidir... Por hacerme tan feliz —hablaba con cierto agotamiento por su reciente orgasmo y se tensó al escuchar su nombre a lo lejos.

—Malditos inoportunos —maldijo un demonio demasiado excitando como para detenerse.

—B-Belial... —gimoteó esperando que dejara de embestir, haciéndose hacia atrás en un vano intento por separarse, cayendo de espaldas a la suave superficie cubierta de pasto verde.

Eso provocó que Belial saliese de su interior contra su voluntad y esa separación le pareció inaceptable, ennegreciendo progresivamente su rojiza piel, aumentando el tamaño de sus cuernos y colmillos, volviéndose una criatura cada vez más temible sobre ese otro pequeño cuerpo que parecía hecho de porcelana.

—No me siento satisfecho —demandó con sus pupilas extremadamente finas centradas en ese agitado, afiebrado y levemente sudado cuerpo del ángel, calentándose todavía más,,— ¿Tú sí?

Calliel tampoco estaba contento por el hecho de detenerse, quería más, como si su cuerpo y mente se lo demandaran, pero los humanos estaban demasiado cerca.

—N-Nos verán, van a... Ahh mmh... —acalló un gemido cubriendo sus labios y empuñando sus ojos cuando el demonio introdujo uno de sus dedos en esa ya dilatada abertura, contrayendo sus garras con anterioridad para no dañarlo.

—¿Acaso quieres parar? ¿No quieres tenerme dentro de ti? ¿Qué te haga llorar mi nombre hasta romper tu garganta? —aseveraba con un tono cada vez más y más grave, su cola se movía con cierta emoción, como si latigara de un lado a otro cada vez que una idea profana atravesaba su mente.

—M-Me hace feliz tenerte... dentro. Sí... Pero, si nos ven, si ellos... Solo... —trató de explicarle cuando sus ojos se pusieron en blanco por el placer que le estaba dando recibir atención en ese lugar sumamente sensible.

La maldad nata del demonio salió a la luz cuando la idea de poner nervioso al ángel, llevarlo a sus límites y jugar con sus emociones le hicieron soltar una frase contundente:

—Si nos ven en esta forma y con nuestras apariencias, nos odiarán al instante, se creará un caos que no disfrutaré.  Así que para evitarnos la molestia de su intento de absurdo linchamiento o chillidos sin sentido... los mataré —afirmó sin lugar a dudas, tomándolo de la cadera y girándolo hasta quedar apoyado sobre sus rodillas y manos.

—¡No! —se negó firme y sentir esporádicamente el ardor por la cadena del contrato en su cuello despertó más el orgullo del rey del caos.

—¿Acaso dijiste "no"? —susurró sobre su nuca—. ¿Cómo lo impedirás? —interrogó al erguirse hasta quedar su entrepierna contra ese tembloroso trasero y tomando su erección con una mano y la cadera de Calliel con la otra, comenzó nuevamente su cometido, dando leves golpes con la punta de su grueso glande, como si lo azotara suavemente en ese lugar cerrado que se contraía con cada espasmo, advirtiéndole con su sonrisa demoníaca que estaba por embestirlo en cualquier momento.

—P-Por favor, no quiero —sollozó empuñando sus manos sobre el pasto y se encogió hasta casi tocar con su rostro el suelo.

Belial no podía ignorar esa jadeante voz, para él, sus deseos era órdenes. Prioridad. Por sobre todas las cosas, su ángel.

Pero se le ocurrió algo mejor que podría satisfacer a ambos.

—¿No quieres ser uno conmigo? —inquirió, percatándose de que los pasos de los humanos se acercaban a ellos— Estás tan caliente, a pesar de haberte corrido, aquí volvió a endurecerse, estás todo mojado y me succionabas de una forma tan desesperada... —hablaba y el ángel ahogó un gemido cuando sintió la punta hacer presión, sin poder controlar cuando su cadera retrocedió y se autopenetro, engullendo ese duro glande.

Esta vez más rápido y sencillo por la lubricación anterior, ese orificio recordaba quién lo había poseído segundos atrás y estaba listo para dejarse hacer otra vez.

Por otra parte, el ángel no estaba tan de acuerdo con la idea de dejar morir a humanos por ese tipo de fines. Nada en la tierra valía el sacrificio injustificado de un alma, según Calliel.

—P-Pero no quiero que...

—Usa uno de tus pergaminos —demandó arremetiendo de un solo movimiento, haciéndolo gritar y eso alertó a las criaturas cercanas a ellos, que los buscaban para emprender nuevamente su viaje—. Puedes hacer que ellos no nos vean con un pergamino, dijiste que era uno de los más sencillos, si no recuerdo mal.

Cada palabra iba acompañada de una embestida, hundiendo su cadera con fuerza tres veces, para seguido dar otras cuatro penetraciones de manera lenta, pero igual de profundas.

El menor se sentía lleno, casi perdiendo la conciencia, pero como pudo buscó con la mirada su bolso y Belial se lo lanzó con cierta arrogancia cerca de sus manos.

—Ya casi están aquí, si no te apresuras... No dudaré en exterminarlos.

El nerviosismo, placer y ansias se hicieron presentes. Fue tal el temblor en sus manos que los papeles cayeron al suelo, tomó uno y una pluma como pudo, pero no lograba hallar la tinta. Su mente se nublaba por el calor y el miedo a no conseguirlo, aparentando sus piernas y con ello generándole el doble de placer al demonio.

—Belial —gimió con lágrimas en sus ojos y el demonio enterró la garra de su dedo índice en su pulgar, derramando su sangre enteramente negra sobre el pincel del ángel.

—¿Servirá? —inquirió sin mucha fe en ello.

—S-Sí, yo debo poder verlo cuando lo dibuje y con esto podré hacerlo —contestó desbordante de alegría y se encogió cuando ambas manos volvieron a su cadera, aferrándose ahí para aumentar la velocidad del incesante martillero en su próstata.

—No te lo pondré fácil, no después de que sugirieras detenerte por simple escoria humana —decretó y el movimiento constante le impedía a Calliel hacer el pergamino rápidamente, entre gemidos contenidos y uno de sus ojos que se cerraba cada vez que sentía demasiado placer, parecía una tarea barbarica.

—¿¡Calliel!? —la voz del joven humano sonó a solo unos pasos de ellos detrás del árbol que los cubría y como si fuese un milagro consiguió terminar el pergamino que los volvía invisibles a la vista humana.

El demonio se irguió un poco cuando el humano quedó de pie frente a ambos, Calliel se sentía tan expuesto que apoyó su frente contra el pasto, encogiéndose de hombros y haciéndose lo más pequeño que podía.

—Vaya, sus cosas están aquí, quizá las perdió y se le pasó el tiempo buscándolas... —dijo en alto hacia un segundo tripulante que asintió.

Belial aprovechó para tomar sus brazos y continuar embistiendo, agotando la fuerza en las piernas del ángel y éste casi golpea su vientre contra el suelo, desplomándose.

Pero fue cuidadosamente sostenido por la larga cola del demonio en la altura de su cadera, impidiendo que el impacto tuviera lugar justo a tiempo.

El humano simultáneamente se inclinó para meter las hojas, pinceles y cosas que habían acabado desparramados en la tierra, a escasos milímetros del rostro del ángel.

La posesividad de los demonios era casi irrefrenable y pensar que su ángel estaba a milímetros de otro, aunque no pudiera verlo, lo alertó, porque Calliel sí podía ver al humano. Mientras era penetrado por él, vería el rostro de otro. No podía siquiera pensar en esa posibilidad. La piel en su espalda parecía crisparse como una criatura a la defensiva lista a cometer una masacre, sus ojos mostraron el mismísimo averno y la oscuridad aumentó a un punto en el que las plantas parecían perder su vitalidad a su alrededor.

Pero cuando vio el costado del rostro de Calliel notó que tenía sus ojos empuñados, no quería ver al humano, eso no lo tranquilizaría, ver a otro que no fuese Belial solo le generaría incomodidad y Belial razonó aquello, recordando el ese momento en el que el ángel miró sobre su hombro, que él era el único que lo calmaba al verlo.

Se pertenecían.

No existía un reemplazo en la vida de Calliel que pudiese sustituir la mirada del demonio al que tanto amaba.

Abrió sus ojos viendo sobre su hombro a Belial y éste continuó impulsando su cadera, pero esta vez era mucho más suave, gentil, como si tuviese algo sumamente frágil entre sus manos.

Pensando que si lo hubiese dejado caer al suelo podría romperse, cosa que no era así, pero así lo percibió, rodeándolo con sus brazos y levantando la parte superior de su cuerpo para sentir por completo su espalda y alas contra su pecho.

Cubrió su boca con una de sus manos y su cadera se encargó del tortuoso vaivén que hacía tiritar el cuerpo del menor, degustando lo mucho que apretaba su recto y lo placentero que era deslizarse profundamente en esas hinchadas y húmedas paredes que lo recibían gustosas de ser profanadas.

Deslizó su descomunal lengua por su nuca, cuello y mejilla, seguido de sus filosos dientes rozando el lóbulo de su enrojecida oreja, haciéndolo gemir contra sus dedos que permanecían acallando sus suplicas.

El pergamino cubría la parte visual, pero no auditiva, llamando la atención de los hombres un extraño sonido, como el leve jadeo lastimero de un pequeño animal siendo devorado vivo por otro.

—Puede que haya criaturas rondando, regresemos al barco y el chiquillo amigo tuyo seguro volverá una vez no encuentre su bolso lleno de... ¿Plantas y papeles? Bueno, lo que sea, vamos, este lugar me da mala espina, siento que algo podría matarnos en cualquier paso en falso que demos —alegó el mayor dándole empujones al menor, en dirección al sendero iluminado por dónde vinieron.

«Su instinto de supervivencia me asombra» ironizó Belial en sus pensamientos, mismos que estaban siendo inundados de las sensaciones que le provocaba Calliel. Las emociones y sentimientos que se arremolinaban en su interior, percibiendo su vientre contraerse, acercándose al orgasmo.


Ya a bordo se reencontraron con el par de humanos, viendo cómo Belial traía en brazos a Calliel.

—¿Seguro que es tu compañero y no tu esclavo? —inquirió el mayor y Calliel tragó duro, reconociendo la mirada asesina del demonio del orgullo.

—No es mi esclavo... es mi familia —soltó acelerando el pulso de ambos.

—Necesito un pariente de esos —dijo el menor con cierta envidia por lo consentido que era Calliel, pero al verse tan tierno y diminuto, comprendía el porqué de la constante preocupación del alto hombre hacia el menor.

—¿Y puede hablar? —preguntó el de mayor edad, después de tanto tiempo compartiendo viaje recordo que no sabía siquiera su nombre.

De hecho era tan poco sociable que todos lo creían mudo.

—Es de pocas palabras —mentira no era, Belial no hablaba mucho, solo con los que creía interesante mantener una conversación o tal vez dirigirles la palabra para menospreciarlos.

Los humanos seguían dándole repulsión... Pero por lo menos ya no los descuartizaba cuando se aburría.

Entre charlas y risas fue acercándose la hora donde la luz se ponía en el horizonte, dando una vista espléndida de la maravilla olvidada que representaba el sol, el agua y el cielo, algo que pasaba a diario, pero que la gente olvidaba apreciar por el simple hecho de ser cotidiano.

Minutos después de que Calliel admirara semejante obra maestra hecha por su Dios, esa lluvia de colores cálidos cubriéndolo todo... el mar embraveció de repente, el cielo que estaba despejado y la quietud que reinaba en las aguas, se transformaron en el infierno sobre la tierra.

La mitad de los hombres fueron a cubierta para maniobrar el barco de tal forma que no se volcara y desapareciera en las profundidades del océano. Mientras el resto se refugiaba y mantenía a salvo de semejante tormenta.

Belial respiró hondo, lo único que hacía, hasta el momento, era aferrarse con su cola a la proa del barco y sujetar a Calliel y Gigil con ambos brazos, desinteresado, sin ningún tipo de preocupación, pensando en simplemente cargar a su ángel, Gigil y volar lejos si el barco naufragaba.

Calliel tembló por el frío y la bravura de la tempestad, pero más lo hizo cuando la presencia de una temible criatura apareció de lo más profundo de las tinieblas.

—Carajo —gruñó Belial.

—¿Uno de tus... amigos? —inquirió y la respuesta estaba en el desdén que portaban sus facciones.

—No.

—¿Entonces quién...?

Belial infló su pecho al respirar profundo esa brisa marina y casi maldiciendo sus palabras, habló:

—Leviatán.

Cσƞtiƞuɑɾɑ́...

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