∆ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᵉ ⁽ᵖᵃʳᵗᵉ ᵗʳᵉˢ)∆
ᴱʳᵃᶰ ᵉˡ ᵉᵠᵘᶤˡᶤᵇʳᶤᵒ ᵖᵉʳᶠᵉᶜᵗᵒ
ᵉᶰᵗʳᵉ ˡᵒˢ ᵖˡᵃᶜᵉʳᵉˢ ᵈᵉˡ ᶤᶰᶠᶤᵉʳᶰᵒ
ʸ ˡᵃ ᵐᶤˢᵉʳᶤᶜᵒʳᵈᶤᵃ ᵈᵉˡ ᶜᶤᵉˡᵒˑ
ᶜᵃᵖᶤ́ᵗᵘˡᵒ ᵛᵉᶤᶰᵗᵉ ⁽ᵖᵃʳᵗᵉ ᵗʳᵉˢ⁾:ᕮᑌᑎOIᗩ
Calliel humedeció sus ya húmedos labios, como si comprobara con su lengua por dónde los había recorrido Belial con la suya.
Aprovechó esa acción para apoyar boca sobre la lengua del ángel, succionando con cierto autoritarismo y así obligarlo a intensificar el que inició como un casto beso.
Profanó esa jadeante cavidad y lo dejó un poco agitado cuando se separó lentamente.
De nuevo observó a los humanos que no se fijaban en ellos y simplemente disfrutaban del momento alrededor del fuego, con bebidas y comidas que no conocían anteriormente.
—Que sea fácil hacerlo, no es una excusa para traicionar mis principios, por eso no haré esta danza mundana, por muy lindos que se vean...
—¿Sabes alguna danza celestial? —interrogó con curiosidad ante su anterior respuesta.
Calliel sonrió y asintió. Recordaba perfectamente cómo los ángeles solían danzar o cantar con plenitud, disfrutando el recordarlos.
Sobre todo cuando lo hacía Jofiel con Hanael en la claridad del cielo, era imposible no detenerse a admirarlos. En sus momentos libres, Hanael les enseñaba con paciencia a los demás, siendo muy querido en los cielos
—Entonces hazlo —siseó deseoso—. Haz tu danza divina. Muéstrame cómo lo haces, aunque en tu corazón sea un obsequio para tu Dios, déjame contemplarlo, ¿o acaso no soy digno de verlo?
Calliel se puso de pie, se deshizo de su capucha y largas prendas, quedándose solamente con su blanca y holgada túnica. Levantó ambas manos sobre su cabeza y juntó sus dedos, como si sostuviera algo valioso entre ellos.
La presentación era grácil y delicada. Con cada movimiento en seco al detener sus pies, su cuerpo parecía emanar oleadas de luz e inmerso en su accionar continuó, sin darse cuenta que esa danza purificaba su entorno.
Con ello los humanos se sentían en paz, similar a flotar. Regocijo y calma en sus corazones que no entendían de dónde provenía. Por otro lado Gigil parecía retorcerse, sufría y no conseguía estar de pie. No era lo suficientemente fuerte para soportar la purificación divina, la danza de los cielos, la devoción de un ángel.
Belial extendió sus garras y las clavó en la palma de su propia mano, con su sangre deslizándose por su dedo índice pintó un pequeño pentagrama en el suelo bajo el animal y un aura negra lo rodeó de repente, respirando de nuevo con normalidad y disipando el ardor de su cuerpo.
—Lo sensato sería que te fueras lejos de su aura, pero, vaya, lo amas más que a tu vida... jodido animal testarudo —siseó entre asombrado y sereno— Un poco más y pude haber hecho una bufanda contigo —se lamento y Gigil no entendió, pero supo que era algo malo.
Belial se puso de pie, acercó su cuerpo al del ángel y podía verse la oscuridad a su alrededor vibrar con cada movimiento. Si fuese débil, estaría doblegado por esa luz, ya que el baile no representaba el poder del ángel en sí, sino que a través de los movimientos descendía el poder de los cielos.
Lo que Calliel veía como una simple baile para su Dios, algo que hacía con frecuencia arriba por diversión o gusto, era en similar al veneno para las criaturas de la noche en la tierra. Su devoción y amor ilimitado se reflejaba en la pacífica silueta que hábilmente se movía frente al fuego.
—Observar desde la distancia no se compara a esto, de cerca es mucho mejor.
Calliel abrió los ojos alertado por su voz, saliendo de su armonioso trance de felicidad al bailar con todo su corazón en ello.
Vio cómo la oscuridad era amenazada por su luz, como si se concentrara en mantener su fachada humana y no ser expuesto como el imponente demonio que era bajo ese manto de engaños. La forma en la que los ojos del demonio brillaban y sus pupilas eran una línea fina en sus iris que se dilataban y encogían sin permiso.
—P-Pero, tu cuerpo... ¿Estoy causándote dolor? —Se preocupó, miró a Gigil corroborando que estuviese bien y casi detuvo sus movimientos, cuando la sonrisa demoníaca de Belial apareció en su masculino rostro humano.
—Se necesita más que esto para que llegue a afectarme —se jactó orgulloso de sí mismo.
—¿Lo prometes?
—Lo juro, estaré bien.
Eso tranquilizó al ángel.
—¿Lo harás conmigo?
La maldad en el dorado de sus ojos titiló e imaginó muchos escenarios con esa frase.
—Haré muchas cosas contigo, pero no esa danza... No quiero hacerla, porque es algo sagrado y lo sagrado me genera rechazo. —Extendió su demoníaca mano e inclinó levemente la cabeza, sin dejar de mirarlo fijamente— Pero puedo acompañarte, sujetarte y permanecer a tu lado. Orbitar a tu alrededor y disfrutar de tu existencia.
Calliel tomó suavemente su mano y con una reverencia continuó su baile, esta vez más emocionado y enérgico. Cuando estaba cerca de un pequeño salto, su pergamino dejó de surtir efecto gracias a la cantidad de energía que desprendía y sus grandes alas se desplegaron con fuerza, llamando la atención de todos, sin darse cuenta de todo aquello.
El demonio, embelesado por la belleza de su ángel, también liberó su energía. Quería acompañarlo en ese oscuro cielo, no podía soportar la idea de verlo lejos en lo alto y extendió sus gigantescas alas negras en contraste con la pureza que emanaba su contrario, sin soltar sus manos a medida que giraban con suavidad.
Calliel se asustó cuando se percató de sus apariencias, pero seguido se sorprendió por la reacción tan alegre y pacífica de los humanos.
En esa época, había distintos tipos de posturas entre los creyentes, desde hacer a los supuestos santos sumergirse en agua hirviendo para comprobar que eran ayudantes de Dios y no del Diablo, hasta arrojarlos a celdas con leones o encadenarlos.
En otros casos decidían creer ciegamente en quien se proclamaba enviado de Dios o mostraba cierto poder de sanación, otorgándoles ciega obediencia.
Calliel no quería ninguna de ellas.
Solo temía que lo odiasen esas amables personas que lo trataron tan bien segundos atrás y que a causa de su odio Belial los matará a todos.
Pero eso nunca pasó, solo sonreían y festejaban que el par estuviese en el cielo con sus grandes alas, incluso la forma monstruosa de Belial no los aterró.
—Son ignorantes —rio el rey del orgullo.
—No —contradijo Calliel—, es lo contrario. Ellos son más tolerantes que los que se llaman "cultos y sabios" aquí. Sí, tienen una creencia contraria a la mía, desconocen mucho y no entienden nuestra naturaleza como tal, pero eso no los condiciona, porque no temen, no titubean y no juzgan.
—¿No los odias por ser paganos?
—Dios ama a los humanos, sean paganos o no, por eso no juzgo sus decisiones. Sería bueno que lo conocieran porque pienso que debe sentirse un poco solo observándolos... porque si yo te viese constantemente y tú no me vieras, no me quisieras cerca o desconocieras, me sentiría solo y rechazado. Pero de igual forma no debo meterme en sus creencias, eso es su voluntad y libre albedrío.
—Creí que querrías convertir a todos los que se cruzaran contigo en putos corderitos del señor, carajo, esto me sorprendió, ya tenía preparada una lista de burlas en tu contra que no voy a poder usar —admitió y Calliel llevó una mano a su pecho.
—¡Oye!
—Te lo mereces por ser tan fanático de Dios, no me acostumbro a que lo aprecies tanto ¿Me ves todo el puto día hablando de Lucifer o diciéndote que extraño su puta cara?
—Oh, lo extrañas en silencio... —Belial deseó por un segundo poder arder y morir si se lanzaba dentro de la fogata, pero eso no pasaría, al igual que Calliel nunca entendería realmente el sarcasmo.
—¡No! Gaviota con atrofia cerebral, claro que no extraño a ese infeliz egocéntrico con su puta cara de sabelotodo. Castigándome como si fuese un jodido infante y... —Calliel se encogió un poco y Belial chasqueó la lengua—. En fin, no, no lo odio, pero tampoco extraño verlo.
—¿Has visto a Lucifer? —preguntó sin analizarlo.
Belial levantó una ceja con obviedad.
—Claro que no, solo me envió una linda carta de exilio y buenos deseos en una paloma mensajera. —Antes de que el menor lo malinterpretase, continuó—: usa la puta lógica, pajarito, es obvio que lo conozco, soy uno de los príncipes del infierno e incluso si no lo fuera él me echó del Averno, esas cosas se hacen personalmente.
—Oh, sí, es algo razonable. Ya veo... Me gustaría tener el poder para resistir la presencia de Dios cómo ustedes pueden soportar la de Lucifer, así hablar con él viéndolo a la cara y no con un velo como siempre tiene.
—¿Qué cosa?
—Dicen que su rostro es algo inexplicable y suele cubrirlo para evitar que sus ángeles gasten energía soportando mantener la vista con él. Algunos sí pueden, como los Tronos, son fuertes, serios y entienden su voluntad. También Arcángeles que cubren sus caras con sus alas para no sufrir daños... Aunque he oído que Miguel se paseaba con él por los jardines... Miguel es muy fuerte, siempre parecía entender las cosas antes que los demás y hacer lo correcto sin dudar.
Descendió despacio y Belial le siguió cual cazador.
—No jodas —dijo, hastiado. Sabía que los momentos que Calliel hablaba del cielo o Dios se tornaba así: sentimental e inmerso en su cariño—. Espero que hables con la misma devoción cuando menciones mi nombre, es más, ¿sabes qué? Incluso con más sentimiento que está ferviente voz ¿Me oyes? —decretó con su garra rozando esa fina barbilla.
—Estoy hablando de mis recuerdos que aparecen esporádicamente en mi mente... pero contigo no es así —contestó con dulzura y llevó una mano a su propio pecho—. Puedo sentirte fuerte y constante en mi corazón, prevalece en mí. En cada momento del día, no desapareces jamás.
—Y no lo haré —afirmó contundente—. Siempre estaré donde pueda verte.
—Júralo —susurró sobre sus labios, sabiendo que los la palabra de los ángeles y demonios era una de las cosas más importantes.
—Lo juro. —Llevó una mano a su cadera y lo atrajo— No moriré, me alejaré o te abandonaré, pase lo que pase.
Las mejillas de Calliel se ruborizaron y su tórax se oprimió lleno de felicidad.
Creía en sus palabras.
Siempre lo hizo.
—Jamás regresaré al infierno, permaneceré en la tierra contigo.
Bajó esa peligrosa garra desde su barbilla, pasando por su indefenso cuello y deteniéndose en medio de su pecho.
—Dentro de ti. —Retrajo dicha garra y tocó sugerente su erótico pecho con ese mismo dedo, refiriéndose a su corazón, deslizando su yema con suavidad, pero sus intenciones no eran nada suaves, erizando la piel del ángel que lo presintió— Dentro de ti de muchas maneras —finalizó descendiendo su otra mano hasta su espalda baja y atrayéndolo más contra sí.
Era casi desafío hallar a alguien que pudiera someter a un demonio, y entre todas las posibilidades, ahí estaba ese ángel, que sin siquiera desearlo, lo tenía en la palma de su mano.
∞ ∞ ∞
Dos horas de vuelo y finalmente llegaron a un asentamiento pesquero en el sector del norte de la región y gracias al oro Belial consiguió un barco, tripulación y comodidad para su ángel y el animalejo que traían consigo, o así lo llamaba él.
El largo viaje sobre la superficie de agua fue espectacular para el ángel y sin gracia para el demonio. Es decir, mientras Calliel se regocijaba por el atardecer en el ocaso, para Belial era un montón de agua, nubes y colores sin importancia.
Pero sí disfrutaba de la felicidad en la cara del pequeño cuando veía cosas que les gustaban.
Calliel atesoraba el mundo y Belial atesoraba la sonrisa de Calliel, así ambos disfrutaron el recorrido.
Descendieron definitivamente del barco en una tierra opuesta a la suya en cuanto a su ubicación geográfica, donde incluso los ojos de las personas se veían más finos y rasgados que en los demás humanos.
Gigil le agradeció al universo que por fin se detuviera esa tortura llamada barco y regresar a la tierra firme, dejando atrás esa sensación de mareo que vivió por semanas de viajes y paradas breves.
—Amo el océano —agregó el ángel abriendo sus brazos e inhalando la brisa marina en sus pulmones.
Belial y Gigil lo miraron con rechazo, Calliel siquiera lo notó, estaba muy alegre por su nuevo sitio a descubrir.
Lo primero que hizo Belial fue cubrir su rostro, cabeza y todo en general, para luego explicarle que en la mayoría de los reinos no recibían amablemente a los extranjeros y que, aunque en esta dinastía y momento específico tuviesen un emperador que apoyara la comercialización y tratados, no iba a bajar la guardia ante la idiotez humana.
—Oh, ya veo, entonces tendremos que modificar nuestra apariencia exterior para vernos como ellos... Aunque requerirá más energía.
—En mi opinión es menos problemático matarlos y ya —decretó aburrido y el ángel negó repetidamente.
—¿Te molesta gastar energía extra en tu transformación? —pensó en voz alta y el señor del orgullo sintió que estaba en duda su poder, frunciendo sus cejas.
—¿Te atreves a subestimarme, colibrí? —gruñó gutural—. Si no fueses genuinamente inocente, el mundo temblaría ante esa habilidad de manipulación nata, que peligroso serías... —aseguró con una sonrisa socarrona a medida que sus ojos se afinaban.
—¿Mani-qué? No soy peligroso para este mundo —reprochó molesto por dicho comentario y Belial sonrió sin darse cuenta.
—¿Son trovadores o artistas callejeros? —preguntó una bella joven al notar la vestimenta diferente a la suya.
Ambos la miraron y Belial con su cara de pocos amigos contestó:
—No interrumpas nuestra conversación, escor... —No consiguió acabar la oración que las manos del ángel cubrieron su boca.
—Gracias, no queremos causar problemas, ya nos íbamos —habló suavemente, provocando que por el reciente movimiento brusco cayese su velo y ella se maravilló por su rostro.
—Estoy buscando a alguien que entretenga a las personas que asistirán al banquete de hoy, porque nuestros músicos enfermaron.
—Puedo sanarlos —dijo sin vacilaciones y ella se sorprendió.
—Nuestro médico los revisó y dijo que no podía solucionarlo, solo debían esperar.
—Soy de una región diferente a esta —habló sin la necesidad de mentir—. Por eso quizá haya visto esa enfermedad antes o pueda hacer algo diferente.
A esas alturas Belial estaba molesto por no entender qué estaba pasando entre esos dos.
Ella lo pensó unos instantes y aceptó la oferta, ofreciéndoles ser parte del banquete a cambio.
—¿Algún lugar donde podamos pasar la noche?
—Claro, usted y su esposo pueden quedarse en la posada junto al gran salón.
Calliel gastó bastante de su energía, pero sanó a los cuatro hombres, consiguió alimento y posada.
Llegada la tarde compraron ropa acorde con los habitantes del lugar y finalmente dentro de la gran habitación que les otorgaron Calliel se sentó con cansancio en una butaca frente al espejo de bronce pulido.
—Bien hecho —lo felicitó el demonio con Gigil en su modo felino apareciendo por detrás.
—Gracias —soltó en un suspiro suave y fue sostenido por sus hombros, apoyando su peso sobre Belial.
—Hey, haz mejorado, patito mandarín —lo halagó orgulloso.
—No era algo realmente grave, pero les causaba mucho dolor de estómago esa intoxicación... Déjame descansar un poco y después iremos al banquete.
Belial asintió al mover suavemente sus manos sobre esos hombros, mimando al pequeño que soltaba suaves gemidos de placer.
Gigil vio la poca distancia, el sonido de sus corazones comenzando a agitarse y decidió salir por la ventana en lo alto de la habitación antes de que sus amos comenzaran a hacer sus característicos ruidos de apareamiento.
—Estás agotado —dijo el mayor y movió una de sus manos por la parte superior de sus prendas, introduciendo sus falanges y descendiendo hasta ese suave pezón que apretó entre sus dedos.
—Tss —un sonido bajo se escapó de sus labios al inhalar rápidamente aire con sus dientes superiores e inferiores ligeramente rozándose.
—Demasiado cansado como para hacer algo más que dormir —siseó el malvado demonio con sus ojos expectantes en esas eróticas reacciones.
Continuó bajando hasta llegar a su vientre, donde sus dedos sin prisa recorrieron cada sector palpable en busca de más roces.
—B-Belial... —gimió y juntó ambas piernas.
El malvado demonio continuó sus aparentemente inofensivas caricias cargadas de un fuerte deseo.
—Quieres que te lleve hacia la cama, ¿no es así?
Asintió con sus ojos entrecerrados y rostro enrojecido.
Lo cargó y recostó sobre esa superficie esponjosa, apoyando sus manos a cada costado del menor.
—Descansa —siseó besando su mejilla izquierda, después la derecha, descendiendo por su barbilla a medida que el ángel levantaba su rostro gustoso por su accionar.
—No —denegó al creer que Belial se retiraría, llevando sus manos a esos grandes hombros, atrayéndolo a su cuello—. Más —demandó con sus ojos todavía cerrados.
—Pero estás muy cansado —susurró insinuante y Calliel negó, después asintió y otra vez negó—. Decídete.
—No es necesario decidir —gimió al sentir esa gran mano descender por su pierna, llegó a su rodilla y regresó por ese mismo recorrido, rozando la parte interna de su muslo, presionando insinuante al detenerse de repente por las siguientes palabras de Calliel—: porque sin duda quiero ser tocado por ti.
La oscuridad se esparció por la habitación. Sus alas, cuernos y cola se hicieron presentes cuando mordió su labio, complacido por completo.
—Mmh, no lo sé, no te veo convencido de ello —susurraba arrogante y sátiro, disfrutando como el ángel fruncía sus cejas en desacuerdo.
Apretó un poco sus ojos que no tenía ganas de abrir y llevó una de sus manos a la nuca del demonio, enterrando los dedos en su cabello con suavidad.
—Sí quiero, quiero —demandaba una y otra vez, retorciéndose entre las sábanas, siendo degustado sector a sector por su amado demonio.
Esos suaves besos subieron a una intensidad difícil de manejar para ambos y alejaron la ropa de sus cuerpos con desesperación, sin separarse el uno del otro.
La fricción aumentó igual que los gemidos y jadeos que se ahogaban entre besos necesitados, posicionándose Belial sobre Calliel, en medio de sus piernas abiertas y gustosas de recibirlo, feliz de sentir ese peso que simulaba embestidas al rozar sus miembros.
—Por favor... —sollozó con su cabello desordenado y piel extremadamente sensible, sintiendo los ataques directos de los dedos de Belial en sus zonas erógenas.
Después de lubricar sus dedos los llevó peligrosamente hacia abajo, rodeando esa entrada que palpitaba contra ellos, deseoso por ser consentido, profanado por él.
Introdujo dos de repente, abriéndose paso, siendo acompañado por caricias en su cadera, besos húmedos sobre su cuello y los lentos y duros movimientos de su cuerpo de adelante hacia atrás, como si estuviese follándolo con sus dedos.
—Oh mi... —Calliel presionó sus dedos y ojos al mismo tiempo— B-Belial, ahí, ahí es... —De repente sacó sus falanges y el vacío en su interior le provocó tristeza, siendo llenado por el grueso miembro de Belial— ¡Ah-Ahh, cielos!
—Levanta tu pierna —ordenó y fue obedecido, pero no lo suficientemente arriba como deseaba, así que tomándolo la levantó más, apoyando esa pantorrilla sobre su hombro y penetrando lo más profundo que pudo con el vaivén de su cadera.
Lo abrazó con desesperación y su rostro se elevó hacia la cabecera de la cama, casi poniendo los ojos en blanco.
Los gemidos pasaron a ser gritos de placer y dolor entre cada fuerte estocada, mrtillando una y otra vez dentro de su pequeño ser. Los jadeos y gemidos tampoco faltaron de los labios de Belial, en su límite por lo excitado y apretado que se encontraba su ángel después de bastante tiempo sin hacerlo.
Bajó la pierna de Calliel al notar que estaba comenzando a sentir dolor por la posición y el menor las enredó alrededor de su cintura sin dudarlo.
El demonio no perdió el tiempo, llevó ambas manos a ese redondo trasero y abriéndolo ligeramente lo empujó hacia abajo, enterrándose duramente.
Su vaivén estaba coordinado, en cada estocada un sollozo escapaba de Calliel y sonreía gustoso entre lamentos, demasiado feliz como para ocultarlo detrás del calor del momento.
—Gracias, esto es... Ahh, increíble —sollozaba fuera de sí.
Sus pieles chocando, la lujuria y el amor mezclándose entre sus gestos de placer y alegría. El fuerte sonido de impacto en esa zona baja y enrojecida por cada embestida, frotando su punto dulce en su interior una y otra vez sin piedad.
El ángel sucumbió ante su desenfrenado ritmo y su entrada se contrajo violentamente al correrse sobre su vientre, aprisionando entre sus paredes el invasivo miembro del demonio que vibró, embelesado por los espasmos de Calliel.
Se levantó sobre sus fornidos brazos y movió su cadera con más rudeza, terminando emitiendo un gruñido gutural, con unas últimas y violentas estocadas, sin salir de su interior.
Después de ese pasional encuentro, el zorrito regresó, haciendo una mueca al percibir el olor a sus esencias mezcladas en el ambiente. Dio unos saltitos y se recostó junto a la cama, durmiendo como sus dueños.
—Despierta, ángel —susurró la criatura del infierno y el ser celestial sonrió.
—Hola, demonio —lo saludó somnoliento y besó su pecho—. Hola, Belial, hola... —repitió al frotar su rostro sobre su piel.
Se levantaron y la música sonaba hasta llegar al fondo del lugar, donde estaban las habitaciones de huéspedes. Calliel se asombró por lo bien que se escuchaba aquello y todavía más alegre se sintió al alistarse con esas ropas orientales tan inusuales para él.
Miró al atractivo demonio que incluso humanizado parecía pasar los dos metros y cómo la ropa se ceñía sobre sus grandes pectorales, bíceps y muslos bien definidos, incluso su cintura parecía esculpida por un artista y sin temor algún se acercó por detrás, rodeándolo con ambos brazos.
—Cielos, eres tan hermoso —admitió sin ninguna clase de maldad.
Las manos de Belial sujetaron las de Calliel y sonrió gustoso.
—Estoy conciente de ello —se jactó como si la palabra humildad fuese desconocida para él.
Calliel sonrió en respuesta y seguido levantó una ceja al ver a ambos en el espejo.
—¿Por qué tu ropa se ve un poco diferente a la mía? —preguntó al mover la parte inferior de su vestimenta que contaba con dos piezas.
Escuchó al vendedor decirle que se llamaban zhisunfu, parecido al shenyi, de color blanco con detalles de flores bordadas en azul.
Mientras que Belial poseía un hanfu bordo casi negro con detalles en amarillo.
—No tengo idea, por lo de vi hombres y mujeres se visten similares, quizá leves diferencias que no distingo.
—Oh... Es verdad, suelen darme ropa de mujer y aunque no la usara, de todos modos me confunden con una.
Belial se giró y lo sujetó por la cadera, viendo ese rostro que a pesar de verse humano y de ojos rasgados, conservaba gran parte de sus rasgos angelicales y ese halo celestial.
—¿Es malo para ti?
Calliel negó.
—No, pero sigue siendo, ¿incómodo? ¿creo? Porque aunque no tengo un género humano como tal, siempre fuimos llamados "los ángeles", "el ángel" en el cielo, no "la/s ángel/es", entonces no me es natural identificarme con ese pronombre... Pero, esta bien, siempre ocurre lo mismo a donde sea que vayamos en la tierra y no tiene sentido contradecirlos.
Belial humedeció sus labios e inclinó ese gran cuerpo en su dirección.
—Es porque tu rostro es... —«indiscutiblemente perfecto. Demasiado para ser un hombre, demasiado para ser humano»— particular.
Calliel recordó algo y frunció sus cejas, rememorando años atrás ese momento en el que Belial le dijo que en la tierra era feo y poco atractivo.
Belial no supo qué cosa pasaría por su mente, pero dedujo que quería vestirse con ropa masculina en alguno de sus viajes y pensó una forma de complacerlo, ya que de por sí, solo con su presencia al ser más grande, fornido e imponente, Calliel y la mayoría a su alrededor se veían menos varoniles de lo que eran.
—De todos modos, es bueno que uno de los dos se vea como mujer, porque en gran parte del mundo castigan las uniones de humanos del mismo género.
Se sorprendió y ladeó el rostro.
—Pero... la tribu en el Noroeste de la región, donde estuvimos antes de irnos y arribar el primer barco, concebían la diversidad de género como una parte del orden natural.
—Pues, en ciertos lugares como Grecia también solían... bueno, bajaste mucho después de su caída.
Pensó cómo explicarle y bufó.
—En fin, existen diferentes culturas y creencias, es verdad que los nativos que conocimos eran tolerantes y entendidos con respecto a no definir roles por sus genitales, mas en la gran mayoría no es de ese modo ¿No prestaste atención a tu alrededor? Aquí la mujer sin un hombre que la respalde como marido, no tiene valor, protección o derechos como...
En ese momento un joven tocó a la puerta e interrumpió la conversación. Los escoltó al gran salón y el ángel se asombró por cada detalle, desde la comida hasta las vestimentas, bailes y flores.
Fue un gran banquete y después de una semana ayudando a las personas como "una pareja de doctores errantes" y dándoles recetas para utilizar ciertas plantas como medicina, continuaron su recorrido.
Antes de despedirse de ese lugar, se toparon con un sendero lleno de árboles de cerezo, generando un paisaje más que memorable para ese singular trío de viajeros.
—Los ojos de Hanael son rosados, de este mismo tono —recordó dulcemente al tomar un pétalo que caía con el viento.
—Los ojos de Lilith también lo son —afirmó Belial y Calliel sonrió por la coincidencia.
—¿Es tu amiga?
Belial lo pensó y rascó su nuca.
—No, es decir, no es un enemigo o algo así. —Calliel esperó más información y Belial rodó los ojos— La veía cuando necesitaba sus servicios, pero solo la visitaba por esa razón y no la concidero mi allegada, pero podría serlo si así yo lo deseara porque ella es muy sociable.
—Me gusta, suena a que...
—Los servicios que ofrece son sexuales —interrumpió a secas y Calliel tosió.
—Oh... Eso, vaya... —Lo miró fijamente de repente— ¿La ves con frecuencia?
Una gran carcajada escapó de los labios de Belial y Calliel no rio en absoluto, alzando a Gigil.
—Carajo, el colibrí siente celos —disfrutó al retomar la calma luego de las risas bajas.
—¿Celos?
—Cuando no quieres que nadie más que tú me pertenezca, esos son celos.
Carajo, me tomaste desprevenido —se burló y Calliel abrazó con más fuerza a Gigil.
—Es malo ¿Verdad? Porque no se siente bien —dijo con voz desanimada.
—Si los puedes controlar, no son considerados "malos" realmente. Todo en exceso deja de ser "bueno". Aunque a mí me importa un caraj...
—Pero no me gustan —susurró mirando al suelo y Belial levantó su rostro.
—Puedes controlarlos. Solo confía en que no seré de nadie más que no seas tú y llena de calma tu corazón.
Calliel pestañeó varias veces y sonrió.
—Bien, eso haré, confiaré en ti, los demonios no mienten.
Belial se tornó serio y todo pareció oscurecerse.
—Puede que no mientan, pero no dicen la verdad.
Lo enfrentó y tomo entre sus dedos uno de esos castaños cabellos en el ángel humanizado.
—Los demonios son unos malditos infelices.
—Oye, n...
—Hablo en serio, te acostumbraste a mí y Asmodeus que cuidamos de ti, pero es un error bajar la guardia. No es que no sean peligrosos los falsos ángeles o hipócritas humanos, pero ¿sabes qué? Al carajo, no confíes en nadie, sea de la especie que sea, eres tan descuidado que me alteras.
—No he hecho nada —se defendió y Belial rodó los ojos.
—Exactamente, todo esta bien ahora, pero a futuro escucha mis palabras, pichón: esta bien que seas cauteloso con otros demonios, humanos e incluso angeles sé precavido. Como eras conmigo al inicio, reservado y a la defensiva... Aunque eso te duró menos de una semana —se lamentó negando con la cabeza.
—Porque no eras ni eres cruel conmigo.
—Y no lo seré tampoco. Pero los demás seres querrán dañarte o devorarte, de muchas maneras...
—Eso lo entiendo, porque soy un ángel y es lo natural el odiarme para ustedes. Mas me niego a tratar a todos los demonios como mentirosos y viles por un precedente en común.
—Tergiversan, manipulan y distorsionan. Lo sé porque eso es lo normal en el infierno, lo cotidiano en la tierra. Imperios se levantan sobre los cadáveres de sus esclavos, el sacrificio de sus soldados y la avaricia de la humanidad. Los humanos, en su mayoría malvados y egoístas.
Vio el desacuerdo en Calliel y suspiró entendiendo que no llegarían a un acuerdo sobre sus amados humanos.
—Nunca te dejaré, pero si en algún momento te alejas de mi vista y chocas con demonios o humanos: no lo veas con tanta benevolencia. No confíes. No bajes la guardia y sé fuerte.
—Tú no eres así conmigo.
—Porque eres tú —dijo contundente y sus corazones se aceleraron—. Mantente alerta, me preocupa que no sabrías si alguien te engaña.
—Creo que sí sabría...
—Claro que no, no sabes ni siquiera si te estoy mintiendo o no, eres demasiado ingenuo para notarlo —le reprochó y la indignación se hizo presente en el menor.
—¡Sí lo sabría!
—A ver, hábil de la vida, genio de la humanidad, cuervo astuto ¿Yo respondí directamente a tu primer pregunta sobre Lilith?
—No.
—Entonces, dime, ¿Cómo sabrías si la he visitado o no últimamente?
—No es necesario, porque la respuesta se encuentra por simple lógica. En otras palabras: no, no la has visto.
Belial guardó silencio ante la seguridad de sus palabras.
—¿Por qué tan seguro de eso?
Calliel besó la mejilla del zorro y contestó a la pregunta:
—Dijiste que no podía ser nadie que no fuese yo, al igual que para mí, no puede ser nadie que no seas tú —sonrió inocente y Belial suavizó su mirada.
—Carajo, tu inteligencia me pone difícil esto de fastidiarte, pichón —susurró antes de besarlo.
Calliel había acertado en todo: ese demonio solo tenía ojos para su ángel.
∆∆∆
Ya en tierra islámica Belial frunció sus labios y no fue por el fuerte calor o la alegría de Calliel ante los bellos paisajes, sino porque sabía de ese lugar y sus costumbres gracias a Asmodeus y sus anécdotas.
En ese reino, si veían a Calliel como mujer, sería problemático de muchas maneras.
—Oye ¿Quieres verte masculino en este recorrido? —Calliel no comprendió, pero asintió al darse cuenta a qué se refería Belial.
—Bien, aquí la ropa es jodidamente diferente entre sí, por eso será sencillo diferenciarnos.
—¿Qué?
—Porque esta vez —susurró mientras sus demoníacos cuernos entraban en su cráneo, alas se introducían en su carne y cola desaparecía. A medida que esto sucedía su cabello se extendió hasta su cintura, un color negro salvaje igual que sus oscuros ojos. Su pecho creció del mismo modo que su cadera se estilizó, afinando más su cintura— yo seré tu jodida mujer, pichón.
Calliel pestañeó varias veces y sin duda esa criatura era Belial, su aura oscura, orgullo inamovible en su altura mirada y belleza infernal seguían ahí, era sin duda él, solo que físicamente parecía una atractiva y despampanante mujer de piel tostada y cabello azabache.
Calliel aceptó emocionado y se acercó a su rostro, notando lo fina que era su barbilla y lo grandes que se tornaron sus labios y ojos, con largas pestañas que simulaban un delineado oscuro.
Encontraron un bazar y las ropas que consiguieron esta vez fue diferente al resto: a Calliel le vendieron una blusa larga hasta los tobillos, sobre esta una especie de túnica, un turbante y un agal (que es el cordón que se utiliza por encima del turbante para sujetar a la cabeza). Estaba feliz, le parecía ropa cómoda y fácil de ponerse.
Aunque a Belial le llamo la atención lo fácil que sería quitársela. Y no solo a Calliel, la ropa de él era sumamente reveladora, como si fuese una especie de bailarina exótica, aunque sí poseía un velo casi transparente que cubría parte de su cabeza y por debajo de esos tajantes ojos.
—Wow, te ves...
—Como puta, ya, carajo, me vieron cara de jodida acompañante y te vendieron ropa de esclava o algo —maldijo y casi rio por el pánico en el rostro de Calliel.
—¡L-Lo siento! El señor dijo que tenía exactamente lo que necesitaba y yo creí que sabía que eras mi ¿Esposa? —preguntó confundido, ya que no era verdad, pero eso solían decir.
—Ya, me importa un carajo, odio verme como humano sea como sea.
Apoyó una de sus manos en su cadera y la vestimenta reveladora se contorneó como su postura, dejando ver su gran muslo y llamando la atención de todos a su alrededor.
Era indudablemente femenino, pero a su vez fibroso, con contextura de una atleta y porte de una potestad del infierno, cargando esa expresión poco amigable y soberbia.
—¿Cuánto tiempo puedes tener esa forma? —preguntó Calliel emocionado por las cosas extrañas que vendían en el bazar.
—El que desee, como mis transformaciones en humano masculino, no requiere mucha energía y por eso varios demonios suelen verse como humanos gran parte del tiempo.
Calliel observó a los humanos a su alrededor y cómo todos se detenían a ver a Belial y hablar entre ellos.
—¿Acaso son tus conocidos demonios?
Belial desconcertado negó y el asco se plantó en su cara.
—No, son simples humanos, ¿Por qué lo insinuaste?
—Es que te miran fijamente y hablan entre sí con una sonrisa.
«Eso no es una sonrisa, es puro morbo» pensó Belial y tomó el puente de su nariz para no matar a los presentes.
—Por eso no suelo verme como mujer, los humanos suelen verlas como objetos o denigran de alguna manera.
—Pero... es ilógico.
—Insolentes —gruñó y la oscuridad a su alrededor vibró, ardiendo sus finas pupilas— Me enfurece que me vean de ese modo, no entiendo cómo ellas lo soportan.
—En nuestro viaje lo percibí, en general miran de ese modo a todo lo que sea diferente y consideren "inferior", buscando tras cualquier excusa proclamarse superiores bajo cualquier razonamiento irrazonable para mí.
—¿No los odias por eso?
—No todos son iguales, por eso no puedo odiar a una raza completa a causa del resto, ya te lo he dicho —advirtió tajante—. No conseguirás que los desprecie, ríndete, Belial.
—Carajo, hay tantas razones para despreciarlos y sigues con ese incoherente cariño... —Sonrió de lado y se acercó a sus labios— Tengo siglos y siglos por delante para intentar abrir tus ojos.
—No importa lo que suceda, nunca odiaré a los humanos —aseguró colocándose de puntitas y besando a ese malicioso ser.
Un grupo de mujeres dentro de un singular establecimiento se detuvo a ver y susurrar sobre la nueva concubina que llegó a la ciudad.
—Solo un chasquido y todo ardería —siseó Belial tentado a hacerlo y Calliel frunció sus cejas.
Estuvo a punto de reprocharle, pero las observó y vestían similar a su compañero, susurrando por lo bajo.
—Esas mujeres también hablan de ti...
—Sí. Independiente de su genero, la gente es gente y la maldad es maldad. La ignorancia es un factor clave para una cultura irracional, como aquí, donde tú al verte como hombre puedes asesinarme sin castigo alguno, ya que me veo como mujer, por el simple hecho de mirar a otro hombre a los ojos sin tu permiso.
Calliel se horrorizó notablemente.
—No solo eso, en gran parte del mundo por algo irrelevante, como lo es el color de piel, también suelen hacer cosas así. Por el estatus social. Por lo que sea, son simples pretextos para ser viles. —sonrió— No me genera placer esa clase de pensamientos porque son patéticos, a diferencia de lo que creen sobre los demonios, nosotros somos cada uno diferente y disfrutamos la maldad de distinto modo. Nada tan patético me genera placer. Es simple debilidad exteriorizada.
—Creí que estarías orgulloso por la maldad en algunos humanos —dijo el ángel con una confundida sonrisa—. Sigo sin entender del todo a tu especie... —admitió viéndolo fijamente a los ojos— Me resultas fascinante.
Belial sonrió complacido, casi dejando escapar su traicionera cola demoníaca.
—Mi especie se basa en el poder para distinguir la superioridad de cada uno, por eso entiendo la escala de poder y jerarquías en el mundo, pero no comparto lo demás, jamás vería a un demonio como Lilith inferior por su sexo o piel diferente al mío, es algo tan poco pensante que resulta gracioso.
Miró a su alrededor y se detuvo frente a una clase de posada, quiso sacar oro de su brasier, pero recordó que era mujer y no tenía derecho a pagar nada. Le entregó el dinero a Calliel con una mueca de fastidio y esperó a que el ángel terminara aquello.
Entraron a la habitación y antes de hacerlo Belial sonrió con sed de sangre en sus iris.
—Lilith destrozaría a todo este imperio si Lucifer y tu Dios se lo permitieran libremente, tiene poder para destruir ciudades enteras, pero ellos ahí van y se creen mejores por tener genitales opuestos a ella... Vaya cosa extraña.
—Escuché de cosas horribles como esas de Zadaquiel... Lo que llaman guerras.
—Bueno, eso es algo casi siempre político. Para obtener más tierras, poder, dominio, intereses mercantiles, muchos factores.
—¿Todo un pueblo odia y desea pelear contra otro pueblo?
—No... Las guerras comienzan con personas adineradas que se odian entre sí y nunca pelean físicamente, pero tienen el poder para obligar a personas que no se odian, ni se conocen y que solo tienen miedo, vayan en su lugar a matarse entre sí.
—Oh cielos, es horrible. Creí que los demonios tenían la culpa de la mayor cantidad de muertes humanas, pero existiendo las guerras, suena a que ni es de ese modo.
—Nah, no es necesario, ellos se mueren fácilmente por sí mismos —rio y Calliel comenzó a quitarse la parte superior de su ropa ya que tenía calor.
Belial se recortó sobre la cama y estiró sus estilizadas piernas, despojándose de su incómoda vestimenta prenda a prenda.
—Es verdad que algunos suben y se divierten con desastres y plagas, pero no tantos como se los pinta. Aunque yo solía ser uno de ellos, tanto que Dantalion y yo fuimos castigados por excedernos.
—Pero, si Satanás es malo y odia a la humanidad, ¿no sería más fácil dejarlos morir a todos con sus demonios como atacantes? —razonó y Belial suspiró.
—No sé qué siente él por la humanidad, no lo comprendo y no entiendo por qué siempre... —frunció sus labios y cambió de tema—. Pero sí sé que no es conveniente exterminar a la humanidad.
—Me alegra —se tranquilizó el ángel, retomando su forma celestial— ¿El infierno es pacífico? Con respecto a guerras y demás.
—Meh, no me quejo —dijo al encogerse de hombros y regresando lentamente a su forma original—. Lucifer y los principados mantienen el orden, es verdad que suele haber revueltas sobre territorios y nimiedades, pero por lo general es simple. Tenso y peligroso, pero lo usual.
—¿El dinero vale algo? Es decir, como en la tierra.
—No, lo más valioso es el poder, lo demás va y viene, pero nos esforzamos por ser cada vez más poderosos, eso trae beneficios, ya que cada uno viene con un ¿Límite? Es decir, somos como un vaso, de distintas medidas cada demonio, pero solo se puede llenar de agua hasta cierto límite, después de ese límite, cada uno busca una manera de volver el vaso más alto u hondo. Algunos comen almas humanas, otros ángeles, yo brea, que es bastante arriesgado.
—Oh... Ya veo.
—Los menos pensantes o retorcidos asesinan a otros demonios, eso no es bien visto ya que hay mejores formas de fortalecerse, pero tampoco van a castigarlo por eso a menos que enfade a Lucifer personalmente.
—Suena vil...
—Allí —señaló arriba—, ¿qué es lo más valioso?
El menor se emocionó al oír su interés.
—La disciplina, creo. Quien hace mejor su labor, aquel con la mejor determinación y predisposición para seguir a nuestro amado señor. Hay distintas jerarquías, los más fuertes son los que pueden soportar la intensidad de la presencia de Dios y ellos hablan con los que siguen en la línea de mando, así hasta los más débiles, que serían ángeles simples como yo.
—El pichón con un trabajo falso, lo recuerdo —bromeó y Calliel se cruzó de brazos.
—Es un puesto verdadero y no es algo que duela, algunos pueden subir de categoría, pero casi ninguno desea hacerlo, no hay ambición, porque nuestro puesto esta hecho a nuestra medida y me sentía muy feliz siendo vigía... Vigilar a los animalitos y niños enfermos era mi labor, amaba hacerlo, pero eso despertó mi curiosidad en el mundo, mis deseos de explorar... —Levantó la mirada— No me arrepiento. Soy plenamente feliz justo ahora —afirmó yendo hacia la cama y recostándose sobre ese gigantesco cuerpo.
∆∆∆
Dejando atrás esas tierras continuaron, viajando por años, para sus largas vidas ese tiempo no fue tan extenso, pero en la vida humana muchas cosas estaban cambiando, entre ellos la caza extensiva de herejes y paganos sectarios, según la iglesia católica.
Estaban humanizados junto a una fogata en el frondoso bosque de este nuevo lugar, cuando de repente un hombre salió de entre los arbustos, mismo que casi fue asesinado por Belial, pero Calliel lo detuvo, muy intrigado por el instrumento en sus manos.
—Buenas noches, amables caballeros —De nuevo se ganó el favor del ángel al tratarlo de manera masculina— Soy un trovador y me encuentro perdido, con hambre y frío, el olor del pescado y el calor del fuego me trajeron como mosca a la telaraña.
—Puta madre, habla como todo un imbécil, hagámosle un favor y acabemos con su sufrimiento —dijo Belial y sus garras parecían brillar de emoción.
—N-No nos molestaría ayudarte a pasar la noche, entiendo lo que es estar perdido, con frío y hambre.
El mayor rodó los ojos y se recostó en la tierra junto al Gigil, viendo ambos fijamente al intruso, al demonio todavía le costaba no ser territorial.
—Por su amabilidad les contaré una leyenda —habló nuevamente después de presentarse, pero el demonio no le prestó atención en absoluto—. ¿Conoces la leyenda de Lady Godiva?
Calliel negó como niño oyendo un cuento de hadas y el hombre sonrió.
—Es muy famosa, ya que cuando la ambición se apoderó de su esposo, ella le pidió que rebajara sus impuestos. El conde accedió, pero con la condición de que Lady recorriese Coventry, sin más vestidura que su largos cabellos.
Calliel miró a Belial y éste fingió asombro con claro sarcasmo, seguido volvió su mirar al humano.
—Él no esperaba que la dama así lo hiciera, no sin antes acordar con sus vecinos que estos se encerrarían en sus casas para no perturbarla en su cabalgata sin vestiduras. El día elegido Lady Godiva se paseó desnuda por el pueblo, montada en su caballo, mientras todos los vecinos de Coventry permanecían en sus casas encerrados y con las ventanas cerradas en señal de respeto ante su desinteresado acto, mismo que conmovió a su esposo, que vio la determinación de su bella, humilde y bondadosa esposa, bajando los impuestos como había prometido.
—Woow —dijo Calliel dando pequeños aplausos—. Es increíble, se comportó asombrosa, hacer algo semejante por su pueblo.
—Oh, veo que te gustan de verdad, así que te cantaré una canción sobre otra increíble aventura... —Así la noche transcurrió, entre cuentos, canciones y alegría.
Calliel era feliz.
Gigil disfrutaba de la quietud.
Belial sentía paz.
El amanecer estaba por aparecer, pero Calliel despertó antes de ello, llamando la atención del atento señor del orgullo.
—Para ser un ángel no eres nada caprichoso ni exigente —habló al verlo de pie observando el cielo.
—¿Mmh? Tienes un concepto algo estrecho de los ángeles... ¿Y a qué debo tu halago?
—No creo que sea un halago, es que me sorprende la forma en la que te duermes en cualquier lugar: en tierra, césped, paja, sentado frente a la mesa, madera, día o noche, todo te da igual y duermes profundamente todo ingenuo y desprotegido.
—Tú me proteges. Contigo cerca, mi cuerpo se relaja a tal punto que no hay sitio para el insomnio.
Belial se recuperó del shock inicial y lo acarició dulcemente.
—¿Solo se relaja? Porque si no recuerdo mal, también tengo la habilidad de hacerlo estremecer —susurró sobre sus labios y los beso sin pedir permiso alguno.
El hombre abrió sus ojos todavía en el suelo y inclinando sombrero hacia adelante para cubrir su masculino rostro con un sonrisa en él.
Viajar abrió mucho su mente, esos dos fueron amables con él y no interrumpiría su romántico amanecer con su presencia, así que continuó durmiendo hasta que una hora después el sol no se lo permitió más.
Sus caminos continuaron por separado, siendo una agradable despedida.
La causa de su pacífico viaje se debí a qué evadieron territorios donde otros demonios poderosos residían, ya que Belial entendía la falta de respeto que era invadir el territorio de otro y como no buscaba exponer a Calliel a un sangriento enfrentamiento.
Simplemente rodeó esos sitios y fue en calma gran parte del viaje, deshaciéndose de pequeños demonios invasores que llegaban por el delicioso olor la aura del ángel.
—Oye, me mentiste —habló el de ojos grises con un mohin—. Dijiste que aquí era feo, entonces si eso fuese verdad, ¿Cómo podrías venderme si a los seres humanos les diese asco?
Una estridente carcajada salió directo del tórax del mayor y hasta Gigil se sobresaltó.
—Ciento veintidós años, once meses y tres días, eso tarda la información en procesarse en esa cabecita tuya, buen trabajo.
—¡O-Oye! Eres... malvado y arrogante.
—Y tú tan valiente.
—¿Mmh? ¿Por decirte adjetivos poco alentadores?
—Por quererme.
Calló y pensó unos momentos, sin mostrar en sus gestos qué rondaba su mente. Finalmente sonrió con un aura sumamente apacible y contestó:
—Es mucho más que eso.
La curiosidad de Belial aumentó no solo por la frase, sino por el cariño con el que lo dijo.
—¿A sí? ¿Qué es entonces?
—Lo que siento por ti, ¿se llama amor, verdad? ¿Cómo podría saberlo con exactitud?
Contestó a la pregunta con otra pregunta.
—Amor... pues, cómo sabrías si me amas... Es raro, a decir verdad no lo entiendo, pero si es real, supongo que supera a todo otro sentimiento preexistente.
—Los niños dijeron que su madre los ama... La he visto con ellos y creo que es verdad, que los ama con su vida... Eso es amor ¿Verdad?
—Sí, supongo lo es.
—Entonces no te amo.
Un amargo dolor se plantó en el pecho de Belial y se manifestaba físicamente, acelerando su sangre y bombeando ese líquido negro a gran velocidad por su cuerpo.
—No me amas —afirmó anonadado.
—No.
Otro puñal.
—He visto que las mamás, luego de que sus hijos crecen, los dejan ir y vivir lejos de ellas... Y me niego por completo a separarme de ti, no quiero, deseo estar a tu lado todo el tiempo. Es mucho más doloroso y fuerte, como si mi corazón sufriera daño constante solo de pensar que podrías irte indefinidamente... Sin importar cuanto tiempo pase, no quiero estar lejos de ti, no quiero que me dejes... Entonces, no creo que sea amor.
Belial contuvo su sonrisa descomunal compuesta por filosos colmillos y humedeció sus labios, disfrutando esa inexplicable confesión.
—¿Entonces cómo se llama a ese sentimiento?
—No lo sé realmente —pensó en voz alta y la larga cola del mayor lo sujetó por su cadera, acercándose suavemente hasta enfrentarlo.
—Otro tipo de amor... no lo había pensado. Es demasiado problemático, amar me parece algo inquietante por sí mismo.
Nadie nunca dijo si existía o no un sentimiento más allá del amor, más intenso, más fuerte. Quizá hay algo más, algo como el destino.
—¿Recuerdas a esos entes sabios que relataban historias sobre Grecia hace pocos años?
—¡Ah, sí! Su filosofía sobre el amor: eros, ágape, philia y storge.
—¿Existe algo más intenso y fuerte? ¿Una palabra que defina un sentimiento más grande que la palabra amor como tal?
—No sé bien a qué te refieres, ya que en la tierra hay muchas formas de definir a los sentimientos. Pero dios es amor, por eso no existe algo más grande que el amor en sí.
Belial sonrió arrogante.
—Soy un demonio, no tengo remordimientos al decir que discrepo en ese punto... —Lo atrajo hacia sí para besarlo sin cerrar los ojos, lenta y minuciosamente—. Esto es más que cualquier palabra que haya existido, exista o pueda crearse en un futuro.
Sentenció sin miedo a las represalias a su osadía, sin saber si existía algo como el destino u otro tipo de amor, pero de lo de sí estaba seguro era que él moriría por ese ángel.
Esa tarde su recorrido se topó con un pueblo destruido, llenando el corazón del menor de tristeza, sobre todo al percibir rastros de la presencia hedionda de una criatura: un hombre (o varios) poseído por un demonio devorador había hecho aquello.
—Si hubiésemos llegado antes...
—Nada habría cambiado, ese demonio no es asunto mío. Es su problema, no el nuestro, no el mío —sentenció y Calliel entristeció más.
—Pero podríamos hacer el bien... Incluso las plantas perecieron.
El lugar apestaba a muerte, la tierra se había consumido a tal punto que nada crecería durante mucho tiempo.
—Ya, no estés angustiado por... —calló al verlo detenerse en medio del sitio, volar cerca de tres cortos metros y extender sus alas junto a sus manos, brillando como nunca antes, revitalizando toda la vegetación a su alrededor, descendiendo cansado y siendo sostenido por su demonio.
Revitalizó todo a su alrededor, metros y metros de colores vividos y vibrantes.
—No es mucho, pero la tierra es más fácil de sanar que a los humanos... y como todos han muerto aquí, es lo único que puedo hacer —afirmó un poco desilucionado y Belial deslizó sus dedos por su cuello hasta detenerse en su nuca.
—Haces más que suficiente.
—Conociendo tu odio a la humanidad, que ya no seas esta clase de demonio que asesina sin remordimiento me alegra, porque este camino de muerte no se compara a lo que tú podrías hacer siendo tan poderoso.
—Voy contra mi naturaleza al ignorar esos impulsos, pero no me cuesta ya que encontré algo mejor que eso.
Tomó su mano y continuaron caminando, siendo seguidos por Gigil a pocos metros.
—¿Te imaginas a ti mismo yendo contra tus impulsos bondadosos y asesinando pueblos enteros? Eso sería algo irreal de ver para mí.
—Nunca pasará, porque jamás odiaré a los humanos —canturreó sin dudar de ello.
—Vamos, debe haber una excepción, algo que jamás perdonarías —sugirió esperanzado y Calliel lo pensó.
Bastante tiempo lo pensó.
—Si una persona los matara —dijo viendo al demonio y después al zorro—. Sea humano, ángel o demonio, no podría perdonarle que los arrebatará de mi lado.
Belial rio socarrón.
Si era así, Calliel amaría toda la eternidad a los humanos, porque para Belial era impensable que un humano llegará a siquiera dañarlo.
Lo tranquilizó al redirigir la conversación hacia una cascada que se cruzó en su camino, pero sin aviso Calliel comenzó a llorar.
—¿Qué ocurre?
—Nada —contestó normalmente y llevó una mano a su rostro, notando que estaba derramando lágrimas sin saberlo—. En serio, no lo sé, no lo entiendo —dijo soltando una pequeña risita que serenó solo un poco a Belial.
—¿Seguro te encuentras bien? —Éste asintió repetidas veces y Belial acarició su cabello.
Después de ese incidente, la actitud del menor podría considerarse más que inestable, sobre todo cuando comenzó a evadir el sexo, alejándose cuando el mayor avanzaba o rechazando la intimidad.
El señor del caos estaba consternado y enojado en partes iguales, no entendía al ángel, no sabía qué le ocurría y eso lo enojaba más que el rechazo.
Cerca del reino de Francia, ya estaba harto de ese comportamiento extraño y distante. Calliel ni siquiera quiso volar a su lado ese trayecto, simplemente dijo que deseaba caminar y ver el paisaje desde lo bajo, obligándolo a acompañarlo, porque dejarlo solo no era una opción.
Su lado demoníaco y orgulloso se hacía presente, ignorando ahora él al pequeño ángel cuando intentó tomar su mano.
Sin entender por qué Belial alejó sus dedos de los suyos intentó otra vez, sintiendo la mirada enfadada de éste cuando lo consiguió.
—No me toques —demandó en un gruñido y Gigil se puso alerta por la energía negativa a su alrededor.
—¿P-Por qué no? —inquirió entrecortado.
—¿Crees que solo es aceptable cuando tú quieres? ¿Que puedes tocarme y dejarme como si nada a tu antojo e ignorar mis deseos? No juegues conmigo, codicioso Cardenal.
Calliel enrojeció y entendió a qué se refería, sujetando su túnica con ambas manos y cubriendo parte de su rostro.
—Lo siento... —sollozó aquello completamente rojo, para después verse pálido y casi perder el conocimiento.
Fue sostenido con fuerza por Belial y el demonio comenzó a hacer conjeturas por lo sucedido: quizá su presencia prolongada estaba debilitando al ángel. Tal vez el sexo lo hería o dañaba de alguna forma después de tanto tiempo haciéndolo y Calliel intentó minimizar la cantidad de encuentros para poder recuperar su salud.
Cuando el ángel despertó dentro de una pequeña y acogedora cabaña abandonada, Belial lo miró desde la ventana y ladeó su rostro.
—Hola, demonio —lo saludo con ternura en su tono, pero Belial estaba demasiado preocupado como para corresponder su amabilidad.
—Dime ahora mismo qué carajos te sucede, Calliel —demandó inescrutable.
Calliel soltó un llanto tan agudo y fuerte que Belial entró a la casa de un solo salto, se acercó y levantó su rostro con ambas manos.
—Estoy enfermo, no sé cómo puede ser físicamente posible siendo un ángel, por qué o qué sucede —sollozó entre casi gritos. El nerviosismo y ajetreo revolvió su estómago, devolviendo lo que comió en la mañana a un costado de la cama—. Cielos, eso pasa muy seguido, tengo miedo de vomitar sobre ti cuando estemos teniendo sexo porque mi cuerpo se agita y sacude mucho durante esos momentos. Tengo miedo de desvanecerme mientras vuelo o marearme por la altura, estoy aterrad... —Belial lo abrazó, después de tantos días de distancia, finalmente lo tenía de nuevo entre sus brazos.
Lo hizo por impulso, quería tranquilizar a Calliel y lo consiguió... El alterado ahora era otro: Belial sintió una extraña presencia dentro del ángel.
C⊕η†ïηuαrά...
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